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[]+[]+ El camino de un destino. +[]+[] por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Este es un capítulo nuevo, este si no había sino publicado, espero de corazón que lo disfruten.

Capítulo IV.      

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La noche había caído, Damien yacía en su casa, más precisamente en su habitación. Trataba inútilmente de estudiar pero le era imposible, las palabras de Camus en la tarde le estaban rondando en la cabeza amenazando con enloquecerlo. Él no había olvidado a Milo el tiempo que había estado en Italia, pensaba en él todos los días y mentiría si dijera que el tipo no era atractivo; Milo era el sueño de cualquiera pero tenía miedo… Damien deseaba tanto confiar pero el miedo terminaba matando todos esos anhelos. No sabía si valdría la pena o terminaría mucho más herido que antes, pero lo que si era seguro es que si se enamoraba lo haría con el corazón, como sólo un canceriano puede amar.

Decidió que no tenía sentido luchar con su mente que tal parecía estar en plan de tormento en contra suya y su estabilidad mental. Se levantó de la silla frente al escritorio para irse en dirección a la cama donde se dejó caer boca abajo con la cara hundida en la almohada, estaba cansado, y el pensar en Milo le cansaba aún más. 

 

 

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Escuchaban el celular del más bajo sonar en algún lugar de la mesa inundada de cuadernos, lienzos, pinceles, acrílicos y demás cosas. Saga y Camus removían sin delicadeza todos los objetos, hasta que al fin el acuariano encontró su teléfono inteligente.

Viendo en la pantalla la foto de Milo, supo lo que venía. Respondió y esperó.

Allô… —respondió el francés con tono cansado.

¡Camus, hombre al fin contestas! —decía el griego al otro lado de la línea— ¿Pudiste hablar con Damien?

 

La impaciencia que emanaba la voz del heleno era palpable para Camus, Saga escuchaba todo lo que su pareja decía mientras ordenaba un poco la mesa.

 

—Si, hoy hablé con él... ¿Sabes, Milo? Creo que conquistarlo será muy complicado, te aconsejo que mejor desistas, porque dudo mucho que Damien te dé una oportunidad…

 

¡No! —gritó en la bocina haciendo que Camus se alejara adolorido del aparato— Camus. ¿Nunca has escuchado que uno valora mil veces más lo que cuesta tener, que lo que se recibe regalado? No me importa cuánto me cueste, o cuánto tiempo tome. Me ganaré el amor de Damien, el mío le pertenece, yo lo haré confiar de nuevo. Le mostraré que no todos somos igual al idiota de Kanon.

 

Camus iba a refutar algo en respuesta al argumento del peli-azul, pero éste cortó la llamada sin esperar palabra más. Al galo le había sorprendido la respuesta de Milo, no cabía duda de que le había dado fuerte, Camus sólo esperaba que Damien no lo lastimara. Milo había pasado por algo parecido a lo del italiano cuando era adolescente. Al igual que el de Cáncer, Milo se había enamorado de una chica llamada Shaina, pero ella lo engañó con otro tipo. Por esa razón el griego se había marchado un tiempo a Francia en donde se habían conocido y con el tiempo se volvieron grandes amigos.

 

Camus se quedó mirando la pantalla ahora apagada de su celular por unos segundos y luego, alzó la mirada hasta que sus ojos azul zafiro se conectaron con las jades de su pareja. Saga exhaló, y mientras comenzaba a acercarse al francés le preguntó:

 

—No cederá…, ¿verdad?

 

El rostro del peli-turquesa se convirtió en una mueca compungida.

 

—Lo conoces bien… —suspiró cansado.

 

—Lo conozco desde quinto grado, mi amor. Créeme que cuando se ama, no importa lo que esa persona a la que amamos haya vivido en el pasado, o cuanto nos rechacen por miedo… —reprochó con una sonrisa y Camus se sonrojó, recordando aquellos tiempos que no eran tan lejanos cabe decir— Porque el amor que les tenemos nos dará la fuerza para seguir el camino hasta llegar a su corazón, y el premio de ese difícil camino será su amor, ver la sonrisa en sus labios… y besar esos mismos labios hasta que ambos pares sean uno solo.

 

Al terminar de decir aquellas profundas palabras, Saga tenía a Camus entre sus fuertes brazos. Sus labios se fundieron con los de su galo y Camus aún sonrojado, respondió con las manos acariciando los brazos del griego. Ambos recordaban el largo camino que debieron de caminar para poder llegar a donde estaban ahora: Camus, el camino de la confianza, y Saga el de la perseverancia…

 

Al separarse del sensual beso, el gemelo acotó:

 

—Gracias… gracias por dejarme estar a tu lado, mi príncipe.

 

—No, Saga, gracias a ti por devolverme la confianza… por amarme.

 

—Te amo, Camus, te amo más que a mi propia vida.

 

Saga volvió a besar al menor. Le amaba porque le había costado el que Camus lo aceptara, por ello entendía que nunca encontraría a alguien como el francés y estaba feliz de que él fuera sólo suyo. Porque quizás no había sido el primero en su cuerpo, pero fue el primero en amarlo de verdad.

 

 

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La alarma sonó con su molesto repique, y el sol le daba de lleno en la cara, y si a esto le sumamos que Manigoldo estaba afuera de su habitación golpeando su puerta y llamándole como un poseso. Tenemos como resultado a un Damien que de a poco se ponía de mal humor.

—Qué lindo despertar… —pensaba con ironía completamente frustrado en lo que se quitaba las cobijas de encima para levantarse e ir a abrirle a su hermano mayor.

 

Estaba comenzando a pensar que ese día en particular sería un infierno, pero no debía ser tan exagerado, el día estaba apenas empezando quizás luego podría mejorar. ¿Verdad?

 

—Hermano, por los dioses…

 

Damien abrió la puerta para encontrar a Manigoldo impecablemente vestido con una humeante taza de café en la mano derecha, y viendo su reloj en su muñeca izquierda.

 

—Damien, ¿sabes qué horas son? —llevó su mirada a la del menor— Vas a llegar tarde a la universidad…

 

—Lo sé… —bostezó— no creas, llego en buen tiempo.

 

—Ve a ducharte, te preparé el desayuno así que baja cuando termines.

 

Manigoldo dio unas palmadas en el hombro del más joven y le dejó solo.

 

Eran las 7:30am exactamente, sabía que tenía tiempo para prepararse. Al menos su hermano le había preparado el desayuno, debía agradecerle este hecho.

 

Una vez hizo todo su ritual matutino, se dirigió a la cocina junto con su mochila y carpetas para tomar el desayuno en compañía del mayor. Tendría que rezar a todos los dioses para poder tener un día tranquilo. En la noche se había dormido pensando en Milo, recordándolo, su voz, sus ojos, sus labios… Hasta había terminado soñando con él,  Damien se sentía mentalmente cansado de darle tantas vueltas a un asunto que para cualquiera ni siquiera significaría una gran obra, pero para él era otra historia…

 

 

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Aunque era temprano, algunos ya habían llegado a la universidad, entre estos estaba Kanon quien conversaba con Shaka en una zona apartada de los edificios de economía que era lo que ambos estaban estudiando.

—Shaka, estoy desesperado. Si hubiera sabido que el infeliz de Aioria me iba a jugar sucio, nunca hubiera cambiado a Damien por él —se lamentaba el gemelo, dando un golpe de frustración al tronco de un árbol cercano.

 

Shaka sólo negó con la cabeza.

 

—No puedo ayudarte, Kanon. Tú sabías perfectamente que Damien te amaba, y por tu causa, él tuvo que irse —recriminó.

 

Kanon se sentía desesperado, estaba probando el ácido y no le estaba gustando. Sabía a la perfección que el italiano lo adoraba pero a él nunca le había importado eso. Ahora al volver a verle después de cinco años de que se hubiera marchado, había despertado en él esa atracción y ese amor que tuvo que tenerle desde un principio. Pero era demasiado tarde, porque por más que lo intentaba, Damien no lo quería cerca.

 

—He buscado mil y un oportunidades para acercarme a él pero nunca está solo… Además, he sabido que otros han tratado de conquistarlo pero él siempre los manda al Yomotzu —el gemelo le contaba desesperado al hindú lo que había conocido de su ex novio desde que estaba en la universidad.

Shaka por otro lado escuchaba atentamente el relato del peli-azul, pero por mucho que quisiera ayudarle a Kanon, sabía que lo que estaba sufriendo, él mismo se lo buscó.

—Eso es porque no confía en nadie que llegue a hablarle de amor —aportó resuelto el oji-azul—. Desde la desilusión que vivió contigo, no confía en nadie.

Kanon resopló frustrado.

El griego no era conocedor de todo el daño emocional que le había causado al peli-corto. De hecho, Kanon nunca pensó en lo que provocaría con aquella traición a un corazón enamorado y soñador. Damien era lindo cinco años atrás, pero el de ahora era tan frío y cortante, hiriente; más sólo se estaba defendiendo, protegía lo poco que le quedaba tras muros indestructibles de indiferencia y desagrado porque recordaba, y recordar le lastimaba.

Nunca se dio cuenta de cómo Damien lo descubrió con Aioria esa mañana, nunca hablaron de lo sucedido, y sabía lo que el menor conoció por el hermano mayor del mismo; Manigoldo quien había ido a retirar los papeles de estudiante de Damien del instituto aquel donde estudiaban, la misma semana en la que optó por marcharse. Los demás le cuestionaron al italiano mayor por el oji-azul menor. Pero el hombre simplemente les dijo que Kanon y Aioria habían traicionado a su hermano y que no quería volver a ver a aquel par. Y era verdad, y Kanon lo comprobaba hoy día.

—Le… le arruiné la vida…

Cubrió su rostro con ambas manos y chocó de espaldas contra el árbol que había golpeado momentos antes. No comprendía como alguien como Damien; en antaño dulce, detallista e inocente. Se había convertido en ese ser déspota e inalcanzable de la actualidad. Y lo peor es que él fue el creador de ese ser que no se dejaba alcanzar, y que quemaba al tocar. Como una estrella, como el mismo sol…

—Sinceramente, Kanon. No sé por qué no fuiste claro desde un inicio. Si te gustaba Aioria, se lo hubieras dicho, pero no… fue más fácil para ti engañar a Damien para atraer a ese tonto.

—Créeme que si pudiera retroceder el tiempo, lo haría…

—Pero no puedes, y Damien jamás volverá a caer en tus sucias mentiras.

Kanon se vio abruptamente interrumpido por una masculina voz que venía tras unos árboles de ancho tronco. Shaka y el griego se quedaron sorprendidos de ver a Milo de Escorpio de pie frente a ellos con serias facciones.

—¡¿Qué se supone que haces aquí, bicho?! —cuestionó el gemelo con notable molestia.

—Vine a advertirte que si te acercas a Damien, me vas a conocer de verdad, Kanon —contestó el otro sin amedrentarse.

—¡Tú no eres nadie para retarme, Milo!

—Eso es lo que tú crees. Sólo eso te digo cretino, mantente alejado de Damien, tú no te lo mereces. Además. ¿No crees que ya le hiciste daño suficiente? Mejor ve a buscar a Aioria. ¡Ups…! Es verdad ¡Él te cambió por Frodi! —terminó mofándose, el griego oji-verde apuñó las manos con rabia.

Kanon estaba por saltarle encima, pero Shaka adivinando sus intenciones. Tomó rápidamente a Kanon desde su espalda, rodeando su cintura con fuerza con ambos brazos.

—¡Chicos basta! —exigía con tono frustrado el rubio— Milo, vete a tu área, y tú Kanon ¡Tranquilízate de una vez!

—¿¡Qué te hace pensar que Damien no me querrá de nuevo!? —retó el de Géminis aún sujetado por el hindú— Yo fui su primer amor y puedo volver a serlo.

—Si, es verdad —aceptó—. Pero también fuiste su mayor desilusión, y no creo que dejes de serlo… yo seré quien sane sus heridas, lo haré feliz como tú no te atreviste.

Sin darle tiempo al de mirada verdecina de responder. Milo se dio la vuelta dejando a Kanon ahogándose con las palabras en su garganta, y la rabia recorriendo sus venas. Tal parecía que ahora tenía un fuerte rival con el cual debatirse por el amor del de Cáncer.

 

 

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Las piernas no le daban para más, se le había hecho tarde —menos mal dijo que llegaría en buen tiempo—. Habían pasado diez minutos de su hora de entrada, las primeras horas eran de Historia y Teoría del Diseño con la licenciada Pandora, seguramente le tocaría rogarle para que lo dejara entrar. Damien rezaba interiormente para que la bella mujer hubiera amanecido de buen humor y se apiadara de él.

Con lentitud se acercaba al aula donde le tocaba recibir la clase. Pudo escuchar la voz de la pelinegra dando indicaciones desde el otro lado de la puerta, y su angustia aumentaba segundo a segundo.

—Demonios, ¿y ahora que voy a hacer…? —se preguntó mordiéndose el labio inferior con aflicción.

Y Damien se debatía internamente entre si tocar la puerta y recibir una reprimenda, o esperar a las otras horas de clases. Justo estaba en su lucha interna cuando una voz suave y masculina se dejó escuchar detrás de él, helándole la sangre.

—Veo que no soy el único que ha llegado tarde.

La voz del otro sonaba entrecortada por la carrera que había hecho desde la facultad de economía para llegar a su aula. Pero no contaba con encontrarse al motivo de sus desvelos ahí afuera del salón.

El italiano por otro lado, templaba internamente ante la cercanía de su compañero. Y estaba pensando que aquello era un castigo seguro por su falta de puntualidad.

"Si tan siquiera le hubiera hecho caso a Manigoldo —pensaba—… o quizás, el muy estúpido me echó una maldición. Si, eso fue, lo mataré en cuanto llegue a casa…"

Milo sonreía, mirando al que se encontraba peleando consigo mismo como si este fuera una obra de arte. Estaba a punto de decir algo a su inesperado compañero. Pero el sonido de la puerta del aula siendo abierta desde adentro, les distrajo a ambos.

—Volveré en unos minutos —se escuchó desde adentro.

Ambos tardistas clavaron sus ojos en el dueño de aquella voz, quien por cierto, salía del interior de aquel cuarto académico.

El joven que abandonaba el aula no era otro más que Camus. El pobre francés apenas cerró la puerta tras de sí, fue tomado de cada uno de sus brazos por los dos chicos que estaban afuera. El peli-turquesa abrió los ojos grandemente al fijarse en aquel par que estaban prácticamente secuestrándolo.

—¡Oigan! —vociferó el peli-lacio— ¿Qué hacen ustedes aquí afuera?

—¡Camus! —nombraron los dos jóvenes al unísono.  

—Camus, ayúdame a entrar a la clase —le rogó el siciliano con desespero—, se me hizo tarde porque no pude dormir bien anoche.

—Ehhh… Damien, yo… —intentó hablar pero el griego del lugar lo interrumpió.

—Camus, amigo tuve algo que hacer y no pude llegar antes…

El galo suspiró derrotado con sus brazos aún sujetados.

—Chicos, yo estaba yendo al baño ahora. Si los entro conmigo al aula cuando vuelva, no sé qué es lo que Pandora dirá; seguramente me preguntará de donde me los encontré o a ustedes les va a cuestionar de donde salieron o donde estaban… yo les sugiero que mejor esperen a la otra clase, porque sinceramente ésta empezó hace media hora ya.  

Los dos peli-azules soltaron al peli-turquesa y suspiraron con pesar. Camus tenía razón, habían llegado muy tarde y el único remedio que tenían, era esperar las otras horas de clases del catedrático Julián quien instruía la clase de Teoría del Color.

—Pero, Camus… —habló Damien ganándose la mirada preocupada del nombrado— ¿Que haremos durante la otra hora y media de la clase de Pandora?

—Pues… —meditó el francés sin tener realmente algo en la mente.

—Puedes... aceptarme una invitación a la cafetería del campus —opinó Milo con una sonrisa en sus atrayentes labios.

Damien había volteado rápidamente la cabeza para alejar su mirada del galo, y posarla ahora en el heleno. Sin ser consciente, el oriundo de Italia se había sonrojado levemente por la intensa mirada que Milo le dedicaba en lo que Camus sólo sonreía internamente por la espontaneidad de su amigo. Sin duda, Milo no perdía el tiempo; sólo faltaba saber si Damien aceptaba aquella oportunidad que se presentaba para estar junto a ese recuerdo que ahora estaba a su lado deseando tomar un café en su compañía. Llegar  tarde a una clase, nunca había parecido tan bueno como ahora…

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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