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Sol en media noche. por Matsumoto Yuki

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Cierto rubio recorría con natural tranquilidad los pasillos de un palacio que no era el suyo. Y es que después de semanas por allí, ya todos le conocían, hasta lo saludaban.

 

Le alegraba ver cómo en ese palacio, en el que de buenas a primeras todos le parecieron intimidantes, eran más bien unidos. A excepción de ciertos tipos con tela en su rostro, pero realmente intentaba no prestarles atención.

 

No podía prestarles atención.

 

Su deber allí lo tenían claro hasta los nuevos.

 

Era como la mano derecha de su señor. O más que eso, le veían como mascota.

 

Y como la buena mascota que era, ahora mismo iba a ayudar a su amo, yendo a dejarle un par de pergaminos que el mismo día le había pedido.

 

Se puso a pensar, en eso, que al principio de todo ese embrollo, el pelirrojo mayor lo había intimidado bastante. Más que nada por su permanente dura expresión. Pero con el pasar de los días se había dado cuenta que realmente no era malo, de hecho, era bastante bueno.

 

Incluso le ayudaba, y en ocasiones de extrema rareza, le sonreía.

 

«Permiso. » Soltó en un susurro casi imperceptible al entrar. No esperó respuesta, y cerró la puerta.

 

Acomodó los respectivos pergaminos en sus lugares, y dejó un par encima de la mesa, para que Kouen los leyera.

 

—Alibaba. —Recién se dignó a hablar. —Acércame la botella que está encima del estante.

 

El aludido quedó un poco desconcertado, y luego de dejar ciertos libros que ordenaba encima de la mesa, observó el alrededor. ¿Había una botella? La vio, algo alejada del escritorio. Pues sí que había.

 

De a poco se fue acercando a ella, y cuando logró alcanzarla, se dirigió al lado de Kouen.

 

— ¿Va a beber, Kouen-sama? —Nunca lo había visto mientras lo hacía. Sería un espectáculo increíble, tal vez.

 

Se limitó a asentir y la botella fue dejada en el escritorio. No hizo falta realmente algún recipiente, de la misma botella dio el primer sorbo, o trago.

 

El olor que inundó la habitación fue bastante fuerte, al menos para el olfato Alibaba. Pero era dulce, cosa que lo hacía más grato.

 

— ¿Estrés? —Se atrevió a preguntar el rubio, a la vez que iba a la espalda del mayor, y posaba sus delicadas manos en los hombros ajenos.

 

—Sí.

 

Un largo silencio hubo en el lapsus que Kouen se tomaba un descanso bebiendo, y Alibaba le hacía un masaje.

 

—Tienes buena mano. —Reconoció el pelirrojo en eso, a lo que Alibaba se emocionó.

 

— ¡Gracias ~! —Pero tuvo que controlar parte de esa emoción.

 

De un momento a otro, ninguno supo cuándo, Kouen se terminó la botella por completo, y ordenó que siguiera con los pergaminos, para avanzar.

 

Alibaba se despegó, y comenzó a ordenar los estantes, llenos de valiosa información al criterio del pelirrojo.

 

De seguro aunque sea uno, tiene contenido erótico… —Pensó Alibaba, para sí, mientras reía risueño. —No discrepa mucho de Sinbad. —Susurró, divertido.

 

 — ¿Hm? —Escuchó desde el escritorio.

 

—Eh… —Alibaba dejó por un momento de ver los pergaminos. —Decía, que usted y Sinbad se parecen bastante. Sólo que él es más expresivo. —Sonrió, recordándolo y reanudando su labor. —Aún recuerdo cuando me felicitó por mis avances, y destreza… —Eso iba más para él que para Kouen.

 

Lo que no sabía, era la molestia que ahora demostraba el rostro de Kouen.

 

— ¿Sabes? —Le interrumpió. —Tú ahora, eres mío.

 

Se escuchó cómo un pergamino se caía.

 

Alibaba quedó desconcertado. Se agachó de manera inmediata para recoger el material, dispuesto a quejarse. Pero entonces desvió la mirada en dirección al escritorio, y comprendió todo.

 

Un leve pigmento rojo decoraba casi la misma nada de las mejillas del pelirrojo, mientras este mostraba un ápice de comportamiento infantil. De buenas a primeras no se notaba, pero Alibaba, quien había estado últimamente tanto con él, y notaba los cambios en su expresión, podía decirlo con seguridad; Estaba ebrio.

 

Faltaba que una flor brotara de la cabeza del mayor, o que un pollito reposara allí, y se completaría la escena enternecedora.

 

El rubio sonrió para sus adentros, y continuó con los pergaminos, arreglándolos.

 

— ¿Ah, sí? —Cuestionó, divertido.

 

—Sí. —Aseguró Kouen, para luego hacer una pausa. —Nadie más puede ponerte una mano encima…

 

—Me pregunto a qué viene eso… —Soltó Alibaba. Posteriormente acabó de ordenar los pergaminos de ese mueble, y dio media vuelta.

 

Grande fue su sorpresa cuando se topó de lleno con un fornido pecho. Elevó la mirada, buscando la ajena.

 

— ¿Kouen… sama? —La sombra ajena le tapaba por completo de la luz. Sintió cómo era apresado contra el mueble, y pasó saliva.

 

Antes de que pudiese articula otra palabra, sus labios fueron tomados por el mayor, quien pronto rodeó con sus brazos la cintura ajena, pegando a sí a Alibaba.

 

Intentó hacerle el quite, en serio que sí. Pero esos labios rudos aunque gentiles a la vez, le cautivaron. El rubio sintió cómo chocaron con algo de agresividad contra el estante de pergaminos, cayendo un par de ellos.

 

No fue hasta que Kouen buscó una profundidad mayor, intentando adentrar su lengua a la cavidad ajena, que Alibaba lo detuvo.

 

Posó sus manos con torpeza en el pecho ajeno, intentando alejarle.

 

—Kouen… —Omitió todo honorífico. Más que nada por la agitación del momento. Ya se evidenciaba un rojo leve en las mejillas ajenas, y dificultad para respirar. Había tenido un efecto devastador en él, sólo un beso. No se imaginaba con más. —No… No lo hagas… Vas a arrepentirte luego…

 

Un bufido recibió como respuesta, a la vez que le aprisionaba con algo más de fuerza.

 

—Claro que no… —Soltó, rozando los labios ajenos. —Ni te imaginas desde hace cuánto que estoy esperando esto…

 

Ni una palabra más fue dicha.

 

Ambos se dejaron llevar, uno más cuerdo que otro, aunque fue un mutuo acuerdo.

 

Ya no era tan sólo besos. Mordidas, roces, chupones, se colaban en dicha acción.

 

Alibaba por instinto subió una de sus piernas para rodear la cadera ajena. Kouen se aprovechó de ello, y posó sus manos en el generoso trasero ajeno, apretándolo con levedad, y luego pasando a sus muslos. Lo pegó a sí y posteriormente elevó.

 

Entonces el menor tuvo más facilidad para apresar con ambas piernas la cadera ajena. El primer contacto, un gruñido por parte de Kouen se escuchó. Caía en cuenta de que ya estaba caliente. Al segundo contacto, proporcionado por el mayor contra el estante, Alibaba gimió, deshaciendo el húmedo beso.

 

Luego del estante pasaron a la mesa, sin mucha consideración.

 

Pergaminos, tinta, pluma, entre otros objetos cayeron del escritorio sin importar mucho. Ahora mismo a los pasionales amantes no les hacían falta.

 

Sólo el uno al otro y ya.

 

Se embriagaron, no del alcohol, ni de vino. Se embriagaron el uno del otro, con esencia y todo incluido.

 

Esas cuatro paredes fueron testigos del acto, mientras Kouen embestía y Alibaba gemía, recibiendo.

 

Miles de sentimientos se encontraron y fundieron, sin pensar en futuras consecuencias, ni en qué dirían, ni nada. La unión estaba hecha.

 

Forjada.

 

Fundida.

 

Tal cual el hilo del destino, como si estuviesen destinados a estar juntos y que esa noche fuese eterna, entregándose mutuamente sensaciones de una entrega mayor de la que le habían dado a nadie nunca.

 

Sus sentimientos fueron liberados y congeniaron, sin mayores problemas.

 

~*~*~*~

 

De alguna u otra forma, dos cuerpos se hallaban reposando en el cuarto del Primer Príncipe Imperial de Kou.

 

Nadie más que el sol colándose por el ventanal, y llegando directo a una cabellera espléndidamente rubia del menor, los había visto. Pero el astro estaba envidioso. No había sido él, si no la oscuridad de la noche, junto a su opuesto lunar, quien había presenciado dicha pura entrega sin mayores inconvenientes.

 

Mostró su molestia, posándose frente a los ojos de uno de los individuos, con tal de despertarle.

 

Alibaba apretó los párpados, tratando de regular la cantidad de luz que recibían sus ojos. Pero era demasiada, y era molesta.

 

Elevó su mano, y con su ante brazo, tapó sus ojos.

 

Poco a poco recobró la vista, y se sentó en la suave cama en la que se hallaba. Primero, desorientado, luego, apenado.

 

Se hizo consciente de su desnudez, y de ciertas áreas rojas en su tez, que a veces llegaban a estar cercanas a marcas; mordidas.

 

Desvió poco a poco su mirada al semental que yacía, durmiendo, a un lado suyo, y se cohibió.

 

Sin poder soportarlo, apretó sus mejillas con sus manos, y enrojeció. —Que ha estado bueno… —Pensó. Recordaba perfectamente todo lo ocurrido la noche anterior. El beso, la desesperación, lo correspondido, la penetración…

 

De repente, una caricia en su cabello le dio un respingo. Dio un pequeño salto, y vio a Kouen, sereno, pero con un toque dulce.

 

—Buenos días. —Le saludó, con nula resaca para su sorpresa.

 

—Ko-Kouen… —Tartamudeó el menor, y pasó saliva. —Yo… Esto… Anoche… —Sus ojos se cristalizaron. Quería saber si era cosa de una noche, pero no se atrevía. Si la respuesta era positiva, no sabría qué hacer.

 

Shh —Antes de que se diese cuenta, un suave beso se posó en sus labios. Y el par de lágrimas brotaron, las cuales, al terminar el beso, Kouen limpió. —Alibaba. —Soltó con firmeza. —Así es como me siento.

 

Un pequeño silencio, lleno de expectativa.

 

— ¿Cómo te sientes tú?

 

—Yo… Kouen-sama… —Tembló, por el miedo. Y salieron más lágrimas, a la vez que cerraba los ojos, pero esta vez, por una razón distinta.

 

Al no saber cómo expresarse con palabras, simplemente se lanzó al mayor, abrazándole por el cuello, y dándole un my dulce beso de su parte.

 

Kouen, en un principio sorprendido, pero luego feliz, supo que ahora sí, podía decirlo con libertad.

 

—Te amo.

 

 

 

Ambos jóvenes llegaron tarde al desayuno. Alibaba quedó con los Ren, y Kouen luego de terminar su desayuno, se dispuso a trabajar junto a su hermano, Koumei.

 

Como el observador que era, no pasó desapercibido para él.

 

—Hermano… Se ve mucho mejor que ayer. —Aclaró la garganta. Había elegido uno de los pasillos menos concurridos para comenzar a hablar. — ¿Aconteció algo a su favor?

 

—Ayer… —Un pequeño silencio le invadió, a la vez que paraba momentáneamente. Decidió cuál era la palabra correcta. —Se fue la barrera.

 

Reanudó su caminar mientras Koumei intentaba descifrar aquellas palabras. Rápidamente cayó en cuenta del gusto de su hermano mayor.

 

—Oh… Entiendo. —Intentó alcanzarle. Esos temas eran de los que él no entendía claramente, pero suponía, eran felices. — ¿Felicidades?

 

—Gracias. —Un poco de humanidad se notó en la voz de Kouen. Ya estaban próximos a entrar en la sala de reuniones. Momentos antes de entrar, paró nuevamente, como si estuviese decidiendo algo. —Que nadie se acerque a mi Alibaba.

 

Acto seguido Kouen se perdió en el interior de la sala, dejando atrás a su hermano, un tanto desconcertado.

 

Una vaga risa le invadió en ese pasillo, solo.

 

—Le dijo «mi».

Notas finales:

Como primer "Lemon" o "Lime" es bastante soft, de hecho, no creo que se tome como Lemon, lo lamento <|3

 

De todas formas, ¡Espero les haya gustado! En especial a. . .  ¡Alessacx! One-Shot dedicado a ella. <3

 

Hasta la próxima ~


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