Su desdicha, se había convertido en esperanza.
Al igual que un invierno transformándose en primavera
Morir era la única salida. La nieve comenzaba a endurecerse a lo largo de todo el bosque, con gélidos vientos sobre todo el paisaje. Un día perfecto para morir.
¿En realidad lo deseaba?
El castaño estaba a su lado, su rostro cansado, y con ojeras. Lo miraba triste. Y el albino observaba incrédulo, la extraña expresión del rey. No obstante, allí estaba. Sentado y tomándolo de la mano, intentando calentarla. Por única casualidad, deseaba ese contacto.
-Estarás bien.- No lo estaría. Pero agradecía que ese afecto estuviese hasta el final. Sus ojos sin brillo, su palidez grisácea, de ultratumba, pero la belleza intacta.
-Ella es feliz contigo, lo unico que tiene que importarte, es hacerla feliz ¿Recuerdas?- la voz salió vacía y sin melodía, pero sorprendentemente limpia.
Kaname lo miro angustioso, la mano sostenida la intercambio por la otra, para acariciar su mejilla. Zero sonrió, una sonrisa verdadera, sin falsedad.
-¿Vas a llorar?- Lo miro.- ¿Kaname?
-Nadie es lo suficientemente fuerte. Ni siquiera yo.- las lágrimas se deslizaron por las mejillas.- Ahora lo sé.
-…Siempre lo has sabido, Kuran. O por lo menos yo siempre lo supe.
-Estábamos equivocados.
-Si. Y mi arrepentimiento no servirá de nada.- tosió.
La luz del ventanal era hermosa. Blanca, pura como el chico, Kaname podía escuchar el corazón, latiendo menos, pero con valentía, reuniendo fuerzas con cada palpitar, con cada punzada de vida. La sangre deteniéndose. Sentía el tiempo congelado, ya no había aire, todo abordaba a la nada, excepto el peli blanco que no dejaba de admirar su rostro abierto, sin seriedad, ni poder.
Un atisbo humano, simple e imperfecto.
-Aun no es muy tarde para decírtelo.-
Zero admiro cansado como el mayor se inclinaba, hacia él. Añoraba poder sonrojarse, sorprenderse. Ya no tenía fuerzas para nada. Pensó en su odio, despidiéndose mientras sentía los cálidos labios posándose en los suyos, correspondiendo. Con movimientos lentos y suaves, sin prisa. Quería que ese último beso tuviese todo el significado.
El puro dejo sus labios y acaricio con ellos la frente, plantando otro beso. Después volvió a sentarse en la silla. El borgoña de sus ojos se opacó, y una última lágrima se deslizo victoriosa por su rostro.
-Te amo.- su voz sonó contenta, disfrutando el sabor de las palabras.
-Yo también, tonta sanguijuela.- Dijo Zero, riéndose. Sus parpados comenzando a cerrarse. Su mano alcanzó, con mucho esfuerzo la mejilla del otro, mientras respiraba entrecortadamente.
No esperaba que lo extrañaran, pero su corazón le prometía cosas diferentes. La piel del mayor era cálida. Todo en él ahora era cálido, aún más que la despedida eterna.
El sangre pura no dejaba de verse aterrado, y preocupado acarició otra vez la mejilla y el rostro del vampiro se tornó tranquilo. Ambos asintieron al mismo tiempo.
-Adiós, Kaname.- sonrió por última vez.
-Adiós Zero.-
Al final, la nieve volvía a caer.