28 – Cerveza
Admito que en esa ocasión la culpa fue mía. En uno de mis viajes al pueblo me regalaron un barril de cerveza fina. Creí que debía compartirlo con ellos, como cualquier otra cosa que llegara a mis manos, pero ninguno de los tres había probado jamás el alcohol.
Al principio el sabor no nos gustó mucho, cuando lo combinamos con nueces saladas mejoró bastante. Comenzamos a reírnos de todo y de nada, era una sensación plena y grata. Luego algo cambió, nos desinhibimos, idea extrañas pasaron por nuestra mente… ya no éramos tan ignorantes y si antes nos había faltado valor para intentarlo ahora parecíamos tener todo el valor del mundo.
Recuerdo haberme quitado la ropa yo mismo mientras ellos se desnudaban uno al otro; no me estaban ignorando, más bien se estaban poniendo de acuerdo. Esos dos se podían llevar realmente bien cuando se trataba sobre placer, en silencio actuaron con complicidad y me rodearon…
En aquel momento no me importó, justo ahora tampoco me importaría. Sentir sus manos, sus labios, sus cuerpos al completo fundiéndose conmigo, ambos a la vez, fue la experiencia de mi vida. La más dolorosa, pero también la más completa; en ese momento ellos lo eran todo, no han dejado de serlo desde entonces. . 29 – Chupete
Al día siguiente nos despertó un terrible dolor de cabeza, nos aliviamos con agua fría y descanso. Los tres teníamos el cuerpo lleno de marcas rojas y amoratadas, chupetes, explicó Death Mask, debido a lo bueno que había sido. Un poco molesto le dije que la próxima vez él sería el sacrificio, creí que se enojaría o se negaría, pero no lo hizo, me sonrió con una mueca cansada y dijo que lo estaba esperando. Shura me abrazó por la espalda y preguntó que cuándo sería su turno. Ellos no me estaban utilizando, éramos lo mismo, nosotros tres y lo que vivía uno tenían que vivirlo los otros. . 30 – Caricia
Y así llegamos al día de hoy y a problema al que me enfrento. La muerte como tal no me importa, siempre maté sin remordimiento, convencido, aún hoy no me arrepiento. Pero mi propia muerte, eso es otra cosa; sólo tengo veintitrés años, no estoy listo para morir. Acaricio el oro de la armadura, tratando de conseguir fuerzas de ella, de convencerme de la inevitabilidad de éste día. Es inminente, es necesario.
Porque ellos están muertos. Primero Death Mask, quien cayó vencido en un sitio muy lejano en el que no hubiéramos podido alcanzarlo jamás, de él no queda nada, ni un cadáver, ni aquella preciada y hermosa colección… todo ha desaparecido tan absoluta e irremediablemente como es posible. Luego Shura, una parte de mí cree que se rindió, que lo hizo para darme valor, para demostrarle a Death Mask que también con él era uno, que por eso fundió su cuerpo con las estrellas y tampoco me dejó un cadáver sobre el que llorar.
Yo dejaré mi cuerpo aquí, en este templo. Debo hacerlo porque fui llamado el más bello entre todos los Santos. Después del día de hoy la gente me considerará un traidor, lo sé porque Saga ha perdido a todos sus aliados y las fuerzas que vienen lo sobrepasan… sus probabilidades son pocas, una vez que él caiga, también se deshonrarán nuestros nombres y memorias.
Nadie comprenderá porqué hicimos lo que hicimos, ni qué camino nos llevó hasta aquí, no podrán ver nuestra belleza interior, pero los obligaré a ver la exterior, a admirar aquello que destruyeron y lamentarse.
No quiero morir, eso es innegable, pero no puedo seguir viviendo. Lo que vive uno lo viven los otros dos, este es el último salto, la última experiencia. Hoy me uniré a ellos en la eternidad y ya nadie podrá separarnos.