Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Juego De La Oscura Pasión por MeikoShion

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

IX

Esclavizado

 

Busqué a Touko y a Kiryl por todos lados.

No los hallo y eso comienza a desesperarme cada vez más. ¿Se fueron sin mí? Pregunta que comienza a sonar estúpida una vez que recuerdo que Touko no puede ni manejar una bicicleta, y que, probablemente, no saben ni cómo regresar.

Luzco tranquilo, aunque aún no puedo despegar mi mirada del tal prometido del maldito Fray. ¿En dónde se ha metido ese par en un momento tan importante como este? Yo quería ir con ellos, y ahora debo verme estúpido con un regalo en los brazos, cuando ya todos los invitados los han dado.

Suspiro, cansado, irritado y extrañamente preocupado. Pero insisto en que ese idiota ni debe hacerse la idea de que logra asustarme, sino debería saber muy bien que me enfurece, y mucho. Estoy preocupado porque ni siquiera siento a Touko o a Kiryl cerca, bueno, Kiryl no tiene una presencia definida, y buscarlo… sería definitivamente difícil.

Pero por supuesto que lo haría. Aunque más razonable sería primero deshacerme del regalo, daré una excusa par a irme, e iré a buscar a mi prometido y a Touko.

Ya diseñado el “plan” de escape, me dirijo hacia el prometido del Fray. Quiero darles el regalo, para irme de una vez por todas.

Lo único bueno es que ya sé en dónde está el supuesto prometido, y me acerco hasta él. Al fin y al cabo, está solo frente al ventanal, iluminado por la luz de luna que inexplicablemente lo hace lucir muy bonito.

No, no, no. No más que Kiryl.

Creo que estar muy lejos de él le hace daño a mí ser.

—“¿Lo interrumpo?”— hablo lo más galante posible —“No le di el regalo en su tiempo, pero es mejor tarde que nunca”— rio, mientras lo observo darse la vuelta.

Me quedo atontado un momento, claramente tiene rasgos físicos como Mitoki; cómo ese cabello púrpura, y los ojos verdes, o esa piel de tonalidad tan clara que simplemente se parecen mucho.

Y aunque suene absurdo, es distinto, es bellísimo a su manera… tanto, que sólo por unos segundos olvidé que yo soy  un hombre muy enamorado.

—“Oh…”— murmulla él, sonriendo de una forma muy bonita —“Muchas gracias. Se ve cansado, ¿quizás por el regalo?”— lanza una risa encantadora, mientras acomodaba sus cabellos púrpura, detrás de su oreja —“No se hubiese tomado molestias. Gracias”— dice finalmente, recibiendo el regalo que agotó mis ahorros de un año.

—“No es nada, es lo menos que puedo hacer. La fiesta ha estado increíble”— si yo fuese alguien que disfrutara de salir a lugares elegantes y eso, estaría encantado aquí —“Espero que le vaya muy bien en su matrimonio. El Fray es un hombre muy afortunado”— un cumplido que no es para nada mentira. Si esos dos se casan, por mí mejor. Y además… el chico no está nada mal.

No se vale que lo compare con Kiryl. Es decir, Kiryl es perfección y no puedes comparar lo bueno con lo perfecto. Así que, debo admitir que el supuesto prometido es muy bonito y además, alguien amigable.

 —“Gr–Gracias…”— vi dudas en sus ojos verdes, bueno, esperaba que fueran de él porque eran muy hermosos cómo para ser falsos.

—“Al parecer mis acompañantes desaparecieron. Me disculpo, ojalá se hubiesen despedido de usted. Por mí parte, me iré también. Ha sido una fiesta muy buena, me gustaría también despedirme de su prometido, pero no lo hallo”— rio con desgana ahora, porque el Mitoki falso es muy bonito y agradable, y el Fray es un… maldito presuntuoso. No me ha dado razones para odiarlo, pero en efecto lo odio.

Qué estúpido me escucho.

 —“¿Se va a ir ya? Es una lástima. Bueno, Frederick desapareció de la fiesta momentáneamente, por atender un asunto delicado. No se preocupe, yo le haré llegar sus saludos”— me sonríe, mientras se sonroja un poco.

Nunca me imaginé que me iba a terminar gustando un chico, y mucho peor que uno distinto al que me gusta me terminara pareciendo lindo.

Sonrío por última vez, recibiendo otra sonrisa a cambio y salgo de la fiesta. Creo que debí despedirme de Chitoge, pero muy buenas excusas tengo cuando me meto en aprietos.

Ahora sí, tengo que buscar a Mitoki y a Touko.

Me detengo, al darme cuenta de que no he llamado a Mitoki por su nombre real en muchísimo tiempo, quizás porque el nombre Kiryl era necesario y no hay paso a confusiones, o no cuando tengo cerca al tal Frederick o a Chitoge.

Ahora mismo me siento tan estresado, que buscar a mi hermanita y a la encarnación de Narciso se me hace hasta fastidioso.  Imaginarme que quizás les pasó algo, me hace sentir aún más frustrado. 

Gruño otra vez, y camino más molesto aún. Me dirigía hacia mi auto, cuando alguien que viene corriendo a toda velocidad y choca conmigo.

Las mil maldiciones que iba a dejar salir se detienen cuando observo a Kiryl respirando agitado.

—“¿Estás bien?”— le pregunto, mientras lo ayudo a levantarse del suelo. Cuando él niega con su cabeza, puedo ver sus ojos llorosos y cómo sus labios tiemblan ligeramente.

—“Por favor, regresemos. ¿Está Touko dentro del auto?”— pregunta, azorado —“Por favor, dime que está en el auto”— su tono es casi una súplica.

—“¿Qué sucede? ¿Touko no está contigo?”— pregunto extrañado, lo que en efecto ya me ha dicho. Algo malo está pasando.

Eso es lo que reafirmo una vez que lo veo negar con la cabeza, asustado. Y en cosa de nada, es que comienza a correr otra vez, pero en ésta ocasión ya no va solo, sino, que me lleva consigo.

—“Debemos encontrarla”— murmura, halándome a la velocidad que corre —“De la chica de cabellos verdosos, oí que había algo raro deambulando por aquí, y Touko salió sola. Yo salí a buscarla, pero… no la encontré…”— explica, agitado, y aterrorizado en todas las formas posibles.

Pareceré un mal hermano, pero Touko  puede arreglárselas sola, y no lo digo porque no quiera ayudarla, al contrario, trato de hacerlo, pero ella me lanza unas miradas mortíferas, para acabar con el trabajo ella solita.

Ahora, colaboro y corro también, aunque lo hago menos rápido que él, por la desgana. Pareciera que me está arrastrando.  Él luce tan atemorizado, que no tengo idea de qué diablos pasó cuando me ausenté apenas unos ocho minutos.

—“Por allá”— le murmullo, al sentir la presencia de la enana en un callejón. Su mano que me estaba halando a su paso me suelta y corre hacia Touko, porque ahora que sabe la ubicación, es mucho más fácil encontrarla.

Corro con más ganas ahora, sin saber que le pasa, sin saber porque vino corriendo agitado y con los ojos llorosos. Es normal que esté preocupado por Touko, pero ojalá me hubiese dado tiempo para decirle que la enana es casi tan poderosa como yo y que no tiene nada que temer.

—“¡Touko!”— llama en un sollozo a la enanita pelirroja, que al estar en el callejón está tan poco iluminada y lo único que se muestra refulgente son sus orbes que ahora están teñidos de un profundo y centellante color fucsia.

Ella lo escucha, y voltea, mostrando una mirada pérdida, que en seguida parece observar un punto fijo, y cómo si hubiese visto un ángel sonríe de una forma adorable que se ve un poco tétrica, considerando que tiene algunas gotas de sangre en las mejillas, de seguro le salpicaron cuando estaba asesinando al espectro.

Mitoki corre hacia ella, y la abraza, cómo si se hubiese temido lo peor, como si ella hubiese estado en el peor peligro de todos, cosa que no comprendo ahora mismo, porque están abrazados y de hecho, ahora caen arrodillados en el suelo sin soltarse, aunque la reacción de ambos es distinta; Touko está pasmada ante Mitoki, y Mitoki está llorando cómo si al dejarla le hubiese pasado lo peor.

Yo no me atrevo a moverme, estoy pasmado, porque no sé qué diablos pasó en mi ausencia. Y también, por su reacción… sé muy bien que él se ha encariñado mucho con Touko, pero no me imaginé que se iba a poner así sólo porque Touko  salió sola en la noche.

Por fin me atrevo a acercarme, y aunque ya se han soltado, siguen mirándose de esa forma preocupada que tanto me asusta... es como si ambos compartieran un secreto que no quieren decir, o mejor dicho, que intenta ocultarme, cosa que no me sorprende para nada, considerando que ambos se han hecho tan buenos cómplices.

—“Debemos regresar…”— por primera vez en mi vida, me ha costado susurrarle algo a mi hermana —“¿Has terminado ya con el espectro?”— mi pregunta con una respuesta más que obvia, hace que ella asienta con la cabeza.

—“Sí”— sonríe, lanzándome una cápsula de cristal con un líquido rojizo, líquido que intuyo es la esencia del bicho que mató, el cuál por cierto es enorme y se ve aún en la penumbra del callejón con extraño olor a lluvia y sangre.  

—“De acuerdo, vayan al auto. Iré en seguida”— les digo, y ellos me hacen caso.

Ahora observo con detenimiento la cápsula que me ha dado mi hermana. La esencia de un espectro de la noche, un ser lleno únicamente de energía negativa y oscuridad, aunque este no es uno normal como los otros con los que me he topado, sino que este tiene aún más oscuridad y negatividad que los otros, que es como si hubiese sido enviado aquí. Y de hecho, la teoría no suena tan rara, ya que estos entes suelen evitar encontrarse con cazadores, y que haya estado rondando en la fiesta, la que por cierto estaba atestada de cazadores, se me hace rarísimo…

Muerdo mi pulgar, haciéndolo sangrar. Cuando por fin siento el agudo dolor y el metálico y dulzón sabor de la sangre en mi lengua, me permito dibujar en el suelo un sello de magia.

Con recelo, miro la capsula, preguntándome el hecho del porque están ocurriendo sucesos extraños en el justo momento en que decidí permitirme sentir un poquito, una miseria de paz.

Bufo por lo bajo, decidiendo que en definitiva no tengo todo el tiempo del mundo para ponerme a meditar, no cuando en efecto, tengo que darme prisa para ponerle fin a esta noche por demás atosigante. Sin más distracciones, arrojo la capsula de cristal en el suelo, consiguiendo que se rompa y que el ente liberado sea absorbido por el sello.

Un profundo malestar me persigue al hacer esto, y no sé por qué. Bueno, tampoco es cómo si deseara explicaciones ahora, simplemente deseo regresar de una buena vez a casa, porque esta noche, más que impacientado, estoy agotado mentalmente.   

Y en el más profundo e incómodo silencio, es que nos dirigimos caminando otra vez del lugar del cuál corrimos. Sí, en mi ajetreo he olvidado mi auto, el cual no puede importarme menos, no cuando sé que algo malo le pasa al dulce Mitoki…

—“Te esperamos aquí”— dice Touko. Y lo dice con doble intención.

No me ha costado nada intuir que ella sabe menos que yo sobre el comportamiento de Mitoki. Está alejándome porque quiere darme tiempo para despejarme, y a la vez, para sacarle información a Mitoki. Se ha vuelto mejor que yo en eso, y por ello no me sorprendería que lo logre en tan escasos minutos.

Me estoy dando cuenta de que respiro, y eso es malo… cuando eso pasa, es porque estoy a punto de perder la paciencia. No sé muy bien porque, pero de lo que si estoy más que seguro, es que el Fray maldito ese tiene que ver con el comportamiento de Mitoki…

Abro la puerta, y una vez dentro del auto, miro casi desesperado el espejo retrovisor. Respiro trémulo una vez más, y a la velocidad en que enciendo el auto, es que tomo el volante, apretándolo tanto que creo lo oí crujir bajo mis dedos.

Ahora, ahora pretendo respirar pausadamente… estoy sintiendo rabia, y al parecer mis corazonadas siempre tienen razón… ese mal nacido Frederick algo le hizo a mi Mitoki, cosa que no puede sino hacerme enfurecer al punto de que al recordar que la puerta sigue abierta, la cierro de un portazo.

Un suaves toquecitos en la ventana, me hacen ladear la cabeza y observar a mi pelirroja hermana mirarme fijamente desde afuera.

“¿No piensas regresar?”, leo de sus labios.

Reacciono.

Y como si fuese suficiente respuesta, sólo atino a asentir con la cabeza, sorprendido y algo aterrado de la enana. Si volvió pronto, algo le debió haber sacado a Mitoki.

Abren las puertas traseras y entrar, en un silencio más que abrumador. Conduciría concentrado, pero otra vez no puedo. Mi hermana está de más mal humor que lo normal y Mitoki… está extraño.

¡Sabía que no debía volver! ¡Y una mierda! ¿Por qué cuando tengo razón nunca me hago caso?

 De reojo, observo a mi hermana, que tiene una mirada tan mortífera que decreta que me calme antes de que ella tome represarías.

Inhalo y exhalo, calmándome. No quiero pelear con mi hermana.

Maldito Frederick…

.

.

.

Al llegar a la casa, pareciera que hubiésemos estado en la más lacerante de las discusiones, porque mi hermana baja más rápido que Mitoki o yo, y camina en zancadas, que pareciera están haciendo trepidar al lugar.

—“Tamiya… yo…”— me acerco hasta él, y coloco dos de mis dedos sobre esos labios que tanto me encantan.

No quiero oírlo hablar. No aquí.

Suspiro y tomo su mano, para entrar a nuestro “dulce” hogar.

Verlo cabizbajo y tembloroso, me recuerda a la primera vez que nos encontramos. Sí no fuese el escenario la sala de mi casa, pensaría que estamos en un especie de  déjà vu.

Mi hermana baja con una pequeña maleta, mientras le sonríe a Mitoki y me dedica una mirada enojada.

—“Estaré en casa de Kaori”— dice Touko, mientras levanta la mano a modo de despedida, y sale por la puerta, dejándome algo pasmado.

—“Touko…”— dice él, con su voz bonita, apagada.

—“Dale tiempo”— no digo nada más, para no revelar que Touko es un ser empático con exageración. ¿Qué no confío en Mitoki? Al contrario, algo me dice que incluso le confíe mi vida, y creo que cómo nunca me paro a meditar una mierda, ya lo he hecho.

No le digo sobre la empatía excesiva de Touko, para que no se sienta mal, porque efectivamente; Touko ha sentido la aflicción de Mitoki, y se siente irritada al no saber cómo aliviarlo.

—“No fue buena idea quedarme…”— solloza.

El no es ningún tonto. Touko cambió repentinamente, y sospecha que es debido a su causa.

—“Touko es… mi amada hermana”— le digo, sin saber por qué. Un suspiro aturrullado escapa de mis labios, a la vez que otra vez me acerco al ser de excesiva belleza, rodeando su perfecta cintura con mis brazos —“Ella sabe que te la estás pasando mal, y no puede evitar frustrarse”— su respiración entrecortada me saca una sonrisa algo aturdida, y no dudo en inclinarme para ocultar mi rostro en la curvatura que forma la unión de su hombro con el exquisito cuello —“Sabe que realmente me he enamorado de ti. Te acepta. El hecho de que se preocupe por ti, es porque te quiere; eres parte de nuestra familia y es su forma de demostrarlo”— el agradable aroma del cuerpo cercano al mío, me saca un suspiro tras otro.

La exquisita sangre que emanaría de ésta piel sedosa, si lo mordiera, está llamándome a gritos.

No lo muerdo, sólo porque mi fascinación al tener pegados nuestros cuerpos de ésta forma, superan por mucho el hambre que no ha despertado desde esa vez que lo mordí y tomé.

—“Familia…”— un susurro quebrado… inalcanzable. Si hubiese podido rozarlo con mis dedos, definitivamente se hubiese desvanecido.

No me muevo un sólo centímetro. Permanezco apoyado en su perfecto cuerpo, tentado a ronronear como un felino cuando se siente a gusto con las caricias.

Las formas de su figura… una melodía que me ha dejado más que encantado. No estaría tan prendado de él, si no tuviera la personalidad que tiene.

Él es antitético.

Y me encanta…

—“¿Soy parte de tu familia…?”— titubea, y puedo jurar que a pesar de no verlo, sus labios están temblando ahora mismo.

Asiento con la cabeza, aún oculto en la perfecta curva, sin atreverme a alejarme de la calidez de su cuerpo, ni del exquisito aroma que desprende.

Lanza una dulce risita… mientras lleva sus manos a su rostro, lo cual intuyo es para secar las lágrimas que han comenzado a afluir.

Apoyo mi mentón en su hombro, hablando muy cerca de su bonito cuello.

—“¿Qué sucede?”— interpelo con suavidad, sintiéndome desconocido ante mi voz.  Es profundamente apaciguada, como si el simple hecho de tenerlo así de cerca me llenara de paz.

¡Claro!, eso debía ser…

—“No me cabe en la cabeza la idea de que dejé de estar solo…”— ahora, su voz es una perfecta mezcla de emoción e incredulidad —“Nunca tuve una familia… y molestar a los demás, hace que me sienta afligido. Y tú ahora acabas de decirme que pertenezco a tu familia...  ”— murmura, con la voz temblorosa —“Mis… padres… no… yo no sé…”—

—“Shhhh”— lo acallo suavemente, besando con sumo cuidado la piel tersa de su aromático cuello. Lo suelto con cuidado, sin deseos de despegarme un solo minuto de él. Camino tan silencioso, rodeándolo para quedar justo frente a él —“No te acuerdes de eso…”— le ruego, en un susurro —“Ellos te hicieron daño, pero yo he prometido cuidarte… y Touko se ha puesto así, porque quiere que estés bien. Te amo Mitoki, no sé cuantas veces deseas que te lo repita, pero estoy dispuesto a decirlas tantas, que se quedarán grabadas para siempre en tu mente”—

A veces, no me reconozco a mí mismo. Y estoy seguro a que se debe, que mi ser dolido, rencoroso, apático y desalmado, se consume con lo desconocido que resultaba amar de este modo a alguien.

No entiendo que pasa. Ahora digo cosas como esas, ¡yo no le diría eso a alguien jamás! Y por supuesto, Mitoki ha llegado para silenciar mis palabras.

Un suave parpadeo, y abre sus ojos, dejándome ver esas esmeraldas que me quitan el aliento. Y sus labios tentadores, se curvan, revelando esa preciosa sonrisa por la que siento ha merecido la pena toda la rabieta de éste día por demás ajetreado.

 —“Yo no he confiado en nadie desde que nací…”— musita, con su boquita aún curveada en la sonrisa esa que me tiene cómo loco —“Llegas tú, y ahora mírame…”— baja su mirada, y sus mejillas toman una sutil tonalidad carmín que lo hace lucir adorable.

Siento la aflicción aún en su ser. Pero su mirada y sonrisa, son en demasía sinceros, que me enajenan por completo.

Se me ha hecho costumbre acomodar los mechones de su cabello atrás de sus orejitas, para ver esos ojos que me tienen cautivo desde que los vi.

Lanza un suspiro, y deja sus labios dulces entre abiertos, mientras me mira con una intensidad única en sus ojos terriblemente verdes y arrebatadores.

Sin poder controlarme, me acerco a besarlo, siendo correspondido al instante.

Pensé que era mentira esas idioteces de que un beso podía elevarte a otra dimensión. Pensé. Eran verdad todas esas cursilerías que dicen los enamorados.

Es verdad, él me está apartando con su entero ser.

No sé a dónde me lleva, pero yo lo sigo, como si de eso dependiera mi vida. Porque en efecto lo hace, dependo de que él esté a mi lado, enfurezco si él está mal, y si se llega a alejar…

Oscuridad y locura.

Mitoki… pensé que había sido yo quién te capturó.

Qué ironía saber que en realidad, quién terminó atrapado desde el inicio; fui yo... 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Es nostálgico regresar.

¡Los he extrañado tantísimo!

Sentarme frente al computador, y ser poseída por las musas fue una sensación que casi olvido.

Agradezcan profundamente a Sebas Hellderick, que cada vez que leo El Yōkai  Del Teatro Kabuki, me siento enamorada, y a Nickyu, que ha regresado cómo el ave fénix a actualizar sus novelas… Lo Prohibido: Deseo Y Veneno, pero sólo cuenta como un lemon… extenso haha. Me encanta ese par.

Si Tami y Mitoki se ponen románticos... hay lemon, así que les anticipo la advertencia. uwu

Ahora si me despido, cuídense mucho, amores míos. Espero no tardarme tanto para la próxima.

Meiko Shion


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).