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Hasta el final por HakudiNN

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Notas del capitulo:

Hola!!! Familia cibernética!! Quiero que sepan que estoy muy agradecida por sus amables rr y el contador de lecturas que sigue creciendo! De verdad gracias!!!!

Vengo a dejarles una continuación larga con un poco de acción por aquí y allá!!!

A leer :D

--¡Es lo que querías!

--Tú…yo...

--¡Hice que ese museo fuera tuyo! Es tuyo…tu arte—lo sujetó con fuerza por los hombros, enterrando los dedos con fuerza para mantenerlo inmóvil. Los tintineantes ojos azules lo contemplaron fijamente como única respuesta--¡¿Por qué no dices nada?!

--¿Qué…?

--¡Di algo maldita sea!—lo arrojó con fuerza contra el muro, deshaciéndose del muchacho con facilidad. Lo oyó perder el aliento pero era lo de menos en ese instante--¡Agradécelo de una buena maldita vez!—vociferó, harto del silencio y los temblores esporádicos que sacudían a Deidara de pies a cabeza, de la forma con la que su espalda resbaló por la pared hasta quedar sentado sobre el piso. Hubiese querido levantarlo en ese instante pero se abstuvo al contemplarlo mejor: sus brillantes cabellos rubios estaban ahora tiznados de ceniza, su propio rostro enrojecido debido a la cercanía con el fuego, las ropas sucias…y a pesar de eso lo único que veía en su mirada era miedo. Un profundo pánico.

--Tenemos que irnos de aquí, Yahiko—intervino Konan tras un momento de silencio, suplicando lo mismo por enésima ocasión. Le dirigió una mirada ansiosa al chico rubio antes de hacer amago de acercarse—Yahiko…

--¿Mi arte?--balbuceó Deidara poniéndose de pie lentamente, sentía la humedad bajar desde su cabeza, el hilillo se sangre recorría su sien hasta la mejilla.

--¡Yahiko!—insistió Konan--¡Vámonos!

--¡Lo hice por ti!—replicó, furioso.

--Yahiko, Madara enviará a sus hombres…O peor, lo enviará a él—gimió, desesperada—Vámonos.

--Eres un asesino…--alcanzó a musitar el rubio.  Los ojos ambarinos de Konan se abrieron de golpe dirigiéndose hasta Pain.

--Yahiko…no lo dice en serio. Vámonos.

--Un asesino…--soltó una carcajada cruel--¡El arte es una explosión! ¿No es eso lo que siempre estás predicando, Deidara?—el interpelado dio un respingo.

--Yahiko, por favor…—Konan alzó la mano trémulamente hacia el hombre.

--Entonces ambos somos asesinos, Deidara—agregó alcanzando uno de los cuchillos del taco de madera—Ahora nos une el mismo dolor.

 

Se llevó ambas manos a la cabeza, sujetándose los costados con fuerza mientras los gritos seguían resonando en sus recuerdos. Nunca había recordado tan nítidamente como esta noche. El olor del fuego nunca había sido tan penetrante en sus fosas nasales ni el humo tan asfixiante, tampoco las palabras tan dolorosas ni el ardor en sus palmas tan real.

Al mirarlas de nuevo supo que seguía en la realidad, no se había deshecho de la pesadilla porque en esta ocasión estaba despierto. No había fantasía de la que alejarse con el alba ni forma de escapar a su desmoronada valentía.

Contemplaba las cicatrices queloides en sus palmas y revivía el tacto filoso del cuchillo al deslizarse por su piel, el pánico y el firme agarre de Pain mientras lo arrastraba hacia el exterior.

Reconocía las gotas calientes desprenderse de sus ojos, lágrimas de impotencia y frustración, de desdén y odio a sí mismo por estar asustado. Ver a Pain luego de tres años había desbalanceado su concepción de coraje y orgullo, había pensado que no tenía por qué preocuparse. Nunca había estado tan equivocado.

Sus devastadores ojos grises lo congelaron en su sitio pese a que su instinto de supervivencia le gritaba que corriera hasta desaparecer. Pain no se había acercado, solamente lo miró desde el fondo de las escaleras y, sin ninguna mueca de por medio, señal o palabra, se alejó por el oscuro túnel del subterráneo.

Por un fútil instante Deidara creyó que se lo había imaginado todo, pero no, Pain estaba ahí, de vuelta y con todas las intenciones de vengarse, seguramente.

Soltó un bufido desesperado en cuanto sus ojos azules se encontraron con la caja, forrada con un curioso papel negro con nubes rojas, quiso patearla. En cuanto la vio supo que Yahiko era real. Por completo.

El contenido no lo abrumó tanto como lo que implicaba encontrar el inesperado regalo en la puerta del departamento de Sasori: Pain sabía dónde vivía.

Jugó entre los dedos con el anillo de plata, repasando los reflejos azules que creaban en medio de la oscuridad.

--Dragón…--musitó, cerrando los ojos.

 

--¿Qué es esto, hum?—inquirió mientras enarcaba una ceja. Sujetó con dos dedos el llamativo anillo, analizándolo desde varios ángulos.

--Un regalo—contestó Pain enderezándose sobre la cama al tiempo que le arrebataba el anillo y se lo ponía en el índice derecho—Tú me diste un dragón también.

--Ah, eso…--murmuró sonriendo al mirar como lucía el arillo en su mano. Le gustaba el color azul—No me dejaste explotarlo, hum.

Pain entrelazó los dedos con los del muchacho rubio, acercándose gatunamente hasta su rostro.

--Sobre eso…tengo algo mucho mejor para ti que unos fuegos artificiales—ronroneó contra sus labios.

--No son solo…

La mano de Pain subió hasta su cuello, empujándolo con brusquedad contra la cama, acallando cualquier réplica con sus labios.

 

Apretó la sortija con el puño, resistiendo las ganas por arrojarlo lejos.

Y en ese instante, lo único que Deidara deseó sinceramente fue tener a Itachi Uchiha enfrente de él, curioso, porque acababa de llenar todos los registros de transferencia de la universidad.

**

--¿Tres años separados o que casarte con una mujer?—inquirió pendiente de la reacción en el rostro de su novio.

--¿Qué clase de pregunta es esa, dobe?—enarcó una ceja oscura mientras le dirigía una mirada irritada al rubio que recostaba la nuca contra sus piernas.

--Tienes que elegir una respuesta´ttebayo—recordó haciendo un mohín.

--No pongas esa cara, Naruto.

--¿Cómo quieres que me ponga? Has cuestionado cada pregunta que te hago—refunfuñó, cruzándose de brazos.

Sasuke torció los ojos con fastidio ante el arranque de dramatismo de su novio, alzó el mando del televisor (robado del salón de la casa hasta su habitación) y puso la pausa a la película que Naruto no se había molestado ni en mirar una sola vez. Cuando el rubio comenzaba su estúpido juego de preguntas y respuestas, nada podía detenerlo. Gracias al interrogatorio él tampoco estaba enterado de porqué el espía ahora era el malo.

--Me has preguntado si prefiero que me mientan toda la vida o que me digan la verdad aunque me duela—replicó—Y ahora esto.

--¿Qué…qué tiene de malo?—balbuceó rápidamente con un ligero ataque de pánico en la mirada.

--Normalmente haces preguntas sobre el sabor de chicle que prefiero, usuratonkachi.

Naruto se mordió los labios viendo su plan frustrado, iba a decir algo más, posiblemente muy estúpido, cuando oyó a Sasuke suspirar cansinamente.

--Tres años separados.

--¿Eh?

--Que prefiero estar tres años separados a casarme con una mujer, dobe—gruñó, exasperado por la falta de seso del otro--¿De dónde sacas que me gustaría compartir mi vida con una escandalosa mujer?

--Bueno…si estuvieras con una mujer podrías seguir viéndome y estando separados…

Sasuke lo tomó por el cuello de la playera del pijama y lo alzó para acercarlo a su rostro, al instante las mejillas de su novio se tiñeron rojizas.

--¿Aceptarías ser el amante, perdedor?—ronroneó esbozando media sonrisa autosuficiente.

--¡Yo no dije eso´ttebayo!—intentó defenderse aunque el rubor en su rostro se acrecentó. Su novio ensanchó el gesto socarrón antes de volver a hablar.

--¿Entonces que dijiste, dobe?—rozó sus labios, oyendo el suspiro agitado que escapó de la garganta del rubio.

--Pues..yo… de veras…

El Uchiha estampó sus labios contra los tartamudeos nerviosos de Naruto, robándole el oxígeno. El rubio separó los labios de inmediato, saboreando la lengua húmeda de Sasuke recorrer cada rincón de su boca; apoyó las palmas sobre el lecho para incorporar el torso por completo, empujando la espalda de Sasuke contra la cabecera. Dio un respingo cuando los dientes del moreno tiraron de su labio inferior, invadiendo con mayor demanda después.

Naruto se removió sobre la cama, pasando las piernas sobre el regazo de Sasuke, pegando las rodillas a la cadera del muchacho y sentándose cómodamente sobre sus muslos. Sasuke gruñó complacido, enrollando los brazos entorno a la cintura del rubio, atrayéndolo hacia su pecho.

Al instante en que un gemido ahogado escapó de su garganta, Naruto se colgó del cuello del Uchiha, respirando su mismo aire. Las palmas de su novio crearon un camino firme sobre su piel por debajo de la ropa.

Naruto suspiró separándose, chocando sus frentes por una milésima de segundo antes de dirigir sus labios hasta el cuello de Sasuke, besándolo cadenciosamente, dejando una estela húmeda conforme se acercaba al tatuaje del muchacho.

Sasuke gruñó mordiéndose los labios, percibiendo el cosquilleo que detonaba pequeñas hondas eléctricas por su organismo en dirección a su abdomen. Percibía la incipiente erección de Naruto debajo de los pants de deporte y quiso arrancárselos de una vez.

La vibración, poco conveniente, estalló dentro de sus pantalones y muy tarde Sasuke descubrió que era su móvil. Lo rebuscó en el bolsillo a tientas.

--Teme…--advirtió Naruto mordiendo el justo exacto entre las tres aspas negras, provocando un estremecimiento de urgencia en Sasuke.

Cuando al fin extrajo el aparato, le echó una ojeada con los orbes negros.

Suigestu, decía en la pantalla. Colgó la llamada y dejó botado sobre la cama el móvil.

Acto seguido, rodeó la espalda de Naruto de nuevo, impulsándose sobre el colchón para cambiar las posiciones, estampando la espalda del rubio contra la cama y subiéndose sobre él. Lamió la silueta de su cuello bronceado, maravillado por el sabor, y fue bajando por la base de la garganta mientras introducía una palma debajo de la playera, levantándosela.

El rubio se estremeció ahogando un gemido de expectación, enredando los dedos en los mechones brunos; el hormigueo explotó debajo de su piel cuando la palma de Sasuke fue sustituida por su húmeda lengua, cuyo camino iba dejando una estela caliente a su paso por su estómago. Mientras Sasuke rodeaba con la punta de la lengua su ombligo, Naruto se aventuró a abrir los ojos: él lo miraba también.

La sangre llenó sus mejillas ante la imagen de Sasuke aferrando con los dientes el borde elástico de sus pantalones de deporte, tembló cuando comenzó a descenderlos por sus piernas y de pronto, se acordó que no dormía con ropa interior.

El gesto de divertida soberbia en el rostro pálido del Uchiha se ensanchó al dejar al descubierto la erección palpitante de Naruto, quien, con un gimoteo se estremeció al sentir el ambiente frio rozar la delicada piel. Sin embargo, el estremecimiento se intensificó cuando la cavidad caliente de Sasuke rodeó su miembro, comenzando a succionar casi al instante.

Los dedos se aferraron al cabello desarreglado del Uchiha, guiando sutilmente el vaivén tortuoso en su sexo, temblando cuando a Sasuke se le ocurría presionar los labios con más fuerza o enfocarse en la cabecilla, masajeándola con la lengua.

--Sasuke…--alcanzó a murmurar Naruto apenas con aire. El interpelado sonrió de lado sin apartar los ojos de la expresión gozosa del rubio, sus labios húmedos que lo invitaban a alcanzarlos.

El brillo de su móvil captó su atención por un momento: otra llamada entrante aunque seguro de Suigestsu.

Con un repentino acceso de urgencia, el muchacho succionó con firmeza el glande mientras masajeaba de arriba a abajo el sexo de su novio. No pasó mucho hasta que las piernas de Naruto se tensaron justo antes de gemir sonoramente y venirse en su boca.

Sasuke se apartó a tiempo y la seminal se regó en el cuerpo del rubio, aunque éste estaba más ocupado en controlar su respiración.

Naruto estaba por abrir los ojos cuando sintió el peso del Uchiha de nuevo sobre su cuerpo y su boca besarle con frenesí, correspondió en medio de sus gimoteos acelerados y tembló bajo su mano cuando la palma del muchacho rozó apenas su sensible piel.

Se colgó a la nuca de Sasuke, alzando los hombros de la cama todavía sin mirarlo, sumergido en el mar de sensaciones que ofrecía la oscuridad.

--Te…amo—alcanzó a balbucir entre beso y beso. Sasuke experimentó una explosión de ansiedad en el cuerpo, resultado de la excitación que le provocaban esas dos palabras.

No era la primera vez que las escuchaba (mucho menos durante el sexo), pero no evitaba que siguiera emocionándose cuando Naruto las decía.

Elevó una palma por su torso hasta el cuello, sosteniéndolo para que le resultase más fácil empotrarle el pecho contra las sábanas revueltas.

Naruto ahogó un gemido, al sentirse atrapado la excitación revoloteó en su sistema de nuevo con una fuerza increíble pese a su orgasmo anterior. Las palmas de Sasuke se acomodaron sobre sus omóplatos, embarrándose por sus brazos hasta las muñecas, rodeándolas con los dedos. Lo obligó a elevar ambas manos por encima de la cabeza y sustituyó el agarre por un solo grillete hecho con su mano izquierda.

Naruto contuvo la respiración al reconocer lo que vendría luego, elevó la cadera ligeramente en el instante en que la punta de la dura extensión chocó contra su entrada. Se mordió el labio con fuerza, expectante, arrugó las sábanas con las manos y trató de relajar su cuerpo.

La ansiedad había regresado a alojarse en su hombría, latiendo en su torrente sanguíneo, llenándola de nuevo en medio de su abdomen y la suave cobija.

--Dobe…--gruñó Sasuke, dirigiéndose dentro con la mano libre, apoyando las rodillas en la cama, separando los muslos del rubio.

El tono ronco hizo estremecer a Naruto.

--Dilo…de nuevo…--comenzó a empujar suavemente, oyendo la respiración de su novio tornarse en hiperventilación.

--Te…amo…--apenas logró articular la última palabra antes de que el miembro de Sasuke lo invadiera de una sola estocada; se tensó de inmediato, luchando contra las punzadas de dolor que se extendieron como telaraña por sus piernas.

Oyó el gemido placentero del Uchiha y fue suficiente para que Naruto se olvidara de la incomodidad. Sasuke comenzó las embestidas a un ritmo acelerado desde el inicio, perdiendo la noción de sus pensamientos y su mente que con cada segundo se nublaba más.

Agachó el torno apoyando la frente sobre la sien de su novio mientras se golpeaba contra su cuerpo, embarrándole el cuerpo contra su propia erección.

El rubio jadeó cuando el labio le dolió de tanto mordérselo, la playera se le pagaba a su húmeda espalda y la sensación desagradable por ese hecho se vio opacada por la fuerza ascendente de los hormigueos desatados desde su cadera, subiendo por el abdomen hasta expandirse por todo su cuerpo.

Oía los gruñidos complacidos de Sasuke en compás con su respiración y la fuerza imprimida en cada firme estocada, acelerando el ritmo.

Sasuke elevó su mano libre hasta el mentón de Naruto, rodeándolo para atraerlo hacia su boca, mientras entrelazaba los dedos de la otra mano con los de su novio, cuyo agarre fue firme y ardiente.

No logró besarlo debido a los jadeos que se estrellaban contra sus bocas. La fricción causó un segundo orgasmo en Naruto, quien tembló debajo del peso del Uchiha mientras éste se enterraba en su cuerpo.

Tras un par de estocadas, Sasuke se dejó ir, sintiendo el éxtasis recorrer cada poro de su cuerpo, dejado su mente sumergida en una densa bruma de placer que hizo explotar su cuerpo con un gruñido complacido.

Naruto sintió vibrar el cuerpo del Uchiha y al instante, la semilla caliente derramarse en su interior.

Transcurrió un momento mientras ambos recuperaban el ritmo de respiración normal; mientras lo hacían, Sasuke salió de Naruto con cuidado, dejándose caer sobre el lecho.

--Teme…--masculló Naruto entre jadeos. Le respondió con un monosílabo—Deberías llamar de vuelta’ttebayo.

--¿Qué?—alcanzó el móvil que había quedado debajo de él y miró la pantalla. Cinco llamadas perdidas, frunció el entrecejo con fastidio sin abrir el historial, sabía que era Suigetsu.

--Tal vez sea tu mamá.

--No tengo que reportarme como tú con Kushina.

--Cállate, teme—se rio, acercándose hasta el pecho de Sasuke, acomodándose encima—Te amo.

El Uchiha se dejó hacer cuando los brazos de Naruto le rodearon el torso, soltó el móvil a un lado y se dedicó a mirar la pantalla de la película pausada.

No sentía real interés por enterarse del final, mas bien por saber qué coño quería Suigetsu ahora. Pero no se levantó, en su lugar, cerró los ojos tranquilamente mientras su corazón se alejaba de la taquicardia y solo cuando estuvo seguro de oír los balbuceos de Naruto al quedar dormido, se atrevió a decirlo.

--Usuratonkachi…también yo.

**

Itachi permaneció mirando el móvil, acariciando la pantalla sin llegar a escribir realmente nada. De pronto las palabras se le escapaban aunque seguramente era normal en él, que de por sí, no acostumbraba a ser muy hablador.

La cama se bamboleó bruscamente cuando Shisui se dejó caer sobre ella, frente a los tobillos cruzados de Itachi, lo tomó por las mejillas y le levantó el rostro.

--¿Qué ocurre?

--Estaba asegurándome que tus pupilas no estuvieran resentidas—murmuró en respuesta, mirándolo fijamente.

--Shisui—sonrió apenado, apartándose sutilmente.

--Llevas viendo ese teléfono al menos diez minutos, cara de comadreja—replicó con un despreocupado encogimiento de hombros--¿Qué se supone que deba pensar con eso?

Itachi ya no respondió, volvió a mirar el contacto de Deidara y resopló suavemente, dejando el teléfono de lado por fin.

--Ya es tarde—y le dolía la cabeza, ¿cómo no?

--Llámalo—dijo de pronto, deshaciendo la posición de su primo e hincándose en medio de sus piernas.

--¿Llamar?

--Al tío Madara—ironizó--A tu novio rubio—exclamó, apoyando ambas manos a los costados de su cadera, sobre la cama.

Itachi se encogió ligeramente ante la cercanía, inquieto. De pronto no le pareció precisamente correcta la pose en la que estaban. Cualquiera diría que estaban a punto de besarse…Y ni recordar la mirada del tío Kagami cuando los encontró así en casa de Shisui hacía seis años.

--Deidara no es mi novio—musitó llevándose una mano al ojo derecho, tallándoselo inconscientemente ante el repentino ardor en la pupila.

--Pues lo besaste una vez…--dijo como quien no quiere la cosa.

--Dos.

Los ojos rojos de Shisui se abrieron un momento, luego le sonrió. Iba a agregar algo más cuando vio a su primo inclinar la cabeza ligeramente al frente, llevándose ambas manos a la cara, presionando con fuerza sus ojos al tiempo que tosía fuertemente.

--Itachi…--musitó alzándole el mentón con intención de revisarlo, el interpelado apartó el rostro sin poder detener el acceso de tos que desgarraba su garganta hasta dejarle ese desagradable sabor metálico. Intentó ponerse de pie mas sus piernas se aflojaron ante lo que de pronto pareció ser un enorme esfuerzo y volvió a quedar sentado, Shisui lo sujetó contra el cuerpo para sostenerlo mientras Itachi recobraba el control de su respiración.

--Comadreja…--musitó una vez que los hombros dejaron de convulsionarse—Mírame.

Itachi se apartó levemente del pecho de su primo, sintiéndose repentinamente apenado.

--Itachi—llamó más severo—Mírame—volvió a tomarlo por el mentón y le alzó el rostro. Las pupilas rojas parecían responder todavía, aunque el globo ocular estaba irritado.

Oír la forzada garganta al trabajar le provocó a Shisui una regresión significativa a aquella noche en que Itachi necesitó de él más que otras veces; contemplar el gesto ojeroso y apenado de su primo le inspiraba tanto deseo por reconfortarlo que estuvo a punto de besarlo de nuevo.

--Todo estará bien—murmuró luego de un momento, soltándolo lentamente—Te traeré té—musitó al ponerse de pie antes de cometer otra imprudencia.

Itachi no respondió, permaneció con los ojos fijos en la nada, su primo quiso preguntarle en qué (o quién) pensaba, pero se abstuvo, en lugar de eso intentó cambiar el tema.

--El tío Madara vendrá de visita ¿sabías?

**

--¡Vuelve aquí, tarado!—gruñó Hidan caminado trotando desde el punto donde Sasori lo había golpeado en el estómago para que le dejara seguir andando.

El sonido de sus botas contra la acera era poderosamente audible al estar los dos solos en la oscura calle, ni siquiera estaba seguro de qué hora era aunque presumía que debían pasar ya de las cinco de la mañana (tomando en cuenta que él salía del bar a las cuatro).

--Idiota—insultó por lo bajo mientras seguía el elegante caminar de Sasori en medio de la banqueta. El vaho escapaba de su boca al hablar y tenía frío, de pronto su chamarra no era lo suficientemente abrigadora aunque esta vez se la hubiera abrochado como era debido.

O tal vez fuera que seguía caliente y hubiese querido llevar ese faje en la oscuridad de la bodega al siguiente nivel; tenía a Sasori contra la pared, presionando su entrepierna con su rodilla cuando recibió el enésimo mensaje de la rubia neurótica.

El pelirrojo había resoplado con frustración, apartándolo de golpe y mirando su móvil, inmune a las caricias bruscas de Hidan contra su cintura; luego, sin una palabra de por medio-y con un gesto bastante irritado-se echó a andar hacia la luz del bar.

El albino permaneció en su sitio unos minutos sin acabar de comprender por qué el renacuajo taheño llegó media hora antes de su salida, lo obligaba a dejar su puesto de trabajo a cambio de cubrir un turno en su día de descanso, y luego, sin más, lo dejaba a medio asunto.

¡La tenía dura cuando salió a la calle tras el!

Vio a Sasori detenerse frente a su edificio y cruzar el portón, el albino se apresuró a seguirlo, antes de cruzar la puerta tuvo que apartarse para no estrellarse contra otro sujeto que venía saliendo.

--¡Oye, fíjate imbécil!—gruñó recobrando el equilibro. El tipo siguió de largo hacia la noche, acomodándose la bufanda verde debajo de los cabellos negros.

Sasori afiló la mirada mientras lo veía desaparecer calle arriba, aunque apenas pudo ver su rostro fue suficiente para darse cuenta que no recordaba haberlo visto antes en el edificio.

Torció los ojos cuando Hidan volvió a pedirle una explicación y se echó a andar escaleras arriba.

“Necesito hablar contigo”.

“Sasori esto es serio”.

“Contéstame, marionetista de cuarta”.

“Necesito hablarte”.

Esos mensajes y varias llamadas fueron suficientes para que el pelirrojo volviera sus pasos hasta su departamento.

--¡Oye, marioneta estoy hablándote!

--Va contra mis principios hacer esperar a la gente—replicó sin volverse, subiendo con calma por las escaleras hasta el corredor indicado.

Hidan se enfurruñó mientras Sasori ingresaba a su departamento, cerrándole la puerta en la cara antes de que pudiera seguirle.

--Oye, oye… ¿en serio?—resopló contra la madera.

 

Adentro toda la pieza estaba sumergida en oscuridad, el pelirrojo sopesó la idea de que Deidara hubiese hecho alguna tontería infantil para luego irse a dormir. Recorrió el salón reparando en la caja de regalo abierta sobre la mesa y de ahí siguió hasta el dormitorio. Si su teoría era acertada, el rubio escandaloso dormiría en el pasillo.

En cuanto cruzó la puerta se detuvo abruptamente, Deidara daba vueltas a lo largo del cuarto, refunfuñaba con el móvil pegado a la oreja.

--¿Qué es tan…?

--¡No me responde!—gruñó el rubio, interrumpiéndolo y lanzando el aparato contra la cama. Resopló de nuevo antes de recuperar el celular e intentar establecer comunicación otra vez.

--¿Por qué me hiciste venir, Deidara?

El interpelado se frenó en seco, respiraba erráticamente y parecía estar al borde de un colapso nervioso; Sasori enarcó una ceja al tiempo que se acercaba.

--Te hice una pregunta, Deidara—aunque intentó sonar amable, el tono que logró no fue distinto al de la amenaza.

El muchacho farfulló algo que ni siquiera con esa cercanía el pelirrojo fue capaz de entender.

--Deja de comportarte como un niño. Habla claro.

--Konan no responde—dijo, esta vez con más fuerza.

Sasori fijo los ojos pardos en el celular que Deidara sostenía firmemente contra el oído, suspiró fastidiado y se lo arrebató de un solo movimiento. Los orbes azules lo miraron con ansiedad y de inmediato quiso recuperarlo, sin embargo, el taheño dio un par de pasos atrás hasta el muro, cruzó los brazos y mantuvo el aparato lejos del alcance de su amigo.

--¿Qué mierda sucede contigo, Deidara?—exigió—Y no me hagas esperar, dilo de una vez—agregó en cuanto notó la evidente duda en el blondo.

Deidara apretó los labios, escondiendo el rostro detrás de la pantalla de cabello; había solicitado la presencia de Sasori desde hacía dos horas y el que ahora estuviera inseguro sobre contarle, era tonto.

Por toda explicación, le extendió el anillo. El otro le dedicó una sola mirada desinteresada sin cambiar el gesto fastidiado.

--La respuesta es no.

--¿Eh?

--No quiero esa porquería que tienes ahí.

--No—apretó la sortija—Pain me lo envió, uhn.

--Te envió notas.

--Lo envió aquí.

Sasori pareció comprender entonces, resopló y le extendió de vuelta el móvil.

--Así que te encontró de nuevo.

--Se cansó de esperar—murmuró mientras aceptaba el aparato. El pelirrojo entornó la mirada—Hoy lo vi, uhn. Él me…vio.

El muchacho contempló a Deidara apretar el celular con ambas manos, temblando de la fuerza con la que lo sujetaba. Gruñó al descubrir que no tenía ninguna palabra que pudiera decirle, su léxico era gigantesco cuando ofenderlo se trataba, empero, ahí, mirándolo decaído y a punto de estallar en ansiedad, Sasori no tenía ni la más mínima idea de qué podría decirle. Nunca había sido bueno-ni de lejos-demostrando solidaridad o respeto por las sensaciones humanas; de hecho, desde la desaparición de sus padres, la vida humana se había convertido en un tema irrelevante, casi fastidioso, que le hacía creer que no le tenía ya ningún tipo de consideración.

Y, sin embargo, estaba de pie contra el muro, mordiéndose el labio mientras se devanaba los sesos buscando algo que decirle a Deidara. Estaba de más preguntarle si estaba seguro, puesto que el rubio solía ser tan voluble con sus reacciones que hacerlo, le iba a costar un buen rato de gritos insoportables.

--¿Tienes el plan que te dije?—exclamó al fin, vencido por su propia ineptitud para siquiera decirle que todo estaría bien (lo cual por cierto sería una mentira).

Para su enorme sorpresa, Deidara asintió acercándose hasta el lecho, dejándose caer en el borde; Sasori se acercó luego, mirando desde su altura los registros de transferencia.

--Nagato se encargará de que tenga una beca. Ya le he hablado y…Konan todavía no responde, uhn.

El corazón se le anudó al escuchar el brillante plan de Deidara: se iría. El pelirrojo alzó la mano acercándola hacia los cabellos blondos pero no alcanzó a tocar. Descubrió que no quería que se fuera.

Gruñó para sus adentros, conocía la historia con lujo de detalles tanto como el rubio escuchó la suya, sin embargo, el que el chico estuviere reaccionando de esa forma-cobarde-le daba una perspectiva más realista del asunto. Pain debía ser como lo describió, tal vez incluso peor.

--Te irás ¿eh?—espetó, Deidara frunció los labios en una mueca que revelaba que tampoco estaba feliz con la idea—Vas a huir de él.

El gesto ceñudo se acentuó, ahora cerraba las manos con tanta fuerza que sus nudillos emblanquecieron. Transcurrió un instante en silencio mientras Sasori seguía en su debate interno, por fin, hizo a un lado al rubio para sentarse también, separando sus dedos con brusquedad.

--Sasori…--calló en cuanto su amigo depositó su propio móvil.

--Tal vez es a tu número el que no quiere responder—exclamó poniéndose de pie.

Deidara contempló el aparato, inconscientemente sonrió.

--Gracias, uhn.

--Cállate. No tardaré—abrió la puerta del dormitorio.

--¿A dónde vas?

--Quedarte en mi departamento no es conveniente, idiota. Piensa un poco—respondió sin volverse, luego, con la mano todavía en la perilla de la puerta se detuvo--¿Cómo es Pain?

--¿Eh?

--¿Ojos rojos y cabello negro?—insistió, irritado por la estupidez de su amigo.

--No ¿Por qué?—frunció el ceño, esa descripción iba más con el bastardo Uchiha, pensar en él en aquellos instantes solamente lograba hacerlo sentir peor por lo que haría, por su escape y sobre todo, se arrepentía de haber decidido si quiera.

Sasori salió sin decir más.

Recorrió sus pasos de vuelta hacia el salón, percibiendo cada vez con más fuerza los golpes contra su puerta, acompañados por gritos e insultos hacia su persona; con gesto fastidiado, le abrió la puerta a Hidan.

--Creí haber sido claro—dijo. Los ojos amatista lo atravesaron—Entra.

Al instante el gesto del albino se hizo desconfiado aunque obedeció, tal vez podrían continuar lo que iniciaron en el bar.

--Hay algo que tienes que hacer por mí.

--A ver si entendí, idiota. Me calientas y me dejas botado afuera de tu casa y ahora me pides algo—enarcó una ceja.

--Ah, sí entiendes—esbozó media sonrisa soberbia. Hidan puso mala cara de inmediato.

--¿Cómo vas a pagarme?

Sasori rebuscó en el bolsillo del abrigo, que no se había quitado, y le entregó una llave.

--¿Qué es esto?

--No me fastidies tan seguido—lo sujetó por la solapa y lo remolcó hacia el pasillo que conducía al dormitorio.

**

Colgó la llamada sin atender siquiera, convencida de que en las circunstancias en las que se encontraban, contestarle a un remitente desconocido era igual a hablar de nuevo con Deidara. El imbécil había estado llamándola con demasiada insistencia pero Konan se negó a atenderlo al no encontrar un momento en el cual se sintiese lo suficientemente segura.

La sensación de estar siendo observada la abrumaba con cada paso que daba. Una parte de ella se complació al imaginar que el pueril rubio quisiere decirle que tenía listas las maletas, empero, seguía el asunto de las notas recibidas y ello implicaba que Deidara formaba parte de la estrategia de alguien más y que si ahora volvía a hablarle, seguro iban a atar cabos hasta Yahiko.

Debía entregarle la contraseña a Madara y alejar al rubio.

Un nuevo timbrazo de su teléfono celular la arrebató de su ensimismamiento; le echó una mirada y tras cerciorarse de estar sola en medio del pasillo, respondió.

--Mi ángel—escuchó del otro lado de la línea.

--Nagato…--susurró, apretando el aparato—Dime si tú la sabes—lo interrumpió en algo que había comenzado a decir—Dime si Yahiko te la dijo alguna vez—estaba segura que no tenía que entrar en detalles con él, Nagato sabría exactamente de lo que hablaba.

--¿Konan? ¿Estás bien?—lo oyó dudar. La mujer hubiese querido gritarle ahí mismo, exigirle que le dijera si la sabía, pero se quedó callada—Esto te hará feliz: Deidara aceptó irse de Inglaterra.

Konan abrió los ojos de golpe cediendo ante su peso contra el muro, de pronto la respiración le falló titánicamente acelerando su ritmo cardiaco. Articuló sin sonido una negativa al comprender que el que el idiota rubio hubiese cambiado de parecer tan repentinamente-como Nagato le estaba informando-era porque “algo” lo había obligado.

--Yahiko…--musitó apenas. Pain había decidido que no podía esperar más.

--¿Konan? ¿Estás bien?—preguntó de nuevo.

--Esto es culpa tuya—escupió antes de colgar. Se sostuvo de la pared mientras buscaba calmar sus latidos, si tan solo Nagato no los hubiese contactado, todo seguiría como esos pasados tres años. Deidara sería cosa del pasado o así lo sería conforme el paso del tiempo y ella se aseguraría de que Madara creyese que Pain había muerto.

--Siempre tuve curiosidad por conocer al tal Nagato.

Konan dio un respingo, volviendo el cuerpo de golpe hacia el hombre que la miraba a escasa distancia. En un intento por alejarse, pegó la espalda al muro mientras el tipo hacía lo propio con la palma de la mano.

La bufanda verde entorno a su cuello estaba ligeramente húmeda al igual que sus cabellos y el abrigo negro que vestía. Seguramente acababa de llegar a la oficina.

Entornó los bellos ojos ambarinos intentando no sentirse intimidada ante el gesto burlón del asesino personal de Madara Uchiha.

--Ya sabes—agregó encogiéndose de hombros—Es el único que nunca conocí, ni Madara… ¿Sabes cuantos Nagato hay en el mundo? Vaya que lo busqué…--susurró inclinando el rostro hacia ella, bañándola con su aliento helado—Pero siempre se mantuvo oculto hasta que los dejó  en medio de sus operaciones ilícitas ¿verdad?

Konan hizo amago de irse cuando la mano firme la sujetó por la garganta, impidiéndole escapar. La miró fijamente durante unos momentos.

--Estás en lo cierto, Pain le dejó un regalito a su perra pirómana…--musitó tan cerca que sus labios podían rozarse. Konan se tensó al oírlo—Pero descuida, llegué tarde.

El gesto de la mujer fue endureciéndose al tomarlo por la muñeca y empujarlo infructuosamente.

--No pongas esa cara, Konan—se burló—Madara solamente quiere la contraseña de esa cuenta—la soltó con brusquedad—Hazme un favor y pregúntale a Pain donde compró ese anillo que le envió, me gustaría tener uno…--esbozó media sonrisa cruel—Tal vez también se lo regale al rubiecito y le diga cosas idiotas como que nos une el dolor.

Se apartó de ella, echándose a andar hacia el fondo del corredor. Konan permaneció en su sitio un instante mientras analizaba las palabras; el corazón le dio un vuelco cuando se dio cuenta. “Eso” era lo que no encajaba.

--Tú… ¡Tú le enviaste las notas a Deidara!—acusó mirándolo alejarse. Él se encogió de hombros, ignorándola.

**

Sasuke había dormido profundamente el resto de la noche a pesar de que tuvo que silenciar el móvil ante las insistentes llamadas de Suigetsu, que fueron a parar a eso de las dos de la mañana.

Naruto seguía acostado, roncando, cuando el muchacho abandonó el dormitorio, Sasuke se sentía cansado y tal vez algo adolorido del brazo izquierdo puesto que su ruidoso novio se había pegado como lapa a su cuerpo eligiendo su antebrazo como almohada.

Con un resoplido, el Uchiha miró su reflejo, gotitas de agua resbalaban por su mentón cayendo hasta el vacío; por automático sus ojos volaron hasta el reflejo de sus tatuaje, recordaba el dolor que le causó hacérselo y sobre todo, lo que significaba. En lo que lo convirtió por unos cuantos años, mientras se hundía en su propia frustración, hasta que conoció a Naruto en el aula de física. Sonrió inconscientemente al recordar la primera pelea que tuvo con el rubio a tres minutos de decirse sus respectivos nombres.

El móvil vibró contra el lavabo, llamando su atención.

--¿Sasuke?

El interpelado se volvió hacia Shisui. Se miraron fijamente durante un momento, luego, el menor curveó hacia abajo los labios y se dispuso a rodearlo para salir.

--Sasuke…

--¿Qué?—preguntó sin volverse.

--Tu móvil.

El chico se volvió, su primo estaba sonriéndole amigablemente mientras le extendía su móvil. Al instante comenzó a vibrar y el menor de los hermanos lo tomó de golpe.

--No es que me importe pero…

Shisui ladeó el rostro con curiosidad, el menor de sus primos estaba actuando evasivo de una forma muy distinta a la que acostumbraba. Esta vez inclusive parecía apenado.

--¿Sasuke?

El interpelado gruñó.

--¿Está saliendo con ese rubio hablador?—preguntó de golpe. Shisui parpadeó un par de ocasiones antes de sonreírle otra vez-- ¿Por qué no respondes?

El muchacho se rio divertido.

--Eso deberías preguntárselo a él—sugirió—Pero supongo que hacen buena pareja ¿no? Son como tú y Naruto.

Sasuke sintió algo moverse en su interior, un cosquilleo grato del pasado al escuchar, por primera vez, que era como su hermano y no inferior. Luego, al notarlo, se malhumoró.

--No digas estupideces, Shisui.

El interpelado se sujetó la barbilla un momento mientras pensaba lo que acababa de cruzarse por su cabeza, luego, imitó el golpecito a dos dedos que Itachi acostumbraba con su hermano.

--¿Qué estás haciendo?—reclamó dando un par de pasos atrás.

Shisui apartó la mano y se encogió de hombros.

--Lo siento, no pude evitarlo, siempre me pregunté que se sentía hacerlo, aunque supongo que es algo entre ustedes nada más.

Sasuke puso mala cara, se había afligido por lo que acababa de oír.

--Pues no lo hagas de nuevo—sentenció cruzándose de brazos—Itachi lo hacía antes de largarse o…

--¿No has pensado que tiene sus motivos?

--¿Los que me ha escondido todos estos años?—enarcó una ceja. Al instante Shisui tensó los hombros.

--¿Te dijo algo Naruto?

--¿Tendría que decirme algo?—frunció el ceño. Su primo se mordió la lengua al reparar en la metida de pata—Han estado bastante evasivos los dos...

--Ideas tuyas—se encogió de hombros, cerrando la puerta del sanitario.

Sasuke chasqueó la lengua, se dio media vuelta hacia la recámara, sintiendo la vibración del teléfono contra la palma y decidió que respondería la llamada de Suigetsu si con eso se lo sacaba de encima.

**

Repasó las palabras en su mente, una y otra vez, hasta que estuvo convencido de que el discurso era lo suficientemente bueno como para obtener otro sobresaliente. Normalmente no le gustaba tener que exponer, le incomodaba recibir tantas miradas encima y soportar las impertinentes preguntas que más que dudas al respecto del tema, estaban encaminadas a mantenerlo en la línea del frente, en el blanco de los suspiros y coqueteos que, además de tenerlo sin cuidado, ni siquiera miraba.

Itachi dejó que una media sonrisa bailara por sus labios, divertido por la ironía de la vida, él que nunca se molestó en prestar atención a los coqueteos ahora ni siquiera era capaz de saber cuándo alguien le sonreía.

Esa mañana intentó que el dolor de cabeza no le quitara el buen humor y tampoco lo permitiría ahora. Sasuke parecía soportar su presencia un poco más luego de recobrar el mal encaro y dejar atrás la vergüenza por lo sucedido con su auto.

Y sobre todo, estaba interesado en ver a Deidara. Podía estar comportándose como un adolescente, reprobar sus pensamientos y estar consciente de que lo mejor era permanecer como hasta ese momento, sin exaltaciones innecesarias y en lucha continua por seguir respirando hasta que fuera imposible aferrarse a la vida.

Sin embargo, Itachi Uchiha no quería hacerlo, estaba siendo egoísta consigo mismo sí, y de hecho no tenía planeado que Deidara desarrollara algún tipo de sentimiento hacia él…simplemente, y de pronto, ya no quería resignarse a morir.

Decir que lo vio era darse un lujo que desde hacía bastante tiempo no le correspondía, lo adecuado era decir que lo identificó porque Deidara era del tipo de personas que dejaban de ser manchones para su vista y se convertían en imágenes más o menos nítidas gracias a su brillante cabello, sus grandes ojos azules y la manera orgullosa de moverse.

Él también lo vio, era imposible no hacerlo al haber aparcado frente al edificio y porque en cuanto el rubio puso un pie fuera del inmueble paseó sus orbes alrededor como si buscara a alguien. Si no fuera porque Deidara era desesperado, Itachi aseguraría que estaba ansioso.

--Uchiha bastardo—murmuró frente a él.

El interpelado se despegó de la carrocería andando con firmeza hasta donde él, Deidara se encogió ligeramente e Itachi creyó ver un atisbo de ¿arrepentimiento? En su rostro. Era demasiado tarde para preguntarle si Kisame tenía razón y en verdad salía con Sasori, así que se limitó a inclinarse al frente buscando con la palma su mejilla.

Deidara retuvo el aire en una acción por completa ajena a él, se suponía que debía sonreír vanidoso. Estaba a punto de besarlo cuando la presencia de Sasori, detrás del rubio, captó su atención. Le dirigía un gesto bastante adusto.

--Buenos días, Sasori.

--¿Qué estás haciendo aquí?

Itachi incorporó el rostro de vuelta, acariciando con el pulgar la mejilla de Deidara en un acto cariñoso que inclusive a él le sorprendió. No se acordaba de la última vez que fue gentil de esa forma con alguien.

Se suponía que estaba relegado de las personas, sufriendo solo.

--Tiene que ir a clases y también yo—dijo, devolviéndole la mirada arrogante. El pelirrojo chasqueó la lengua.

--¡Uchiha!—Hidan saltó desde el umbral del portón hasta el taheño, rodeándolo por los hombros con brusquedad--¡Ey, ey, felicidades! Kisame ya me lo dijo—sonrió con desdén mientras le guiñaba un ojo, inmune a los movimientos displicentes de Sasori para sacárselo de encima--¡Te estas tirando a Deidara!

Unos cuantos transeúntes se giraron a mirarlo y luego a Itachi, ceños fruncidos y muecas de desdén-o repulsión-fueron dirigidas a ambos.

Sasori afiló la mirada e Itachi frunció el entrecejo levemente, se suponía que había dejado eso claro a Kisame en la piscina.

--¡No digas estupideces, fanático de mierda, uhn!—insultó Deidara, empujándolo por un hombro, mirando hacia todos lados. Luego, cuando se percató de la impasible mirada de Itachi sobre él, puso mala cara.   

--Muévete, Deida…

--Oye, Uchiha ¿y no te molesta todo esto del ex novio acosador?—inquirió el albino deteniendo a Sasori por un brazo. El pelirrojo lo atravesó con los ojos pardos.

--¡Cierra la maldita boca!—ordenó el rubio. No había previsto que Hidan fuera tan estúpido como para mencionárselo a Itachi, sobre todo, cuando conocía una versión bastante suave de la verdad: para él, Deidara estaba evitando a una e pareja que insistía en que debían volver y comenzaba a fastidiarlo. Por eso Sasori le había pedido-ordenado le prestara su departamento mientras hacía los trámites y se iba del país. Ahora creía que debió seguir el consejo de Sasori y decirle que se sentía carnalmente incómodo viviendo con él, según el pelirrojo, esa era razón que para el albino sería suficiente, empero, prefirió algo que creyó menos degradante. Ya no estaba seguro.

Y sobre todo, ¿de dónde sacó eso el “cara de tiburón”? Sí, el bastardo Uchiha le gustaba y sí, se besaron, y sí también a no querer irse…pero nadie habló nunca de salir con nadie. No con Pain de vuelta. No con un asesino rondándolo.

--Deidara y yo no salimos—habló Itachi de pronto, como si nada. Los ojos azules se fijaron en él y repudió el rictus de frialdad en el rostro del bastardo, recordándole sus primeros encuentros y provocando que cualquier atisbo de gentileza en la mirada fuera más que una fantasía.

Gruñó y otra vez quiso golpearlo.

--¿Eh?—Hidan ladeó el rostro, oficialmente estaba confundido--¿Kisame me mintió? Ese hijo de perra…

Sasori sujetó al rubio por el suéter y lo arrastró por la acera, Deidara miró por última vez la mirada roja de Itachi, arrogante y gélida, antes de obedecer al pelirrojo y seguir andando, perdiéndose entre las personas.

El albino recargó el brazo sobre el hombro del moreno.

--¿Pero sí te lo tiraste una vez?

--¿A qué te refieres con el acosador?—inquirió a su vez. El albino lo miró de reojo con sus ojos amatista.

--¿Uh? ¿No lo sabes?

Itachi inhaló en silencio, tolerante a la falta de sensatez del muchacho, ¿por qué otro motivo iba a preguntar?

--Hombre, no sé si deba decírtelo—abultó una mejilla mientras pensaba.

--¿Decir la verdad va en contra de tus mandatos Jashinistas?

--Pues sí y no—rio—Bueno, idiota, te lo diré si me dices si te lo tiraste o no.

Itachi esperó en silencio de modo que el albino se separó y le sonrió de lado.

--Resulta que a la rubia travesti la busca un ex novio que quiere volver a cogérselo pero él no, así que ahora vivirá en mi casa un tiempo, fin de la historia. ¿Te lo tiraste?

--Tu casa…

--Ya sé, ya sé—torció los ojos—Una joda ¿no? Pero tengo una copia de la llave del apartamento del renacuajo pelirrojo, así que…--se encogió de hombros--¿Y te lo tiraste?

Itachi miró por donde Deidara había desaparecido. A su mente llegó la brevísima historia que le contó sobre sus cicatrices: estaba defendiéndose. Se preguntó si tendrían relación y al instante decidió que sí, de otro modo, no tendría sentido que el rubio quisiere saltar de casa en casa, él era orgulloso por naturaleza así que era irrisorio que una simple relación anterior lo alterara si no fuera grave.

--¡Eh! Te estoy hablando, cabrón. ¿Te lo tiraste o no?

Itachi ignoró las miradas reprobatorias de las personas alrededor antes de dirigirse de vuelta a su auto.

**

--¿Qué quieres?—exigió saber Sasuke mientras se secaba el cabello. Se oyó mucho movimiento del otro lado de la línea antes de obtener respuesta.

--¿Por qué no vienes, jefe?—sugirió Suigetsu. A juzgar por el tono, el Uchiha pudo saber que estaba drogado…o al menos esa era su intención.

--No.

--¿Por qué?

--Porque no me interesa.

--¿Prefieres estar con ese niño aburrido?—se burló y Sasuke pudo imaginar su media sonrisa afilada—Vamos, Orochimaru no está enojado por cómo te portaste la última vez…¿Quieres que vaya a buscarte? Karin está dispuesta a volver a hacerlo con ambos…

--Déjame tranquilo, Suigetsu—ordenó colgando la comunicación. Gruñó con fastidio sin apartar la mirada del móvil, apretándolo, asqueado por los recuerdos de aquellos años de miseria en los que se sumergió gracias al rechazo de su hermano y su sombre que se cernía sobre sus pobres logros. Todavía su madre lloraba la partida de Itachi y su padre seguía empeñado en que su hijo mayor era el mejor de ambos.

--Teme—Naruto se colgó del cuello—Iré a visitar a mi tío´ttebayo—le pasó los labios por la mejilla, alejándose hacia la puerta de la habitación.

--Voy contigo—replicó de inmediato.

--¿Eh?—se volvió, confundido--¿No ibas a salir con Shisui y tu hermano? Oye, no me veas así, teme—alzó las palmas, conciliador.

--Espérame, dobe—sentenció, renuente a arriesgarse a volver sobre sus pasos hasta el laboratorio de Orochimaru. De todas formas, estarían allí para cuando Itachi volviera.

Chasqueó la lengua al reconocer su orgullo comenzar a doblegarse e hizo caso a omiso al rubio cuando éste le avisó que estaría en la sala esperándolo.

**

Deidara llevaba media hora esperando que lo atendieran en la oficina de Dirección; apretaba contra el pecho los formatos. La secretaria seguía ignorando su presencia y el rubio hubiese querido arrojarle una bola de arcilla a la anciana para que le prestara atención. Si de por sí detestaba que se le tomara por menos, en esa situación era inconcebible.

Necesitaba entregar la solicitud de transferencia lo antes posible.

Itachi, seguía siendo su pensamiento desde que se vistió esa mañana para la universidad, empeorando cuando lo encontró afuera del edificio, esperándolo.  

Y es que, pese al pánico Deidara también se sentía atrapado en el arrepentimiento por cosas que todavía no había hecho.

No quería irse. Realmente no era su deseo, mucho menos luego de haber descubierto que no solamente su arte y el futuro lo ataban a Durham…podría, quizás, encontrar otro motivo.

Kisame había dicho una tontería, era cierto, y el imbécil de Hidan solo lo empeoró, sin embargo, lo cierto era que Deidara había estado sumergido en una burbuja de calma desde que descubrió la magia en las pupilas del bastardo Uchiha. Una esfera de renovada excitación por su propia pasión, el arte y tal vez, algo más.

Itachi le gustaba, muy a su pesar, los labios le ardían al recordar aquellos besos y su vanidosa intención por repetirlo, o al menos así había sido antes de que Pain lo encontrara.

--Bastardo, uhn…--musitó, aunque en su mente iban y venían Itachi y Yahiko, y su propia imagen, que le pareció que insultaba a los tres.

No habría querido llegar a estos extremos y seguro sería más sencillo si pudiera seguir y ya. Era una buena universidad a la que iría, se alejaría del loco abuelo Onoki y de Pain. Y seguía preguntándose porqué le daba tantas vueltas al asunto de Itachi. Se besaron y ya.

Le gustaba y ya.

Quería tirárselo, bien, podría ser.

Estaba enamorándose de su soberbia inexpresividad. Ahí se estancaba.

Deidara gruñó apretando los folder hasta arrugarlos, las palmas le hormiguearon con insistencia y antes de pegar un grito para hacerse notar, Deidara dio vuelta sobre sus talones saliendo de la asfixiante oficina. Necesitaba calmar sus nervios, desaparecer la angustiante sensación de sentirse perseguido todo el tiempo y el nerviosismo que lo obligaba a mirar sobre el hombro.

¿Qué rayos pasaba con él? ¿Él, Deidara Kamiruzu? ¿Sintiéndose de esa forma tan cobarde?

Destellos de lo ocurrido tres años atrás asaltaron su consciencia, flashazos del museo en llamas y el hedor a muerte que se mezclaba con el humo. Los gritos y la sangre resbalando por su frente…Luego, el auto, el muro de contención al borde del camino y el parabrisas explotando en mil pedazos.

Sintió una punzada en el pecho, a la altura del corazón, justo donde su tatuaje pretendía esconder la noche en que estuvo al borde de la muerte. Unas horas antes de decidir que Pain debía morir.

Mientras luchaba contra los recuerdos, quiso buscar a Itachi con la mirada, pero no lo encontró, solo sus compañeros de facultad. Gruñó de nuevo, se suponpia que ya debía estar en la universidad. Rebuscó su celular, escribió rápidamente y decidió que antes de irse iba a dejarle algo bien el claro al bastardo Uchiha.

Con un asentimiento de cabeza, Deidara ignoró la llamada entrante de Kurotsuchi y se encaminó hasta los talleres. Abrió de una patada la puerta del taller, acordándose que no era su horario y que seguramente tendría que salir de allí. Para su grato asombro, el aula estaba vacía.

Depositó sobre la mesa de trabajo el folder y se apresuró a sacar su arcilla de la mochila, algo podría esculpir mientras esperaba que el bastardo Uchiha acudiera.

A su espalda la puerta se cerró con seguro.

Por automático un escalofrío recorrió su cuerpo entero.

--Hola, mi amor.

La arcilla se golpeó en seco contra el suelo cuando sus manos le fallaron, comenzó a hiperventilar casi de inmediato al escuchar la grave voz que, dolorosamente, recordaba tan bien.

Se dio vuelta lentamente, retrocediendo al mismo tiempo.

Pain deslizó la mano por el seguro de la puerta, dejándola sin fuerza a su costado; la otra mano, dentro del bolsillo de la chamarra oscura que vestía permanecía inmóvil como él contra el muro.

Deidara se insultó mentalmente al haber sido tan descuidado. Era cierto que nunca esperó que fuera a atreverse a ir a la universidad y esa falta de diligencia era la que Sasori siempre calificó de burda. Comenzaba a darle la razón.

Los ojos grises lo atravesaron con frialdad, evaluando cada parte de su cuerpo, desvistiéndolo con parsimonia.

Retrocedió el cuerpo, cerrando las manos en un par de puños firmes, devolviéndole la mirada cargada de repulsión.

Pain pareció notarlo aunque no se molestó en moverse.

--Oh, sigues molesto—musitó.

--¿Qué quieres?—preguntó al fin, venciendo el nudo en su garganta gracias a que hacía unos segundos había estado molesto y no aterrado, como ahora.

Pain esbozó media sonrisa ladina, los orbes azules se entornaron con desconfianza mientras su dueño retrocedía otros pasos.

—Yo ya no estoy enojado, pero me sigues debiendo un “gracias”—musitó con fingido pesar.

--Púdrete, uhn—refutó, apretando la mandíbula. La brutal mirada gris se elevó hacia Deidara de nuevo, deshaciendo toda mueca divertida.

A pesar de que su corazón seguía latiendo descontrolado, el rubio se forzó a pensar en alguna forma improvisada para salir de ahí. La puerta estaba bloqueada por Pain y acercarse no era una opción, inconscientemente Deidara escondió las palmas.

Oyó un suspiro cansino que interrumpió abruptamente cualquier plan que hubiese intenta tramar en ese momento, enfocó los temblorosos irises azules en Pain, quien mirándolo fijamente comenzó a deslizarse sobre el piso. Acechándolo de la manera en que lo haría cualquier predador, con los movimientos gatunos que Deidara conocía muy bien porque nunca auguraron nada bueno para su integridad física.

--Pensé que sería distinto ¿sabes?—admitió aparentemente contrariado—Siempre fuiste orgulloso y bocazas—deslizó la punta de los dedos por la mesa de trabajo conforme iba terminando la distancia entre ellos. Deidara retrocedió las piernas tratando de rodearlo en dirección a la puerta.

--Durante tres años lo único que hice fue pensar en hacerte saber lo enojado que estuve, que comprendieras mi dolor…para que pudiéramos seguir adelante—abultó el labio inferior en una mueca de infantil contrariedad-- Pensé en seis caminos para que llegaras a entenderlo, ¿quieres oírlos, cariño?-- Deidara se acordaba del tono demandante, una advertencia mezclada con amenaza. El aire ahora comenzaba a faltarle.

El rubio se frenó cuando Pain lo hizo, echó una mirada de refilón a la puerta y concluyó que podría intentar salir corriendo si llegaba a golpearlo lo suficientemente fuerte como para garantizar su escape.

A aquella distancia, Deidara reconoció a la perfección la palidez contrastante con sus alborotados cabellos naranjas, pero a juego con los crueles ojos grises que siempre le dieron aspecto vacío. Los piercings en el rostro y las orejas, el esmalte en las uñas y la forma cazadora de moverse, eran las únicas pruebas que demostraban que Yahiko era humano y estaba vivo.

Deidara reconoció a Pain y el pecho se le anudó.

Oía los latidos frenéticos de su corazón al golpearse contra su caja torácica; rehuyendo la distancia hasta que sus piernas se encontraron con uno de los cajones de madera.

--Supongo que no quieres. Descuida, al verte otra vez, tuve que desistir de la mayoría. Sigues siendo perfecto, Deidara—ronroneó su nombre. Hubiese querido prestar atención a que Pain solo se arrepentía de unos cuantos de sus enfermos planes, que estaba amenazándolo posiblemente de muerte, sin embargo, en su mente solo había espacio para su nombre pronunciado por su voz ronca, cargada de erotismo e intimidación.

El rubio se acordaba de la entonación, era la que usaba antes de someterlo contra la cama…Sintió un cosquilleo de inseguridad bajar por su vientre, empero, de inmediato se deshizo de las sensaciones, acordándose de inmediato que la forma con la que se refirió a él la última vez, pudo haber llevado a la tumba.

Deidara respiró agitadamente, sintiéndose vulnerable como siempre fue en presencia de Pain. Y se maldijo por eso.

--¿Por qué?... ¿Por qué estás aquí, uhn?—exigió saber, mordiéndose el labio inferior con fuerza.  

--¿Preguntas por qué estoy vivo, amor?—afiló la mirada. El muchacho apretó los labios harto de escuchar que lo llamara de esa forma—Luego de lo que me hiciste…--murmuró para sí, convirtiendo sus manos en puños—Ni siquiera estás un poco arrepentido ¿verdad?

Deidara se encogió en su lugar, reviviendo cada instante de esa noche, quiso luchar contra los recuerdos que solo eran un inconveniente al tener a Pain tan cerca, sin embargo, cada vez era más difícil. Los orbes azules tintinearon en cuanto la mano izquierda de Yahiko abandonó el bolsillo de la sudadera, el arma refulgió bajo la mortecina luz de la lámpara provocando destellos grises.

Deidara se apartó del cajón de madera. No alcanzó llegar a la puerta, Pain lo sujetó por un brazo, arrastrándolo varios pasos atrás y empotrándole la espalda contra el muro.

--No me malinterpretes, cariño—ironizó, forzando su rodilla entre las piernas del rubio—Antes de seguir adelante quiero mostrarte mi dolor…--ronroneó.

Deidara dio un respingo y al instante intentó empujarlo, hacer un poco de espacio entre ambos para poder golpearlo y salir de allí. No soportaba el ardor que subía por sus palmas hasta quemarle los brazos ni su aliento atrapado por la cercanía de Pain…o la ansiedad que experimentó al tenerlo así de cerca luego de tres años.

--Quédate quieto—ordenó en un hilo de voz, acercando la nariz hasta los mechones rubios. Deidara se encogió, perdiendo fuerza. Reconocía su mente turbada tanto como sus deseos por salir de ahí, sin embargo, su cuerpo siguió sin obedecerlo.

Pasmado como estaba, a merced de Pain, solamente atinó a esconder la mirada del cruel escrutinio. Lo oyó aspirar hondo antes de gemir ahogadamente, el sonido le provocó un nuevo escalofrío acompañado por un curioso hormigueo en el cuerpo.

Se apretó contra el muro en un intento infructuoso por ganar espacio. La pierna de Pain estaba presionando el medio de su cuerpo.

--Te extrañé--hincó los dedos en la tela de su suéter, pegando su cuerpo contra el del muchacho.

--Suéltame…--alcanzó a decir. Pain lo ignoró, siguió fascinándose con el aroma del rubio, remembrando las ocasiones en que lo tuvo retorciéndose de dolor y placer debajo de su cuerpo—Te dije que…

Apenas elevó la mano para apartarlo, Pain lo sujetó por el cuello enredando el otro brazo entorno a su cintura. A Deidara se le escapó un gemido y cerró los ojos por automático.

--Te pedí que te quedaras quieto—su aliento chocó contra los cabellos blondos, colándose hasta la mejilla y provocando un estremecimiento en su cuerpo. Al instante, la garra se convirtió en una caricia, rozando la suave piel de la garganta hasta enredar los dedos en las largas hebras.-- Lastimarte fue lo peor que hice en mi vida—repuso, como si nada.

Los ojos azules se abrieron con doloroso repudio mezclado con incredulidad.

--No hay duda de que esto nos hizo más fuertes—murmuró. Deidara negó mitad irónico mitad incrédulo con toda la insulsa verborrea que estaba soltándole. Hubiese tenido mucho más sentido que Pain intentara asfixiarlo o le disparara con el arma, eso hasta él lo estaría esperando; pero no, el hombre que lo puso al borde de la muerte, que incluso trató de arrebatarle la vida con sus propias manos, aquél que arruinó su existencia al punto de obligarlo a huir de su vida, de sus sueños y lo marcó como un maniaco…estaba ahí, luego de tres años.

--¿Qué ocurre, amor?—ladeó el rostro ante el mutismo del rubio—Nunca te quedas sin algo que decir—se estaba burlando de él.

Deidara apretó las manos contra la pared, tragando en seco ante el nudo en la garganta que del miedo se había convertido en confusión. Solamente de algo estuvo seguro en ese momento: sentía repulsión por todas y cada una de las palabras.

--Aléjate, uhn—exclamó al fin, encontrando el valor para intentar salir de ahí.

--¿Te estoy asustando, amor?—susurró en el oído, resistiendo las poderosas ganas por probar su dulce piel de su cuello.

--No—balbuceó.

--Qué bueno, porque no quiero hacerlo—susurró.

Deidara abrió los ojos de golpe para recibir los demandantes labios de Pain contra los suyos, robándole el aliento mientras empujaba su cuerpo contra él.

 

--Entonces somos dos asesinos, Deidara—agregó alcanzando uno de los cuchillos del taco de madera—Ahora nos une el mismo dolor.

El resto ocurrió demasiado rápido, creyó oír el grito de Konan aunque su mente tardó en procesar lo que ocurría: Yahiko se le acercó, blandía un arma… ¿por qué tenía un cuchillo en la mano?

Los ojos grises lo atravesaron, Yahiko realmente quería dañarlo.

Y alzó las manos en un intento desesperado por defenderse.

 

Deidara se agitó, negándose a seguir recordando. Elevó ambas palmas hasta los hombros de Pain, empujándolo  y aunque logró deshacerse del contacto, la garra se enredó a sus cabellos. Pain tiró firmemente, como antaño, exponiendo el cuello del muchacho.

--Eres mío, Deidara—musitó contra sus labios, lamiéndolos. El interpelado se tensó nuevamente al sentir la palma invasora que iba subiendo por su abdomen hasta el pecho, acariciando con el pulgar el punto exacto donde su pulso vibraba errático—Y yo soy tuyo. Siempre será así—hizo amago para volver a besarlo pero luego se alejó lo suficiente para que sus ojos se encontraran.

--Estás loco, uhn…

A Yahiko le causó gracia.

--Curiosa elección de palabras, si mal no recuerdo el pirómano eres tú, cariño—el tono fue complaciente—Yo no asesiné a todas esas personas, fue tu arte—endulzó el tono--¿Cuántas fueron?

Los ojos azules pronto se ensombrecieron. Deidara sentía que las fuerzas iban abandonándolo de nuevo y no obstante hizo lo posible por no recordar aquella noche, la noticia en el periódico retumbó en su subconsciente hasta taladrar su fuerza de voluntad.

Todavía recordaba el número de muertos en esa exhibición.

--Te amo tanto ahora mismo—gruñó al soltarlo con brusquedad—Pero…primero lo primero, cariño—ironizó dando unos pasos atrás pasando a traer el folder con solicitudes—Usa tu anillo y me olvidaré de otro camino—echó una ojeada a las palmas del rubio antes de colocarse la capucha—Te veo en la noche.

Deidara se quedó quieto, respirando agitadamente. Las palabras se estancaron en su cabeza aunque no pudo identificar el significado de cada una, en la amenaza explícita y la promesa de sufrimiento, de lo único que estaba seguro era que por más que quisiere dejar el pasado atrás, éste se empeñaba en seguirlo.

--Noventa y dos—musitó al fin. Esa noche habían muerto noventa y dos personas.

Pain se mordió los labios mirándolo por última vez antes de encaminarse hacia la salida. En cuanto abrió la puerta tuvo que frenarse para evitar estrellarse contra alguien.

 

A Itachi se le escapó la perilla cuando a puerta fue abierta desde adentro y al instante se encontró de frente con un sujeto que le igualaba de altura y lo miraba fijamente con un par de ojos grises. 

Notas finales:

Gracias por leer :D!!!!

Bshoooss tronadhozzz

sensualezzzzzzzzzzzzzzzzz


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