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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 5 __

Gale se había comunicado con Johanna, sintió que debía de hablar con ella primero antes que con cualquier otra persona, pero la chica pensó lo mismo que él, que era mejor hablar con Haymitch ante lo que le estaba ocurriendo a Peeta, y ver si solo había sucedido esa vez después de su regreso al Capitolio, o si ya le había pasado antes.

—Nadie conoce mejor a Peeta que Haymitch, habla con él… sé que sabrá darte respuestas. —Pero Johanna se equivocó, o más bien supo darle una de las respuestas que Gale estaba buscando.

—Desde que volvimos al distrito doce Peeta ha sido el mismo de siempre… El mismo que fue ante de los juegos, aunque sé de sobra que internamente no es así, él de igual modo se comporta muy normal. —Fue la respuesta de Haymitch, lo que hizo pensar aún más de la cuenta al joven soldado sobre todo aquel asunto y al ex-mentor preocupado por el muchacho—. ¿Puedo saber que lo alteró? —Gale se lo pensó por unos segundos, respondiéndole al, ahora, sobrio hombre.

—Nos encontrábamos en el bosque, él se había quedado dormido mientras yo limpiaba el venado que habíamos casado.

—¿Habíamos? —Gale asintió.

—Sí… Peeta y yo lo cazamos.

—¿Juntos? —El capitán Hawthorne no supo cómo tomar aquello, asintiendo con cierta extrañeza en su rostro—. Se han hecho muy amigos… ¿No? —El joven asintió una vez más, intentando cambiar de tema.

—Y al parecer Peeta soñaba con Katniss, o eso creí hasta que me le acerqué y él empezó a susurrar su nombre, pero al despertar, se me abalanzó, comenzó a ahorcarme… Tendrías que haber visto sus ojos, no era Peeta… La persona que me atacó parecía alguien más, parecía estar poseído. —Haymitch no dijo nada, simplemente estudió el preocupado rostro del soldado, sin poder creer que el antiguo amor de Katniss, sintiera verdadera inquietud por el estado mental de Peeta, o eso le hicieron sentir las palabras del hijo de Hazelle.

—Bueno, habrá que estar atentos… Peeta vive con la detonante y en cualquier momento podría lastimarla… ¿No crees? —Gale asintió, sin duda no había pensado en ello y su preocupación pasó de Peeta a Katniss tan rápido como parecían cambiar sus sentimientos, ya que por supuesto, aunque Gale sentía algo por Peeta, su hombría no le permitía verlo, para él solo era fraternal amistad, y sentía que por ella seguía sintiendo cierta atracción.

—Pues estaremos atentos… por lo menos ya no soy el único que lo sabe, y por favor… No se lo digas a mi madre, temo que no quiera a Peeta en casa por los niños y…

—… Y tú no quieres perder la amistad de Peeta… ¿Cierto? —Gale no supo qué decir, miró fijamente a Haymitch, asintiendo lentamente a sus palabras, bajando el rostro, sintiendo que aquel hombre se olía algo, pero a lo mejor eran solo paranoias de Gale, al recordar todo lo que había estado ocurriendo entre Peeta y él, incorporándose rápidamente del sofá de un solo puesto, despidiéndose apremiante.

—Nos vemos… Le diré a mi madre que te envíe un poco de venado asado.

—Gracias. —Fue la simple respuesta de Haymitch, observando cómo Gale salió precipitadamente de su casa—. Mmm… Tú y Johanna juntos… —Pensó en los pros y los contras de aquello—. No conozco bien al capitán, poco convivimos en el trece. —Se levantó del sofá—. Pero a ti sí te conozco muy bien, hiedra venenosa. —Sonrió, ya que lo de hiedra hacía referencia a su distrito, el cual se especializaba en el papel y la madera, pensando qué podría estarse tramando Johanna—. Tú no eres de fiar y jamás te ha caído en gracia Katniss.

Suspiró… sin duda todo aquello era muy sospechoso, el regreso de Gale, quien le había dicho a su madre que no regresaría nunca más al distrito doce, y aquella repentina amistad entre él y Peeta no era otra cosa que algún macabro plan ideado por la joven Mason, pensando qué podía querer ella con todo aquello.

—Creo que viajaré al distrito dos, no me caería mal involucrarme nuevamente con el gobierno y de paso averiguo qué te tramas, Johanna. —Se encaminó a su recamara en busca de sus cosas, mientras que en casa de Katniss, Peeta cortaba los trozos de carne que la chica se había preparado al horno, con patatas, tomates confitados, y varias verduras cosechadas en su pequeño huerto, sonriendo más que complacida al ver como el chico devoraba la comida.

—Mmm… Está estupendo Katniss, en verdad te luciste. —Ella agradeció el cumplido, comiendo con cierto desgano de su plato, donde pretendió estar disfrutando el venado, pero ella no podía dejar de pensar en Gale, quien de seguro había sido quien cazara aquel animal, pidiéndole a Peeta que mintiera sobre toda aquella hazaña con el arco y las flechas, sin poder creer que en tan poco tiempo el chico hubiese aprendido a usar aquel arma tan difícil de manipular.

“Vamos a jugar tu juego, Gale… ¿Quieres que crea que fue Peeta para no rehusarme a cocinarlo? Pues bien… haré que me lo creo”. Siguió comiendo con cierta incomodidad, recordando lo que Gale le había confesado la mañana en la que los paracaídas habían traído un equipo de camping y caza, escuchando claramente en su cabeza, el tono de voz que el chico había utilizado.

“Prometo que haré todo mi esfuerzo por borrar de mi mente y de mi corazón de una vez por todas, tu nombre”. Katniss no pudo evitar sentir un leve cosquilleo en la boca del estómago, ¿acaso Gale seguía sintiendo algo por ella?... sin duda que la chica deseaba creer que era así, dándole una rápida mirada a Peeta, el cual comenzó a comer con normalidad, donde la chica imaginó que ya se encontraba completamente satisfecho, pero lo que Katniss no sabía era que Peeta pensaba en la misma persona con la que ella mantuvo su mente ocupada, absorta de todo lo que ocurría a su alrededor, sintiéndose algo miserable al pensar en alguien más delante de su pareja, y el joven Mellark, por supuesto, se sintió igual e incluso peor que ella.

“¿Qué estarás haciendo ahora, Gale?”, pensó él, intentando no ver la cara de Katniss, quien siguió pensando en su ex-amigo, donde ambos recordaron lo mismo, los carnosos y deliciosos labios de Gale, su cálido aliento y el sabor almizclado de su boca, logrando que ambos se estremecieran al punto de incorporarse rápidamente de la mesa y al mismo tiempo, siendo Peeta quien se disculpara.

—Me iré a caminar un rato… Estoy más que lleno, y si me quedo sentado, explotaré. —Katniss no dijo nada, simplemente tomó ambos platos llevándolos al fregadero, mientras Peeta se asía de su chamarra, saliendo rápidamente de la casa, dando una rápida mirada hacia la que había sido su vivienda por varios meses, negando con la cabeza. “No lo busques, es mejor estar solo… Esto no es bueno… No está bien que sienta atracción por él”. Comenzó a caminar, alejándose de la Aldea de Los Vencedores a paso rápido, escuchando que alguien le llamaba.

—¡Peeta!... ¿A dónde vas?

—A caminar un rato —le respondió a Haymitch sin dejar de alejarse.

—Pues si te diriges a la plaza podrías ayudarme con esto. —Peeta volteó a ver de qué se trataba, observando como su ex–mentor sonreía, intentando lidiar con un par de maletas.

—¿A dónde vas? —preguntó el muchacho, algo extrañado.

—Al Capitolio —mintió—. ¿Te has dado cuenta cómo han estado llenando la programación televisiva últimamente?... puros reality show... Al parecer Plutarch no se haya que inventar para entretener a las masas. —Peeta se devolvió, tomando una de las maletas, ayudándole a llevarla como si aquella cosa no pesara, pues todos sabían de sobra la fuerza que poseía aquel muchacho.

—¿Y tú que tienes que ver en todo eso? —A lo que Haymitch respondió, apartando una de las rejas que dividía la aldea con el resto del distrito doce, con una amplia sonrisa.

—Pues que a lo mejor pida trabajo como presentador… —Hizo una pausa—. Lo más seguro es que Effie Trinket esté trabajando con él. —Peeta sonrió, pues aunque Haymitch era el hombre más reservado del mundo, se había enterado por boca de Katniss, que al parecer, ambos se gustaban pero habían decidido tomar rumbos distintos por el bien de todos.

—Pues sería grandioso —acotó Peeta sin dejar de caminar, donde ambos siguieron enfrascados en aquella conversación hasta llegar a la estación del tren, donde Haymitch adquirió un boleto para el distrito dos, sin que Peeta se percatara de ello, preguntándole rápidamente al muchacho.

—¿Todo va bien entre tú y Katniss? —Peeta no comprendió a qué venía aquella pregunta, asintiéndole rápidamente, sin pretensión alguna de preguntarle el porqué de su repentina preocupación—. ¿Y con Gale? —El chico le miró fijamente, lo que Haymitch por supuesto usó a su favor, estudiando cada uno de sus gestos.

—¿Con Gale? —El sonriente hombre frente a él, asintió—. Pues… genial. —Haymitch alzó una ceja, en un gesto sugestivo.

—¿Genial?... Vaya… pues, me alegro mucho. —Tomó ambas maletas, introduciéndose en uno de los vagones, dejando las maletas en el suelo del tren, arrojándole al chico las llaves de su casa—. Cuídala, por favor… —Peeta asintió—. ¡Por cierto!... hay un programa que pasan a las diez de la noche… Me gustaría que lo vieras, lo pasan tarde porque es horario adulto, pero al parecer se ha vuelto uno de los más visto… Sin duda alguna las personas del Capitolio jamás cambiarán y los ciudadanos de distrito que ahora viven allí terminan por adoptar sus extraños gustos y costumbres. —La puerta se cerró de golpe y el tren comenzó a ponerse en marcha, donde Peeta se despidió rápidamente de Haymitch, pensando en todo lo que acababa de pasar.

“Hay un programa que pasan a las diez de la noche… Me gustaría que lo vieras, lo pasan tarde porque es horario adulto”, recordó las palabras del sonriente hombre, el cual de seguro, ya habría tomado su puesto en el tren, ingiriendo de cada una de las bebidas alcohólicas que servían en aquel lugar. “¿Qué tendrá que ver un programa nocturno con que Katniss y yo estemos bien?”, se preguntó a sí mismo el joven panadero, quien comenzó a caminar sin rumbo fijo, elucubrando no solo sobre las palabras de su ex–mentor, sino también acerca de todo lo ocurrido entre Gale y él los últimos días, intentando comprender aquel sentimiento que comenzó a anidar en su interior y que Peeta aún no sabía a ciencia cierta cómo llamarle.

 

El joven soldado no podía dejar de pensar en Peeta, en aquel repentino ataque, el motivo, ¿qué habría causado que aquel trastorno disociativo, del que parecía estar padeciendo Peeta, se hubiese activado?... ¿Serían los últimos acontecimientos de esta semana?... ¿El maltrato de Katniss, junto a la afable amistad que el soldado le entregaba?... Sin duda podía ser cualquier cosa, a lo mejor ni siquiera él tuviese la culpa, y si la tenía, pensó que todo aquello que se estaba tramando junto con Johanna, era contraproducente para su desequilibrado estado de salud.

Pero por otro lado estaban sus sentimientos… Gale parecía estar padeciendo una especie de bipolaridad sentimental, por un lado los viejos sentimientos hacia Katniss, aquellos recuerdos de una infancia a su lado, la cual se había ido para siempre, como si se hubiesen quedado enterrados bajo los escombros que había dejado el repentino ataque del Capitolio, mientras que unos nuevos renacían dentro de él, rencor y desprecio hacia ella, o eso sentía él, y una cierta afinidad con el joven Mellark.

“¿Acaso siento lo mismo que sientes tú, Katniss?... ¿Qué solo estás con él porque lo ves de algún modo tan vulnerable que si lo dejas solo sientes que podría perderse a sí mismo?” Temió que fuera así, Gale no quería hacerle a Peeta lo que Katniss le estaba haciendo al chico, estar a su lado por compasión y no porque en verdad hubiese verdadera amistad, afinidad y aprecio de parte de él para con el joven Mellark, levantándose rápidamente de su cama, donde pretendía leer, pero sus pensamientos no le dejaron pasar de la primera página.

Se colocó las botas y salió rápidamente de su recamara por la puerta trasera de la casa, pasando por el patio de la casa de Haymitch, llegando hasta la de Katniss, tocando rápidamente la puerta. Esperó unos segundos y luego observó el calmo rostro de la chica frente a él, sosteniendo la puerta, mientras Gale simplemente le miraba.

—¿Está Peeta?

—¿Vienes a verlo a él o a mí? —La pregunta asombró a Gale, frunciendo el ceño, dándole una rápida mirada al interior de la casa, preguntando nuevamente.

—¿Está o no está? —Katniss sonrió, dejando la puerta abierta, caminando hacia el fregadero, donde había dejado los platos del almuerzo.

—No está, Gale… Salió a pasear. —Aquello extrañó al muchacho, quien se había recostado del marco de la puerta, observando como la chica lavaba los platos.

—¿No sabes a dónde fue? —Ella le dio una rápida mirada, negando con la cabeza.

—A diferencia de lo que tú crees, yo no manipulo a Peeta a mi antojo, él no tiene por qué decirme a donde va… aunque me extraña que no esté contigo, pensé que había ido a buscarte.

—Pues no fue así… ¿Ocurrió algo para que él se fuera solo? —Entró a la casa, aunque no había sido invitado y Katniss por supuesto no se opuso a ello.

—No, todo estaba bien… Comimos el venado que tú cazaste.

—Que cazamos, Katniss… —Recordó llamarla por su verdadero nombre—. Ambos lo cazamos… hubieses visto a Peeta en acción. —Gale sonrió al recordar el tiro perfecto de Peeta, el cual había acabado con la vida del venado—. Le dio directo en la yugular, el animal aún se movía después de que yo le disparara con mi ballesta, pero la flecha de Peeta fue la que culminó con su vida. —Katniss rodó los ojos, ya que no creía en las palabras del muchacho a pesar de ser el mismo cuento que su pareja le había narrado, imaginando que ambos se lo habían planificado—. Sé que no lo crees.

—Tienes razón, no les creo.

—¿Por qué?... ¿Por qué tendríamos que mentirte?... —Se acercó a ella—. Si Peeta no hubiese logrado cazar nada, él no se hubiese prestado para una mentira como esta, hubiese preferido que a ti se te reventara el páncreas y le atinaran un golpe en la cara con la presa como lo hiciste con la liebre. —Katniss dejó los platos ya lavados y enjuagados sobre la escurridera, secándose con parsimonia las manos.

—Sé que crees que fui mala con él.

—¿Y no es así? —Ella negó con la cabeza.

—Se lo arrojé sin la más mínima intención de golpearle en el rostro, pensé que lo esquivaría, pero se quedó mirándome, mientras yo le reprochaba que no quería ni lavar, ni cocinar algo que tú hubieses cazado.

—¿Por qué? —preguntó él, posándose en frente de la chica.

—Porque tú decidiste alejarte de mí, decidiste cortar toda amistad y toda comunicación conmigo, decidiste…

—… Que era mejor no estar cerca de ti, tú ya habías escogido. —Ella negó con la cabeza—. ¡Oh vamos, Katniss!... Jamás estuviste preocupada por mí como lo estuviste por él.

—Te equivocas… Pensaba en ti siempre, en la arena de juego, en el bosque, en el tour de los vencedores, y no pude soportar lo que te hicieron los agentes de la paz. —Su voz comenzó a sonar alterada y algo desquebrajada—. Temí por ti cuando el bombardeo al doce y…

—…Y al parecer solo sientes algo real por nosotros dos cuando nos ves desvalidos y en peligro… ¿No es así? —Ella volvió a negar con la cabeza—. Tu extraña forma de amar me tiene hastiado, Katniss… Si Peeta se conforma con tu lastima, yo no… No era lo que quería de ti, quería tu amor, tu pasión, tu… —Pero los reproches del capitán Hawthorne fueron acallados por un precipitado bofetón, seguido de un pasional beso que dejó a Gale completamente pasmado, mientras la boca de la chica ganaba terreno sobre la de él.

Su rabia y su orgullo le gritaban internamente que la detuviera, pero su cuerpo había estado padeciendo las últimas noches de unas intensas ganas de fornicar, intentando acallarlas con baños de agua fría al haber sido por culpa de la hábil boca de Peeta, donde su erección y su acelerado corazón pudieron más que su rabia y su cordura, abrazando a Katniss, sin dejar de corresponder aquel apasionado beso, alzando a la chica entre sus brazos llevándola a la sala después de cerrar la puerta.

—Así debiste besarme la primera vez.

—Así lo hice —acotó ella, dejando que le chico la sentara sobre el espaldar del sofá, mientras mantuvo sus piernas entrelazadas alrededor de su cintura.

—No lo sentí así… Sentí que me besaste por lástima. —Ella negó una y otra vez con la cabeza, pero él no deseaba escuchar sus disculpas, él deseaba volver a besarla, sentir que en realidad Katniss sentía algo por él y no por Peeta, quien volvió a irrumpir en sus pensamientos, recordando cada uno de los momentos que había compartido con el chico, autoconvenciéndose a sí mismo que lo que había ocurrido entre Peeta y él, debería quedar en el olvido al ser una relación tan impropia y fuera de lugar.

No dijeron nada más, siguieron besándose el uno al otro, acariciándose e intentando controlar toda la explosión de sentimientos y deseos que padecían el uno por el otro, donde al mismo tiempo batallaban internamente con el mismo sentimiento de culpa que los embargaba a ambos, Peeta estaba de por medio y ninguno de los dos deseaba hacerle daño al chico del pan, el cual ya había sufrido bastante.

 

Peeta había pasado toda la tarde recorriendo las calles del distrito doce, pasó por donde había estado anteriormente la panadería de sus padres, y a pesar de sentir una enorme tristeza al recordarles, no lloró, simplemente siguió su camino, hasta llegar donde una vez estuvo el quemador, y donde Sae la Grasienta intentaba vender o realizar trueques por sus asados y todos los platos que servía en aquel lugar, saludando a Peeta como si el chico siempre hubiese sido amable con ella, pero la realidad había sido otra, Peeta jamás había entablado una conversación con aquella mujer y con ninguna de las personas que frecuentaba el quemador, dándose cuenta que a pesar de que todos sufrían calamidades en aquel distrito, a él jamás le faltó comida como para ir a mendingar en tan deplorable lugar.

—Hola… —saludó a la regordeta mujer, la cual se acomodó la pañoleta que intentaba mantener sus cabellos fuera de su rostro, y al mismo tiempo, resguardando la calidad de su comida, aunque sus modales dejaban mucho que desear, ya que ella se rascaba la nariz para luego picar lo que parecía ser una porción de pan sin levadura.

—El chico del pan… ¡Vaya!... ¿Qué te trae por aquí, muchacho? —Peeta sonrió ante el apodo que le tenían.

—Solo paseaba… Quería estar solo. —Ella sirvió dos platos de lo que parecía ser estofado de conejo y verduras, el cual, a pesar del desaseado lugar que la mujer usaba para realizarlo, a Peeta le pareció que tenía un aroma bastante agradable, observando como el hombre le pagaba aquello con una bolsa de harina.

—Ya veo. —Fue su escueta respuesta, sirviendo otro plato más, comentándole al chico, quien se apartó para darle paso al siguiente cliente—. ¿Sabes?... Justo ayer pensaba en los deliciosos panes de tu padre. —Peeta intentó sonreírle, pero al escuchar aquello, no pudo evitar sentir cierta tristeza, él también añoraba los panes de su padre, y aunque Katniss le decía que los suyos sabían exactamente igual, Peeta sabía que no era así, su padre era el mejor panadero del mundo y él jamás haría un pan tan bueno como el de su papá.

—Bueno… No soy tan buen panadero como él, pero si quiere puedo hacerle varios panes con ese paquete de harina. —Señaló el que la pareja le había dado minutos antes, pagando los dos platos de asado.

—Eso sería genial, joven Mellark. —Peeta sintió cierta vergüenza al ver como aquella mujer parecía tenerle respetó al chico o a lo mejor al apellido de su familia—. Ten. —Le dio el paquete, entregándole también un tarro con mantequilla—. Es lo único que tengo, pero daría lo que fuera por probar nuevamente un buen pan, esponjoso y con agradable aroma y no esta  cosa. —Arrojó dentro del cuarto plato que servía, un trozo de lo que parecía pan árabe, aunque este ni siquiera se encontraba blandito, estaba duro y algo quemado, percatándose que la mujer no sabía hacer pan.

—Prometo traérselos mañana, señora Sae. —La mujer rió ante lo de señora, ya que todos la llaman Sae la Grasienta, y para ella, ese era su nombre, sin tantos adornos protocolares—. Nos vemos. —Y retirándose de aquel asfixiante, pero al mismo tiempo cálido lugar, se encaminó con la harina y la mantequilla hasta la Aldea de Los Vencedores, pensando que a lo mejor, esta oportunidad era la perfecta para enseñarle a Gale a cocinar.

El chico sonreía, en cierto modo sentía cierta vergüenza al buscar cualquier excusa que lo mantuviera cerca de Gale, él ya no podía disimularlo, le gusta el chico o a lo mejor le agradaba demasiado su forma de tratarle, aquel empeño de enseñarle a ser el mejor en todo lo que se propusiera y tener fe en él, era lo que sin duda tenía a Peeta cautivado por aquel muchacho.

“Entiendo perfectamente porque amabas a Gale, Katniss”, pensó, dejando al fin de sonreír, volviendo a sentirse incómodo ante todo aquello. “Es una extraordinaria persona”. Llegó hasta su casa, abriendo rápidamente la puerta, encontrándose con la espalda de Gale, perdiéndose por la puerta trasera, dejando la harina y la mantequilla sobre la mesa, saliendo rápidamente tras él, llamándole por su nombre.

El aludido volteó a verle completamente asombrado y con el rostro tan pálido, que no pudo ocultar su asombro al ver a Peeta salir de la casa, ya que él no le había escuchado entrar.

—¿Cuándo llegaste? —Fue la rápida pregunta del capitán, quien miró a todos lados, como si buscara testigos de lo que había ocurrido en aquella casa, pero nadie sabía nada, simplemente eran suposiciones suyas, al sentir tanta culpa como de seguro la estaba sintiendo Katniss.

—Hace unos instantes, abrí la puerta y te vi salir. —Gale pensó qué decir, siendo Peeta quien le diera la excusa perfecta—. ¿Me buscabas? —Él asintió intentando sonreírle, observando como Peeta parecía estar complacido ante aquella afirmación.

—Vi que no estabas. —Recordó a Katniss, a la cual le había dejado dentro del cuarto de baño, alegando que tomaría una ducha antes de que Peeta llegara—. Creo que Katniss estaba en la ducha, así que… —Se aclaró la garganta—. Así que decidí regresar a mi casa. —Peeta asintió, sin saber qué decir, ya que el saber que él había ido a buscarle y se había marchado al ver que solo estaba Katniss, sintió que en cierto modo, Gale si sentía cosas por él como las que el chico comenzaba a sentir por el joven soldado—. ¿Dónde estuviste?

—En el quemador. —Gale alzó una ceja ante aquello—. Quería estar solo, pasear y aclarar mis dudas. —Sintió cierta vergüenza al decir aquello, bajando el rostro—. Y vi a Sae, me entregó un paquete de harina y un trozo de mantequilla, quiere que le haga pan, yo pondré el resto de los ingredientes. —El joven soldado intentó permanecer calmo, pero lo que menos deseaba era estar cerca de Peeta, y mucho menos cerca de aquella casa, preguntándole de mala gana al muchacho.

—¿A cambio de qué? —Peeta hizo un gesto incrédulo y algo extrañado.

—A cambio de nada, Gale… Ella simplemente deseaba volver a saborear el pan de mi padre y yo puedo darle el gusto, no tiene que pagarme por ello. —A lo que el joven soldado respondió con un tono odioso.

—¡Oh, vamos!…  y salió el buen Peeta a complacerla, ¿crees que ella no le sacará provecho a esos panes?... los venderá con la comida que hace en el antiguo quemador, ¿acaso ella te va a retribuir eso?

—Pues con un simple gracias para mí es más que suficiente… Lo que ella haga o deje de hacer con los panes a mí me tiene sin cuidado… ¿Puedo saber qué te tiene tan molesto? —preguntó sin poder creer que Gale estuviese tan furioso, tan solo porque Peeta quisiera ayudar a los menos afortunados.

—Lo buen samaritano que eres. —Peeta bufó por la nariz.

—¿Buen samaritano?... Gale yo jamás pisé ese lugar hasta ahora, tú sí y sé de sobra que Katniss y tú vendían lo que cazaban a las personas de ese lugar, así que no veo el porqué de tu mal humor, yo quiero ayudarles y la verdad pensé que sería una excelente oportunidad para enseñarte a hacer pan y hornear galletas, yo que sé… pero veo que no estás de humor ¿y la verdad?... Yo tampoco quiero lidiar con tu mal genio. —Gale pretendió disculparse, pero al ver a Katniss asomarse por la puerta trasera, con el cabello húmedo y la bata de baño, decidió simplemente alejarse de aquel lugar, sin decir nada más, mientras Peeta volteó a ver que lo había alejado, observando el serio rostro de Katniss.

—¿Qué le pasa a tu amigo? —preguntó ella, sin dejar de secarse el cabello con la toalla de baño que traía sobre sus hombros.

—No sé por qué demonios está molesto. —Peeta se adentró a la casa, pasándole por un lado a Katniss—. Llegué y lo encontré saliendo de aquí. —La chica se giró para ver a Peeta, el cual tomó la harina y la mantequilla, sin hacer ningún tipo de alusión al haber encontrado a Gale saliendo de la casa, ya que aunque para ella era algo que le había incomodado, para Peeta fue tan solo por el hecho de ir a buscarlo a él, ignorando por completo que Katniss sabía de sobra el porqué el chico estaba allí.

—¿Y?... —preguntó ella cerrando la puerta.

—Pues le comenté que haría pan para Sae y se molestó, cree que debo cobrar por ello, pero a mí no me parece, yo simplemente deseo ayudarles, ¿puedes creer que aún hay gente que se está muriendo de hambre? —Katniss rodó los ojos.

—Bienvenido a la realidad, Peeta. —Ella entró en su alcoba, seguida del joven Mellark—. ¿Crees que el Capitolio está pendiente de eso?... Una vez en el poder, nadie se acuerda del pobre y el desamparado.

—Pues no me lo parece, y siendo tú el Sinsajo deberías ayudarme a que eso cambie. —Ella volteó a verle, sentándose sobre la cama.

—Pues ya hice bastante y mira cómo me lo pagaron, dándome distrito por cárcel, peleé la libertad para todos y soy la única que no la puede disfrutar. —Él bajó el rostro, sin duda ella tenía razón, era injusto todo aquello y Katniss se había llevado la peor parte, imaginando que de allí le provenía el mal genio que traía desde que arribaron al distrito doce.

—Pues yo siento que no hice nada por nadie, así que si puedo comenzar con este pequeño aporte, lo haré con gusto y espero que tú me ayudes, ya que le pedí apoyo a Gale, pero él se negó rotundamente.

—Te ayudaré. —Él le sonrió, agradeciendo su apoyo—. Deja que me vista y nos pondremos a hacer los panes. —El joven asintió, saliendo rápidamente del cuarto de la chica, y aunque Katniss no sentía vergüenza de mostrar su cuerpo desnudo delante de Peeta, lo menos que deseaba era que su pareja viera lo que ella escondía debajo de la bata de baño, donde su piel aún dolía y su cuerpo le recordaba lo que ella intentaba ocultar, llorando silenciosamente sobre su cama.

 

Ambos habían pasado un momento de pareja muy normal, platicaron de todo y terminaron con cinco bandejas de pan, donde cada una tenía aproximadamente veinte panes, introduciendo dos de ellas en el horno de su cocina, pensándose que pasarían el resto del día horneando pan, lo que puso a pensar a Peeta, introduciéndose las manos en los bolsillos, percibiendo las llaves de la casa de Haymitch.

—Creo que usaré el horno de Haymitch. —Sacó las llaves de su bolsillo.

—¿Qué haces con las llaves de su casa? —preguntó Katniss extrañada.

—Haymitch salió de viajes, iba al Capitolio. —Katniss no podía creer que después de tanto tiempo aquel hombre tuviese las intenciones de pisar nuevamente el Capitolio—. Ayúdame, Kats —le pidió el joven Mellark, quien tomó una de las bandejas, mientras ella tomaba la otra, dejando la que quedaba sobre la mesa.

Entraron a la casa y Peeta se dispuso a encender el horno y precalentarlo, percatándose de que solo podían meter una de las bandejas, pues aquel horno era mucho más pequeño que el de su antigua casa.

—Dejaremos una bandeja aquí y le pediremos el favor a Hazelle de que nos preste su horno.

—Ve tú mientras yo me ocupo de estos. —Peeta asintió, él sabía de sobra que Katniss no quería ir a aquella casa y para él, era mejor así, era la excusa perfecta para ir a ver a Gale, del cual no supo nada más después de lo ocurrido.

Fue de vuelta a su casa en busca de la otra bandeja, tocando la puerta principal de la casa de los Hawthorne, siendo Posy quien la abriera, saludado al muchacho, quien intentaba maniobrar ambas bandejas.

—Hola Posy, ¿puedo pasar? —La niña asintió, apartándose de la puerta, soltando un aturdidor grito, llamando a su madre. La asustada mujer salió de su recamara, observando al joven Mellark enrumbándose hasta su cocina—. Hola Hazelle, necesito un favor. —Le explicó lo que pretendía hacer, siendo la sonriente mujer quien le ayudara con una de las bandejas, encendiendo rápidamente el horno, notificándole que podía usarlo cuando él quisiera—. Gracias. —Esperó a que el horno se precalentara, sentándose en uno de los taburetes.

—Me parece genial que quieras ayudar a esas personas, yo de vez en cuando le llevo cosas del huerto y presas que sé que se podrían dañar si se guardan por tanto tiempo, y como tenemos de sobra, pues no me incomoda dárselas.

—Imagino que a Gale sí le incomoda. —Hazelle arrugó el semblante ante aquel comentario.

—¿Por qué debería incomodarle? —Peeta pensó que había hablado demás, pero ya había abierto la boca, y era una completa estupidez no explicarle a la mujer a que venía dicho comentario.

Le explicó a la mujer lo que había ocurrido entre él y Gale y su molestia por querer hacerle el pan de gratis a aquella gente, lo que por supuesto dejó más que asombrada a Hazelle, quien no pudo creer el comportamiento de su hijo, observando como el joven introducía ambas bandejas en el horno.

—Pero Peeta, es imposible que él se moleste por eso… Si es él quien me pide que le regale las presas, incluso esta mañana fue el mismo Gale el que les llevara el resto del venado a Sae junto a la liebre que quedaba. —Aquello dejó pensativo a Peeta, imaginando que su rabia era hacia algo más y no ante lo que el chico pretendía hacer para ayudar a los ciudadanos del distrito doce, preguntándole rápidamente, dónde se encontraba Gale—. Está en su cuarto, no ha salido de allí desde que volvió de hablar contigo.

Peeta se le quedó mirando fijamente a Hazelle, imaginando que Gale le habría comentado a su madre lo ocurrido, pero si así era, ¿por qué ella no sabía lo de la realización del pan?... Su hijo le había comentado que había ido a hablar con él, pero no obstante se guardó para sí mismo lo que había ocurrido.

—Iré a verlo. —Ella asintió, dejando que el chico fuese en busca de su hijo, quien parecía estar actuando algo extraño, pero ella sabía de sobra que a Gale no le gustaba que se involucraran en sus asuntos, limitándose a preguntar más de la cuenta, esperando a que Peeta diera con el problema que mantenía incómodo a su muchacho.

Tocó la puerta pero nadie respondió, tocando dos veces más, esperando a que alguien respondiera pero nadie habló, probando si la cerradura de la puerta estaba con llave, la cual giró sin ningún problema, observando la amplia espalda de Gale, mientras este permaneció inerte sobre la cama.

—¡Gale!... ¿Puedo pasar? —Un sonoro sorbo por la nariz y el repentino respingón que dio el muchacho, le indicó que el joven soldado estaba llorando—. ¿Qué te ocurre? —preguntó Peeta algo temeroso, no solo de su reacción, sino también de su respuesta, imaginando que la intromisión a su cuarto lo cabrearía aún más.

—Nada… No me ocurre nada. —Se sentó a orillas del colchón, dándole como siempre la espalda a Peeta, quien cerró silenciosamente la puerta, colocándole cerrojo, acercándose lentamente hasta la cama.

—¿Qué te sucede, Gale?... Nadie llora por nada. —El aludido se limpió el rostro con las sábanas, aspirando nuevamente por la constipada nariz, recostándose una vez más sobre la cama—. ¿Aún estás molesto por lo de la tarde? —Gale negó con la cabeza.

—Eso ya pasó.

—¿Y entonces por qué lloras? —Gale quería gritarle que lo dejara en paz, que se fuera y que no siguiera preguntándole, pero por alguna extraña razón, él deseaba que Peeta le abrazara y lo contuviera, sintiendo miedo de aquel deseo, ya que lo que había ocurrido con Katniss, al parecer, no había causado mellas en los sentimientos encontrados hacia el joven Mellark, sintiéndose aún más miserable de lo que ya se sentía.

—Porque soy un completo estúpido. —Retomó aquel llanto, lo que hizo que Peeta se arrojara sobre la cama, abrazándole por detrás.

—Vamos Gale, me estás asustando. —El chico se dio la vuelta y correspondió aquel abrazo, lo deseaba, en verdad deseaba ser contenido y lo peor era que deseaba justo sus brazos, los de aquella persona a la que le había fallado y por el que estaba precisamente llorando.

—Solo abrázame, ¿quieres? —Peeta no dijo nada más, le abrazó, lo hizo tan fuerte, que los huesos de la espalda de Gale tronaron, pero aún así no le soltó, deseaba hacerlo sentir bien, y el haber escuchado de sus propios labios que deseaba ser contenido por él, le dio a Peeta un aliciente para hacerlo, pues él deseaba lo mismo, hacerle sentir mejor—. Soy un completo idiota. —Peeta no supo qué decir, ya que no sabía que lo tenía tan mal y simplemente se limitó a abrazarle y a acariciarle el cabello, deseando hacer más que eso.

—Supongo que lo eres, aunque no sé exactamente el motivo, pero cuando uno mismo se da cuenta de sus propios errores, es porque en realidad cometió una estupidez de la que se arrepiente y no te deja ser feliz. —Gale sonrió, aunque Peeta no se percató de ello, ya que el rostro del lloroso muchacho se encontraba escondido en el pecho del otro, quien no dejó de abrazarle como lo hacía.

—Peeta el elocuente. —El joven Mellark sonrió.

—Peeta el entrometido. —Ambos rieron y eso logró que el llanto de Gale cesara, alzando lentamente su rostro, encontrándose con el de Peeta, quien sonreía ampliamente.

—Temo perder tu amistad. —El chico negó con la cabeza.

—No vas a perder mi amistad, Gale… Pase lo que pase, no…

—No digas eso. —Se apartó de él—. No digas que jamás ocurrirá. —Tornó el rostro serio.

—Pero Gale… ¿A qué le temes? —El corazón del joven soldado se encogió, volviendo a sentirse miserable.

—Siento que lo he arruinado. —Se levantó de la cama, mirando hacia la ventana con los ojos húmedos ante las intensas ganas de llorar, pues no podía dejar de sentir culpa por lo que había hecho, y ni un millón de perdones iba a resarcir el daño y él lo sabía y temía por ello porque no quería perder aquello tan especial que había nacido entre él y el chico del pan del distrito doce.

—Sé que no me dirás que te tiene en ese estado, pero… —Se levantó de la cama, posándose a sus espaldas—. Quiero que sepas que yo siempre estaré para ti. —Gale se giró y le abrazó tan impetuosamente, que Peeta no supo cómo reaccionar, se quedó inerte frente a él, mientras el joven soldado le abrazaba con todas sus fuerzas, correspondiendo lentamente a aquel abrazo, donde su corazón hablaba por sí solo.

—Mañana volveré al distrito dos. —Aquello hizo que el corazón de Peeta, pasara de una fuerte taquicardia a una pausa compensatoria, deteniéndose por un segundo, volviendo a latir aunque con cierta dificultad.

—¿Mañana? —preguntó bajando los brazos, sintiendo como Gale le soltaba, observándole fijamente a los ojos.

—Lo siento, tengo cosas que hacer y Johanna me necesita. —Por supuesto aquello era mentira, Gale se había comunicado con Johanna por su comunicuff, exigiéndole que viniera por él mañana temprano, a lo que la chica por supuesto no respondió, pero Gale sabía de sobra que ella vendría por él o mandaría un aerodeslizador a buscarle.

—Entiendo —respondió Peeta con el semblante más triste que Gale le hubiese visto jamás, casi como el que tenía cuando fue seleccionado como tributo, lo que hizo que Gale volviera a abrazarle.

—No quiero que estés triste, voy a volver.

—¿Cuándo?

—No lo sé… —En verdad no lo sabía, y por una extraña razón temía que su estadía fuera del distrito se prologara más de la cuenta, Gale sentía que no debía volver al doce, no después de lo que había hecho, pero aquel entristecido rostro del joven Mellark era demasiado para él—. Pero intentaré que sea lo más rápido que se pueda.

Peeta se apartó de Gale y por unos instantes deseó besarle, deseó hacerle sentir lo mucho que lo extrañaría, pero el semblante de Gale, intentando olfatear el aire, le recordó lo que estaba haciendo.

—Los panes. —Intentó correr, pero Gale saltó casi olímpicamente la cama, mientras que el joven Mellark la hacía rodeado, interponiéndose en la puerta, mirando fijamente a Peeta, preguntándose a sí mismo, si después de lo ocurrido, seguiría sintiendo lo mismo por Peeta.

—Quiero llevarme algo de ti, conmigo. —Y dicho aquello, besó al rubio muchacho, quien no pudo creer que fuese el mismo Gale quien le estuviese besando, olvidándose por completo de los panes, abrazándose con fuerza del joven soldado.

Por supuesto aquello no fue buena idea, Gale sintió deseos de poseerlo, de introducir su lengua dentro de la boca de Peeta y hacerse uno con él, lo que ocasionó que se sintiera el doble de culpable, pues lo que había ocurrido con Katniss, no sirvió de nada para que Gale dejara de desear al chico como lo estaba haciendo.

—Adiós, Peeta —susurró muy cerca de los labios del chico, quien aún tenía los ojos cerrados, completamente tembloroso por aquel beso, abriéndolos ante la despedida.

—¿Adiós, Peeta? —preguntó él—. Querrás decir hasta pronto. —Gale asintió.

—Hasta pronto. —Le acarició el cabello, mientras el chico parecía no querer alejarse de Gale, el cual argumentó a su despedida—. ¿No te huele a pan quemado? —Peeta abrió grande los ojos, saliendo precipitadamente del cuarto de su amigo, quien soltó una carcajada, cerrando la puerta, recostándose nuevamente sobre la cama—. Espero sea un hasta pronto y no un hasta nunca. —Y dicho aquello, comenzó a llorar una vez más, donde aquel llanto no lograba limpiar sus culpas y su corazón, parecía estar en un torbellino de emociones encontradas que no lograba comprender y que no sabía sobrellevar.

 

A la mañana siguiente Peeta se había levantado a llevarle los panes a Sae la Grasienta, tal y como se lo había prometido, recordando mientras caminaba hacia el antiguo quemador, no solo lo que había ocurrido en la habitación de Gale, sino también lo que había visto en el programa televisivo que Haymitch le había propuesto ver, donde lo que presentaban eran parejas fuera de lo común, personas como Tigris, aquella mujer tigre que les había ayudado en la guerra contra el Capitolio, enamorada de hermanos gemelos, quienes parecían tenerla al mismo tiempo como su concubina, o a dos mujeres Avox, enamoradas la una de la otra, lo que al parecer era uno de los mayores entretenimientos del Capitolio.

“¿Por qué habrás querido que viera ese programa?”, se preguntó el chico mentalmente, como si Haymitch pudiese oír sus pensamientos a distancia. “No creo que hayamos sido tan evidentes… ¿O sí?”. Volvió a preguntarse a sí mismo, retomando nuevamente su andar. “No… claro que no”. Negó con la cabeza. “Son solo suposiciones mías”. Intentó no pensar en ello, pero el haber visto aquel programa, le dio que pensar, tratando de no darle importancia al asunto, aunque ya Haymitch había logrado sembrar la semilla de la duda en Peeta, quien supo después de aquel beso que Gale le había dado, lo que deseaba después de eso… tocarlo íntimamente, sintiendo vergüenza ante sus impúdicos pensamientos.

Entregó los panes, los cuales Sae agradeció con una amplia sonrisa y una enorme taza de hervido de pavo salvaje, lo que Peeta agradeció, engullendo diligentemente su comida, ya que después de eso quería ir a practicar el poner las trampas solo y ver si lograba que algo bueno quedase atrapado en ellas, deseando el pronto regreso de Gale, quien ya se había marchado, donde el muchacho imaginó que el capitán Hawthorne estaría en su ardua labor de líder de regimiento.

Pero no era así, Gale había llegado al distrito dos, dejando todas sus cosas a uno de los subalternos, preguntándole al soldado dónde se encontraba la oficial Mason, a lo que el desgarbado muchacho le notificó el lugar exacto donde la chica se hallaba, encaminándose a paso lento.

“Vas a matarme, lo sé”, pensó, adentrándose a dicho lugar, observando como Johanna sonreía, asintiendo a algo que Gale imaginó eran vagas elucubraciones suyas, donde los pícaros ojos de la chica se enfocaron en capitán, quien se posó frente a ella, la cual le dio una rápida mirada a algo o a alguien a sus espaldas, lo que por supuesto el joven soldado no le dio mayor importancia, soltándole rápidamente a Johanna.

—Lo he arruinado. —Ella dejó de sonreír, observando algo incrédula al capitán de su guarnición.

—¿De qué hablas? —preguntó algo extrañada, mirando nuevamente a sus espaldas.

—Rompí la primera regla… —La última palabra se le atragantó en la garganta, lo que le hizo detener su parloteo, retomándole con cierto desgano—… Y siento que no puedo repararlo. —Johanna mutó por completo su semblante, mirándole fijamente a los ojos, completamente pasmada.

—Explícate, Gale. —La voz de la joven sonó autoritaria, y aunque en otras circunstancias eso le hubiese acarreado problemas a la chica, ahora Gale se sentía tan mal que todos los reproches, insultos y malos tratos de parte de Johanna eran bienvenidos, si eso lograba mitigar su culpa.

—¿Cuál fue la primera regla de tu parte?

—Que no te fueses a acostar con la descerebra… —Johanna dejó de hablar, clavando sus fríos, culposos y reprochadores ojos sobre la integridad de Gale, quien bajó la mirada, al ver que la chica había acertado—. ¿Te has acostado con la estúpida de Katniss? —Gale no había terminado de asentir cuando un fuerte bofetón logró tambalearle y otro casi le hace caer al suelo—. Eres un maldito estúpido, bastardo, bueno para nada… ¿Cómo has podido hacerlo y venir a decírmelo en mi cara, pedazo de idiota?

Johanna estaba incontenible, su ira se volcó sobre Gale entre insultos y manotazos que terminaron por hacerlo caer al suelo, donde el joven soldado no hizo el más mínimo intento de defenderse de aquel ataque de rabia de parte de la oficial Mason, la cual, después de verle en el suelo, alzó el rostro para contemplar lo que había detrás de Gale, soltando en un tono enajenado.

—Te pedí que hablaras con él antes de cuestionar sus actos… —Gale alzó el rostro, percatándose de que no era con él con quien hablaba—. Pero ahora puedes matarlo si te da la gana, yo no haré nada para defenderlo. —Y dicho esto salió como alma que lleva al diablo de aquel lugar, mientras Gale no supo si voltear o seguir en la ignorancia de quien era la persona que había escuchado todo aquello, bajando nuevamente el rostro, justo cuando un par de zapatos blancos de vestir, se posaron frente a él, esperando a que la hombría del muchacho fuese mayor a su vergüenza y le dejara alzar el rostro.

Lentamente fue levantando la mirada, contemplando el pálido pantalón de gabardina, el cual hacía juego con los zapatos y la camisa color champagne que comenzó a vislumbrarse sobre un torso masculino, logrando que Gale quedara con la boca abierta al ver de quien se trataba.

—No voy a matarte, Gale —soltó Haymitch con el rostro serio y por demás molesto—. Pero más te vale que tengas una muy buena explicación para todo esto que ustedes se han estado tramando en contra de los ex–tributos del distrito doce, y sé de sobra que Katniss es capaz de acostarse contigo siendo pareja de Peeta. —Gale bajó nuevamente el rostro sintiéndose miserable—. Pero si hieres a Peeta, juro que me las vas a pagar. —El par de zapatos blancos se alejaron de él, mientras el chico simplemente se dejó caer sobre el polvoriento suelo de aquel lugar, pensando qué demonios iba a alegar a su favor, si todo le culpaba y le señalaba como el ser más miserable del mundo.


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