Día 4: Mi familia
Hay un tema que no he hablado con ustedes hasta el momento, y es que no es un asunto muy fácil de abordar en realidad.
Mi padre es Agustín Pfeiffer, cómo lo oyen, el más renombrado economista del país. Todos lo respetan y alaban por las gestiones que tuvo cuando fue Ministro de Economía. Eso fue hace tres años y todavía todos se preguntan la razón por la cual dimitió de tu cargo. Bueno, él nunca lo dice en público, aunque siempre me lo recalca: fui yo el culpable.
Es una historia larga, dolorosa y el motivo por el cual ahora detesto a mis padres, esos que para todos parecen perfectos, pero que para mí son los peores verdugos. En el momento en que más los necesité me dieron la espalda y ahora sólo se dedican a criticarme.
Mi madre es Ada Lancaster, hija del millonario industrial Federico Lancaster, dueño de la tercera furtuna más grande del país, sólo después de los Palmer y los Grimaldi. Ella es prima de los Bolingbroke, esa detestable familia, a la que pertenece Renato, el dueño de la compañía de porno más grande de la nación: Baby Pornograph.
Ella nunca está en casa, al igual que don Agustín. Desde hace un tiempo sólo se dedica a su Fundación, la que busca proteger a niños y adolescentes en riesgo social. Suele preocuparse más por quienes no llevan su sangre, en vez de mi.
No tengo más hermanos y los tres vivimos en uno de los tantos rascacielos del distrito financiero de la capital. Siempre he tenido dinero, aunque desde hace tres años que es lo único que me dan mis padres, porque ellos ya no me aman.
La única persona que se preocupa por mi en la casa es Consuelo, la sirvienta que me ayudó a criar desde pequeño.
-¿Cómo amaneció el pelirrojo más bello de este mundo?- fue la forma en que me saludó esta mañana.
Como tengo por costumbre, desayuné en la cocina, allí donde puedo platicar con la bella mujer que me sirve.
Consuelo debe tener unos cincuenta, es madre soltera y tiene dos hijos que viven en el sur. Nunca los he conocido. Ella es muy guapa, siempre lo he creído. Es de cabello oscuro y piel tostada, no tiene nada del otro mundo, sólo que sus facciones son las relevantes. Esas que la hacen parecer un cisne, un ave magistral que camina con sus plumas demostrando su belleza.
-Deberías dejar de decirle que es bello, eso no le servirá de nada en la vida adulta... Debería preocuparse más por sus estudios y dejar de paracer un imbécil. Todos se burlan de sus calificaciones, nadie comprende que mi hijo sea tan burro...- ingresó sin avisar don Agustín.
Con la acidez que suele mostrarme se dirigió a Consuelo, cómo si no estuviera allí. La pobre se quedó callada, yo sólo atiné a verle con odio. Tal como ingresó se fue, como un alma en pena.
La sirvienta no dijo nada más, sólo se dedicó a acariciar mi cabello, como si con ello quisiera decirme que debo estar bien, que no tengo que tomar en serio sus palabras.
Esa es mi familia, un asco rotundo. ¿Y saben lo peor? Es que Borja vendrá mañana a hacer un trabajo para el cole. Espero que esos viejos amargados no estropeen mis planes con el feo.