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Bajo la sombra de Central. por Sombra96

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Central estaba atestada de gente a esa hora del día. La cafetería abría a las 11:30 de la mañana pero su hora más agitada solía ser cerca de la 1, cuando la mayor parte de los estudiantes universitarios corrían para que la fila no les tocará demasiado larga y terminaban haciendo muñones de gente en ciertos sitios de la fila que convertían la experiencia de almorzar en toda una odisea.

 

Camilo estaba de pie junto al pasillo grande que daban entrada a los bajos de Central, esperando. Había salido antes de clase para ir hasta las ventanillas y comprar los almuerzos del resto de la semana, evitándose así una fila más para poder almorzar. Observó con algo de impaciencia la hora en su celular: “1:14 p.m.”, los estudiantes seguían pasando por su lado en grandes grupos mientras Daniel no aparecía.

 

La clase había terminado hace 14 minutos y el edificio no estaba tan lejos de la cafetería.

 

Giró su cabeza para observar el panorama oscuro de la fila, que incluso para ser lunes, estaba peor de lo normal. Y Daniel no llegaba. Pensó por un momento ir a hacer la fila mientras sus amigos aparecían pero le había dicho a Daniel que estaría esperándolo justo frente a la entrada de Central, que casualmente daba también con su Instituto, por lo que no debía moverse sino quería generar un ataque de histeria en su amigo.

 

Espero cinco minutos más antes que la cabeza rizada de Daniel apareciera en el camino, era él más alto del grupo, por lo que se había convertido el punto de referencia indiscutible de todos; tras él venían Ángel y Pablo, hablando entre ellos mientras el alto los guiaba. Camilo algunas veces pensaba que Daniel se abría paso con su presencia, como sí todos a su alrededor se detuvieran y dieran un paso atrás, sólo para admirarlo.

 

Esa tarde no era la excepción, pero había algo más…

 

Caminaba a paso lento, poco normal en él y tenía los ojos clavados en el suelo mientras hacía muecas graciosas con su cara. Camilo supo que algo pasaba. Lo confirmó cuando el más alto de los dos se detuvo a su lado y no dijo ni una sola palabra. Nada. Ni siquiera un suspiro. Daniel no era ese tipo de persona, solía estar hablando todo el tiempo, quejándose y yendo contra todo para tener la razón, al alto le gustaba demasiado estar en un bando solo y creer que su verdad era absoluta, así que solía estar soltando palabras sin descanso. Algo había pasado.

 

Pero Camilo no dijo nada tampoco.

 

Principalmente porque él nunca decía nada por más preocupado que pudiese sentirse. Creía que interferir demasiado en la vida de las personas era molesto y tenía la regla personal de no ser intento o insistente a menos de que fuera absolutamente necesario. Así que se limitó a caminar con él hasta el final de la fila. Tras ellos, las voces de los demás retumbaron, hablando de la clase y los trabajos de mitad de semestre que debían comenzar a hacer.

 

No supo qué le pasaba su amigo sino hasta 22 minutos después.

 

Casi que los había contado.

 

Supo que sucedía por la forma en cómo el gran cuerpo de Daniel se tensó mientras sus ojos observaban fijamente el pasillo de entrada, siguiendo un cuerpo en particular moverse por el espacio, buscando donde meterse en la fila. En medio de las voces amortiguadas de miles de estudiantes, el calor sofocante de todos los cuerpos apeñuscados tratando de entrar a las escaleras del comedor y la poca luz que se filtraba; Camilo reconoció a Jehison.

 

Jehison; 182 cm de alto, robusto, con cabello negro y gafas de montura plateada que siempre vestía camisas de cuadros sobre una camisilla blanca y jeans azul oscuro.

 

Bisexual proclamado, y puta particular de psicología.

 

El ex novio de Daniel.

 

Claro, sí a eso podía llamársele ex novio. Su relación había sido tan fugaz como un suspiro pero había iniciado en los primeros días de primer semestre en la universidad. Jehison había encontrado en Daniel a un chiquillo demasiado enfurruñado con el mundo como para pensar en relaciones y sexo (incluso se rumoreaba entre sus compañeros que Daniel era completamente casto; Camilo jamás preguntó). Podría decirse que se encandiló de forma peculiar con su amigo y el reto que suponía. Lo había buscado una y otra vez, en clases y fuera de ellas, esperando que algún día le hiciera el más mínimo caso.

 

Y lo consiguió.

 

Camilo no supo cómo pero un día Daniel simplemente apareció de la mano de un triunfante Jehison. Ambos tan similares que chocaba verlos juntos: altos y robustos, y con visiones demasiado particulares del mundo como para compartirlas. Nunca había estado de acuerdo con esa relación, ni con la existencia de Jehison en la tierra (para ser sinceros). Durante meses, Camilo había escuchado las quejas de Daniel sobre los acosos nada disimulados de Jehison y sobre cómo, ante todas las cosas, Daniel NO era gay.

 

Pero como siempre, no dijo nada y se limitó a felicitar a su amigo con algo de aprehensión.

 

Su relación duro exactamente 65 días.

 

Sin contar los intervalos de vacaciones de la universidad, donde Jehison desaparecía sin dejar rastro y ocasionaba en Daniel una desesperación histérica que terminaba con él quemando a llamadas el celular del que decía ser su novio. La bomba estalló a inicios de ese semestre, cuando Jehison (sin un dejo de vergüenza o culpa, en serio) le contó cómo se había acostado con tres chicos durante esos 65 días.

 

Todos y cada uno de ellos, compañeros de clase.

 

Y ni mencionar a las chicas.

 

Daniel sólo atinó a lo que cualquier chico despechado haría: le propinó tal puñetazo que lo mandó al suelo y le quebró el lente de las gafas. Lloró (sí a dos lágrimas puede decírsele “llorar”) y se retiró de la forma más digna que encontró: arrastrando a Camilo para luego quejarse del mundo, las relaciones de pareja, las infidelidades y de cómo por un momento, casi lo presentó en su casa, a riesgo de que a su padre le hubiese dado un infarto.

 

Menos mal no fui tan idiota como para decirles a mis padres de ese maldito imbécil al que le faltan huevos, con esa frase Daniel zanjó cualquier discusión sobre su relación pasada con Jehison. Y la mayoría decidió no prestar atención a los líos de faldas (o pantalones) que habían armado esos dos. Pero Camilo no, ciertamente no le había dicho nada a su amigo pero era lo suficientemente observador como para notar como Daniel se tensaba, apuñalaba borradores y gruñía cada vez que Jehison aparecía en su campo visual.

 

Pero no hoy.

 

Hoy sólo se tensó, sus puños cerrándose con fuerza mientras se mordía el labio y comenzaba nuevamente a hacer muecas. Jehison se acercó lo suficiente a ellos como para que Camilo notara sus facciones regordetas pero apuestas, sus ojos oscuros chocaron con Daniel el tiempo suficiente como para que Camilo notará la sonrisa de satisfacción que sus labios formaron cuando Daniel bajó la mirada, dolido.

 

.- ¿Qué dijo?

 

Su voz salió baja, sólo para que Daniel le escuchara. Su amigo negó con la cabeza, obviamente, mintiendo. Camilo negó mientras la fila se movía unas metros y el cuerpo de Jehison se perdía entre la gente. Sabía que algo había sucedido entre los dos chicos, pero también sabía que Daniel no le diría nada a menos que se estuviera ahogando con ello y se le hiciera insoportable. Camilo esperaba que no fuera así pero una parte de sí mismo repetía que con Jehison todo era posible, todo lo malo.

 

Había algunas cosas que Camilo jamás se sentiría preparado para decirle a alguien que apreciaba.

 

“Lo sabía”, era una de ellas.

 

 

La música ahogaba cualquier intento de conversación entre los cuatro mientras se abrían paso en la multitud de estudiantes hacia el pasto, en la búsqueda de un lugar donde sentarse. Todos los viernes del semestre, los grupos estudiantiles organizaban algo llamado “audiciones”, una especie de bar abierto universitario que se organizaba en las canchas de básquetbol y voleibol, junto a las graderías que daban a la cancha de fútbol. La música se ponía a todo volumen y se vendía cerveza a diestra y siniestra.

 

Camilo no eran gran fan de ese tipo de ambientes, pero había accedido esa noche porque Daniel no había conseguido sonreír ni una sola vez en toda la tarde (y porque no solía decir que no, realmente a nada). Así que se abrió paso junto a sus amigos mientras Ángel cargaba seis o siete botellas de cerveza y una de vodka para “animar” la noche o las escazas dos horas que estarían ahí sentados antes de que Camilo comenzara a quejarse de que tenía que irse.

 

Camilo no solía tomar. ¿Por qué? Bueno, se consideraba con los suficientes principios éticos como para saber que el alcohol traía cosas malas en exceso. A veces, y solo a veces, hacia excepciones. Y esa noche no rechistó mientras Ángel le tendía la botella, sus ojos dieron con Daniel que ya se atragantaba con el vodka casi como si fuera agua y suspiro antes de darle un trago.

 

¿Cómo terminó todo?

 

Camilo no supo en que momento sus labios chocaron con los de Daniel, en un beso hambriento con lengua y dientes. Se habían alejado lo suficiente de la zona de las canchas y acercado a las graderías, cuando Daniel lo empujó contra un árbol y le besó. Por un momento, Camilo temió hacerse daño debido a la fuerza del beso pero realmente no le importó, con el alcohol nublándole el juicio, tomó el rostro de su amigo entre sus manos y junto sus cuerpos.

 

Daniel lo alzó en volandas, aprovechando que era mucho más bajo y delgado que él, jalando con una mano sus rizos perfectamente delineados (de los cuales era portador muy orgulloso), su otra mano se posó en su (inexistente) trasero, apretándolo y luego acariciándolo. Camilo gruñó en medio del beso debido a lo excitante de la situación (y el alcohol) y consiguió decir con la voz ronca algo parecido a:

 

.- Gradas… ahora…

 

Daniel lo dejó caer contra el suelo para luego jalarlo por la muñeca hacia la parte trasera de las graderías. Había luz suficiente como para verse el uno al otro pero la oscuridad ofrecida por el lugar era perfecto para lo que quería. (¿Qué querían?). Daniel volvió a besarlo con fuerza, estampado sus dientes y con la saliva escurriéndose por sus barbillas, casi salvajemente. Y Camilo sólo atinó a internar sus manos por debajo de la camiseta del alto, acariciando toda la piel a su disposición.

 

Cuando Daniel dirigió sus besos a su cuello, Camilo ya temblaba. Siempre había sido muy sensible con los toques pero la ferocidad del alto le cortaba el aliento y parecía abstraerlo del ambiente, no notó el frío de la noche cuando su camiseta voló lejos de él, dándole espacio a Daniel de besar y marcar todo su pecho, logrando que se deshiciera en gruñido y gemidos.  

 

Como pudo, consiguió quitarle la camiseta al alto y sus manos se fueron directamente hacia el jean de su amigo, desabrochando con mano magistral la correa y el botón del pantalón. Daniel gruñó en su oído cuando su mano delgada acarició su miembro por encima de la tela del bóxer pero dentro del pantalón.  En cuestión de segundos, los pantalones de ambos estaba en el suelo y Daniel se frotaba contra él con una fuerza salvaje y un ritmo errático. Camilo rodeó su cintura con sus piernas, dándole más comodidad al movimiento que era tortuoso debido a la tela de sus bóxer pero no se detuvieron.

 

No se detuvieron hasta que en medio de un beso ambos se corrieron. Camilo sintió que todo su cuerpo podría romperse debido a la fuerza del orgasmo y cerró sus manos alrededor del cabello de Daniel, mordiendo su labio inferior hasta hacerlo sangrar y apretando sus piernas, consiguiendo que Daniel gruñera y se corriera también, su cuerpo sacudiéndose contra el suyo y haciendo todo aún más placentero. Sus pechos se tocaron debido a sus respiraciones agitadas y volvieron a besarse, con más calma.

 

Y el efecto del alcohol desapareció.

 

No se miraron mientras se vestían, ambos demasiado confundidos y avergonzados con la situación. Camilo se hizo la promesa mental de no volver a beber y Daniel sólo se tragó las lágrimas mientras ambos salían (sin rozarse) del escondite donde se habían tocado. Camilo salió primero, aún tembloroso y rezagado debido al orgasmo.

 

Alzó los ojos mientras se masajeaba el cuello, donde una profunda marca roja comenzaba a visualizarse. Entonces lo vio, justo frente a él y con el rostro contraído por la confusión. Daniel le alcanzó, murmurando algo sobre olvidar esa noche pero Camilo no le tomó atención, del alguna forma, el verlo ahí frente a él (tal vez consciente de lo que habían estado haciendo) le produjo una sensación extraña en la boca del estómago.

 

Jhon no dijo nada y se marchó. 

Notas finales:

Gracias por leer


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