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El delirio inaplazable por Liuvob

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Notas del capitulo:

Decidí publicarlo hoy! Opiniones por favor :) Disfruten!

Capítulo 2

“La Venganza de Hanamichi”

-¡Estúpido zorro!   ¡Estúpido zorro!   ¡Estúpido zorro!- soltaba Sakuragi con su voz escandalosa y expresiva una y otra vez hasta que fue callado con unos golpes en la pared que compartía con el vecino. Hanamichi naturalmente no pudo pegar ojo en toda la noche, y tampoco pudo soltar la dichosa libreta, que mantuvo apretada entre sus dedos todo ese tiempo.

A la mañana siguiente el pelirrojo despertó tras dormir una única hora. La libreta, aún en su poder, estaba siendo aplastada por él, debajo de su cara y con la portada toda mojada de saliva. Sakuragii maldijo al aire. La venganza que había planeado no se parecía para nada a lo que había obtenido. Ahora cómo le devolvería el cuadernillo sin que se diera cuenta de que lo había leído. Incluso había tenido la insolencia de subrayar con lápiz todas las fechas de los entrenamientos matutinos de Rukawa.

Sin pensarlo dos veces y bastante enfadado consigo mismo, Sakuragi perdió el tiempo hasta retrasarse irremediablemente borrando uno por uno los trazos que él había dejado, que naturalmente todavía lograban verse  aún tras pasarles la goma. Tras intentar secar la libreta con la secadora de su madre, que quedó naturalmente hecha un desastre, guardó todas las cosas de Rukawa y las propias  y salió corriendo hacia la escuela.

En las primeras horas de clase no vio a Rukawa por ningún lado, lo cual le hizo suspirar de alivio. Yohei Mito y el resto del grupo no dejaron de preguntarle insistentemente sobre la maleta extra que llevaba, hasta que el mismo Yohei reconoció que era de Kaede y se burló de él aún más. “¡El gran Sakuragi es mandadero de Rukawa!” se rió, contagiando a los otros tres amigos, que no tardaron en ser violentamente reprimidos por el mágico y agresivo cabezazo de su violento camarada.

Por fin llegó la hora del entrenamiento y como se imaginó, el pelinegro estuvo ahí desde antes que él, pudo verlo unos minutos desde la puerta del gimnasio, jugando con su eterna y grácil habilidad, anotando un tiro tras otro. Estuvo así hasta que al esquivar nuevamente al enemigo imaginario y dar un giro en el dribleo, pudo ver al pelirojo allí de  pie, mirándolo y llevando su maleta.

-Tan torpe como siempre-dijo Sakuragi tratando de no prestar atención a su conciencia que no cesaba de recordarle del dibujito de la libreta y el beso del día anterior.

-Sakuragi…-respondió el otro, haciéndole que le helara la sangre por el tono inusualmente temeroso que utilizó para llamarlo.

Hanamichi no pudo contestar, porque antes de que lograra articular palabra entró Ayako, seguida de cerca por el exigente capitán Ryota, que le platicaba de sus planes para el entrenamiento con un tono de voz entre meloso y orgulloso.

 

 

Tras el calentamiento, Ryota sugirió hacer una práctica de bloqueos, para evitar que el ligeramente oxidado Hanamichi volviera a su ciclo de cometer faltas hasta ser expulsado del partido. La estrategia de Miyagi, perfectamente estudiada desde su ambición de ser mejor capitán que Akagi, no le permitió dejar la rienda suelta al pelirrojo, que tendía a causar problemas con su falta de experiencia en el basquetbol. Como era de esperarse, al susodicho no le alegró para nada la propuesta, pero no pudo hacer nada al respecto con la poderosa insistencia de Ryota y un ligero empujoncito de ánimos por parte de Haruko.

Por supuesto que el gundam de Sakuragi estuvo allí todo ese tiempo para burlarse de él. Todos los jugadores practicarían la defensa, alternándose entre todos para llevar y robar el balón hacia el otro lado de la cancha. Sería también un excelente ejercicio para que los novatos aprendieran a reaccionar ante distintos tipos de enemigos.

Sakuragi sorprendió a todos al pasar fácilmente a todos los jugadores con quienes lo emparejaban, provocando la típica actitud ostentosa  del para nada modesto jugador talento de Shojoku. Al ver que todo parecía ir perfecto con el juego del pelirrojo, Ryota indicó a Rukawa realizar con él el mismo ejercicio, pero esta vez sería Sakuragi el que defendiera el balón.

El pelirrojo se negó encarecidamente a realizar tal acto con aquella compañía, sonrojándose inexplicablemente ante la idea. Había batallado todo el entrenamiento hasta entonces por evitar que las miradas de ambos se cruzaran, y la posición de bloqueo y la fuerza de su rival le harían imposible evitar no solo las miradas cruzadas, sino el inminente contacto con su cuerpo, especialmente del tren inferior.

A pesar de la insistencia de Sakuragi por no hacer el ejercicio, terminó cediendo ante un enfadado Rukawa que no dudó ni un segundo en llamarle cobarde. No quería admitirlo, pero había quedado algo confundido ante las provocaciones que Kaede le había hecho para convencerlo de participar en la actividad. “¿Qué se traerá entre manos este zorro estúpido?”, se preguntaba él sin poder sacarse los nervios de encima y con sus extremidades sintiéndose cada vez más torpes y pesadas.

Sólo su espíritu de lucha generado por la conciencia que tenía de su rival pudo hacerlo relajarse ligeramente y ser capaz de hacerle frente. Comenzó la dinámica y extrañamente ninguno de los dos parecía planear moverse mucho de su lugar. Sakuragi parado al frente, botando el balón  con el ceño fruncido trataba sin éxito de hacer alguna finta para pasarlo mientras luchaba fuertemente por olvidar la sensación de tener tan cerca a Rukawa.

Obviamente el fantasma del beso y el espíritu del pequeño corazón dibujado en la libreta no le dieron ninguna oportunidad de pasar por alto el calor del cuerpo del otro muchacho que tampoco hacía mucho por moverse de detrás de él.

-¿Qué están haciendo ustedes dos? ¡Muévanse de una vez!-gritó Ayako desde el extremo de la cancha- ¡Quiero ver una canasta!

Sakuragi  soltó una expresión incómoda y trató de moverse sin éxito una vez más, hasta que justo en ese instante chocó por un momento directamente con aquella zona del cuerpo de Rukawa. No supo si fue su imaginación jugándole muy malas pasadas o fue alguna otro factor ajeno a él, pero pudo sentir un calor particularmente insistente y un endurecimiento medianamente detectable cuando rozó al zorro con su trasero.

¿¡Acaso era una erección lo que ocultaba Rukawa detrás de él!? “¡El bastardo tiene una erección!” pensó alarmadísimo un Sakuragi ridículamente sonrojado que de inmediato se movió haciendo una torpe finta que concluyó con Kaede robándole el balón en un segundo y anotando una gloriosa canasta. Los otros compañeros del equipo respiraron casi con alivio al pensar que después de todo Sakuragi era humano y no podía todavía superar al jugador más hábil del equipo después de un largo descanso de 4 meses.

Afortunadamente nadie se percató de nada raro en aquella bizarra escena que dejó una huella inmensa en el orgullo de Sakuragi y en el hilo de sus pensamientos. En todo el tiempo que restó del entrenamiento y a lo largo de las dinámicas de práctica propuestas por el capitán Ryota, Sakuragi se la pasó cometiendo un error tras otro. No parecía ser capaz de remontar tras esa simbólica derrota que tuvo con su antagonista. El enfado creciente de Sakuragi terminó por hacerlo desistir, huyendo de aquel lugar antes que Rukawa, dejando la maleta del susodicho atrás sin dar ninguna explicación.

Hanamichi llegó aún exasperado a casa después de haber estado varias horas perdiendo el tiempo en el arcade, tratando de olvidar cualquier cosa relacionada con el zorro. En cuanto llegó y comió algo se fue directamente a la cama, tal vez soñar con Haruko le ayudaría a recuperar el ánimo quebrantado por su rival. Como estaba muy cansado por el desvelo de la noche anterior no le costó mucho dormirse profundamente.

Aquella noche, afortunada o desafortunadamente, Hanamichi soñó con el dueño y creador original de su mayor ansiedad del momento. En aquel sueño se encontraba en mitad de un partido, como solían ser varios de sus sueños. Ésta vez Rukawa estaba en el equipo contrario.

Varios jugadores anónimos corrían junto a ellos de un lado a otro de la cancha, robándose el balón mutuamente. El resto del equipo desde la banca gritaba animando a Hanamichi para que hiciera un rebote o una clavada. Rukawa y Sakuragi lucharon uno contra uno, más que dispuestos a tomar el balón.

El realismo del sueño crecía y crecía exponencialmente, podía sentir la agitación y el cansancio propios de estar a la mitad de un juego, la emoción y la concentración que llegaban a su mente en todos los partidos; era capaz de sentir la fricción de sus tenis contra el piso bien pulido del gimnasio y escuchar claramente el sonido del bote continuo del balón y la sensación de éste contra sus dedos cuando por fin logró apoderarse de él. Sakuragi sonrió burlonamente como era su costumbre al lograr cumplir alguno de sus cometidos durante un partido y se dispuso a pasar a Rukawa, que estaba detrás de él. Pero por alguna razón no parecía ser capaz.

El pelirrojo se quedó congelado, mientras Rukawa estaba también detenido en el tiempo, como en guardia, dispuesto a salir disparado por el balón en cualquier relámpago de descuido de parte del otro muchacho. El tiempo comenzó a ralentizarse, y de pronto dejó de escuchar los ruidos de los otros jugadores en la cancha. Únicamente existía el ruido del balón rebotando muy lentamente contra el suelo… y la respiración de Rukawa detrás de él.

No pudo evitar concentrarse más en el segundo sonido que en el primero, y tampoco pudo evitar sentir cada vez más cerca al otro chico, a su calor corporal y el sonido de los latidos de su corazón, cada vez más rápidos. Sakuragi tardó más de lo debido en percatarse de que aquellos latidos no eran de Rukawa, sino suyos.

Aquella impresión que debía haber sido insignificante para él no fue para nada pasada por alto por su cuerpo. Comenzó a sentir aquello que creyó sentir ese día durante la práctica. La erección de Rukawa pegada a su propio cuerpo, allí sin insignificancia y sin la más mínima probabilidad de ser parte de alguna imaginación ficticia o de pasar desapercibida. Sakuragi se quedó allí pasmado hasta que dejó del todo de escuchar y ver el balón. Únicamente podía concentrarse en aquello que rozaba detrás de él. Sakuragi tragó saliva y cerró los ojos.

-Rukawa…-soltó con una voz muy baja de volumen, seca, ronca y casi melosa.

Nada cambió, excepto por el cuerpo del propio Sakuragi que comenzó a moverse un poco, muy lentamente, buscando aumentar las sensaciones…

Y por supuesto estaba que en ese momento, sonó el despertador. Ya en ocasiones anteriores había soñado con Rukawa, que de hecho tras aquellas visitas a la clínica había hecho a su vez más visitas a su mundo de los sueños, pero nunca había participado de aquella forma. No fue un despertar tranquilo ni pacífico.

Aquella “tienda de campaña” instalada en su pantalón del pijama que dio el saludo matutino a Sakuragi no hizo más que irritarlo completamente mientras se golpeaba a sí mismo y apretaba los dientes. “¡Maldito zorro insolente! ¿Qué demonios hace invadiendo mis sueños?” Un muy molesto muchacho  tuvo la desesperada necesidad de ir a “aliviar” sus necesidades carnales consigo mismo en el cuarto de baño. Por más que luchó con ello le fue imposible evadirlo, así como fue imposible no pensar en el causante y protagonista principal de aquel sueño durante la proeza.

Caminó más despistado y molesto que nunca a lo largo del camino hacia la escuela. Todos aquellos que se lo encontraban en su recorrido salían despavoridos al ver la horrible expresión de Sakuragi que parecía estar en plan de “matar con la mirada” como en sus primeros partidos huyendo de la expulsión. 

Cada paso que daba era parte de su coreografiado odio hacia el mundo nacido tras aquel sueño tan explícito y revelador. Cuando puso su primer paso en la escuela llegó a aumentar su infortunio, con otro motivo más para acrecentar su enfado.

El reciente protagonista de su sueño llegaba a la escuela, como todas las mañanas, a bordo de su biciceta, mientras luchaba consigo mismo por no dormirse. Tal vez ante su falta de atención en el camino, o incluso, tal vez por un instinto malvado oculto en su interior, Rukawa no hizo otra cosa que arrollar directamente a Hanamichi con la bicicleta. 

El pobre afectado no pudo reaccionar a tiempo, para cuando se puso de pie y se percató de lo que había pasado, Rukawa ya había comenzado a alejarse de ahí, no deteniéndose a escuchar los inminentes reclamos de Sakuragi. Tal vez era alguna clase de venganza por los inmensos desperfectos nuevos en su querida libreta, o ante el puro y evidente hecho de que aquel insolente pelirrojo había estado husmeando en sus pertenencias.

De un modo u otro el pelinegro continuó con su camino y cuando Sakuragi Hanamichi ya iba a empezar a gritar y reclamar fue detenido por su ejército que venía recién llegando todo junto como siempre.

Si de algo sirvió ser atropellado fue para olvidar, aunque fuera sólo por un segundo, los efectos que había tenido en él aquel sueño pícaro que su mente le obligó a ver. Hasta unos segundos antes de que la bicicleta chocara con él todavía podía sentir a Rukawa increíblemente cerca.

Lo externaba como enojo, pero lo que se había ido acumulando dentro de él en los últimos meses, y en particular en los últimos dos días era algo muy distinto al enfado. Era ridículo, extremadamente ridículo, jamás había tenido ningún sueño ni remotamente parecido con Haruko, con quien a lo máximo que había llegado en sueños era a un amistoso abrazo y una plática cercana, que ni se diferenciaba tanto de aquellas que mantenían en el mundo real.

Pasaron las clases y ahora Hanamichi parecía todavía más convencido de que debía vengarse de Rukawa, había osado primero privarle de una buena noche de sueño y luego robarle el sueño que sí logró conciliar. Causarle aquella polución nocturna había sido su más grande error. Se arrepentiría, decidió el joven hiperactivo mientras daba tamañas zancadas en dirección al gimnasio.

Cuando estaba por llegar a su destino, pasando al lado de uno de los pasillos traseros de la escuela, esos típicos lugares donde las chicas se confiesan a los chicos, pudo ver a Rukawa caminando lentamente con su paso relajado de siempre y su bolso bandolera al hombro, mirando a la nada. Sakuragi se paró en seco, se quedó pensando unos brevísimos instantes y luego se apresuró más que nunca para interceptar a Rukawa.

El eternamente adormilado muchacho se quedó mirándolo sin ninguna expresión en el rostro, y tras dar un bostezo lo miró directamente con aire de indiferencia.

-¿Qué quieres, mono?-preguntó fijando su vista en el camino hacia el gimnasio.

Sakuragi lo miró con su típica cara de “matar con la mirada” y muy bruscamente lo tomó del cuello de la camiseta y lo arrastró hasta la pared, del mismo modo que aquella vez en que lo cuestionó sobre sus visitas.

-¡Venganza! –contestó por fin con una expresión maliciosa y sonriente al mismo tiempo, con un brillo demoniaco en sus vibrantes ojos cafés.

Sakuragi pasó entonces a besar rudamente los labios húmedos de Rukawa, que en vez de sorprenderse se miró aliviado, como si hubiera estado esperando ese tipo de reacción por parte del pelirrojo teñido. Las manos de Sakuragi aún seguían sosteniendo el cuello de la camiseta del otro chico, pero el agarre se había ido suavizando conforme los besos se sucedían uno a otro.

Pronto, las manos de Rukawa se movieron del bolso que había estado sosteniendo, tirándolo al suelo de una sola y acercándose al cuerpo de Hanamichi, situándose en su cadera y moviéndose discretamente, acercándose al frente y atrás alternadamente y comenzando a acariciar sus nalgas por encima de la ropa. Al sentir aquello la reacción inmediata de Sakuragi fue tomar las manos del otro entre las suyas y ponerlas en lo alto, por encima de sus cabezas: no lo dejaría tocar.

Los besos no se detenían, los labios de los dos chicos ya habían empezado a hincharse por la intensidad de los fogosos adolescentes y la saliva escurría irremediablemente de sus barbillas.

Naturalmente Hanamichi obtuvo entonces lo que había ido buscando. Rukawa tuvo una inminente, evidente, escandalosa e ineludible erección. Cuando Sakuragi, que definitivamente no estaba lejos de tener la misma reacción corporal, se dio cuenta de ello se restregó unos segundos contra él, sin poder evitarlo y como para tomar valor para lo que estaba a punto de hacer. Lo soltó de tajo, dejándolo con el rostro encendido y húmedo, la respiración entrecortada y su amigo en alerta.

-¡Allí tienes!-gritó el estúpido adolescente pelirrojo jactándose de haber obtenido su venganza- ¡Para que no vayas por allí causándole tensiones  extrañas a los demás! ¡Ahora qué vas a hacer!

Sakuragi se alejó riendo de allí, todavía con sus larguísimas zancadas y con su mochila cargada al frente, ocultando seguramente la inevitable consecuencia física que se había provocado a sí mismo con su ridícula venganza, que sólo había dejado al otro con ganas de más.

Rukawa se quedó allí un rato más inmensamente desconcertado, limpiándose alrededor de la boca, en cuclillas, intentando calmar “la venganza de Sakuragi” que se asomaba por debajo de su ropa.  Al final, el único modo que encontró para calmarla fue ir al baño y tomar cartas en el asunto recordando el material que su deseado pelirrojo acababa de entregarle.

Después de concretar la misión no tardó mucho en llegar al gimnasio. Tanto Sakuragi como todos los demás ya se encontraban practicando. Todos menos el pelirrojo se mostraron increíblemente sorprendidos e incrédulos de ver al fanático número uno (o dos, porque es definitivamente debatible con Sakuragi en el mismo equipo) del basquetbol llegando el último.

Cuando pisó la cancha después de calentar el sólo en la esquina, todo el equipo ya estaba comenzando un partido de práctica. Esta vez le tocó en un equipo especial, formado únicamente por Sakuragi, Rukawa, Mitsui y Miyagi. Ayako pensó que sería buena idea enfrentar a los 8 los novatos del equipo, guiados por Yasuda, contra los integrantes estrellas y el recién regresado al equipo (tenía que excluirlo de las estrellas U.U, en la serie siempre menosprecian a Sakuragi).

Sería un partido corto y en teoría bastante sencillo, el triunfo se obtendría cuando el equipo de los novatos anotara cinco canastas o el otro consiguiera una ventaja más de 36 puntos. Miyagi quedó algo desanimado al ver que bastaron veinte minutos para que el equipo especial de sólo cuatro jugadores obtuviera una indiscutible victoria de cuarenta y seis puntos contra nueve puntos obtenidos con tres canastas de dos puntos y una de tres por parte de los novatos.

Todos los puntos de aquel equipo de rookies habían sido anotados por Yasuda  y dos jugadores novatos, uno de ellos solía ser el jugador más valioso de su escuela secundaria y el otro era un “casi-amateur” con mucho talento. Era cómico ver a esos dos jugar juntos, porque se peleaban ante la más mínima provocación, haciendo que fuera imposible de ignorar el parecido que tenían aquellos chicos con los protagonistas de esta historia.

Como equipo les quedaba un largo camino por recorrer, pero Ayako no tardó en animar exitósamente a Miyagi a dar su mayor esfuerzo como capitán para ganar las nacionales con ese equipo nuevo tan prometedor.

Terminando el entrenamiento de ese día ya no pasó nada digno de mención. A pesar de que tanto Sakuragi como Rukawa se quedaron a practicar tiros por lo menos durante una larga hora extra, no intercambiaron demasiadas palabras, y sus miradas ni siquiera alcanzaron a cruzarse adecuadamente.

Cuando Ayako, Miyagi y Haruko se fueron ya ni se molestaron en decir de forma explícita que Rukawa debía encargarse de que Hanamichi no se sobrepasara. Se limitaron a despedirse y marcharse alegremente, ya que ese día Miyagi había convencido por fin a Ayako de dejarlo acompañarla hasta su casa. De ese mismo modo pasaron tres prácticas más, incluida la del sábado, con lo que llegó el día libre. 

Notas finales:

Intenso, no? ¿Qué pasará luego?


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