Iba caminando por las calles del nuevo Londres, la verdad hace años que no venía por aquí, 127, para ser exactos.
Acababa de terminar mi último contrato, algo fácil, una mujer que se quería vengar de su ex, por haberla engañado con un chico más joven que ella, no es que su alma fuera la mejor, pero desde ese día me encapriché a las almas con sabor a venganza, resentimiento, odio.
Decidí descansar un tiempo de los contratos, tenía unas cuantas almas de reserva suficientes para unos cuantos años, si no hacia nada estupido.
Y ahí fue cuando lo ví, exactamente igual que la última vez que estuvimos juntos, su piel blanca, su cabello gris azulado, y sus ojos cual zafiros, la verdad es que sus facciones eran un poco más maduras, unos veinte, veintiún años, a lo mucho, pero había algo en su mirada, llena de malicia, de una inocencia falsa, de hambre...
Lo ví entrar a un bar, bastante refinado a mi parecer, vaya, sus gustos nunca cambiarían, me reí internamente.
Osea, la noche es joven y no tengo nada que hacer, ¿por que no?
Así que lo seguí, oculté mi esencia, y me adentré al bar, no me sorprendí con lo que encontré adentro, al menos un tercio de las miradas estaban sobre él, la mayoría disimulaba, pero otros no hacían ni el menor esfuerzo.
-¿Que hace un chico tan joven por aquí?- le dijo un rubio, 1.85, algo bronceado, camisa celeste abierta los primeros botones, con el saco y pantalón negros y unos zapatos de cuero café moro, vamos, un cigarrillo y un sombrero y tenemos al jefe de la mafia en persona.
-Paso el rato, ¿Que hace por aquí Sr. Anillo de casado?- respondió sarcástico el ojiazul, definitivamente, el no había cambiado.
-Vaya, tienes buena vista, ¿Estas tomando algo?- ala, que lo descubren y se la suda.
-No se, ¿Tu invitas, guapo?- le dijo todo coqueto, ¿Y esto?, por un momento me sentí incómodo, no es que me fuera a poner celoso, coño, que habían pasado 100 años, lo normal es quisiera divertirse alguna vez.
Así estuvieron como una hora hablando y bebiendo, y yo como buen curioso me quedé escuchando hasta que...
-Oye, cielo, tengo mi moto atrás, y por lo visto dudo que a tu mujer le guste que llegues todo ebrio, ¿Por que no continuamos nuestra "plática" en hotel que conosco?- estaba casi seguro que Ciel llegó caminando por la calle principal, no en moto por el callejón trasero, esto se ponía interesante.
Los seguí hasta el callejón de atrás, y no me equivoque, aquí no había ninguna moto.
-¿Y tu moto, zafirito?- preguntó el hombre mientras se tambaleaba.
-Cambio de planes, cielo, lo haremos aquí mismo - y ví como los ojos de Ciel se tornaban rosas, y se podían apreciar sus colmillos sobresalir de su boca, a la vez que tumbaba al hombre y se acercaba peligrosamente a su boca, entonces, sin juntar sus labios, comenzó a absorber su aliento, claro que sabía lo que estaba haciendo, le estaba robando el alma, y fue cuando vi la pequeña llama roja, amarilla y negra en su mano, mich, lujuria, traición y miedo, que extraña combinación,- por suerte no intentó besarme esta vez, la guardaré para después-, y ví como la guardaba en lo que alguna vez fue el emblema de la cabeza de los Phantomhive, el raro diamante hope- oye, ya me llevé el alma, pero si te interesa el cuerpo, es todo tuyo-.
-Vaya, creí que me había escondido bien-.
-Tanto tiempo sin vernos, Sebastian.
-Lo mismo digo, "zafirito"-
Continuará...
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