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Camino al cielo por Aomame

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Camino al cielo


Km 8

Tat chan no fue el único que huyó ese día, también yo corrí. Tal vez, en un intento de encontrar a Tat chan y hablar con él; tal vez porque no tendría el valor para mirar a los ojos a Sakurai san. Desde entonces, he estado triste. Me siento mal por haber permitido ese beso, por corresponderlo, porque, aunque diga que fue Sakurai san quien me besó, yo respondí, yo me dejé llevar. Porque me guste o no, me parece que ese hombre me afecta más de lo que debería. Realmente debe gustarme, pero ese es el problema: no debería.

Los días se han sucedido uno al otro, pero lejos de sentirme mejor, todo empeora. Tat chan no ha vuelto y yo no me atrevo a contestar las llamadas de Sakurai san. Afortunadamente no me ha ido a buscar ni a mi casa ni a mi trabajo, supongo que es bastante intuitivo como para darse cuenta que lo que menos necesito en este momento es precisamente su presencia. Con todo, su beso sigue haciendo arder mis labios, parece una marca indeleble de la cual no hay escapatoria. Y eso aumenta mi terrible sensación de culpa.

—Tal vez, si subes la voz ahí—dijo Tet chan, desde el otro lado del estudio de grabación. Era nuestra segunda visita esa semana y aparentemente la canción estaba casi lista, a excepción de mis vocales.

Asentí, pero antes de volver a cantar, desistí. Me quité los audífonos y salí de la sala.

—¿Te pasa algo, akumilla? —preguntó Ken chan levantando las cejas y dejando caer de la mesa sus pies.

—Has estado algo distraído—dijo Yukkie,

Tet chan, tan sólo asintió para darme a entender que todos ellos lo habían notado.

—No es nada—respondí—sólo tengo que… fumaré un poco.

—Pensé que lo estabas dejando—dijo Tet chan levantando una ceja como una mamá escéptica.

—Déjalo disfrutar—dijo Ken y me tiró la cajetilla de cigarros que tenía en el bolsillo de su pantalón.

La acepté, también el encendedor y salí del estudio hacia el patio. Me acuclillé, encendí el cigarro y tras la primera calada, apoyé la espalda en la pared detrás. Dejé que el humo escapara muy lentamente de entre mis labios. Cerré los ojos.

Me pregunté por quinta vez en el día, si Tat chan estaría bien, si había ido al cielo o si no, dónde estaría. El viento sopló, le sentí quemar más rápido el tabaco entre mis labios y despeinarme el cabello.

—Parece que lloverá—escuché—. Tal vez, debería entrar de nuevo, Takarai san.

Tardé un poco en comprender, en reconocer…aquella voz que me hablaba era la de Sakurai san. Temí estar alucinando, pero cuando abrí los ojos, le vi claramente frente a mí, de pie. No supe que decir, me paralicé. Él tampoco dijo nada, se esculcó los bolsillos del abrigo y sacó su propia cajetilla de cigarros, sacó uno y se lo puso entre los labios. Tal vez porque no tenía encendedor ni cerillos, tal vez, sólo por qué era más fácil así, se acuclilló frente a mí, se inclinó y acercó a mi rostro para encender su cigarro con el mío. Le tuve tan cerca como aquel día en el cementerio, o casi. A diferencia de ese día, nuestros labios no se encontraron. Los cigarrillos lo impidieron.

Sakurai san le dio una calada larga y profunda a su cigarro, lo apartó de sus labios y levantó el rostro dejando escapar el humo con fuerza de su boca. Yo lo observé incapaz de moverme o de decir nada. Estaba acorralado entre la pared y él.

Finalmente, Sakurai san habló.

—Quería pedirte disculpas—me dijo con el cigarro humeando entre sus dedos—. No debí besarte así, ni mucho menos, frente a la tumba de tu amigo. Comprendo que estés molesto conmigo.

No contesté, no podía. El cigarro siguió consumiéndose entre mis labios sin que yo hiciera nada con él.

—Lo siento. Es sólo que me conmoviste. Desde el inicio… me pareció muy lindo de tu parte que quisieras cumplir los últimos deseos de tu amigo. Es muy loable. Y al verte llorar así frente a su tumba…

—¿Por qué? —le dije oscilando el cigarro entre mis labios—¿Por qué tenías que besarme?

Sakurai san me miró a los ojos, con tal profundidad que comencé a cohibirme. Pero fue lo que dijo a continuación lo que subió los colores a mi rostro:

—Porque me gustas.

El cigarrillo se me cayó, fue Sakurai san quien lo recogió, como ya casi no quedaba nada de él, lo aplastó contra el piso.

—¿Qué? —murmuré casi sin aliento.

—Eso—dijo él—, me gustas.

—¿Pero acaso eres gay?

—Bueno, si me gustas, puedo decir que sí. Al menos, contigo.

Le miré paralizado, recuerdo haber abierto y cerrado la boca una y otra vez sin lograr articular palabras. Sin embargo, Sakurai san no esperaba que dijera nada, continuó hablando como si nada.

—Pero no creo que eso sea un problema, ¿acaso no te sientes de la misma forma?

Tragué saliva.

—¿Qué?

—Bueno, cuando te besé, me correspondiste.

—Eso no…

—Estoy seguro de ello. Además—estiró su brazo y sus dedos apartaron un mechón de mi cabello que caía descuidado sobre mi frente, ese simple movimiento me puso muy nervioso, provocó un salto en mi estómago y me supe rojo como un tomate—, tus reacciones cuando estoy cerca, son obvias.

Levanté la vista, por alguna razón, ahora, estaba molesto. Tat chan estaba molesto conmigo, y seguramente un día de estos vendría a vengarse. Y si sabía esto… sería peor. No, yo no podía aceptar algo como eso. Yo no podía traicionar a mi amigo.

—Eso… eso…—farfullé y luego, levantando la voz, exclamé—: ¡No es cierto! ¡Yo no me siento así!

Me puse de pie, pegándome a la pared.

—¡Yo no estoy enamorado de ti! —grité.

Sakurai san se incorporó también. En ese momento, la puerta del estudio se abrió, Tet chan, Ken chan y Yukkie se asomaron.

—¿Qué pasa, Hyde chan? —preguntó Tet chan.

—Te escuchamos gritar—apuntó Yukkie.

—Na… nada—dije y dando media vuelta decidí volver al interior del estudió, seguido de mis amigos.

Pero ellos no me creyeron. Nada más entrar y cerrar la puerta, me cayó un torrente de preguntas. Por más que les dije que no pasaba nada, y estaba a punto de desistir, Ken chan lanzó el último balde de agua fría.

—Te gusta, ¿cierto?

—¿Qué?

—¡Oh, vamos, Hyde! Te pusiste a escribir canciones sólo porque él te alentó a ello, además, hablas mucho de él y cuando lo haces se te ponen las orejas rojas.

—¡No es verdad!

—Ahora que lo dices—comenzó Tet chan.

—¡Qué no!

—Es quien te trajo la otra vez, ¿no? —presionó Yukkie chan.

—Sí, pero eso no significa nada.

—No tiene nada de malo si te gusta—dijo Ken chan.

—Y le puedes mostrar nuestro demo, quién sabe, tal vez nos apadrine—pensó Tet chan.

—¡Ya les dije que no es nada! Terminemos de grabar.

Con ello zanjé la situación y los hice concentrarse en otra cosa.

Esa noche volví a casa agotado. Entre a mi departamento sin siquiera prender la luz y me dejé caer en mi cama con un suspiro.

—Pareces muerto—escuché en las alturas, me incorporé y giré la vista hacia el techo.

Ahí flotando cómodamente, estaba mi amigo.

—¡Tat chan!

—¿Qué tal, Hyde chan? Tengo un asunto pendiente contigo

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. 

Bueno, no me tardé otro año jaja

¡Nos estamos leyendo!

 

continuará...


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