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Sol en media noche. por Matsumoto Yuki

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El vapor salía de las tazas, expandiéndose el aroma por todo el local: tan fuerte, genuino y elegante como el primer día que había entrado a trabajar a aquella cafetería.

Alibaba había terminado allí por dos simples razones, necesitaba el trabajo y amaba el café. Su amor iba más allá de lo cotidiano, del sabor o el hecho de despertarlo. No, no tenía que ver con eso. Más bien, era lo que este representaba en la sociedad; madurez, elegancia, una relación construida en base a años, o simplemente una cita esporádica para hablar con los socios.

Sin duda, el rubio aprovechaba cada día el ver cómo gente tan diversa se juntaba en aquel lugar, siendo no de las cafeterías más famosas ni pertenecientes a una gran cadena, si no una hogareña, una donde el café era hecho con algo más que sólo dedicación.

 

Quizás fue por su forma de ser que Alibaba quedó rendido a sus pies, apenas lo vio.

 

La campana de la puerta sonó, anunciando que un nuevo cliente había entrado.

—Bienvenido —saludó Alibaba, con una sonrisa. Entonces se fijó quién era, y un extraño cosquilleo recorrió su estómago.

—Buenas. —Siempre estoico, aquel pelirrojo devolvía el saludo por simple cortesía. No hacía falta que viera el menú, desde que había descubierto aquel lugar, siempre pedía lo mismo. —Un café doble, por favor.

—Claro, ¿Me da su núme- digo, su nombre, por favor? Haha… —reía incómodamente, siempre que estaba frente a él, el nerviosismo le ganaba, provocando que hiciera alguna estupidez.

—Kouen. —Simplemente ignoró aquel percance, cancelando rápidamente con su tarjeta de crédito.

—En unos minutos lo llamaré. —Terminada la transacción, observó a aquel apuesto empresario retirarse a la barra individual que tenían encarando el exterior.

Su porte, cómo se movía, su gruesa voz, lo cuidado de su cabello, su dura expresión…

Alibaba babeó. Kouen era la elegancia en persona, era como si hubiesen tomado todas las cosas que amaba del café, y hubiesen creado al hombre perfecto.

Un ligero sonrojo le atacó cuando el pelirrojo, tras sentir la mirada clavada en su persona, le dirigiera una mirada interrogativa. Alibaba sintió como si aquella mirada pudiese ver hasta lo más recóndito de su ser.

—Te gusta~

Dio un pequeño salto en su puesto, debido al codazo que su compañero, Aladdin, le había dado en el costado.

¡Ssh! —Le hacía callar, tremendamente avergonzado, evidenciándose en su rostro. — ¡Tú has el café! —Murmuraba, preocupado por si el hombre en cuestión los había escuchado.

—Elemental, Alibaba-kun —soltó con aires superiores. —Puedo hacer el café y molestarte a la vez, no son mutuamente excluyentes. —Decía con cierta diversión el menor, preparando aquella bebida tan amarga.

—Ugh. —Cohibido, el rubio se apoyaba en contra la clientela. Sabía que su rostro era un libro abierto — ¿Es tan obvio?

Aladdin le vio seriamente, parando sus manos. Entonces su diestra terminó en el hombro adverso, dándole una palmada.

—Sí, demasiado.

Alibaba agarró su cabeza con ambas manos, cayendo en la desesperación.

— ¡Maldición! —Se lamentaba. Es que no podía hacer nada, aquel pelirrojo era todo lo que quería en su vida. Se notaba que tenía dinero, quizás era un empresario, pero eso no era todo, ¡Tenía el porte, el aire, la elegancia, todo lo que le parecía apetecible…!

Pero, si se lo devoraba con la mirada cada vez que entraba por esa puerta… ¿Por qué aún no dejaba de venir?

El joven enamorado comenzó a cuestionarse su actuar. Si resultaba tan obvio, no creía que para el otro pasase desapercibido… ¿Qué se traía en manos? ¿Subía su ego? Quizás ni siquiera le daba importancia…

Su mirada chocolate se posó en la figura de Kouen, examinándolo mirar por el ventanal hacia afuera. ¿Lo ignoraba? Parecía la opción más viable.

Suspiró, como la primera vez que había visto aquel cabello rojizo.

Da igual… —Quiso convencerse, no sólo a él, si no a su corazón.

Tomó el café a medio hacer que Aladdin debía terminar, y metiéndose en aquella que no era su área, lo acabó. Salió detrás del mostrador, caminando hacia su amor platónico.

—Lamento la demora —elevó la voz, con tal de llamar su atención. —Aquí está su café.

—No sabía que traían las cosas a la mesa. —Se extrañó Kouen, dispuesto a tomar la taza.

Alibaba apretó sus labios, titubeando. Pero si no quería que lo ignorara, no podía quedarse de brazos cruzados.

Preparando una sonrisa, no se lo pasó en sus manos, si no que lo dejó en la barra.

—No lo hacemos.

Fue su única respuesta, haciendo una leve reverencia, y volviendo a su puesto de trabajo, hecho un manojo de nervios que Aladdin tuvo que ayudar a no desplomarse.

— ¡Alibaba-kun…! ¿Qué fue eso? —Se mostraba sorprendido el de cabellos azules, sirviéndole de soporte.

—Fue… Fue mi primera movida —Hiperventilaba.

Era su única forma de saber si aquel hombre lo ignoraba o no. Si tomaba en serio o no su notorio gusto por él. Sólo de esa forma… Podía saber si había posibilidad de que combinaran.

Podía haber pisado la boca del lobo, o haber tomado la mejor decisión de su vida. Pero para cuando Kouen se fue, había una propina a un lado de la taza.

Alibaba casi se cayó de espaldas al ver lo que el pelirrojo había dejado de propina.

“Gerente general de Kou Factory.

Kouen Ren

Teléfono de contacto.”

 

Eso quería decir que lo tomaba en cuenta, ¿No?


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