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Mi Señor por CaedesDarkParadaise

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Fabian Prewett tenia una conexión especial con su hermano gemelo Gideon mucho antes de nacer, según su madre. Por eso pudo sentir que Gideon estaba en peligro, desistió de sacar los sacos y corrió por el bosque en busca de su hermano. Cuando lo encontró tirado en el suelo con un muchacho zarandeándole los hombros, sus alarmas se dispararon por completo. Fabian desenvaino la varita y gritó:

- ¡Hermano!

El joven de melena azabache y ojos grises se giro hacia él con la varita en la mano.

- ¿Que demonios...?- murmuró el joven mirándolo y mirando a Gideon a la vez.- Gemelos.

Fabian gruño.

- ¿Que le has hecho a mi hermano?- le pregunto entre dientes.

- Yo...- Regulus suspiro y guardo su varita para que el otro hiciera lo mismo.- Siento lo que le he hecho a tu hermano. …l ha sido muy amable al cogerme mientras me caía de esa maldita escoba.

Fabian entrecerró los ojos.

- Mi escoba se estropeo en mitad del camino.- Regulus pateo la escoba.- ¡Malditos cacharros!

El pelirrojo corrió hasta su hermano no sin mirar al muchacho con extrañeza. Golpeo la mejilla de Gideon pero pudo notar que estaba vivo por la lenta respiración que brotaba de su nariz.

Menos mal.

Su hermano era una parte de su corazón que no podía perder.

- Se ha dado un buen golpe en la cabeza.- le explico el muchacho con preocupación.

- ¡Merlín!- Fabian levanto a su hermano por los hombros.- ¿¡Conoces algún hospital cerca de aquí!?

Regulus fue rápidamente a ayudar a cargar el peso del pelirrojo.

- Nos apareceré en la enfermería del castillo.- Fabian le miro fijamente.- No te muevas.

"¿El castillo de Slytherin?"

- No se si...

Pero la decisión en los ojos del joven hicieron que Fabian se callará de inmediato.

¿En que demonios se había metido?

Y aún no supo como se dejo llevar si era un auror preparado pero en él había un aura de confianza que no pudo obviar.

Los tres se aparecieron dentro de un pasillo que daba a una puerta de madera gigante.

- Esta es la enfermería.

Fabian agarro mejor a su hermano mientras el chico bajito le abría la puerta.

"He entrado en la casa del enemigo en menos de una noche"

- ¡Madame Pomfrey! ¿¡Esta aquí!?- chillo a su lado.

- ¿Que es ese ruido...- Madame Pomfrey salio en bata para ver quien había llegado.- ¡Oh, chico! ¿¡Que has hecho ahora!?

- Le juro que me declaro totalmente culpable, Madame.

Madame Pomfrey le indico a Fabian que pusiera a Gideon en una camilla.

- ¿Que le ha ocurrido, Regulus?

- Me caí encima de él y se golpeo la cabeza.- Regulus se sonrojo mientras Madame Pomfrey le dirigía una mirada fulminante.- Espero que no sea muy grave.

Fabian vio como Madame Pomfrey revisaba a su hermano con mano experta por lo que suspiro mentalmente de alivio.

- No es nada grave pero veré si tiene lesiones internas.- les explico.- Salgan fuera, por favor.

Lo hicieron aunque Fabian mas receloso.

El rostro del chico mostraba preocupación a la vez que miraba intensamente la puerta y Fabian lo observo con rareza.

- Siento haberme estrellado contra tu hermano.- le dijo de pronto.- No soy muy bueno con la escoba, pero había mantenido el equilibrio en el aire.

Hasta ahora.- acaricio su sien.- Nunca os había visto. ¿De donde sois?

Fabian se tensó.

- Londres.- contesto.

- ¿Habéis venido a Slytherin por algo importante?- Fabian puso recta la espalda.- Lo siento. No quise ser indiscreto.

El chico parecía poder entrar en el castillo de Slytherin a su gusto. Tenia la entrada permitida porque no todos podían traspasar la barrera de un castillo por lo tanto era alguien importante en ese lugar. Entonces a Fabian se le ocurrió una idea para infiltrarse entre los mortífagos.

- Venimos por trabajo.- le dijo. Regulus le miro sorprendido.- Y queríamos buscarlo en el castillo. Nuestra especialidad es la seguridad de vigilancia. Y hemos visto que están buscando personas.

- Eso es.- asintió Regulus con seriedad.- ¿Tu hermano y tú, no?

- Si.

- Si tu hermano se encuentra bien mañana os veré a las doce en punto.- le indico Regulus.- Después de todo le debo algo a tu hermano, y yo cumplo mi promesa.

- ¿Trabajas con la seguridad?

- Soy uno de los entrenadores.

Fabian no pudo decir nada mas porque Madame Pomfrey se asomo por la puerta para decirles que entraran.

- ¿Como se encuentra?- la interrogo de inmediato. Madame Pomfrey le envió una mirada tan severa que Fabian quiso encogerse.- ¿Puede decírmelo, por favor?

Madame Pomfrey le sonrió quedamente.

- Fue un golpe muy leve.- Madame Pomfrey le coloco una manta a Gideon.- No tiene lesiones ni contusiones. Solo tiene que descansar toda la noche y mañana podre darle el alta.

- Madame Pomfrey.- la llamo Regulus.- ¿Puedo hablar con usted un momento?

Y los dos se apartaron hacia la oficina de Madame Pomfrey mientras Fabian les vigilaba de muy cerca.

- Maldita sea, Gideon.- Fabian le golpeo ligeramente el hombro.- ¿Porque siempre tienes que ser tan impulsivo?

Amaba a su hermano pero iba a matarlo en cuanto despertara.

Unos pasos a su espalda hicieron que volteara.

Era el tal Regulus.

- He hablado con Madame Pomfrey y permitirá que esta noche duermas en la enfermería.- Fabian le observo con asombro.- Imagino que no querrás pasar la noche lejos de tu hermano así que te puedes quedar aquí. Las camas son muy cómodas.

Fabian suspiro.

- Gracias.

"Este chico parece tan normal que da miedo"

- De nada.- sonrió levemente, y Fabian vio un atisbo conocido en su rostro.

¿Pero a quién?

El tal Regulus cabeceo con educación y salio de la enfermería.

"¿Que han hecho con los mortífagos?"




Narcissa Black había sido criada desde los dos años en el extranjero, exactamente en Francia. Inscribiéndola en una de las mejores escuelas para que fuera una mujer sumisa y fácil de complacer.

Nada mas alejado de la realidad.

- ¡No pienso casarme con Vincent Crabbe!- le grito Narcissa de veintitrés años a su madre Druella.- !Esto es lo que faltaba!

- ¡Eres una niña malcriada!- chillo Druella perdiendo los estribos.- ¿¡Como es posible que haya tenido hijas tan estúpidas!?

Narcissa bufo audiblemente.

- Díselo al desgraciado con el que te casaste.- Druella gruño de rabia.- Otro mortífago igual que tú.

Druella le abofeteo dejando una marca roja muy evidente en su mejilla.

- ¡No hables a si de tu padre!

Narcissa movió su cabello hacia un lado.

- Muy bien, Druella.- escupió.- He acabado contigo. Estoy harta.

- ¿Que he hecho mal contigo, Narcissa?- le pregunto Druella con los labios apretados.- Primero la ingrata de Andromeda y ahora tú. Cygnus y yo pagamos las mejores escuelas para vosotras y así es como nos lo pagan.

- Hablas de Andromeda como si ella no agradeciera toda la educación que le disteis.- Narcissa cogió un cigarrillo de su tabaquera de metal.- Ella se mato a estudiar, casi nunca dormía y como se lo agradecisteis.- Narcissa prendió el cigarrillo.- La desterrasteis del tapiz y de nuestras vidas porque cometió la "desfachatez" de enamorarse de un muggle llamado Ted.

- ¡No nombres a ese inmundo! ¡No es como nosotros!

- Es humano. Bueno.- chasqueo la lengua con burla.- A esos asesinos no se les considera humanos. No se le puede comparar.

- ¡Narcissa!

La voz de Cygnus se mezclo con los fingidos lamentos de Druella.

Narcissa era el vivo retrato de Cygnus. Ojos azules grisáceos y el cabello de dos colores distintos, el marrón y el rubio. Era un hombre tan hermoso a su edad que no parecía que tuviera cincuenta y dos años y tres hijas.

- Hombre, Cygnus.- Narcissa le dio una fuerte calada a su cigarro.- Hablábamos de asuntos familiares porque no te unes.

-¡Ten mas respeto, Narcissa!- Esta no se encogió por los gritos. Estaba demasiado acostumbrada.- ¿Ya le has informado con quien se casara, Druella?

Esta asintió mirando a su hija con asco.

- Ha negado el compromiso, Cygnus.- le informo y este fulmino a Narcissa con la mirada.- Al parecer solo tenemos una hija decente.

- Si hablas de Bellatrix quiero decirte que tu hija se esta ganando una fama muy provechosa acostándose con todos esos mortífagos.

Narcissa vio como los ojos de Cygnus ardieron en llamas.

- ¿¡Como te atreves!?

- ¡Me atrevo porque puedo, padre!- Narcissa vio por el rabillo del ojo como su primo Regulus se asomaba por el umbral de la puerta.- ¡Te digo desde ahora que no pienso casarme con ese cerdo de Crabbe!¡No pienso coger la marca ni mucho menos aparentar ser alguien que no soy!

- ¡Eres una estúpida!- Cygnus levanto la mano para abofetearla como hizo Druella, pero Regulus se adelanto cogiendo el brazo de Cygnus.- ¿¡Que diablos haces!?

Una máscara de ira envolvió el rostro de Regulus, que en un momento le pareció a Cygnus ver el rostro de su mejor amigo y cuñado Orión.

- ¡No toques a Narcissa!- le grito Regulus.

- ¡Suéltame, chico!- Cygnus tiro de su brazo.- ¡Deberías apoyarme, no defender a esta traidora!

- ¡He dicho que no la toques!- Regulus se puso al lado de Narcissa mientras esta le cogía la mano.

Druella analizo a Regulus con repulsión.

- ¿¡No me digas que tu también eres un traidor, Regulus!?

- ¡Piensa lo que quieras, tía!

Y un patronus en forma de serpiente se deslizo entre los ventanales de la casa de los Black hasta encontrar a Cygnus.

- ¡El hijo de Thomas nos ha traicionado!- La voz de Mulciber dejo a los Black paralizados.- ¡Ven a ayudarnos!¡Nos han enviado a los aurores!¡Este es el fin!

El tono de Mulciber era desesperante, y Cygnus envió una mirada pálida a su esposa. Narcissa se adelanto cogiendo su capa de la percha y haciendo lo propio con el de Regulus.

- ¡Rápido, Reg!¡Desenvaina tu varita!- ordenó, y Regulus se coloco su capa de viaje.- ¡Hay que ayudar a Tom!

- ¡Traidores!- chillo Druella.

- Este es el fin, tía.- le dijo Regulus a Druella.- Os agradezco vuestra acogida pero mas no puedo hacer por vosotros. Por favor, si sois listos, huid.

Narcissa giro el rostro haciendo que no oía nada y Regulus lo agradeció.

Sabia perfectamente que Narcissa había tenido cierto amor por sus padres aunque con el tiempo se hubiera convertido en odio. Y no queria tener en su conciencia el no haber ayudado a Druella y a Cygnus con un poco de silencio.

- ¡No somos unos cobardes!

Cygnus estaba rojo de enfado.

- ¡Vayámonos de aquí, Regulus!- gruño Narcissa saliendo por la puerta.

- ¡Ya no eres nuestra hija, Narcissa!- rumio Druella yendo hacia la puerta.- ¡Olvídate de que tienes padres!

- ¡Eso ya lo sé!

Y Narcissa se apareció en los límites del castillo de Slytherin mientras sus rápidos reflejos hacían que se agachara una vez hubo divisado un rayo de luz amarilla yendo en su dirección. Un mortífago que estaba cerca suyo convoco la marca, y esta como una lengua de serpiente se extendió en el cielo. Narcissa fue en dirección del hombre para reducirlo. La marca tenebrosa brillo intensamente por cinco segundos hasta que un rayo de luz blanca los cegó a todos y tuvieron que utilizar sus sentidos para no quedarse a ciegas.

Era Tom.

Había utilizado sus poderes para romper el hechizo maligno que significaba la marca tenebrosa, y esta fue desapareciendo entre las nubes hasta que no quedo ningún rastro.

Todo había terminado.



- ¿¡Como que has herido a alguien con tu escoba, Regulus!?- chillo Narcissa con enfado.- ¡Que te he dicho! ¡No utilices la escoba si no es estrictamente necesario!- Regulus agacho la cabeza ante los gritos. Y no solo él sino todos los del castillo, entre ellos los Lords que solo negaron con la cabeza sabiendo perfectamente que eran los gritos de Cissy.- ¡Y seguramente lo de ayer no lo era!

- Cissy.- Regulus suspiro al ver que Narcissa se obligaba a tranquilizarse.- Ese pobre hombre ahora esta descansando. Te lo he contado para que luego no te lleves una sorpresa, querida.

- Esta bien, Reg, pero no vuelvas a utilizar la escoba en lo que te reste de vida.- Narcissa se acomodo la melena hacia un lado.- Voy a hablar con la enfermera para que aliste camas por si nuestros nuevos alumnos lo necesitan.- se paró de pronto.- ¿Donde esta el hombre al que arrollaste?

Las mejillas de Regulus tornaron rojas.

- En la enfermería.

Narcissa alzo una ceja.

- ¿Te ha gustado?- Regulus levanto la barbilla mientras desviaba la mirada.- Te ha gustado mucho.

- Casi le rompo el cráneo.- murmuró.- Le debo disculpas.

- Y una muy buenas.- rió.- Pero estoy segura de que sabrás como disculparte.

- ¡Cissy!- gruño y esta abrió la puerta de su habitación.

- Encárgate de enseñarles las reglas mientras no estoy.- le dijo.- Iré en un rato para comenzar a entrenar.

- Bien.- asintió.

Narcissa le mando un beso volado y salio.

Camino hasta el ala este del castillo mismamente donde se encontraba la enfermería donde mandaba Madame Pomfrey, la doctora principal, y la única en quien confiaban para que arreglara sus huesos rotos. Estaba tan metida en sus pensamientos que no vio como una persona, mas bien un hombre, se chocaba contra ella. De contextura fuerte porque Narcissa sintió como unos brazos fibrados la apretaban contra sí para que ella no impactara contra el suelo.

- ¿¡Que demonios..!?- soltó Narcissa con la cabeza en el pecho de alguien.- ¡Mira por donde vas!

- Un gracias por no dejar que te rompas la cabeza hubiera bastado.- le dijo el hombre con burla.- ¿Te puedes levantar o te gusta acostarte en mi pecho?

Narcissa levanto los ojos para acribillarle con la mirada pero esto no duro mucho tiempo pues la sonrisa del sinvergüenza, que le estaba dirigiendo empezó a ponerla nerviosa.

Era resplandeciente, divertida y atractiva.

Como él.

Tenia los ojos azules como el cielo mismo y el pelo tan rojo como el fuego, y una barba bien recortada que hacia querer acariciarla con los dedos.

"Vuelve a la realidad, Cissy"

- Me he acostado en mejores torsos.- soltó con mordacidad.

El pelirrojo sonrió aún mas si es posible.

- No te muerdes la lengua.- soltó una carcajada.- Me gusta.

- Estupendo.- Y Narcissa se levanto.- ¿Quien eres?

Fabian sonrió.

- Me llamo Fabian.- se presento.- Y he solicitado un puesto de seguridad en el castillo.

Narcissa se mordió el labio.

- ¿Y tú quien eres?

- Soy la que te va a entrenar para ese puesto.

Y se fue enviando a Fabian una sonrisa divertida mientras el cuerpo de él se clavaba en el suelo.

¿Ella una mortífaga?

Esa hermosa mujer de cabello rubio y marrón, ojos azules grisáceos y bello rostro no podía ser una mortífaga.

Fabian estaba perdiendo toda esperanza en el género femenino de los cuatro reinos.

Merlín le había gastado muchas bromas agrias.

Esperaba que esta no fuera igual de amarga.

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