10 – Campo – 166 palabras
Obedecía por inercia, por costumbre, hablaba poco, excepto cuando me lo ordenaban. No me entendía a mí mismo, ¿era yo un monstruo? Recordaba el cuerpo de aquel niño sin emoción, en cambio, pensar en el gatito me hacía llorar.
Fue Shura quien decidió que ya era bastante. Aquella mañana debíamos ayudar con la construcción de las cabañas, acarreando material, pero él decidió que no lo haríamos, que iríamos de paseo al campo. Era una idea ingenua, un poco estúpida, allí no había ningún campo, sólo tierra árida y seca. Aún así, él insistió, estuvo guardando comida por tres días y al final me arrastró lejos del área de cabañas antes de que amaneciera. A Death Mask no lo había invitado, pero él no lo necesitaba, nos siguió de todas maneras.
Llegamos a un área apartada y escondida, donde comimos despacio y nos divertimos encontrándole formas a las nubes. Los guardias nos encontraron antes del medio día y si bien nos azotaron hasta cansarse, valió la pena.
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11 – Añoranza – 152 palabras
Poco después nos separaron, habían traído otros grupos de niños y aunque la mayoría habían muerto tenían suficientes elementos para comenzar con la siguiente fase del entrenamiento. Nos separaron de acuerdo con las fechas en las que habíamos nacido y nos entregaron en pequeños grupos en manos de unos ancianos hoscos y terribles; en ese momento no lo sabía, pero eran Santos de Plata, debían entrenar a una nueva generación antes de retirarse y estaban furiosos.
Fue una época llena de dolor, había azotes todos los días y comenzamos a pelear entre nosotros. Yo solamente sentía añoranza, Shura y Death Mask estaban bajo la tutela de otras personas y los momentos en que podíamos vernos eran tan pocos como apreciados. En esas ocasiones nos mostrábamos la mejor forma de encajar un golpe, o alguna llave recién aprendida. Compartiendo el conocimiento entre los tres nos volvimos fuertes y una vez más, logramos sobrevivir.
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12 – Equivocación – 154 palabras
Ser aprendiz fue una época larga y cansada. Shura lo pasó algo mejor, su maestro era un hombre accesible al que agradaba, de vez en cuando solía darle algunos premios que él compartía con nosotros. Death Mask estaba un tanto resentido, porque su propio amo era especialmente cruel, lo castigaba sin razón alguna, podía estar realizando cualquier ejercicio y el viejo le lanzaba un azote por no hacerlo de la forma correcta o con la suficiente rapidez. Yo de nuevo me vi en un punto intermedio, el santo que se encargaba de mí me castigaba a la menor equivocación, pero jamás me golpeó sin razón.
Aquel fue un año muy largo para los tres y lo más curioso era que seguíamos sin saber qué hacíamos allí. Nadie nos explicaba nada, nosotros mismos ya habíamos dejado de preguntar, la realidad del día a día lo era todo y sobrevivir se convirtió en nuestra única ambición.
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13 – Zurdo – 167 palabras
A pesar de todo, también tengo buenos recuerdos de aquella época, como cuando tratamos de enseñarle a escribir a Death Mask y nos dimos cuenta de que no podía hacerlo porque era zurdo y su maestro se empeñaba en que utilizara la mano derecha. O el par de veces que nos escapamos de los entrenamiento solitarios para poder pasar un rato los tres juntos, en esas ocasiones Shura nos llevaba aquellos pequeños premios que recibía y los compartía con nosotros; en aquel entonces una naranja, una botella de refresco o un poco de chocolate parecían los mayores tesoros del mundo.
Éramos prisioneros, vivíamos como esclavos y nuestra vida siempre estaba en peligro, pero también éramos niños y no nos dábamos cuenta del todo y eso ayudó. Eso nos hizo superar todas las pruebas, todos los obstáculos. Yo resistía el día a día porque sabía que habría algún momento en el que podría escaparme para ir a ver a mis dos amigos, ellos eran todo lo que necesitaba.