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Sol en media noche. por Matsumoto Yuki

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Una larga jornada de trabajo terminaba, el Rey volvía a sus aposentos con su visir, dando la que sería, la última charla del día.

 

—Muy bien trabajo Sin, hoy cumpliste con todos tus deberes. —Informaba Ja’far, muy contento con poder haber logrado tal hazaña.

 

—No sabes cuánto me satisface oír eso… —Respondió el mayor, estirándose mientras soltaba un suspiro. —Pero estoy tan cansado. —Se quejó, tal cual un niño.  

 

—Oh, vamos, sólo fue diplomacia. Un par de tratos acá, otros allá, nada de otro mundo. —Recordó el albino, a escasos metros de la habitación del Rey. —Lo único que te podría doler son las manos, de firmar tantas cosas.

 

— ¡Pero es que el desgaste además de físico, es psicológico! ¡Mira, mi mente hace que mi brazo no se pueda elevar más allá de los 45 grados! —Exageraba Sinbad, tratando de subir como un muerto su brazo.

 

Rieron juntos, en ese pasillo desierto.

 

Se podían tomar ciertas libertades a las tantas de la mañana, mientras todos dormían y sólo quedaba unírseles.

 

—Nunca cambiarás, Sin. —Soltó Ja’far. Aunque estaba muy lejos de ser un regaño, mostraba dulzura pura.

 

Sinbad se percató de eso, y le contempló, sonriendo de forma ladina. Posó su diestra en la mejilla ajena, acariciándola y así captando la atención del menor.

 

—Y aún así sigues acá. —Hizo falta sólo un comentario como ese para que la atmósfera de allí se tornara más rosa, igual que las blanquecinas mejillas de Ja’far que paulatinamente se encendían.

 

Se separó un poco, e hizo una reverencia.

 

—Y seguiré estando aquí para usted, mi Rey.

 

Ja’far recibió una negación como respuesta ante eso. Su desconcierto salió a flote con el fruncimiento de sus cejas.

 

—Sabes que no me gusta tanta formalidad cuando estamos solos. —Le recordó, jovial, como si volviesen hacer nada más que mercaderes.

 

—Pero Sin… —Seguía teniéndole respeto, después de todo. Se incomodaba al tener trato distinto a ratos.

 

—Pero nada. —El peli púrpura se negó a escuchar una palabra más. Luego sonrió, habían llegado a sus aposentos. Apuntó hacia atrás la puerta, e invitó. — ¿Quieres pasar? 

 

Ja’far se vio en un problema. —Sin, mañana hay que levantarse temprano, y…

 

—Hey. —Le paró, divertido. Una pizca de travesura recayó en su mirada dorada. — ¿Quién dijo que no nos levantaremos? —Un toque de picardía logró que Ja’far frunciese aún más el entrecejo y nuevamente se colorase.

 

— ¡Como si no te conociese! —Reclamó.

 

Sin más ambos entraron en la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Ja’far avanzó hasta la cama, y en la orilla de esta se sentó, dejando en libertad su cabello.

 

Sinbad poco a poco se acercó, por el otro lado. Luego se recostó a lo largo de la cama, y esperó, aquello que se merecía.

 

—Ven acá. —Susurró Ja’far. Sinbad se acercó un poco más y un dulce beso le dio, acariciando su cabello.

 

La luz de la vela dio un brillo especial a la mirada de Ja’far, quien ya acostumbraba hacer esto desde hace muchos años.

 

Mientras el mayor sentía las delicadas manos ajenas colarse por su cabello, y poco a poco bajar para desnudarle y colocar su pijama, soltó una leve risa, sonriendo.

 

— ¿Sabes cuál es la mejor parte de tener todo el trabajo hecho, Jaf? —Preguntó, mientras su torso era descubierto. Entonces actuó para quitarle la túnica a su visir.

 

— ¿Cuál? —Ja’far sabía perfectamente la respuesta a eso. Siempre se la hacía, y siempre respondía aquello. Le disfrutaba en cierta forma escucharlo desde los labios ajenos.

 

—Que puedes mimarme cuanto yo quiera.

 

Acto seguido un beso lleno del amor, cariño, y necesidad que habían forjado el uno hacia el otro en todos los años que llevaban juntos comenzó.

 

La luz de la vela se extinguió.

 

Y los amantes se entregaron en cuerpo y alma, siendo ellos los únicos testigos, más los únicos necesarios, sabiendo que correspondían de manera completa al contrario. 

Notas finales:

Es algo corto, pero es lo que hay. 

 

SinJa dedicado a MARY.


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