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En el lugar del gruñón/idiota por desileo

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! solamente una pequeña aclaración:

En este capi, me enfocaré en Yokozawa y el trabajo con la mangaka, el siguiente será de Onodera con los Kirishima.

 

Yokozawa estaba frente al departamento de Izumi-sensei, con café y donas en sus manos, intentando reunir toda la paciencia que poseía, que no era mucha y en verdad eso le preocupaba.

Jamás pensó que tendría que hacer el trabajo de un editor, a pesar de que durante los eventos de los mangakas tuviera cierta participación en animar a uno nunca llegó realmente a levantar los ánimos.

Respirando profundo una última vez, Yokozawa tocó la puerta, en espera de Izumi-sensei.

La puerta fue abierta por una mujer tanto las ropas como el cabello alborotado, atado inútilmente en una coleta, acompañado de un par de ojos desesperados con ojeras, viéndolo casi como si se tratara de un enviado del cielo.

─ ¡Onodera-san, que bueno que ya está aquí! ¡Por un momento pensé que no llegaría!

Viendo hacia las manos de Yokozawa, su mirada se iluminó incluso mucho más de lo que un humano normal lo haría.

─ ¡Y trajo café con donas! ¡Usted siempre es tan considerado!

En un abrir y cerrar de ojos, las donas y el café desaparecieron de sus manos, yendo a parar en las manos de Izumi-sensei, quien inmediatamente comenzó a comerlas mientras le daba el pase a su departamento.

Mientras Yokozawa era guiado hasta la sala de trabajo de ella, pudo ver alrededor de la casa, notando un desastre de tamaño monumental en todos los cuartos.

¿Es que todos los que se relacionaban con la creación de mangas tendían a tener problemas con la limpieza?

Bueno, Kirishima no tenía un departamento tan desastroso, pero eso era debido a que entre Hiyo, Yokozawa y la madre del hombre eran los encargados de hacer la limpieza.

Una vez llegado a su destino, pudo comprobar que ni ese cuarto se salvaba, siendo de cierta manera un poco más desordenado que el resto, a causa de los papeles y tinta tirados por todo el lugar.

Izumi-sensei no se disculpó por el desastre, acostumbrada a que su editor lo viera en ese estado, por lo que fue directamente al grano.

─ Onodera-san, no he podido idear la mejor manera de continuar con el manga, aunque tengo varias ideas, no logro que estas se hilen con el capítulo anterior. ¿Me podría ayudar con eso?

Yokozawa se sentía totalmente perdido en el tema (afortunadamente había leído el manga, por lo que al menos sabía de qué trataba), sin saber exactamente lo que ella quería escuchar de él, por lo que tentativamente preguntó.

─ ¿Ha intentado dibujar alguna de sus ideas? Tal vez con eso pueda conectar la trama.

Izumi-sensei mostró una cara frustrada, haciendo ver a Yokozawa que esa no era la manera de abordarla.

─ Nunca dibujo algo de lo que no estoy completamente segura, siento que es una pérdida de tiempo en algo que finalmente no voy a continuar.

Viendo que su primera idea no había funcionado, Yokozawa intentó con otra cosa.

─ ¿Y qué tal si intenta escribir todas las ideas en una hoja? Así no desperdicia su tiempo, además de contemplar todas las posibilidades.

Una vez más, Izumi-sensei negó la idea, provocando que Yokozawa comenzara a desesperarse.

─ Nunca he sido buena en plasmar mis ideas con letras. Necesito de imágenes para que estas tengan una forma más concisa.

Al bode de mostrar por qué lo llamaban “el oso salvaje de Marukawa” preguntó una última vez, procurando controlar su tono de voz pues, en teoría, él era Onodera Ritsu.

─ Entonces ¿Qué tal si relee su último capítulo? Posiblemente eso le auxilie a conectar sus ideas anteriores con las que tiene en la cabeza.

─ Si hago eso, posiblemente se me ocurran muchas más ideas y estaría completamente perdida de lo que debería de dibujar.

Era oficial, Yokozawa estaba a punto de patear el trasero de esta mangaka por ser tan malditamente indecisa y poco cooperadora. Antes de cometer una barbarie que Onodera jamás cometería, con la ínfima paciencia que le quedaba, Yokozawa preguntó.

─ ¿Puedo tomar su baño?

Sin notar el ánimo del hombre contestó.

─ Por supuesto, mientras tanto intentaré recoger un poco este lugar. Está justo al final de este pasillo.

Rápidamente, Yokozawa fue hacia el lugar, sin regresar la vista ni un momento pues si lo hacía, estaría seguro que rebabaría la cabeza de Izumi-sensei.

Dentro del lugar, Yokozawa remojó su cara, en un intento vano de tranquilizarse o al menos disminuir un poco la furia que lo estaba carcomiendo. Se vio en el espejo, siendo devuelta por unos ojos verdes haciéndole pensar en su situación actual.

Tenía que mantener la compostura, o al menos seguir con la actuación de que era Onodera hasta que pudieran regresar a sus cuerpos, pero ¿Qué pasaría si eso jamás pasaba? ¿Podrían vivir sus vidas pero en un cuerpo diferente o tendrían que fingir ser el otro por el resto de sus vidas?

Yokozawa sacudió fuertemente su cabeza, alejando ese tipo de pensamientos y enfocándose en su problema actual.

Parecía que hacer trabajar a una mangaka era mucho más difícil de lo que Onodera le había explicado.

Un poco más tranquilo, Yokozawa salió del baño, con la esperanza de que Izumi-sensei haya salido sola del bloqueo mientras él estaba en el baño, pero en fondo sabía que eso era completamente imposible.

Al llegar, pudo comprobar que la mangaka estaba totalmente perdida en lo que debería de hacer, pues se encontraba recogiendo todo su lugar de trabajo.

Notando la llegada de su editor, Izumi-sensei suplicó de manera juguetona.

─ Onodera-san ¿Y si mejor me da vacaciones? Así tal vez podría ocurrírseme cómo conectar todas mis ideas con el capítulo anterior.

Volviendo a sentir su furia, Yokozawa contestó lo más tranquilo que pudo.

─ Izumi-sensei, eso es imposible. Retrasaría mucho su trabajo, además de que tendría problemas con la editorial, ya que dudo mucho que a mi jefe le haga gracia.

Izumi-sensei asintió, con un cierto aire pensativo.

─ Es cierto, Takano-san siempre ha sido difícil de convencer y ni que decir de Isaka-san. Bueno, lo mejor es que se nos ocurra algo rápido.

Yokozawa recordó que en la mochila de Onodera tenía varios mangas, con la esperanza de que sirvieran como referencia a  Izumi- sensei, por lo que rápidamente sacó los mangas y se los entregó a esta.

─ Me olvidé por un momento que los tenía. Tal vez esto la pueda ayudar Izumi-sensei.

Curiosa, Izumi-sensei tomó los mangas que le ofrecía Yokozawa, hojeándolos una vez que estuvieron en sus manos. Después de su evaluación preliminar, comenzó a leer uno de ellos, completamente concentrada en este.

Pasó un bastante tiempo leyendo varios de los mangas, totalmente inconsciente de la cara que tenía Yokozawa, pues había pasado alrededor de una hora y la mujer no se veía con ánimo de continuar con la historia.

Realmente estaba tentado a gritarle que dejara de perder el tiempo y comenzara a trabajar, pero los consejos de Onodera llegaron a su mente, en el cual le recomendaba no presionarla o se quedaría más tiempo atorada.

Rindiéndose de salir pronto del lugar, tomó su celular para revisar que Onodera no tuviera ningún problema con su trabajo, llevándose la sorpresa de que Masamune  había enviado un mensaje.

Curioso, comenzó a leer.

Onodera, ¿Necesitas ayuda con Izumi-sensei? No tengas miedo de pedir ayuda, todavía tienes un largo camino por recorrer.

Ps. Recuerda que todavía tienes otros trabajos por entregar, así que no te entretengas mucho con ella.

Yokozawa no pudo evitar quedar sorprendido por lo que Masamune escribía, ya que él jamás fue así con ninguno de sus anteriores amantes. Por lo general, este siempre fue muy inexpresivo con ellos, más que nada para evitar salir lastimado.

Parecía que estaba lo suficientemente cómodo con Onodera para mostrar esa faceta vulnerable de él. Se preguntó por un breve momento de si el idiota sabría ese pequeño detalle.

Fue sacado de sus reflexiones bruscamente al escuchar el grito extasiado de Izumi-sensei.

─ ¡Ya sé que voy a hacer para el siguiente capítulo!   

Totalmente eufórica, Izumi-sensei fue hasta su escritorio y comenzó a dibujar, dejando a Yokozawa un tanto descolocado con la escena.

Tal parecía que los mangakas eran demasiado volubles con sus emociones e ideas.

Recordando la presencia de su editor, Izumi-sensei comentó.

─ Muchas gracias Onodera-san. Usted siempre sabe cómo tratarme incluso en mis peores momentos. Lamento haberle quitado su tiempo.

Recuperándose un poco de su shock, Yokozawa contestó de manera cortés.

─ No es ningún problema Izumi-sensei, estoy aquí  para ayudarla.

─ Onodera-san, usted siempre fue muy amable. Si he de ser sincera, la primera vez que lo vi pensé que era un simple novato que no sabría ni siquiera lo que era un manga.

Yokozawa no pudo evitar estar de acuerdo con ella en su mente, pues él tuvo la misma impresión del hombre  en cuanto lo vio en el departamento de Emerald.

─ Sin embargo, conforme me fue ayudando, me di cuenta de que estaba completamente equivocada. Usted fue realmente un apoyo para mí en mis momentos de desesperación, llegando a ser incluso más paciente y amable que mi anterior editor.

Yokozawa recordó que Izumi-sensei había estado en otra editorial, pero a causa de que el editor de esta era realmente impaciente y la regañaba por cada pequeña cosa, ella decidió ir a Marukawa para publicar sus obras, justo en el momento en que Onodera entró a la sección shojo, por lo que quedó encargado de ella.

A modo de despido, Izumi-sensei concluyó.

─ En cuanto termine de dibujar, se lo enviaré para que le dé el visto bueno. Lamento que no pueda acompañarlo hasta la puerta, pero necesito plasmar todo lo que hay en mi cabeza.

Comprendiendo a la mangaka, Yokozawa se despidió.

─ Está bien, llámeme si tiene algún otro problema de este tipo.

Izumi-sensei solamente asintió con la cabeza, dándole pie a Yokozawa para irse del departamento.

Una vez en la calle, Yokozawa comenzó a caminar a la estación, con muchas ideas en su cabeza. Onodera era un inútil a sus ojos, inseguro y algo idiota, pero tenía varias cualidades que debía reconocer.

Podía animar a sus mangakas sin perder la paciencia, además de ser lo bastante comprensivo creando, a su manera, confianza en las personas.

Aunque tal parecía que él único que no se daba cuenta de estas cualidades era él mismo.

¿O tal vez era lo que llamaban humildad?

Intentando apartar todos esos pensamientos, Yokozawa comenzó a caminar más a prisa, reconociendo que tal vez Onodera Ritsu no era tan idiota.


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