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Quédate conmigo por RyuStark

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Notas del capitulo:

Hola bebés <3

Hablando rápido de este One-Shot lean atentamente las advertencias. Es drama puro de ese mil por ciento ¿Dramático? Es trágico ¡Trágico les digo! Hay muerte de un personaje y no, no es fluff ¡No lo es! Jamás había hecho algo así, si hay alguien que es letalmente dulce en el mundo soy pero hice lo mejor que pude uwú <3 Cabe recalcar que si me han leído antes sabrán que siempre escribo en primera persona pero esta vez lo hice en tercera por que iba más acorde al tipo de historia, asi que disculparán si encuentran alguna cosa rara por ahí, errores de ortografía o incoherencias narrativas. También si han leído "El perfume" de Patrick Süskind notarán que tomo algunas referencias de su obra :v Para que se den una mejor idea :3

Se lo dedico a todos los amantes del ByaRen en especial y con todo cariño del mundo a Celicgr02 porque no conozco a nadie que ame a esta pareja tanto como tú

¡Espero que lo disfruten! <3

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I

En el siglo XVI vivió en Italia uno de los hombres más abominables y geniales de una época sobresaliendo por tener un sentido de la perversión tan refinado como su amor por el arte. Su nombre era Kuchiki Byakuya, un nombre no verdaderamente común pero tampoco nada estrafalario a comparación de otros monstruos de su calibre, más famosos que él por el simple hecho de que su maldad fue olvidada, como el destello centellante de un fuego artificial que atraviesa la noche y lentamente se va disipando hasta desaparecer.

Byakuya nació un 31 de Enero de 1473 en un hogar refinado y bastante ostentoso entre los canales de Fondamente Nove y Cannaregio en Venecia. Su padre Kuchiki Soujun era un comerciante perteneciente a la élite comercial de la ciudad,sin embargo también fue reconocido debido a que se instruyó en el arte de la escultura ganando renombre. Cuando Byakuya llegó al mundo la situación de su familia era privilegiada, siempre se encontraba codeándose entre grandes artistas y la burguesía.

Sin embargo su madre, una humilde y sencilla muchacha proveniente del norte de Florencia a la cual Soujun le había tomado gusto y se casó con ella siendo apenas una jovencita no logró sobrevivir al parto de su único hijo. Era más de lo que su enfermo  y frágil cuerpo pudo soportar, fuera como si apenas Byakuya hubiera llegado al mundo todo comenzara a colapsar.

Su madre murió, su padre le perdió el gusto al arte y por lo tanto dejo de relacionarse con sus compradores y colegas cayendo de su gracia con el paso de los años. Los Kuchiki fueron perdiendo la poca fama que algunas vez lograron tener, más sin embargo el dinero no faltaba después de todo su padre ahorró lo suficiente durante sus años de méritos.

Para cuando Byakuya tenía doce años se le reconoció como un verdadero prodigio. Ya que a pesar de su corta edad su destreza en la literatura, la música y el arte eran deslumbrantes y exquisitos pese a su actitud fría e indiferente hacía todo lo que lo rodeaba. Jamás hablaba demás ya que su padre le enseñó que un hombre que no puede ser conciso no merece llamarse hombre.

Escribía bellos versos utilizando palabras complejas para chicos de su edad, sus oídos estaban más afinados al hermoso toque de la música clásica y estilizada mientras que repudiaba y veía con desagrado cualquier cosa que estuviera fuera de su círculo vitalicio. Sin embargo algunos meses después de su dieciseisavo cumpleaños su padre cayó enfermo con la plaga que azotaba a las grandes ciudades de Europa, la peste negra.

Byakuya no lloró ni sintió pena el día que vio a su padre morir ahogándose con su propia sangre delante de sus ojos ya que era algo natural. Un mero acontecimiento más que forma parte del ciclo de la vida, pero eso no significó que algo dentro de él temblara y se rompiera. Después de todo su padre era el único hombre que no le desagradaba del todo. A pesar de no tener más familiares Byakuya logró hacerse cargo a la perfección de los negocios de su ya inexistente familia.

Pero pareciera que al igual que su padre quiso seguir por el camino del arte ya que Byakuya era un amante de lo bello por lo que cuando cumplió diecisiete años ingresó al taller de Rocchio un viejo pintor bastante reconocido como su aprendiz. En tan solo dos años Byakuya sobre pasó a su maestro ganándose el desprecio y la envidia de muchos. Pero al joven Byakuya nada de esto le importaba, el únicamente vivía con un objetivo en mente que era lograr averiguar qué era la verdadera belleza y cómo poseerla.

Su vida dio un giro inesperado cuando por primera vez en su vida sintió un ligero agrado por un ser inferior a él, una muchacha de ojos profundos y celestiales con la cual se casó. Pero nuevamente la vida le demostraba que él no había nacido para poder poseer la belleza en este caso echa mujer para sí, ya que su esposa murió siendo asesinada de una manera cruel y despiadada en una tarde de verano, cuando un maleante intentó robarle su argolla de matrimonio entre otras cosas.

Cuando le avisaron nuevamente la herida del joven Byakuya se reabrió y se hizo más grande cuando el forense le notificó que su ahora fallecida esposa se encontraba en cinta con un varón de no más de cuatro meses. Eso era lo que Byakuya necesitaba para concluir que el mundo no poseía esa belleza que el tanto anhelaba, ese resplandor cálido con el que siempre soñó. No, eso era una fantasía ya que el mundo era sucio, cruel, despiadado e inhumano y si tenía que sobrevivir en un lugar así lo haría.

Pero para eso la única alternativa era dejar de sentir, no era experto en demostrar sus emociones pero ahora simplemente ya no eran necesarias o quizás nunca tuvo verdaderos sentimientos. No había dolor, no había pena, no había más sufrimiento que pudiera lastimarlo. Los años siguientes su fama se mantuvo debido a que se centró en su trabajo, si bien sus pinturas no las consideraba siquiera agraciadas para los demás eran fascinantes, únicas e inigualables.

Así era la vida de Byakuya, fría, cruel, monótona. Merodear entre los canales de Venecia con anillos de oro en los dedos y con un vacío en el corazón. Las guerras y cambios de poder en Italia mecían la situación de todo pero Byakuya no caía, su orgullo no se lo permitía. Si esta vida despiadada  y asquerosa le quitó lo que más quiso en el mundo, él simplemente se aferraría a vivir, tampoco le daría el gusto de morir como un vil animal entre el lodo.

Los años pasaron pero para Byakuya lejos de envejecer era como si su belleza se fuera acentuando. Aquel rostro hermoso de ojos violáceos y pestañas abundantes, con finos rasgos perfilados y piel de porcelana no hacía más que deslumbrar pero sobre todo engañar a cualquiera. A sus veinticinco años Byakuya adquirió una nueva afición más allá del arte, ahora se encontraba cegado por la magnificencia de la anatomía humana. Pensaba que tal vez sino logró nunca capturar la belleza exterior de una persona tal vez con su interior sería distinto.

Al principio le fue fácil conseguir cadáveres de las morgues con un poco de dinero,luego comenzó a saquear panteones y por último a crear sus propios cadáveres asesinando de manera limpia y casi indolora a sus víctimas, casi siempre chicos o muchachas jóvenes y pobres por los cuales nadie pudiera reclamar nada. Para Byakuya el matar no era algo atroz sino más bien necesario para sus propósitos.

La primera vez que abrió un cuerpo y el aroma fétido que emanaba la descomposición realmente le causaron nauseas pero lo que descubrió fue aún más maravilloso. El interior era un mundo nuevo e increíble, realmente era bello por donde quiera que lo vieras, cada parte demostraba lo que una persona hizo en vida, era simplemente fascinante.

Byakuya practicaba entre una y dos autopsias por noche y de día se dedicaba a pintar e intentar plasmar todas las emociones encontradas que se acumulaban en su corazón. Ah, que dicha entre tanto vacío pero como siempre todo llegó a su fin por lo que le perdió el gusto y nuevamente la desolación lo abrumó. Además de que con la entrada de la inquisición Byakuya sabía que eso podría costarle la vida y no dejaría que lo prendieran en fuego un par de bufones.

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II

Doce años después Byakuya caminaba a prisa a mitad de la noche entre las callejuelas sucias de Venecia las cuales apestaban a estiércol, orina, madera podrida, grasa, sudor y azufre resaltando el aroma putrefacto del agua sucia que se estancaba con basura y desperdicios bajo los puentes que conectaban los pequeños islotes. Byakuya simplemente se cubría la nariz con un pañuelo intentando hacer menos desagradable el camino lo cual para su pesar ya le resultaba bastante familiar.

Hubiera sido fácil despertar a su gondolero y hacer que lo paseara por el gran canal en su preciosa góndola de roble rojizo pero hoy sintió una desesperante necesidad de huir de todo. Nuevamente las pesadillas que frecuentemente lo acechaban habían regresado. Cadáveres, entrañas, sangre, su padre ahogándose y su esposa muriendo lejos de él junto a el hijo que nunca vio nacer lo atormentaban en silencio, algo que él jamás confesaría después de todo no podía, no más bien no debía de sentir.

Detuvo sus pasos antes de llegar a la plaza de San Marcos ya que frente a sus ojos pasó algo que le robó el aliento y lo hizo quedarse quieto hasta sentir que las costillas se le rompían dolorosamente por lo brusco que su corazón comenzó a latir. Justo en el pasillo horizontal frente a él pasó un fantasma o quizás un dios. Un aroma tan irresistiblemente cautivador y delicioso le abrumo la nariz a Byakuya entre tanta podredumbre. Apenas pudo ver unos cabellos rojizos danzando con el viento y desapareciendo cuando comprendió, reaccionó  y comenzó a seguirlo.

Sus pies se movían prácticamente solos, Byakuya caminaba tras él intentando no llamar la atención al colocarse el gorro de su capa.  Sus latidos incrementaban al igual que la irregularidad de su respiración pero no podía detenerse. Tenía que ver aquel ser celestial con sus propios ojos ¿Cómo podía ser verdadera tanta belleza? Debía ser una mala pasada de su mente siniestra sin embargo el aroma de aquella piel que se iba desprendiendo entre la oscuridad era el único trazo que le indicaba que no estaba soñando o al menos aun no despertaba.

Por momentos lo perdía pero el sonar de los pasos con la dulce esencia lo hacían regresar al camino indicado. Subía, baja puentes y cruzaba callejuelas como si estuviera perdido en el inmenso laberinto que es Venecia hasta que por fin se detuvo al llegar a una plazuela vacía donde había viviendas pobres y espantosas, con la madera cayéndose a pedazos y el agua enmoheciendo aún más las paredes desgastadas. Apenas si alcanzó a ver nuevamente esos cabellos rojizos meterse entre una vecindad para volver a seguirlo.

Entró lento y despacio entre las sombras, agarrándose de las paredes para no caer ensuciando sus guantes blancos de seda, cuando de repente todo el cielo se detuvo y las estrellas comenzaron a brillar para Byakuya. Justo delante de él había un pequeño callejoncito alado de un enorme edificio en el cual un joven de quizás no más de diecisiete años comenzaba a desnudarse. La boca de Byakuya temblaba al igual que todo su cuerpo que se estremecía sintiendo fríos escalofríos recorrerle la espina dorsal.

Jamás había visto algo así, nunca en su vida se había sentido tan atraído por alguien, era un jovencito, apenas un chiquillo y sobre todo era un hombre. La camiseta grisácea y mugrienta caía al piso seguido de sus pantalones mostrándole una piel ligeramente acaramelada, firme y delicadamente aterciopelada sin marca alguna. Debía ser un sueño, un joven de esa edad y viviendo en un lugar así ya debía de conocer la crueldad de las calles, inclusive Byakuya tenía una que otra cicatriz de la que avergonzarse pero no aquel cuerpo juvenil que tenía frente a él.

El cabello largo y rojizo como el fuego ardiente volaba con el viento mientras el chico se agachaba para tomar agua de una cubeta con un pequeño recipiente comenzando a mojarse. El joven estaba tomando un baño a mitad de la noche en un callejón sucio y repugnante sin embargo Byakuya sentía claramente como una erección imponente y dura crecía entre sus piernas haciéndolo avergonzarse de tal condición ¿Cómo podía sentir deseo carnal por un ser de esa calaña?

Su pregunta encontró respuesta cuando el jovencito volteó inocentemente mirando a Byakuya a los ojos. Jamás había visto un rostro tan peculiar y precioso con las mejillas rosadas y ligeras manchas de tierra que ensuciaban su tersa piel, mientras que sus ojos marrones brillaban al compás de la luz de la luna robándole el aliento al gran señor Kuchiki. El jovencito se sorprendió ya que a pesar de que sabía que había alguien frente a él no podía verlo debido a que se encontraba bajo un arco que lo cubría con sombras.

El chico no pudo hacer más que sonreír tímidamente y seguir con su labor volviendo a tomar agua de la cubeta y virtiéndola sobre cuerpo sintiendo cada vello de su piel erizarse debido al choque del agua fría contra su cuerpo tibio. Frotaba sus dedos húmedos y ásperos contra su pecho y brazos intentando aunque sea retirar un poco el exceso de mugre y sudor, pero la tarea se le dificultaba debido a que sentía una mirada profunda y voraz clavada sobre él. Si era cierto que no tenía mucho que había llegado a Venecia y ya había sufrido todo tipo de miradas pero nunca una así.

Una que no solo le atravesaba el cuerpo sino el alma, jamás había sentido pena de mostrar su cuerpo desnudo pero por primera vez se encontraba asustado y ligeramente excitado ante aquel peligro frente a él ¿De qué manera tan siniestra lo miraban aquellos ojos violáceos que se distinguían entre la obscuridad como para hacer que su cuerpo comenzara a reaccionar de tal manera? Algo dentro de él le decía que tenía que alejarse pero sus pies no se movían hasta que por fin su razón logró ganar y sus piernas se movieron.

Byakuya seguía contemplando aquel cuerpo inmaculado que pareciera jamás haber sido tocado con tanto deleite que simplemente no podía apartar los ojos de él. Hasta que vio como el chico lo miraba asustado y ansioso ¿Se habría dado cuenta de quién era? Tan solo vio como soltaba el recipiente y tomaba su ropa del piso listo para huir por lo que ni siquiera lo pensó yendo tras de él. El chico no había dado ni diez pasos cuando sintió como lo tomaban por los hombros y lo estrellaban contra una pared.

Su corazón latía al mil por hora, el miedo, la incertidumbre y la vergüenza se apoderaban de él, las piernas se le entumían mientras que sus extremidades dolían y un escozor llegó a su nuca, sintiendo como ahora tenía a ese hombre contra él tapándole la boca con una mano y aprisionándolo con el peso de su cuerpo. No podía abrir los ojos, sentía que si lo hacía sería su fin, solo se dedicaba a temblar sintiendo una respiración cálida e irregular con aroma a tabaco, menta, colonia y sudor.

No podía ser un pobre ladronzuelo después de todo él vivía entre ellos ¿Pero entonces por qué un hombre con tal porte le hacía esto? ¿Quería violarlo? ¿Matarlo? ¿Qué había hecho mal? Él solamente se sentía incomodo estando con otros por lo que quiso tomar un baño a mitad de la noche cuando nadie pudiera molestarlo por ser nuevo en la ciudad por lo que fue por un poco de agua dulce a un pozo pero nunca creyó que su noche fuera a terminar así.

Mientras aquel chico pelirrojo temblaba entre sus brazos aun desnudo, con su temperatura bajando cada vez más debido al frío y la humedad de su piel Byakuya por fin comprendió. Lo que tenía delante de él entre sus manos no era un dios sino un ser humano, se trataba del principio supremo, del modelo del que según él la belleza debía ser clasificada, era la belleza misma hecha hombre.

Y como todos los monstruos geniales ante quienes un acontecimiento externo abre una vía recta en la espiral caótica de sus almas, Byakuya ya no se apartó de lo que él cría haber reconocido como la dirección de su destino. Ahora vio con claridad por qué se aferraba a la vida con tanta determinación y terquedad. Tenía delante de sí al ser más hermoso y perfecto en el mundo y Byakuya se encargaría de hacer explotar aquella belleza.

Desde la proximidad en la que se encontraban Byakuya podía oler el sudor dulce, fresco y sutil que emanaba de la piel del chico. Su cabello largo y espeso aun estando sucio brillaba y se movía suavemente con el viento evocando sensualidad y erotismo mientras que  su piel cremosa y lechosa con un apetitoso color se iluminaba conforme los segundos pasaban.

Combinar todos esos aspectos le ocasionaba a Byakuya un placer tan delicioso, rico e inimaginable que no podía describirlo con palabras. Era algo inefable, perfecto, equilibrado y fascinante. Ese joven pelirrojo solo podía significar una cosa. Aquel chico realmente era la belleza pura que siempre estuvo buscando y si él no la poseía nadie lo haría. Byakuya deslizo sus dedos por el cuello pálido acariciándolo y palpándolo para luego estrujarlo con fuerza.

Ante aquel acto al joven no le quedó más que abrir los ojos no solo asfixiándose por la falta de aire sino por el rostro que tenía frente a él ¿Podía existir un hombre así de hermoso? Tan solo gimió y se retorció aferrando sus manos a las muñecas de su agresor sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas ¿Por qué? ¿Por qué le hacía eso? Le suplicaba con la mirada que se detuviera. Los ángeles no asesinaban, al contrario daban vida pero en ese momento parecía que la suya estaba por terminar.

Escuchaba su cuello crujir mientras dejaba de tocar el piso apenas rozándolo con la punta de sus pies debido a que aquel hombre pelinegro lo apresaba con más fuerza levantándolo. Esta era su última oportunidad por lo que aquel chico soltó la muñeca del contrario estirando su brazo tembloroso hasta lograr tocar el rostro de su agresor apenas si palpando la piel nívea y de porcelana. Aquel roce del pelirrojo fue lo que Byakuya necesitaba para darse cuenta de sus acciones.

Miro el rostro antes dulce ahora poniéndose morado mientras sus ojos se llenaban de venas y lágrimas por lo que rápidamente lo soltó viéndolo caer frente a él. Byakuya retrocedió tembloroso hasta estrellarse contra la pared. El chico tosía escandalosamente tirado en el piso intentando recuperar el aliento mientras su cuello ahora lucia brutalmente magullado ¿Qué había hecho? ¿En qué clase de monstruo se estaba convirtiendo y todo por un chiquillo?

Dio unos pasos para salir huyendo cuando sintió como lo tomaban del tobillo de su pantalón deteniéndolo. El miedo se hizo presente en el corazón de Byakuya escuchando la respiración irregular del chico que se levantaba sujetándose de él ¿Qué diablos hacía? ¿Por qué se sujetaba del hombre que casi lo mata? Se armo de valor soltándose y nuevamente comenzando a caminar.

-¡Renji!- Gritó con las pocas fuerzas que le quedaban haciendo que Byakuya se detuviera en seco. -Mi…mi nombre es Abarai Renji, tengo diecisiete años y no tengo un patrón. Si no…si yo no…no consigo trabajo para mañana el hombre de la pensión me arrojará a las calles. Usted…¿Usted podría darme trabajo? De lo que sea está bien, cualquier cosa es mejor que dormir bajo los puentes.-

Byakuya no podía creer lo que oía ¿Acaso se había vuelto loco? Lo acababa de estrangular hasta casi romperle el cuello ¿Y le estaba pidiendo trabajo? Ese asqueroso niño era realmente tan siniestro como hermoso ¿Querría aprovecharse de él y robarle o algo parecido? -¿Señor? Por favor, no…no sé porque hizo esto pero…pero si me da trabajo yo…yo nunca diré nada.-

Aunque otra idea rápidamente atravesó la mente de Byakuya, contratar a ese sucio chico haría que lo tuviera cerca y poder examinar más apropiadamente lo que hace algunos minutos consideró belleza pura. Volteó imponentemente asustando nuevamente a Renji al acercarse a él y ponérsele de frente. El joven tembló ante esa mirada fría pero se mantuvo derecho viendo como el hombre asentía con desgana para luego nuevamente seguir su camino. -¿Señor? ¿Señor a dónde va?- Preguntó el chico sin comprender.

No había respuesta sin embargo esa mirada le había dado aprobación por lo que comenzó  a seguirlo. El joven tropezaba intentando ponerse los pantalones entre las callejuelas oscuras mientras pisaba el lodo y las piedras frías siguiendo a su nuevo señor. Era eso o pudrirse en la suciedad aunque pudiera volver a lastimarlo. Renji logró ver en su mirada que a pesar de todo no era una mala persona o eso quería creer.

También pensaba que un poco de dolor a cambio de un techo y comida definitivamente era algo que podía soportar. Byakuya simplemente no pensaba, tan solo siguió su camino hasta su enorme hogar viendo que un sirviente lo esperaba afuera con un candil. Apenas cruzó la puerta de la entrada el hombre le hizo una reverencia. -Mi señor bienvenido ¿Qué tal estuvo su paseo? ¿Hay algo que desee?-

Byakuya no contestó sin embargo el sirviente con mayor tiempo en aquella casa ya conocía la insolencia de su señor por lo que simplemente iba a cerrar las puertas de madera cuando algo se estrelló contra él. Vio en su pecho a un chiquillo pelirrojo de piel blanca de tal vez un metro setenta cuando mucho intentando entrar. -No puedes pasar chico largo de aquí o te corto la garganta- No dudo en decir el sirviente. -¡No! ¡Señor! ¡Mi señor dígale que me dio trabajo y que puedo quedarme! ¡Mi señor!- Gritaba Renji a la vez que intentaba zafarse de aquel hombre.

El sirviente no podía creer aquello sin embargo le causó tanta sorpresa que volteó a ver a su amo viendo que se había detenido y girado mirando a ambos fría y despectivamente con esa mueca de asco que solo de vez en cuando demostraba. En cuanto Byakuya aceptó el sirviente se tensó mientras que Renji sonrió alegre. Renji miro a Byakuya meterse a su ostentoso hogar en donde vio varias sirvientas recibirlo y cerrar la puerta.

No captó nada hasta darse cuenta que aquel otro hombre lo arrastraba hacia el terreno de alado donde había un gallinero y un par de animales más. Lo llevó por el cuello de su ropa harapienta y sucia hasta arrojarlo sobre la paja. Renji cayó bruscamente sobándose a los pocos segundos las partes lastimadas para luego voltear  a ver al hombre que rápidamente cerraba la puerta dejándolo en la oscuridad. De inmediato el chico corrió hacia la puerta golpeándola.

-¡Hey! ¡¿Qué hace?! ¡Sáqueme de aquí! El señor me ha dado trabajo.

-Guarda silencio animalejo, si el señor te ha dado trabajo aun no ha especificado cual es por lo que te quedarás aquí hasta que él nos dé órdenes. Después de todo no puedo dejar una rata merodear por la casa del amo sin ser entrenada primero.

-¡¿Qué dijiste?! ¡No soy ningún animalejo y mucho menos una rata!

-Eso no lo decides tú.

-Exijo hablar con el amo.

-El amo Kuchiki no te recibirá así que guarda silencio y descansa que a primera hora te despertaré para que veamos de que estás hecho niño.

-¿Cómo dijiste qué se llama? ¿Ku…Kuchiki?

-Insolente, le pides trabajo y no sabes su nombre.

-Dígamelo por favor.

El sirviente tan solo chasqueó la lengua de la indignación para luego respirar hondo después de todo seguramente su amo lo aceptó por mera lástima aunque eso no fuera propio de él. -Kuchiki Byakuya, será bueno que no lo olvides si realmente quieres vivir aquí.- Renji simplemente se sentó contra la puerta escuchando al hombre alejarse.

Así que Kuchiki Byakuya era el nombre de su dueño, no sabía qué clase de hombre era y definitivamente no podía juzgarlo por lo que le hizo. Sin embargo esos ojos violáceos y vacíos hacían a Renji estremecerse, algo dentro de él temblaba recordando las manos de Byakuya apresándolo. Definitivamente se encargaría de averiguar quién era realmente ese hombre monstruoso esperando no morir en el intento. Después de todo, no tenía nada que perder.

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III

En cuanto la mañana llegó Renji fue despertado abruptamente, lo primero que supo es que el sirviente de la noche anterior un hombre alto y fornido de cabello castaño y ojos oscuros llamado Kyoraku Shunsui lo llevó a la parte trasera de la casa y lo bañó literalmente a jalones e insultos. Para cuando terminaron Renji no podía creer el color que tenía su piel debajo de tanta suciedad. Sonreía como un niño descubriendo el mundo.

Después de eso Kyoraku lo mandó a las cocinas donde le dijo que desayunaría con los demás sirvientes. Al entrar por la puerta trasera todos posaron su vista sobre él unos más sorprendidos de otros ya que la noticia había corrido rápido por la casa. Su señor le había tenido pena a un animalito callejero y por lo visto no estaba del todo mal. Renji aun joven y de carácter explosivo no ocultó sus fulminantes miradas ni sus gruñidos a los que se les ocurría mirarlo de mala gana.

Nadie le dirigió la palabra a excepción de un hombre ya maduro de cabello blanco y mirada dulce que era el cocinero. Ukitake Jushiro, sin duda le hizo sentir una cálida bienvenida aunque sabía que todo eso era una ilusión ya que aún no sabía que trabajo le daría su ahora señor. Kyoraku regresó por aquel pelirrojo avisándole que en cuento terminara de desayunar se lavara la boca, las manos y que luego fuera a la habitación de su dueño el cual requería de su presencia.

Así fue, Renji volvió a asearse sorprendido por tanta “limpieza” que todo el personal debía de tener para luego subir a pasos temblorosos por las escaleras de madera brillante hasta la habitación de su señor. Una vez frente a la puerta tocó despacio y aun sin recibir respuesta se aventuró a pasar. Lo que vio le robó el aliento, frente a las ventanas con pesadas cortinas de color azul intenso yacía una enorme cama ahora destendida.

Pero eso no era lo que le llamaba la atención sino la magistral cantidad de libros, cuadros y velas que yacían regados por todo el lugar. En su escritorio se apilaban tomos y tomos de libros creando montañas mientras que había manchas de pinturas de diferentes colores por todos lados. Había muchas cosas que él no conocía pero que definitivamente quería averiguar que eran. Su sonrisa se ensanchaba con cada cosa que veía hasta que sintió un golpe en el rostro seguido de estrellarse ligeramente contra la pared.

Volvió a ver a su atacante quedándose pasmado no solo por el golpe sino por su belleza. Frente a él estaba Byakuya mortalmente exquisito como de costumbre. Con una coleta baja de lado sujetando su un tanto largo cabello azabache brillante mientras portaba una camisola blanca con montones de holanes en las mangas. La traía desfajada y desordenada abierta por el pecho dejando relucir su hermosa piel nívea mientras sus pantalones oscuros se acentuaban perfectamente a su talle. -¿Quién te dio permiso de entrar?-

-Yo…yo, toque la puerta pero no contestaste Byakuya.- Lo próximo que Renji supo fue que estaba recibiendo otra bofetada de su dueño. -¿Quién te ha permitido que me hables por mi nombre insolente animal?- Renji abrió los ojos sintiendo una ligera molestia y enfado sin embargo tuvo que tragarse su orgullo y reconocer su lugar bajando la cabeza. -Lo siento mi señor jamás volverá a pasar.- Le dejó en claro a su dueño. -Eso espero ahora cierra la puerta y guarda silencio.-

-Sí, señor.- Byakuya suspiro cansado yendo a una mesa en donde ya tenía un par de mezclas de pinturas y aceites intentando preparar otras combinaciones mientras miraba de reojo al pelirrojo que viajaba con la mirada alrededor de la habitación. -Nunca toques nada sin mi permiso.- Le dijo sorprendido al chico. -Sí, mi señor.- Fue todo lo que pudo contestar el chico. -Ahora desnúdate.- Soltó Byakuya como si nada mientras seguía trabajando en sus mezclas.

Renji volteó a ver incrédulo a su amo ¿Realmente le acababa de pedir que se desnudará? Byakuya continuaba trabajando mientras Renji parecía no reaccionar. Una vez que Byakuya terminó de llenar su paleta con los colores apropiados tomó su pincel y en cuanto se giró fulminó con la mirada a su desobediente sirviente. -Dije que te desnudaras.- Ahora que Renji escuchó que no era una broma no dudo en arrancarse la ropa, pero solo hasta que estuvo desnudo la vergüenza llegó a él.

Ese mismo hombre que ahora lo miraba fijamente casi lo había asesinado la noche anterior ¿Intentaría hacer lo mismo ahora? -Párate ahí.- Renji salió de sus pensamientos mirando a donde le señalaba su amo y no dudo en avanzar y colocarse en el punto indicado que era justamente frente a un caballete con un enorme lienzo. Byakuya se sentó en su banco frente al lienzo y después de darle un par de indicaciones a Renji hasta que estuvo satisfecho con su postura fue que por fin pudo iniciar.

Byakuya reflexionó toda la noche con respecto a que trabajo desempeñaría ese chico. Tenía sirvientes de sobra, un cocinero y este tenía un ayudante, ya tenía un gondolero y sobre todo a Kyoraku que se encargaba de cualquier cosa e imprevisto por lo que llegó a la conclusión de que ese chico sería utilizado para su propio gusto y placer. Tuvo ciertas dudas de pensar en lo que dirían de él en la casa pero luego recordó que es su propio hogar y que a parte de él no había más que escoria por lo que su opinión no podía impórtale menos.

Renji temblaba sintiendo sus mejillas arder debido a la mirada apasionante que Byakuya le dedicaba de vez en cuando conforme giraba para luego regresar su vista al blanco trazando la silueta. El joven estaba intrigado y sumamente deleitado con las acciones de su señor, veía como su cabello se movía con gracia con cada mirada que le dedicaba. Intentaba no sonreír pero fue inevitable ya que no podía creer que Byakuya estuviera descalzo y pensativo mientras lo pintaba.

Estaba realmente incrédulo después de todo solo los ricos y la nobleza le pedían a pintores famosos realizar retratos de ellos y su familia y ahora aquí frente a él su señor lo estaba pintando con toda la determinación del mundo. Aunque no se lo había dicho él sabía que eso era lo que hacía ¿Pero por qué? ¿Querría burlarse de él después? Su señor no parecía esa clase de persona.

-¡Esto es absurdo!- Lo próximo que ambos supieron fue que el lienzo era perforado y rallado en forma alterada por el amo de Renji. Parecía molesto, furioso, estaba realmente enojado. El cuadro que pintaba con tanto afán ahora era basura. Byakuya lo sentía, no tenía mucho que había comenzado pero ya odiaba de tal manera esa pintura que le repudiaba verla porque no lo lograba.

No encontraba la manera de capturar esa mirada tímida y rebelde al igual que ese cuerpo angelical. Pateó fuertemente el caballete tirándolo para luego fulminar a Renji con la mirada e ir hacía él tomándolo por los hombros. -Todo es tu culpa, tú no me dejas plasmarte como quisiera ¿Por qué? ¡Contesta sirviente!-

Renji no sabía que hacer y Byakuya sabía que decía puras cosas disparatadas y sin sentido pero tenía que arremeter contra alguien. Apenas sintió los temblores del chico pelirrojo algo dentro de él vibró, Byakuya admiró lentamente su cuerpo desnudo y como ahora se cubría avergonzado antes que defenderse. Miró detenidamente su expresión temerosa y furiosa contra él, sí…esa mirada le encantaba, reflejaba tanto coraje como miedo.

Ninguno se atrevía a desviar la mirada hasta que después de un rato Renji comprendió que si seguía así seguramente terminaría mal para él por lo que terminó bajando nuevamente la cabeza en señal de rendición. -Lo lamento mi señor, todo es mi culpa.- Confesó con pena. -Claro que lo es ahora ven aquí.- Renji fue arrastrado hasta las cercanías de la cama donde Byakuya se sentó sobre el borde jalándolo para colocarlo frente a él. -Mi señor yo…-

Byakuya tan solo hizo un gesto con la mano en señal de silencio a lo que Renji calló inmediatamente. Renji jamás en su vida se había sentido tan avergonzado y de igual manera excitado al sentir esa mirada violácea recorrer su cuerpo a tal grado que comenzaba a sentir un ligero calor abrumarlo. Trago saliva al comprender lo que eso empezaba a ocasionarle, casi por un reflejo llevó sus manos hasta su hombría que reaccionaba ante tal mirada para cubrirse.

Dicho gesto no pasó desapercibido por Byakuya el cual muy para sus adentros sonrió, aquel sucio sirviente no era más que un jovencito en plena adolescencia y no desaprovecharía esas hormonas alborotadas. Por lo que comenzó a tocarlo, a acariciar levemente su piel apenas rozando tenuemente la yema de sus dedos contra el abdomen pálido y firme del pelirrojo. Byakuya se sentía extasiado al mirar como cada poro de la piel del muchacho reaccionaba ante él.

Era un placer que lo hacía desconocerse pero que a la vez lo tentaba continuamente. El joven cerraba los ojos disfrutando las caricias de su amo el cual parecía tocarlo con saña. Sentir el roce divino de sus uñas ligeramente filosas recorriéndole los costados lo hacían vibrar encendido a la vez que le mandaban cientos de dulces escalofríos por todo el cuerpo. Tenían que ser las manos de un dios las que lo tocaban para lograr que se sintiera de aquella manera.

No abrió los ojos ni siquiera cuando sintió como su amo se puso de pie para rodearlo y continuar acariciando ahora su espalda y caderas. Cada roce, cada cercanía hacían a Renji sentirse en la gloria ¿Cuántas personas en esta vida habrán podido gozar del privilegio de ser tocados por Byakuya de aquella manera? Sabía que tal vez no era el único pero no le importaba, si en ese mismo momento la muerte le llegaba se daría por bien vivido.

Algunos gemidos salían de los labios de Renji extasiando los oídos de Byakuya el cual se sentía sumamente orgulloso. Jamás le importó si resultaba atractivo para los demás aunque eso le abriera algunas puertas importantes, sin embargo en ese momento se sentía el hombre más poderoso sobre la tierra mirando a aquel chico estremeciéndose ante apenas un ligero roce. Ese cuerpo juvenil ahora húmedo y caliente por él eran algo envidiable o al menos eso creía.

Byakuya por primera vez en su vida sintió un deseo totalmente insano de hundirse en el placer carnal y lo peor de todo es que lo deseaba hacer con ese pelirrojo. Ansiaba de una manera casi siniestra hundirse en su interior el cual seguramente sería apetitosamente estrecho porque después de todo era un hombre. La idea le fascinaba, jamás había tenido sexo con un hombre y que mejor que la primera vez que lo probara fuese con ese chico de cuerpo apetecible.

Pero aún no era el momento, no le gustaba la idea de forzarlo totalmente, le resultaría tedioso meterse entre las piernas de un chico que llora o se retuerce o peor aún que se quedará gélido como un bloque de hielo. Si bien no había tenido millones de amantes ni el sexo fuera su gran perdición por lo menos cada vez que lo probaba intentaba recibir algo de placer a cambio por lo que sonrío para sí mismo pensando en que ya sabía lo que tenía que hacer.

Mientras Byakuya ideaba en su mente un sinfín de ideas para aquel chico Renji temblaba sintiéndose ligeramente más tranquilo. Su amo había dejado de tocarlo lo cual hizo que bajara la guardia ¿Ya se había cansado de él? ¿Hasta ahí llegarían las caricias y su suerte con su señor? Se decepcionó enormemente pero ya se lo temía, después de todo no era más que un sirviente que no merecía tales tratos.

Renji se lamentaba cuando de repente algo le hizo abrir los ojos al sentir tal suavidad y dulzor sobre sus labios. No podía creer lo que estaba pasando, su amo lo estaba besando. De inmediato una fuerte oleada de calor más intensa que todas las anteriores se concentró en su vientre bajo mientras que sus mejillas ardían por el rubor acumulado. Sus piernas temblaban y su corazón latía hasta el límite, definitivamente tenía que ser el mejor día de toda su miserable existencia.

Era apenas un ligero roce, una unión mínima, fugaz y efímera como un destello de luz, una chispa entre la oscuridad pero para Renji significó haber caído en las garras del amor para toda la vida.

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IV

Día a día que pasaba para Renji la vida nuevamente tomaba sentido, por las mañanas  desayunaba con los demás empleados para luego ayudar con cualquier clase de mandado para que al mediodía y sin falta ya limpio y bien aseado subiera a los aposentos de su amo. Siempre con el pretexto del arte pero todo concluía en lo mismo, Byakuya se frustraba debido a que seguía sin poder plasmar la belleza de aquel pelirrojo que lejos de aburrirle cada día le parecía más fascinante.

Una rabieta e incordios de su amo siempre eran seguidos por su cuerpo acariciado y sus labios besados. Lo cual supuso un cambio de ambiente entre el señor y su sirviente, las caricias se hacían más pronunciadas y los besos más apasionados. Inclusive ahora Byakuya pasaba más tiempo encerrado en su habitación con Renji de lo normal, cosa que le extrañaba a sus sirvientes pero que por su bien no decían nada.

Renji se fue ganando el privilegio de escuchar más de la voz de Byakuya el cual le instruía una que otra vez sobre algunos de sus materiales para pintar y le pronunciaba el título de uno que otro de sus libros. Inclusive algunas veces Byakuya le relataba momentos de la historia o le daba breves reseñas sobre la vida de pintores famosos que el admiraba. Parecían cosas mínimas pero para Renji era como si por algunos segundos pertenecieran al mismo mundo, la distancia se acortaba y eso le fascinaba.

Pero el día de hoy su amo parecía molesto, más de lo común después de recibir cierta carta donde le decían que debía presentarse en el palacio ducal ya que le tenían algunos pedidos, eso simplemente le molestaba ya que no quería atender ningún trabajo por el momento. -Fuera de aquí.- Le dijo Byakuya a su sirviente de manera cruel.-Mi señor…- Pronunció un muy sorprendido jovencito que yacía hojeando un libro que su amo le había prestado. -¡Dije que fuera escoria!-

Ahí estaban otra vez esas palabras hirientes que hacía mucho no le decía sin embargo esta vez Renji no retrocedió, ya no se sentía tan débil como cuando llegó por lo que ignoró la petición de su amo y ser armó de valor como nunca antes en su vida. Byakuya mientras tanto miraba a través de la ventana la cual era empapada por las gotas de lluvia de la tormenta que se había desatado en plena noche.

Estaba furioso, estaba molesto y muy enojado cuando de repente sintió unos pequeños y débiles brazos rodear su cintura. Lo primero que pensó fue en el descaro de tal acción pero en cuanto giro y miro al chico que apretaba los ojos y temblaba del miedo sin dejar de soltarlo su furia se disipó ¿Acaso intentaba consolarlo? ¿Por qué tal gesto? ¿Se suponía que eso lo haría sentir mejor? No dejó de mirarlo fijamente hasta que vio como el chico abrió un ojo temeroso buscando aprobación.

Byakuya no pudo evitar sentir su corazón latir más fuerte de lo común, ese joven lentamente aun fuera de sus deseos comenzaba a hacerse un hueco en su interior. Nadie nunca había intentado consolarlo antes, ni siquiera cuando murió su padre ni su esposa, ni en sus días más miserables hubo alguien que le tendiera una mano pero ahora aquel chico lo estaba haciendo inocentemente y sin malicia.

Y aunque no fuera el mejor gesto supo que ya tenía a aquel chico tal y donde lo quería. -Quítate la ropa.- Renji apenas pestañeo pero en cuanto su amo separó el abrazo el no dudo en quitarse la ropa dejando que su cabello largo, brillante y rojo como el fuego hiciera un bello contraste con su cuerpo desnudo.-Ve a la cama.- Que más que una petición sonaba como una orden la cual no podía desobedecer.

El joven tragó saliva en seco, su amo jamás le había indicado tal cosa antes pero no se atrevió a contradecirlo por lo que caminó a pasos lentos y torpes hasta la inmensa y elegante cama de su dueño. Le regresó una mirada en espera de su aprobación nuevamente la cual Byakuya le dio. Renji aun tímido no dudo en recostarse justo en el medio. Aunque no tenía ni tres horas que se había dado un baño, ahí en medio de las sábanas de seda blanca se sentía totalmente sucio.

Pero sus pensamientos se fueron al olvido cuando vio como Byakuya apagaba el resto de las velas de la habitación tan solo dejando un par a un costado de la cama. Renji no podía creer lo que veía, su amo comenzaba a desabotonarse su chaleco oscuro seguido de su camisa. Apenas vio su pecho al descubierto sintió que le faltaba el aire. Byakuya se retiró los pantalones con toda la seguridad del mundo para luego subir a la cama en busca de lo que tanto estuvo anhelando.

No era la primera vez que veía a Renji desnudo pero la simple idea de tenerlo a su merced, con esos ojos soñadores ahora vidriosos, su cabello tan rojo como el fuego desparramado en la cama resaltando deslumbrantemente ante la blancura de las sabanas, y sobre todo esos labios temblorosos que se moría por volver a probar.

Sin embargo Byakuya a pesar de su aspecto estilizado había llegado a su límite, se resistiera o no él lo tomaría. No dudo ni un segundo en agarrar a Renji agresivamente por las muñecas para colocarlas a los costados de su rostro. -Mi…mi señor espere.- Pronunció el chico algo asustado. -Silencio.- Fue todo lo que dijo un Byakuya perdido entre el deseo insano y la cordura, rápidamente arremetió feroz contra el pobre chico que no paraba de temblar.

Comenzó a besar su cuello con rudeza sacándole guturales gemidos y exaltaciones. Enterraba sus dientes blancos con fiereza en la carne pálida hasta mirar aquellos hermosos ojos marrones inundarse en un mar de agonía. Byakuya estaba totalmente excitado antes tales reacciones ya que a pesar de que se quejaba y profería jadeos de dolor la erección del muchachito no había hecho más que crecer.

Aquel hombre de cabello tan negro y brillante como la noche hundía su nariz en la piel ajena, en los pliegues deleitándose con su calidez, con su aroma dulce y ahora un tanto erótico debido al miedo que emanaba de su cuerpo. Un temor a la incertidumbre tan sutil como delicioso. La lengua de Byakuya se aseguraba de probar cada rincón del chico el cual no hacía más que retorcerse sintiendo una infinidad de sensaciones abrumantes apoderarse de él. El placer, la vergüenza, el dolor, la pasión todos se combinaban creando un círculo de lujuria que parecía atraparlo totalmente.

Renji se exaltó aún más cuando sintió como Byakuya abría sus piernas con demasiada fuerza ¿Es que acaso lo iba a tomar? Él no era una mujer, eso era algo impensable. Renji ya no era un niño y bien sabía que se podía tener sexo sin tener que estar enamorado pero esa idea era lo que más miedo le daba ¿Su amo lo haría suyo para luego deshacerse de él? Un temor aun más grande lo abordó por lo que esta vez no dudo en resistirse con más fuerza. Aunque amara a Byakuya porque realmente lo hacía no permitiría que lo arrojara a la calle como un animal después de tomarlo.

En cuanto intento zafarse de los feroces agarres de su amo y de sus mortales besos y caricias porque más que doler le estaban haciendo perder la cabeza, Byakuya frunció el ceño molesto ¿Su sirviente se estaba resistiendo a él? Eso era como un golpe a su hombría por lo que no dudo en darle una bofetada para luego estrujar aun más fuerte a su víctima hasta escucharlo gritar de la dureza con la que enterraba sus dedos en las muñecas del joven. -Mi señor por favor…por favor tenga piedad.-

Byakuya ignoró aquellos quejidos y logró inmovilizarlo al recargar su peso sobre él para luego estirarse un poco y tomar de uno de sus burós un frasco de aceite de flores que solía utilizar para él mismo. Se logró arrodillar y meter entre las piernas del chico el cual pataleaba y lloraba sin embargo lo miraba tan suplicantemente, como si se lo pidiera a gritos por lo que Byakuya rápidamente vertió una gran cantidad de aceite sobre su erección que ya empezaba a doler.

Renji se quedó quieto y dejó de patalear ante tal escena, sentía su cuerpo arder al mismo tiempo que cientos, miles y millones de escalofríos le recorrían la espalda acumulándose en su vientre bajo. Miraba fijamente la erección sumamente dura, goteante y erguida de su amo la cual amenazaba con profanarlo pero como si toda su energía se hubiera drenado simplemente dejo que su cuerpo se relajara. Byakuya notó aquello y no tardo en tomar su miembro y llevarlo hasta la entrada del joven que sin siquiera haberlo tocado en aquel lugar ya se encontraba húmedo para él.

Renji abrió los ojos al mismo tiempo que apretó los dientes y le clavó las uñas a su amo en los brazos sin importarle las consecuencias en cuanto sintió ese gran pedazo de carne entrar en él con brusquedad. Por su parte Byakuya cerró los ojos para disfrutar, para dejar que las sensaciones lo llevaran entre la perversión y la locura. Un fuerte gruñido escapó de sus labios mientras volvía a arremeter contra su sirviente.

Sentía su cuerpo tensarse pero de igual manera abrirse para él, era un placer tan turbio como magnifico. El joven estaba sumamente estrecho, mojado y letalmente candente. Envolvía su hombría de una manera asfixiante e inimaginable. Byakuya estaba seguro que cualquier hombre mataría por poder pasar un segundo entre las piernas de aquel muchacho tan sucio como perfecto. Cada movimiento y embestida solo lo acercaban más y más al paraíso de las sensaciones.

Renji por su parte había cruzado las barreras de la cordura dejándola atrás, le había dolido como el mismo infierno cuando Byakuya entró en él pero lo que ahora le resultaba más retorcido era cuanto lo estaba disfrutando. No podía parar de gemir y su cuerpo prácticamente se movía solo, movía sus caderas contra su amo en busca de más contacto e inclusive se aferraba a su espalda para sentir aún más deleitable el roce de sus cuerpos candentes y sudorosos.

Aquel joven se sentía en la misma gloria, bajaba su mirada para observar de que manera tan obscena y perversa sus cuerpos se unían creando una deliciosa secuencia de sonidos sucios. Podía sentir los fluidos calientes brotar desde su entrada hasta comenzar a escurrir por sus muslos y deslizarse empapando las finas colchas. Su cuerpo vibra de pies a cabeza, se sentía sofocado, caliente, perdido y sobre todo muy enamorado.

No solo era el hecho de que fuera la primera vez que Renji tuviera sexo sino que esa persona era Byakuya. Era su dueño pero también el hombre del que se había enamorado aunque supiera que estaba mal pero ahora eso no importaba porque ahí, en ese preciso momento su amo estaba tomándolo solo a él y a nadie más. Byakuya le estaba dedicando besos y caricias rudas que le dolían y le marcaban hasta el alma pero no podía evitar querer más.

Byakuya continuaba su tarea de marcar esa piel tan hermosa que merecía ser mancillada por nadie más que él, pero fue más su sorpresa al mirar como aquel chico abría más sus piernas sosteniéndoselas por los muslos permitiéndole entrar aun más profundo en él. Definitivamente ese chico sería su perdición, Byakuya ya lo sabía, siempre lo supo, desde la primera vez que lo vio y ahora simplemente lo comprobaba.

Simplemente siguió embistiéndolo con demasiada fuerza hasta escuchar el sonido crujiente y doloroso de sus cuerpos chocando. Sonrío diminutamente después de tantos años de miseria al ver a Renji correrse entre gemidos, suspiros, con las mejillas totalmente coloradas y el cabello adherido a su piel nívea y ahora perlada. Miró detenidamente como entre abría sus labios ahora rojizos e hinchados de tantas mordidas y besos tan solo para sentir sus caderas convulsionar y moverse ansiosas anunciándole el fin.

Apenas terminó dentro del chico se aseguró de tomarse su tiempo disfrutando por mucho el orgasmo más intenso y delicioso que había experimentado en su vida y todo gracias aquel muchacho. Byakuya aún agotado se encargó de separarse para ver aquella imagen perfecta, miraba al chico tirado casi inmóvil con la respiración totalmente exaltada.

Su pecho subía y bajaba irregularmente mientras sus piernas yacían abiertas y escurridizas debido a todo el líquido que derramó dentro de él. Algunos hilos rojos caían sobre su rostro con la expresión delirante mientras que su piel preciosa ahora yacía molida, con moretones grandes y notorios, mordidas, besos y rasguños. Byakuya jamás se había sentido tan orgulloso en toda su existencia. Sin duda aquella era una noche que recordaría hasta su último aliento.

 

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V

Los días jamás se le habían hecho a Byakuya tan placenteros, rápidamente pasaron dos meses en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo para Renji parecía un eterno confinamiento, no uno que le molestara pero al fin y al cabo permanecía encerrado. Su amo le tomó tanto gusto que diario ya fuera de día o de noche con o sin su permiso gozaba tomarlo hasta hartarse. Para Renji esto significaba un sentimiento más allá de lo imaginable ya que jamás imaginó tener dicha conexión con Byakuya.

Pero aparte de encontrar placer entre las piernas pálidas de aquel pelirrojo pareciera que Byakuya encontró la inspiración que le hacía falta. Cuando no se la pasaba encima del pobre chico pasaba largas horas leyendo, dibujando y planeando pero sobre todo pintando. Casi medio mes después de su primera noche juntos Byakuya inició un nuevo cuadro, uno que está vez ni siquiera el mismo Renji tenía permitido ver. Y no era insistente ya que sabía que podría terminar mal para él hacerlo.

Ahora Byakuya yacía concentrado intentando descifrar que gama de colores utilizar mientras veía a aquel joven pelirrojo desnudo apenas siendo envuelto entre una fina sábana de seda negra. Yacía sentado sobre un banco frente a la ventana como ansiando su libertad una que no tenía ya que le pertenecía a su señor. Byakuya no había amanecido del mejor humor y como siempre Kyoraku se encargaba de sacárselo a relucir al decirle que ya no podía seguir postergando su visita al palacio ducal y tenía que ir de inmediato ya que exigían su presencia.

Que ya se había pasado demasiado tiempo “descansando” después de todo su fortuna no era del todo invaluable, si quería seguir ostentando la posición que tenía debía de ganarse la gracia de los nobles y si se podía hasta del dogo en regencia el cual ahora le exigía que le hiciera un retrato. Aunque no quiso tuvo que alistarse para irse no sin antes recibir una serie de peticiones de aquel pelirrojo. Suplicó, prácticamente se arrastró pidiéndole poder salir solamente a las afueras de la casa para ver el canal.

Byakuya se negó rotundamente pero al final la necedad de aquel chico le hizo perder la compostura y terminó aceptando a cambio de que tenía que ser acompañado por algún otro sirviente. Renji brincó literalmente de la alegría arrepintiéndose rápidamente para guardar la compostura y aceptar el trato. Y así fue, en cuanto Byakuya se fue Renji salió a pasos firmes para admirar todo  su paso, jamás habían lucido tan bien los canales de Venecia como ese día por lo que Renji se puso a jugar en el agua hasta que el sol comenzó a ocultarse.

Pero por otro lado el sirviente que lo acompañó, un hombre maduro que ya pasaba de sus cuarenta que servía como ayudante a tiempos parciales parecía tomarse muy apecho su tarea de cuidar al juguete del amo. Simplemente no podía apartar su vista de él, tenía que ser algo grandioso como para que ese hombre serio que tenía por jefe le hubiera tomado gusto a un muchachito y definitivamente tenía que comprobarlo.

 -Muchacho ven aquí.- Habló con seriedad indicándole a Renji que se acercara el cual no dudo en hacerlo, sintiendo como rápidamente lo tomaba agresivamente por la muñeca para llevárselo casi arrastrando hasta el gallinero que ya bien conocía debido a que había pasado su primera noche como empleado en ese lugar. Por más que se resistió el hombre media treinta centímetros más que él y seguramente le doblaba el peso.

Renji fue arrojado a los pajares mientras él hombre entrecerraba la puerta. No dudo en abalanzarse sobre el chico pelirrojo que intentaba gritar pero no podía, no podía hacer nada mientras ese asqueroso ser lo besaba y tocaba. Sentía las lágrimas calientes del coraje y la impotencia brotar de sus ojos de pensar que sería profanado por aquel hombre, que ingenuo había sido. Aquel cuerpo suyo que Byakuya atesoraba estaba por ser destrozado por un animal.

Intentaba soltarse con uñas y dientes mientras sentía como le arrancaban la ropa cuando de repente la puerta se abrió indicando un camino de luz. -Aquí están.- Dijo Kyoraku mirando fijamente al hombre que de inmediato se separó de Renji, el cual apenas vio a Byakuya llegar abriendo bien las puertas y mirarlo horrorizado no dudo en arrastrarse hacía él implorando por auxilio. Todo fue tan rápido, Byakuya jamás había sentido tanto coraje, tanta furia, tanto dolor.

En cuestión de segundos sacó el puñal que siempre traía consigo por mera seguridad y antes de darse cuenta yacía sobre aquel hombre que se atrevió a mancillar su más preciada pertenencia. Renji gritaba y lloraba horrorizado siendo sujetado por Kyoraku el cual lo abrazó contra su pecho para que no viera como su jefe apuñalaba sin descanso a aquel hombre. En el pecho, en el cuello, en las manos inclusive en el rostro.

La sangre brincaba por doquiera de aquel cuerpo ya inerte mientras Byakuya se empeñaba en destrozarlo. La única imagen que se veía era la de su cabello volando con cada movimiento y su rostro y manos siendo impregnados con ese espeso líquido rojo. Para cuando Byakuya terminó se levantó un tanto tembloroso debido a la ruda actividad, soltó el puñal dejándolo caer sobre aquel cuerpo deforme para luego mirar hacia donde yacía Kyoraku con un Renji al borde del colapso.

-Deshazte de él.- Fue todo lo que dijo Byakuya al mismo tiempo que miraba a Kyoraku y jalaba a Renji de la muñeca para llevárselo consigo. Prácticamente tenía que arrastrarlo ya que se rehusaba a querer caminar. Lloraba hasta sentir que se le desgarraba la garganta del terror que acababa de vivir, no solo fue casi violado sino que el hombre que amaba había matado de una manera tan siniestra y depravada a aquel tipo que no podía pensar en más que todo eso era una pesadilla.

Un mero producto de su imaginación, un juego perverso de su mente. Sentía ganas de volver el estómago de solo ver como la sangre de aquel hombre que escurría por la mano de Byakuya ahora se adhería a su piel. Apenas llegaron a su ya conocida habitación Renji se soltó y logró arrastrarse hasta la esquina donde se cubría con sus brazos atemorizado mientras Byakuya cerraba la puerta y se limpiaba las manos totalmente asqueado.

-¿Por qué? ¿Por qué hiciste algo tan horrible?- La mirada de Byakuya no hizo más que helarle la piel a Renji el cual no podía dejar de sollozar. Apenas Renji vio a su dueño acercarse no pudo evitar comenzar a gritar, aunque fuera el hombre que amaba con locura lo que había hecho era digno de un monstruo. Byakuya llegó hasta él logrando ponerlo de pie a la vez que lo tomaba furiosamente por los hombros. -¡Lo hice por ti! ¡Por ti asqueroso sirviente! ¡Mira en lo que me has convertido! ¡Me empeñe en protegerte! ¿Para qué? ¡Nunca debí de haberte recogido animalejo!-

Mientras Byakuya le gritaba una sarta de ofensas y lo agitaba agresivamente Renji se quedó estático por fin comprendiendo la verdad más grande en toda su vida. Hay un lugar entre la impotencia y el heroísmo así como entre el pozo y la cera que se derrite por la cercanía del sol al igual que entre el desengaño y la otra mejilla. Renji sabía que no pasaban de compartir la cama, no eran una pareja ni siquiera en sus sueños y mucho menos amigos.

Pero quiso pensar que a pesar de eso eran el uno para el otro.  Byakuya no lo amaba, no sentía por él ni siquiera aprecio o afecto alguno. Y eso le dolía más que todo lo que acababa de pasarle. Para Byakuya nunca fue amor, tal vez solo era esa pequeña necesidad de sentir algo diferente, algo que marcara su vida. Millones de ideas pasaban por su mente mientras era arrojado a la cama sin piedad.

Renji miraba fijamente aquellos ojos violáceos que tantas noches amo y añoró pensando que aquel hombre era el peor de todos los monstruos por que no solo robaba vidas sino que también era un asesino de almas. Ahí mismo la piel le ardía pero aún así tenía tanto frío, demasiado frío. Era como si por un momento todo desapareciera en cuanto sintió las manos de aquel hombre sobre su cuello una vez más. Lo estrujaban con tanta fuerza que escuchaba su carne crujir. Sentía como la vida se le iba entre jadeos sin embargo no se resistía, no esta vez.

Ya que a pesar de que le dolía el desprecio de Byakuya aún seguía amándolo y probablemente siempre lo haría aunque el mismo le estuviera robando la vida. Amaba a aquel monstruo, lo pensaba, lo sentía, aun estando ahí ya lo extrañaba, lo escuchaba gritar, lo entendía hasta cierto punto, lo necesitaba, lo recordaba, lo acompañaba, lo palpaba, quería abrazarlo, besarlo, volver a ser el modelo de sus pinturas y dibujos. Simplemente deseaba a ese hombre tan perverso. Que dicha tan grande fue haber estado entre sus brazos…Ahora realmente estaba seguro de que fuera a donde fuera lo acompañaría por siempre.

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VI

Byakuya soltó aquel cuerpo inerte y ahora frío sintiendo sus manos temblar. Sus ojos no podían creer lo que miraba delante de él. Aquel chico por el que acababa de ensuciarse las manos estaba muerto. Lo había matado y no fue porque sentía furia de que fue tan estúpido como para dejar que lo lastimaran sino porque le tenía miedo. Ese chico que fue el único que no le dio la espalda tembló en cuanto vio lo que le hizo a aquel hombre que lo dañó.

No había palabras que describieran los sentimientos de Byakuya en aquel momento, tan solo veía aquel rostro más pálido de lo común, sus mejillas ya no tenían ese color rosado que le encantaba. Sin embargo su cabello seguía de ese color tan mortal y candente. Byakuya cerró los ojos del muchacho para luego levantarse y apretarse el pecho con fuerza. Una vez que esa sensación de pesadez pasó volvió a mirarlo detenidamente y sentir sus ojos arder ligeramente.

Eso era lo que necesitaba para comprobar que aquel chico era humano y no un dios que lo llevó a la deriva y a la perdición. Byakuya no podía dejar de mirarlo con un único pensamiento. Aquel ser jamás se había tan bello como en ese momento. Por fin entendía aquella belleza que estuvo buscando a lo largo de su vida. Es apenas un resplandor efímero en el cual si pestañeas podrías perdértelo.

Tomo al chico entre sus brazos y lentamente deposito un beso sobre sus labios, el último que se darían de aquí hasta su nuevo encuentro. Byakuya bajó las escaleras cargando el cuerpo sin vida del muchacho y salió al jardín aun cuando afuera había una fuerte tormenta en la cual el cielo oscuro se iluminaba por momentos debido a los relámpagos destellantes. Byakuya se sentía realmente vivo, más que nunca ya que el dolor que sentía en su pecho era verdadero. Dejó el cuerpo, tomó una pala y simplemente comenzó a cavar aproximadamente frente a donde daba su ventana.

Así cada vez que sintiera que la vida le pesara con solo mirar por la ventana todo cobraría sentido nuevamente. Cavó hasta que fuera lo suficientemente profundo creando un rectángulo para luego tomar el cuerpo nuevamente y abrazarlo contra su pecho asegurándose de limpiar su rostro y acomodar su cabello mojado. No podía dejar de acariciar ese rostro dulce que lo vio dormir tantas noches, no sin antes memorizárselo para que nunca olvidara lo que le hizo.

Byakuya sentía cada de gota de agua que caía sobre él pesar cada vez más sobre su alma conforme  iba introduciendo al chico en aquella tierra fría. Se levantó y sacudió inútilmente el lodo adherido a su piel para mirarlo y por primera vez sonreírle. Una sonrisa diminuta de la cual solo supieran ellos dos para luego comenzar a echarle la tierra encima. Byakuya sentía que con cada pala de tierra que vertía sobre el muchacho su cuerpo se quebrara ya que su alma no lograba soportar el dolor tan grande que experimentaba.

Seguía sin explicarse porque le dolía tanto pero aun así la tierra la igual que las gotas seguían cayendo hasta que terminó. El sabía que más de uno de sus sirvientes observaron la escena pero no le importaba en lo más mínimo. Regresó a su habitación como si nada hubiera pasado y llegó hasta su caballete, el único que tenía y lo descubrió sintiendo una corriente de placer recorrerle el cuerpo. Él no había muerto estaba ahí, por fin había capturado su esencia, ahora tenía lo que le hacía falta para plasmar aquella belleza fugaz.

Byakuya no salió de su habitación por cerca de tres semanas hasta que terminó su cuadro más preciado, su obra maestra, su creación más única. La cual fue ligeramente ensuciada con su sangre al toser ya que al parecer había desarrollado una peligrosa pulmonía. Cuando a Byakuya le informaron que probablemente no soportaría el frío invierno no se quejó, ni siquiera lloró o buscó la manera de ser curado.

Lo único que pidió fue que cuando muriera aquel cuadro que consideraba su razón de ser fuera colocado dentro de su ataúd ya que no permitiría que nadie más que él poseyera tal belleza. Y también que él fuera enterrado frente y no alado de donde yacía aquel chico pelirrojo. Ya que Byakuya quería que cuando el fin de los tiempos llegara y ellos despertaran lo primero que vieran fuera el uno al otro.

Fue un día de Noviembre mientras estando en su cama miraba la nieve caer del otro lado de la ventana cubriendo de blanco todo a su paso. Miraba aquel lugar donde yacía aquel chico y donde a pesar del crudo frío nacían algunos brotes de azafranes blancos y purpuras. A Byakuya le gustaba pensar que iba a verlo, no sabía en qué lugar, ni en que estación o circunstancia. No sabía si hoy o mañana, en unos meses, días o en otra vida.

No sabía si sería siendo un par de niños, jóvenes o ancianos tal vez. Siendo gotas de lluvia y de rocío, copos de nieve, pétalos de flores que vuelan con el viento o simplemente como parte de la tierra y el cielo. El simple hecho de pensar que iba a volver a verlo de algún modo en algún tiempo en el que sus destinos nuevamente coincidieran realmente le hacían sentir que todo tenía sentido. En apenas un parpadeo Byakuya miro nuevamente por la ventana sintiendo como su pecho ya no dolía y sabía la razón. Él ya lo estaba esperando…

Notas finales:

Espero que les haya gustado, es una historia se supone que del siglo XVI sinceramente me gustan los Fics de época pero el renacimiento fue algo totalmente nuevo para mí así que si son historiadores disculparan mi ofensa jajaja <3

Bueno pues al final no sé qué decirles… Creo que todo quedó plasmado en lo anterior escrito. Renji se murió demasiado joven, viéndose más bello que nunca y que tragedia más grande que a manos del hombre que él amó tanto. Les juro que intente hacer frío a Byakuya pero…¡Si ya saben cómo soy de tierna y luego historia trágica! ¡Celic, mundo perdón! Hice mi mejor intento lo juro TTATT ¡Los amo! Gracias por leer ¡Nos vemos!


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