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Natural por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Es hora de que Nyrn conozca la cueva y el manantial dónde Skoll se baña....

 

 

- - - - - - 

 
En la mañana, cuando Miley preparó el baño, Skoll se sentía inquieto. Había dormido en el bosque y Nyrn lo regresó temprano a su alcoba, pero, aunque no hubo un acercamiento tan íntimo como en la habitación, el ojiverde sí le dejó marcas, no solo en el cuello y hombros, sino en el pecho, torso y abdomen; eran tantas y tan notorias que el menor estaba consciente que sus sirvientes las verían, si no en el baño, sí cuando lo cambiaran.
 
Oren y Miley sonrieron condescendientes y le juraron que guardarían silencio sobre esa situación, aún sin saber a qué se debía en realidad, pero no sabían cómo lo tomarían los sacerdotes; así que, entre los tres, idearon una pequeña excusa, diciendo que era una especie de urticaria, por una de las hierbas del jardín. Así, si les llegaban a preguntar, ellos cubrirían al niño en la mentira.
 
Ese día, el peliblanco agradeció que su padre no le pusiera mucha atención. Bartod estaba demasiado ocupado con los preparativos para la visita de las familias; solo tenían una semana y había muchas cosas que hacer, entre la comida, la bebida, preparar los salones, adornos y recámaras, todo su tiempo se reduciría a cero para ponerle atención a los errores de su hijo y también, debía ser ayudado por su esposa Didik. Debido a esa situación, el menor tendría un tiempo solo y eso lo puso de buen humor.
 
Cuando Skoll estuvo en el templo, los hombres que lo desvistieron se mostraron intrigados por las pequeñas marcas y él les mintió; algunos de ellos no creyeron su excusa, pero, entendían que no debían inmiscuirse en la vida del sumo sacerdote, por tanto, también guardaron silencio. Desde que el albino había sido aceptado por el Dios, todos esos hombres lo miraban con mucho más respeto que, incluso, a Bartod, pues nadie más que ese niño, había sido aceptado con una cantidad tan grande de flores de sangre y eso lo hacía especial.
 
El peliblanco pasó las horas de meditación en completa calma, aunque en el fondo, estaba emocionado y temeroso a la vez; emocionado, porque Nyrn lo acompañaría esa noche nuevamente, pero temeroso, porque sería cuando la cueva estuviera completamente oscura y, a pesar de todo, le daba miedo.
 
En esa ocasión, al volver a su hogar cenó solo, pues sus padres habían salido a hacer un recorrido en las villas cercanas a medio día, para que la comida de la fiesta, que sus otros familiares iban a suministrar, fuera llevada al palacete a la brevedad; por lo tanto, no iban a regresar hasta el día siguiente. Por primera vez en años, Skoll disfrutó una comida, tranquilo y sin presiones.
 
Al regresar a su alcoba, buscó una de las mejores túnicas que tenía, pues si iba a regresar al manantial, debía ser de manera adecuada. No fue a la biblioteca por otro libro, pues Nyrn le había dicho que ese día no podría leer, así que solo esperó con paciencia, hasta que el palacete se quedó en completo silencio.
 
El ojirrojo abrió la puerta de cristal para salir al balcón, cuando Nyrn apareció justo frente a él, sorprendiéndolo.
 
-Hola – sonrió el rubio.
 
-Mi señor… – el menor ahogó un grito y su respiración se agitó – me… me asustó…
 
-¿Por qué?
 
-Pensé que era un guardia – su sonrisa tembló.
 
-No, todo el mundo duerme, no te preocupes – el ojiverde lo sujetó de la mano y lo abrazó, buscando el cuello para olerlo y disfrutar del aroma – delicioso… – susurró pasando la lengua por la piel que alcanzaba.
 
Skoll se estremeció por la caricia y sonrió.
 
-Vamos, llévame a la cueva – ordenó el mayor, caminando de la mano con su compañero.
 
El peliblanco asintió y lo llevó hasta el templo, pero antes de llegar, esperaron detrás de unos árboles. Skoll sabía que el santuario era custodiado por los sacerdotes y generalmente hacían rondines nocturnos; cuando él se quedó una temporada en ese lugar, mientras aprendía lo básico de ser sacerdote, en las noches escuchaba como cada cierto tiempo, pasaba uno con una linterna y una campanita, anunciando su paso.
 
Cuando vieron al hombre pasar, se movieron con rapidez hasta llegar a la cueva. El ojirrojo titubeó al estar en la entrada, obviamente estaba tan oscuro, que no alcanzaba a ver absolutamente nada.
 
-¿Pasa algo? – Nyrn le observó con curiosidad.
 
-Es que… está muy oscuro – respondió el niño.
 
-Tranquilo – el ojiverde le sonrió – vienes conmigo…
 
El rubio lo levantó en brazos y se introdujo a la cueva. Nyrn caminaba con seguridad y aplomo; parecía conocer todo el recinto y, no necesitar de luz. Cuando llegaron a la cámara subterránea más grande, el mayor dejó a Skoll en el piso, levantó la mirada y observó el agujero en el techo, que apenas era perceptible. Con un chasquido, las plantas del exterior empezaron a responder; lianas y enormes ramas entraron por la abertura y todas brillaron con intensidad, dando luz al interior.
 
-Se ve mejor, ¿no lo crees?
 
Skoll observó maravillado como todo era completamente visible, incluso, mucho más que durante el día, cuando se bañaba.
 
-Hay muchas plantas que tiene propiedades luminiscentes – Nyrn observó la cueva, escudriñándola con interés, mientras explicaba – pero, la gran mayoría solo responde a mis mandatos – apenas terminó, caminó hacia la orilla del manantial.
 
El ojirrojo lo siguió y, se hincó a un lado, empezando a murmurar un cántico.
 
-¿Qué haces? – el rubio levantó una ceja.
 
-Ah, pues… cuando estoy aquí, antes de entrar, debo pedir permiso y agradecer – respondió.
 
-¿A quién?
 
-Pues… a… a usted – dijo con vergüenza.
 
Nyrn entrecerró los ojos, guardó silencio un momento y suspiró – no tienes que pedirme permiso de esa manera – negó con cansancio mientras entraba al agua.
 
Cuando los pies de la deidad estuvieron dentro, sintió algo diferente, algo que no comprendía; aunque el agua era cristalina, al fondo, las rocas y la tierra, eran color ocre brillante. Ese era un manantial especial, de alguna manera le parecía la misma agua al lago en el cual vivía pero, tenía algo más; había algo distinto, algo que le recordaba otro lugar especial, aunque en ese momento, no podía definir por qué, a pesar de que caminó hasta ya no sentir nada bajo sus pies y quedar flotando en la superficie, disfrutando el agua que cubría su cuerpo.
 
-Skoll, ¿desde cuándo…?
 
Nyrn no terminó la frase, pues al girar el rostro, observó como el menor se estaba desvistiendo, dejando caer la túnica larga que portaba y quedando completamente desnudo. El ojirrojo no podía usar cualquier ropa en esa agua sagrada y solo empleaba una túnica en específico, pero esa la guardaban los sacerdotes, así que, no quería hacer algo inapropiado.
 
Skoll respiró profundamente, pues sabía que el agua estaría demasiado helada y después, sin pensar, simplemente se metió de un pequeño salto, hundiéndose por completo, en una de las partes más profundas. El albino salió momentos después y se sujetó a la orilla, respirando con agitación; eso preocupó al rubio quien, en un instante, llegó a su lado.
 
-¿Estás bien? ¿Qué paso? ¿Te hiciste daño?
 
-No – tiritó – es solo que… está fría – sonrió y respiró profundamente para calmarse.
 
-¿Fría?
 
-Sí – asintió el ojirrojo, pasando la mano por su frente, haciendo su cabello húmedo hacia atrás – el agua para mi es helada, pero, supongo que para usted está bien…
 
-Ciertamente – asintió el mayor y le acarició una mejilla – entonces, a pesar de que tiene tan baja temperatura para ti, ¿siempre te bañas aquí?
 
-Sí – Skoll miró alrededor – purificarse en este lugar, es una obligación de los sumos sacerdotes.
 
-¿Desde cuándo?
 
-No lo sé, hace siglos – se alzó de hombros – según tengo entendido, solo la familia Eroim puede entrar aquí…
 
Nyrn observó con seriedad al niño, buscando un dejo de duda, por si le mentía, pero no había nada, él le decía la verdad, entonces, ¿por qué no estaba tan seguro de que las palabras de Skoll fueran ciertas? ¿Podría estarle mintiendo? ¿Acaso el peliblanco podría atreverse a engañarlo?
 
Suspiró, no quería creer eso, pero tampoco podía confiar del todo en los humanos.
 
-¿Mi señor? – el ojirrojo buscó la mirada de la deidad, quien se había quedado en silencio.
 
Nyrn sonrió. Tal vez no podía confiar del todo en los humanos, pero Skoll no parecía querer engañarlo, así que, decidió que no era el momento de pensar en eso. Sin dudar más, abrazó al menor y lo levantó un poco, hasta besarlo en los labios; pero, al hacerlo se alejó inmediatamente, respirando con agitación.
 
-¿Pasa algo? – Skoll no entendía por qué el otro se había apartado con tanta rapidez, cuando apenas estaba empezando a disfrutar del beso.
 
Nyrn no respondió, sus ojos se habían nublado por completo y una vez más, besó a Skoll, pero esta vez con demanda y necesidad. El menor sintió la fuerza excesiva que el rubio estaba imprimiendo y, aunque trató de alejarse, no pudo hacerlo; dejó de oponerse, si lo hacía, le dolería más. El mayor lo besó hasta que se cansó, mordisqueando sus labios y succionando la lengua; después, bajó por el cuello, mordiendo con saña y chupando sin consideraciones.
 
-Mi… mi señor… espere… por favor… – el peliblanco gimió de dolor.
 
La deidad no se detuvo, siguió probando el cuerpo de Skoll y, cuando llegó al pecho, mordió con tanta fuerza un pezón, que obtuvo algo de sangre. El ojirrojo ahogó un grito de dolor, pero no pudo evitar que sus lágrimas empezaran a resbalar; mientras tanto, Nyrn degustó el liquido rojo y se quedó inmóvil.
 
-Sangre… – susurró contra el delicado botoncito que había lastimado – flores de sangre… – repitió con asombro, había encontrado la diferencia.
 
De alguna manera, la fragancia del peliblanco se parecía a las flores de sangre, cuando los capullos reventaban; no solo la piel del menor estaba impregnada de ese perfume, de las flores que representaban a la deidad, sino que su sangre y su saliva tenían un poco de ese aroma, mezclándose con el propio del albino, dándole un sabor único y perfecto. Eso era lo diferente que tenía Skoll a toda su familia; eso precisamente, era lo convertía al peliblanco en alguien distinto y único
 
-Mío… – sonrió contra la piel, pasando la lengua por la herida – eres completamente mío… – aseguró con emoción, incorporándose hasta besar los labios de Skoll – eres solo para mí… – dijo con ansiedad – y nadie tiene el derecho a tocarte, más que yo… – sentenció.
 
Skoll gimió ante esas palabras, pues le habían gustado en demasía; se aferró a los hombros de su Dios, ofreciéndole la boca para un nuevo beso, mismo que el ojiverde no rechazó.
 
Nyrn no entendía por qué solo sucedía con ese niño, pero posiblemente tenía que ver la enfermedad que lo aquejaba, así que, necesitaba saber más de la misma y el cómo, el agua de ese lugar se conectaba a cierto lugar inaccesible. Mientras tanto, seguiría probándolo y ahora, con mayor razón, al saber que había algo que lo unía a él, de una manera distinta a cualquier otro sacerdote de la familia Eroim.
 
 
* * *

Notas finales:

Espero hayan disfrutado el capítulo...


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