Natural por Ojou_Sama_F

El albino estaba recostado en la cama de su habitación; acababa de tomar una ducha y esperaba el desayuno. Era su segunda luna llena como sumo sacerdote y esta vez, podía disfrutar los privilegios de serlo; debía descansar ese día en su alcoba, por lo cual no tenía que hacer sus actividades diarias, ni ir al templo. Su padre no lo regañó; como los sacerdotes le comentaron de las flores de sangre que encontraron en las piedras, pasó por alto el hecho de que se había quedado dormido.
 
-Aquí está – anunció la pelirrosa al dejar una mesita de cama frente al ojirrojo – Oren se encargó de que le prepararan el mejor desayuno – sonrió con emoción – y le traje manzanas del huerto, ya empiezan a recoger las frutas en los campos y pronto, traerán más variedad…
 
-Gracias Miley – Skoll sonrió – y sí, ya es tiempo de cosechas, la próxima luna llena, debo dar gracias por ello…
 
-En dos lunas más, empezarán los vientos helados – la chica caminaba por la habitación, buscando las vestimentas del niño, que iba a lavar ese día – tendremos que preparar sus ropas de invierno y apresurar a los sacerdotes para que confeccionen sus túnicas para esta temporada, además, ya es tiempo que tenga sus túnicas propias – dijo con emoción, pues todas las ropas de Skoll, habían sido de Seren antes.
 
-Lo sé… –el menor comió un poco de pan con mermelada, tratando de no pensar en sus túnicas ni en su hermana.
 
-Por cierto… – la joven abrió las cortinas y los ventanales, para que la luz del sol y las ráfagas del viento, entraran – escuché a su padre hablar con los sacerdotes en el salón – contó – ellos creen que, por la cantidad de flores de sangre que ha habido en dos noches, pueden usarlas para algo más que los inciensos.
 
-¿Cómo qué cosas? – indagó el menor con curiosidad.
 
-Piensan hacer uso de ellas para unas esencias, aceites y quizá, jabones para su familia – la chica se notaba emocionada – ¡será el primer clan que cuente con esta distinción! Especialmente porque el olor de las flores es demasiado característico.
 
Skoll sonrió, recordando el olor que había en la cueva la noche anterior; como dijo Nyrn, las flores de sangre tenían un agradable olor, pero al florecer, su perfume era mucho más maravilloso.
 
-Cuando las demás familias se enteren, posiblemente sientan celos – Miley iba saliendo del cuarto de baño, con la túnica que Skoll se había quitado cuando se aseó – pero seguramente, lo respetarán mucho más…
 
-Eso no importa – el ojirrojo bebió de un vaso con jugo – yo, ya tengo mi propio olor – dijo con orgullo.
 
Mientras la jovencita se movía de un lado para el otro, una mariposa entró a la habitación gracias a un ventanal abierto, acercándose al peliblanco; el pequeño insecto se colocó a un lado de su almohada y, cuando el menor se dio cuenta, acercó la mano con lentitud hasta él. Como si se tratara de polvo amarillo, la mariposa se desvaneció y, unas palabras se formaron en la tela blanca.
 
“Quiero verte, ya…”
 
El polvo desapareció con rapidez y Skoll pasó saliva.
 
-¡Miley!
 
La pelirrosa levantó la mirada – ¿sí, mi señor?
 
-Llévate el desayuno – ordenó con seriedad – y… que no me molesten hasta la comida, necesito descansar.
 
La joven se acercó y observó la charola – pero, mi señor… – titubeó – no comió casi nada.
 
-Yo… – la sonrisa tembló en los labios del peliblanco – necesito dormir, más que comer – mintió – por favor, déjame solo y pide que no interrumpan mi sueño… si necesito algo, yo los llamaré…
 
Miley sonrió condescendiente y asintió – como ordene – recogió la charola y fue a la puerta, dónde llamó a otro de los sirvientes para que se la llevara, después, ella regresó por la ropa del niño – descanse… – dijo antes de perderse tras la puerta.
 
Skoll estaba por ponerse de pie, para salir al bosque, cuando Nyrn entró por la ventana.
 
-Mi señor… – el peliblanco se sorprendió de verlo en su habitación.
 
-¿Por qué permitiste que te tocara? – preguntó con frialdad.
 
-¿Qué? ¿Quién?
 
-El sacerdote de cabello purpura – soltó con desprecio – ¿por qué permitiste que te tocara? – repitió la pregunta con molestia.
 
El albino se sorprendió y después sonrió, caminó hasta el rubio y lo abrazó – me ayudó a llegar aquí, porque mis piernas no me respondían – respondió – estaba demasiado cansado para caminar.
 
-Pero te tomó en brazos – el ojiverde no se movió – y te llamó “mi niño” – soltó con claro desprecio.
 
Skoll parpadeó confundido – ¿cuándo? – preguntó con inocencia.
 
-Cundo te fue a despertar, lo susurró, pero el viento me llevó esas palabras, ¿crees que te iba a dejar sin vigilancia? – preguntó con molestia.
 
El albino se sorprendió, pero la emoción empezó a adueñarse de él, se mordió el labio y sonrió – mi señor, acaso… ¿acaso está celoso?
 
-¿Celoso? – Nyrn frunció el ceño – ¿qué es eso?
 
-Pues… – el ojirrojo se encogió de hombros – es un sentimiento que las personas tienen, cuando creen que alguien que quieren, siente atracción, cariño, o amor hacia alguien más – explicó – y eso los molesta.
 
El rubio soltó el aire por la nariz – sí, me molesta que ese hombre esté cerca de ti – confesó – te dije que no quiero que nadie te toque.
 
Skoll negó – no tiene que pensar eso – dijo con seguridad – jamás permitiré que alguien me haga lo mismo que usted me hizo – prometió – si Hakon me trajo, fue para ayudarme, nada más – aseguró – pero no me tocó más de lo necesario y solo fue por encima de mi túnica.
 
Nyrn hizo un mohín, desviando la mirada; cuando vio que el otro cargaba al peliblanco, tuvo ganas hacerse presente y obligarlo a que lo soltara, aunque tuviera que hacer uso de fuerzas naturales. Finalmente, se dignó a ver a Skoll a los ojos, escudriñándolo y dándose cuenta que el niño no le mentía y, por fin, accedió a abrazarlo.
 
-No me gustó ver eso – dijo con seriedad, hundiendo el rostro en el cuello del menor – no quiero verte con nadie más – dijo entre dientes – eres mío, solo mío…
 
-Lo sé… – asintió el menor y restregó su mejilla contra el otro – y jamás lo olvidaré…
 
El rubio se alejó y besó los labios del ojirrojo con desespero – apenas tenemos un par de horas de habernos separado y, ya te extrañaba…
 
-Yo también – susurró el peliblanco contra los labios de Nyrn.
 
-Quiero tomarte de nuevo – las manos del ojiverde recorrieron la espalda del niño hasta sus nalgas – una y otra vez – sentenció.
 
-Puede hacerlo… – respondió el albino – las veces que quiera… ahora mismo… si gusta… – aseguró – nadie vendrá hasta la hora de comida…
 
Nyrn levantó al menor y lo cargó hasta la cama, depositándolo sobre el colchón, mientras lo besaba con ansiedad. Skoll sabía que tenían suficiente tiempo, pues, cuando él daba una orden, los sirvientes la cumplían; quizá, el único que pudiese ir sería su padre, pero siendo un día después del ritual de luna llena, estaría en el templo gran parte del día, así que, él y la deidad, podían estar juntos, sin ser interrumpidos, igual que la noche anterior.
 
 
* * *