Buenas…
¿Cómo has estado? ¿Estás bien?
¿Te has alimentado adecuadamente? ¿Hay alguien que te cuide?
…
¿Te acuerdas de mí?
Yo, bueno… Yo sí me acuerdo de ti…
A veces me pongo a pensar, a recordar, cómo fue el tiempo que pasamos juntos. Es un poco difícil darme cuenta de que soy sólo yo quien hace ese retroceso, y se pregunta un «Y si hubiese…»
¿Sabes…? Es algo masoquista de mi parte pero… He preguntado por ti… Ya lo sé. No importa que trate de ignorarlo.
Ya sé que tienes nueva pareja.
Me dolió, y mucho. Pero es lo que me conseguí… O lo que provocamos juntos, ¿No? Nuestra relación se supone era de dos y no de uno…
“Se supone”.
Se suponían muchas cosas. Di por sentado muchas cosas.
Y, ¿Sabes…? Te extraño… Te extraño tanto que he llegado a llorar de la impotencia. ¡Y no me tildes de llorón, eh!
Es sólo que tuve… O más bien dicho… Tengo, tantas cosas que quiero decirte… Tantas cosas que sé que en su momento habrían salvado todo…
¿Te dije alguna vez que adoraba verte mientras dormías, en la mañana? ¿Te mencioné alguna vez de lo suave de tus labios, que me hacían sentir en sueños? ¿Te confesé que me volteaba sólo porque lo que hacías o decías tenía tal impacto en mí que me dejaba completamente rojo? No… ¿Verdad? No te lo dije…
Lo lamento.
Lamento tanto todo. De verdad que lo intenté. Sé que no soy la mejor persona, y que mi Amor tal vez era demasiado frío… ¡Pero era lo que tenía! Tal vez no te diste cuenta, quizás no lo enfaticé, hagamos de cuenta que quisimos ignorarlo… Pero pasó. Probablemente no como tú querías, pero lo hice. Dejé incontables veces mi orgullo de lado por ti. Pedí perdón. Di el primer paso.
¿Qué querías que hiciese? Si me lo hubieses dicho, lo hubiese hecho. Pero entré en pánico cuando me di cuenta de que mi forma de amar no era la que tú querías. Sabía perfectamente que habían otras personas, mucho más afectivas que te darían todas las muestras de cariño que quisieses, y todos los mimos, y toda la atención…
¡Pero dijiste que me aceptabas! ¿¡No!? ¡Tal cuál era! No encuentro la razón de que alimentaras un amor que terminarías, que habías decidió hace meses que terminarías.
Porque sí.
Ella me lo confesó. Me dijo que querías terminarme desde el sexto mes, pero no sabías cómo.
¿Realmente pudiste fingir por seis meses que me amabas?
Yo no. Yo en ningún momento fingí. Siempre te dije la verdad. Y si me alejaba cuando estaba mal, es porque sabía mi genio, sabía que nadie puede con él, y te hartarías más rápido.
Pero anda ya.
¿Qué esperabas al terminarme el día después de nuestro aniversario? ¿Qué te detuviera? ¿Qué te rogara que te quedaras?
¿Qué me arrastrara por ti?
Pues lo hubiese hecho.
Te juro que sí.
Pero me di cuenta de que iba a ser demasiado egoísta.
Te mantuve cautivo por medio año, aún sabiendo que ya no querías estar conmigo. Ya había sido demasiado egocéntrico…
¿Has escuchado el dicho «Si lo amas, déjalo ir»?
Soy un firme creyente de que eso sólo lo hacen los idiotas.
Aunque nunca conté con el hecho de que yo también era uno… Y fíjate que sí soy uno enorme. Te escribía sólo para decírtelo, para dejártelo en claro. Una de las cosas que tengo que decirte.
Aún te amo. Como el primer día, o incluso más.
Sólo eso. Quería que lo supieras.
Te amo.
Hakuryuu completó su largo escrito. Lo repasó, y posteriormente aceptó.
Frunció el entrecejo al ver el destinatario.
«Judar»
Negó levemente, y apretó la tecla roja del celular, borrando todo y desertando. Luego vio hacia el frente. Las olas rompían a más de diez metros bajo sus pies. El yodo del mar le daba directo en la cara, y le arrastraba hacia atrás, como si la mismísima naturaleza quisiese parar ese impulso grotesco.
Pero no pudo.
Hakuryuu avanzó, y desapareció en un grito ahogado.