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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 9 __

Peeta contempló el calendario que había tomado de su recamara, llevándoselo consigo aquella fría mañana de invierno rumbo a las ruinas, guindándole sobre la ya reparada chimenea, contando los días que habían transcurrido desde la última vez que Gale había pisado el distrito doce.

—Hace más de un mes y medio que no te veo, Gale. —Si bien el joven y apuesto capitán Hawthorne, había vuelto al distrito doce unas dos veces más después de su partida, esta última visita había sido la más distante de todas, prometiendo que estaría para Navidad, aunque Peeta tenía sus dudas.

Se sentó en un pequeño taburete cerca de la mesa, recordando la última visita de Gale, de la cual nadie más se había enterado salvo Peeta, quien le esperó toda la noche en las ruinas, igual que hoy, con una pequeña merienda nocturna, algo improvisado, con bizcochos rellenos de crema, té y galletas.

—¿Me extrañaste? —le había preguntado Gale, posando ambas manos sobre sus hombros al arribar al lugar, mientras Peeta se asía de su cintura, aferrándose a su cuerpo y respondiéndole, más que con palabras, con actos, depositando un largo, cálido y húmedo beso que logró estremecer a Gale a tal punto de soltar el bolso que traía, dejándose llevar por aquel deseo de sentirse el uno al otro.

Peeta le fue guiando entre beso y beso hasta el colchón inflable que se encontraba en el suelo, donde ahora un par de almohadas y unas suaves sábanas azules le cubrían, soltando el cuerpo del joven soldado, sentándose sin dejar de mirarle, incitándole a hacer lo mismo.

—¡Vaya!... tu actitud responde perfectamente mi pregunta. —Peeta se sonrojó, pero no dijo nada, simplemente sonrió, recostándose sobre el lecho, tomando a Gale por el cuello de su chaqueta militar, acercando su rostro al de él, besándole nuevamente como si de ello dependiera su existencia en este planeta.

Sus lenguas se entrelazaron al igual que sus piernas, mientras que el cuerpo de Gale fue cubriendo el del joven Mellark, quien deseaba con todas sus ansias entregarse a su amante y amigo, pero no podía dejar de sentir temor ante el dolor, imaginando que el ser penetrado por aquella zona tan íntima y estrecha de su cuerpo, debía ser como intentar pasar un limón por el ojo de una aguja.

—Te he deseado tanto —comentó Peeta entre beso y beso, sintiendo como las manos de Gale acariciaban su espalda, bajando hasta su cintura.

—Y yo… —respondió Gale, mientras ambos se contemplaban, Peeta con los ojos entrecerrados y completamente ruborizado, y Gale con una mirada lujuriosa y cargada de total deseo hacia el chico del pan—. Johanna ya se contentó conmigo, ¿pero sabes qué?... —Peeta negó con la cabeza, esperando la acotación del muchacho. —… Ya no deseo estar con ella… y aunque lo hemos hecho, no siento lo que siento cuando estoy contigo.

—Dímelo —exigió Peeta, sin dejar de asir a Gale por el cuello—. Dime qué sientes. —Gale volvió a atacar sus labios, esta vez con más hambre que antes, donde Peeta no pretendía quedarse atrás, mostrándole al joven soldado que él también lo deseaba más que a nada en este mundo.

—Amor… te amo y eso es una droga, un afrodisíaco que despierta en mí las más febriles pasiones, no sé qué has hecho conmigo, Peeta, pero ya no logro escapar de este sentimiento que se ha clavado en mí a fuego vivo. —Peeta comenzó a halar su chaqueta, intentando sacarla del escenario, lo que Gale comprendió a la perfección, sentándose sobre el colchón, quitándose la prenda, mientras Peeta desabotonaba su pantalón, deshaciéndose de sus zapatos.

Ambos quedaron a medio desvestir, Gale con su pantalón abajo pero las botas puestas, lo que por supuesto impidió que se deshiciera completamente de ellos, mientras que Peeta quedó tan solo en bóxer y calcetines, recostándose nuevamente sobre las suaves sábanas, incitando a Gale a hacer lo mismo.

—Te ves tan tierno —comentó Gale, acariciándole el rostro.

—Y tú tan tonto. —Peeta soltó una risotada—. Quítate las botas. —Gale negó con la cabeza, notificándole después de darle dos tímidos besos en los labios.

—No necesito quitarme las botas para hacer lo que haré. —El joven Mellark se ruborizó hasta la raíz el cabello, apretando sus labios para no reír ante las reveladoras palabras de Gale.

Acarició el desnudo cuerpo de Peeta, observado cómo la piel del muchacho se erizaba debajo de la yema de sus dedos, los cuales recorrieron su pecho y juguetearon con los duros pezones del excitado muchacho, quien no pudo ocultar debajo de la suave tela de su ropa interior, la excitación que le embargaba.

—¿Qué quieres? —preguntó Gale, a lo que Peeta respondió con una interrogante.

—¿Qué vienes a ofrecerme? —El joven soldado sonrió de medio lado, introduciendo sus dedos entre la liga del bóxer, acariciándole el vello púbico al tembloroso joven, quien no dejó de mirarle con los ojos entrecerrados y llenos de deseo.

—Vengo a ofrecerte mi cariño… —Besó el cuello de Peeta, mordisqueándole el lóbulo de la oreja—… mis ganas de plasmarme en ti y de que cada caricia te ate más a mi ser… —Introdujo aún más sus dedos dentro de la prenda, acariciando la longitud del duro falo del joven Mellark, quien dejó escapar un jadeo y un gemido que le hizo cerrar los ojos completamente avergonzado—… vengo a darte placer, uno que nadie te ha dado antes. —Bajó su bóxer hasta donde pudo, dejando al descubierto el duro, venoso y deseoso miembro de Peeta, quien abrió los ojos contemplándole con total vergüenza, pero al mismo tiempo con un deseo sexual que jamás pensó sentir por alguien más.

—Quiero intentarlo —notificó Peeta, volviendo a abrazar a Gale, acercándole más a su cuerpo—. Quiero intentar lo que no pudimos culminar la última vez que estuviste aquí. —Ambos amantes habían intentado la penetración, pero Peeta terminó gritando y desistiendo de ello completamente aterrado, mientas Gale se sentía frustrado y sin saber qué hacer para calmar sus temores, teniendo que abrirse con Johanna y contarle todo lo que estaba pasando entre él y el joven panadero, lo que por supuesto causó el efecto contrario a lo que Gale se había imaginado.

No solo ayudó a Gale, el chico sintió que aquello había logrado el tan anhelado perdón de parte de la oficial, después de haberse enterado que él podría llegar a ser el padre del bebé que Katniss esperaba. Lo mantuvo constantemente interrogado, parecía encantada con los pormenores de aquella relación prohibida, dándole por sentado al capitán Hawthorne que Johanna era un personaje fuera de este mundo, ya que jamás pensó que ella, en vez de sentir asco, le excitara tanto saber que Gale y Peeta mantenían una relación tanto sentimental como sexual.

—¿Estás seguro? —preguntó Gale, sin dejar de acariciar el largo de la hombría de Peeta, el cual estaba que no daba más ante la excitación, temiendo acabar antes de comenzar.

Tanto como seguro, no… —comentó sincerándose con su amante—. Pero quiero intentarlo. —Gale asintió, y soltando el miembro de Peeta, le incitó a girarse, dejando su espalda al descubierto, al igual que sus glúteos, bajando su ropa interior hasta los muslos, contemplando el cuerpo desnudo del muchacho, mientras se desataba las botas, las cuales comenzaron a estorbar, quitándoselas al igual que el pantalón y el bóxer.

Se acomodó mejor sobre el colchón inflable, mientras Peeta recostaba su pecho y su rostro sobre una de las almohadas, sintiéndose completamente avergonzado y temeroso, percibiendo las caricias de Gale sobre sus glúteos, lo que hizo que su cuerpo se estremeciera, aunque no supo a ciencia cierta si era ante el deseo o el miedo que le embargaba.

—Solo relájate… lo intentaremos de otra forma… ¿Está bien? —Peeta asintió sin dejar de mantener sus ojos cerrados, esperando la actuación de Gale, quien besó una nalga y luego la otra, logrando que el chico se sobresaltara y abriera raudo los ojos.

—¿Qué haces? —preguntó pero no obtuvo respuesta alguna, tan solo otro par de besos le siguieron a los primeros, logrando que Peeta escondiera el rostro en la almohada, mientras Gale sonreía, al ver lo infantil que se comportaba el temeroso y apenado muchacho.

—Tú solo disfrútalo —exigió Gale, dándole esta vez no solo un sonoro beso en medio de ambas nalgas, también lamió la unión de los dos glúteos, lo que hizo que Peeta riera, sin que Gale supiera con total certeza si aquello le causaba cosquillas o reía ante la vergüenza, sin saber cómo expresar lo que le hacía sentir.

—¿De dónde aprendes estas cosas? —preguntó Peeta, sin poder dejar de reír.

—Johanna es buena instructora. —Peeta levantó el rostro, girando su rostro lo más que pudo para verle.

—¿Ella te hace eso o te pide que se lo hagas?

—Ni una ni la otra —respondió Gale sin dejar su puesto, muy cerca de las posaderas del ruborizado y aún sonriente joven—. Ella me dijo que debía jugar primero con tu entrada posterior antes de penetrarte. —Peeta se giró por completo y Gale tuvo que incorporarse de su inclinada postura.

—¿Cómo? —Peeta se encontraba asombrado ante aquello—. ¿Johanna sabe que tú y yo?... —Gale asintió a su pregunta no terminada—. Pero ¿cómo?... ¿cómo se enteró? —Quiso saber el asombrado joven, mientras Gale le abrazaba, incitándole a recostarse nuevamente sobre las sábanas.

—Ya te expliqué que Johanna y yo no somos novios, solo amantes y le confesé lo que existe entre tú y yo. —Peeta no supo qué decir, recostándose nuevamente sobre el colchón, mientras Gale le cubrió el incrédulo rostro de besos y caricias, intentando cambiar aquel semblante—. No te preocupes, ella está encantada.

—No te creo.

—No me extraña, hasta yo estoy asombrado con su actitud, pero es ella la que me enseña cómo debe hacerse la primera vez, así que si me disculpa, señor Mellark… —Gale incitó a Peeta a tomar su antigua postura de espaldas a él, recostándole una vez más sobre la almohada—… antes de que me interrumpiera estaba degustando un par de bizcochos. —Peeta rió, ahogando su nerviosa risa sobre la almohada, mientras Gale sonreía seductoramente, besando nuevamente sus nalgas.

Apartó lentamente una de ellas y luego la otra, sintiendo como Peeta opuso resistencia a ello, apretando los glúteos, lo que lo hizo acreedor de un par de nalgadas por parte de Gale.

—¡Oye!... —gritó Peeta.

—Relájate o te daré una tunda. —Peeta volvió a recostarse, cerrando sus ojos, intentando permanecer tranquilo, pero el simple hecho de saber que Gale observaba una parte de su cuerpo que ni él mismo había visto antes, le hizo sentir tanta vergüenza, que no pudo evitar apretar nuevamente sus nalgas, percibiendo como otra nalgada le incitó a aflojar los músculos, dejando que el joven soldado, contemplara aquel privado espacio de su cuerpo.

“No vayas a atreverte a…”. No había terminado de pensar aquel deseo de no querer un beso en aquel lugar, cuando sintió unos cuantos chupetones y lamidas en su entrada posterior, lo que hizo que se estremeciera y aferrara con fuerza la almohada, mientras Gale parecía no querer detenerse, mordisqueando sus nalgas y atacando nuevamente el estrecho orificio, el cual poco a poco se fue estirando, ya que, tanto el separar sus nalgas, como el intentar introducir su lengua en aquella zona, logró cierta relajación y elasticidad en su cavidad anal.

Gale apartó su rostro del trasero de Peeta, relamiéndose los labios al contemplar aquel palpitante aro, el cual se apretó y se relajó varias veces, sonriendo ante aquello, introduciendo uno de sus dedos en su boca para humedecerlo, empujándole lentamente sobre la entrada, la cual comenzó a engullir el índice del joven soldado.

—Gale… No… —Pero el aludido ya había introducido todo el dedo, moviéndole dentro de las paredes cavernosas y apretadas del trasero del avergonzado joven, el cual se estremeció nuevamente, jadeando ante la extraña sensación en su interior, mordiendo la almohada, mientras Gale comenzó a extraer y a introducir una y otra vez el dedo, sin que la piel de Peeta opusiera resistencia a ello.

—Relájate y disfrútalo. —Fue lo único que dijo Gale, sacando por completo el índice, humedeciendo esta vez el dedo medio, intentando introducir dentro del joven, ambos extremos.

—No, por Dios… se siente extraño… me… aah… —Gale no supo qué demonios quiso decir con aquellas cortas y atropelladas palabras, pero lo cierto era que tanto sus gemidos como el movimiento de su pelvis, le indicaban que Peeta estaba tan excitado que no podía ni hablar con coherencia.

—Te gusta… ¿No es así? —Peeta negó con la cabeza, pero su estremecimiento al igual que sus gemidos, le delataban—. Sí que te gusta. —Introdujo por completo ambos dedos hasta el fondo en busca de la próstata del muchacho, tal y como Johanna le había explicado a Gale que le estimulara.

—No, por favor… —rogó Peeta, arqueando su espalda, apretando con fuerzas la almohada—. Esto no te lo pudo haber enseñado ella.

—Te sorprenderías de lo perversa que puede llegar a ser Johanna. —Peeta volvió a gemir, al sentir como los dedos de Gale dejaron su interior, preguntándole al joven soldado con un hilo de voz, entrecortado.

—¿Practico contigo? —Gale soltó una risotada, nalgueándole con fuerzas, lo que hizo que Peeta brincara—. No hagas eso —exigió algo molesto, observando cómo Gale se posaba sobre él.

—¿Por qué?... ¿Te excita? —Peeta giró lo más que pudo su rostro para verle con el ceño fruncido—. Vamos, sigue relajado que ahora viene lo más fuerte. —Peeta no dijo nada y simplemente se recostó de nuevo, cerrando sus ojos, sintiendo como Gale colocó la punta de su pene sobre su húmeda y semi-dilatada entrada anal, intentando permanecer calmo, pero al sentir como su amante comenzó a empujar su hombría al interior de su cuerpo, se tensó tanto que Gale terminó lastimándole nuevamente, lo que hizo que Peeta gritara y se apartara de él completamente aterrado.

—No sé por qué me da tanto miedo. —Si bien había disfrutado de los juegos previos de aquel día, los besos, las lamidas y la intromisión de uno o dos dedos dentro de él, el solo hecho de imaginar la dura, cavernosa y prominente hombría de Gale en su interior, hacía que todo el mágico momento se fuese al demonio, recordando una vez más como había culminado todo aquella noche.

Gale le había estrechado entre sus brazos, intentando calmar sus temores y sus reniegos a intentarlo una vez más, cobijándole entre sus cuatro extremidades, culminando todo como la primera vez, entre masturbadas, besos, caricias y palabras amorosas y lujuriosas que lograron tanto la liberación de Peeta como la de Gale, el cual culminó sobre los bien torneados glúteos de Peeta, ante la insistencia del joven soldado a querer correrse sobre su trasero.

Peeta sonrió ante el recuerdo de su último encuentro sexual, comparándole con el intento fallido con Katniss, quien quiso tener sexo con Peeta, el cual intentó complacerla, pero ninguna postura fue la adecuada para penetrarla sin incomodarle ante su estado de preñez, desistiendo de ello.

—Si me hubieses visto, Gale… te hubieses reído de mí. —Peeta negó con la cabeza, riendo ante el fallido intento de fornicar con su esposa.

Si bien era verdad que Peeta de vez en cuando sentía remordimientos al intimar con Katniss y luego con Gale, el amor que sentía por aquel muchacho era más grande que sus remordimientos, y lo cierto era que él jamás sintió que la chica lo amase como alguna vez él la amó a ella, pensando en la posibilidad de culminar con aquella relación, sin tener que lastimarla y mucho menos sin renunciar a su paternidad, aunque no sabía cómo afrontar su homosexualidad, no solo ante Katniss, sino también ante la sociedad.

—Esa sonrisa me dice que cosas muy perversas revolotean en esa cabecita. —La voz de Gale trajo de vuelta a Peeta de entre sus elucubraciones, incorporándose rápidamente, acercándose a la puerta, observando el arribo de Gale, el cual estaba cubierto de nieve.

—Al fin llegas. —Ambos se abrazaron, palmeándose las espaldas con fuerza, lo que hizo que una cantidad de la nieve que Gale traía sobre su cuerpo cayera al suelo—. Pensé que ya no vendrías.

—Jamás te he citado para dejarte esperando. —Aquello era cierto, las pocas veces que se habían visto después de su partida, Gale siempre había acudido al encuentro, unas horas antes o después de lo pautado, pero siempre llegaba.

—Tienes razón. —Se besaron y se estrecharon con fuerzas—. Éstas helado… —Ambos se apartaron el uno del otro, sacudiéndose la nieve.

—Creo que este año hace más frío que el anterior —comentó Gale con una amplia sonrisa—. ¿Son ideas mías o te ves más apuesto? —Peeta sonrió, golpeándole el hombro, exigiéndole que no dijera tantas idioteces—. ¡Oye!... Que no miento… te ves más guapo… creo que la paternidad te sienta bien. —Si bien era cierto que Gale poco hablaba de aquel asunto, de un tiempo para acá lo había tomado de lo más normal, incluso había visto un par de veces a Katniss, aunque ninguno de los dos se dirigía la palabra, pues Gale había tenido una inesperada visita de parte de la señora Everdeen, un mes después de que el joven soldado abandonara el distrito doce.

Se encontraron a las afueras del distrito dos, donde la madre de Katniss se hallaba prestando servicio médico a un grupo de soldados que habían tenido ciertos percances de rutina ante los duros entrenamientos militares.

—¿Capitán? —llamó uno de los subalternos de la guarnición de Gale a su superior—. Una mujer, una doctora le busca. —Gale ni siquiera se imaginó que se trataba de la madre de Katniss, preguntándole qué demonios quería—. No lo sé, señor… pidió hablar con el capitán Hawthorne. —El que la mujer supiera su apellido le sorprendió, exigiéndole al cabo que le hiciera pasar a la improvisada barraca.

Gale siguió con su trabajo, desarmando su arma de reglamento, haciéndole el respectivo mantenimiento, volteando el rostro al percibir que alguien se le acercaba por la espalda, quedando inerte al ver de quien se trataba.

—Señor Everdeen —soltó Gale por demás sorprendido, observando el molesto rostro de la mujer.

—¿Eres tú el padre de esa criatura? —El joven soldado dejó caer una de las piezas de su arma de reglamento, la cual golpeó su bota derecha perdiéndose debajo de una de las improvisadas camas.

—¿Cómo? —preguntó él por demás asombrado.

—Lo que has oído, Gale… ¿Eres tú el padre de esa criatura? —Por supuesto él no supo qué decir, si bien era cierto que cabía la posibilidad, lo que realmente le asombraba era la directa pregunta, ya que nadie más que Katniss, Haymitch, Effie y él mismo, sabían lo que había ocurrido entre la chica y él.

—No sé a qué viene su pregunta… yo…

—Katniss me lo ha confesado. —Gale se quedó paralizado, sin saber qué decir ni qué hacer—. ¿Lo eres o no? —El joven soldado negó con la cabeza.

—No lo sé. —Bajó la mirada—. Creo que ella tampoco está segura. —La molesta mujer se acercó a él, logrando que el muchacho alzara nuevamente la mirada.

—Si el niño llega a ser tuyo...

—No creo que sea mío, solo ha sido una vez —interrumpió Gale.

—Se necesita solo una, Gale, solo una vez para quedar embarazada… —El chico bajó nuevamente la mirada—. Y si es tuyo, quiero que te hagas cargo de él. —El aludido se removió con cierto escozor y molestia ante las exigencias de la malhumorada mujer—. Pero si es de Peeta... —Gale levantó la mirada, clavándola fijamente en el colérico rostro de la madre de Katniss—... te alejarás de mi hija para siempre. —Él sonrió con ironía, lo que hizo fruncir aún más el ceño de la molesta mujer.

—No te preocupes, que yo no quiero estar ni a cinco centímetros de tu hija. —La señora Everdeen le miró con cierto reproche, mientras él proseguía—. Ok… me haré cargo del bebé si es mío, pero no me pidas que la ame, ya que mi corazón le pertenece a alguien más y eso no cambiará porque ella me dé un hijo.

—¿Entonces por qué demonios te acostaste con Katniss? —A lo que Gale respondió, apartándose un poco de ella.

—Porque ella se ofreció. —La enajenada mujer pretendió atestarle una bofetada, pero el rápido movimiento de defensa de Gale detuvo el certero golpe, soltándole la mano a la temblorosa mujer, la cual se apartó de él.

—Jamás lo pensé de ti, Gale… jamás pensé que fueses un cretino, que fueses de esos hombres que usan a las mujeres como objetos. —Gale negó con la cabeza.

—Te equivocas… yo no la traté como un objeto, aquí la única que ha tratado como un objeto a alguien más es tu hija y ha sido a Peeta, entregándose a mí sin importarle nada.

—¿Y tú?... tú tampoco pensaste en él. —Gale no dijo nada ante aquello—. Te has hecho su amigo y ahora le terminas saliendo con esta marranada. —El serio joven le dio la espalda, comentándole con cierto pesar en su voz.

—Y no sabes cuánto me lo he reprochado. —Bajó una vez más el rostro, deseando gritarle a la molesta mujer, cuánto le dolía el haberle fallado a Peeta—. No le digas nada al chico, por favor… él no se merece sufrir por esto. —Se sentó sobre la incómoda cama de tablas y trapos envueltos que asemejaban una colchoneta.

—No seré yo quien se lo diga… tarde o temprano se enterará… entre cielo y tierra no hay nada oculto, capitán Hawthorne… —Y sin decir nada más, se alejó a paso acelerado, dejando a Gale con el pecho oprimido y la mirada perdida, pensando qué pudo haber impulsado a Katniss a decirle la verdad a su madre, imaginando lo único que el joven soldado pudo pensar de ella, manipular a la señora Everdeen, exactamente para lo que la mujer había ido a hacer, incitarle a que fuese a abogar por ella y el hijo que esperaba, sin saber a ciencia cierta de quién era aquel infante.

—Tú en cambio cada vez estás más desaliñado. —Las palabras de Peeta trajeron de vuelta a Gale, quien había ensombrecido su semblante ante los recuerdos de aquel encuentro—. Mira esa barba. —Le acarició las mejillas y la barbilla—. Pareces un mendigo. —Gale sonrió, dejando atrás aquel mal recuerdo, abrazando a Peeta, aunque este se resistió a ello tan solo por simples jugarretas entre ellos.

—¿Ah, sí?... —preguntó Gale, besándole y restregando su rasposa barba en el rostro de Peeta, el cual no pudo dejar de reír, intentando apartarse de él—. Igual no te salvarás de que hoy te haga el amor. —Era la primera vez que Gale le llamaba a la intimidad que se entregaban, “hacer el amor”, y aunque para ambos había sonado algo cursi, Peeta no pudo evitar ruborizarse y estremecerse ante las palabras de su amigo y amante, el cual le contempló ensimismado—. Me gusta cuando me miras así.

—¿Así cómo? —preguntó Peeta, bajando el rostro sin dejar de sonreír como idiota.

—Con el rostro acalorado, los ojos húmedos y esa encantadora sonrisa. —Peeta le empujó, golpeándole nuevamente, esta vez en el pecho, aunque no tan fuerte como la primera vez, notificándole a Gale.

—Pues hoy no será, nos esperan en la aldea, tu madre sabía que venías y ha organizado una reunión, yo solo me ofrecí para ir a “buscarte a la estación”. —Ambos rieron ante la inocente mentira, ya que Gale había llegado en un aerodeslizador que le dejó en el bosque, donde Gale caminó unos cuantos metros hasta las ruinas para poder tener la dicha de saludar a Peeta como le gustaba hacerlo, sin cohibirse y sin tener que aparentar lo que no eran, simples amigos de caza.

—De todos modos no me iré hoy… me quedaré hasta el domingo. —Peeta sacó sus cuentas, dándose cuenta de que tendría a Gale cuatro días seguidos en el distrito doce.

—Eso me alegra. —Se acercó nuevamente a Gale, quitándole el bolso que traía encima—. Debes estar cansado de cargar eso… yo lo llevaré. —Aquellos detalles, aquella forma de ser de Peeta, era lo que mantenía a Gale tan enamorado, tan perdido y tan deseoso de volverle a ver, entregándole el bolso, ayudándole a colocárselo en la espalda, abrazándole con fuerzas, para apartarse luego de él, mirándole a los ojos.

—Ya sé qué es lo que te hace ver tan atractivo. —Peeta frunció el ceño, y aunque intentó mantener su puesta en escena de joven molesto y aburrido ante sus palabras, no pudo evitar sonreír ante aquello, preguntándole qué era—. Es algo que siempre ha estado allí, pero nadie se ha dado cuenta. —El joven panadero le miró, esperando a que culminara su alegato—. Todo en ti es tan auténtico y eso te hace ver hermoso, simplemente eres perfecto al ser la persona más transparente del mundo. —Peeta apretó los labios con fuerzas.

—Un auténtico demente y un perfecto desastre… eso es lo que soy. —Gale rió, preguntándole el porqué de aquellas duras palabras para con su persona—. Te cuento mientras caminamos, ven… vámonos antes de que el clima empeore.

 

Gale sonreía, sin dejar de ver el avergonzado rostro de Peeta, el cual le contaba la anécdota con Katniss y su infructuoso último encuentro sexual, mientras caminaban hacia la Aldea de Los Vencedores, donde ya no solo ellos vivían varias familias, por petición de Haymitch y Peeta, habían tomado algunas de las viviendas de aquel lugar, ya que podían hacerlo sin temor a alguna represaría de parte del gobierno.

—Me hubiese gustado ver eso —comentó Gale sin dejar de sonreír.

Si bien cualquier otra persona hubiese pensado que confesarse tales actos íntimos con su contrincante sentimental era una completa locura o un total irrespeto al amor del otro, para Gale y para Peeta aquello se había vuelto normal. El joven soldado respetaba “ahora” la relación que había entre Katniss y su amigo y amante, mientras que Peeta a sabiendas de que Gale no sentía nada por Johanna, le daba cierta libertad para expresarse con el capitán Hawthorne, quien no pretendía hacer ninguna escena de celos y mucho menos el molestarse porque el joven Mellark cumpliera su papel de esposo a pesar de que ambos hombres se amaban en secreto.

—Te hubieses reído de mí.

—Y no lo dudo. —Peeta le miró de soslayo—. Eres en verdad un desastre y Katniss no es precisamente la perfección hecha persona. —Recordó Gale todas las veces en las que la chica había hecho mal una trampa o había caído ella misma en alguna de ellas, ya que aunque había ganado los Juegos del Hambre al ser la mejor, cuando él y la chica comenzaron a frecuentar el bosque a muy temprana edad, tanto Gale como Katniss eran tan solo unos principiantes.

Peeta no dijo nada al ver que estaban a punto de llegar, lo que consiguió que su amplia sonrisa se desvaneciera, al darse cuenta de que ahora debían actuar delante de todos, aunque Haymitch y Effie lo sabían, pero lo cierto era que el mayor temor de Peeta no era precisamente Katniss, a la que ya no amaba, sino el rechazo de la familia de Gale, quienes adoraban al joven panadero como si fuese uno más del clan Hawthorne.

—No quiero que estés triste —le exigió Gale, posando su mano enguantada sobre la espalda de Peeta—. Vamos a intentar pasar una velada amena y luego tú y yo... —Se acercó al muchacho, susurrándole al oído, deteniéndose en la entrada de su casa—… nos daremos una escapada nocturna. —Le dio un beso en la mejilla, lo que hizo que Peeta se ruborizara, sin saber qué decir ante aquella invitación a intimar de nuevo.

La puerta se abrió, logrando que Gale se apartara de Peeta, observando que se trataba de Haymitch, el cual miró a uno y luego al otro, con una botella vacía en la mano.

—¡Vaya!... al fin llegan… menos mal, ya que ser el único hombre en la reunión es agobiante y tus hermanitos no ayudan, ¿sabes? —le comentó el ebrio hombre al recién llegado, sacudiendo la botella vacía—. Iré por más de esto. —Peeta negó con la cabeza, intentando no reír, mientras Gale fulminó con la mirada al hilarante hombre, el cual se abrió paso entre los dos jóvenes, incitándoles a entrar.

—A veces no lo tolero —espetó Gale.

—¡Oh, vamos!... es divertido —comentó Peeta, encogiéndose de hombros.

Entraron saludando a los presentes, donde los hermanos de Gale se abalanzaron sobre él, mientras Peeta dejó el pesado bolso a un lado, buscando con la mirada a Katniss, pero la chica no se encontraba en la sala, contemplando el sonriente rostro de Hazelle.

—¿Y Katniss? —preguntó Peeta, acercándose a la madre de Gale, quien contempló como su hijo mayor jugueteaba con los tres niños.

—Está en el baño con Effie, creo que no se sentía muy bien. —Peeta asintió, encaminándose a la cocina y así mismo al cuarto de baños, el cual se encontraba cerca de la habitación de Gale.

—¿Todo está bien? —preguntó el chico, tocando la puerta, escuchando la dulce voz de Effie informarle que ya saldrían. Peeta se asomó nuevamente a la sala, en donde Gale había tomado el bolso, sacando de este varios obsequios para sus hermanos, entregándole también uno a su madre, dándole un fuerte abrazo, mientras la puerta del cuarto de baño se abrió, y ambas mujeres salieron—. ¿Te sientes mal? —preguntó Peeta acercándose rápidamente a la seria y pálida muchacha, la cual se sostuvo el pronunciado abdomen de casi siete meses de gestación.

—Lo de siempre, ya sabes… el pequeño inquilino dentro de mí no me deja vivir con normalidad. —Peeta no dijo nada, Katniss siempre hacía esos comentarios, era como si odiara al bebé o como si su estado fuese una enfermedad para ella y Peeta no deseaba caer en sus provocaciones, aunque a veces quería discutirle aquello.

—Siéntate aquí, te haré un té de manzanilla, menta y miel, eso te calmará las ganas de vomitar. —Katniss tomó asiento en uno de los taburetes de la cocina, mientras Peeta colocó a hervir el agua, exigiéndole a su esposa que no se moviera de aquel lugar ya que iría a buscar las hojas de menta y las flores de manzanilla, saliendo por la puerta trasera, justo cuando Effie se percató del nuevo arribo de Haymitch a la casa, preguntándole a Katniss si podía quedarse sola.

—Sí, sí… ve si puedes ir a controlar a tu loco. —Effie no dijo nada, aunque deseó hacerlo, ya que el malsano comentario en contra de su pareja le había incomodado, pero al parecer todos se aguantaban el mal humor de la chica a causa de su delicado estado de preñez, saliendo al fin de la cocina, dejando a la chica a solas.

Katniss intentó permanecer tranquila, sabía que Gale ya había llegado, pero no quería verlo, deseaba retirarse no obstante Hazelle había insistido en aquella reunión, sin que la chica pudiese negarse, sobresaltándose al ver como Gale entró de golpe en la cocina sin tan siquiera percatarse de su presencia, ya que se encontraba sentada en una de las esquinas.

—¿Mamá?... —llamó Gale a su madre después de abrir el refrigerador, en busca de algo—. ¿Dónde está el pastel de pavo que me prometiste?... tengo hambre… —Cerró la puerta del artefacto refrigerante, girándose en busca de la comida, encontrándose con la tetera silbando ante el vapor que despedía y a Katniss con los ojos bien abiertos en una esquina, mirándole sin dejar de acariciarse el pronunciado vientre.

—¡Catnip!... —Gale miró el pálido rostro de la chica, la cual bajó la mirada—. ¡Perdón, quise decir Katniss!... —rectificó el asombrado hombre al verle, volteándole los ojos, enfocándose luego en la enorme barriga que mostraba la joven, como si estuviese en los últimos meses de gestación—. ¡Vaya!... —La joven alzó al mirada, al igual que Gale, donde ambos se contemplaron fijamente al rostro, sin saber qué decirse el uno al otro, sobresaltándose al escuchar la puerta trasera ser abierta y el rápido arribo de Peeta al lugar.

Aquel momento fue el más incómodo para los tres, Gale no supo qué hacer ni qué decir, Katniss estaba sufriendo, eso se le notaba a legua y aun así el joven soldado deseaba con todas sus fuerzas que aquel bebé no fuese suyo, ya que no deseaba atarse a Katniss por lástima y mucho menos estando Peeta de por medio.

Katniss quería morirse, deseaba que la tierra se la tragara y la escupiera en un distrito lejano, quería incluso reaparecer en otro mundo que no fuese el que ella habitaba y mucho menos deseaba estar tan cerca de aquel par de hombres, quienes le miraron fijamente, siendo Peeta quien se moviera al fin de su rígida postura, apagando la cocina, para que la tetera dejara de silbar.

Lavó las hojas de menta y las flores de manzanilla que había tomado del huerto, colocándoles dentro de una pequeña bolsa de tela porosa, la cual ató con un cordel que dejó fuera de la taza de té, donde vertió una buena cantidad de agua caliente, pensando que la tensión dentro de la cocina podía ser cortada con una simple hoja de papel, deseando que alguien más entrara en la cocina y hablara, ya que al parecer, ninguno de los tres quería decir absolutamente nada.

—Maldito corcho se ha pegado al pico de la botella… —La voz de Haymitch irrumpió en el tenso silencio como un bálsamo, pero luego, lo que parecía ser una solución, terminó siendo un problema aun mayor, al percatarse de quienes estaban en el estrecho espacio sin decirse nada—. ¡Vaya!... Qué simpática y amena reunión hay en la cocina. —Peeta siguió haciendo la infusión, mientras Katniss volteó los ojos de mala gana mirando a otro lado y Gale se giró para darle la espalda a todos, justo cuando el corcho de la botella salió disparado al techo—. ¡Wow!... hay tanta tensión aquí que el corcho terminó saltando.

—¿Haymitch?... ¿Por qué no vas a disfrutar tu botella en la sala? —preguntó Peeta, tomando a Haymitch por el brazo, intentando sacarlo de la cocina—. Ven… vamos a ver si tu programa de televisión favorita ya comenzó.

—No me trates como un maldito viejo senil y demente —exigió Haymitch, retirándose junto a Peeta, quien le notificó a ambos jóvenes que ya volvía, sacando al inoportuno hombre de la cocina, mientras Gale volteó nuevamente, preguntándole a Katniss, la cual se levantó para ser ella quien le colocara la cucharada de miel al té.

—¿Por qué lo hiciste? —La pregunta sobresaltó a Katniss, la cual volteó a verle.

—¿Hacer qué?

—Decírselo a tu madre. —Katniss abrió los ojos, completamente asombrada, girándose nuevamente, enfocando sus ojos en la taza de té—. Fue a verme.

—¿Y qué te dijo?... —preguntó ella.

—Pues no sé por qué lo hiciste, pero no vas a conseguir nada de mí, Katniss… Si ese bebé es mío... —comentó bajando la voz, acercándose a la temblorosa chica—… le prometí hacerme cargo de él, pero quiero que te quede claro algo… —Ella volteó a verle—. Yo ya no te amo. —Aquello oprimió el pecho de Katniss, notificándole al molesto joven.

—Entonces mi hijo no será tuyo, será de Peeta y tú no tendrás nada que ver con él. —Gale la fulminó con la mirada, espetándole tan cerca, que Katniss se estremeció al sentir su cálido aliento en el rostro.

—¿Vas a atar a Peeta a una vida de mentiras, tan solo porque crees que él sí te ama? —Katniss le encaró, levantando el rostro para verle, colocándose enfrente de Gale.

—¿Qué te hace pensar que no me ama? —Gale sabía la respuesta y aun así no pudo decir nada, deseaba restregarle que el joven Mellark le amaba a él y que el chico deseaba dejarla, ya que Peeta se lo había comentado mientras caminaban hacia la aldea—. ¿Te ha dicho algo? —Gale se apartó de ella, al ver como Peeta entró nuevamente a la cocina, mirándoles algo asustado, ya que él sabía que entre Katniss y Gale no habían muy buenas relaciones, aunque no sabía el porqué.

—¿Todo bien por aquí? —Gale le sonrió, asintiendo a su pregunta, mientras que Katniss, después de deshacerse de la bolsa de hierbas, tomó su tan anhelada taza de té, bebiendo el primer sorbo sin decir nada al respecto—. Bien, porque ya vamos a cenar. —Hazelle entró a la cocina seguida de Effie, la cual preguntó en qué podía ayudar, siendo Katniss la que respondiera a la interrogante de la sonriente mujer.

—Ponle un bozal a tu noviecito, eso ayudaría a pasar una velada más amena. —Salió de la cocina con su taza de té, mientras Gale y Peeta se miraban, uno deseando decirle cuánto lo amaba y cuánto le dolía saber lo que estaba aguantándole a su mujer, mientras que el otro quería simplemente alejarse de aquel lugar con él y olvidarse de todos los malos días que había tenido que pasar junto a Katniss y su tan insoportable mal humor.

 

La cena se llevó a cabo, aunque no como Hazelle se esperaba, ya que todo terminó con una acalorada discusión entre Katniss y Haymitch, quienes se arrojaron unas cuantas realidades a la cara, estando a punto de salir toda la verdad acerca de lo que había ocurrido entre Gale y Katniss, siendo Effie la que diera por concluida aquella discusión, llevándose consigo al enajenado hombre, mientras Peeta tuvo que hacer lo mismo con Katniss, al ver lo mal que la chica la estaba pasando.

Gale por su parte se encerró en su cuarto, disculpándose con Peeta y con su madre, alegando que deseaba dormir temprano, pero lo cierto era que ya no deseaba seguir actuando que todo estaba bien, rogando porque las horas pasaran y Peeta no tuviese que dormir con Katniss, ya que deseaba volver a estar a solas con el muchacho, al que tanto había extrañado.

Había tenido tiempo de sobra para cuestionarse todo lo que había ocurrido, quería desprenderse de una vez por todas de esa pesada carga que llevaba acuestas llamada culpa, y la cual no le dejaba dar el siguiente paso en aquella relación con Peeta... decírselo a su madre, pero ahora no era tiempo de eso, Gale se había levantado de su cama, al percatarse de que eran más de las doce de la media noche, escabulléndose por la ventana de su cuarto, llegando a la de Peeta, aquella que se encontraba abierta y a la espera del arribo del joven soldado.

—¿Me esperabas? —preguntó Gale, después de cerrar la ventana al igual que las cortinas, enfocándose en el joven Mellark, quien se encontraba recostado en el espaldar de la cama, contemplando la oscuridad.

—Dijiste que vendrías… ¿No? —preguntó Peeta, apartándose a un lado, palmeando la cama, incitándole a tomar asiento a su lado.

—No te escucho muy alegre ante eso —comentó Gale, sentándose a su lado.

—Lo siento… Es que lo que dijo Haymitch me ha tenido pensativo. —Gale le miró algo consternado, haciéndose el desentendido, preguntándole qué de tanto de lo que había dicho el ebrio hombre le había incomodado—. Pues él dijo: “pobre del que sea padre de esa criatura”… ¿Qué crees que quiso decir? —A Gale se le encogió el estómago, al punto de querer vomitar el pastel de pavo que su madre había horneado para su llegada, al darse cuenta de que a pesar de todos los gritos, el llanto de Posy ante el altercado y toda la cacofonía que irrumpió en la cena, Peeta se había percatado de aquel detalle.

—Ni idea. —Gale se encogió de hombros, y aunque supo que esa era una buena oportunidad para soltar todo, no lo hizo, su temor era mayor al deseo de decirle toda la verdad a Peeta, posando el brazo derecho sobre sus hombros, atrayéndole hacia él—. Ven aquí y no le hagas caso a las incoherencias de un borracho. —Peeta frunció el ceño, ya que odiaba que fuesen despectivos con su ex–mentor, tan solo por tener mala bebida.

—No seas malo con Haymitch, solo es un incomprendido. —Gale no dijo nada, tomándole de la barbilla, para que le mirara a la cara.

—Yo no vine hasta aquí para hablar de Haymitch.

—¿Ah, no? —preguntó Peeta haciéndose el desentendido, mientras Gale negó con la cabeza, sonriéndole con picardía.

—Yo vine a hacerte el amor… ¿Lo recuerdas? —Peeta no dijo nada, dejándose recostar sobre la cama, sintiendo el peso del cuerpo de Gale, el cual ya se estaba maquinando algo nuevo, algo que lograra desinhibir al tímido muchacho, quien no quería salir de las rutinarias caricias y las masturbadas, deseando más que lo que Peeta siempre le daba.

—No sé si pueda concentrarme.

—Tranquilo, yo haré que te concentres… eso déjamelo a mí. —Besó sutilmente los delgados labios de Peeta, el cual a su vez correspondió los besos de aquella ávida boca, la cual cubrió casi por completo la pequeña cavidad bucal del chico del pan, quien cada día se hacía más adicto a ella—. Quiero probarte y que tú me pruebes a mí… ¿te gustaría? —Peeta no supo a ciencia cierta a qué se refería con aquello.

—¿Probarme? —Gale asintió—. No entiendo. —El joven soldado se incorporó, incitando a Peeta a sentarse una vez más sobre la cama, mientras él se colocó en cuclillas sobre sus piernas, bajándose la cremallera del pantalón, sacando su semi-erecto falo para luego hacer lo mismo con el de Peeta, quien comenzó a sentir nuevamente aquella oleada de deseo y vergüenza que siempre le embargaba.

—Probarnos… ya sabes… —Besó nuevamente a Peeta—. Saborearnos el uno al otro… ¿te gustaría? —Gale comenzó a desabotonar la camisa de Peeta, quien aún seguía sin comprender, pero se sintió estúpido y no deseaba demostrarle a Gale que no sabía de qué demonios hablaba, contemplando como el soldado buscó sus pezones, mordisqueándoles y lengüeteándoles sin pudor alguno, imaginando que a eso se refería su amante.

—Sí, sí quiero... —Apretó la cabeza de Gale, aferrándole de los cabellos, incitándole a que le chupara las tetillas, haciéndole sentir cosquillas—… quiero que nos probemos y nos saboreemos. —Gale chupó sonoramente los endurecidos pezones de Peeta, logrando que el chico se estremeciera, percibiendo cómo su expuesto falo se había endurecido con tan poco.

—¿Quieres que yo lo haga primero o deseas hacerlo tú? —preguntó Gale en un tono de voz algo tímido, como si intentara tantear terreno.

—Quiero hacerlo yo primero, siempre eres tú quien me da placer a mí, así que creo que es justo que sea yo quien comience… ¿Te parece? —Gale asintió con una amplia sonrisa, arrodillándose sobre la cama, dejando caer su pantalón hasta los muslos, colocando una pierna a cada lado de las de Peeta, quien no pudo dejar de ver el enorme falo del erecto soldado, el cual le sostuvo enfrente del rostro de Peeta, logrando que el chico palideciera al darse cuenta, al fin, que era lo que estaba pidiéndole su amigo y amante.

“No puedes ser más estúpido, Peeta”, se recriminó a sí mismo el ruborizado, y por demás apenado joven, sin saber cómo demonios decirle que no deseaba introducir aquella voluptuosa hombría en su boca, ya que aquello sobrepasaba sus límites, levantando la mirada para ver el sonriente y por demás encantado rostro de Gale, sintiéndose aún más miserable. “Te has negado a la penetración, te has negado a muchas cosas y siempre es él quien termina complaciéndote con una masturbada y unos cuantos besos, vamos Peeta, ábrete y deja de ser tan cerrado”, pensó, bajando nuevamente el rostro, cerrando los ojos y abriendo la boca, como cuando un niño es obligado a tomar un medicamento de mal sabor, esperando la amarga cucharada.

Por supuesto el deseo de Gale no se hizo esperar, acercándose aún más al rostro de Peeta, tomándole de la barbilla, empujando su duro y protuberante sexo dentro de la boca del abochornado joven, quien apretó incluso más los ojos al sentir el sabor salado de sus carnes, apretándole las piernas para controlar los movimientos del deseoso soldado.

“Santo cielo, debo verme estúpido con su pija dentro de mi boca”. Temía abrir los ojos y encontrarse con el sonriente y divertido rostro de Gale, manteniendo los ojos cerrados, moviendo la lengua, intentando que su paladar se acostumbrara al sabor almizclado de su piel. “Bueno… no sabe tan mal”, se autoconvenció a sí mismo, cerrando aún más la boca, chupando la punta del pene de Gale, quien se estremeció al sentir las primeras atenciones de la boca de Peeta, el cual comenzó a sentirle agrado a aquello, aunque no dejó de sentir cierto pudor ante lo que hacía.

—¡Oh, mi Dios!... pensé que no lo harías ¿y sabes qué? —Peeta pensó cómo demonios responder a eso si tenía el falo de Gale en su boca, sintiéndose estúpido ante aquel vago pensamiento, escuchando la respuesta de Gale a su propia pregunta—. Johanna es buena en esto, pero el saber que eres tú quien lo está haciendo, me tiene a punto de acabar. —Aquello descolocó a Peeta, sacándose rápidamente el por demás chupado pene.

—No te atrevas a acabarme en la boca. —Gale soltó una carcajada, lo cual lo hizo acreedor de unos cuantos golpes de parte de Peeta, exigiéndole que se callara o despertaría a Katniss.

—Lo siento… —soltó en voz baja, intentando controlar su risa—. Me mató tu cara de “Atreve maldito y juro que te parto la cara”. —Ambos rieron, recostándose en la cama, intentando controlar sus nerviosas risotadas, sintiéndose un par de niños tontos, explorándose como jamás pensaron llegar a hacerlo.

—¿Lo hubieses hecho? —preguntó Peeta, acariciándose su propio sexo, percatándose de que aquella experiencia, a pesar de todo le había excitado tanto como para humedecerle—. ¿Te hubieses corrido en mi boca? —La pregunta le ruborizó tanto, que sonrió ante los nervios.

—Si tú me lo hubieses pedido, lo hubiese hecho —respondió Gale, acariciándole los labios—. Hubiese sido una visión bastante perturbadora. —Ambos se miraron a los ojos, entre la tenue iluminación de la habitación.

—No creo que hubiese accedido a ello, ya con tenerlo en mi boca era… —Peeta bajó el rostro, deseando no confesarle lo que había sentido al principio—. Bueno… —No supo qué decir.

—No te gustó… ¿Cierto? —Gale tornó el rostro serio—. Lo sabía. —Peeta se abrazó a él, disculpándose.

—Lo siento… no entendí a qué te referías con “saborearnos”… en verdad lo siento y me sentí estúpido, pero luego le fui agarrando el gusto.

—No te creo —comentó Gale algo molesto.

—Lo juro. —Se abrazó aún más al cuerpo de su amante—. Te amo… No te mentiría, en verdad no quería hacerlo pero termino gustándome. —Se apartó un poco de Gale, aferrando una de sus manos, llevándola hasta su duro y húmedo sexo—. ¿Lo sientes? —El por demás excitado soldado le asintió, acariciando la dureza del miembro de Peeta, el cual comenzó a mover sus pelvis, bastante deseoso—. También quiero que me saborees —comentó el calenturiento chico, mordisqueándose el labio inferior.

—¿Lo hacemos al mismo tiempo? —preguntó Gale, pero antes de que Peeta dijera algo, ya se había girado sobre el colchón, colocando el rostro muy cerca del palpitante sexo del joven Mellark, quien a su vez, contempló cómo el erguido falo de Gale, se meció de un lado a otro ante los movimiento del muchacho, al intentar acomodarse de medio lado sobre la cama, lo más cerca de Peeta que pudo.

No dijeron nada más, Gale masturbó varias veces el tenso órgano, mientras Peeta suspiró hondo antes de volver a introducir el grueso sexo de su amante, quien se estremeció al sentir la calidez de aquella boca, la cual, a pesar de su inexperiencia, le estaba entregando el mayor placer al excitado soldado.

Gale también deseaba probarle, deseaba saborear aquel pedazo de masculinidad, castigándose a sí mismo todos los días con aquel perturbador pensamiento, logrando hacerlo realidad, no solo al ser él quien lo hiciera, sino al conseguir que Peeta accediera incluso a hacerlo al mismo tiempo, entregándose ambos al placer que les embargaba, ante tal práctica. El mirarse, el tocarse y conocer dónde la piel del otro era más sensible, dónde le estremecía más las caricias y en qué zona de sus genitales disfrutaban más de la boca del otro, fue una experiencia que sin duda alguna, Gale y Peeta jamás olvidarían.

Ambos lograron la culminación ante la intensa felación, siendo Gale el primero en llegar a su liberación, sacando su pene de la boca de Peeta, corriéndose sobre el pecho del agitado joven, el cual dejó que lo hiciera, mientras Gale intentaba acallar sus gemidos, introduciendo nuevamente en su boca, el aún, erecto pene de su amante, quien culminó unos minutos después, cubriéndose el rostro con la almohada, para ahogar sus gemidos, ya que Gale al parecer, quiso llevar aquello al extremo, succionando el sexo de Peeta mientras eyaculaba.

Gale se giró de nuevo, abrazando el convulso cuerpo de Peeta, quien no dejó de jadear, abrazando la almohada, como si no pudiese parar aquel orgasmo que se empeñaba en hacer temblar su cuerpo y gemir sin control alguno.

—Ven aquí —le exigió el capitán Hawthorne a su amante, estrechándole entre sus brazos, mientras Peeta siguió estremeciéndose, rogándole porque le ayudara a detener todas las sensaciones y emociones que le embargaban—. No puedo, Peeta… es algo que tu cuerpo está disfrutado —notificó Gale, con una amplia sonrisa.

—Entonces no dejes de abrazarme hasta que se detenga. —Y así lo hizo, Gale no se apartó de Peeta después de que su cuerpo se calmara y sus temblores cesaran, quedándose profundamente dormido entre los brazos del ser que él tanto amaba.


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