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El Juego De La Oscura Pasión por MeikoShion

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Notas del capitulo:

Perdonen, debí actualizar antes, y hubiese pasado, de no ser por la maldita Universidad... 

Juro que voy a volverme loca. 

Por cierto, Tami suele ser medio malhablado xD, así que están ya avisados. 

 

IV

La Ironía Y La Vida

 

No recuerdo cuantas veces me burlé  del amor, y menos podría contar las veces que hice mofa de esos momentos cursis de los libros románticos antiguos que leía. Ah, bien puedo recordar mi larga carcajada en ese momento en el cuál de manera melindrosa  le daban el toque de romance a tal novela. ¡Sí, soy de lo peor!

Me gustaría regresar al pasado, para así darme un manotazo, y poder darme cuenta de que ese libro auguraba mi triste, o más bien, inevitable destino.

“Qué no me voy a enamorar, a mí no me gustan ni mujeres ni hombres”, “El amor es sólo para idiotas” Ahí es cuando yo río, y respondo: ¡Heme aquí!

Y es que en estos momentos, me dan ganas de lanzarme a un barranco y morir, o golpearme tan fuerte la cabeza y olvidarme de todo.  Aunque por más imposible que sea, prefiero perecer, porque no me gustaría olvidar los suaves besos de Mitoki, ni mucho menos el dulce sabor de su piel, ni sus bonitos ojos verdes, ni lo sensual que su cuerpo es, y peor que tan bueno es en la intimidad, y… sus gemidos, y…

¡Mierda! Ahí voy otra vez, y a eso me refiero con que “deseo morir”. Porque mi yo del pasado se me hubiese reído en la cara, ¿y quién sabe? Hasta golpeado, y todo porque decidí enamorarme en momentos como estos.

—“Tami”— la vocecita de Touko decide llamarme de mis profundas divagaciones, y le agradezco. No sólo porque me salvó de seguir haciendo una larga lista de “razones por las que me enamoré de ese desconocido terriblemente hermoso”, sino,  porque me estoy olvidando de la razones que me tienen así.

¡Maldita sea! ¿Acaso mi vida no puede rozar por lo menos una vez, esa línea imaginaría que separa lo normal y lo absurdo? No, yo creo que no. Y a esa voz interna, se le ha dado por olvidarme justo cuando me gritaba: “¡Sí! ¡Es él! ¡No lo dejes ir! ¡Es él!” que hasta más loco pensé que me estaba volviendo.

—“¡Tamiya!”— insiste la enanita, regresándome a la realidad.

Me ha bastado ver su mueca asqueada, de esos gestos que alguien hace cuando ve un bicho que es entre raro y asqueroso, para sacudir la cabeza y retomar mi poca compostura. 

—“¿Qué?”— y aunque no era la respuesta que esperaba darle, no puedo hacer más, no cuando Mitoki me ha dicho que en efecto, mi rival del amor es el Gran Fray. ¡Denuesto en contra de ese maldito afortunado!

Y otra vez mis divagaciones se hacen presentes, alejándome de la realidad, y es que no puedo ni negarlo; estoy en shock, y por primera vez en mi vida, temo perder ante alguien.

Suaves, casi imperceptibles pasitos, me sacan de mis divagaciones, y es que el culpable de todo está tratando de huir. 

Río por lo bajo, y rápidamente lo aprisiono contra la pared, sólo para robarle un beso, dejándole claro que no dejaré que se vaya. Porque ya es mío.

—“¿Qué vamos a hacer?”— cuestiona Touko, apenas ruborizada, fingiendo haber ignorado aquel beso.

—“¿Y si usamos magia de ilusión? Para que cuando el Fray u otra persona vea a Mitoki, lo vea distinto a cómo realmente es”— ah, simplemente de las mejores soluciones que he encontrado.

Touko sonríe, y es su mohín de que le gusta la idea. Sobre Mitoki, al parecer no está tan de acuerdo, porque ha fruncido sus perfectas cejas, mostrándome otro gesto que puede derretirme al instante. ¡Ah, cómo lo amo!

—“¡No!”— se queja, acomodándose sus bonitos purpúreos mechones rebeldes, tras una de sus orejitas —“¡Por favor, deja ya que me vaya!”— ordena, y su voz enojada simplemente me encanta. Puedo afirmar que amo todo lo que haga.

Niego, casi pasmado por su increíble belleza. Probablemente hasta estoy sonriendo de la forma más estúpida, al sentirme tan afortunado de haber sido yo quien lo encontró.

—“No tiene sentido ir ahora. Él ya está allá. Además, si a Tami le gustaste mucho, dudo que te deje escapar. Lo vas a comprender un poco cuando vivas tanto tiempo con él, como yo lo he hecho”— y lanza de esas risitas encantadoras y molestas a la vez.

—“¿Un poco?”— ahora ese humano malditamente perfecto ha arqueado una de sus cejas, mostrando desconcierto ante la frase de Touko, quién no duda en asentir rápidamente con la cabeza.

—“En mis dieciocho años, Tami aún me sigue pareciendo una caja de sorpresas”— afirma, y se acerca a Mitoki,  inclinándose un poco, sólo para mirar la maldita elegante sortija.

—“¿Cuándo te lo propuso?”— fijo mis  ojos en él, otra vez perdiéndome en lo bonito que es.

—“Estaba decidido, desde que yo tenía cinco años”—

Chasqueo la lengua, y es que ese maldito me había ganado desde hace muchos años. Pero según sus palabras, fue arreglado. Él no quiere casarse, y si él no quiere, no tiene porque hacerlo.

Ese matrimonio se hará por encima de mi cadáver, y eso es estúpido,  porque en La Unión, lo llaman “la mejor de las habilidades”, sin embargo, para mi es la peor de las maldiciones, y no me jacto para nada con saber que Touko tiene sus días contados, y qué yo, fui maldecido con ver a todos a mi alrededor morir, sin ser capaz de descansar en paz también.

Toda mi vida ha sido una maldición, pero al ver a Mitoki, no me puedo negar que la vida por fin me sonríe.

—“No tienes porque casarte. Quédate conmigo”— secretamente estoy aturdido, y es que nunca había dejado salir un tono tan implorante como el de ahora.

Aún así no alejo mi vistazo perspicaz sobre él, creo que debería dejar ya de verlo, porque cada vez que lo veo me enamoro más. Esto es malo.

—“Si nos descubren, vamos a estar en grandísimos problemas”— susurra, vacilante, intercalando la mirada entre la pelirroja enanita y yo. Esa mirada desea convencernos de dejarlo ir.

Lástima que se trate de mí. Y sólo sonrío por su frase. Ya me había decidido que estaría con él hasta el final, no me negaría a estar a su lado por la eternidad, no cuando me tiene así de fascinado.

—“Se nos ocurrirá algo si somos descubiertos. Ahora, debemos planear a tu muerte”—

—“Mi… ¿muerte?”— sus ojos brillan, y ese brillo me desconcierta. Ni siquiera ha pronunciado ese par de palabras con miedo, como un humano normal lo haría.

Sólo me quedo callado, estudiando cada reacción que tiene. Si continuo así, probablemente empezaré a divagar y no es lo que quiero, o por lo menos no ahora, pues tengo mucha curiosidad de saber el plan de Touko.

No lo parece, pero la enana es bastante lista, y eso se complementa con su don clarividente. Y es que está tan bien entrenada, que con sólo concentrarse, puede ver el futuro dentro de diez minutos.

¡Y justo de lo que hablaba! En todo este tiempo en que he decidido distraerme un poco, seguramente  ya visualizó todo. Su gesto es serio y pensativo. Algo bueno se le va a ocurrir. Lo sé.

—“Tu vestimenta…”— y se detiene, aún mirando a mi hermosísimo hallazgo.

Mitoki mira también sus ropas y empieza a también pensar. No hace falta ser un genio, para saber que va a usarlas como señuelo, y aparentar una muerte.

—“¿En dónde van a colocarla? ¿En algún lugar cercano?”—  asiento rápidamente con la cabeza.

—“En ese bosque. ¿Quién sabe? Estabas huyendo… y luego, el lobo te saboreó”— ah, que metafórico.

Río un poco, al verlo fruncir  el ceño. Se ve tan hermoso así, enojado y un poco sonrojado. Al parecer si entendió mi indirecta.

—“¿El lobo?”— Touko ladea la cabeza, confundida, pues no comprendió mi frase —“Pero no va a ser muy creíble que un lobo se lo haya comido”—

—“Claro que puede ser creíble”— antes de decir algo más, me dirijo hasta el sofá más amplio y me recuesto ahí. Deseo despejar mi mente. No quiero tener malos pensamientos, o no frente a mi hermanita.

—“Vamos a necesitar tu sangre”— la enana habla sin rodeos. Y aunque es lo más sensato, odio la idea de lastimar a Mitoki para obtener su ADN, aunque no nos queda de otra.

Touko lleva a Mitoki hasta un sofá cercano y lo sienta allí, inspeccionando cuidadosamente. Las armas de los cazadores están siempre ocultas, y ese es nuestro caso; por ejemplo, ella oculta sus katares en su collar.

Mitoki traga saliva, y lentamente comienza a desnudarse. Ya ha comprendido que van a derramar sangre sobre su ropa.  Aún así, lo noto nervioso. No sé si se debe a que Touko lo está viendo, o si ya ha descubierto mis oscuras intenciones, y es que yo ya estaba pensando en desistirlo ahí. ¿Pero qué más puedo hacer? Yo trato de controlarme, y Mitoki saca mi lado pervertido, y hasta poeta.

—“Sí quieres, puedes darme la ropa a mí y yo se la paso a Touko. No es cómo si tuvieras que ocultarme algo que no haya visto”— sonrío ampliamente, casi devorándolo con la mirada.

Recuerdo absolutamente todo, cuando lo veo. Sé que tiene esa mirada inocente, para ocultar tanta sensualidad, que no comprendo aún qué clase de poder tiene sobre mí.

Otra vez me lanza esa mirada viperina, combinada con algo de rubor. Normalmente, alguien se sentiría ofendido por ser mirado de tal forma, pero a mi simplemente me encanta. Cuando está enojado, se ve tremendamente deseable.

Entonces, corre hasta la cocina. Y no lo sigo, porque no existe una salida ahí. Así que sólo espero pacientemente, para saber con qué ocurrencia me va a sorprender.

Empieza a arrojar su ropa hasta la sala, y es que al maldito no sólo le basta con ser sensual, hermoso, porfiado y elegante, sino, que hasta muy buena puntería tiene, porque ha logrado golpearme la cara con su camisa.

—“No voy a lanzar la ropa interior”— avisa, decepcionándome un poco.

Touko arquea ambas cejas, lanzando luego una risa. Ella no actúa de esa manera frente a alguien que no sea yo, por eso, al verla tan despreocupada y hasta sonriente, sé que es su aprobación hacia Mitoki. Eso me hace feliz.

—“Ve a traerle ropa”— me ordena Touko, ignorando el hecho de que odio que me digan qué hacer. Al parecer ya se dio cuenta de que sería un grave error dejarme a solas con Mitoki, y peor aún cuando sólo lleva su ropa interior.

Maldigo internamente, y subo con desgana hasta la habitación en donde he dejado mi maleta para el viaje.  Tomo una camisa, y unos pantalones, aún sabiendo que le van a quedar enormes.

Y tal parece que siempre tengo razón, porque ahora que he bajado a dárselos, de reojo observo cómo se viste, se puede apreciar que mi ropa le queda enorme. Eso me parece adorable y muy tentativo.

—“Déjate sólo la camisa. Tus piernas son increíbles”— y vaya que no he podido apartar mi mirada de ellas.

Reiría de su encantadora expresión, si Touko no me hubiese dado un codazo en el costado. Al diablo con la enana loca, los ojos sirven para eso; para ver.

Suspiro, sintiéndome molesto, interrumpido. Es la primera vez que deseo que Touko sea una infanta, para darle un par de globos y una paleta, y así, poder mantenerla entretenida por al menos un par de horas…

—“Tami, deja esto en el bosque. Usa tu talento de la mejor forma”—

Ahora me extiende las ropas de Mitoki, que están dentro de una bolsa plástica. Las tomo, casi conmocionado, notando la abundante sangre que tiñe su textura.

Crujo los dientes, y es que no esperaba que Touko me enviara a tomar la ropa, para ser ella quién se encargue de extraerle la dicha sangre.

Lanzo una mirada mortífera,  y Touko sólo se encoge de hombros.

—“Descuida, ya le he curado”— y acto seguido, me enseña esa capsula con muestras de mi sangre.

En ese momento, es cuando odio que la enana sea tan lista. Era algo de esperarse de ella.

Al instante, otra mirada se esboza en mí, involuntariamente. Una mirada dolida que no había hecho en años. Es nostálgico. ¿Cuándo empecé a recuperar mis emociones?

—“No le haré más daño”— susurra mi hermana, levantando el dedo meñique en alto, cómo solía jurarme tonterías cuando niños.

Disimuladamente, mis ojos han caído sobre Mitoki otra vez, quién ha dibujado en sus sensuales labios, una sutil sonrisa, una sonrisa demasiado volátil, una sonrisa que calma a mi monstruo lujurioso y me hace mirarlo con adoración. Aunque no sé exactamente porque sonríe.

·

·

·

Mientras salgo de la casa, me repito lo idiota que soy. Ya me había reiterado incontables veces no caer en tan terrible error.

Bajé la guardia apenas lo vi.  Y ahora, con cada acción, me toma desprevenido y me enamora aún más. 

Inútilmente incrédulo, me detengo en el oscuro y húmedo camino, pasmado, y algo asustado.

—“Mierda, sí estoy enamorado”— susurro lo evidente, para mí mismo.

Sacudo la cabeza bruscamente, concentrándome en lo que tengo qué hacer.

Aparentar su muerte, para darle una nueva vida.

O mejor dicho, darme una nueva.

A mí, qué simplemente no vivía, sino… existía. 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Odian los caps largos? De ser así, por fa, avísenme. D: 

Un agradecimiento enorme LoshiieKT, Nickyu y Kim Minti. ♥ Sois un amor. 

Un abrazo enorme, y ya saben, nos vemos sólo si Nickyu actualiza (presionenla, por fis XD) 

Me encanta leerlos, así que comenten >u<

MeikoShion


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