2. Blasfemia
Era el día, en Tenkai olía a que era el día, justo ese.
¡Y que bien se sentía! Por fin podía respirar libre, hasta los colores de lo que siempre estuvo ahí, parecían diferentes… más vivos… o él se estaba volviendo un ser espantosamente idealista en aquellos años posteriores al gran cisma.
Zohchoh estaba a su lado farfullando, no estaba poniendo atención, seguramente hablaba de Ten, su hijo… encima de todo, para acabarla de joder, Taishaku-ten había tenido la desfachatez de echar al mundo un hijo… por el que no sentía ni amor, ni odio, ni nada.
—Hasta ahora has vivido por la promesa que hiciste, dime… ¿Realmente conseguiste cumplirla? —Inquirió como que no queriendo la cosa.
Lo último que alcanzó a escuchar del General del Sur le hizo sonreír.
No le contestó, en su lugar… sonrió franco, sólo que esta vez… la sonrisa sí llegó hasta sus glaciales ojos azules.
ஜ۩۞۩ஜ * ஜ۩۞۩ஜ
La ceremonia estaba realizándose a cielo abierto, como debía ser, el Brahmán oficiaba mientras el Hotri recitaba los rezos(1), todo muy ceremonioso, todo en medio de un ambiente de profundo respeto, religiosidad, entrega y misticismo incuestionable.
Sí, todo muy bonito…
—Hipócritas… —susurró en una voz bajísima el joven de cabellos argentados, un adolescente que estaba ahí aguantando a pie, igual que todo el condenado pueblo, a pleno rayo, mientras se recitaba, se cantaba y todo lo demás.
Alguien más había escuchado al joven irreverente y orgulloso, justo el que iba pasando en esos momentos llevando los sacrificios: ofrendas al fuego de granos y leche. Sus ojos ambarinos, sensatos e inteligentes, se volvieron hacia aquel adolescente mal encarado, y el muy cínico le sostuvo la mirada como diciendo: “Sé que me has escuchado, ¿y sabes qué? ¡Me importa un comino!”.
Ashura-ō, el futuro Rey, también un joven, no pudo olvidar la imagen, un tanto graciosa, de aquel chico de piel blanquísima, colorado por el sol, enfurruñado y maldiciendo con todo el descaro del mundo.
Esa fue la primera vez que vio a Taishaku-ten.
Cuando la multitud y los clanes se disipaban para marchar a sus respectivos puntos cardinales, Ashura-ō se acercó disimuladamente hasta dónde estaba el joven, le tomó por el brazo.
—¿Por qué dijiste que éramos hipócritas?
Taishaku-ten se soltó con violencia del agarre del joven de cabellos color ónix, tan oscuros como una noche sin estrellas, sonrió de soslayo.
—Porque tras ese disfraz de piedad todos desean algo egoístamente…
El futuro rey frunció el ceño mirándole con desagrado.
—¿Tú también?
—¿El qué?
—Que si tú también deseas algo egoístamente, algo para ti.
—No deseo, yo siempre consigo todo lo que me propongo. —Sentenció con tal aplomo y seguridad que aquellas palabras eran una franca blasfemia.
Taishaku-ten había nacido para ser tan fuerte como un Dios, él sería el Dios del Trueno, Indra, el poderoso, el libertador de las aguas… lo que no sabía es que el dueño de las Aguas Sagradas(2), de esas que tendría que liberar… era Ashura-ō, el futuro rey del clan Ashura.
(1)El Rig Veda es una colección de himnos utilizados como una celebración hacia los dioses para recibir de ellos recompensas en el mundo material, estos cantos se oficiaban en espacios abiertos; el Brahmán era el sacerdote líder y el Hotri era quién se encargaba de recitar el Rig Veda.
(2)Dentro de los dioses védicos, Indra es un dios atmosférico, el más poderoso en la Tierra y en el cielo, su arma en efecto es el rayo, de entre algunos mitos se dice que él liberó las aguas para terminar con una gran sequía, ganando el combate del asura Vritra. Dentro del manga RG Veda, sólo aquellos que pertenezcan al clan de los Ashura pueden acceder al palacio, que dicho sea de paso, es un palacio en medio del agua, de ahí que haya decidido hacer esta referencia para fines del relato, la referencia sin embargo también es visible en dicho manga.