Natural por Ojou_Sama_F

A Skoll le dolían sus pies, pues iba descalzo y se había lastimado varias veces, con algunas rocas y ramas secas. Hubo momentos en que quiso regresar, pero, ya no reconocía el camino y, las luciérnagas, después de que las pasaba, se volvían a unir al grupo, por lo que el sendero ya no estaba marcado.
 
-No debí hacer esto… – susurró con miedo.
 
Caminó casi por una hora y, estaba a punto de darse por vencido, cuando se encontró con algo que no sabía que existía ahí.
 
Llegó hasta un lago de agua cristalina, aluzado por setas y plantas brillantes, en todo alrededor; las luciérnagas y mariposas nocturnas que tenían un brillo especial, también rondaban el lugar y podía ver con claridad. En el centro de la laguna, había un enorme islote, con el árbol más grande y frondoso que hubiese visto jamás; era tan gigantesco, que la copa cubría casi todo el lago. Algunas ramas del árbol bajaban como lianas y se perdían en el agua, pero eso no era todo; alcanzó a ver que, en la superficie del agua, flotaban unas cosas redondas, que parecían duraznos.
 
Skoll dejó el farol a un lado suyo y se inclinó hasta el lago; tenía sed.
 
“Apágala…”
 
El ojirrojo levantó la mirada pero no entendió, así que ignoró la indicación y bebió un poco del agua.
 
“Apágala”
 
En esa ocasión, la voz sonaba molesta, así que el albino se asustó; miró a un lado, y un par de mariposas revoloteaban cerca del farol.
 
-La… ¿La vela? – preguntó confundido, pero no recibió respuesta.
 
Aún así, el menor abrió la pequeña puerta de cristal, humedeció sus dedos con saliva y apagó el pabilo con rapidez; las mariposas se acercaron a él y después, revolotearon hacia el centro del lago. Mientras Skoll estaba observando la danza de esos animales, se dio cuenta que, apenas perceptibles, bajo la superficie líquida, había algunas rocas que formaban un camino hasta el islote. El menor se mordió el labio y finalmente, su curiosidad, lo llevó a seguir el camino.
 
Levantó la túnica con sumo cuidado y empezó a caminar con lentitud; lo que menos quería era resbalarse, caer y empaparse, arruinando esa prenda tan preciada para su familia.
 
Cuando llegó al final, en la base del enorme árbol, se encontró un cuenco de madera, formado por las raíces del tronco, donde había la misma fruta que flotaba en el agua. El color rojizo con amarillo se le hizo hermoso y, con el hambre que tenía, no dudo hincarse ahí mismo y coger uno; sin pensar, dio una mordida a la fruta y sintió el dulzor inundar su boca, así como el jugo esparciéndose con rapidez, incluso, resbalando por la comisura de sus labios.
 
-¡Que rico! – sonrió, limpiando su barbilla.
 
-Me alegra que te guste…
 
La voz lo asustó; miró a todos lados pero no encontró a nadie.
 
-¿Quién…? – titubeó.
 
-Pon atención…
 
-¿Qué? – el ojirrojo se puso de pie de un salto y buscó al dueño de la voz, observando alrededor, pero era obvio que estaba solo en ese lugar.
 
-Atrás…
 
Skoll dio media vuelta y se quedó sin aliento al observar el árbol; una parte del tronco, empezó a moverse, abriéndose, como si fuese un capullo. De ese hueco, salió un hermoso joven de cabello corto, rubio con tonos rojizos, parecido al color de los duraznos, pero con una piel ligeramente verdosa, de ojos verde esmeralda y dio un paso hacia el exterior; estaba cubierto con una especie de ropa, que era la unión de hojas y ramitas, las cuales, le cubrían el torso y la parte baja de su cintura, hasta media pierna, dejando el cuello, hombros y las extremidades libres. El albino dio un pequeño paso hacia atrás, quedando impresionado por su gran altura y presencia; estuvo a punto de caer en el agua, pero, las lianas del árbol se movieron y lo sostuvieron, levantándolo una vez más, para que mantuviera el equilibrio.
 
-Tranquila – el otro sonrió de lado y se sentó en las raíces del árbol – solo quiero conocerte…
 
-¿Quién…? ¿Quién eres? – la voz del ojirrojo apenas se escuchó.
 
-¿Eres una sacerdotisa y no sabes quién soy? – rió – soy Nyrn, guardián de este bosque – hizo un ademán con su mano a modo de saludo – y deidad para los humanos – dijo con suficiencia.
 
-Usted es…
 
Skoll abrió los ojos con sorpresa y, rápidamente, se lanzó al suelo, hincándose e inclinándose hasta dejar su frente cercana a sus rodillas.
 
-¡Perdón! – suplicó – en mi ignorancia, dudé de usted, ahora veo que soy la deshonra de mi familia, como mi padre siempre lo ha dicho.
 
-Tranquila, tranquila – el ojiverde pasó la mano por su cabello, haciendo los mechones hacia atrás – no tienes que hacer nada ceremonioso, solo vamos a platicar, ¿sí?
 
-¿Tranquila? – el peliblanco levantó el rostro, pero no se atrevió a mirar a su Dios – mi señor, me halaga que quiera hablar conmigo pero… – pasó saliva – yo… yo… yo soy chico…
 
Nyrn parpadeó sorprendido; levantó una ceja y negó.
 
-No intentes mentirme – sentenció con seriedad.
 
Skoll levantó la mirada, intentó decir algo, pero el otro siguió hablando.
 
-Eres hermana de Seren, ¿cierto? – soltó con algo de frialdad – eres la nueva sacerdotisa que ocupará su lugar, ¿o no?
 
-Disculpe que lo contradiga… – el menor titubeó – ciertamente soy pariente de Seren, pero… soy su hermano menor – se señaló con el índice y sonrió con nervios – varón…
 
El ojiverde se puso de pie de un salto, alejándose de Skoll; chasqueó los dedos y las lianas atraparon al albino.
 
-¡¿Qué?! – el ojirrojo empezó a sentir la presión en su cuerpo y como lo elevaban, alejándolo del piso.
 
-Siempre usas túnicas de hembra – dijo el otro con seguridad – estoy seguro que eres una fémina humana, lo dicen tus rasgos, tu estatura, tu fragilidad, tu voz y, especialmente tu olor tan dulce, aunque diferente a las otras – entrecerró los ojos – no intentes engañarme, porque no puedes mentirme.
 
Apenas terminó de hablar, las lianas rasgaron la tela, dejando el cuerpo del menor al descubierto.
 
Skoll gritó y Nyrn observó el cuerpo desnudo del jovencito, sin poder apartar la mirada del mismo.
 
 
* * *