Natural por Ojou_Sama_F

 
Al oscurecer, Hakon y Ulltek, habían logrado disminuir la fiebre de Skoll y el niño parecía más tranquilo; además, habían sido notificados que ninguno de los otros sacerdotes había sufrido reacción adversa por las flores y, se dieron cuenta que tenían casi el mismo olor que las flores de sangre, por lo tanto, posiblemente se trataba de otra variedad, nada más. Eso no los tranquilizó del todo, pues si no se trataba de una alergia o envenenamiento por alguna planta, entonces, sería difícil saber qué era lo que aquejaba al menor. Después de la cena, los dos hombres se retiraron, dejando algunas hierbas para té, por si el albino despertaba; ellos también necesitaban descansar y en la mañana volverían a ver cómo se encontraba el niño.
 
Miley se quedó en la habitación del albino, pues ella velaría su sueño. Oren acercó un sillón a un lado de la cama y la pelirrosa llevó una manta, para quedarse ahí y escuchar si el menor necesitaba algo. Después, el hombre se retiró, no sin antes decirle que, si algo sucedía, llamara para pedir ayuda, pues, algunos guardias se quedarían en la puerta, sin moverse de ahí, para cualquier eventualidad.
 
Cuando las luces del palacete se apagaron, solo una pequeña lámpara quedó encendida en la habitación del menor. Miley trataba de estar al pendiente, así que agarró un libro y empezó a leer, intentando distraerse y quedarse despierta el mayor tiempo posible.
 
Los ventanales estaban abiertos por indicación de Ulltek, quien dijo que necesitaba que entrara el aire, para que el peliblanco se refrescara; precisamente por eso, un par de delicadas mariposas nocturnas, con un tenue brillo, pudieron acceder sin problemas. Los insectos llegaron hasta la chica, sin que esta se diera cuenta y, revolotearon por encima de su cabeza hasta desvanecerse en un delicado polvo que cayó sobre ella; Miley sintió que su cabeza daba vueltas y con rapidez, sus parpados se cerraron, cayendo en un sueño profundo.
 
Cuando el libro que la pelirrosa tenía en manos, terminó en el piso, Nyrn entró por el ventanal, acercándose a la cama con rapidez y sentándose en una orilla, con sumo cuidado.
 
Con delicadeza, el rubio tomó las manos de Skoll entre las suyas y pudo darse cuenta que la temperatura del menor era un poco más elevada de lo normal. Su rostro mostró la aflicción que eso le causaba; el niño estaba sufriendo, por su culpa.
 
-Perdón… – susurró, mientras una de sus manos quitaba los mechones blancos que cubrían el rostro del menor – pero esto se terminará pronto – sonrió con tristeza – te lo prometo, mi hermosa flor…
 
El ojiverde quitó las mantas que cubrían al albino; desabrochó el largo camisón, que tenía botones por enfrente, dejándolo desnudo.
 
Los dedos del rubio recorrieron la piel con lentitud, apenas un suave roce y se dio cuenta que ésta, reaccionaba a su toque, erizándose con rapidez y consiguiendo que los pezones del albino se pusieran erectos; sonrió complacido, a pesar de todo, Skoll le pertenecía y, aunque no estuviera consciente, reaccionaba solo para él. Aún así, no se dio tiempo de disfrutar más, llevó la mano derecha al vientre del niño y descansó la palma sobre el mismo; sus labios apenas se abrieron para musitar algo en un idioma ininteligible y sus dedos brillaron, casi a la par, que el abdomen del menor. Nyrn movió los dedos y acercó el medio al ombligo del niño, introduciéndolo y moviéndolo en círculos; estaba tratando de acceder y alcanzar la semilla, para poder retirarla, pero, algo no salió bien.
 
Un gemido escapó de los labios de Skoll y su sexo empezó a reaccionar. El rubio levantó el rostro, observando al peliblanco con sorpresa.
 
-¿Ya empezó a… germinar…? – su voz tembló
 
No podía creer que esa pequeña semilla, que apenas tenía un día dentro del ojirrojo, no respondía a su mandato; había empezado a germinar en el interior de ese pequeño vientre y se reusaba a abandonar la tibieza que la envolvía.
 
Nunca antes había sucedido, pues, aunque colocó semillas en los cuerpos de algunas mujeres, ninguna creció, al contrario, pasaron los meses y algunas, él tuvo que retirarlas, mientras que en otras ocasiones, el mismo cuerpo las rechazaba; cuando eran expulsadas, era un cristal opaco que se desmoronaba convirtiéndose en ceniza, pues era una semilla podrida y sin vida. Pero, lamentablemente, siempre dejaban secuelas y por eso, las féminas de la familia morían poco después, debido a una infección interna, causada por esa semilla muerta; esa era la enfermedad desconocida que aquejaba a las mujeres, no solo de la familia Eroim.
 
Un nuevo gemido de Skoll alertó al ojiverde, quien observó el rostro del niño. El albino entreabrió los parpados, intentando enfocar a Nyrn pero tenía dificultad para hacerlo.
 
-Mi… señor… – su voz apenas escapó de sus labios.
 
-Mi hermosa flor – el rubio se inclinó y lo besó con suavidad en los labios.
 
Cuando Nyrn se alejó, el peliblanco llevó la mano hasta su vientre, aunque parecía demasiado cansado para moverse.
 
-Tiene… sed… – dijo con debilidad, cerrando por completo los parpados y rozando con sus dedos su abdomen, solo por un instante, antes de volver a perder el conocimiento.
 
El rubio se dio cuenta que el menor parecía estar delirando y, al colocar la mano en su frente, pudo notar que su temperatura había aumentado considerablemente; supo entonces que era la fiebre, pero, la frase del ojirrojo tenía algo de razón. Si la semilla había iniciado la germinación, necesitaba cuidados.
 
Sin pensarlo más, el ojiverde se puso de pie y levantó al albino en brazos; lo llevaría al lugar adecuado, para que se sintiera bien.
 
 
* * *