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Mi One Piece. Regreso al mar de la realidad por albert2822

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Notas del capitulo:

 

Hola a tod@s, me alegra mucho decir que he regresado. Primero, quiero disculparme por los casi dos meses sin publicar. Aunque no es excusa, la Universidad quita tiempo (los exámenes y trabajos eternos) y que se me jodió el ordenador pues no he tenido mucho tiempo para escribir. Pero ahora al ser vacaciones voy a retomar la historia y a acabarla. Publicaré más seguido y capítulos más cortos como podréis entender cuando acabéis de leer éste. Sobre el capítulo, decir que he intentado regresar fuerte y de forma que os guste. Bueno, nada más y espero que os guste. guste. Bueno, nada más y espero que os guste.

Ilusión Quinta. Preludio sexual a la batalla final


1 de Enero de 1919, Castillo de Saint Michel, Francia.


¿Cuánto vale una vida? La suya costaba la salvación de la humanidad y estaba dispuesto a darla.


Apenas restaban unas horas para que el amanecer comenzara a asomarse por las primeras mareas matutinas y parecía que la guerra ya hubiera iniciado. Pero no era una pelea como las venideras, más bien se trataba de una batalla interna donde hasta el momento, el silencio era el vencedor.


En una de las estancias del amplio castillo se hallaban ellos, los recién reencontrados, sin mirarse, sin dirigirse la palabra, solamente esperando. Esperaban a ver quién era capaz de decir la primera palabra, la que rompiera el hielo de una vez, pero ninguno de los dos se atrevía. La cama ya comenzaba a coger forma por donde se encontraban sentados ya que llevaban un largo rato de espera. Pero así iban a continuar, sin tomar palabra y sin pegar ojo hasta que un ruido del exterior les removió.


-¿Qué ha sido eso?-preguntaba el de cabellos rubios quien había sido el primero en percatarse del estruendo ya que estaba más alerta. Pero no recibió respuesta del mismo modo que ocurrió cuando regresó su pareja después de la conversación- Iré a ver.


El rubio se levantó de la cama e iba a aproximarse a la puerta cuando fue detenido. Cuando se volteó, vio la mano temblorosa de su pareja agarrándole la camiseta por detrás.


-No te vayas, Sabo…-alcanzaron a salir unas escasas palabras de la boca del pelinegro, las cuales, sorprendieron al rubio por el tono dulce y agonizante que las acompañaba.


-No me voy, Ace. Solo quiero ver que ha ocurrido- fue lo único que dijo Sabo antes de intentar caminar de nuevo hacia la puerta para ser detenido otra vez por aquella mano.


-¡Por favor, no me dejes! Esta noche, no…- Ace se aferraba más a la camisa del que era su amante.


A Sabo no le quedó otra que retroceder y volver a sentarse en la cama. Al menos sabía que ya podía entablar algún tipo de conversación con su pareja y eso era lo más importante y lo que más le preocupaba en estos momentos.


-No me voy a ningún lado, tonto- le dijo el rubio con la mejor de sus sonrisas y con un tierno beso en la boca- Pero espero que no haya sido nada ese ruido…


-Era un pato- se limitó a contestar Ace en voz baja.


-¿Eh?- se quedó el otro chico algo o muy confuso por la respuesta.


-Después del golpe se ha escuchado un cuac. Seguro que era el pato de esta mañana jugando- respondió de forma más clara y exhaustiva el joven conde de Glasgow- Sin duda, los gritos de tu madre han acabado haciendo mella en tus oídos.


-¿Con qué insinúas que estoy sordo, eh? Pues ahora verás- dijo Sabo de forma provocativa justo antes de tumbar a su pareja sobre la cama y subirse encima de él para iniciar una guerra de cosquillas como un par de críos de apenas cinco años- Venga, a ver si te atreves a decirlo ahora, Ace.


-Para, por favor, para… ¡para!- a Ace le costaba contener la risa. Estaba claro que su amante conocía perfectamente cuales eran sus puntos débiles. Después de unos segundos de tortura, Sabo se detuvo y contempló el rostro de Ace.


-Sabes, echaba de menos esa preciosa sonrisa en tu boca- le dijo el ex capitán inglés mientras se acercaba a sus labios para fundirse con ellos en un corto pero intenso beso.


Sin embargo, el rostro de Ace se volvió serio nuevamente hasta el punto de apartar a su pareja de encima suyo y sentarse en el borde de la cama como antes. Sabo se incorporó y se sentó justo a su lado pero apoyando la cabeza sobre sus rodillas y mirándole de frente a los ojos.


-No sabes cuánto te he echado de menos, Ace- fueron estas palabras las que hicieron que los ojos del rubio comenzaran a taparse con pequeñas gotas cristalinas que caían hasta las piernas de su pareja- Pensaba todos los días en ti, en todo el dolor que te estaría causando al estar lejos de ti, sin poder ayudarte, sin ser tu apoyo y tu confidente, sin  ser tu amado. Eso me rompía el alma y a la vez me daba fuerzas para aguantar. Pero ahora estás aquí, justo delante de mí y eso es lo único que importa. Y si debemos hacer frente a lo que sea, lo haremos juntos, tú y yo contra el resto del mundo, contra todo.


Las palabras y los sentimientos de Sabo dejaron perplejo al conde. Conocía perfectamente desde hace años todo lo que su amante sentía por él pero eran sus palabras, su promesa de estar siempre juntos lo que verdaderamente le preocupaba.


-Tómame, Sabo- pidió Ace a su pareja quedando esta estupefacta.


-Pero, ¡¿qué estás diciendo ahora, Ace?!- preguntó alterado el rubio ante las últimas palabras pronunciadas por su pareja.


- Tómame, destrózame, arráncame, quítame de nuevo esta coraza, hazme el amor como antes, como ahora, hazme tuyo para siempre- repitió incesantemente Ace mientras la voz le temblaba.


-Pero ¡¿qué te pasa a ti ahora?!- Sabo estaba tan agitado, no entendía nada y actuó de la peor forma posible. Su mano se topó con el lindo rostro que más deseaba proteger y que ahora había herido.


Del golpe, Ace cayó desplomado sobre la cama. Sabo se miró la mano horrorizado por lo que acababa de hacer. Sabía que era absurdo pensar en sexo en un momento como éste y después de haberle declarado de esa forma sus sentimientos. Pero, sus actos fueron imperdonables y en ese momento de eso no haber regresado a la vida de Ace para no causarle más daño. Pero todos sus pensamientos cambiaron radicalmente al ver el rostro de su amante.


-Por favor…Sabo…- dijo entre lágrimas el joven conde inglés recostaba sobre la cama.


En ese momento, Sabo entendió que significaban esas palabras. Lo que Ace buscaba no era sexo sino que lo buscaba a él, al apoyo principal de su vida y que pensaba que había perdido de igual forma que le ocurría al mismo.


-Lo siento mucho, Ace, no debí pegarte, yo…- se maldecía el ex militar tras sus repulsivos actos, pero fue callado por unos brazos que se aferraban fuertemente a su espalda y un dulce beso en sus labios acompañado de gotas de agua provenientes de los ojos de su amado.


Entre inquietos besos y torpes caricias, los dos chicos fueron fundiendo sus cuerpos en uno solo, de igual forma que lo hacían antes de haber sido separados por la guerra. Poco a poco, Sabo bajó la camisa del conde mientras contemplaba el cuidado torso de éste que tal delicioso le parecía antaño y ahora.   Del mismo modo, se desabrochó sus ropajes y los desechó a un lateral de la cama, juntando piel con piel, sintiendo más fuerte que nunca todas las emociones que su amor les provocaba en ellos.


Mientras hacían el amor, no podían ocultar los gemidos y sollozos de placer que esto les provocaba. Y entre embestida y embestida, Ace se acercó al oído de su amante y le susurró unas palabras. Sabo casi se paralizó, pero no podía. Se lo debía, debía ser fuerte por él y continuó dándole placer. Su futuro llevaba tiempo predestinado, y eso era algo que ninguno de los dos podía detener.


Pero como se había dicho antes, esta ya era una noche de batallas y eran pocos los que se libraban de  lidiarlas. Esto mismo ocurría en una de las alcobas cercanas. Pero, de nuevo, esta contienda era interrumpida por los ruidos del exterior, aunque esta vez tenían un origen muy distinto.


-¡Entre los sermones de Shyarly a Franky, y los gemidos de Vivi y el otro no hay quien concilie el sueño, joder!- renegaba un joven de oscuros cabellos y piel tatuada que se encontraba recostado en la cama junto a su pareja- ¡¿Es que todo el mundo puede tener vida sexual menos yo?!


Dichosas palabras habían sido pronunciadas en el peor de los instantes y en el lugar menos indicado. Law tardó poco tiempo en darse cuenta que no tenía que haber dicho eso e intentó compensar el desastre pero ya era demasiado tarde.


-Luffy, no quise decir eso. Yo estoy bien como estoy. Puedo esperar hasta que tú…- intentó arreglarlo el apuesto siervo y la sorpresa que se llevó fue realmente grande.


El inocente príncipe inglés ya no lo era tanto. Sin dudarlo ni un momento, cogió la ropa interior del otro con una de sus manos y lo despojó de ella. La otra mano, rápidamente, agarró de forma sorpresiva el miembro viril de su amado para más tarde introducírselo en la boca de forma sensual.


-Luffy, ¿qué haces, no tienes que…?- Law comenzaba a estar alterado por aquellos movimientos sensuales que su amado le hacía a su miembro, incluso le costaba acabar las frases, y más cuando su boca fue tapada por la mano del príncipe.


Luffy continuó introduciéndose el pene de Law en su boca, lentamente al principio, y de forma más agresiva conforme avanzaba el tiempo. Se detenía en la punta del miembro y la lamía con mucha más suavidad y detenimiento. Parecía que estos movimientos provocaban sensaciones terriblemente placenteras al cuerpo de Law.


-Ya no puedo más. Quiero hacer feliz a Torao- se sinceró el joven e inocente príncipe con unas simples palabras pero las cuales valían más que cualquier otras.


-Luffy, en serio, no hace falta que te exijas nada. Yo… tú ya sabes que puedo esperar el tiempo que sea. No quiero que vuelvas a pasar una mala experiencia- contestó apenado el apuesto siervo al conocer los sentimientos de su amor sobre el tema tabú de su relación.


-¡No!- chilló Luffy rotundamente. Al instante, su bello y jovial rostro comenzó a nublarse entre baños de lágrimas incesantes- ¿Qué pasa…-al joven le costaba decir el miedo que recorría sus pensamientos desde hace un tiempo- ¡¿Qué pasa si es nuestra última noche?!


Law se quedó sin decir palabra tras esta pregunta y la forma de clamarla. En su cabeza se había posado la posibilidad de un final realmente oscuro el día de mañana pero de ahí a que este se hiciera realidad… realmente no quería ni pensar en esa posibilidad. Pero parece que esta vez, el joven e idiota príncipe inglés había sido el más sensato de los dos y cuando se encontraba en medio de estos turbios pensamientos, la voz de su pareja lo regresó de nuevo al mundo, a la realidad.


-Estoy cansado de ser un inútil, de ser una persona que tiene que ser protegida por los demás y que causa tanto daño a aquellas que ama. No puedo más- revelaba Luffy mirando de frente a los ojos azabache de Law- Quiero ser fuerte, como un bravo pirata de los cuentos que me leía mi hermana por las noches y sobre todo, enterrar de una vez el fantasma de ese Flamenco de una vez por todas.


-Luffy…-Torao se quedó casi mudo, apenas podía articular palabra ante la determinación del que hasta ahora había sido su vulnerable y preciado tesoro.


Pero al igual que había hecho Luffy, Law debía tomar su decisión, la que le marcaría su destino el día de mañana y el resto de días de su vida. Giró el rostro de Luffy con ternura para mirarlo directamente a los ojos y le reveló su resolución.


-Luffy, ¿recuerdas lo que dijiste, lo que sentiste cuando te dieron ese sombrero de paja nuestros amigos de Nueva York? Dijiste que ese sombrero era el símbolo de la unión de esa nueva familia que se había creado- Law intentaba llegar a alguna cosa pero a su pareja le costaba seguirle- Yo soy como ese sombrero. No, yo quiero ser como ser el sombrero. Ser el vínculo que una nuestra familia, tú y yo, por y para siempre. Además, tú no eres débil, tienes una voluntad que moviliza a la gente, eres pura bondad y eso por eso que deseo protegerte a toda costa, porque yo soy tu sombrero protector y tú eres mi preciado tesoro y te prometo una cosa, jamás dejaré que tu felicidad se torne oscuridad. Haré lo que sea necesario por protegerla.


Era, en esta ocasión, el inocente Luffy quien era incapaz de pronunciar ni una sola palabra. Sus lágrimas y llantos lo hacían imposible. Pero no lo necesitaba, ya todo estaba dicho. Sus sentimientos, su determinación y su resolución. Solo bastaba una cosa más, unir sus cuerpos por y para siempre como antes había jurado el más mayor.


Con suavidad, Law recostó a su pareja sobre la cama y comenzó a besarlo incesantemente, pero cada beso de forma distinta y con más intensidad que el anterior. Primero, eran besos más cortos y dulces que ruborizaban el semblante del joven príncipe y, pronto, pasaron a otros más prolongados para saborear más detenidamente el sabor de éste. De la misma forma, los besos se prolongaban a varias partes del cuerpo, desde las mejillas hasta las intranquilas orejas pasando varias veces por el cuello. Poco tiempo pasó antes de que Law despojara a Luffy de sus ropas y de igual forma hiciera con los suyos propios. Los dos cuerpos estaban totalmente desnudos, pero no eran extraños para ninguno de los dos. Simplemente, estaban a punto de sentir emociones que anteriormente no habían experimentado.


De los besos por el cuello, Law se pasó a la tortura del torso, jugando con los sensibles pezones de su amante y sonrojando tanto como podía a éste. Lamía un par de veces esa zona hasta dejarla bien húmeda y ya se podía escuchar algún que otro sonido saliente de la boca de Luffy. Sin duda, Law se estaba tomando su tiempo, disfrutando de cada recoveco del cuerpo de su amado, pero era éste quien estaba impacientado y le pedía más. Con su mano, lo dirigió hacia la parte inferior de su cuerpo, hacia sus partes íntimas.


En cierto modo, a Law le gustaba que Luffy le dijera que era lo que necesitaba, le despejaba sus dudas sobre si realmente estaba preparado para lo siguiente. Ahora, era momento de que el siervo cobrará venganza por los acechamiento sorpresivo a su pene hace apenas unos minutos.  De nuevo, comenzó a lamer el pene de Luffy con mucha más lentitud y detenimiento hasta pasar a una forma más sensual  e incluso agresiva, donde incluía varias series de lamer la punta del miembro erecto o también, pequeños mordisquitos a éste que producían unos placenteros gemidos en el joven príncipe. Pero todos estos juegos ya no bastaban, Luffy deseaba más. Deseaba probar lo que todavía desconocía.


Tras jugar un rato con su pene, Law levantó a Luffy, le puso un par de cojines por debajo de la espalda y lo elevó. De esta forma, tenía una mejor visión y un mejor ángulo de la entrada de su amado. Cuando la observó, complacientemente, se relamió los labios cosa que elevó a la cara de Luffy a rojo absoluto. Con su lengua, humedeció la entrada y posteriormente introdujo un dedo. Para su sorpresa, Luffy no se quejó, encrespó un poco el cuerpo pero nada más por lo que decidió introducir otro más. Ahora sí, el pequeño príncipe comenzó a sentir algo de dolor en la zona inferior de su cuerpo, cosa que se podía percibir en sus movimientos, en la forma de respirar e incluso en los sollozos que salían por su boca. Pero fueron las caricias y las palabras de Torao las que le calmaron para poder continuar. Law sabía que con dos dedos no bastaba, era necesario uno más y para evitar más dolor, lo lamió. Esta acción estimuló de forma placentera a Luffy, hasta el punto de provocarle el gemido más sonado de la noche, hasta el momento. El tercer dedo ya había sido introducido, con algún que otro contratiempo, y ahora tocaba moverlos para ensanchar más la entrada para los actos venideros. Con lentitud y suavidad, movió los tres dedos en el interior del príncipe haciendo incluso que la saliva que había derramado comenzara a salir por el orificio. Pasó un rato hasta que Luffy le dio permiso para continuar.


Law, con la mayor delicadeza del mundo, aproximó su miembro a la entrada de su amado y lo introdujo. Fue aquí cuando el cuerpo de Luffy se encrespó en mayor medida y no pudo evitar aferrarse al cuerpo de su pareja. Tardó un tiempo hasta que el joven se había acostumbrado a la sensación, y Law pudo empezar a moverse. Comenzó de forma prudente, con un ligero vaivén mientras agarraba fuertemente las piernas de su pareja y lo miraba directamente a los ojos. Pero poco a poco fue subiendo la intensidad. Las embestidas fueron mayores, más rápidas, más lujuriosas. Sus cuerpos se encontraban cien por cien unidos y ninguno de los dos lo lamentaba, es más, lo disfrutaban gratamente. Los gemidos del joven príncipe no paraban de resonar por toda la habitación y nada hacían envidiar a los de su hermana de hace un rato. Pero no solo Luffy recibía placer, Law estaba al máximo de su excitación. Tener a su amado de esa forma, gimiendo y sollozando su nombre, realmente no lo podía describir con palabras. Eran sensaciones indescriptibles.


Durante las embestidas, la pareja había probado varias posturas, pero sin duda, a Law la que más le gustaba, o más le excitaba era en la que podía ver de frente a Luffy. Además, podía acercarse a él y darle besos mientras empujaba. Pero parecía que el final se acercaba.


La respiración de ambos comenzaba a acompasarse la una con la otra, el sudor de sus cuerpos era realmente notable y sus corazones latían a una velocidad desorbitada. Law embestía cada vez más, y Luffy sollozaba sin parar. Tal era la excitación que el líquido preseminal comenzaba a abrirse paso entre sus cuerpos. Ambos estaban a punto de correrse y lo sabían. Se miraron a los ojos sin decir nada, pero en el fondo ambos estaban diciendo te quiero al otro. Law se acercó a Luffy y lo besó apasionadamente sin detener sus movimientos. Al mismo tiempo, los dos chicos dejaron escapar su semen por todo su cuerpo.


Tardaron unos segundos hasta recuperarse. Su respiración continuaba agitada  aun cuando ambos estaban ya recostados sobre la cama. Ahora no le temían a nada ni nadie, sus miedos habían sido vencidos y estaban dispuestos a luchar por su felicidad costará lo que costará. Pero donde unos habían llegado a encontrar algo de paz tras ese día de revelaciones locas, otros estaban a punto de hundirse en un camino sin retorno.


-¡Si quieres acabar con esta relación, hazlo de una maldita vez!- esa declaración se escuchó proveniente de una de las habitaciones donde se alojaban los invitados.


-De verdad… ahora no sé qué sería lo mejor- contestó a esa terrible afirmación una voz masculina quien estaba envuelto en un mar de dudas.


-¡Cállate!- gritó rotundamente el otro individuo tras escuchar aquellas sentenciadoras palabras- Cállate, cállate, ni lo pienses. No puedes…no…


Por primera vez, aquel hombre que estaba en medio de un mar de nervios y furia se acercó al otro. No de forma rebotada, sino más bien con un terrible dolor en su pecho como jamás había sentido. Pero aunque intentaba calmarse, los nervios volvían a apoderarse de él y de su angustia.


-¡¿Estás aceptando que todo esto es falso?! Que estos sentimientos que guardo en mi corazón como lo más valioso de mi vida, son fruto de una ilusión destinada a sucumbir al mundo en la oscuridad. ¡No lo acepto, me niego!- dijo agarrando a su pareja y aprisionándola contra la pared. Fue allí cuando sus sentimientos afloraron y las lágrimas comenzaron a desbordarse por sus ojos empapando el rostro de su amado quien apenas estaba a escasos centímetros de él- No puede ser que te hayas rendido tan fácilmente después de todo lo que hemos pasado…no puede ser…


-Zoro…-su rubia pareja se limitó a decir el nombre de su amado.


En realidad sentía la misma frustración que estaba experimentando el peliverde. Pero era incapaz de borrar de su mente una certeza, la cual, si la decía, ponía fin a su relación. La certeza de que todo por lo que tanto habían pasado y que para Zoro era tan importante, y para él mismo, todo eso había sido predestinado con anterioridad para un fin mayor y, ahora, no sabía si era dueño de sus propios actos o no. Sin embargo, en estos instantes solo podían calmar su dolor, apaciguarlo hasta que todo se solucionara y, lo más importante, pasar todo el tiempo posible juntos, por si era el último.


Sanji posó su mano derecha sobre el rostro lloroso de su amante y secó con dos de sus dedos, las lágrimas que se desprendían. Posteriormente, le agarró la cabeza con ambas manos, la acercó y le besó. Era un beso agridulce, lleno de contrastes: el más puro amor y el sufrimiento más castigador del mundo. Pero no por ello, la pasión que ambos sentían era una mentira. Mientras el rubio besaba profundamente a su novio, fue éste mismo quien colocó sus manos sobre los glúteos del otro. Eran unas manos intranquilas, incluso se podría decir temblosas, las cuáles se guiaban más por puros actos reflejos que por sentimientos. Pasaron unos segundos hasta que ambos chicos se separaron de nuevo. El silencio invadió la estancia por unos segundos mientras ambos jóvenes se miraban.


Sanji comenzó a desvestirse. Primero, desabotonó la camisa blanca que portaba y, posteriormente, la desechó sobre el suelo. Zoro miraba extrañado las acciones de su pareja, pero éste no se detuvo. El rubio desabrochó el cinturón de sus pantalones y lo lanzó lejos de donde se encontraba. De igual forma trató a sus zapatos y a sus calcetines. Con brusquedad, bajó sus pantolones y se los quitó. Tal era la brusquedad, que al mismo tiempo que se despojó de sus pantalones, también lo hizo de su ropa interior. Ahora el rubio estaba completamente desnudo ante su incrédulo novio. Despojado de cualquier ropaje, de cualquier destino y, en especial, despojado de cualquier sentimiento.


En todo momento, el peliverde era incapaz de apartar la mirada de aquello que era inverosímil para él de creer. Aquella frialdad que mantenía el rubio no era normal y cada vez lo estaba enfureciendo más. Y llegó la gota que colmó su paciencia.


-Zoro, hazme tuyo- dijo el rubio en tono sensual a la vez que guiaba con la mano a su destinatario.


Sin poder detenerse, cosa que el marimo hubiera deseado más que nunca, se abalanzó sobre Sanji pero no de la forma que éste estaba esperando. Con firmeza, le golpeó el rostro con una palmada que resonó en toda la habitación. Definitivamente, los dos habían llegado a un punto de no retorno. El rubio estaba con los ojos sin pestañear, con la cara todavía girada y con la mejilla rosada tras la cachetada recibida. Por otra parte, el peliverde, en lugar de estar arrepentido, parecía que aún no lo había expresado todo.


-¡¡¡Qué coño estás haciendo Sanji!!! ¡Estás idiota o qué te pasa! ¡¡¡¿Piensas que me vas a complacer con tu cuerpo, como una puta, joder?!!!- estaba claro que las acciones del rubio habían cabreado fuertemente a su pareja- Si es que piensas contentarme de esta forma, tendré que aceptarlo y tratarte como a una ramera, ¿verdad, cocinero de mierda?


La diabólica expresión que se posó sobre el rostro del marimo al decir estas últimas palabras asustó como nunca al de ceja rizada. Pero no tuvo tiempo de pensarlo cuando su cuerpo había sido atrapado, nuevamente, por los brazos de Zoro, pero de forma muy diferente esta vez. Le aferraba fuertemente, sin darle la posibilidad de soltarse a pesar de los forcejeos del rubio. Con una de las manos, Zoro se quitó los pantalones y sacó su pene por fuera de la ropa interior. Sanji le miró ya que sabía cuál era su intención pero de nada le sirvió intentar detenerle. Como ya había dicho, era un viaje de no retorno.


De forma brusca, sin preparación y sin sentimiento alguno, Zoro introdujo su pene en el cuerpo de su amante. En un instante, el cuerpo entero del rubio se tensó porque estaba claro que sentía mucho dolor, tanto físico como emocional. Pero eso es algo que para su pareja era insignificante en estos momentos. El marimo comenzó a moverse.


-Para, para…por favor…Zoro- Sanji intentaba hacerle entrar en razón mientras que se desbordaban sus propios movimientos.


Pero, de nuevo, se hicieron oídos sordos. Las embestidas cada vez eran más duras, incontroladas, con exceso de velocidad y sin nada de cuidado a pesar de las súplicas de su amante. De vez en cuando y cuando las fuerzas volvían al cuerpo del rubio, éste intentaba liberarse. Pero era imposible, el marimo no lo soltaba ni un milímetro y continuaba sus bruscos movimientos.


-Así no… yo no quiero así… Zoro…- intentaba darle a entender que le estaba haciendo realmente daño, casi como una violación.


Pero el rubio no era el único que estaba sintiendo dolor. Zoro era incapaz de responder debido a que estaba ido. Su furia y su tristeza le habían evadido de la realidad y eran sus instintos los que estaban respondiendo por él. Sanji quería escapar, jamás había estado tan aterrado como ahora. Se sentía peor que un objeto y lo peor es que no culpaba a Zoro por sus actos, sino que se culpaba a él mismo.


-Zoro… lo siento… no quise que esto pasara… lo siento- con la voz entrecortada y con la respiración agitada, Sanji estaba intentando redimirse aunque sabía que el dolor ya había sido causado- Me merezco todo lo que me quieras hacer porque soy tuyo…


De repente, el torso del cocinero comenzó a estar húmedo. Era una especie de hilillo de agua que procedía de arriba, más concretamente, del interior de las corneas verdosas del marimo.


-Idiota- se limitó a decir el recién despertado marimo al mismo tiempo que aflojaba la velocidad de sus movimientos y de su descontrol- No vuelvas a tratar de esa forma nuestros sentimientos, ¿vale?


-Vale- contestó el rubio, por primera vez en toda la noche, con una sonrisa en su rostro- Lucharemos contra el destino, ¿de acuerdo?


El peliverde simplemente asintió. No le dio tiempo a contestar cuando su líquido comenzó a esparcirse por el interior del rubio. De igual forma, el semen de Sanji quedó esparcido por su esbelto torso.


-Te quiero, baka-marimo- dijo Sanji con un beso dulce en la mejilla del peliverde.


-Yo también te quiero, ero-cook- respondió de igual forma Zro, pero esta vez, con un beso directo a los labios.


-¿Eh? ¿Qué han sido esos motes?- se preguntó intrigado el rubio.


-No le des más vueltas, ero-cook- contestó Zoro sin darle importancia.


-Ves, lo has vuelto a decir- seguía insistiendo el rubio.


-Cállate y duérmete, que mañana tenemos que luchar contra nuestro destino- respondió Zoro y de esta forma, Sanji lo pasó sin darle más vueltas.


Pero intentar cambiar su destino era una labor realmente difícil y de eso sabía perfectamente la última pareja de esta velada nocturna. En una de las estancias principales del castillo, situada en uno de los torreones más altos, se encontraba el causante de todo. Con su pelirroja y corta melena al viento, miraba al horizonte nocturno a través del balconcito de su habitación. Mientras, en la cama, un cuerpo desnudo aparentaba dormir plácidamente para contemplar a escondidas al hombre asomado por el balcón.


La noche estaba en calma.  La marea estaba tranquila y apenas se escuchaba el vaivén de las olas al chocarse con las rocas del acantilado. Las aves no cantaban, ni siquiera hacían acto de presencia y las estrellas, que decir de ellas, iluminaban el apaciguado océano como si de fuegos artificiales se tratara. Y allí, entre tanta belleza natural, estaba él. El hombre que solo podía ver una cosa delante suya, sus remordimientos. Su mirada andaba perdida en el horizonte y, de igual forma se encontraban sus pensamientos. Solamente un sentimiento de culpa y frustración invadía su cuerpo.


-Si al menos pudiera asegurarles su futuro…-  a causa de su furia y su culpa, él fuertemente agarraba con ambas manos la barandilla de hierro del balcón. Tal era la fuerza que se formaron yagas en su mano, las cuales, acabaron reventadas de sangre-Mierda… todo es mi culpa…


-¡No!- una voz masculina contestó de manera rotunda mientras su silueta iba iluminándose con la luz lunar. La voz pertenecía al hombre en cueros que acababa de levantarse de la cama.


-Mihawk- se sorprendió el pelirrojo al ver a aquella persona levantada- No quise despertarte.


-Déjame- dijo escuetamente el hombre que acababa de aparecer y provocó una cara de asombro al pelirrojo.


-¿Eh?- por un minuto, el pelirrojo se asustó por aquella palabra.


-Déjame tus manos, tendré que curarlas, o ¿pretendes comandar la batalla mañana con esas estúpidas heridas en tus manos?-bromeó el hombre de morenos cabellos mientras tendía una mano al otro.


El pelirrojo simplemente aceptó la ayuda de su pareja. Mihawk se adentró a la habitación en busca del botiquín de medicinas. Cuando ya las tuvo, regresó de nuevo al balcón donde le esperaba el pelirrojo. Con mucha paciencia y alguna que otra queja de su amante, fue curando las heridas.


-¿Recuerdas el día que nos conocimos?- preguntó el de oscuros cabellos mientras esparcía el ungüento sobre las yagas.


-Cómo olvidarlo, pillé la mayor borrachera de mi vida en nuestra batalla de beber, jajaja- a Shanks se le posó una agradable sonrisa en el rostro al rememorar aquellos recuerdos valiosos- Pero aun así te gané, jajaja.


-Cierto. Pero es un privilegio que seas tú el único que lo recuerde- de repente, la sonrisa de Shanks se volvió tristeza y dolor por las palabras pronunciadas por su pareja- Yo sé todas estas historias porqué tú me las has contado pero yo, yo no conozco vida más allá de esta ilusión.


-Lo siento, Mihawk, me gustaría que fuera de otra manera…- se disculpó apenado el pelirrojo.


-Te equivocas, no te estoy culpando de nada. Tú eres la persona que más ha está sufriendo y está luchando por recuperar nuestras vidas, las de todos. No soy capaz de plantearme como es vivir con dos vidas diferentes. Si al menos te hubiese aliviado de alguna manera el dolor- explicaba Mihawk a Shanks para que éste entrara en razón- Por eso no te culpes, no te culpes por intentar salvar las vidas de las personas. Estoy seguro que todas ellas lo entienden de esta forma.


-Mihawk…gracias… lo necesitaba…-las palabras de su pareja llenaron de calor el corazón afligido del pelirrojo- ¿Qué haría yo si no estuvieras en mi vida?


-Seguir siendo un espadachín borracho que va de taberna en taberna, jajaja- contestó entre risas el de ojos de halcón, cosa que se contagió al pelirrojo también.


-Oye Mihawk, esta puede ser nuestra última noche juntos…- empezó a decir el pelirrojo pero acabó siendo interrumpido por el otro chico.


-¡No digas esas cosas, hombre!- le reprochó su pareja.


-¿Podríamos hacerlo?- preguntó maliciosamente el pelirrojo.


-Pero, ¿es que no te ha bastado con lo de antes?- le replicó de nuevo Mihawk a su pareja- Al final acabarás reventándome el ano.


Pero a pesar de todas las quejas del mundo, Mihawk acercó su cuerpo al del pelirrojo, le rodeó con sus brazos y le besó. Un beso dulce y apasionado al mismo tiempo. Un beso que consolidaba la unión de aquella longeva pareja, que unificaba aún más su conexión. Un beso que fue contemplado vergonzosamente por una joven pelirosa.


-Uiiiii, papi y mami están haciendo cosas de mayores- dijo la inocente chica mientras se tapaba el rostro sonrojado por contemplar aquella escena. Justo cuando la joven intervino, los dos hombres se separaron súbitamente.


-¡Perona, hija!, ¿qué haces levantada a estas horas?- le recriminó el pelirrojo a su hija- Además, ¿Cuántas veces te hemos dicho que no levites?


Sobre esta última pregunta había que hacer una aclaración. Perona estaba levitando en el aire, asomada por el balcón. Otra de sus peculiaridades como bruja dimensional.


-Pero papi, es que tuve una pesadilla y no podía dormir- contestó kawaiimente la chica.


-No es excusa- sin duda, la actitud del pelirrojo hacia su hija era realmente dura, tal y como se había mostrado durante el día de hoy.


-Shanks, no seas tan dura con tu hija- regañó el moreno al pelirrojo- Venga vamos a la cama. Además, hace tiempo que no dormimos los tres juntos.


-¡Bien!- gritó contenta Perona abalanzándose sobre la cama y metiéndose entre las sábanas- Por cierto mami, ¿por qué vas desnudo?


-Eh…bueno… es que…- fue una pregunta indiscreta y expuesta en el peor momento, por eso, Mihawk fue incapaz de responder.


-Cosas de mayores, hija- respondió el pelirrojo por su pareja mientras esta se acercaba a su ropa y se colocaba unos pantalones para dormir- La consientes mucho, Mihawk.


-Pero, ¿no crees que es un buen recuerdo juntos que los tres podemos rememorar?- le contestó Mihawk mientras ambos se metían en la cama arropando a su hija que dormía en medio. Esta pregunta alegró a Shanks e hizo que pudiera dormir plácidamente.


A la mañana siguiente, en la misma habitación…


-Mihawk, tenías razón, no era una mala idea eso de dormir junt…- pero el pelirrojo no pudo acabar de hablar cuando al voltearse contempló una escena horrible.


-Buenos días, Halcón Rojo o debería decir, Shanks “El Pelirrojo”, capitán Yonkou y antiguo aprendiz de la tripulación del rey de los piratas- sobre la cama había un hombre de melena larga y oscura, sombrero de copa, ropajes blancos y un peto morado.


El hombre mostraba una sonrisa realmente maléfica y su corazón albergaba una gran cantidad de oscuridad. Aquel sujeto tenía por nombre Laffitte, subordinado del general alemán Marshall D. Teach. En definitiva, un terrible enemigo que ya había hecho su movimiento. Con una daga, tenía sometida a la hija del pelirrojo entre sus manos, tapándole la boca para que no gritará.


-¡¡¡Mihawk!!!- pidió auxilio el pelirrojo a su pareja, ya que sabía que si este usaba sus poderes, podía recuperar a su hija.


-No te molestes, ya me encargado de cualquier imprevisto- sonrió maliciosamente aquel individuo mientras el rostro del pelirrojo se ponía mucho más aterrado al ver el cuerpo de su pareja inmóvil y con un cuchillo clavado en el corazón-Espero que disfrute de la guerra, señor Shanks, jajaja.


Tras decir estás palabras, a Laffite se le alzaron un par de alas blancas en su espalda y salió volando por la ventana con la joven Perona entre sus brazos. Shanks les persiguió hasta el balcón, viendo sus mayores temores hechos realidad. De repente, un cuerno de batalla sonó por todos los alrededores del castillo. Los habitantes y los invitados de la fortaleza se alzaron rápidamente de la cama y marcharon hacia la ventana. Ante ellos había aparecido de la nada el ejército enemigo extendiéndose hasta lo más lejos del horizonte. Pero lo que más sorprendía no era el número de individuos que conformaban el destacamento militar, sino la fisionomía de estos. Hombres pez, colosos y gigantes, centauros, hombres alados y toda clase de sujetos extraños y de criaturas inimaginables provenientes de mundos lejanos. Y en lo más alto del acantilado, capitaneando a sus hombres, la persona que había que derrotar, Marshall D. Teach.


-Que dé comienzo la ABSOLUTA OSCURIDAD- gritó Teach a través de un megáfono para dar inicio a la batalla final.

Notas finales:

Bueno, solamente dar las gracias por leer mi historia, pedir de nuevo perdón por el retraso y que si tenéis un poco se tiempo, que me escribáis un review que me hace mucha ilusión.


 

 


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