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El Juego De La Oscura Pasión por MeikoShion

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Notas del capitulo:

¡Amores, perdón, perdón!  

Se supone que no debería estar contando esto, pero unos amigos míos han tenido un accidente automovilístico. Ha sucedido hace casi dos meses, así que todo ya ha mejorado notablemente.  Sebas Hellderick estaba en el accidente pero, descuiden, se encuentra considerablemente mejor, aunque aún no ha salido del hospital, por eso, si le han dejado reviews a su historia El Yokai Del Teatro Kabuki, él estará respondiéndolos apenas pueda hacerlo. Espero entiendan que ellos son importantes para mí y Nickyu, y que ahora que ha mejorado la situación, estaremos más frecuentemente aquí.

También aprovecho para desearle buenas vibras a México, después de el percance que han tenido. Muchos ánimos y fuerza  a todos los mexicanos. Espero de corazón que todo mejore por allá.  FIGHT MÉXICO!! ♥ 

Sobre el capítulo de ahora, TIENE EXCESIVO LEMON /ADVERTENCIA/.  

Existen dos clases de autores:  Los que hacen el lemon de un párrafo… y... bueno, luego estoy yo. LOL.  Créanme, que hasta yo me sorprendí cuando vi el documento. Me dije: “Oh, por dios, Meiko. Algo está mal contigo si tienes diez páginas de lemon…” Ja ja.

Perdonen el sentimentalismo, y… ¡disfruten! ♥

X

Una Combinación Fastuosa

 

Mis deseos y mi razón otra vez están peleando.

Lo sé, porque  me he quedado algo así como petrificado,  o más bien idiotizado, como si fuese la primera vez que Mitoki me deleita con su exquisita desnudez.

Aunque él tiene todavía ese sonrojo encantador en su perfecto rostro, sonríe, algo así cómo si se diera cuenta de el efecto que tiene en mí, cómo si su existencia supusiera un nefasto elemento para mi cordura, conciencia y todo lo que a mi perteneciera.  

No voy a quejarme de no tener ahora mismo la capacidad de moverme, porque ni siquiera me he atrevido a tal acción, o no cuando ha sido él, y solamente él,  quien con su boca acaramelada y su sensual cuerpo quién me ha invitado a la cama.

Y ya que no me he dado trabajo de mover un solo músculo, desde que retiré suavemente esa camisa que se ciñe a su perfecta cintura, o… se ceñía… me permito suspirar profundamente, para así aspirar ese aroma tan agradable que tiene, y que me ha vuelto loco desde que lo percibí.

—“Tami…”— oír mi sobrenombre de sus labios, es de las pocas cosas que me han fascinado con verdadera fiereza.

Estoy bien con aceptar que no puedo dejar de estar enajenado con su entero ser.

Me quedo muy quieto, a pesar de que él agita su mano abierta muy cerca de mi rostro, insinuando con gestos y una sonrisa cargada de confusión y diversión, que lo estoy asustando con ésta actitud mía de andar como baboso, como si nunca en la vida hubiese visto semejante belleza en un humano.

Bueno, de verdad nunca había visto tan abrumadora belleza en un humano.

—“¿Qué sucede?”— pregunto en un ronroneo, porque hasta ahora no me atrevo a dejar sin respuesta a murmuro o llamado emitido por él.

Entonces, él sonríe de esa forma que es por demás encantadora, y, que me desarma completamente.

—“Te noto pensativo… ya veo que es normal que andes divagando, pero, ¿de verdad te encuentras bien?”— y veo que es ahora el que se ha adelantado con la pregunta.

Arqueo una ceja, como si estuviese meditando lo que me acaba de decir.

—“En realidad, eso debería preguntártelo yo…”— alcanzo a responder, desviando  la mirada hacia el ventanal, con tal de no ofuscarme con sus bonitos ojos verdes —“Si te sucedió algo en la fiesta, deberías decírmelo. No me gusta nada saber que algo te está agobiando. Quiero que estés bien…”— y otra vez lo miro.

Me esperaba esa mirada asustada.

Lo que no me esperaba es que luego de eso, se mordiera el labio, con pesadumbre, y me sonriera casi al instante.

—“No me ha pasado nada”— sonríe, algo melancólico.

—“Ya… no te pasó nada…— repito, no muy convencido.

Y aunque sé que sí se dio cuenta de mi casi nula convicción, no piensa decirme nada, y eso lo sé, no sólo  porque no me está mirando a los ojos, sino que además en sus propios orbes se refleja una gran culpabilidad.

—“No te voy a insistir…”— musito, acariciando con cuidado los mechones que comienzan a tapar esos ojos preciosos, llenos de emociones —“Pero no por ello creas que me quedo menos tranquilo. Insisto, que quiero hacer algo para que estés bien, por más mínimo que sea…”—

—“Pero tú ya has hecho mucho, Tami”— la sonrisa se torna tierna, aunque esa tristeza de sus ojos no se va, y yo no sé qué hacer para que eso suceda —“Tú me has dado todo lo que jamás imaginé tener… y sé que sonará extraño, pero también me haces sentir cosas que nunca he sentido”—

—“Es mutuo, entonces”— confieso, arrepentido de soltar esa frase cuando veo su sonrisa burlona, porque no soy ningún tonto, y sé que Mitoki  es malvado y bello, y que con ello, sabe ya mi debilidad —“No te rías, que esto es grave”— me quejo, frustrado conmigo mismo —“No es normal”— finalizo, frunciendo el ceño.

Yo estoy ansioso, y él, por el contrario, sonríe divertido, como si fuese alguna gracia que yo me vuelva un completo pendejo a su lado.

—“Sí que no es normal… tú eres el hombre más apuesto que he visto en mi vida, ¿de verdad no te ha pasado eso con alguna chica con las que has salido? Yo… de verdad no entiendo que tengo de especial para que te pongas así…”— y ahora, esa sonrisa se desdibuja de su perfecto rostro, para que ladee su tentativa boquita, en un ademán que debería de ser inocente, pero al contrario; es completamente sensual.

—“Todo en ti es deseable”— explico, en palabras sencillas —“Y aunque he salido con mujeres muy hermosas, se ven opacas a tu lado, es que ni sé cómo explicarlo… y eso, añadiendo a tu conducta anómala, hace de ti el ser más apasionante que he visto en mi maldita vida”—

—“Tú eres el de la conducta anómala”— frunce el ceño, en un falso mohín, aunque luego sonríe con completo regodeo.

Asiento con la cabeza, sonriendo como baboso, porque he de aceptar que es la primera vez que alguien aparte de Touko, me vea en todo el resplandor de mi estupidez, y me soporte.

—“Pero me gusta mucho esa conducta anómala tuya…”—  susurra, probablemente para sí mismo, porque ahora que ha visto mi perplejidad, se sonroja rabiosamente.

Parpadeo patidifuso… tratando de asimilar lo que acaba de decirme.

 Pero  ni eso me es permitido, porque se apoya de sus antebrazos y empieza a besarme, tana anhelante, cómo si hubiese sido yo el que se acercó para fundirnos en un beso.

Y como siempre, yo, simplemente me dejo llevar.

Debería poner más resistencia, pero ni puedo, ni quiero. ¿Quién en su sano juicio rechazaría siquiera a Mitoki? Él que sin proponérselo, empieza a desmadejarme, como si ese beso hubiese sido eterno.

A pesar de que nos hemos separado, continúo tan cerca del, que si llegase a moverme un poco más nuestros labios se rozarían. No me he apartado, sólo para observar con mayor detalle esos ojos esmeraldas, que me tienen esclavizado desde que los observé.

“Esclavizado”.

Esa palabra me define bien.

—“Tami… por favor…”— ha susurrado con la voz más erótica que jamás yo haya escuchado.

Fue como apagar completamente mis sentidos, y quedarme pasmado, procesando su suave gemido.

—“¿Por favor, qué…?”— repito, en un murmullo, muy cerca de sus labios. Esa frase me dará el tiempo que necesito para controlarme. Debo controlarme.

—“Por favor, hazme otra vez tuyo”— pide, ruborizándose por completo.

Y automáticamente, otra vez caigo…

Es frustrante. ¡Demasiado frustrante! Simplemente ante su presencia, me vuelvo un ser sin voluntad, un muñeco que cuelga de hilos maniobrados por maquiavélicas manos, que planean verme en la peor de las ruinas: el amor.

No hay nada peor que enamorarse, y, antitéticamente, tampoco tan magnífico. Es disfrutar de una suerte de felicidad disfrazada, que, de no ser completamente inconcusa, produce incertidumbre.

Incertidumbre.

Esa simple palabra que puede causar estragos en un ser. La incertidumbre, es precisamente la razón por la que temía esperar algo de alguien.

—“¿Ocurre… algo?”— el suave murmullo de Mitoki, me aleja de mis divagaciones.

—“Tú…”— articulo, de manera vacilante —“¿Tú habrías hecho esto con el Fray, si lo hubieses conocido aquella noche?”— suelto por fin, sintiendo que esa presión en mi pecho se desvanece.

Espero cualquier tipo de insulto, un golpe incluso. Yo ya había hecho un tipo de insinuación parecida, y recibí una bofetada, que no me extrañaría recibir en ésta ocasión.

Cosa que no pasa.

Y como si fuese lo más   complejo del mundo, levanto la mirada, esperando encontrarme una mueca disgustada, o peor, frenética.

No esperaba ver una sonrisa burlona trazada en sus labios.

Eso es aún peor, porque no puedo deducir a que se debe. Esa sonrisa tiene varios significados, que mi mente ahora sólo procesa como los peores.

—“Eres tan obstinado, en serio”— dice, torciendo los labios, en un mohín que mi nublada mente identifica como adorable —“¿Acaso tengo que repetir miles de veces qué cuando sucedió aquello, fue especial, justamente porque fue contigo?”— he hecho el intento de tartamudear alguna réplica, pero él posa dos de sus dedos en mis labios, mientras niega —“No hay comparación entre él y tú. En el caso en que hubiese pasado algo con él, simplemente habría sido mi obligación. En nuestro caso, me dejaste decidir, y yo te elegí a ti. Nadie…”— se detiene, desviando la mirada a un punto que ahora mismo desconozco —“Nadie me ha hecho sentir como tú…”— fue tan suave, tan quedito, que creí haber escuchado mal.

—“¿Puedo saber por qué yo sí, y él no?”— digo, completamente extrañado. 

No, no tengo autoestima baja, pero en serio se me ha hecho sorprendente. Soy consciente de ser alguien insoportable e increíblemente apático.

—“Porque eres tú. No es sólo tu físico, es también esa curiosa actitud que posees. Deberías desesperarme, pero en vez de eso…”—

Se ha callado, sólo para morder su labio inferior.

Ahora soy yo el que desvía la mirada, con tal de no quedarme embobado con sus carnosos labios.

—“¿En vez de eso…?”— pregunto, interesado.

—“En vez de eso, me gustas… mucho”— runrunea, antes de otra vez empezar un beso, que pretendía ser suave, pero que ahora se ha tornado fogoso.

—“Ahora mismo, eres consciente de disminuir mi cordura,  ¿verdad?”— deduzco luego de separarnos jadeantes, sonriendo divertido.

La sonrisa ladina que pronuncia en sus irresistibles labios, fue su respuesta afirmativa.

Debo dejar de describirlo con miles de calificativos que pertenezcan al  campo semántico de perfecto. Es tedioso incluso para mí, aunque terriblemente inevitable.   

 Que se vea magnífico con toda acción que realice, es en verdad un maldito problema.

—“Tami…”— suspira, cuando me he acercado a lamer uno de sus rosados pezones.

Su cuerpo es increíblemente sincero. Reacciona tan rápido como lo toque, y eso, simplemente me encanta.

La mueca lasciva que hace ahora mismo, es de esas  pocas razones por las que me excito antes de tiempo. Es como si simplemente con verlo me bastara, cómo si sólo tuviese que tocarlo, para sentirme satisfecho. 

Entonces, me sorprendo instantáneamente, cuando siento las manos de Mitoki deslizarse tan rápido como dos arañas hacia mi bragueta, la cual baja, ante mi mirada  atónita.

En serio no lo esperaba.

Y aunque he hecho el amago de mirarlo, veo sólo su sonrisita que es entre dulce y cáustica, y que me resulta confusa cuando sus manos comienzan suavemente a tocarme.

Sólo he atinado a quedarme estático, esperando que esto sea un delirio mío. Delirio que no acaba, por suerte.

Con dificultad he ahogado un gruido, cuando he sentido sus manos masajear con destreza mi erección, que recién noto tengo. No sé si ahora mismo estoy haciendo una expresión genuinamente irresoluta, pero el sonríe sonrojado y divertido, y aquello no hace más que descontrolarme más de lo que ya estaba.

No sé que pretende, si yo ya le he advertido muy sutilmente que no le conviene descontrolarme. Pero no me quejo, ¿por qué debería quejarme, si ahora mismo adoro lo concentrado que se haya en acariciar un miembro ajeno?

Sonrío con malicia, y comienzo a repartir besos en todo su torso, dejando a mis dedos el trabajo de acariciar sus pezones erectos, y, ocasionalmente cuando la excitación se apodera de mis extremidades, a sus muslos.  

Es una discusión muy lasciva, que no pretendo perder. Me doy cuenta de ello, cuando a pesar de estremecerse con mis caricias, me masturba con una pericia que no pareciera tener, considerando que sólo hemos tenido sexo una vez.

Intento no jadear ante sus toques, porque definitivamente lo hace con una destreza venérea, que sencillamente me está matando. Estoy realmente sorprendido, porque a diferencia de la primera vez, en la que se veía completamente azorado y tímido, ahora saca a relucir una sensualidad que no creí ser capaz de presenciar en todo su esplendor.  

Miro rápidamente su voluptuoso cuerpo, deteniendo mis ojos en la erección que tiene.

Él se da cuenta de que he mirado detenidamente esa parte de su anatomía, mientras niega con la cabeza.  Estoy completamente seguro de que él no desea perder el control, como lo hace cuando llego a tocarlo en ésta parte tan sensible suya. Teoría que avalo, una vez que he comenzado a acariciarlo tan lento, tan suave, que gime bajito, llevándose una mano a su boca, seguramente para acallarse.    

—“Si… haces eso…”— alcanza a gemir, y antes de que me diga lo que en efecto ya sé, es que bajo hasta su pelvis, para lamer su despierto miembro.

Cómo si tratase de controlarse, es que empieza a respirar muy despacio, cosa que creo no le ha servido de mucho, pues su cuerpo convulsiona preso del placer.

Qué esté lascivo me encanta, aunque éste cambio súbito, casi abrupto, me resulta de lo más interesante.

Es como si de repente Mitoki hubiese olvidado el significado de cohibición, y haya dado paso a la completa libídine formidable, a la que no soy capaz si quiera de resistirme.

Al levantar mi vista, para lanzarle una mirada desafiante, es que veo sus mejillas de un furioso rubor. Sus ojos verdes,  brillantes, y como  muerde su labio inferior,   sólo hacen que luzca más perfecto de lo que ya se ve.

—“Tami… voy a…”— lo escucho lloriquear del placer, antes de que apriete los labios, mitigado un quejido placentero, pero que fue lo suficientemente erótico como para hacerme sonreír pérfidamente.    

Desvió otra vez la mirada, como si estuviese preguntándose cómo era yo capaz de beber su semen. Ahora qué  lo pienso, ni yo lo sé.

Lo que yo percibí como segundos, fueron en realidad minutos. Minutos en las que repasé con minuciosidad cada detalle que hacían de Mitoki el ser más hermoso que yo haya presenciado.

—“Otra vez…”— murmura, frunciendo el entrecejo —“Tu ropa está completamente intacta, otra vez”— explica en un bufido, corrigiendo mi taimado pensamiento de que se había dado cuenta de que me gusta verlo descontrolado ante a lascivia.

Su queja, sumada con sus pómulos con ligero rubor y sus labios rojizos, producto de haberlos mordido mucho, hacen de él un perfecto y seductor súcubo.  

—“Tú puedes cambiar eso, te lo recuerdo, otra vez”— le bromeo, enfocándome más en el lindo mohín que hace.

—“¿Estás retándome?”—  no ha preguntado, sino a afirmado.

Supongo que no le hace falta una respuesta, porque mi risa ha sido suficiente. Entonces, frunce aún más el entrecejo.

Ya me arrepentí en el último segundo, porque se levanta, mientras se acomoda la camisa que estaba a su lado. Debería estar ahora mismo preocupado, porque va a dejarme solo, con una erección qué es su culpabilidad, pero en su lugar, me hallo perfectamente idiotizado, mirando cómo la camisa se ciñe a sus caderas anchas, tapando lo justo, antes de recorrer sus piernas torneadas. 

—“Tienes razón…”— me aleja de mis pensamientos su voz dulce y molesta, mientras lo veo esbozar una sonrisa que yo califico como traviesa —“Yo puedo cambiar eso”— sentencia, dejándome helado.

 He tenido que parpadear muchas veces, mientras me dejo hacer ante sus manos que aunque temblorosas, hacen bien su cometido de dejarme con poca ropa.

Al verme tan patidifuso, y muy dócil mientras soy desnudado, él lanza una risita que es entre melodiosa y malvada.

—“Creí que ibas a dejarme aquí, solo…”— fue todo lo que pude decirle, antes de verlo bajar hasta mi bragueta.

 —“Ah, ¿por esto?”— dice, señalando la camisa —“Mis hombros están helados”— manifiesta un poco avergonzado, acercándose hasta mi entrepierna.

Unos latidos raudos y fuertes se hacen presentes. He tenido que morderme el labio, para saber si estoy teniendo alguna clase de delirio, pero en verdad está sucediendo.

Mitoki acomoda los mechones de su cabello púrpura atrás de su oreja, antes de acariciar mi miembro por sobre el bóxer, y sacarlo, dándole suaves masajes, antes de darle una lamida, recordándome a un gatito bebiendo leche. Imagen que desaparece, cuando lo introduce todo en su cálida y húmeda boca, acto que me saca de mi perplejidad, para ser yo ahora el que se tapa la boca.

—“Mi–Mitoki…”— susurro con la voz quebrada, cómo si estuviese aguantando la respiración. Lo que en verdad quería, era preguntar que a qué se debía ese maravilloso cambio de actitud. Aunque no voy a negar, que se me hace sospechoso, como si estuviese siendo obligado a hacerlo.  

Entonces, otra vez saca mi despierto pene de su boca, mientras me mira frunciendo el ceño.

—“Lo hago porque quiero, no porque me sienta obligado”— y parpadeo por milésima vez, ante su acertada respuesta a mi pensamiento, ¿es un hechicero, acaso?  —“Lo digo por esa cara de incredulidad que haces ahora mismo”— refunfuña, ladeando la cabeza. 

Sí, suponía que hacía un ademán así. Es que es increíble, de verdad.

Iba a refutarle que no debía sobre esforzarse, que podíamos avanzar a el ritmo que él quisiera, pero los mortecinos y débiles sonidos que logré pronunciar, se cortar escabrosamente, cuando otra vez sus labios se posan en mi palpitante erección. Aunque he soltado un jadeo, me ha sido imposible no sonreír completamente complacido, porque, ¿acaso no puede ser esto más perfecto?

Me siento un poco desmadejado, y sé a qué se debe. Respiro profundamente, antes de tomar el mentón de Mitoki y obligarlo a mirarme. Sin poder evitarlo, lo beso fogosamente por unos segundos, antes de sonreírle.

—“Lo has hecho bien…”— digo, con voz ronca, qué ha sonado sugerente incluso para mí. En lugar de sonrojarme, o sentirme avergonzado, amplio mi sonrisa burlona al ver su sonrojo ante mis palabras, mientras lo ayudo a ponerse a mi misma altura.

Me siento frustrado, porque la maldita erección ahora mismo me duele, pero creo que sería demasiado para Mitoki si yo llegase a terminar en su boca la primera vez que se ha atrevido a hacer este tipo de cosas.

Lo veo morderse sus irresistibles labios, antes que se irga, para sentarse en mis piernas.

De verdad, creo que algo me pasó mientras conducía con la cabeza en las nubes. Quizás morí… aunque eso suena absurdo, cuando recuerdo que soy inmortal. O tal vez sí tuve un accidente, y caí por un barranco,  y el resultado de tan tremendo golpe; fue alucinaciones tan malditamente placenteras y reales.

—“Deja de hacer esa cara…”— ríe Mitoki, trazando una sonrisa ladina en sus carnosos labios.  

—“Estoy sorprendido…”— admito, totalmente desorientado y maravillado.  

—“Yo también…”— al levantarse, jadeó, muy cerca de mi oreja —“En verdad lo deseo…”— dice, mientras acaricia la maldita dolorosa erección.

—“¿De verdad?”— pregunto, mientras llevo tres dedos a su boca y el comienza a lamerlos.

—“Sí…”— musita en el momento que se ha detenido, para continuar humedeciendo los dedos, qué una vez lo suficiente mojados, los acerco a su rosada entrada, que siento tensarse apenas la rozo —“Lo siento, no hemos… ya sabes…”— se muerde los labios, retomando un poco de aquella timidez que es adorable.

—“Lo sé, seré cuidadoso”—

Escucho su gimoteo adolorido, al introducir el primer dedo. No se queja cuando introduzco los otros dos, más bien respira pausadamente, mientras posa su frente en mi hombro. 

Se ha acostumbrado muchísimo más rápido que la anterior vez. Es por eso que, inseguro, trato de ver su rostro, para buscar atisbo de molestia en él, más bien no lo hallo, porque levanta su mirada, sonriendo tenuemente, con las mejillas teñidas de un sutil rojo.

—“Ya… ya mételo, ¿sí? No me hagas esperar…”— ronronea, mientras lame mi cuello, dejándome absorto en su perfecta figura y en lo tentadora que sonó su voz.

Se levanta en un grácil movimiento, y mientras toma mi miembro, desciende suavemente, hasta dar con aquel dulce lugar, introduciéndome en él.

Gimo muy despacio, porque definitivamente sigue muy estrecho. Aunque él se ha mordido él labio, y luego ha soltado un quejido, gustoso, al terminar de entrar completamente.

—“Me gusta…”— solloza, lamiéndose los labios —“Me gusta muchísimo…”— repite otra vez, mientras se abraza a mí.

Esa actitud tan lasciva suya, me ha dejado sin control.

Beso su cuello, totalmente enamorado de  ésta imagen que ha salido misteriosamente, pero a su vez, deslumbrado, porque belleza y lascivia son una combinación fastuosa.

Mis manos se han  posado en su cintura, y he ladeado la cabeza, con tal de mirarlo a los ojos. Al parecer él se ha dado cuenta, y levanta la cabeza, con sus verdes ojos, refulgentes de deseo.

Me ha dado un corto beso, antes de empezar a moverse. Lo hace muy lento, mientras abre su boquita para liberar libidinosos jadeos. No sé cómo he logrado quedarme quieto, mientras él guía un ritmo exageradamente lento y placentero.

Creo que me recuerdo que el hecho de que Mitoki tome la iniciativa debe suponerme una sorpresa y privilegios inigualables, que simplemente disfruto muy quieto. 

He cerrado los ojos, con tal de no quedarme tan absorto en él, porque su maravillosa figura danzante sobre mí, y sus gemidos, suponen una terrible miscelánea que simplemente debo apaciguar un poco, para no ceder al descontrol.

—“Tami…”— escucho su gemidito, antes de que detenga sus saltitos sobre mí, obligándome a abrir los ojos y respirar fuertemente —“¿No te gusta…?”— pregunta, mordiéndose el labio con pesadumbre.

¿Y ahora cómo le explico que ha sido todo lo contrario, y que en lugar de disgutarme me he quedado tan fascinado, que me he obligado a mí mismo a no mover un solo músculo?    

Niego con la cabeza, mientras respiro profundamente.  

Debo calmarme.

Tengo que calmarme.

—“Estoy muy excitado… tanto, que tengo miedo de ser violento contigo…”— murmuro, esperando que la frase no lo asuste. Si quería mi sinceridad, la tuvo.

Otra vez una sonrisita delineada en sus labios de ambrosía, mientras acomoda los mechones húmedos de su frente atrás de su oreja.  

Un beso fogoso, tan repentino como los demás, que me deja sin aliento. Es él quien corta el beso, para susurrarme en el oído:

—“Tómame como gustes. Me encanta todo lo que me haces”— he tenido que parpadear muchas veces, para volver a verlo, cómo si no entendiese lo que me acaba de decir —“Hablo en serio”— ríe, lamiéndose los labios azucarados que tiene —“Se siente increíble…”—  

Y nuevamente comienza a moverse, en un baile flemático, tan seductor, que puedo escuchar el sonido de nuestras pieles chocar y los gemidos satisfechos que suelta.  En todo este tiempo, no he despegado mis manos de sus caderas, ahora si afirmando el agarre en ellas, y obligándolo a descender a una velocidad más rápida, escuchando su alarido sorprendido y su posterior sonrisa, mientras gimotea más y más, descontrolándome.

—“¡Sí! ¡Así!”— murmura, mirándome con esa intensidad fogosa en sus ojos, apoyando sus brazos en mis hombros —“¡Por favor, muérdeme!”— exige, inclinando la cabeza, haciendo que la curvatura de su perfecto cuello con la unión del hombro, se vea aún más  incitante.

—“¿Estás… seguro?”— susurro con dificultad, pues es difícil acallar mis propios gruñidos. Lo veo asentir frenéticamente, y sin dudar me acerco a su cuello, que beso, deleitándome con el exquisito aroma seductor que desprende —“Te va a doler…”— finalizo, con ese tono de voz raro que obtengo al estar envuelto en placer. No me he apartado de su tentador cuello, sintiendo la calidez… si me concentro lo suficiente, podría sentir el recorrido de la sangre cálida y deliciosa, pero no lo hago, para no perder el control sin saber antes su respuesta.

—“Sólo hazlo…”— dice, jadeante, sin detener su exquisito movimiento.  

Sitúo un húmedo beso en el lugar dónde he elegido morderlo, y luego recorro con mis labios sus estilizados hombros. Sus gemidos descontrolados, hacen que mi cordura nublada, este más descolocada, ante el placer.

Placer, placer y placer…

No sé cuantas veces he repetido esa palabra.

Abriendo los labios, y dejando escapar un jadeo extasiado, muerdo lentamente ese lugar cercano a la clavícula, mientras escucho suspiro de Mitoki.

La caliente sangre emana de la mordida, y me siento hambriento… como si no hubiese probado nada en años. Cuando la bebo, siento el acezo famélico que traté de reprimir cuando recién lo mordí. Su sangre es tan plácida como la recordaba.

Bebo lentamente, saboreando con circunspección el líquido  que parece tener una temperatura ígnea… 

Sin querer, bruscamente he sorbido, haciendo que el cuerpo del bello Mitoki se tense… pensé que le hice daño, de no ser por el gemido tenue que soltó.

—“¿Te encuentras bien?”— pregunté, luego de darle una pequeña lamida a la mordida.

—“Sí…”— siseó, brioso, mordiéndose los labios  —“Esa sensación… es difícil distinguirla del placer… me gusta”— gime, moviendo su exquisito cuerpo en esa danza bamboleante, que me deja atónito.

—“Mitoki, creo… que yo…”— le murmuro, sintiendo una aglomeración de placer trepidante recorrer mi cuerpo entero.    

—“Sí, yo también…”— solloza, tornando más intensa la perfecta oscilación de caderas —“Córrete dentro de mí”— pide, tintineando sus perfectos dientes.

Beso su perfecto cuello, justo en dónde lo he mordido. Me siento tembloroso, y sé a qué se debe. He tratado en mi rostro una sonrisa instigada, perfectamente consciente de que esas repentinas y deliciosas asfixias que me  produce  Mitoki, han sido a propósito.

Un jadeo se me escapa al eyacular. Mitoki se muerde los labios, echando la cabeza hacia atrás, emitiendo un quejido excitado, y es ahí cuando bajo la mirada, situándola en mi abdomen, en dónde ha caído su aún tibio semen.

Trato de regular mi respiración, inhalando y exhalando suavemente, concentrándome en Mitoki y su bella imagen cuando se viene.

Es hermoso.

Se levanta, desmadejado, y lo ayudo, para salir sin lastimarlo. Se sienta a mi lado, y posa su cabeza en mi hombro, tiritando levemente.

—“Lo siento…”— murmura, exhausto, acomodando con cuidado los mechones húmedos de su frente. Luego de un rápido parpadeo, muerde sus labios, soslayando sus brillantes orbes verdes —“No sé que me pasó…”— dice, totalmente sonrojado, como si de repente hubiese recuperado la cortedad.

Arqueo una ceja, sonriendo con escepticismo. Es que es muy adorable, que ya decía que a algo se debía ese cambio repentino y… fascinante.

—“Espero que suceda más a menudo”— sigo sonriente, no pudiendo evitar reírme cuando baja la mirada, enrojeciéndose aún más, y no por causa del sexo.

Me mira, frunciendo el entrecejo. Ese ademán, combinado con el rubor, lo hace lucir más deseable de lo que ya es.

Antes de poder acercarme a besarlo, lo veo apretar sus carnosos labios, mirándome directamente a los ojos, queriendo decirme algo.

—“¿Qué sucede?”— interpelo, desasiendo la sonrisa, y él me sonríe, negando suavemente con la cabeza.

—“No es nada, sólo que últimamente me siento un poco extraño”— dice, soplando uno de sus mechones.

Acomodo sus cabellos atrás de su orejita, entornando los ojos.

—“¿Es un malestar grave? Podemos ir con un amigo mío que es doctor, mañana”— lo veo negar, aún sonriendo tenuemente.

—“Descuida, no es nada grave”— entrecierro más los ojos, y el suelta una risita encantadora, haciendo luego un tierno mohín —“Iremos con ese amigo tuyo si empeora, ¿bien?”— murmulla, mirándome, completamente consciente de que esa aserción me ha dejado un poco más tranquilo.

—“Bien”— acepto desganado, receloso de que esté ocultándome un malestar grave sólo por no “molestar”.

—“¿Podemos ir a bañarnos? Estoy exhausto…”— se da cuenta de sus propias palabras, no pudiendo vitar mirarme azorado, tratando de tartamudear algo que repare su maravillosa frase, frase que acepto al instante.

—“Yo más que encantado…. ¿quién en su sano juicio rechazaría un baño contigo?”— le digo la verdad, con un tinte de broma, viendo su mueca disgustada, gesto que cambia luego para esbozar una sonrisa divertida  

—“Eres un caso perdido, en serio…”— musita sonriendo, rodando los ojos —“Y además, exagerado con eso de mi apariencia”— me mira fijamente, con esa sonrisita suya que me encanta.

—“Y ahí vamos otra vez, ¿puedes mirarte a un espejo, por favor?”— bufo, entretenido en sus ojos entrecerrados, mirándome con sorna.

Hace un ademán con la mano, como quién no quiere aceptar la cosa.

Ojalá supiera que es mi primer amor, y que me tiene como nadie me ha tenido nunca… 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Tamiya y nosotros nos dimos cuenta de ese cambiecito en Mitoki. Descuiden todo, tiene explicación. ♥ Incluido el extenso lemon, ¿qué les diré? Yo escribo lo que veo jajaja. Se supone que a Mitoki le gusta en cierto grado el dolor, pero no hallo forma de plasmarlo aquí. Ya buscaré cómo hacerlo.  

Por cierto, quiero agradecer a las hermosas personitas que me dejaron sus favoritos en mi “one-shot” Lo Prohibido: Deseo y Veneno. Ao fushicho, Karnival, mar snape, MikiMiu, Nickyu y Sebas Hellderick.  Y Rizen Hideki y Anónimo, que además de algunos nombres de la anterior lista, me han dejado un review.

BTS y su nueva canción “DNA” me han dejado maravillada. No soy Army, pero, ¿tengo a alguna Army leyéndome? Es mera curiosidad. ♥

Los quiero mucho, ¡son los mejores! ♥♥

Meiko Shion   


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