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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Tercera parte

El desengaño

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Llegaron a la Aldea de los Vencedores, Gale abrió la puerta, siendo Peeta quien entrara con Katniss en sus brazos al tener que alternarse la chica a mitad de camino, ya que esta pesaba bastante ante su avanzado estado de gestación.

—Llévala a su recamara —le exigió Hazelle a Peeta, pidiéndole rápidamente a Haymitch—. Consígueme unas toallas, por favor. —El hombre asintió, introduciéndose en la habitación de Peeta—. Effie, ¿puedes poner a hervir un poco de agua? —Haymitch salió de la recamara del muchacho al escuchar la petición que Hazelle le hacía a Effie.

—Aamm… Creo que mejor tú vas por las toallas y yo montaré el agua. —Effie sonrió al ver como su pareja sabía perfectamente que ella no conocía absolutamente nada sobre oficios caseros, introduciéndose en la alcoba de Peeta, siendo Haymitch quien encendiera la estufa, llenando una gran olla con agua, mientras Hazelle se introdujo en la recamara de Katniss, observando como Peeta intentaba mantener calmada a la chica.

Gale por su parte no pudo dejar de sentirse angustiado, había llegado el momento de la verdad tanto para él como para Katniss y por supuesto para Peeta, rogándole a la providencia que todo saliera bien y que el niño fuese tan rubio como lo era el joven Mellark, aunque bien podría salir con cabellos oscuros y ser igual hijo suyo, pensando en que a lo mejor, aquella incertidumbre de que si era su hijo o no, se alargaría con los años.

—¿Gale? —llamó Hazelle a su hijo, el cual no podía dejar de observar como Katniss se quejaba de dolor, mientras Peeta le ayudaba a respirar, aferrándole de las manos—. ¿Por qué no vas a la casa y le dices a tus hermanos lo que está ocurriendo? —Gale asintió, saliendo de la alcoba, no sin antes darle una fugaz mirada a la chica, la cual bajó el rostro sintiéndose bastante avergonzada ante todo lo ocurrido, imaginando que ella también tenía sus temores y sus dudas a cuesta.

—Vamos, Katniss… respira… —le exigió Peeta a la chica, quien gritó ante las fuertes contracciones, aferrando las sábanas con una mano, mientras que con la otra apretaba el brazo del muchacho.

—Aquí tienes las toallas, Hazelle. —La aludida asintió, tomándolas rápidamente, pidiéndole a Effie que ayudara a Katniss a sentirse un poco más cómoda, entregándole varias almohadas, las cuales la temblorosa mujer, comenzó a colocarle en los costados y en la espalda a Katniss.

—Quiero que salgas de aquí —exigió Katniss, siendo Effie quien respondiera.

—Pero, querida, yo…

—Tú no… Peeta. —La chica volvió a quejarse de dolor, golpeando el colchón, mientras clavaba sus uñas en el antebrazo del joven Mellark, el cual se contuvo ante la puteada que deseaba soltar ante aquello.

—¿Por qué quieres que me vaya? —preguntó sin poder comprender aquel deseo.

—No quiero que me veas así. —Peeta negó con la cabeza.

—No seas tonta, Katss… yo quiero estar aquí. —Haymitch entró en la habitación, percatándose de cómo las sábanas que cubrían las piernas de Katniss, estaban completamente manchadas de sangre.

—Creo que será mejor que salgamos, Peeta… esto se va a poner feo. —Aferró el brazo del muchacho, quien no tenía la más mínima intensión de retirarse, justo cuando Gale regresó, notificándole a su madre.

—Ya le dije a mis hermanos lo que está pasando, les exigí que se mantuviera tranquilos y que…

—¡Fuera!... —gritó Katniss, logrando que todos se sobresaltaran, contemplándola completamente pasmados—. He dicho fuera, ¿no me han oído?... quiero que se vayan y me dejen sola con Effie y Hazelle. —Los tres hombres salieron de la habitación como alma que lleva al diablo, tropezando entre ellos mismos en el umbral de la salida, siendo Haymitch el primero en salir, seguido de Gale y Peeta, quienes cerraron la puerta rápidamente tras de sí.

—Que carácter más endemoniado —alegó Haymitch, arrojándose sobre el sofá, suspirando como si necesitara una buena bocanada de aire fresca en sus pulmones—. Espero que después de que dé a luz, se le pase ese horrible mal humor.

—Lo dudo… —comentó Gale—. Catnip siempre ha tenido ese temperamento desde que la conozco. —Peeta se acercó a la ventana que daba al frente de la casa, observando a la distancia, mientras el joven soldado tomó asiento junto a Haymitch, escuchando los gritos de dolor de la parturienta.

—Yo la comprendo… —comentó Peeta, sin dejar de estar atento al horizonte—. No es fácil para ella que la veamos de ese modo, tan indefensa, tan desvalida, ella siempre ha sido una guerrera y sé que odia estar de ese modo, verse tan débil, sé que su carácter cambiará cuando tenga al bebé y pueda volver al bosque.

Aquello por supuesto no le gustó en lo más mínimo a Gale, tener a Katniss en el bosque era contraproducente a sabiendas del “nidito de amor” que ambos se habían creado en las ruinas, pudiendo ser encontrados por la chica, aunque él sabía que Peeta deseaba que ambos saltaran juntos fuera del closet, o mejor aún, fuera de las ruinas donde se ocultaban de todo y de todos.

—Espero que tengas razón —comentó Gale, tratando de no pensar más en aquel escabroso asunto, sintiendo como Haymitch lo observaba, volteando el rostro para verle, percatándose de la escrutadora mirada del ex mentor.

El robusto hombre de cabellos despeinados, señaló hacia la habitación después de voltear a ver a Peeta, quien permaneció absorto observando por la ventana a la espera del arribo de la señora Everdeen, mientras que Gale se encogió de hombros, preguntándole con gestos qué demonios le pasaba.

Haymitch meció sus brazos a un lado y a otro como si tuviese un bebé entre ellos, señalando la puerta de la alcoba de Katniss, para luego señalarlo a él, donde Gale imaginó que el impertinente hombre le preguntaba qué demonios iba a ser si el bebé era suyo y no de Peeta.

El por demás molesto soldado lo fulminó con la mirada, pegando un brinco en el sofá, al escuchar lo que Peeta soltó a continuación, encaminándose a la puerta.

—Lo sabía. —Por unos segundos Gale pensó que el muchacho se había dado cuenta de las extrañas señas que Haymitch le hacía, pero luego se percató de cómo el joven Mellark abrió la puerta, argumentando a sus palabras—. Sabía que vendría lo más pronto posible. —Salió de la casa, corriendo al encuentro con la señora Everdeen, quien venía escoltada por uno de los soldados del escuadrón de Gale, el cual le espetó al por demás sonriente hombre.

—Deja tus malditos juegos, Haymitch. —Se levantó del sofá, asomándose a la puerta, corroborando lo que ya se había imaginado, que era la señora Everdeen quien se aproximaba a la casa, acercándose nuevamente al entretenido ex mentor—. ¿Quieres decírselo a Peeta?... Ve y hazlo, pero no me jodas. —Tanto Gale como Haymitch escucharon la cercanía de las tres personas que arribaron a la casa a paso acelerado, intentando mantener un rostro serio, al observar el arribo de la madre de Katniss.

—Mi querida señora Everdeen… —saludó muy cordialmente Haymitch, levantándose del sofá, para ir a su encuentro.

—Hola, Haymitch… —Dejó que el hombre se acercara a ella para saludarla con un beso en la mejilla—. ¡Gale!... —Fue el seco y fugaz saludo de parte de la seria mujer, la cual dejó su bolso en el suelo, remangándose la blusa—. ¿Dónde está Katniss? —Los gritos de la joven respondieron su pregunta, encaminándose a la alcoba que le había pertenecido a ella, cuando vivió en aquella casa.

Los temores de Gale aumentaron el doble, ya que él sabía que la madre de la chica estaba enterada de todo aquel asunto y lo más seguro era que hubiese traído material de laboratorio para corroborar aquello, comenzando a sentirse un poco enfermo, mirando a Peeta y luego a Haymitch, quien ya se había percatado del semblante pálido del soldado.

—¿Todo bien? —preguntó el pensativo hombre, quien contempló como Gale asintió a sus palabras, acercándose a su subalterno, soltándole en un tono de voz firme y autoritario.

—¿Dónde está Johanna? —El soldado raso respondió que la chica se encontraba en la nave a la espera de sus órdenes.

—¿Todo está bien, Gale? —La voz de Peeta sobresaltó al muchacho, al igual que los gritos de Katniss en la recamara, lo que consiguió que el perturbado soldado se girara bruscamente, gritándole al joven frente a él.

—¿Por qué todos me pregunta si estoy bien?... claro que estoy bien, estoy perfectamente bien… ¿Por qué demonios tendría que estar mal? —Haymitch puso los ojos en blanco, volteando el rostro a otro lado al ver el asombrado semblante de Peeta, mirarle como lo hacía.

—No lo sé, Gale… dímelo tú —respondió recriminatoriamente el nuevo gobernador del distrito doce, el cual estudió el semblante de Gale, quien intentaba mantenerse calmo—. Eres tú quien está gritando, bastante irritado… Eres tú el que estás molesto y el que al parecer no se encuentra a gusto… ¿Quieres irte? —le preguntó tan seco, que por unos segundos Gale sintió que a Peeta se le estaban subiendo los humos.

—¿Quiere que me vaya, señor gobernador? —Aquello por supuesto sonó tal y como Gale deseaba que sonara, irónico y bastante sarcástico.

—No, Gale, no quiero que te vayas, pero si te sientes incómodo por algo… —Señaló la puerta—… puedes marcharte, estoy muy preocupado tanto por el bebé como por Katniss, si no vas a ser de ayuda, entonces puedes irte. —Pretendió darle la espalda al molesto soldado, quien le aferró del brazo, mientras le exigía a su subalterno.

—Dile a Johanna que no se muevan de su puesto… cualquier cambio de planes se lo haré saber por medio del comunicuff, puedes retirarte. —El joven soldado asintió, retirándose rápidamente después de hacerle la venia a su capitán, cerrando la puerta—. Lo siento —se disculpó, pero Peeta sacudió su brazo para zafarse de su agarre, reprochándole en voz baja.

—Primero eras tú el que moría porque me nombraran gobernador, ¿y ahora me sales con esto?... ¿Qué rayos te sucede, Gale?... te desconozco. —El temeroso soldado miró a Haymitch, quien había tomado nuevamente asiento en el sofá de dos plazas, observando a ambos jóvenes enfrascados en aquella disputa.

—Lo lamento. —Gale se acercó un poco a Peeta, acariciándole ambos brazos—. Tienes razón… creo que… —Katniss comenzó a gritar cada vez más, quejándose de que no podía hacerlo, mientras que su madre la alentaba a pujar—… que todo lo que está ocurriendo me tiene un poco alterado.

—A mí también, Gale, y no por eso estoy puteándote, así que por favor contrólate… ¿quieres? —El cabizbajo soldado asintió, aferrando las manos de Peeta, mirándole fijamente a los ojos, mientras Haymitch les notificaba a ambos, incorporándose nuevamente del sofá.

—Iré a ver si el agua ya hirvió y de paso montaré un poco de té. —Ninguno de los dos dijo nada, simplemente se contemplaron el uno al otro, deseando abrazarse y contenerse, imaginando que era eso precisamente lo que mantenía a Gale de mal humor, el no poder amarse como lo deseaba.

—¿Me perdonas? —Peeta asintió sonriéndole con desgano.

—Ya pasó… —Katniss gritó una vez más, justo cuando Hazelle salió de la habitación, consiguiendo que ambos hombres se separaran, aunque la apresurada mujer ni siquiera se había percatado de su presencia, introduciéndose rápidamente en la cocina en busca del agua caliente, llevándosela apresuradamente hasta la alcoba—. Es mejor mantenernos a raya, Gale —le exigió Peeta, apartándose del soldado.

—¿Por qué? —preguntó el entristecido soldado, ante la lejanía de su amado—. No lo hagas, no me alejes de ti, por favor. —Peeta le palmeó los hombros, soltándole muy cerca del rostro.

—Estamos en campo minado, capitán. —Hizo un cesto con las cejas, señalando hacia la alcoba de la alterada parturienta, la cual no dejaba de gritar—. Es mejor mantenernos apartados, por ahora. —Gale sonrió asintiendo a sus palabras, justo cuando Peeta se percató de cómo Haymitch los observaba desde el umbral de la cocina, introduciéndose nuevamente en aquel lugar con una socarrona sonrisa.

Aquello por supuesto hizo sonreír a Peeta, quien no supo cómo tomar esa actitud por parte de Haymitch, era como si el hombre disfrutara de verlos juntos o como si no pudiese creer que los dos sementales que se disputaban a Katniss, terminaron enredados en un tórrido romance que los mantenía cada vez más liados.

—Tienes razón —respondió Gale, encaminándose al sofá para tomar asiento—. Por ahora es mejor mantenernos tranquilos, pronto crearemos todo un revuelo con lo nuestro. —Peeta se acercó a él, después de ver lo que Haymitch hacía en la cocina, donde al parecer trataba de preparar tres tazas de té.

—Justo quería hablarte de eso… —Se sentó junto a Gale, susurrándole muy cerca del rostro—. No diremos nada aún… —El incrédulo soldado arrugó la frente, mirándole bastante extrañado.

—¿Y eso por qué?... Es decir, tú más que nadie era el que deseaba que nos arrojáramos fuera del closet, ¿por qué ahora no quieres?

 —No es que no quiera, es solo que no creo que… —El llanto de un bebé los hizo callar a ambos, incorporándose raudos del sofá, justo cuando Haymitch salió de la cocina con una bandeja en sus manos y una amplia sonrisa en los labios.

—Ándale… escuchen eso… —exigió el desaliñado hombre, dejando la bandeja con las tres tazas de té en medio del salón, sobre una pequeña mesa central—. Tiene buenos pulmones y al parecer posee el mismo carácter de Katniss. —Peeta no pudo dejar de ver hacia la puerta de la alcoba con una amplia sonrisa en sus labios, recibiendo de parte de su ex mentor un fuerte abrazo—. Felicidades, papá. —Al decir aquello palmeó con fuerza la espalda del joven Mellark, dándole una inquisidora mirada a Gale, sonriéndole con ironía.

“Hijo de puta”, pensó Gale apartándose de ambos hombres, tratando de mantener un rostro inmutable.

—Brindemos con té. —Peeta se encontraba realmente asombrado de que Haymitch pretendiera brindar con aquel brebaje de plantas, pero su incredulidad se transformó en decepción, al ver como el sonriente hombre sacó un pequeño envase de aluminio, vertiendo dentro de la taza de té un gran chorro de licor—. Salud. —Alzó su taza, incitando a Peeta a tomar la suya, exigiéndole a Gale—. Vamos, capitán, tome la suya.

Gale se acercó de muy mal humor a la mesa, justo cuando la puerta de la recamara se abrió, observando el serio rostro de la señora Everdeen notificarles a los caballeros, mientras limpiaba sus manos con una toalla húmeda.

—Es un niño. —Peeta sonrió, sintiéndose uno de los hombres más dichosos y afortunados del mundo, mientras Gale no pudo dejar de hacerse las mil y una preguntas, observando como la madre de Katniss le contemplaba, introduciéndose nuevamente dentro de la recamara.

—Es un varoncito —alegó Haymitch, bebiendo de su taza de té y licor, al ver que ninguno de los dos pretendía tomar la suya y brindar con él—. ¿Por qué no vas a verlo? —preguntó acercándose a Peeta, empujándole para que caminara hacía la alcoba.

Peeta no pudo dejar de temblar, estaba asustado y emocionado al mismo tiempo, el saber que ahora tenía más responsabilidades a cuestas, tanto como gobernador como padre, manteniéndolo bastante alterado, tratando de no añadirle a esa lista, el hecho de que debía de afrontar de una vez por todas, la relación que tenía con Gale.

Se acercó a empujones a la puerta, observando tanto el sonriente rostro de Effie como el de Hazelle, quienes le incitaron a entrar, enfocando sus ojos en la débil, pero calmada chica sobre la cama, la cual sostuvo entre sus brazos a un pequeño bulto cubierto entre sábanas.

—Pasa, cariño —le pidió Effie, recostada junto a Katniss del espaldar de la cama—. Ven a ver a esta preciosura. —Peeta suspiró, acercándose lentamente a la cama, percatándose de cómo Katniss miraba al niño, con ojos de asombro y al mismo tiempo de ternura.

—¿Gale? —llamó Hazelle a su hijo, al verlo cerca de la puerta, sobresaltando al muchacho, y al mismo tiempo logrando que Katniss levantara el rostro, contemplando el pálido semblante del soldado—. ¿Puedes ayudarme a sacar todo esto?... ¡Por favor! —Gale asintió, introduciéndose en la alcoba, mientras Peeta se sentó junto a la chica, observando al pequeño bebé entre sus brazos, el cual se chupaba el dedo.

—¡Wow!... Es hermoso… —Peeta se acercó aún más al bebé, mientras Katniss no pudo dejar de ver el rostro de Gale, quien contemplaba tanto a Peeta como a ella, sin pretensión alguna de moverse a pesar de que su madre le había dado una cubeta con toallas sucias y agua ensangrentada para que el estupefacto soldado se deshiciera de todo aquello en la cocina.

—¿Gale? —llamó su madre al muchacho, sobresaltándole nuevamente—. Lleva eso a la cocina… ¡Por favor!... —Gale asintió, saliendo raudo de la recamara, sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca.

La señora Everdeen se sentó junto a su hija del otro lado de la cama, sacando una hipodérmica, desinfectando la diminuta aguja con un trozo de algodón impregnado en alcohol, notificándole a ambos padres, al ver sus consternados rostros.

—Hay que hacerle pruebas de sangre.

—¿Y eso para qué? —preguntó Peeta asustado, imaginándose alguna anomalía en el recién nacido.

—Son solo exámenes de rutina, Peeta. —La seria mujer contempló a su hija, la cual bajó rápidamente el rostro, sin decir ni una sola palabra, justo cuando Gale regresó, observado lo que le harían al infante.

—¿Qué ocurre? —preguntó el extrañado soldado al ver como la madre de Katniss pinchó al pequeño extrayéndole un poco de sangre, lo que por supuesto consiguió que el niño comenzara a llorar.

—La doctora Everdeen le va a hacer unos exámenes de rutina al bebé para ver si todo está bien. —Aquello hizo que el corazón de Gale se disparara, galopando dentro de su pecho, sintiendo que estaba a punto de flaquear, mientras Peeta se encontraba absorto a todo lo que ocurría a su alrededor, hablándole y sonriéndole al pequeño, tratando de calmarlo con palabras dulces y mimosas.

—Oh… mira a ese campeón —alegó Haymitch, acercándose a la cama, sonriéndole tanto a Peeta como a Effie, enfocando sus ojos en el lloroso infante—. ¿A quién se les parece? —Aquella fue la gota que derramó el vaso ante los nervios tanto de Gale como de Katniss, quienes fulminaron al impertinente hombre con la mirada.

—Está aún muy pequeño para saber a quién se parece, Haymitch querido —alegó Effie, levantándose de la cama, mirando retadoramente a su pareja—. ¿Por qué no vamos afuera y dejamos descansar a Katniss?

—¿Cómo te sientes? —soltó Peeta al darse cuenta de que no había tenido la decencia de preguntar tan siquiera cómo se encontraba.

—Trata de pasar una sandía por el orificio del tamaño de un limón y luego me preguntas cómo me siento. —Peeta sonrió ante aquella respuesta tan de su estilo, disculpándose con ella ante la tonta pregunta.

—¡Vaya!... acabamos de perder toda esperanza, chicos —alegó nuevamente Haymitch bebiendo todo el contenido de la taza de aquel “supuesto” té—. Sigue siendo tan insufrible como siempre.

Katniss le volteó la mirada de mala gana, mientras Effie le exigió a Haymitch que midiera sus palabras, siendo Hazelle la que le pidiera muy cortésmente que se retirara de la habitación, mientras Peeta siguió absorto en la contemplación del infante, el cual ya se había calmado, chupándose nuevamente el dedo.

—Creo que tiene hambre. —Katniss le sonrió a Peeta, asintiendo a sus palabras—. Creo que deberíamos dejarla sola para que alimente al bebé. —Se incorporó de la cama, volteando a ver a Gale—. ¿Lo viste? —El ensimismado soldado asintió a la pregunta de Peeta, tratando de mantenerse calmo—. Es hermoso… ¿No? —El capitán Hawthorne volvió a asentir, tratando de regalarle a Peeta una amable sonrisa—. Es tan pequeño… —Se inclinó para acariciarle el pecho al neonato, consiguiendo que las sábanas que cubrían su desnudez se apartaran hacia los costados, dejando ver el pálido pecho del infante.

Por unos segundo pensó que lo que contemplaban sus ojos era tan solo un pequeño coagulo de sangre o una suciedad adherida al pecho del somnoliento niño, pero al pasar varias veces el dedo por el rosado pezón derecho de la criatura, se percató con total asombro de que aquella diminuta mancha en forma de lágrima, era un lunar.

—¡Vaya!... —exclamó, pasando nuevamente el dedo por aquella zona, percibiendo como el lunar se sentía por sobre la delicada piel del niño, recordando el primer día en el que Gale y Peeta se habían amado sin tapujos en las ruinas, donde el joven soldado le había explicado a Peeta, mientras él le acariciaba tanto el pezón como el lunar en forma de lágrima que Gale tenían en su pecho.

—Es un lunar hereditario… Mi padre lo tenía y lo tienen mis hermanos… Aunque ellos lo tienen en lugares distintos, mi padre me contó que solo el primogénito hereda el lunar justo donde su progenitor lo tiene.

Por unos segundos Peeta sintió como si su alma hubiese abandonado su cuerpo, era una sensación incómoda, perturbadora, como si estuviese en aquel lugar y al mismo tiempo lo hubiese abandonado, contemplando el extrañado rostro de Katniss, sin poder oír lo que la chica le preguntaba, ya que al parecer, su cuerpo siguió en aquella especie de trance y su mente perdida entre las vagas elucubraciones de su cabeza, la cual comenzó a ensamblar cada detalle extraviado en su subconsciente, armando las piezas muy lentamente.

Lo primero que vino a su mente fue el día en el que encontró a Gale saliendo de la casa que compartía junto a Katniss, con el rostro completamente descompuesto, pagando una rabieta interna con él, injuriándole por cosas que no venían al caso y a una Katniss en la ducha, la cual salió casi una hora después, tan calmada y sumisa que a Peeta le pareció bastante extraño.

—¿Peeta? —Pudo escuchar al fin la voz de Katniss en la distancia, trayéndolo de vuelta a la realidad—. ¿Peeta?... ¿Estás bien? —Miró fijamente a la chica, contemplando el dulce y tranquilo semblante del infante, el cual se había quedado dormido, girando lentamente el rostro en busca de Gale, quien parecía estar tan asombrado como todos los presentes al ver la extraviada mirada del muchacho.

—¿Quieres explicarme esto? —El pasmado rostro de Gale quedó tan sombrío como el de todos los presentes, aunque Hazelle más que asustarse, parecía extrañada ante las palabras del muchacho.

—¿Qué cosa? —preguntó Gale, sin poder creer que Peeta le estuviese haciendo aquella pregunta.

—Quiero que me expliques por qué el niño tiene un lunar en forma de lágrima igual al tuyo en su pezón derecho. —Effie se cubrió la boca con ambas manos, mientras la madre de Katniss cerró los ojos pesadamente y Haymitch simplemente rodó los suyos, apartándose de Peeta a la espera de una explosión nuclear.

—¿Cómo? —preguntó Gale completamente petrificado en su puesto.

—Lo que has oído, Gale… —gritó Peeta, logrando que el recién nacido se asustara, comenzando a hacer pucheros—. Explícame qué es esto. —Señaló nuevamente al infante, justo cuando Katniss apartó las sábanas del pecho de la criatura, contemplando que en efecto, el niño tenía dicho lunar hereditario—. Ven aquí, infeliz… —Se acercó al tembloroso soldado, quien aún no podía asimilar lo que Peeta le estaba exigiendo, arrastrándolo hacia la cama—. Quiero que me digas cómo es que “mi hijo” tiene tu lunar. —Gale se percató con total horror que el inquieto bebé tenía su marca de nacimiento, aquella que a Peeta tanto le había encantado.

Sus pulmones dejaron de funcionar por unos segundos, su corazón se paralizó por unos instantes volviendo a golpear su pecho con insistencia, sintiendo que el mundo se le venía encima, contemplando el pálido rostro de Katniss, quien parecía no querer mirar a nadie en aquella alcoba, la cual comenzó a percibirse realmente pequeña y sofocante para todos los presentes.

—¡Contéstame! —gritó tan fuerte el enajenado muchacho, que consiguió que el pequeño niño empezara a llorar, lo que hizo reaccionar a Katniss, comenzando a mecer al lloroso infante entre sus brazos, mientras Hazelle se acercó silenciosamente a la cama, contemplando con total asombro, que aquel lunar era en efecto idéntico al de su difunto esposo y su hijo mayor.

—¡Por todos los cielos!... —exclamó la madre de Gale, cubriéndose la boca—. ¿Gale?... —El incrédulo y asustado joven miró a su madre, la cual alegó a continuación—. Cariño… dime que esto no es lo que estoy pensando. —Haymitch sacó con total descaro la botella de licor, bebiendo un gran trago al ver como las cosas comenzaron ponerse color de hormigas.

Gale bajó el rostro sin decir ni una sola palabra, mientras Katniss intentó calmar al niño, sin dejar de estar atenta tanto al rostro de Gale como al de Peeta, el cual comenzó a transformarse, dejando de lado aquel semblante alegre y dichoso por uno completamente distinto, donde la rabia y la ira desenfrenada, amenazaban con dejar libre al muto dentro de él.

—Contesta de una maldita vez, Gale —rugió Peeta, tomando al petrificado soldado de la chaqueta, sacudiéndolo enérgicamente—. ¿Dime qué demonios significa esto? —La señora Everdeen se acercó a la cama, exigiéndole a ambos.

—¿Por qué no nos controlamos?… Katniss ha pasado por un arduo trabajo de parto y no creo que…

—Me importa un cuerno que esté cansada… —Peeta se arrojó sobre la cama, tomando a Katniss por los brazos, zarandeándola sin importarle que tuviera al niño en brazos—… Ahora mismo me vas a decir si tú y este infeliz se acostaron. —Gale intentó apartar a Peeta de la asustada chica, la cual comenzó a gritar, pidiendo ayuda.

—Basta, Peeta… —le exigió Gale, recibiendo del iracundo muchacho un fuerte empujón seguido de un puñetazo que lo hizo caer al suelo.

—Eres un reverendo malnacido… —Tanto Effie como Hazelle comenzaron a gritar, siendo Haymitch quien intentara mantener a ambos hombres alejados, pero al parecer la ira desmedida de Peeta dejó que el muto saliera, empujando tan fuerte a su ex mentor, que este terminó de culo sobre el suelo, mientras que el trastornado muchacho se arrojó sobre Gale, moliéndolo a palos.

—Dios mío, hagan algo… —gritó la madre de Katniss, quitándole al bebé a su hija, la cual pretendió levantarse, siendo Hazelle quien se lo impidiera, mientras Effie intentaba levantar a Haymitch, el cual se arrojó nuevamente sobre ellos para apartarlos, terminando nuevamente en el suelo con un puñetazo en el ojo.

Gale intentó defenderse sin tener que golpearlo, él sabía que cada puñetazo era bien merecido por haberle fallado, aunque no podía dejar de pensar si su rabia era por Katniss o por la relación que ambos tenían, aferrando a Peeta por el cuello, susurrándole muy cerca del rostro, intentando no escupirlo al tener la boca llena de sangre.

—No me importa que me mates a golpes, igual te sigo amado. —Aquello no consiguió lo que Gale deseaba, más que calmarlo, el irreconocible muchacho rugió con mayor fuerza, estrangulando al maltrecho soldado, quien intentó con todas sus fuerzas, quitarse a Peeta de encima.

—¡Por favor, ya basta… Peeta… basta!… —gritó Katniss tratando de zafarse de los brazos de Effie sin éxito alguno—. Mamá, por favor… —le exigió a su madre, la cual le entregó nuevamente al niño a su hija, saliendo rápidamente de la recama, mientras Haymitch y Hazelle intentaron una vez más apartarlos el uno del otro.

La señora Everdeen entró nuevamente a la alcoba con un gran balde de agua, arrojándoselos encima a ambos hombres, bañando de pie a cabezas hasta a quienes pretendieron apartarles.

—Ya basta de hacerse los machos bravíos —exigió la madre de la temblorosa chica, quien aún no podía creer que ya todo se sabía pensando que ocurriría de ahora en adelante—. Necesito que te calmes, Peeta. —El chico había resbalado con el agua, cayendo junto a Gale al suelo, pretendiendo arrojársele encima nuevamente.

—Por favor, Peeta, hablemos. —Las palabras de Katniss consiguieron lo que Gale había intentando obtener de Peeta, que lo soltara, levantándose rápidamente del suelo.

—¿Quieres que hablemos? —Peeta estaba temblando no solo ante el frío del agua, sino también ante la ira contenida que aún lo apresaba—. ¿Es una broma? —Katniss negó con la cabeza, exigiéndole a su madre que tomara nuevamente al bebé entre sus brazos.

—No es una broma… es hora de que hablemos. —Peeta soltó una sarcástica risa, mirando a todos los presentes, sin poder creer lo que sus oídos escuchaban—. Jamás pensé que esto pasaría. —El joven Mellark siguió sin poder creer en lo que oía, sacudiéndose el húmedo cabello, mientras Hazelle intentaba ayudar a Gale a levantarse, el cual se encontraba bastante aturdido ante los golpes—. Solo fue una vez, no pensé que… —Peeta volvió a reír con ironía.

—¡Vaya!... así que esperaste hasta el último minuto para decírmelo, cuando lo evidente saliera a la luz o cuando tu madre te lo confirmara. —Miró reprobatoriamente a la madre de Katniss—. Pruebas de rutina… ¿No? —La señora Everdeen, no dijo nada, mirando al bebé entre sus brazos—. Usted lo sabía… siempre lo supo —La seria e imperturbable mujer miró a cada uno de los presentes, bajando nuevamente la cara.

—Por eso me fui —respondió de la mala gana—. No quería ser partícipe de esto.

—Mentira… —vociferó Peeta, acercándose a su suegra, la cual se echó para atrás, al mantener al bebé con ella—. Si no hubiese querido ser partícipe de esto, me lo hubiese dicho.

—Era mi hija, Peeta.

—Y se suponía que “él” era mi hijo —gritó sobresaltando a la doctora Everdeen al señalar al niño bruscamente, temiendo que lo lastimara.

—Aún lo es —alegó Gale, consiguiendo que los encolerizados ojos de Peeta se clavaran sobre él—. Tú lo amaste desde el principio, siempre estuviste allí, cuidándole y soportando los cambios de humor de Katniss, eso te hace más padre que yo…

—Eso me hace un reverendo estúpido. —Gale bajó el rostro ante aquello—. Ustedes tres me vieron la cara de idiota. —Katniss negó con la cabeza, mientras su madre no pudo decir absolutamente nada—. ¿Tú también lo sabías? —preguntó Peeta a Hazelle, señalándola acusadoramente.

—No, querido… no lo sabía… —El joven Mellark rememoró el estupefacto rostro de la mujer al ver el lunar en el pecho del infante, creyendo en sus palabras—. Yo no iba a callarme algo así. —Peeta miró a Effie y luego a Haymitch, quienes se contemplaron el uno al otro, bajando sus avergonzados rostros.

—¡No!... —El incrédulo joven negó una y otra vez con la cabeza, sin poder creer aquello—. Ustedes no me pudieron haber hecho esto. —Effie pretendió hablar, siendo Haymitch quien lo hiciera.

—Effie calló por petición mía. —Peeta dejó que la rabia comenzara a drenar por sus ojos, dejando escapar gruesas y pesadas lágrimas, las cuales comenzaron a nublar su visión, cerrando con fuerza los ojos—. Yo lo hice por ese bebé… y por ti Peeta, rogaba porque esa única vez de estos dos… —Señaló tanto a Katniss como a Gale—... no te hubiese robado la dicha de ser padre. —El chico dejó caer su cuerpo sobre el suelo, completamente derrotado ante tanto dolor—. Lo siento, pequeño… —Los padres biológicos de la criatura comenzaron a llorar al ver el inmenso dolor y la decepción plasmadas en el dulce y hermoso rostro de Peeta—. Yo quería apostar nuevamente por tu felicidad, la que el capitán Hawthorne parecía estarte obsequiando y la que esta guerra te había arrebatado.

Gale no pudo evitar estremecerse ante lo que Haymitch había dicho, mirando a Katniss y luego a su madre, temiendo que ambas se dieran cuenta de lo que aquellas palabras significaban, bajando rápidamente el rostro.

—¿Disculpa? —preguntó Katniss algo extrañada, mirando a su ex mentor—. ¿Te refieres a que Gale estaba dispuesto a renunciar a su paternidad para hacer feliz a Peeta? —Haymitch miró el desconcertado rostro de la chica, siendo Effie quien hablara.

—Sí, así es… —Sus palabras sonaron algo temblorosas y sobreactuadas—. Gale nos dijo que él renunciaría a la paternidad del bebé si eso hacía feliz a Peeta. —Haymitch negó con la cabeza, mirando a Gale a la espera de que el soldado se pusiera de una vez por todas los pantalones ante todo lo que estaba ocurriendo, pero estaba tan asustado, que prefirió mantenerse callado, siendo Peeta quien hablara, aún en el suelo.

—Por mi puedes quedarte con el bebé y con ella. —La joven Everdeen miró fijamente a Peeta, pasando sus ojos por cada uno de los incrédulos rostros que contemplaban al nuevo gobernador—. Y tú… —Señaló a Katniss con los ojos rojos y vidriosos—... te puedes quedar con él… —Gale se tensó y Haymitch sonrió de medio lado a la espera de que el chico soltara toda la sopa—. Yo ya no quiero nada contigo… —Sus reprochadores ojos se clavaron sobre el pálido soldado, el cual negó con la cabeza, al ver como Peeta le veía.

—¿Qué?... —preguntó Katniss intentando asimilar todo lo que estaba escuchando.

—¿No te has preguntado cómo sé que Gale tiene un lunar en su pezón derecho? —Gale sintió como si un segundo balde de agua helada cayera sobre él, mientras Katniss parecía no querer asimilar lo que sus oídos escuchaban—. Pues lo sé del mismo modo en que lo sabes tú… Catnip. —Hazelle bajó la mirada, cerrando pesadamente sus ojos, sin poder creer que sus locas elucubraciones sobre lo que tenían su hijo y Peeta eran ciertas, sintiéndose dentro de un irreal sueño.

—Peeta, querido… —llamó Effie al muchacho, intentando hacerle callar, pero Haymitch era el que más deseaba que todo se supiera, tomando a la impertinente mujer por los brazos, exigiéndole que no hablara, llevándosela hacia la puerta.

—Tu rabia te ciega… —alegó Katniss, acomodándose mejor sobre la cama—. Tú… —Señaló a Peeta—. Ustedes no… —Sonrió nerviosamente, negando con la cabeza—. Solo quieres herirme. —Peeta miró el enrojecido rostro de Gale, quien parecía cambiar el semblante a cada segundo, sin poder decir nada al respecto.

—También tiene una cicatriz muy cerca de su testículo derecho. —Aquello consiguió que Katniss se cubriera la cara, mientras el iracundo rostro de la señora Everdeen, contempló de malas a Gale, el cual estaba a punto de morir ante tanta vergüenza, siendo Haymitch el único entretenido ante todos los que estaba ocurriendo, aunque detestaba ver sufrir a Peeta—. Y se le hacen unos sexys hoyuelos en las nalgas…

—¡Ya basta!... —gritó Hazelle, acercándose a su hijo—. Di algo por el amor a Dios… —le exigió al cabizbajo hombre, el cual hubiese preferido mil veces los golpes que todo lo que Peeta estaba haciendo.

—No puedo decir nada… porque no hay nada que decir. —Peeta observó a Gale con una mirada cargada de reproches, escuchando lo que su amante alegaría—. Él ya lo ha dicho todo.

—Esto no puede ser —comentó la señora Everdeen más para sí misma que para los presentes, manteniendo al bebé entre sus brazos, el cual volvió a quedarse dormido.

—Lo sabía… —argumentó Hazelle, sin poder dejar de mirar el maltrecho y avergonzado rostro de su hijo—. Sabía que ustedes dos tenían algo.

—Ya no… —notificó Peeta, consiguiendo que todos los presentes, incluyendo Katniss, le miraran—. Yo ya no quiero nada que ver contigo, bastardo. —Gale cerró sus ojos al escuchar aquella ofensa para con su persona y como Peeta lo despreciaba—. Puedes quedarte con Katniss, ambos son cerdos del mismo fango. —Aquello terminó de quebrar tanto el corazón de Gale como el de Katniss, los cuales comenzaron a llorar amargamente—. Los dos pueden irse al infierno. —Miró a su alrededor, contemplando a cada uno de los presentes—. De hecho todos pueden irse al infierno, no quiero saber nada de ninguno de ustedes.

Le dio una última mirada a Gale, deseando descargar sobre él todo el desprecio y el dolor que sentía ante lo que ambos le habían hecho, pero al escuchar los quejidos y el leve llanto del pequeño, volteó a ver hacia donde la señora Everdeen lo paseaba, tratando de no romperse nuevamente en llanto delante de todos, girando sobre sus pies, saliendo apresuradamente de la alcoba de Katniss, lo que por supuesto activó tanto los reflejos de Haymitch como los de Gale, quienes salieron apresuradamente tras él.

—¡Peeta!... detente… —le exigió Haymitch, pero el chico ya había salido de la casa, corriendo como alma que lleva al diablo, dejando la puerta abierta, por donde ambos hombres salieron, siendo el asustado ex mentor quien hablara—. Ve… ve por él… no lo dejes solo, no sé qué pueda llegar a hacer. —Gale asintió corriendo tras de Peeta, escuchando como Katniss comenzó a llamar a ambos hombres, mientras se introducía nuevamente en la casa.

—¿Gale?... —gritó una vez más la alterada chica—. ¡Peeta!... Por favor… —Katniss no pudo dejar de llorar, mientras Haymitch observó a cada uno de los presentes, los cuales lo observaron fijamente—. Debes ir tras ellos. —El desaliñado hombre negó con la cabeza.

—Esto es algo que ellos dos deben afrontar, solos.

—Tú lo sabías… ¿No? —preguntó en un tono molesto la mamá de Katniss, entregándole nuevamente el bebé a la chica—. Sabías de esta asquerosidad entre Gale y Peeta. —Tanto Effie como Haymitch clavaron sus molestos ojos sobre la rubia, espetándole a continuación.

—¿Asquerosidad?... —preguntó Haymitch, fulminando a la señora Everdeen con la mirada—. Asquerosidad es lo que tu hija le ha hecho a mi muchacho. —La molesta mujer no dejó de verle retadoramente—. En el amor no hay nada asqueroso, doctora… a diferencia de lo que creo que siente tu hija por ambos, simplemente compasión, Katniss no sabe lo que es realmente amar.

—¿Gale y Peeta sí?... —preguntó por demás ofuscada la doctora Everdeen.

—Sí, ¿y sabes qué? —espetó Haymitch, tomando la mano de Effie para sacarla de aquel lugar—. Ambos conocieron el amor en brazos del otro, gracias a que Katniss jamás les demostró verdadero amor. —Se retiró tanto de la alcoba, como de aquella casa, mirando hacia el horizonte, rogando porque Gale consiguiera hacer entrar en razón a Peeta, y que ambos hombres pudiesen solventar todo aquel embrollo, pensando que quien podría salir más lastimado en todo esto era el pequeño niño, el cual a lo mejor crecería sin un padre.

 

Peeta no supo cómo había llegado hasta las ruinas, lo cierto era que se encontraba tan agitado ante el ejercicio, que su rabia parecía haber entumecido sus músculos, logrando correr sin tan siquiera detenerse ni un segundo, hasta llegar a aquel lugar, desplomándose en el suelo completamente agotado.

De rodillas y con las manos apoyadas en el suelo, permaneció por un largo rato, contemplando sus ensangrentados nudillos, recordando cómo había golpeado a Gale, sin importarle absolutamente nada ni nadie.

—Maldito… —soltó entre agitados jadeos, tratando de contener los temblores y el dolor que entumeció todo su cuerpo—. Ambos son unos malditos… —Comenzó a llorar nuevamente, golpeando el suelo—. Yo sintiéndome miserable por amar a Gale y ellos se revolcaban a mis espaldas. —Se levantó y una nueva oleada de odio y desprecio hacia ambos se apoderó de él, empujando la mesa que se encontraba en medio de aquel lugar, golpeándola en contra de la chimenea—. Los odio, malditos bastardos… hijos de puta… te odio, Gale… —Pateó el colchón inflable que se hallaba en el suelo, completamente fuera de control, justo cuando Gale entró, deteniéndose en el umbral de la puerta.

—Que irónico… —La voz del por demás cansado soldado sobresaltó a Peeta, quien volteó a verle sin poder creer que le había seguido—. A pesar de la paliza que me diste, yo aún te sigo amando. —El joven Mellark comenzó a buscar algo con que golpearlo, mientras Gale se adentró al lugar, alzando los brazos—. ¡Por favor, Peeta!... debes tratar de controlarte… hablemos. —Pero Peeta no tenía ni el más remoto deseo de escuchar una más de sus mentiras, arrojándose sobre el soldado, quien intentó mantenerlo a raya sin tener que lastimarlo.

—Yo no quiero hablar contigo… —Peeta trató de asirle por el cuello, pero Gale se lo impidió, manteniendo aferrada sus muñecas—. Ambos jugaron conmigo.

—No fue así, Peeta, debes escucharme… ¡Por favor! —Pero el chico parecía no desear ya nada de parte de Gale, intentando zafarse del fuerte agarre en sus muñecas, realizándole al soldado una maniobra que logró que el capitán Hawthorne le soltara.

—Quiero que me dejes solo… —Le arrojó un golpe que iba directo a la cara, pero Gale fue lo suficientemente rápido como para detenerlo, arrojándose sobre el enajenado muchacho, aprisionándole en contra de la pared y su cuerpo—. Suéltame, infeliz.

—No hasta que me escuches. —Peeta lloró sin dejar de maldecirlo, mientras Gale trataba de controlar aquel torbellino de sentimientos encontrados en el que se había trasformado el panadero, el cual comenzó a dejar que su cuerpo resbalara por la pared, siendo Gale quien intentara contenerle—. Eso… cálmate… No es lo que estás pensando, Peeta. —El lloroso joven se apartó del soldado, empujándole para que le soltara—. Lo que ocurrió entre Katniss y yo fue antes de que me enamorara de ti.

—¿Y eso importa? —Gale bajó la cabeza ante aquella pregunta—. Me amases o no… no debiste revolcarte con mi esposa… —Volteó a verle—. Se suponía que para ese entonces eras mi amigo. —El avergonzado soldado no supo qué decir ante aquello—. No te acuestas con la mujer de tu amigo… infeliz. —Peeta volteó el rostro, observando por la pequeña ventana sin marco, la cual se encontraba en uno de los costados de las ruinas.

—Tienes razón… no tengo justificación. —Peeta volteó nuevamente el rostro para verle por el rabillo del ojo—. Pero no puedes pretender que te deje solo en el estado en el que te encuentras. —El chico no pudo apartar sus coléricos ojos de los de Gale, sintiendo como su rabia parecía no querer irse, creciendo nuevamente en su interior. —. Te amo y no quiero…

—Deja de decir que me amas… —Los gritos de Peeta consiguieron que el soldado se pusiera en sobre aviso, ante un nuevo ataque de rabia en su contra—. Yo ya no quiero tu “supuesto” amor. —Gale negó con la cabeza, dejando que su dolor se reflejara en su rostro—. Tu comportamiento solo me dice una sola cosa de ti. —Peeta se fue acercando lentamente al triste soldado—. Solo querías vengarte… ¿no es así? —Gale negó con la cabeza, temiendo que Johanna o Haymitch le hubiesen dicho algo que le hiciera pensar de aquel modo—. Querías robarle mi amor a Katniss, y a mí quitarme el privilegio de ser padre, restregándome lo que es evidente.

—Te equivocas. —Peeta se acercó en tan solo dos zancadas.

—Niégame que solo deseabas mostrar tu hombría. —Gale no supo de qué demonios hablaba el muchacho—. Yo he estado muchas veces con Katniss, sin protección. —El soldado no se movió de su puesto a pesar del repentino acercamiento de Peeta.—. Pero vienes tú… el semental y te la follas solo una vez y ella queda embarazada. —Gale sonrió con ironía al escuchar las locas elucubraciones de Peeta.

—Te equivocas, Peeta… —El aludido bufó por la nariz, apartándose de Gale—. Forniqué con Katniss porque me sentía confundido. —El alterado joven volteó a verle, recostándose de la mesa—. Para cuando eso ocurrió, yo no me encontraba muy seguro de lo que comenzó a nacer dentro de mí, hacia ti. —Peeta no dejó de mirarle—. Y Katniss… ella… se me insinuó.

—Y tú no perdiste la oportunidad… ¿no es así? —Gale no respondió bajando una vez más la mirada—. Contéstame, infeliz hijo de perra. —Se acercó una vez más a Gale, aferrándole de la chaqueta, arrojándolo en contra de la mesa, lo que consiguió que el soldado se golpeara el trasero en contra de la tabla—. No querías perder la oportunidad de saber lo que se sentiría fornicar con ella. —El consternado muchacho no pudo responder ninguna de sus preguntas, mirándole fijamente a los ojos—. Ella debe estar feliz de que su verdadero y único amor le haya dado un hijo. —Gale negó con la cabeza.

—Katniss no me interesa.

—¿Y el bebé?... —preguntó aferrándole del cuello de la chaqueta militar—. ¿El bebé tampoco te importa? —Gale asintió.

—Claro que me importa. —Peeta soltó bruscamente a Gale, quien pretendió acercarse a él—. No porque sea hijo de Katniss… es porque…

—No me importan tus malditos sentimientos… —Gale supo de sobra que el traicionado corazón de Peeta era el que hablaba y no su cordura—… Tú no quieres a nadie. —El soldado negó con la cabeza.

—Te amo a ti. —Peeta se acercó tanto a Gale, que por una fracción de segundo el desconcertado soldado pensó que le besaría—. Y haría lo que fuera para no perderte… estaría dispuesto a hacer lo que tú me pidas, con tal de que no me alejes de tu lado. —Peeta dejó ver una maliciosa sonrisa en sus delgados labios, lo cual hizo estremecer a Gale—. Dejé que me golpearas a gusto… —Bajó la mirada—. Y si quieres seguir golpeándome, dejaré que lo hagas, pero no quiero que dejes de amarme.

—Haré algo mucho mejor… —Gale alzó la mirada, encontrándose con una socarrona sonrisa de medio lado—. Le demostraré a Katniss que su semental no es más que un chupa polla. —El incrédulo soldado abrió los ojos de par en par, al ver como Peeta comenzó a requisarlo, encontrando en uno de sus bolsillos laterales lo que estaba buscando—. Sabía que tenías una.

Peeta se apartó del estupefacto soldado, el cual contempló como el chico del pan activó una de sus esferas vigías como la que una vez Gale le había mostrado y con la que él lo vigilaba desde el distrito dos, dejando aquella cosa en el doce, ya que se podía activar a distancia.

—Grabar… —ordenó Peeta, después de pulsar el botón rojo que la activaba, percatándose de cómo la esfera se elevó por los aires, comenzando a grabar.

—No hagas algo de lo que te puedas arrepentir. —Gale no había terminado de decir aquello, cuando el puño de Peeta aterrizó en su ojo izquierdo, logrando que el sorprendido soldado cayera sobre la mesa, completamente desconcertado.

—Tú solo calla y actúa tu “supuesto” amor por mí. —Lo atrajo hacia él, halándole nuevamente de la chaqueta, mientras Gale intentó abrir sus ojos, aunque el golpe se lo impedía—. De rodillas… “semental” —Aquellas palabras sonaron tan irónicas, que Gale no pudo evitar sentir náuseas y al mismo tiempo temor, ante lo que Peeta se pretendía—. He dicho de rodillas… —Golpeó las piernas del aún mareado soldado, el cual cayó al suelo frente a él.

Gale intentaba controlar el mareo que aquel certero golpe le había causado, observando completamente petrificado, como su dulce y amado Peeta comenzó a abrirse la bragueta del pantalón, sacando su polla.

—Abre la boca… —Gale negó con la cabeza—. ¡Que abras la boca, maldito! —Le dio un par de bofetones, consiguiendo que el soldado se cubriera el rostro, mirándole por la abertura de sus dedos, desde su sumisa postura en el suelo.

—Peeta, se razonable… —Pero el chico no escuchaba consejos alguno, parecía envuelto en un rencor irrefrenable, lo que le mostró a Gale que el odio de Peeta podía llegar a ser tan grande como lo había sido su amor por él, un amor que el soldado no había sabido apreciar cómo debía.

—Abre tu puta boca. —Introdujo bruscamente su semi flácido pene, aferrándole con fuerza de los cabellos, comenzando a embestir su boca con total descontrol, consiguiendo que Gale comenzara a hacer arcadas, llorando sin poder creer aún, lo que su dulce y penoso muchacho le estaba haciendo—. Mmm… sí… —Miró hacia la esfera, la cual siguió grabando—. Dile a Katniss lo mucho que te gusta chuparla. —Gale aferró a Peeta del pantalón, incitándole a detenerse.

—Para por favor, te lo ruego… —Peeta le aferró nuevamente de los cabellos, tratando de que el adolorido soldado se levantara, empujándole en contra de la mesa—. No sigas, te lo suplico… este no eres tú. —El irascible muchacho, comenzó a desabotonarle el pantalón de camuflaje, intentando bajárselo junto con el bóxer, mientras Gale trataba de detenerlo—. Peeta… detente… —Pero el chico parecía no poder controlar su rabia hacia Gale, girando su cuerpo, colocándolo bruscamente sobre la mesa.

—Mostrémosle a tu amada Katniss lo que a ti en verdad te gusta. —Gale pretendió incorporarse, pero Peeta lo tomó una vez más de los cabellos, golpeando su cabeza en contra de la superficie de madera, logrando que Gale cayera sobre la mesa, con la mirada desenfocada ante los golpes y su conciencia perdida entre las neblinas de una mente maltratada—. Quédate tranquilo. —Posicionó la punta de su pene en la cavidad anal de Gale sin intención alguna de detenerse, empujando con fuerza su pelvis en contra del cuerpo del maltrecho soldado, el cual dejó escapar un desgarrador grito de dolor al sentir como el falo del muchacho parecía estarlo desgarrando internamente.

—Noooo… —vociferó una vez más el herido y humillado soldado, intentando asir las manos de Peeta, el cual le aferraba de las caderas—. Peeta, ¡por favor!... para… —Pero el enajenado y por demás irreconocible muchacho, le atenazó ambas muñecas, consiguiendo que el abusado hombre no pudiese defenderse, embistiéndolo sin piedad alguna.

Gale no paró de quejarse, estremeciéndose ante el intenso dolor que lo traspasaba desde lo más profundo de su intimidad, aunque el dolor que menos soportaba, era el darse cuenta de que en efecto, Peeta ya no le amaba, ya que alguien que fuese capaz de semejante acto no podía amarle como él creía que lo había hecho, poniendo los ojos en blanco al no poder soportar tanto abuso de su parte.

—¡Oh, mi Dios!… con razón querías follarme… esto es muy placentero… —Peeta se inclinó sobre el cuerpo de Gale para susurrarle al oído, mientras le aferraba de los hombros—. Coméntale a la cámara lo mucho que lo estás disfrutando, bastardo. —Por supuesto Gale no respondió, estaba tratando de no perder la poca cordura que le quedaba, sintiendo como su cuerpo parecía estar sucumbiendo ante tanto maltrato, donde su uretra le mostró a Peeta lo que Gale no pudo expresarle con palabras.

El asombrado joven se incorporó al escuchar el repentino gotear de los fluidos corporales del abusado soldado, apartándose de aquel convulso y lastimado cuerpo, percatándose no solo de la reguera de orine en el piso, sino también de las ensangrentadas nalgas de Gale, quien trató de asirse de la mesa, intentando no caer al suelo.

Aquello parecía haber sido lo único que pudo lograr lo que nadie había podido conseguir de parte de Peeta, que su cordura y su humanidad volvieran, cubriéndose la boca por demás horrorizado, bajando la mirada para contemplar su ensangrentado pene, comenzando a temblar tan aterrado que su cuerpo terminó perdiendo total dominio de sí mismo, trastabillando hasta golpear su espalda en contra de una de las esquinas del lugar, desplomándose en el suelo.

—¡No!… —Negó una y otra vez con la cabeza, al darse cuenta al fin lo que había hecho—. No… no… no… —Se rehusó a aceptar lo que sus ojos veían, cerrándolos con todas sus fuerzas, haciéndose un mohín en contra de ambas paredes, dándole la espalda al inmóvil soldado—. No, tú no pudiste… tú no eres… —Comenzó a reprocharse a sí mismo, intentando autoconvencerse—… no eres un violador. —Pudo escuchar el tintineo de la hebilla del pantalón de Gale, imaginando que el chico intentaba vestirse.

Gale no quería mirarle, aunque lo hizo, era demasiado doloroso y al mismo tiempo vergonzoso para el soldado, quien volteó a ver a la persona que él tanto había amado, aquella que no había podido controlar tanto odio, llevándolo a causarle el mayor de los daños, humillarlo y vejarlo como si tan solo fuese un simple y vulgar objeto sexual.

—Apagar… —le ordenó Gale a la esfera vigía, la cual se desactivó, cayendo en el suelo, logrando que Peeta se sobresaltara, mirando como la esfera rodó por el suelo hasta sus pies, tomándola entre sus manos.

El cuerpo de Gale se encontraba en shock, era como si ya no pudiese sentir nada más, no había dolor, ni miedo, ni rabia, solo una profunda decepción junto a un entumecimiento de todas sus extremidades, percatándose, después de lograr ponerse el pantalón, que sus piernas, aunque pudieron sostenerle, parecían no querer moverse de su puesto.

Tomó el cuchillo de caza que tenía escondido dentro de su bota, justo cuando Peeta se decidió a voltear levemente la cabeza para ver lo que el soldado hacía, mirando nuevamente hacia un costado, pensando que el chico se vengaría de él, cerrando sus ojos pesadamente.

“Hazlo, no voy a detenerte… yo ya no quiero vivir después de todo lo que ha pasado”. Volvió a llorar amargamente, mientras Gale comenzó a tallar sobre la lisa superficie de madera un mensaje para Peeta.

Al culminar, clavó el cuchillo en la mesa, y pretendiendo girarse para irse, cayó al suelo, sin poder mover sus piernas, ante el dolor agudo que aquella dura y cruel follada había causado en su integridad física.

Peeta escuchó tanto el golpe como las leves maldiciones, imaginando que el chico de debatía entre matarlo o dejarle vivir, sin dejar de mantener su fetal postura en aquel angosto rincón, a la espera de una estocada de parte de Gale, el cual comenzó a escribir el código correspondiente en su comunicuff, aquel que le indicaría a Johanna que fuera por él, enviándole también las coordenadas de donde debía recogerlo, arrastrándose hacia la puerta.

El joven Mellark siguió llorando y esperando la certera puñalada que acabaría con su miserable existencia, mientras Gale pudo al fin incorporase, aferrándose del marco de la puerta, comenzando a salir de aquel asfixiante lugar, el cual olía no solo a sus orines y a su sangre, hedía a desprecio, a decepción y a odio todo entremezclado, lo que consiguió que sus náuseas se acrecentaran aún más, alejándose lo más que pudo de aquel lugar, sin que Peeta se percatara de ello.

Los segundos pasaron como si fueran una eternidad, Peeta perdido entre sus recuerdos más dolorosos de un amor prohibido que lo había hecho sentir importante, Gale había conseguido en él lo que Katniss jamás pudo, hacerlo feliz, pero la felicidad parecía ser efímera y esta se había esfumado tan rápido como había anidado en su corazón toda la decepción que los últimos acontecimientos le habían causado.

Gale siguió caminando, con sus piernas entumecidas y su dolor acuestas, tanto el físico como el emocional, torturándose igual que Peeta lo hacía con recuerdos de lo ya vivido entre ambos, llegando hasta donde estaba el lago, donde había comenzado la más sincera y hermosa amistad entre dos hombres que al final, terminaron enemistados.

Cayó al suelo sin poder moverse, escuchando el aerodeslizador planear muy cerca de su ubicación, levantando el rostro para contemplar como la plataforma de descenso emergente descendía, siendo Johanna la que fuera a su encuentro.

—¡Gale!… —llamó desesperadamente la chica, saltando de la plataforma antes de que esta tocara el suelo—. ¿Qué te ocurre?... ¿Qué sucedió?... —Gale al fin dejó que su dolor saliera a flote, llorando desconsoladamente, abrazándose a la oficial Mason.

Por su parte, Peeta había decidido al fin voltear el rostro para ver donde se encontraba Gale, pero el soldado no estaba en las ruinas, incorporándose rápidamente de su puesto, intentando cerrar su bragueta y acomodar un poco sus fachas, guardándose la esfera vigía en uno de sus bolsillos.

—¡Gale!... —le llamó algo dubitativo sin tener respuesta alguna de su parte, mirando a las afueras de aquel lugar, volteando nuevamente el rostro hacia el interior de las ruinas, observando el cuchillo clavado sobre la mesa, acercándose lentamente para contemplar lo que Gale había escrito sobre la superficie de madera.

“El muto fue quien abusó de mí, yo igual sigo apostando por el amor de mi adorado chico del pan”.

Arrancó bruscamente el puñal, el cual se irguió amenazante sobre la mesa, aunque Gale solo lo había dejado para recordarle a Peeta que aunque él lo odiase, siempre estaría allí para defenderle, si él así lo permitía.

—¿Gale?... —gritó el chico saliendo apresuradamente de las ruinas, zigzagueando entre los árboles que resguardaban su nido de amor, el cual se había trasformado en un campo de batalla entre el enajenado muchacho y el capitán Hawthorne—. ¿Gale?... —Volvió a gritar, arribando al fin al lago, percatándose de cómo el aerodeslizador se perdió en el firmamento llevando a un Gale que más que maltratado, se encontraba muerto en vid—. ¡Gale…! —gritó tan fuerte, que sintió como su garganta ardió y su corazón se quebró en un millón de pedazos, al darse cuenta ya tarde, de que había perdido a lo único realmente valioso que había tenido en su vida, el amor incondicional de un hombre que a pesar de haber recibido la peor de las humillaciones y la peor de las vejaciones, le seguía amando.

Se arrojó al suelo llorando como nunca lo había hecho en su vida, sintiendo que a pesar de haber sido traicionado por ambos, lo que en realidad le había dolido eran los cuernos que Gale le había montado con su propia esposa a las que, aunque ya no amaba, había intentando no herir ante el repentino nacimiento de un amor prohibido entre dos hombres, aquellos que en el pasado, se habían disputado su corazón, pero Katniss jamás consiguió lo que Gale había conseguido en Peeta… demostrarle que el amor sí existía y podía llegar hacer el sentimiento más puro y desinteresado del planeta.


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