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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 24 __

Entre el vaivén del cuerpo de la maquillista que le daba los últimos retoques al alegre semblante del joven Mellark, el susodicho pudo apreciar el agraciado rostro de Gale, quien arrugó constantemente la cara ante los brochazos sobre esta y la comezón que le causaba en la nariz el polvo traslúcido que colocaban sobre su piel para que este no brillara ante los reflectores y las cámaras, haciendo sonreír a Peeta, recordando la noche que habían pasado juntos, después de haber logrado escapar tanto de los medios de comunicación como de la fiesta de Effie, la cual los había retado duramente, haciéndoles prometer que no le harían algo como eso, nunca más.

Ambos se contemplaron ensimismados, uno en el otro, después de haberse entregado la mejor noche de sus vidas, donde sus cuerpos al fin se habían reconocido sin reproches, sin miedos, sin dolor, y en especial, sin rencores de ninguna índole, donde el cuerpo de Peeta consiguió que el de Gale recobrara la confianza entre caricias, jugueteos y sobre todo con el amor desmedido que sentía el chico hacia su amado capitán.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Peeta sin dejar de aferrar las fuertes manos de Gale, el cual las contemplaba unidas con la del muchacho, ambos recostados de medio lado sobre la cama de un hotel en el centro del Capitolio.

—Estupendamente bien. —El sonriente soldado levantó la mirada, contemplando el resplandeciente semblante de Peeta—. ¿Y tú? —preguntó, apartando una de sus manos, para acariciar el rostro del muchacho.

—No puedo estar mejor. —Peeta cerró sus hermosos ojos azules, ante las caricias de Gale sobre su rostro—. Te amo, Gale.

—Y yo te amo a ti, Peeta, como jamás pensé amar a alguien. —El apuesto soldado se acercó a su amado chico del pan, consiguiendo que el joven gobernador abriera los ojos, mirándole dulcemente—. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. —Peeta le sonrió, contemplando sus masculinas y seductoras facciones, sin poder creer en todo lo que ambos habían pasado para estar juntos, jurándose que de ahora en adelante viviría sin miedo y sin vergüenza ante el inmenso amor que los unía.

—Yo también lo deseo, Gale.

—¿Para siempre? —Peeta asintió, acotando a sus palabras.

—Para siempre, aunque eso suene a demasiado tiempo. —Gale sonrió.

—El tiempo suele ser eterno para los que aman con devoción. —Peeta alzó una ceja bastante sorprendido ante aquellas poéticas palabras de su parte.

—Tienes razón. —El joven Mellark rodeó el cuello de Gale con sus brazos, consiguiendo que el enamorado soldado se acercara aún más a él, entregándose un apasionado y hambriento beso que les demostró que por más que se amaran durante toda la noche, aquella pasión y aquel deseo de plasmarse en el otro no se apagaría jamás—. Mmm… no me canso de besarte, Gale.

—Ni yo… —acotó el dichoso soldado, manteniendo a Peeta cobijado entre sus grandes y fuertes brazos—. El día que te canses de mis besos, inventaré otro modo de besarte, otra forma de amarte y otra manera de demostrarte cuánto te amo. —Peeta sintió que no podía ser más feliz de lo que ya lo era, recordando que había algo que faltaba en su vida, zanjar la fallida relación entre él y Katniss, sintiendo que a lo mejor aquello sería algo que siempre estaría interpuesto entre ellos, sin querer hacer verbal sus miedos justo ahora, pero Gale ya se había percatado de cómo su semblante cambió radicalmente—. ¿Ocurre algo? —Peeta negó con la cabeza, besando nuevamente los seductores y deseables labios de Gale.

—Nada… no pasa nada. —Volvió a besarlo, mordisqueando los gruesos labios de su amado, quien lo aferró aún más a su cuerpo, sintiendo como ambos despertaron nuevamente su deseo carnal por el otro—. Hoy solo importamos tú y yo, mañana ya habrá tiempo para preocuparse por los demás. —Gale asintió, acoplando una vez más su cuerpo al de Peeta, el cual había sido el activo en la primera entrega de esa noche, deseando ahora ser el pasivo, separando ambas piernas y dejando que, el ya empalmado soldado, se posicionara frente al deseoso cuerpo del joven Mellark—. Hoy solo quiero una sola cosa. —Gale preguntó qué era—. Que me ames como si no hubiese mañana.

Y así lo hizo, el apuesto soldado le entregó la mejor noche de su vida, amándolo tantas veces, que no fue sino hasta el amanecer que pudieron conciliar el sueño, despertando después del medio día con el cuerpo adolorido, hambrientos y cansados, pero con el corazón rebosante de tanto amor, que al salir de aquel hotel, se sintieron invencibles ante el mundo que los rodeaba.

—No, eso no… ni lo pienses. —Las exigencias de Gale hacia su estilista, trajeron de vuelta al joven Mellark, quien sonrió al percatarse de que la estrafalaria mujer, pretendía maquillarle los labios—. Acepto lo de los brochazos, pero esto ya es el colmo, no soy una mujer. —Peeta apretó los labios para no reír, mientras que el joven que lo atendía a él, peinó su cabello y lo fijó con varios pufs de laca.

—Es solo para darle brillo a sus labios, son tan sexys —acotó la sonriente estilista, pero Gale ya se había puesto de pie, notificándole que ya era suficiente y que no deseaba un retoque más en su rostro—. Bien —soltó la chica de mala gana—. Venga conmigo y le ayudo a ponerse el traje. —El molesto soldado miró a Peeta, quien lo contempló con una amplia sonrisa.

—No sé cómo soportas esto.

—Ya me acostumbré —notificó Peeta—. Tantas veces que nos trataron como muñequitos en los Juegos del Hambre y después de ellos, que ya es normal para mí. —Gale arrugó la cara, contemplando cómo había acicalado a Peeta su estilista, el cual se apartó de él al ver como Gale se le acercaba.

—A ti te luce, te ves estupendo. —Peeta bajó el rostro, un poco avergonzado—. Te ves hermoso. —Aferró el mentón del muchacho, quien no pudo evitar darle una mirada furtiva  al estilista, antes de enfocar sus ojos en Gale, percatándose de cómo les miró a ambos, con un brillo irreal en sus ojos—. Iré a cambiarme, nos vemos en el escenario. —Peeta asintió y antes de que pudiese bajar nuevamente la cara, Gale ya había depositado un dulce beso en la comisura de sus labios, apartándose de él, dejando al tembloroso chico del pan, con el corazón galopando dentro de su pecho.

—Oh, mi Dios… qué envidia. —Aquello consiguió que Peeta se ruborizara hasta los cimientos, girando su silla para verse al espejo, contemplando el trabajo terminado—. Ojala yo me consiga a un hombre tan bello y desinhibido como el capitán Hawthorne. —El joven Mellark no dijo nada, bajando de la silla, agradeciéndole su ayuda, retirándose para ponerse el traje que le tenían asignado en su camarote, sin poder dejar de temblar, no solo ante lo que Gale había hecho delante del estilista, sino ante lo que a ambos se les venía encima, tener que dejar al descubierto su relación amorosa delante de todo Panem.

 

El escenario estaba a oscuras, los muchachos del escuadrón 561 al igual que Haymitch, Effie y Katniss en compañía de su hijo Galpeet, esperaban en los asientos principales del público, mientras que Hazelle y los hermanos del capitán se encontraban de vuelta en el distrito doce, viendo el programa desde la casa gubernamental, completamente emocionados, menos uno… Rory, quien se había encerrado en su cuarto.

Todo estaba listo, Gale esperaba su entrada al escenario del lado izquierdo tras bastidores, mientras Peeta aguardaba del lado derecho, escuchando la cuenta regresiva, justo cuando las luces se encendieron y las cámaras comenzaron a grabar ante el movimiento de los reflectores que iluminaron todo el lugar, donde una voz anunció la presencia del mejor, el único e inigualable anfitrión de todos los tiempos, Caesar Flickerman.

Los aplausos irrumpieron en el amplio escenario, donde hacían unos cuantos años atrás se presentaban a los tributos que competirían en los Juegos del Hambre, y donde ahora el anfitrión número uno de Panem, les traía la exclusiva de un amor que transgredió más allá de toda venganza, de todo prejuicio y de toda guerra, un amor que muchos creyeron imposibles entre el amado chico del pan, Peeta Mellark y el aguerrido capitán, Gale Hawthorne.

Caesar apareció frente al público por medio de una rampa que subió desde el centro del escenario, donde el traje plateado del anfitrión de la noche, iluminó tanto el lugar como su amplia y muy sincera sonrisa, recibiendo la ovación de su público.

—Buenas noches a todos y bienvenidos a los septuagésimos… —Caesar se interrumpió a sí mismo, poniendo cara de pensativo, sacudiendo su cara como si intentara despejar su mente, rectificando sus palabras, mientras todos en el publico reía ante el intento del anfitrión, de romper el hielo con un chiste sobre haber sido aquel hombre que abría aquellos inhumanos juegos—… Lo siento, es la costumbre… —Todos volvieron a reír, mientras Caesar, rectificó nuevamente—. Bienvenidos esta noche a lo que será la presentación no solo de un par de jóvenes que volvieron a dar el todo por el todo por mantener a Panem en democracia y total armonía, sino a dos hombres que lograron demostrarnos que el amor rompe barreras, incluso aquellas que nadie cree que se pueden atravesar por un sentimiento real y profundo. —Gale y Peeta se contemplaron a lo lejos, ambos nerviosos pero deseos de salir al escenario y contarles a todos su inigualable relación—. Con ustedes… el gobernador del distrito doce, Peeta Mellark, y el capitán del distrito dos, Gale Hawthorne.

Una carantona de aplausos irrumpió en el estudio de grabación, justo cuando los reflectores cayeron sobre Gale y Peeta, quienes comenzaron a caminar al escenario, saludando a todos los presentes, al igual que a sus seres amados, mientras que el resto del público, silbó y vitoreó a la pareja, los cuales se detuvieron a cada lado del anfitrión, quien les tomó de las manos, levantando sus brazos en vilo, en señal de victoria.

Gale vestía un espectacular traje militar color verde olivo, adornado con sus respetivas estrellas y sus condecoraciones, haciéndole ver realmente elegante y a la altura de la ocasión, mientras Peeta vistió su formal traje blanco de saco y corbata, que lo caracterizaba como uno de los tributos ganadores de los Juegos del Hambre, el amado chico del pan.

—Sentémonos, por favor. —Caesar tomó asiento en el puesto de en medio, mientras que los invitados lo hicieron a cada lado del anfitrión, comenzando a escucharse el barullo y los abucheos del público, pidiéndoles poner a Gale y a Peeta juntos, lo que hizo reaccionar rápidamente al estrafalario anfitrión, exigiéndole al capitán que lo ayudara a mover su asiento y colocarlo junto al de Peeta, quien murió de risas al ver como Caesar se habían saltado todo el protocolo televisivo, contemplando como ambos hombres lucharon para mover el pesado sillón de acero, revestido con cojines.

—¡Ufsh!... listo… al público lo que pidan, ¿eh? —acotó Caesar soltando aquella típica y jocosa risotada suya, tomando nuevamente asiento, mientras Gale se sentó junto a Peeta, lo que consiguió que muchos aplaudieran y otros gritaran eufóricos al verles uno al lado del otro—. Bien… —Caesar se aclaró la garganta, secándose un sudor ficticio de su frente ante el laborioso trabajo de mover el sillón de lugar, aunque en realidad todo el esfuerzo lo había realizado Gale—… Todo Panem está justo ahora esperando a que ambos cuenten su inesperada historia de amor. —Se guardó el pañuelo, observando pícaramente hacia las cámaras, dándole miradas furtivas a Katniss, quien simplemente contempló al igual que todo el público presente, la entrevista.

—Bueno… —soltaron los dos al mismo tiempo, consiguiendo no solo que ambos rieran, el publico rió junto con ellos, al darse cuenta de lo nerviosos que estaban.

—Habla tú —le exigió Peeta a Gale.

—No, no… comienza tú, ¡por favor!… —Por más maquillaje que ambos tuvieron, se pudo apreciar el rubor en sus rostros, lo que consiguió que los fans de la parejita gritaran eufóricos y algunas cuantas chicas se hiperventilaran al verlos interactuar.

—Hagamos algo… —comentó Caesar—. ¿Por qué no lo echamos a la suerte? —El anfitrión miró al público quien asintió, siendo Johanna la que se levantara, subiendo rauda al escenario, entregándole a Caesar una moneda, la cual sacó del escote de su sensual vestido negro—. Muchas gracias… démosle un caluroso aplauso a la hermosa oficial y ex tributo, Johanna Mason —exigió el extravagante hombre de coleta multicolor, quien consiguió que la soldado se avergonzara, saludando al público rápidamente, maldiciendo a Caesar entre dientes, tomando nuevamente asiento—. ¿Águila o escudo? —preguntó el anfitrión, refiriéndose a las dos cara de la moneda de Panem.

—Águila —escogió Peeta, dejándole a Gale el escudo, siendo este precisamente el que saliera, al ser arrojada la moneda al aire, cayendo sobre la mano de Caesar, quien la dejó ver a las cámaras.

—Escudo… pues le toca comenzar a usted, capitán Hawthorne. —Todos aplaudieron para darle ánimos al soldado, y contara cómo había comenzado toda la historia de amor entre ellos.

—Pues muchos ya saben cómo empezó todo… —alegó Gale, mirando a Johanna, la cual le sonrió—. Todo esto comenzó con una venganza. —Peeta bajó la mirada, sin dejar de sonreír, escuchando a Gale—. Una que iba dirigida a ambos tributos. —El serio soldado miró a Katniss, quien no le quitó los ojos de encima al muchacho, mientras el pequeño Galpeet, trataba de llamar la atención de Effie, la cual se encontraba sentada junto a la joven Everdeen.

—Una venganza que se te devolvió, tengo entendido —acotó Caesar a lo que Gale asintió—. Y terminaste enamorado de Peeta y con un hijo de Katniss. —La aludida bajó la mirada, contemplando a su hijo jugar con los aretes de Effie, quien tuvo que dárselos ante los alaridos y la insistencia del niño a que se los entregara, llevándoselos a la boca.

—Así es —alegó Gale—. Pero más que haber perdido, siento que gané. —Peeta levantó al fin la mirada, volteando el rostro para verle—. No estaba en mis planes terminar enamorado, y menos de mi contrincante. —Todos rieron, incluyendo a Peeta, quien negó una y otra vez con la cabeza—. Pero valió la pena. —Aquello consiguió que ambos hombres se contemplaran a las caras—. Porque jamás pensé en conocer el amor verdadero con Peeta. —Cada una de las personas en el público, soltó una interjección que denotó ternura ante las palabras del soldado—. Así que jamás me arrepentiré, tanto por amarlo como por tener un hijo. —Los aplausos no se hicieron esperar.

—¿Y de lastimar a Katniss? —preguntó Caesar, alzando una ceja, consiguiendo que ambos hombres voltearan a verle, sin saber a qué demonios estaba jugando el estrafalario anfitrión—. Lo siento, chicos… —susurró, aunque por supuesto, el micrófono en la solapa de su saco no les daba mucha privacidad ante las cámaras—… yo solo leo lo que me apuntan. —Señaló la pantalla que servía como apuntador, leyendo la pregunta.

—Pues no… —respondió Peeta—. No estaba en nuestros planes lastimar a Katniss, tal vez en los planes de venganza de Gale, pero él más que nadie sabía lo verdaderamente arrepentido que me sentía de serle infiel.

—Mientras que ella te era infiel a ti… ¿No? —Katniss bajó la mirada, realmente avergonzada.

—No estamos aquí para señalarnos entre los cuatro —acotó Gale.

—¿Los cuatro? —preguntó Caesar con una socarrona sonrisa.

—Johanna era en cierto modo mi pareja en ese entonces. —Las palabras de asombro no se hicieron esperar, mientras Peeta cubrió su rostro tratando de no desmayarse delante de todos ante tanta vergüenza, siendo Johanna la que gritara algo que la audiencia no pudo escuchar, consiguiendo que Caesar les exigiera al equipo de sonido que le acercaran un micrófono, dejando escuchar claramente la acotación que había dicho sin audio.

—No sabía que me considerabas tu pareja, Gale… yo solo te usaba para el sexo. —Aquello consiguió no solo las carcajadas de cada uno de los presentes, la mayoría aplaudió las desinhibidas y reveladoras palabras de la oficial Mason, quien solo pretendía una sola cosa, desviar toda aquella cacería de brujas, o mejor dicho, la cacería de culpables e infieles que tenían los productores sobre aquel triángulo amoroso.

—¡Wooow!... —La exclamación de asombro junto a las carcajadas de Caesar irrumpieron en todo el escenario, mientras el público siguió aplaudiendo las palabras de Johanna, la cual no dejó de sonreír como una maldita ante las cámaras, demostrándoles que a ella menos que a nadie le importaba que Gale y Peeta se amaran—. Pues eso nos demuestra que a la oficial Mason le tiene sin cuidado su relación amorosa. —Peeta intentó controlar sus risas, cubriendo su avergonzando rostro—. Veamos qué tiene que decir Katniss al respecto.

Tanto las cámaras como los reflectores enfocaron a la chica, consiguiendo que Galpeet dejara de babosear los costosos aretes de Effie, tratando de observar las resplandecientes luces y todo aquel arsenal de aparatos que los enfocaron a ambos, mientras la chica sonrió ante las cámaras, alegando a continuación.

—Yo estropeé todo entre Peeta, Gale y yo. —Ambos hombres la observaron sin decir ni una sola palabra—. Jugué con sus sentimientos como se me dio la gana y hasta creí que Galpeet sería la atadura que necesitaba para mantener a Gale a mi lado o a Peeta, ya que ni yo misma sabía en realidad lo que deseaba. —Muchos cuchichearon a sus espaldas, pero la joven no se aminoró ante aquello—. Públicamente quiero decir que Gale y Peeta no son lo que yo necesitaba. —El silencio se hizo presente, mientras ambos jóvenes la miraban y ella los contemplaba a ellos—. Yo solo les di un hijo, eso lo pudo haber hecho cualquier mujer. —Ella le sonrió al niño, el cual volvió con el jugueteo con los aretes, arrojando uno al suelo—. Pero ambos me regalaron dos cosas invaluables. —Ella peinó el cabello del niño, dándole un beso en la frente—. Un hijo con dos padres extraordinarios, y mi libertad, la cual ustedes tuvieron mayor valor y tenacidad a la hora de luchar por ella mucho más de lo que yo lo hice.

Los aplausos irrumpieron en el escenario, consiguiendo que Peeta dejara que sus lágrimas hablaran por él, mientras Gale le sonrió dulcemente a la muchacha, arrojándole un beso, y guiñándole un ojo, agradeciendo sus palabras, riendo al ver como Galpeet cada vez que el público aplaudía, él también lo hacía, aunque no sabía ni el porqué de ello.

—Hermosas palabras, Katniss… muy hermosas sin duda —alabó Caesar, aplaudiéndola igual que todos lo hacían—. Has demostrado tu amor por ambos al fin, ya que el dejarlos amarse mutuamente, es sin duda señal de que quieres lo mejor para ellos. —La joven Everdeen asintió.

—Quiero todo lo bueno de la vida para ambos. —Los dos agradecieron las sinceras palabras de Katniss—. Y espero que no me odien cuando les deje a Galpeet en cada uno de mis viajes, ya que fui nombrada embajadora de paz entre los distritos. —Ambos chicos rieron, notificándole que para ellos era lo mejor del mundo cuidar a su hijo, siendo Caesar quien le exigiera a la joven ex tributo que acercara al niño al escenario, subiendo con mucho cuidado los escalones, entregándole el infante a Peeta, quien lo cobijó entre sus brazos, llenándolo de besos.

—¿Esta vez no nos deslumbrarás con un vestido en llamas, Katniss? —Ella sonrió, deteniendo su apresurada huida del escenario, notificándole a Caesar.

—Yo ya no soy el Sinsajo, Caesar. —Miró tanto a Gale como a Peeta, notificándole al anfitrión con una socarrona sonrisa—. Un par de sinsajos evolucionaron, transformándose en aves fénix, quienes ahora son los que arden la vida con pasión, encendiendo en llamas todo Panem con su historia de amor, yo no les pienso quitar protagonismo. —El rostro de Peeta se ruborizó tanto, que pudo sentir el calor avasallante que cubrió sus mejillas, mientras Gale sonrió, asintiendo a sus palabras—. Y no estoy hablando de sexo, en ese ámbito soy una completa inexperta, ellos sabrán.

Aquello no solo consiguió los gritos desenfrenados de las fans, Haymitch no pudo evitar reír al igual que Effie, la cual cubrió su rostro ante aquello, observando como Katniss bajó las escaleras, tomando nuevamente asiento, chocando los cinco con Johanna, quien le vanaglorió aquel cierre de palabras, mientras Gale y Peeta cubrieron sus avergonzados rostros, deseando que aquel griterío en el público cesara, pero la euforia y la algarabía en el escenario comenzó a transformarse en una petición en masa, la cual pidió tan solo una cosa… un beso en público de parte de ambos hombres.

—Momento, momento… —gritó Caesar, tratando de alzar la voz por sobre la del enardecido público, quien siguió pidiendo el tan anhelado beso entre ambos—. Si se besan, se acabará el programa, así que aguántense caramba que aún falta mucho por conocer de nuestros sinsajos. —El público rió, dándole la razón a Caesar, quien exigió un micrófono, siendo el asistente de audio quien le acercara uno—. Ahora conozcamos a este pequeñín. —Miró a Galpeet—. ¿Cómo te llamas, amiguito? —El niño miró el micrófono y luego a Caesar, como si tratara de averiguar si se lo estaba ofreciendo para jugar o simplemente se lo mostraba, mientras todos esperaban a que el pequeño dijera alguna palabra, siendo Peeta quien respondiera.

—Su nombre es Galpeet. —El público volvió a soltar aquella interjección que denotó ternura, al darse cuenta de que el niño tenía el nombre de ambos padres.

—¡Oh, wow!... ¿Quién fue el de la idea? —Caesar observó a Katniss, la cual señaló al joven Mellark, consiguiendo que todas las miradas se enfocaran en el muchacho—. Cuéntanos, Peeta. —El aludido comenzó a explicarles de dónde había salido aquel nombre y por qué Katniss había accedido a colocárselo al pequeño, quien siguió mordisqueando y destrozando el arete de Effie, siendo Gale quien al fin se lo quitara, guardándoselo en uno de los bolsillos de su traje militar—. Entiendo, entonces el saber lo que Katniss y Gale habían hecho a tus espaldas te trastornó. —Peeta asintió—. ¿Y tu trastorno fue por Gale o por Katniss?

—Por ambos —respondió tajante el muchacho, sin intención alguna de amilanarse ante las imprudentes y amarillistas preguntas que colocaban los productores del programa, para que Caesar las hiciera, intentando mostrar en público algún fallo en toda aquella historia—. Me sentí perdido, extraviado porque quería mucho a Katniss y confiaba en ella, pero amaba desmedidamente a Gale y no podía asimilar que él me hubiese traicionado justo con quien era mi pareja. —El avergonzado soldado bajó la mirada, consiguiendo que Peeta le observara—. No te sientas mal, Gale… Yo entiendo tu posición ahora, estabas tan confundido como yo, no sabías por qué de la noche a la mañana de atraía tanto un hombre y quisiste probar tu hombría acostándote con Katniss, pero ambos estábamos errados, porque tanto tu hombría como la mía seguían intactas, fue nuestro amor lo que cambió y el punto de fijación de dicho amor.

Todos los miraron sin decir ni una sola palabra, dejándoles interactuar entre ellos, lo que mantuvo a la audiencia televisiva tan alta, que terminó rompiendo el record de los Juegos del Hambre, ya que todo Panem se encontraba enfocado en la entrevista que ambos hombres ofrecían delante de un pueblo que tanto les amaba.

—Tienes razón, Peeta… —Gale mantuvo una de las manos de Galpeet aferrada, al ver como el pequeño intentaba arrancar el micrófono que Peeta tenía en la solapa de su saco blanco, llamando la atención del infante, sin dejar de ver a Peeta a los ojos—. Temí por mi hombría, pero cuanto me di cuenta de cuánto me odiabas, a lo único que realmente temí fue a perderte para siempre. —Ambos se contemplaron fijamente a los ojos, consiguiendo que las fans ni respiraran, esperando el tan anhelado beso, siendo Caesar quien volviera a arrojar todas sus esperanzas al suelo.

—Supe que hubo una venganza de parte tuya, Peeta. —Ambos hombres voltearon a ver a Caesar, siendo Gale quien observara raudo hacia el puntero, percatándose de que en efecto los productores habían colocado la pregunta, con una acotación, que el anfitrión interrumpiera el posible beso.

—Aamm… no sé de qué me hablas… —Peeta miró a todos lados, temiendo que lo de la violación hacia Gale se hubiese sabido, enfocando sus aterrados ojos en Galpeet, sin saber qué hacer o qué decir, siendo Gale quien hablara.

—Así es… Peeta quiso darme donde más me doliera. —No solo el joven Mellark palideció ante las palabras del soldado, tanto Haymitch como Effie e incluso Johanna, abrieron grande los ojos al imaginar que sería precisamente Gale quien soltara toda la sopa sobre aquel nefasto ultraje en su contra—. Todo nuestro amor empezó en las ruinas a las afueras del distrito doce. —Peeta volteó a verle, con el rostro pálido y desencajado, esperando lo peor—. Allí fue donde nos enamoramos y nos entregamos por primera vez. —Mientras que el rostro de Gale se ruborizaba, el de Peeta se puso cada vez más blanco, tanto como el traje que vestía esa noche—. Y su venganza fue hacer estallar las ruinas, destruyendo nuestro privado nido de amor.

Cada uno de los que sabían sobre la violación que Peeta le había hecho a Gale, suspiraron aliviados, al darse cuenta de que Gale no pretendía decirlo, sino desviar aquella pregunta hacia otra dirección, consiguiendo que el aterrado y pálido rostro del gobernador volviera a su color habitual, dejando escapar el aire de sus pulmones, sonriéndole ampliamente.

—¡Oh, vaya!... Qué mal… —acotó Caesar con verdadero pesar en su rostro—. Pues prometo que resarciremos ese daño. —Ambos chicos miraron al estrafalario hombre—. Si me demuestras estar realmente arrepentido de lo que hiciste, Peeta, yo prometo darles un obsequio que los esperará en el distrito doce a su regreso. —El joven sonrió, mirando a Caesar y luego a Gale, notificándole que estaba verdaderamente arremetido y que le encantaría que aquel lugar volviera para ellos a su regreso—. Pues ya veremos. —Flickerman le exigió a Katniss que se llevara a Galpeet, despidiéndose del pequeño niño, el cual movió su manita de un lado a otro, consiguiendo los aplausos del público.

—Ahora demuéstranos qué tan avergonzado estas de lo que hiciste. —Caesar miró a Gale, asintiéndole para que hiciera lo que se habían estado planeado tras bastidores, mientras Peeta se encontraba en su camerino—. ¡Capitán Hawthorne! —El joven Mellark volteó a ver a Gale, quien sonrió un poco nervioso, sacando de uno de los bolsillos internos de su saco militar, una pequeña caja, abriéndola frente a Peeta, exigiéndole delante de todo Panem.

—Peeta Mellark… ¿aceptas casarte conmigo? —Los gritos no se hicieron esperar en el público presente, dejando no solo a Peeta pasmado y con los ojos desmesuradamente abiertos, tanto los hombres del escuadrón 561 como quienes ahora eran considerados los familiares de ambos hombres, les contemplaron sin poder creer que Gale se había atrevido a pedirle matrimonio en público a su amado chico del pan, quien no pudo cerrar la boca y mucho menos los ojos, observando completamente inerte a su adorado capitán.

—Yo… —Balbuceó varias veces lo mismo, mirando a todos lados, sin saber qué hacer ni qué decir, sintiendo como su corazón parecía querer salírsele por la boca, soltando al fin si poder dejar de temblar—. El… el matrimonio entre hombres no es legal en Panem, yo… —Caesar señaló hacia uno de los laterales del estudio, justo cuando una de las paredes acrílica se iluminó, mostrándoles a todos los presentes que aquello era una pantalla digital, la cual dejó ver el rostro de la presidenta Paylor, quien acotó a continuación.

—El matrimonio para personas de cualquier género y gustos sexuales diversos, será una realidad a partir del día en que los Sinsajos contraigan matrimonio, haciendo legal la unión entre personas del mismo sexo. —La pantalla se apagó, mostrándoles a todos que aquello era tan solo una grabación; pero el decreto había sido notificado y estaba en manos de ambos amantes, hacer legal el matrimonio igualitario para todos.

—¡Vaya!... —exclamó Peeta con una nerviosa sonrisa—. Así quién se niega. —Muchos rieron, mientras la mayoría gritó eufóricos, a la espera de la respuesta de Peeta—. Pues, aunque no fuese legal y no pudiéramos casarnos… —Peeta se colocó en frente de Gale, extendiendo los dedos de su mano derecha frente a él—. Yo acepto vivir una vida plena junto a ti, Gale… —Los gritos no se hicieron esperar entre las fans, aquellos que se golpearon los unos a los otros al ver al fin una cercanía entre ambos, siendo Gale el que después de colocarle el anillo, lo aferrara con ambas manos del rostro, devorando sin vergüenza alguna los delgados y deliciosos labios de Peeta, quien, aunque comenzó a temblar y a ruborizarse hasta la raíz del cabello, correspondió aquel voraz beso que robó no solo el aliento del joven Mellark, las fans comenzaron a hiperventilarse, desmayándose algunas, mientras que otras lloraban ante tanta dicha que les embargaba, sin que los aplausos cesaran y las cámaras enfocaran a ambos hombres comerse a besos.

—Alto, alto… no se acaben los besos que el Capitolio ahora es que desea explotar esta relación. —Ambos hombres se separaron, fulminando a Caesar con la mirada—. Su boda será televisada, al igual que la recepción de la fiesta, ellos pagaran todo y… —Peeta observó hacia donde se encontraban varios directores de programación, quienes daban ordenes aquí y allá, siendo el molesto gobernador quien hablara.

—Nos casaremos en nuestro distrito, en familia y nadie sabrá cuándo y dónde. —Caesar miró a los directores, quienes rieron y negaron con la cabeza, como si Peeta hubiese dicho algo que sería imposible de llevar a cabo—. Soy el gobernador del distrito doce… —soltó aquello alzando la voz por sobre la algarabía, manteniendo la mano de Gale aferrada a la suya, quien pudo sentir como el muchacho temblaba, temiendo lo peor—. Soy el sobreviviente de los septuagésimos quintos Juegos del Hambre y el vasallaje… —Sus ojos comenzaron a enrojecerse, dejando ver poco a poco el rostro del muto que habitaba dentro de él­—. Soy Peeta Mellark, sobreviviente de toda la guerra y la rebelión del distrito trece y no dejaré que un montón de titiriteros de segunda nos usen a mí y a Gale para el entretenimiento de las masas—. Caesar comenzó a alejarse de ambos hombres, mientras que Haymitch y Effie le exigieron a Katniss que sacara al niño del escenario, siendo Gale quien hablara.

—¿Peeta? —El aludido volteó a verle, consiguiendo que el irreconocible rostro del muto, desapareciera y el afable, dulce y hermoso rostro de su amado chico del pan lo contemplara—. Somos sobrevivientes y nadie nos robará eso. —Peeta asintió y Gale acarició el agraciado rostro del muchacho—. Ya no necesitas al muto, de ahora en adelante estaré yo para protegerte, no dejaré que nadie nos utilice. —El soldado le abrazó, consiguiendo que sus temblores cesaran, siendo Caesar quien culminara al fin la transmisión.

—Esto ha sido todo por esta noche, mis amados televidentes… hemos tenido el gusto de presentarles a Peeta Mellark y Gale Hawthorne, los amantes del distrito doce y los nuevos Sinsajos. —La mayoría aplaudió, pero quienes habían visto el aterrador rostro de Peeta, simplemente le contemplaron, sin poder creer lo que sus ojos habían visto, mientras ambos hombres se despidieron de su público, saliendo raudos del escenario, siendo escoltados por el escuadrón del capitán y el resto de los seres amados de ambos muchachos.

—Con el pancito no se jode… ¿eh? —Las palabras de Johanna, consiguieron que Peeta volteara a verle, sin decir absolutamente nada ante aquello, ya que su afable sonrisa, denotó lo mucho que aquello le había agradado—. Así se hace, con el bizcocho de mi capitán nadie se mete. —Todos rieron ante las ocurrencias de Johanna, quien se percató de cómo Katniss se unió a la rápida huida de las instalaciones televisivas, siendo la oficial Mason quien les informara que pronto tomarían el aerodeslizador que los trasladaría de vuelta al distrito doce.

—¿Estás bien, Peeta? —preguntó su ex algo asustada, entregándole el niño a Effie, quien comenzó a regañarlo, exigiéndole al pequeño que le comprara unos aretes nuevos, mientras el infante moría de risa, como si pudiese entender sus palabras.

—Como nunca. —El chico miró a Gale—. No te asustes… —le pidió al ver la cara de preocupación que el soldado traía—… Entre el muto y yo existe un acuerdo. —Ambos se detuvieron en las afueras del edificio de la estación de televisión, siendo Johanna quien le exigiera a Jackson y a Stuart que fueran por el auto—. Él no lastimará nunca más a mis seres queridos. —Gale acarició aquel rostro que tanto amaba ver, perdiéndose en aquel azul profundo de sus extraordinarios ojos—. Y siempre que lo necesite, él estará para mí, como ahora, así que no te asustes pues lo tengo controlado. —Le dio un beso en los labios delante de todos, sin intención alguna de esconder su amor por Gale, nunca más.

—Pues me alegra saberlo —acotó Gale, manteniéndole aferrado de ambas manos, mientras todos los presentes les miraban con una amplia sonrisa—- Pero por si acaso, es gratificante saber que después de lo que pasó en las ruinas el día de la demolición, parece que tengo cierto poder sobre él. —El auto se detuvo frente a ellos, siendo las chicas las primeras en subir a la enorme camioneta, mientras Peeta alegaba, acercándose aun más a Gale.

—Tiene poder sobre toda mi existencia, capitán Hawthorne. —El aludido sonrió con socarronería—. Es usted ahora dueño de mi corazón, de mi amor y… —Se acercó al oído de Gale, susurrándole con cierta picardía—… de cada centímetro de mi cuerpo. —Aquello consiguió que no solo Peeta se estremeciera, Gale no pudo evitar que aquellas palabras, en conjunto con el cálido aliento del muchacho sobre su oreja, consiguieran una erección, la cual el soldado trató de ocultar, apartándose un poco de su futuro esposo, acomodándose el pronunciado bulto.

—Sube al auto, malvado… —Lo empujó sutilmente para que entrara al imponente vehículo, donde todos los esperaban—. Esta noche me las vas a pagar. —Peeta sonrió, y después de introducirse en el auto, Gale argumentó—. Y la noche siguiente, y la que le sigue a esta y todas las noches que vendrán. —Nadie supo de qué demonios habían estado hablando ambos amantes, pero no tenían que saberlo; el simple hecho de verlos reír como lo hacían, les dio a entender lo único que era verdaderamente importante en ese momento, que tanto Gale como Peeta comenzaban a ser inmensamente felices.

 

Gale y Peeta se casaron una semana después de regresar a su distrito donde todos los esperaron con los brazos abiertos, demostrándoles lo orgullosos que estaban de ellos, dejando atrás aquel ataque homofóbico del que Peeta había sido protagonista, preocupándose ahora por mantener la economía del distrito, lo suficientemente productiva y accesible para todos por igual, sin distinción de ningún tipo.

Katniss comenzó sus viajes protocolares como embajadora de paz, llevando a todos no solo su mensaje sino también el de Peeta de ser una nación prospera y mejor para todos, dejando a Galpeet al cuidado de ambos hombres, quienes disfrutaron enormemente de cada momento junto a su hijo, el cual los amaba desmesuradamente.

Haymitch y Effie decidieron vivir juntos, aunque sin compromisos, por los momentos… ya que el atolondrado ex mentor parecía no querer atarse legalmente a la estrafalaria mujer, la cual era su opuesto, intentando cambiar todos los horrendos hábitos de vida de aquel hombre por los de ella, los cuales eran de total glamour y buenas costumbres de la alta alcurnia del Capitolio.

Paylor se disculpó públicamente con ambos Sinsajos, ya que ella no tenía conocimiento de lo que los directivos de la cadena televisiva pretendían, exigiéndoles que dejaran en paz a ambos muchachos, ofreciéndoles total discreción para su nueva relación, la cual ellos deseaban vivir en santa paz y armonía.

Gale había conversado con su madre, explicándole el porqué de todo lo que había ocurrido y su cambio de gustos, ya que ambos no habían conversado a profundidad todo aquello, dejando que Hazelle sacara sus propias conclusiones, aunque en realidad aquella conversación la habían tenido en la sala y en voz alta para que sus hermanos entendieran su nueva vida junto a Peeta, deseando que de ahora en adelante lo trataran como uno más de la familia Hawthorne.

Por supuesto aquello no sirvió de mucho, ya que Rory siguió reacio a hablar con su hermano, teniendo que tomar medidas drásticas con el muchacho, quien terminó desnudando por completo todo lo que guardaba dentro su perturbado y sufrido corazón, dejando a Gale tan consternado al respecto que no supo cómo tomar la declaración de su hermano menor de tan solo trece años de edad.

Gale no supo cómo asimilar todo lo que el chico le había dicho, pensando que la única persona con la que podía desahogarse sería Peeta, invitándole a cazar y así matar a dos charlajos con una sola flecha, contándole lo de su hermano y mostrarle lo que había conseguido hacía tan solo dos días atrás en el bosque, después de recibir una llamada a su holográfono personal de parte de Caesar.

—Pensé que nunca más cazaríamos —comentó Peeta, probando la tensión de la cuerda de su arco, sin dejar de caminar—. Me alegra que no haya sido así, esto es algo que me ayudó mucho a salir adelante con mis traumas. —El sonriente gobernante volteó la cara para verle, percatándose de una débil sonrisa que intentó ser grata ante sus palabras, pero el pensativo rostro de Gale, le demostró todo lo contrario—. ¿Pasa algo? —El preocupado soldado comenzó a extraer de su carcaj varias flechas, cargando su ballesta.

—A mí también me alegra venir a cazar contigo. —Ambos se observaron sin dejar de adentrarse cada vez más al bosque, pasando por las ruinas, consiguiendo que tanto Gale como Peeta voltearan sus rostros al unísono, encontrándose con el deplorable estado de lo poco que había quedado de aquel lugar, siendo Peeta quien se detuviera, contemplando con cierto pesar como el follaje prácticamente había cubierto los restos de los escombros, siendo Gale quien volviera a hablar—. Pero no es solo por eso por lo que te he traído hasta acá.

—No, imagino que no —comentó Peeta, bajando la mirada, retomando su andar—. Imagino que al no aceptar lo que la cadena televisiva pretendía, la promesa de Caesar quedó en eso, en una simple promesa. —Gale sonrió, siguiéndole con una socarrona sonrisa, posando despreocupadamente la ballesta ya cargada sobre su hombro.

—La verdad es que quería traerte aquí por dos cosas. —Peeta, asintió tomando una de las flechas de su carcaj, atento a cualquier posible presa—. Hablé con Rory. —El joven Mellark volteó a verle, asintiendo para que prosiguiera, mientras ambos siguieron caminando—. Usé estrategias que jamás pensé en llegar a usar con alguno de mis hermanos para que me hablara.

—¿Lo torturaste? —Gale rió negando con la cabeza.

—No, no fui tan extremista. —Peeta rió, disculpándose con quien ahora era legalmente su esposo—. Solo me abrí a él de un modo que jamás pensé hacerlo con alguno de mis hermanitos y lo que pasó no fue lo que me esperaba. —El ansioso muchacho deseaba que Gale le dijera de una vez lo que su hermano le había dicho, incitándole a hablar—. Primero que nada quiero que sepas que el ataque homofóbico a la casa que compartías con Katniss fue perpetrado por él. —Peeta detuvo su andar, mirándole con la boca abierta.

—¿Es en serio? —Gale asintió posándose frente a él—. ¡Vaya… Jamás me lo hubiera imaginado! —Peeta pensó en todo aquello y como un niño de solo trece años había hecho semejante barbaridad—. ¿Hazelle lo sabe? —El apuesto soldado asintió, bajando la ballesta de su hombro, mirándole a los ojos.

—Estará castigado por un largo período de tiempo. —Peeta asintió, bajando la mirada—. Lo que mi madre no sabe es de lo que te he querido hablar en estos últimos días. —El muchacho asintió, observando cómo Gale retomó su andar, incitándole a caminar a su lado—. Mi hermano no lo hizo porque te odiaba, Peeta. —El aludido no dejó de mirar a su esposo, esperando una mejor explicación de su parte—. Lo hizo porque te envidia. —Peeta detuvo nuevamente su andar, mirándole con los ojos desorbitados, consiguiendo que Gale dejara de caminar—. Me confesó que nos tenía envidia a ambos por poder ser como éramos y que no mostráramos temor al hablarles de nuestra relación a todo Panem y confesar lo mucho que nos amamos. —El joven Mellark aún no podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Me estás diciendo que Rory te ha confesado que le atraen los chicos? —Gale negó con la cabeza.

—No, en realidad no fue eso lo que me dijo.

—¿Entonces? —preguntó Peeta realmente preocupado, temiendo ser el causante de la desviación de su cuñado, esperando la respuesta de Gale.

—Rory me ha confesado que le gusta jugar con muñecas. —Peeta alzó una ceja, mirándole algo extrañado—. Le llama mucho la atención dibujar ropa de mujer y confeccionársela a las muñecas, las viste con las creaciones que inventa y… —Peeta soltó una risotada que dejó a Gale asombrado y al mismo tiempo molesto ante la inesperada reacción de su esposo—… ¿puedo saber qué te causa gracia? —preguntó con un tono de voz que demostró lo mal que lo habían hecho sentir aquellas carcajadas.

—Lo siento, es que me estás diciendo esto como si lo que Rory hace es algo malo. —Gale volvió a colocar la ballesta sobre su hombro, cambiando el peso de su cuerpo hacia la otra pierna, al sentir como se le entumecía.

—¿Pues te parece normal que a un chico le guste hacer ropa de mujer y vestir muñecas? —Peeta asintió.

—Cinna era el diseñador de moda más grande del Capitolio, todos mataban por sus diseños, tenía tantos privilegios que era la envidia de todos y jamás vi que eso lo hiciera menos hombre, Gale… tu hermano podría llegar a ser el nuevo Cinna de la moda, y en vez de poner cara de preocupación, deberías estar pensando el modo de ayudarlo a hacer su sueño realidad. —Gale no supo ni qué decir, por un momento creyó que Peeta se horrorizaría y luego al escucharle reír de aquel modo, que se burlaría de su hermano, pero como siempre ocurría, el joven Mellark arrojó todas sus suposiciones a la basura, asombrándole con aquella respuesta.

—Bueno… no lo había pensado. —Bajó la mirada pensando en todo lo que le acababa de decir su esposo, sin saber si debía o no hablarlo con Hazelle, siendo Peeta quien preguntara al respeto, como si pudiese leer la preocupada mente de su amado.

—¿No le has dicho a Hazelle? —Gale negó con la cabeza—. No lo hagas, Rory confió en ti y no me parece que se lo debas decir aún a Hazelle. —El serio soldado asintió—. Hablemos con Effie, ella sabrá que hacer y nos traerá a algún reconocido diseñador para demostrarle a tu madre que una cosa es la homosexualidad y otra muy distinta lo que Rory quiere hacer, él no es desviado, simplemente le atrae la moda. —Gale volvió a asentir—. ¿Te dijo que le atraían los chicos? —Su esposo negó con la cabeza—. ¿Te dijo que él quería usar los vestidos? —El soldado volvió a negar, sonriéndole dulcemente a su amado—. Entonces te estás preocupando por nada, Gale… El que le guste diseñar ropa para mujer y quiera hacerla real, no quiere decir que sea gay.

—Lo entiendo. —Gale sonrió—. Sabía que debía de hablarlo contigo primero. —Ahora era Peeta quien le sonreía, acercándose al embelesado soldado, quien lo aferró de los hombros, tratando de no lastimarlo con la ballesta, mientras Peeta se abrazó al cuerpo de Gale rodeándole por la cintura—. Tú fuiste un tributo y tuviste la oportunidad de conocer todo ese mundo de glamour que yo no conocí y sabía que me ayudarías a entenderlo, porque aunque soy homosexual, para mí los niños no juegan con muñecas.

—Pues no le veo nada de malo que un hombre juegue con muñecas. —Gale no dijo nada, contemplándole a los ojos—. A mí en el colegio las niñas me usaban para ser el padre de las muñecas de trapo con las que jugaban. —Aquello consiguió que Gale riera—. No te rías, es en serio y no fue eso lo que me hizo homosexual, al contrario, accedía a jugar con ellas para que me dejaran besarlas, ya que nosotros sabíamos que las mamás y los papás se besaban.

—Pillo. —Peeta rió abrazándose aún más a Gale—. Eras más astuto que yo, mientras que tú jugabas con las niñas para besarte con ellas, yo vivía rodeado de hombres, jugando a la pelota y a las trompadas, creyéndome todo un semental. —Los dos rieron, abrazándose y besándose sutilmente, acariciándose las espaldas—. Y mira como terminamos. —Peeta sonrió con cierta socarronería, levantando la mirada para contemplar a Gale.

—¿Felizmente casados? —Gale iba a decir que más homosexuales que Caesar Flickerman y Claudius Templesmith, pero las palabras de Peeta habían sido mucho mejor que sus pintorescas elucubraciones, asintiendo a su pregunta.

—Así es… felizmente casados y juntos. —Peeta volvió a besarle, mientras Gale divisó en la distancia la otra cosa por la que deseaba llevarlo de caza—. Mmm… no quiero interrumpir tu apasionado deleite por mis labios, pero… —El joven Mellark se apartó un poco de él, contemplando cómo Gale observó a la distancia—... creo que hay una enorme presa a unos cuantos metros de aquí. —Peeta volteó raudo a ver qué miraba su apuesto esposo, intentando divisar la presa.

—¿Dónde? —preguntó agudizando la mirada, colocando la flecha sobre su arco, apuntando al frente.

—Justo entre esos dos árboles. —Gale apuntó al frente con su ballesta, mostrándole el punto exacto, disparando el arma para que Peeta siguiera visualmente su trayectoria, percatándose en la distancia donde se había clavado la flecha.

Peeta bajó su arco y su flecha, contemplando pasmado lo que Gale en realidad quería mostrarle, encontrándose con una hermosa casa en el árbol, a unos cuantos metros de distancia de donde se encontraban, volteando el rostro para ver a su amado soldado, mostrarle una divertida e inmensa sonrisa.

—¿Es lo que creo que es? —Gale asintió, tomándole de la mano, comenzando a caminar hacia aquel lugar.

—Caesar cumplió su promesa. —El corazón de Peeta palpitó desbocadamente dentro de su pecho, mirando entre los árboles como la elaborada, perfecta y acogedora casa sobre el árbol se fue haciendo cada vez más grande y visible ante sus ojos—. La televisora se negó y Caesar fue a hablar con la presidenta, Paylor. —El chico no pudo dejar de sonreír, deteniéndose frente a la majestuosa casa, la cual parecía haber salido de un cuento de hadas, rodeada de enredaderas de flores de bugambilia o mejor conocida como trinitaria, aquellas que vistieron el techo de la cabaña, en tonos fucsia y blanco que lo hacían ver realmente maravilloso—. Y ella les obligó a cumplir la promesa que el anfitrión nos había hecho o haría público su reticencia a hacer realidad dicha promesa a sabiendas de que nuestros fans acabarían con la cadena de televisión.

—Muy astuto de su parte —acotó Peeta, mirando a Gale—. Esto es simplemente maravilloso. —Ambos comenzaron a caminar hacia la cabaña en el árbol, subiendo por las escalerillas en espiral—. Siempre soñé con algo así de niño. —Gale sonrió, siendo quien abriera la puerta, mostrándole el interior de la casa, la cual estaba completamente amoblada y con todos los lujos de una vivienda convencional—. ¡Oh, wow!... esto es asombroso. —Soltó la mano de Gale, recorriendo todo el lugar—. Mira… —Señaló a un rincón—. Hasta hay una cuna para Galpeet, podrimos acampar o venir de caza, y si se nos hace tarde, quedarnos aquí, es simplemente maravilloso. —La inmensa sonrisa de Peeta hizo tan feliz a Gale, que no podía dejar de sonreír y mirarle ensimismado como lo hacía.

—Me alegra que te guste mucho, Peeta. —Gale dejó la ballesta sobre la mesa, acercándose lentamente a su amado, quitándole tanto el arco como el carcaj, dejando todo a un lado—. Le notifiqué a mi madre que hoy debía encargarse de Galpeet, porque tú y yo nos quedaríamos fuera hasta mañana. —Aquello consiguió que Peeta se ruborizara, negando con la cabeza—. Moría por mostrártela y por…

—Estrenarla. —El perverso soldado sonrió lascivamente, asintiéndole a su esposo.

—Te dije que me las pagarías, hoy… mañana y las noches que hagan falta, Peeta Mellark. —Lo aferró con fuerza del cuello de su camisa de caza, la cual era una de las del soldado, cuando entrenaba en el distrito doce—. Mi Peeta, mi esposo… —Lamió, mordisqueó y chupó descaradamente los delgados y deseables labios del joven gobernante, quien le dejó hacer con ellos lo que Gale quisiera, aferrándose de su duro y deseable cuerpo masculino­—… mi amor, mi mejor amigo, mi amante, mi todo… —En cada palabra Gale saboreó de todas las formas perversas que se le ocurrió degustar la boca de Peeta, aferrándole con fuerza de la nuca, mientras que el tembloroso y ya deseoso chico del pan, lo mantuvo abrazado con una necesidad imperiosa en contra de su cuerpo, correspondiendo el hambre carnal de Gale, quien no le dejó tregua alguna, pegando la espalda del muchacho a una de las paredes, aferrando una de sus piernas, manteniéndola en alza.

—Esto jamás se apagará… ¿Cierto?... —Pudo preguntar Peeta, entre beso y beso, sin dejar de mantener a Gale aferrado de su bien torneado torso y su rígido cuello.

—¿Qué cosa? —preguntó Gale, mirándole a los ojos, intentando acompasar su respiración con la de Peeta.

—Esta pasión, esta hambre de desearnos siempre, de querer comernos una y otra y otra vez, es algo que jamás se apagará. —Gale sonrió, apartando el rubio cabello de la frente de su amado, respondiéndole después de soltarle la pierna.

—Espero que no, creo que mientras nos amemos la llama seguirá encendida, no hay nada peor que tener sexo sin amor y es justo eso lo que hace la diferencia. —Peeta asintió, dándole la razón a Gale.

—Entonces será eterna, porque este amor es para siempre. —El sonriente soldado asintió.

—Para siempre, Peeta. —Levantó la mirada, leyendo algo que se encontraba a espaldas del joven Mellark—. Yo sigo apostando por el amor de mi adorado chico del pan. —Peeta se percató de cómo Gale observaba a la pared, para luego enfocar sus ojos sobre él, sonriéndole ampliamente­—. Y sé que no perderé esa apuesta, jamás.

Peeta se apartó a un lado, intentando ver lo que Gale veía, encontrándose con el trozo de mesa donde el adolorido, y abusado soldado había escrito con su cuchillo de caza aquellas palabras, borrando lo del abuso sexual y lo del muto, dejando en aquel pedazo de madera incrustada en la pared, la única frase que el soldado deseaba dejar plasmada para siempre en aquel privado lugar.

—Caesar me preguntó si yo deseaba incluir algo en la casa del árbol que fuera emblemático para nosotros. —Peeta comenzó a llorar, acercándose a la pared, acariciando cada palabra tallada en aquel trozo de madera, que parecía querer ser igual que las demás, pero por más que la lijaron y la barnizaron, uniéndola a las demás, se pudo apreciar la diferencia—. Así que le di lo único que había guardado del día de la explosión en las ruinas. —El lloroso muchacho enjuagó sus lágrimas, tratando de apreciar el trabajo que habían hecho de eliminar las palabras que no eran necesarias dejando tan solo las justas, aquellas que le recordaron a Peeta su fallo y el amor desmedido que Gale sentía por él a pesar de su error—. Eliminé lo que no hacía falta y deje solo lo que demostraba…

—… lo mucho que me amabas —concluyó el joven Mellark, volteando a ver a Gale, quien lo contempló con aquel brillo que Peeta siempre veían en sus hermosos ojos cafés, demostrándole precisamente eso, cuanto Gale se desvivía por su adorado chico del pan, a pesar de todo el daño que este le había causado—. Eso lo sé ahora, Gale… Y no me alcanzara la vida para devolverte tanto amor.

—Ya lo haces, Peeta… amas a mi hijo como si fuera tuyo, lo criaste a pesar de todo y siempre has estado para mi familia desde mucho antes de que esto que ahora existe entre tú y yo ocurriera. —Gale abrazó nuevamente a Peeta, manteniéndolo tan cerca de él que sus miembros se rozaron deliciosamente entre ellos, avivando nuevamente la llamas de los Sinsajos—. Soy yo quien te debe más de una vida para amarte.

Gale y Peeta volvieron a unir sus bocas, bebiendo desenfrenadamente del amor que el otro le entregaba a su amado, ya que aunque para muchos un beso era tan solo un simple intercambio de fluidos, para los que en realidad aman con el alma y el corazón, un beso es el “te deseo” jamás dicho, es el “te necesito” hecho caricia y el “te amaré por siempre” que sella la unión de dos corazones que laten al compás de una misma canción de amor y “un orgasmo” que no necesita de una desnudez, ya que al besar con verdadero amor, el alma deja caer su vergüenza y muestra tal cual es, aquel puro y desinhibido sentimiento entre ambos amantes.

El tiempo trascurrirá y muchas cosas podrán pasar, los edificios caen y otros nuevos se reconstruirán sobre estos, la moda pasa y una nueva la sustituirá, el progreso avanzará y los cambios siempre estarán a la orden del día, pero el amor de dos Sinsajos que nacieron para estar juntos es algo que dura eternamente, demostrándonos que las almas gemelas como las de Gale y Peeta, son versiones de sí mismas, las cuales se complementan la una a la otra no por ser perfectas, sino porque saben amarse a pesar de cada imperfección y cada error cometido, sin poner el orgullo por sobre el amor que se profesan, transformándolas en un solo sentimiento compartido de dos almas, haciendo de aquel amor; uno de los pocos escritos en las estrellas y de los que son… para siempre.

~Fin~

Notas finales:

Nota: Gracias a todos los que siguieron hasta el final este proyecto que tenía pendiente desde hacia tiempo, deseando que mi próximo fanfic, tenga la misma acogida que este y el de Crepúsculo. :D!!

 


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