Aposentos reales.
En esos momentos deseaba que Deuteros estuviese a su lado y que le hablara con aquella voz grave y ronca, su desaparecido consorte era auténtico por que no necesitaba fingir sonrisas ni preocupación como el resto de los que conformaban la inmensa corte.
—Deuteros.
" Debes continuar con tu vida Asmita"
Se había negado ante el lecho de muerte del moreno, no concebía una vida sin él, sin la persona que más amó. El negro dominó las vestimentas de los condes, duques, marqueses, barones, vizcondes entre otros nobles más por un espacio de tres años, tiempo en el cual los nobles presionaban para que se vuelva a casar, más Asmita hacía oídos sordos.
—¿aún recordando a Deuteros?
La persona que le hablaba era nada más y nada menos que Shion Vizconde de Aria, la persona en la que más confiaba aparte de Saga del cual aunque daba la impresión de que era inescrupuloso, conociéndolo bien era el mejor aliado en el que ciegamente entregaría su reino.
—cuando estoy en la soledad de mi habitación, me permito pensar en él—respondió enfocando sus ojos azules en las amatistas de Shion.
—pero las invitaciones a cenar con los nobles, ¿ no hay nadie que te guste de todos ellos?
—son sólo fachadas, que buscan mi favor—respondió guardando un anillo—tú lo sabes.
Shion guardó silencio ante estas palabras.
Asmita dejó lo que estaba haciendo para dirigirse hacia un lienzo en el lado más oculto de su inmensa habitación, lo apartó desvelando un inmenso cuadro de Deuteros con una seria expresión, ataviado con ropas de un rey; aquel cuadro fue pintado un año antes de su desaparición, permaneciendo guardado de la vista de todos hasta que Asmita decidiera mostrarlo.
—¿quién lo pintó?
—yo—respondió palpando la superficie con amor—pensaba dárselo para cuando celebraramos nuestro aniversario.
Shion estaba admirado ante la maestría y la sensibilidad con la que había sido plasmada la imagen del difunto consorte de Asmita, era una digna obra de arte.
—¿donde lo pondrás?
—en el pasillo de los reyes consortes.
—será su tercer retrato.
—el primero que hago de él y con el que lo dejaré ir para siempre.....
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La partida de ajedrez aligeró su humor en parte, ya que desde hacía un buen tiempo no practicaba esa disciplina que le había enseñado Camus en uno de sus tantos encuentros pasados.
—jaque mate.
—tienes muy buena suerte patito—refunduñó Ikky luego de perder por tercera vez.
—tú me retaste a este duelo, así que te aguantas—se vanaglorió de su triunfo—además eres bueno en caza.
Desde hacía una hora, Hyoga era observado con interés por un joven muchacho recientemente llegado a la corte, su nombre Isaac. Este joven era un pequeño marqués de la nueva generación del reino Indrapaths.
—se te van a secar los ojos—comentó Seiya dándole un susto—aparte de que no te está mirando.
—pues me ganaré su atención.
—te costará.
Permanecieron hasta antes de la medianoche, Hyoga en un gesto de hospitalidad, ordenó a su servidumbre adecuar una habitación para el invitado; Mime guió a Isaac hasta la alcoba mientras que Seiya y otros más se retiraban quedando en la gran mansión, el anifitrión, Shun e Ikky.
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El joven príncipe de Antares en esos momentos escribía una misiva para su hermano, le inquietaba lo que su esposo le comentó luego de que se fueran los tres invitados de su suegro. Tenía que buscar las palabras precisas para decirle a Kardia lo que habían hablado Camus y Saga, él sabía que eran muy usual las alianzas entre territorios cuyo sistema de gobierno era la monarquía por lo que no siempre se casaban por amor, más bien por política; sin embargo él era la excepción por que su matrimonio con Camus era por amor.
Al terminarla procedió a revisar cada palabra, debía sonar claro y conciso, al finalizar guardó la hoja fechada en el sobre con el sello de la muy noble familia Escorpio y a su lado el de los Acuario.
Dejó todo en orden, apagó las luces en tanto entregaba a Yato la carta, el muchacho se encargaría de hacerla llegar a Kardia. Camus lo esperaba en su alcoba, al verlo no pudo aguantar las ganas de besarlo y hacerlo suyo, el hijo de Dégel era apasionado faceta que sólo Milo tenía el privilegio de conocer.
—te extrañaba—dijo apenas lo vio.
—estaba escribiendo una carta a Kardia, pero ya estoy aquí—dejó que sus labios rozaran los de Camus mientras este apartaba las prendas de su cuerpo.
Se dejó hacer, las ardientes caricias de Camus le hicieron olvidar algunas cosas entre esos sus tediosos deberes como soberano de sus tierras que en esos momentos era gobernado por un Concejo de Regencia.
En otra habitación Dégel terminaba su habitual lectura por las noches, desde que se divorció por cuarta vez, realizaba esta actividad. Al igual que Asmita era presionado para que vuelva a casarse más el atractivo conde hacía oídos sordos.
—volverme a casar..... sería un ingenuo.
Al fin de cuentas era un hombre que podía hacer lo que quisiera.No obstante había alguien que si podía obligarlo a acatar las presiones, ese alguien era Krest, su padre el cual le había heredado el título de Conde por que ya tenía varios más, aparte de que Dégel había demostrado aptitud para gobernar la antigua casa Acuario.
Pero era su único hijo y no le negaría nada.
Arregló su cama y se acomodó en ella mientras esperaba que al día siguiente halla algo interesante en la corte.