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Hasta el final por HakudiNN

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Notas del capitulo:

Hola, familia!!!

Muchas gracias por sus rr y por el contador de lecturas que creció mucho!! Más de 10 000 lecturas, estoy super feliz.

Disculpen la tardanza de esta continuación pero perdí la musa de este fic, así que esta vez traigo un capítulo largo que espero que lo compense un poco.

Espero que les guste, tomatazos bienvenidos!

Inhaló hondo y con un asentimiento firme se dijo que su arcilla no despedía ningún tipo de olor desagradable, quizás a barro y humedad pero eso era natural. Su idiota abuelo se equivocaba al respecto: ser un artista no era una pérdida de tiempo, sino su pasión. Y la seguiría así le costara la vida…o ser expulsado de su casa cada tarde debido a la ignorancia de Onoki y el resto de su desesperante familia.

Deidara introdujo las manos en la masa desparramada sobre la palapa, tomándose su tiempo para apreciar la textura granulosa de la arcilla, dentro de poco estaría lista para que comenzara a modelarla. Ajeno a las personas alrededor siguió con su labor frente la mirada de algunos curiosos que le lanzaban miradas curiosas al cruzar el parque.

O tal vez miraban su uniforme de la preparatoria, estaba manchado de por todos lados de arcilla pero le tenía sin cuidado, de todas formas sería él quien iba a lavarlo luego de la cena.

Sonrió ampliamente comenzando con la escultura que hacía rato le daba vueltas en la cabeza, nunca había hecho uno y estaba decidido a esculpirlo: un dragón. Iba por darle forma al cuerpo cuando una bota militar se apoyó fuertemente sobre el banco frente a él, Deidara alzó los ojos azules debajo de los largos mechones de cabello rubio. Frente a él había un muchacho que debía ser unos cuantos años mayor que él, pálido y lleno de perforaciones en el rostro. Irradiaba un aura de pandillero guapo que no controlaba. Sus espeluznantes ojos grises lo miraban fijamente con un toque de macabra satisfacción.

El tipo apoyó el codo sobre la rodilla inclinándose al frente, los rayos de sol bañaron sus alborotados cabellos naranjas, iluminando su sonrisa coqueta.

--Aposté con mis amigos que conseguía comprarte una escultura—dijo con tono grave, casi sombrío. Deidara asomó la mirada por el costado del muchacho, del otro lado del parque una muchacha le devolvía el gesto con desagrado inmediato, a su lado había un chico pelirrojo-delgado como una espiga-tiraba de su mano con insistencia, remolcándola hacia la avenida.

--¿Vas a hablar, artista?

Deidara puso mala cara ante el tono condescendiente aunque satisfecho porque le hubiere reconocido de inmediato.

—Dime Pain.

El rubio parpadeó un par de ocasiones confundido, el muchacho amplió la sonrisa extendiéndole una mano. Llevaba las uñas pintadas de un intenso color sangre.

Deidara acercó la mano llena de arcilla, estrechándola; el joven no pareció molestarse por ensuciarse al instante.

--Deidara.

Pain bajó la bota del banco sentándose luego mientras le dedicaba a Deidara otra sonrisa astuta.

 

Su vida se vino a pique sin que se diera cuenta desde que lo conoció, eso era un hecho. O quizás solo estuvo en el lugar y momento equivocado.

Aspiró hondo por enésima vez aunque, de nuevo, fue inútil. La ansiedad se había instalado en su sistema de manera que amenazaba con ser permanente, como consecuencia apretó los dientes con tanta fuerza que pudo haberse astillado los dientes.

Ni así lograría tranquilizar el torrente de adrenalina que iba y venía por sus venas, palpitándole detrás de las orejas y desembocando en una ligera gota de sudor que bajaba por su espina dorsal. Había dejado de ver la mesa de acero que tenía enfrente desde hacía rato, perdió también consciencia de donde se encontraba al solo encontrar espacio en su mente para los gritos de desesperación y el hedor a muerte mezclado con el smog, todavía podía percibirlos y sentirse, vergonzosamente, exaltado.

Porque sí, Yahiko tenía razón: no era solamente la culpa la que lo azotaba por tantas muertes, sino el potente remordimiento con sus propias sensaciones insanas. Debía estar perdiendo la razón o ya lo hizo, seguramente realmente era un maniaco.

Miró las cicatrices en sus palmas, no obstante esperó el ardor provocado por Pain, a su mente llegó Itachi y por automático comenzó a sentirse mejor. Casi aliviado.

Con un pitido la puerta de metal se abrió para permitir el paso al oficial de policía que lo había escoltado en su patrulla hasta allí. Deidara alzó los ojos escondiendo las bregaduras contra los muslos resintiendo de pronto la espalda adolorida: llevaba sentado dos horas en esa dura silla de aluminio.

--Puedes irte—avisó el detective botando sobre la mesa un paquete de hojas de fax.

El rubio torció los labios y el policía debió interpretarlo como fastidio.

--No sabíamos que los cargos te habían sido retirados ¿de acuerdo?—se excusó de mala gana.

Deidara deshizo el gesto, si a alguien le debía no cambiar el cuarto de interrogatorios por una celda en prisión era a Nagato. Apretó los puños antes de levantarse y dirigirse hacia la salida, al pasar junto al detective éste lo detuvo bruscamente por el brazo.

--¿Cuándo será tu próxima exhibición?—cuestionó con tono acusador, Deidara se zafó del agarre—Para estar preparados—agregó poniéndose de pie, mirando con clara amenaza al muchacho.

 

Para cuando salió de la estación de policía se tomó unos minutos para aspirar aire fresco, contemplar el cielo y preguntarse si su lugar no estaba efectivamente del otro lado de las rejas. Una punzada en las manos le devolvió a la realidad, volvió la mirada a la carretera fijándose en Itachi.

Deidara bajó los escalones uno a uno hasta donde lo esperaba el muchacho, quien, de brazos cruzados, mantuvo el gesto neutro.

--No tenías que venir hasta aquí, uhn.

--Shisui tiene el auto—repuso ignorándolo. El rubio torció los labios y hasta ese momento notó que el Uchiha llevaba enrollada al cuello su bufanda, frunció el ceño, si bien el ambiente distaba de ser caluroso tampoco era para tanto.

Además, estaba más pálido aunque pudiera deberse a que, como siempre, vestía de negro de pies a cabeza, podría ser solo efecto de luz. Definitivamente tenía que enseñarle la tabla de colores.

Ante la inmovilidad de Deidara, Itachi alcanzó su mano remolcándolo tras de sí por la calle, uniéndose al flujo de personas.

El rubio iba, extrañamente, callado aunque no le había quitado los ojos de encima mientras avanzaban. Itachi no había hecho preguntas cuando los oficiales lo metieron en la patrulla como a un delincuente ni tampoco cuando se negó a dirigirle la mirada. Deidara no trató de calmarlo porque en realidad, el moreno poseía un control de sí mismo digno de admiración. Sus ojos rojos se limitaron a verlo alejarse con la policía hacia la estación luego de preguntarles a los agentes el motivo y a donde se lo llevaban.

Estaba seguro además que no estaba enterado del motivo dado que los policías respondieron con un simple: “tenemos preguntas que hacerle”; de modo que su posición frente a sus ojos seguía intacta. O quizás no. Itachi debía creer que era un mentiroso.

Deidara se preguntó si era momento de hablarle con la verdad, sincerarse y esperar que el bastardo Uchiha lo procesara a su manera.

--Oye…

--No tienes que decirlo si no lo deseas—tajó con amabilidad aunque sin mirarlo. Deidara curveó hacia abajo la comisura de los labios, frenándose abruptamente; Itachi se detuvo también volviéndose al rubio.

Se miraron por un instante, ignorando el hervidero de personas que los pasaba de largo por la calle.

Podía oír claramente sus latidos asustados, advirtiéndole de las posibles consecuencias que caerían sobre él con la fuerza necesaria para desmoronar su vida por segunda ocasión.

Deidara se insultó mentalmente ante su vacilación y peor, por la debilidad que lo orillaba a seguir ocultándole a Itachi su oscuro pasado. No quería perderlo.

--Mierda—maldijo entre dientes. El moreno afiló la mirada con intención de seguir caminando, empero Deidara no se movió de su lugar.

--Deidara…--suspiró.

--Escúchame, Uchiha bastardo, uhn—ordenó con firmeza aferrando el extremo de la bufanda que colgaba y halando de él, llevándose consigo a Itachi, quien se movió ante el peligro de ser asfixiado.

Dieron tres pasos antes de que el muchacho se soltara de la garra del rubio.

--Te he dicho que no tienes que…

--Voy a decirlo y tú a escucharlo—se cruzó de brazos apretándolos contra el pecho para disimular su nerviosismo.

Itachi juntó los labios ante la determinación de Deidara. Una parte de él estaba realmente interesado en oír el resto de la historia, hasta ese momento solo sabía cómo conoció a Yahiko, el peligro que significaba el tipo, la relación que duró cerca de un año y luego, el accidente de auto.

Algo debía faltaba para llenar el vacío que Deidara evadía con silencios prolongados que no ayudaban para sus intenciones por ocultarlo.

Sin embargo, por otro lado Itachi tenía una esperanza egoísta escondida: si el rubio mantenía sus secretos resguardados le daba a él el derecho para no decirle que estaba muriendo.

--¡Uchiha bastardo, uhn!—gruñó Deidara al darse cuenta que estaba siendo ignorado.

El interpelado asintió una sola ocasión, decidiendo que si estaba enamorado de él lo menos que podía hacer era ayudarlo.

**

Una punzada de dolor picó en su palma, demasiado tarde se dio cuenta que acababa de herirse con las uñas al cerrar con tanta fuerza los puños.

Miró los puntitos de sangre salpicar su piel, luego alzó los ojos de nuevo hacia el otro lado de la acera. Era una fortuna que Deidara fuera despistado y el imbécil de cabello negro estuviera quedándose ciego porque entonces habría sido visto fácilmente.

Afiló la mirada experimentando el deseo incontrolable de abrirse camino inmediatamente, deshacerse de los obstáculos que distraían la atención de Deidara. Se estaba impacientando y no estaba seguro de poder tolerar los jueguitos del muchacho rubio; ya había tenido tres años alejado de él como que justamente ahora decida fingir que no lo ama.

Pain cernió los dedos con fuerza otra vez, si lo que Deidara buscaba era darle celos era evidente que lo lograba.

Extrajo su móvil.

Dio tono unos segundos antes de que atendieran su llamada.

--¿Qué hacía Deidara con la policía?—exigió sin perder de vista al rubio. Él y el bastardo se alejaban hacia una plaza comercial.

--¿Qué?—incluso a través de la línea fue evidente la ironía--¡ah! Órdenes de Madara.

Pain chasqueó la lengua apretando el celular, deseando que fuera la garganta del sujeto del otro lado de la línea.

--Aunque descuida, Yahiko—se oyó despreocupado—Ocurrió como dije: tu amigo fantasma dejó a tu rubia limpia de cualquier cargo. ¿De dónde saca el poder para hacer eso?

--Nagato siempre fue influyente—se limitó a responder.

--¿Le has dado a Hashirama la contraseña?—inquirió.

--No todavía.

--¿Qué estamos esperando?—gruñó cansinamente.

--Que Madara te suelte la correa—replicó alzando el mentón. Oyó una risotada del otro lado de la línea.

--Madara no involucrará su nombre para meter el culo de tu rubia en prisión, arriesga mucho innecesariamente—concluyó—Creme, le será más sencillo llamarme.

Pain se mordió el labio, saboreando el gusto metálico de la perforación.

--Hasta entonces tendrás tu dinero—sentenció colgando la comunicación.

 

**

 

El aroma a cafeína se esparcía por la pomposa oficina del Fiscal de Distrito, se combinaba con perfumes variados hasta crear una mezcla dulzona que Shisui no soportaba. Le picaba en la nariz.

Cuando la secretaria se acercó a él con una amplia sonrisa en los labios, el muchacho se dio cuenta que le estaba coqueteando. La siguió por el alfombrado, pasando de largo los varios escritorios paralelos, meneaba las caderas para él con poca pudicia. Shisui sonrió por lo bajo aunque mantuvo el gesto amable (antes que el burlón) cuando la chica le señaló la puerta que esperaba cruzar desde hacía rato.

--Disculpa que te haya hecho esperar tanto—dijo Hashirama Senju, sonriéndole avergonzado.

Hacía mucho que no lo veía, no desde el funeral de su padre, seguía siendo igual de alto, su piel ligeramente más tostada de cómo lo recordaba y las arrugas se le acentuaban en las comisuras de los labios. Prueba de que sonreía constantemente.

A lo mejor durante los juegos de póquer o sus parrandas con los amigos políticos.

--Me sorprendió mucho saber que un Uchiha quería verme—le indicó con un gesto la silla enfrente y él se sentó. Shisui obedeció.

--Podría meterme en problemas con mi tío—bromeó. Hashirama lo acompañó en la risa pese a que ambos sabían que el chiste contenía una considerable porción de verdad. Madara Uchiha había sentenciado, años atrás, que nadie de la familia se atrevería a tener contacto con un Senju, no luego de la muerte de Kagami y del escándalo en que se vio involucrado Izuna (hermano menor de Madara) llegando a prisión solo para ser asesinado por un grupo de pandilleros que aducían haber tenido tratos con la familia.

Nunca se comprobó nada pero cualquier amistad con Hashirama Senju se rompió.

--¿Cómo está Madara?—preguntó, Shisui analizó un segundo la expresión amable del abogado concluyendo que estaba siendo sincero.

--Un poco preocupado—admitió. Al grano, se dijo. Tenía que llevar a su primo a consulta y ya había perdido la mañana.

--¿Le sucede algo?—la inquietud reflejada fue suficiente para que el muchacho supiera que para el fiscal su tío seguía siendo un buen amigo. Pese a todo.

--Está preocupado por mí—mintió—Verá, conocí a un chico…

--Madara no lo aprueba—suspiró. La homofobia de Madara no era un asunto nuevo para él.

--Sucede que estuvo involucrado en algo grave—se mordió el labio—La explosión de la Antigua Galería Nacional de Berlín—miró fijamente a Hashirama, sin embargo, el hombre mantuvo la misma expresión atenta. Jugando con la engrapadora—Creo que no le formaron cargos porque los periódicos dijeron que fue un accidente.

Hashirama asintió. Shisui suspiró ofreciendo su mejor actuación de inquieta inocencia.

--Mi tío cree que no fue accidente.

--Teme por ti.

Shisui hubiera querido darle la razón pero su hipocresía no llegaba a ese nivel. El fiscal se removió en su sitio devolviéndole la expresión de disculpa.

--Sé que no ocurrió dentro de su jurisdicción pero tengo entendido que existen buenas relaciones entre la policía alemana y la ingle…

--No puedo darte información sobre casos, Shisui—apuntó—Si no le formaron cargos seguro que es porque es un buen chico.

El consuelo parecía bastante benevolente dada su posición como precursor de la justicia; ya se lo había comentado una vez su padre: Hashirama Senju era la personificación de la bondad. Creía en las segundas oportunidades.

Cuando Shisui le prometió enviarle sus saludos a su tío (situación que sabía por descontado que no sucedería), cruzó el dintel de vuelta por el corredor. Sería una locura entrar por la fuerza a los archivos y una total pérdida de tiempo viajar en vano hasta Alemania. Algo debía ocurrírsele.

--Muchacho.

Shisui se volvió pestañeando un par de veces. Uno de los hombres de traje en el despacho le indicó con el mentón que lo siguiera, lo conocía o eso creía; debió verlo en alguna cena familiar o fotografía del trabajo de su padre.

Si mal no recordaba su nombre es Tobirama Senju, hermano menor de Hashirama y antiguo jefe de Kagami Uchiha.

No quiso sentarse dado que Tobirama tampoco lo hizo, simplemente le miró con sus pequeños ojos rojizos, no solo era físicamente el polo opuesto sino que la mueca severa contrastaba totalmente con la amigable chispa de Hashirama. En su tiempo, cuando Shisui era un niño, le tenía miedo.

A punto de abrir la boca para decir algo fue interrumpido por el brusco azote de la gruesa carpeta que Tobirama lanzó al escritorio.

--Creí que estabas aquí por la muerte de tu padre, pero sirve de cualquier manera—exclamó Tobirama sentándose de lado sobre el escritorio. Shisui frunció el entrecejo.

A su padre lo había matado un pandillero luego de salir de servicio.

Sin decir todavía nada, Shisui giró el pesado folder, había una etiqueta en la carátula.

Uchiha, Madara.

--¿Qué significa?

--No pareces molesto, chico—se cruzó de brazos.

--Solo hice una pregunta.

Tobirama asintió, chico listo.

--Mira, no voy a darle vueltas al asunto—sentenció mirándolo fijamente—Ahí dentro hay una investigación entera para refundir en la cárcel a tu tío.

Shisui endureció el gesto.

--Revisa la firma—ordenó Tobirama. El muchacho bajó los ojos a la carpeta, oyendo su pulso irse acelerando conforme acercaba la mano, pasó hasta la última hoja.

El aire lo abandonó por un segundo.

--Kagami Uchiha—leyó sobre la conocida rúbrica de su difunto padre, de inmediato levantó la mirada hacia Tobirama con muda pregunta, comprendía que el hombre comenzó por ahí para asegurar que le daría algún tipo de información. Lo que no entendía era el motivo.

Antes de que el fiscal agregara algo más, Shisui volvió hasta la primera cuartilla releyendo rápidamente los delitos por los cuales se le investigaba a su tío.

--Hace unos días mi hermano recibió un correo electrónico con tres números—Tobirama apartó la mano del chico pasando varias hojas más, cuando encontró la que le interesaba le señaló una serie de números. Shisui miró el membrete de un banco.

--¿Una cuenta?—musitó.

--Estoy seguro que se referían a esta cuenta, falta la contraseña que solo una persona conoce—agregó.

--Quien envió el e-mail—obvió, aunque todavía no terminaba de comprender.

Tobirama suspiró interpretando la mueca desconcertada.

--Viniste aquí preguntando por el culpable de la explosión de ese museo—explicó y aunque Shisui quiso preguntarle si había estado espiándolos, lo dejó continuar—La mañana de ese día movieron varios millones de dólares y luego reaparecieron en la misma cuenta con otra contraseña. Quien lo hizo trabajaba con Madara y fingió su muerte luego con la explosión.

--¿Quién lo dice?

--Me dedico a esto, niño—enarcó una ceja, dando golpecitos al folder—Hay un listado entero de sospechosos de tener tratos con tu corrupto tío.

--El incendiario es un muchacho que estudia arte—replicó pasando por alto el insulto. Se contuvo para no revelar que además era el nuevo novio de Itachi.

--Que debería estar en prisión.

Shisui dio un respingo.

--Sigo sin entender—admitió.

--Si quien conoce la contraseña de esta cuenta decidió salir de la tumba por algún motivo, Madara lo buscará. Y si esta cuenta sufre un cambio, lo tendremos.

--¿Por qué no solo violan el secreto bancario?

--Eres listo, como tu padre—pese a que era un halago sonó indiferente—Necesito el vínculo—señaló la cuenta bancaria.

Shisui apretó los labios, a su mente acudieron los recuerdos de su padre, difusos y lejanos. Luego, Itachi y al último Deidara.

--¿Puedo leerla?—agitó la carpeta. Tobirama asintió.

--Aquí sin que Hashirama lo vea—se incorporó hacia la salida—Si la muerte de tu padre no te convence, quizás la investigación sí y me dices dónde encuentro al pirómano que hizo esto.

Shisui frunció el ceño, Deidara no parecía del tipo que podía huir de registros enteros.

--Tiene alguien influyente protegiéndolo—avisa Tobirama con un gruñido cansino, como si llevara frustrado por lo mismo más tiempo.

Luego salió de la oficina

**

La galería principal de la Antigua Galería Nacional de Berlín olía a pintura fresca, un pequeño costo a soportar a cambio de que se exhibieran sus esculturas, ahora esparcidas a lo largo y ancho de la explanada de mármol.  

Onoki no iría por supuesto, su abuelo seguía firme en sus convicciones pese al logro que su nieto había alcanzado al haber conseguido el espacio por una noche gracias al concurso que con tanto esfuerzo logró ganar. Su exhibición sería visitada por conocedores, coleccionistas y caza talentos, era su oportunidad de conseguir una beca para alguna universidad decente.

Kurotsuchi le había llamado unos minutos atrás pero ni ella ni el obeso de Akatsuchi tenían permitido salir de casa esa noche, obedeciendo-como siempre-al vejestorio.

Deidara estaría solo durante el resto de la noche.

Se mordió el labio inferior resintiendo las punzadas de nerviosismo carcomerle la poca calma que albergaba, al instante se resintió y tuvo que acordarse que no debía enterrarse los dientes. La cortada externa había terminado de sanar aunque la interna era otro caso.

Se estremeció ligeramente acordándose de esa última mordida que le atestó Pain cuando le ordenara tener éxito…luego de la casi dolorosa sesión de sexo y por supuesto, de la discusión que perdió. Como siempre.

Deidara ya no se acordaba de cuando a la fecha él se permitía aceptar que había perdido un debate, normalmente era de los que nunca se quedaban callados; era un tanto bocazas de hecho. Empero, desde hacía unas semanas Pain había estado extraño, al parecer estaba teniendo problemas con uno de sus socios en algún negocio y estaba preocupado. Creía que estaba desquitándose con él aunque no lo pareciera. Jugó con el anillo en su anular derecho, representaba todo lo que era Pain.

Alzó los ojos azules al enorme dragón que reposaba en el centro, su obra principal de diez metros y el motivo de muchos ojos de admiración que se detenían a contemplarlo. Al repasar las líneas del detallado hocico, el joven pensó que quizás no era tan mala idea que Pain no estuviera ahí.

Deidara paseó la mirada por los asistentes a la galería, eran más de los que podía contar de momento y eso le llenó de satisfacción.

No se dio cuenta cuando los labios de Pain acariciaron su cuello, se encogió queriendo darse la vuelta, la mano de su novio le sujetó la garganta con firmeza para evitarlo, justo en el sitio donde estaba marcada la piel. El suéter gris apenas alcanzaba a disimular los cardenales morados que rodeaban la piel de su cuello, enmarcando la silueta perfecta de una mano. La palma de Pain.

--Pain—se quejó sintiendo la sangre pintar sus mejillas. Estaban en público.

--¿Creíste que me lo perdería, artista?—retó apoyando la nariz en los cabellos rubios, avisándole entre líneas que ya no estaba molesto.

--Estaba seguro que sí, uhn—admitió dándose la vuelta al fin. Un halo de asombro brilló en los orbes azules al notar el traje de gala en el que estaba metido Pain, le quedaba tan bien y a la vez era inusual verlo vestido así. De hecho era la primera vez.

--Si sigues mirándome así te follaré aquí mismo.

Deidara torció los labios con desdén.

--Idiota.

--¿Vendrá tu abuelo?—preguntó de pronto.

--No—resopló con desgana—Es mejor, uhn.

--En realidad es una lástima: se perderá el show principal—sonrió malévolo.

El rubio puso mala cara.

--No es un show, es arte, uhn—se cruzó de brazos. El momento culminante de la exhibición sería cuando los fuegos artificiales explotaran en el interior de la arcilla, desquebrajándolas en mil pedazos pero dejando espacio para los fuegos pirotécnicos de colores que iluminarían la galería justo a media noche. Le había tomado mucho diseñar el mecanismo e introducirlo a las estatuillas, desde la más pequeña hasta el dragón, pero al final lo consiguió. Mostraría el verdadero arte y sería reconocido por ello.

--Te tengo una sorpresa—exclamó Pain peinando un mechón rubio detrás de su oreja—Un regalo especial por todo el…dolor que te hecho pasar últimamente—agregó ante el gesto confundido de Deidara.

Sujetó sus  mejillas atrayéndolo hacia su boca.

--Ya todo está listo, me esforcé demasiado así que más te vale apreciarlo—musitó rozando sus labios.

El muchacho no respondió todavía decidiendo si el tono era una advertencia o solo una broma pesada.

--¿De qué hablas?

Pain le dio la vuelta con brusquedad.

--Te regalaré este museo.

El rubio se soltó a reír.

--Hoy estás de buenas—dijo.

--Hablo en serio, amor—replicó hincado los dedos a sus brazos—Esas personas experimentarán tu arte como siempre has querido…luego…--inhaló cerca de su oído causándole un estremecimiento al muchacho—Konan nos estará esperando en el auto.

Ahí el encanto terminó. Desde que le anunció la oportunidad conseguida para realizar su exposición en el importantísimo museo, a Pain se le había metido la idea de fugarse juntos. Se la pasaba diciendo que para cuando la fecha llegara ya habría reclamado el pago de uno de sus negocios y con ello podrían irse luego del debut de Deidara.

Estaba claro que el rubio no luchó tanto para conseguir abrirse camino como para luego fugarse y dejar su sueño estancado. Amaba a Pain, sí, pero el arte era su pasión.

Todavía no lograba convencerlo.

 

Quince minutos antes de la cúspide de su exhibición, las esculturas habían sido alejadas de cortinas y telones, acordonadas para mantener un amplio rango de seguridad con los más de doscientos asistentes a su exposición. Los fuegos artificiales iluminarían la estancia dentro de poco.

Aunque había más salas abiertas, la suya era la más concurrida. Deidara estaba realmente feliz por primera vez en mucho tiempo.

Pain no se le despegó en el resto de la noche aumentando el goce del artista al obtener su gran paso hacia la realización de sus sueños junto a la persona que lo apoyaba y que amaba. Pese a todo, amaba profundamente a Pain.

Diez minutos antes del momento que tanto ansiaba, Pain telefoneó a Konan y le dio unas cuantas instrucciones, Deidara intentó ignorar ese hecho porque estaba seguro que Pain no iba a permitirse arrancarlo de su alegría en ese instante, además, estaba acostumbrado a los gritos de Konan que se convertían en zumbidos a través de la línea telefónica. Esa mujer aprovechaba cada momento para demostrar lo urgida que estaba por su novio.

Podía decirse que el desagrado era mutuo a estas alturas.

Konan se oía especialmente ansiosa, el artista siguió paseándose por la galería admirando sus propias obras.

--Madara no lo sabe todavía y nos iremos antes de que se entere—sentenció Pain antes de colgar.

Deidara tenía una pésima memoria cuando de acordarse de socios de Pain se trataba, de hecho, no le importaban mucho puesto que su novio se lo había pedido así. Se le iba a olvidar el nombre en una media hora.

Cinco minutos antes de la consumación de todo su esfuerzo las luces de la galería se apagaron tal y como él había dispuesto, el barullo de todos los asistentes se fue apagando hasta hacerse mutismo total. Deidara había querido ser el único en tocar su dragón así que permitió que el personal de la galería se encargara de activar su dragón de modo que tuvo que luchar para que el mecanismo en cada estatuilla fuera contra reloj hasta ese momento. Sería como si a sus órdenes todas explotaran con fuegos pirotécnicos.

Luego de ese momento se convertiría en un artista reconocido por todos.

¡El arte es una explosión!, se dijo.

Dio un paso hacia su obra maestra notando algo extraño, a un costado, debajo de una de las alas, había una pequeña ranura que destilaba un hilo de luz. Sus esculturas no estaban del toco huecas como para que hubiera un hueco.

Él no la había dejado así y además supervisó el transporte.

Frunció el ceño dando otro paso luego Pain lo sujetó del brazo remolcándolo hacia la salida.

--¡¿Qué haces?!— se debatió en medio de la oscuridad—Tengo que volver, uhn.

--Nos vamos—ordenó Pain ejerciendo más fuerza.

--No, un momento…

Siguió tirando de sí aunque no logró mucho, Pain lo remolcó por el pasillo de servicio; no fue sino hasta que estuvieron cerca de la salida trasera de emergencia, Deidara logró escabullirse fuera de la garra de su novio.

--¡¿Qué mierda haces, Pain?!—se quejó tratando de volver—Hay algo raro con mi dragón, uhn.

No pudo avanzar, Pain lo tomó por la manga del suéter atrayéndolo con violencia, Deidara se volvió sin comprender, furioso, el maestro de ceremonias ya había iniciado la introducción sobre él y su corta edad. Sobre su talento e ingenio.

Se suponía que debía estar ahí.

--Le hice unos arreglos.

--¡¿Qué?! ¿Qué hiciste qué?—lo empujó. Suficiente incentivo para Pain para rebotarlo contra el muro.

--Lo verás mucho mejor desde afuera—sentenció entre dientes.

--¿Qué?—repitió, boqueando en busca de aire.

Pain ya no respondió, ejerció más fuerza para dirigirlo consigo hacia la salida, el tic tac del reloj anunció los pocos segundos que quedaban antes de que iniciaran las explosiones a pequeña escala. Deidara tembló volviendo los ojos a la oscuridad, apretó los labios y volvió a soltarse de Pain, echándose a andar hacia la galería.

Dio un paso sobre el corredor paralelo y ocurrió el primer estallido, la sonrisa del rubio fue iluminada por las lucecitas naranjas luego, se borró con las llamas que se extendieron por la base que sostenía lo que fue un ciempiés.

Le siguió otra y varias más. Todas estallaron a destiempo, una luego de la otra, fuera de control y sin luces de colores. Los explosivos crearon hondas rojas y verdes que lamieron las paredes hasta el techo.

El piso cimbró ligeramente y luego, el fuego se extendió.

Deidara tembló de pies a cabeza perdiendo el aliento, la adrenalina retumbó dentro de su cuerpo para mostrarle la escena como una película en cámara lenta. La galería estaba siendo consumida por el fuego.

Había gritos y apestaba a gasolina.

Pain lo tomó del cuello del suéter desde atrás, el piso cimbró con más fuerza llevándolos al piso a ambos.  Algo líquido y caliente bajaba por su cabeza.

Alzó los ojos azules directo a su dragón cubierto de humo y llamas.

No podía respirar, no podía moverse.

Y por un segundo lo pensó: era hermoso.

Quería ver como volaba en mil pedazos su escultura…luego, el hedor a carne quemada lo devolvió a la realidad.  Había gritos de desesperación y dolor.

Pain lo llevó hasta la salida, lo último que vio antes de salir fue las llamas consumir la arcilla, cuerpos envueltos en fuego y la aglomeración que se atipujaba por la galería.

Luego el dragón estalló.

Afuera hizo demasiado frio comparado con el infierno dentro del museo, Deidara boqueó buscando aire sintiendo los pulmones rasposos y adoloridos. Pain no le permitió recomponerse o deshacerse de las cenizas que cubrían su cuerpo, lo llevó a prisas hacia lo que Deidara creía que era un auto.

Había mucho ruido, tantos gritos y apestada. ¡Cómo apestaba!

Volvió los ojos a la construcción, las llamas consumían su interior lamiendo ya los muros exteriores a través de los cristales reventados, la espesa capa de humo negro se elevaba hasta el cielo cubriendo la luz de la luna.

Deidara tenía miedo.

--El museo es tu arte—dijo Pain contra su oído, respiraba agitadamente—Tu arte es explosiva, mi amor.

 

--En el reporte forense se asentó que el origen del incendio fue una falla eléctrica que se agravó a causa de los fuegos pirotécnicos—musitó Deidara con los ojos clavados en la superficie de madera—Fue…Nagato. Él…él…evitó que fuera a prisión.

Itachi seguía en silencio sin despegar la mirada del gesto compungido de Deidara, sus bonitos ojos azules se ensombrecían con punzadas de lo que el joven reconoció como culpa. Le temblaban los labios y hacía rato que los nudillos se le emblanquecieron debido a la fuerza con la que estaba apretando las manos.

No parecía tener intenciones de enfrentarle y por el momento estaba bien, Itachi no reconocía su propia expresión, prefería que Deidara se tomara su tiempo mientras él procesaba la información.

La confesión de asesinato fluía entre ellos como veneno en el oxígeno, respirable y listo para que él se dejase llevar por lo moralmente correcto; empero, Itachi no tenía ganas de hacerlo. Veía al rubio sin poder culparlo por haberse dejado manipular por alguien, quizás hasta estuvo enamorado realmente. Nadie podía culparlo por mentir, él mismo lo hizo durante años por creer que era lo mejor para quienes amaba.

Se preguntó si era el momento para equilibrar la balanza, descubrir sus propios secretos. La respuesta fue rotunda en su mente: no.

No obligaría a Deidara a cargar con más inquietud que la que ya sufría. De pronto creyó comprender la bravuconería del rubio, de dónde surgía su manía por hablar de más, simplemente se protegía inconscientemente.

--Me odias ¿eh? Uhn—musitó Deidara resoplando con una sonrisa irónica, cargada de tristeza.

Itachi suspiró pesadamente, no lo hacía y aunque lo hiciera, ya estaba enamorado de él como para juzgarlo. Ese sentimiento que burbujeaba dentro de él justificaba si Deidara llegó a involucrarse con alguien nocivo estando enamorado de esa persona. Podía entenderlo si se esforzaba.

El rubio, desesperado por no recibir respuesta, la que fuera, alzó los ojos, instintivamente retrocedió el cuerpo pero no rehuyó el beso que Itachi clavó en sus labios por encima de la mesa.

 

**

La vibración golpeó su pierna desde el bolsillo, distrayéndolo un momento de su vigilancia.

Una fortuna, pensó, porque comenzaba a asquearse con la melosa muestra de cariño de la que era testigo.

--¿Qué puedo hacer por ti?—canturreó, sardónico.

Oyó un gruñido del otro lado de la línea y casi pudo imaginar el gesto malhumorado de Madara cuando se enteró que la fantasmagórica presencia de Nagato seguía protegiendo al muchachito rubio.

--Elimínalo—ordenó.

--¿Estás seguro?

El click del otro lado le hizo saber que le habían colgado, sonrió de lado porque no necesitaba ninguna otra respuesta más claro.

 

**

Naruto no había parado de hablar desde que llegaron, su parloteo iba y venía en varios temas al mismo tiempo. Su risa retumbaba en las paredes vacías de su nueva habitación mientras se quedara en Inglaterra, hablaba más de lo que trabajaba pero para Sasuke estaba bien. Así al menos podía mantenerse él ocupado sin necesidad de hablar con Nagato Uzumaki (disculparse por lo ocurrido la última vez) ni tampoco responder las insistentes llamadas de Suigetsu.

El tío de su novio permanecía callado –a veces temblaba con frío-escuchando la perorata del rubio, su demacrado rostro seguía el andar de su único sobrino al desempacar, pacientemente prestaba atención todas las historias que Naruto tenía para contarle (en algunas Sasuke oía su nombre a colación), pero la mayoría tenían que ver con su familia.

El Uchiha suspiró sin darse cuenta, le urgía volver a casa para averiguar si Itachi había vuelto de la consulta con Shisui, quería atosigarlo, a él y a su primo, con muchas dudas que no se atreviera a exteriorizarles antes. Necesitaba saber todo sobre la precaria salud de su hermano mayor.

Había superado las punzadas de culpa, ahora solo se sentía estúpido por su conducta pese a que el rubio trató de convencerlo que su respuesta había sido natural dadas las mentiras en las que Itachi lo envolvió. Pero no era suficiente, su consciencia no lo dejaba tranquilo y sospechaba que nunca iba a ser así.

De pronto sintió urgencia por botarlo todo como estaba y volver a la casa de su hermano. Todavía no llamaría a sus padres pero se lo plantearía a Itachi durante la cena.

Oyó el sonido de algunos trastes al ser movidos de su lugar y por automático sus ojos volaron hacia la entrada pero nadie ingresó al cuarto.

Cuando llegaron Nagato tenía visita, una frívola mujer que no pareció estar de acuerdo con su presencia pero que de todas formas no se fue, Sasuke creyó que quizás se debía a que la mujer estaba avergonzada por haber sido encontrada con los ojos hinchados, llorosos. Sufría un desplante de indignación femenina que a ninguno de ellos le importaba.

Nagato los había presentado con entusiasmo, abrazando a Naruto y sonriéndole a Sasuke como si nada hubiese ocurrido. Al moreno se le olvidó el nombre de la mujer en cuanto lo pronunció.

Sasuke miró de reojo la posición de Nagato, todavía no se recuperaba de la agitación por haber subido las escaleras, su aspecto le hizo estremecer. No quería que su hermano se viera así nunca.

Naruto desapareció de pronto, su novio frunció el ceño.

--Alguien llamó a la puerta—dijo Nagato. Sasuke se supo descubierto y gruñó en voz baja.

Nagato rio suavemente poniéndose de pie con trabajo, arrastró luego los pies hacia la salida y Sasuke decidió que se quedaría ahí para terminar de ordenar la habitación del rubio dobe.

 

Deidara enarcó una ceja cuando se encontró de frente con el escandaloso novio del hermano de Itachi.

--¿Deidara?

Al parecer el asombro era mutuo. El interpelado soltó el aire de golpe creyendo que posiblemente se había equivocado de dirección y ahora tendría que ir el solo a buscar la casa de Nagato. Itachi se había separado de él cuando Shisui lo citó en el hospital, no hacía ni cinco minutos que no estaban juntos y ya se volvía a sentir indefenso.

No quería ir a buscar él solo.

Hizo un mohín, un movimiento dentro de la casa llamó su atención, ladeó la cabeza al lado del hombro de Naruto. La identificó al momento. No se había equivocado.

--Konan—musitó empujando al chico adentro.

--Oye…--se quejó cerrando la puerta detrás de ambos.

La amiga de su tío miraba al recién llegado casi con terror pese a que sus labios estaban fruncidos en una mueca de repulsión.

--¿Qué haces aquí?—inquirió ella con desdén, alzando la barbilla.

--Fuiste tú quien me pidió que me fuera, uhn—replicó frunciendo el ceño—Si vengo es por Nagato.

--¿Conoces a mi tío ´ttebayo?—Naruto se rascó la mejilla. Al instante los ojos azules lo miraron--¿Qué?

Deidara analizó la situación rápidamente, temiendo que Pain apareciera de algún punto de la casa en cualquier momento, la garganta se le anudó y quiso salir de ahí.

--Él no está aquí—avisó la voz calmada de Nagato desde el pie de la escalera. Los pares de ojos volaron hasta su posición.

Deidara sostuvo el aire cuando el cadavérico sujeto bajó los escalones de uno en uno hasta la primera planta, no lo recordaba así de enfermo. Se encogió levemente repasando la delgada piel que se embarraba a los pómulos, se veía verdosa.

La última vez que estuvo frente a él fue cuando lo dejó en la puerta de la universidad con la promesa silenciosa de no volverse a ver. Una decisión que ambos tomaron tácitamente. Deidara porque le recordaba lo mucho que sufrió y Nagato porque el muchacho representaba una traición echa a sus únicos dos amigos en el mundo. Su segunda familia.

Por ello no hacía falta ningún saludo fraternal, lo que los unía era una sombra del pasado.

--¿Aceptaste irte?—inquirió Nagato echándole una mirada fugaz a Konan.

Deidara se mordió el interior de la mejilla ignorando la pregunta de Naruto al aire sobre lo que sucedía, por supuesto él no iba a responderle y sospechaba que tampoco los otros iban a hacerlo.

Aspiró hondo devolviéndole a Konan la expresión agria, apretó la mandíbula y visualizó en ella al hombre que le arruinó la vida una vez arrancándole sus sueños, sumergiéndolo en el miedo y el anonimato eterno. Apretó los puños repitiéndose una y otra vez que no le daría el lujo de hundirlo otra vez.

--No, uhn—sentenció.

Konan apretó el plato que sostenía, chasqueando la mandíbula.

--Necesito hablar contigo, Nagato—continuó—Y tú te quedarás porque queremos lo mismo.

Naruto paseó su mirada de su tío al rubio y luego a la mujer.

El interpelado asintió en silencio dirigiéndose trémulamente hasta el sofá.

--Naruto ¿podrías darnos un momento?—pese a que era una pregunta escondió un imperativo que el muchacho comprendió. Asintió echándose a andar escaleras arriba.

Deidara permaneció callado mientras ocupaba el asiento frente al pelirrojo, Konan se cruzó de brazos sin intenciones de irse todavía.

--¿Estás…?--tomó aire--¿Estás consciente de lo que dices, Deidara? Yahiko está aquí.

Deidara sonrió de lado irónico al tiempo que alzaba sus dos palmas, mostrándole las cicatrices.

--Sé quién es Pain, uhn—apretó los dientes—Y no voy a dejar que ni él, esta zorra o sus jodidas notas me arruinen la vida.

Nagato parpadeó confundido.

--¿Notas?—giró sus cansados ojos hacia Konan, quien con los labios apretados soltó el aire.

--Nosotros no te enviamos ninguna nota, Deidara.

El rubio apretó los puños con fuerza.

--¿Por qué lo haría?—agregó ante la mirada desconfiada del pelirrojo—Lo que quiero es que salgas de su vida de una buena vez.

--Tú no las enviaste…--concilió Nagato.

--¡No!—gruñó Konan, rompiendo su mascarada de calma.

Deidara afiló la mirada.

Konan respiraba agitadamente.

--Te estuvo vigilando todo este tiempo, esperando que Yahiko se pusiera en contacto contigo—gimió dejándose caer sobre el sofá, los hombros le temblaban—Él las envió.

Deidara compartió una mirada fugaz con Nagato, indeciso sobre creerlo o simplemente desconfiar. Ya Pain había reaccionado confundido cuando se lo reclamó pero no le dio importancia porque el tipo estaba chiflado.

--¿Quién?—preguntó Nagato reposando una huesuda mano sobre las de Konan.

--El perro de Madara Uchiha--murmuró derrotada.

Deidara separó los labios retrocediendo el cuerpo por automático.

--¿Qué pasa con mi tío?—intervino la demandante voz de Sasuke desde la escalera.

Pese a que su primera reacción fue la de echarlo de ahí por escuchar una conversación que no le incumbía, para lo único que hubo espacio en su mente fue para la palabra “tío”.

Y ahí, cuando pensó en Itachi, el mundo de Deidara volvía a derrumbarse.

**

Se pasó la mano por los cabellos cuando el tamborileo de sus dedos no fue suficiente para desahogar su frustración; incluso el aroma a antiséptico le asqueaba y eso, de ninguna manera, estaba bien. Él era médico, por amor de Dios.

Detuvo el temblor de su rodilla derecha cuando descubrió que estaba contagiando su ansiedad al resto de personas que esperaban en la sala de espera, él, como galeno, estaba enterado que la peor compañía en un lugar como ese era la desesperación. Shisui aspiró hondo trató de relajar los hombros, lo creía imposible luego de lo que se enteró en la oficina del fiscal.

Al principio quiso pensar que se trataba de una jugada de mal gusto de un tipo al que su familia nunca le agradó, sin embargo, la firma de su padre en muchos de los informes de policía seguía removiendo una espina de desconfianza.

No solamente estaba hablando de una investigación en contra de su tío por unos cuantos delitos patrimoniales, sino que quien la inició fue Kagami Uchiha. Si bien Shisui estaba enterado que no era bien visto en su familia el salirse del molde de conveniencia para el poder político o económico (ya lo sabía él que decidió ser médico), rebelarse de esa forma parecía exagerado. Osado.

Si los datos que poseía Tobirama Senju eran ciertos (y no tenía por qué pensar lo contrario) el peligroso ex novio de Deidara no solamente lo ponía a él en peligro, sino a Itachi también. Si efectivamente estaba inmiscuido en algo que iba más allá que un capricho sentimental rayando en la obsesión, la situación salía de sus manos.

¿Podía confiar en su tío? Shisui lo dudaba realmente.

¿Podía convencer a su primo de alejarse de Deidara? Eso sonaba todavía más difícil, Itachi era tozudo y además solía querer arreglar los problemas él solo. Cargar con ellos sin inmiscuir a los demás. Prueba de ello fue su enfermedad callada durante algunos años.

Con solo ver la mirada en los ojos rojos de su primo Shisui se daba cuenta que estaba decidido a ayudar a Deidara; sintió una punzada de celos que se apresuró a ahogar.

Primero tenía que averiguar qué tan decidido estaba su tío Madara en alejar a Itachi para evitar estar involucrado…en lo que sea. Ganar tiempo parecía lo más idóneo por el momento.

Se mordió los labios acordándose de su padre y Shisui decidió que la familia era lo importante.

Un zumbido ajeno le llamó su atención justo antes del tono de llamada del móvil de su primo. Rebuscó entre sus cosas hasta encontrarlo.

Vaciló antes de responderle al número no registrado.

--¿Sí?

--¿Itachi Uchiha?—la voz era varonil pero no la conocía.

--Sí—se puso de pie alejándose del consultorio detrás del cual a Itachi le practicaban un par de estudios.

--Tienes algo que es mío, rubio de ojos azules ¿te suena?

Shisui permaneció en silencio.

--Te tengo un trato. Sin policías y nadie saldrá herido.

Al Uchiha le recorrió un escalofrío por la espina dorsal, se le anudó la garganta y sintió que las manos le sudaban.

Inhaló hondo durante un eterno segundo de silencio del otro lado de la línea, luego echó una ojeada hacia el consultorio y decidió responder.

--Te escucho.

 

**

La enfermera salió tras echarle una última mirada coqueta que él no pudo, literalmente, ver.

Itachi terminaba de acomodarse la playera cuando escuchó la puerta volver a abrirse, volvió los ojos aguzando la mirada hasta identificar la borrosa silueta.

--Sasuke—musitó batiendo las pestañas.

--Shisui me llamó—explicó con un encogimiento de hombros. Itachi asintió una vez enfocándose en hallar sus zapatos, probablemente su primo había tenido la espléndida idea de darles un poco de espacio entre hermanos.

--Todavía debo esperar unos resultados—avisó en tono de disculpa, ya era bastante tarde y seguro que Sasuke no comió nada todavía. Además, ninguno había asimilado todavía que su enfermedad fuera tan real como ahora que estaba medio desnudo en una consulta.

El muchacho se encogió de hombros.

--¿Cómo estuvo la policía?

Itachi suspiró sin deseos de responder, Sasuke frunció los labios jugando con su peso.

--Tu novio conoce al tío de Naruto—dijo como de paso. Itachi alzó la cara tratando de descifrar el gesto de su hermano, maldijo su debilidad visual cuando no lo logró.

El menor resopló subiéndose a la camilla al lado de su hermano, si tenían que estar en el hospital al menos podría intentar quitarle esa cara de preocupación que surcaba sus facciones apenas mencionaba a Deidara.

--Y hay algo más—soltó incómodo con la idea pero consciente que lo mejor era detener las mentiras entre ellos. Ya mucho daño habían hecho.

**

La luz era grisácea cuando subió hasta el piso de Sasori, sus latidos frenéticos martilleaban dentro de su pecho y de ahí hasta las orejas, podía escucharlos acompasarse a su respiración hiperventilada.

Miró de nuevo por encima del hombro pero nadie lo seguía. Se fue asegurando desde que salió de casa de Nagato aunque su nerviosismo convirtiera en cada persona con la que se cruzó en un potencial asesino.

Se topó con Yahiko varias veces o eso creyó Deidara hasta que se dio cuenta que no eran más que rostros desconocidos que por un momento se hicieron pasar por el terror personificado. Trató de irse calmando en el tren pero resultó infructuoso, las manos le vibraban y se descubrió mirando ansiosamente hacia todos lados tratando de identificar algún par de ojos que siempre habían estado ahí sin saberlo.

¡Era ridículo! No tenía por qué creer en las palabras de Konan, no luego de todo el daño que permitió que Yahiko le hiciera, tampoco debía fiarse de su juramento sobre las notas o…que alguien estuvo siguiéndolo durante años. La idea lo asqueo y sintió ganas de vomitar.

A esas alturas no estaba seguro si su furia sobrepasaba la confusión o el miedo era su móvil para empujar la puerta de Sasori y refugiarse en el único sitio que le vino a la mente. Pudo haber ido a casa de Hidan pero su pánico por arrastrar a más personas a su mismo triste final lo hizo desistir.

Por irónico que pareciere la casa del bastardo Uchiha fue su última opción porque enterarse que su tío era el gánster con el que Pain hizo tratos años atrás, fue demasiado para su autocontrol en ese momento.

Su mente comenzó a hacerle jugarretas paranoicas, desde creer que Itachi estaba enterado todo el tiempo hasta que él era quien lo vigiló desde las sombras todo ese tiempo. Al final, se obligó a pensar con un poco de claridad. Él no podía hacer algo así. Algo tan ruín.

Su mascarada de frialdad era una cosa pero su gentileza era real, podía ser frío y arrogante cuando se lo proponía pero definitivamente no era así de bajo.

Y lo extrañaba. Joder, como lo hacía.

Deidara aspiró cerrando tras de sí, adentro estaba oscuro y apestaba a encierro, Sasori debía seguir con Hidan; se apresuró por el departamento encendiendo todas las luces, mirando debajo de la cama y tras los armarios por si había alguien ahí. Yahiko, por ejemplo.

Según Konan él no era su enfermizo vigilante, sino “el perro de Madara Uchiha”. ¿Y eso que mierda significaba?

Gruñó arrojando el móvil hacia la pared sin soportar el tono de llamada, ni siquiera se enteró de quien era. Pero no fue suficiente, sus ojos se cruzaron con la marioneta que el taheño dejó ahí antes de irse con Hidan, la pateó un par de veces antes de arrancarle los brazos. Se cortó con algo y quiso odiar a Sasori por jugar a las trampas dentro de sus monigotes.

Deidara apretó los dientes sin reconocerse, presintiendo las hondas de pánico abrirse paso por su cuerpo. ¡Nunca tuvo posibilidades reales de seguir con su vida!

Retrocedió unos pasos, pasando por encima de trozos de arcilla que Pain dejó a su paso, como todo lo que tocaba: hecho añicos. Como su propia vida.

Antes de llegar hasta el par de esculturas del fondo, Deidara se cruzó con la pobre alcancía, la pasó a traer estampándola contra el muro. El sonido fue extraño, metálico.

Volvió los ojos azules hacia los pedazos negros que se desperdigaban junto con la alcancía rota. Entornó los ojos y fue hasta allí, al agacharse identificó trozos de plástico oscuro; tomó entonces la mitad de la alcancía que sobrevivió a su arranque de furia, había algo dentro que brillaba.

Deidara frunció los labios introduciendo los dedos al interior de la alcancía, le costó trabajo sacar el objeto y cuando lo hizo, el aire se le escapó.

En sus manos sostenía una pequeña cámara de video con el lente estrellado.

--Así supiste donde estaba—tembló hablándole al aire como si Yahiko estuviera presente.

Como estampida llegó a su mente la primera nota que recibió: en el buzón de su casa. Quien la dejó sabía su dirección, algo sencillo para alguien que lo conocía.

--El taller—musitó al acordarse de la segunda. Había recibido su asignación de horario y salón hacía unas horas antes de hallarla. El culpable sabía que sería precisamente él quien la hallaría.

Estaba presente cuando Sasori le entregó el documento.

--Mi ropa—los labios le temblaban. Aquella tarde se encontró con el pintor mediocre, Sai, pero siguió de largo en su recuerdo saltando directamente hasta el momento en que chocó con alguien.

Cerró los ojos repasando una y otra vez hasta estar seguro…no solo eso, recibía abrazos contra su voluntad de forma que fácilmente pudo haber introducido en su ropa cualquier nota.

El día que halló el anillo Sasori dijo haberse encontrado con alguien que no encajó con la descripción de Pain, y ahora que lo pensaba sí conocía a alguien con ojos rojizos (además de Itachi y su primo); era un recuerdo difuso de un momento en que prestó atención a las sombras proyectadas en la máscara para ocultar quemaduras. Creyó ver una pupila borgoña.

Deidara soltó el artefacto obligándose a pronunciar su nombre.

--Tobi.

Siempre había sido él.

 

**

Tiritó observando el vaho escapar de sus labios, las manos se le estaban entumiendo inclusive dentro de los bolsillos de la chamarra y a este paso tendría que limpiar mucha grabación porque llevaba esperando media hora. Solo esperaba que el móvil no hubiese dejado de grabar porque entonces tendría que sacarlo y posiblemente perder la oportunidad de enterarse de una buena vez quien era el enlace de su tío.

Debió habérselo dicho a Tobirama, estaba seguro, empero si de algo estaba convencido era que involucrar a los polis siempre terminaba siendo una feria, así que mejor conseguir lo que fuera estando en solitario.

Itachi ya debía estar camino a casa refunfuñando haber perdido su móvil, tras esa noche iría a recogerlo y se lo devolvería luego.

Dio una enésima ojeada al solitario callejón  donde estaba metido, asegurándose de tener una salida rápida detrás del contenedor en caso de ser necesario. Comenzaba a desesperarse y la oscuridad que se cernía sobre él estaba poniéndolo nervioso. Tal vez era una equivocación intentarlo pero tenía que proteger a su primo y asegurarse que Madara efectivamente estaba inmiscuido en algo turbio. Su plan era sencillo: hablar con el ex novio de Deidara, engañarlo para que entregara a su tío y luego llevar la grabación a la policía.

Sin nombres ni sangre de por medio.

Debía funcionar.

Oyó un crujido y de inmediato volvió la mirada hacia la calle, había alguien ahí.

Shisui entornó la mirada acomodándose la capucha, no saldría de las sombras debajo de la escalera de emergencia de no ser necesario. El tipo era alto, vestía con un abrigo largo, se le acercó sin más.

El joven sintió el corazón martillearle, bajó a medias el rostro y vio como el sujeto alzaba su mano, sostenía algo.

--Tengo un trato para ti—anunció Shisui—Dejaré a Deidara en paz.

--Tú no eres Itachi-san—se detuvo de pronto. El muchacho afiló la mirada, había oído ese tono infantil antes, de algún sitio que no lograba recordar—Sabía que debía hacerlo de otro modo, pero quería ver su rostro—hablaba consigo mismo, haciendo un mohín.

De pronto a Shisui ya no le parecía buena idea estar ahí. No oía nadie más en la avenida.

--Podría irme, debería irme—continuó el sujeto retomando su despreocupado andar hasta ser iluminado por la mortecina luz que se colaba desde la lámpara pública—Pero estoy cansado de ser un buen chico.

Shisui supo que tenía que optar por su vía de escape y salir de ahí, empero sus piernas se negaron a moverse: conocía al sujeto, bien, no lo conocía pero sí lo había visto antes. O al menos la extravagante máscara naranja que salía de todo patrón para los antifaces que usan las personas que sufrieron quemaduras.

El amigo de Deidara, se dijo.

--Tú…no eres—él no podía ser el vínculo con su tío, de quien Deidara huía. El rubio se habría dado cuenta.

--No tengo nombre y no me interesa ser nadie—respondió con simpleza sin rastro ya de tono pueril—Pero dado que compartimos lazos de sangre, creo que mereces ver mi rostro.

Shisui retrocedió el cuerpo cuando el sujeto alzó la mano libre, desprendiendo la máscara. Perdió el aliento de golpe con un acceso de vértigo, las piernas le temblaron al retroceder dos trémulos pasos.

Se suponía que estaba muerto. ¡Tuvo un funeral!

Shisui separó los temblorosos labios forzándose a hablar, como si con nombrarlo fuera capaz de dar crédito a la visión.

--O…Obito—tartamudeó.

El interpelado sonrió de lado, las cicatrices que surcaban la mitad de su rostro se tensaron.

--Bueno, primo—suspiró teatralmente, quitándole el seguro al arma—A veces se está en el momento y lugar equivocado…--se encogió de hombros—No puedo fingir que no estuviste aquí en lugar de Itachi—tiró del gatillo.

No hubo ni un solo sonido cuando el proyectil salió disparado hasta el pecho de Shisui.

Notas finales:

Gracias por leer!

Bshossss

tronadhozzz

y

sensualezzzzzzzzzzzzzzzzzzz


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