Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hasta el final por HakudiNN

[Reviews - 96]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, familia hermosa cibernética de mi corazón arrugado!!

Traigo una continuación laaaargaaaaaa porque la musa de este fic parece que no me deja tranquila ni un momento del dia (lo cual no es necesariamente bueno).

Pues no hay avisos parroquiales y am...solo que la trama recuerden q va lenta.

Muchas gracias por el contador de lecturas y sobre todo, por sus rr que me motivan demasiado. GRACIAS!!!!

 

Al despertar de lo primero que fue consciente fue del peso extra sobre su pecho que presionaba hasta serle difícil respirar con normalidad. Quizás ese fue el motivo principal por el que Sasuke regresó de la inconsciencia.

Abrió los ojos con pereza, removiéndose debajo de la carga extra, buscándola con la mirada apenas enfocó la visión. Una madeja de alborotados suaves cabellos rubios reposaba sobre su torso, rozándole la garganta; ladeó la cabeza levemente a un lado: el rostro de Naruto-apenas visible gracias a su posición-dormía todavía, sus brazos lo rodeaban con pesadez, sin fuerza.

Sasuke inhaló profundo, forzando su caja torácica, le dolió. No estaba seguro en qué momento de la noche Naruto se le subió encima cual koala, sin embargo, no debió de ser tanto tiempo o seguro, se hubiese ahogado.

--Dobe…pesas—murmuró posando sus manos sobre la piel caliente de los hombros bronceados del rubio. Una descarga eléctrica recorrió su dermis.

Y si, seguían desnudos. Lo sentía extendido en todo su largo sobre él, enredando las piernas por debajo de las sábanas.

--Dobe…--gruñó, sacudiéndolo ligeramente. Naruto balbuceó algo en sueños y se acomodó. Cada vez más desesperado, el moreno zafó una pierna, flexionándola y buscando salir debajo del pesado rubio, sin resultados. Volvió a gruñir, a este paso iba a tener que empujarlo fuera de la cama.

Antes de arrojarlo, Sasuke lo pensó mejor: el rubio era escandaloso como él solo, además, una parte de él mismo seguía sintiéndose mal por haberlo dejado plantado y luego, ignorarlo en la galería de arte. Nunca iba a admitirlo abiertamente pero estaba casi seguro que no era precisamente correcto, sobrepasaba su relación de amor-odio-rivalidad-violencia que llevaban.

Todo fue culpa de Suigetsu y se repentina aparición.

Al moverse de nuevo recibió una descarga de molestia en su pierna entumida.

--Perdedor—lo sacudió con mayor fuerza—Quítate de encima—ordenó. Naruto volvió a balbucir, se tensó ligeramente y luego sus músculos se expandieron relajados; alzó la cabeza con pereza, parpadeando con suma lentitud. Lo primero que vio fue la expresión fastidiada (y molesta) de Sasuke.

--Teme…--susurró, medio dormido aún—Cinco minut…--hizo ademán para usarlo como almohada de nuevo, Sasuke golpeó su frente con un dedo--¡Oye!—se llevó una mano a la cara—Me dolió, idiota. ¿Qué clase de persona eres? Nadie puede levantarse enojado, de veras.

--Quítate de encima, dobe—ordenó. El rubio, sobándose la frente, se apoyó en un codo para quitar parte de su peso.

Sasuke respiró hondo.

--Ah, por eso me despertaste—hizo un puchero.

--No duermes, entras en coma, perdedor—se removió. Naruto sonrió y fue suficiente para que Sasuke supiera que su novio ya no estaba molesto. Así era él, no importaba todo lo patán que pudiera ser a veces, siempre estaba para él.

Sasuke estiró el cuello atrayéndolo por la nuca, lo besó durante unos minutos, lamiendo las comisuras de los labios y disfrutando del roce de sus cuerpos desnudos.

Introdujo la lengua, enredándola con la de Naruto, quien, con un estremecimiento se apartó levemente, rompiendo el contacto.

--Oye, teme—musitó, ruborizado—Primero hay que desayunar.

--¿Por qué?—entornó la mirada con peligrosidad, buscando de nuevo la boca del muchacho, quien volvió a evadir el contacto.

--Porque tengo hambre, de veras.

Sasuke esbozó media sonrisa autosuficiente que le avisó a Naruto que nada bueno venía.

--Qué débil eres. No puedes estar sin comer ni siquiera un…

--No soy débil—se defendió frunciendo el ceño—Puedo estar sin comer días, de veras, y ejercitándome en ese…

Sasuke aprovechó la distracción del rubio para hacerlo perder el balance y empotrarlo contra la cama de espaldas. Giró con él, intercambiando posiciones. Las sábanas se enredaron en sus tobillos aunque las cobijas salieron disparadas al suelo.

Ahora estaban por completo desnudos sobre la cama y retándose con la mirada.

El moreno se acercó besándolo otra vez, dando ligeros mordiscos en sus labios y arrancándole un suspiro a Naruto.

Las manos del rubio se elevaron hasta los hombros de su novio para empujarlo, no era mentira que tuviera hambre, la noche anterior Sasuke desapareció de inmediato hacia su habitación, el rubio, preocupado por la situación lo siguió solo para estar desnudo cinco minutos después.

Así que ninguno cenó aunque Sasuke no lo acostumbraba de todas formas.

--Teme…--gruñó en advertencia ejerciendo más fuerza.

Sasuke se rio una sola vez bajando la boca por el mentón tenso de Naruto, dejando una estela de saliva al lamerlo hasta llegar a la garganta y de ahí, a la base del cuello.

Un estremecimiento sacudió a Naruto, por instinto sus manos dejaron de ejercer fuerza en los hombros y se deslizaron alrededor de la espalda de su novio. Sasuke sonrió a medias, triunfal contra la piel suave.

Desde esa posición, Naruto tenía perfecta visibilidad del tatuaje del Uchiha entre el hombro y el cuello: tres aspas negras consecutivas rodeadas de un círculo desigual. Ya lo tenía cuando lo conoció, y según lo que logró sacarle al respecto, se lo hizo luego de la última visita a su hermano mayor. No hablaba más al respecto aunque así el misterio era todavía más sensual.

Una mordida en su pecho lo hizo respingar, tallando los dedos en la piel pálida de la espalda de Sasuke, atrayéndolo hasta que no hubo ningún espacio entre sus pechos. El Uchiha se abrió paso entre sus piernas, reposando las caderas contra la entrepierna del rubio, ambos temblaron suavemente.

Las manos de Naruto descendieron hasta la curva de la cintura de su novio mientras flexionaba las piernas para recibirlo mejor. Sasuke bajó una mano también, acariciando la fuerte silueta, acariciando el abdomen hasta la pantorrilla. Gruñó complacido cuando el rubio encajó los dientes con fervor en su tatuaje.

El hormigueo se disparó en su cuerpo, calentando su sangre en picada hacia su miembro, y era evidente que Naruto estaba en la misma situación. Alzó el rostro para mirarlo fijamente mientras introducía su mano en medio de los dos cuerpos, iba a besarlo sin quitarle los ojos a la expresión ansiosa de Naruto cuando el rugido del estómago del rubio rompió el instante.

--Ah…--Naruto balbuceó, tensándose—Yo…puedo estar sin comer todavía, de veras—su estómago lo rebatió.

Sasuke puso cara de fastidio.

--Eres un completo perdedor—exclamó.

--¡Oye, idiota! Que eres tú el que…

--Ahórramelo, dobe—musitó incorporándose. Naruto frunció los labios—Tendré que alimentarte primero—dijo, como de paso, poniéndose de pie. Al instante la alegría volvió al rostro de su novio.

Sasuke rebuscó unos pantalones de deporte en el cajón, arrojándole unos a Naruto, dándole en la cara.

--Teme…--dijo entre dientes, sin moverse.

--¿Qué ocurre, dobe?—enarcó una ceja--¿No eres tú el debilucho famélico?—se burló. Naruto evitó su mirada, abultando las mejillas y entonces Sasuke comprendió: el rubio se calentó mucho más rápido que él.

Estaba a punto de insultarlo de nuevo cuando alguien tocó a su puerta.

--Sasuke, teléfono—la voz de Shisui iba acompañada del inconfundible tono de su móvil. El muchacho se preguntó en que momento lo dejó botado por ahí.

Abrió la puerta de golpe, extendiendo la mano.

--Buenos días—saludó su primo depositando el celular en la palma del menor—Itachi dejó el desayuno preparado—avisó—No tarden—dio media vuelta y desapareció por el pasillo.

Sasuke frunció el ceño ¿Itachi no estaba? ¿Qué no se supone que estaba ahí para que Itachi pasara tiempo con él? ¿Para qué fingieran que recuperaban su intento de relación fraternal? Al momento retrocedió en sus pensamientos, mejor si su engreído hermano mayor no estaba cerca, de todas formas ya estaba acostumbrado.

Aspiró hondo y se volvió a Naruto.

El rubio, ya en bóxers, seguía ocupado buscando ropa cuando su novio le arrebató las prendas, lo tomó del brazo y lo arrastró hacia el pasillo.

--Idiota, ¿qué estás…?—se interrumpió cuando Sasuke estrelló su ropa en su cuerpo, que tuvo que sostenerlas.

--Tengo que hablar—evidenció alzando el celular y luego, cerró la puerta dejándolo afuera—Itachi no está, usa su cuarto.

Ignoró las maldiciones del rubio y devolvió la llamada a su madre. Atendió al primer timbrazo, seguro que tenía el teléfono fijo pegado a ella.

--¿Sasuke?—la dulce voz de su madre reconfortó su molestia.

--Madre.

--¿Cómo estás? ¿Todo bien? Había querido llamar antes pero tu padre insistió en que debía dejarlos convivir.

Sasuke puso mala cara, tirándose a la cama con un brazo detrás de la nuca.

--Entiendo—se limitó a decir--¿Cómo están en casa?

--Tu padre te extraña mucho aunque no lo quiera decir, y también yo. ¿Crees que puedas convencer a tu hermano para que pase aquí las siguientes vacaciones? Un poco de tiempo en familia a ninguno le hará daño.

Sabía que no era la intención de su madre, sin embargo, el sentimiento de segundo lugar azotó su consciencia apenas escuchó. Seguía estando detrás de Itachi aunque llevara tanto tiempo sin ver a sus padres.

--Shisui podría.

Pasó un momento en silencio.

--Me…da mucho gusto oír que todo está bien. Cómanse todo ¿de acuerdo?

--Sí, madre—estaba claro que su padre rondaba cerca de ella, por eso ignoró la mención de su primo, después de todo Fugaku Uchiha sospechaba que la mala influencia de Shisui fue un factor determinante para el abandono de Itachi.

Sasuke no estaba de acuerdo, por supuesto, si su hermano mayor cambió hasta repudiar a su propia familia no podía ser culpa de nadie más que de él mismo.

**

Naruto cruzó la puerta de la habitación de Itachi Uchiha mirando a consciencia por si Shisui andaba por ahí. El chico le caía demasiado bien, al punto de identificarse, empero, iba a ser incómodo vestirse enfrente de él.

Trató de apresurarse mientras se metía dentro de la ropa, era extraño estar dentro de una habitación tan ordenada (inclusive la que compartía con Sasuke tenía ropa-suya-regada por doquier). Seguro toda la familia Uchiha era así de perfeccionista.

Sus ojos azules se cruzaron con el buró de Itachi, dudó un momento a sabiendas de que cometería una imprudencia pero se acercó igual. El cajón estaba cerrado con llave, Naruto frunció los labios, descontento.

Oyó pasos acercándose al pasillo, retrocedió trastabillando y tropezándose con sus propios zapatos. Se resintió el golpe sobándose la cabeza, en eso estaba cuando una caja de plástico llamó su atención debajo de la cama.

Parpadeando confundido la jaló y miró dentro: Itachi podría ser un traficante de medicina a pequeña escala.

Naruto frunció el ceño.

 

**

No durmió en toda la noche.

“Yahiko sabe que estás aquí”.

Nagato fue suficientemente directo con sus palabras.

El simple enunciado fue suficiente para hacer añicos los últimos resquicios de casualidad. Pain había estado acosándolo desde hacía varios días y él, como todo un idiota, se dejó llevar por la esperanza de lo contrario. Nunca se preparó para que siguiera vivo.

Ahora que lo pensaba llegaba a la conclusión de que su descuido había sido titánico, no les dio la importancia que merecían las notas pese a que la sucesión de frases y luego la noticia vieja habían sido demasiado evidentes hasta para el más distraído, era claro que estaban dirigidos a él y que fueron redactados por Pain.

¿Quién más podría conocer algo tan íntimo?

Ahora estaba seguro: Deidara no había querido aceptar la sensación de inseguridad y prefirió pretender que era una exageración.

Maldijo entre dientes varias veces hasta que su repertorio de insultos se quedó vacío. No le gustó lo primero que cruzó su mente cuando respondió la llamada de Nagato y oyó las duras palabras, reconocía haber experimentado una urgencia inmediata por recoger sus pertenencias y salir de la periferia de toda Inglaterra. Quizás de todo el continente. Luego, con un poco más de meditación al respecto, Deidara no quiso aceptar la propuesta de Nagato Uzumaki para gestionar su intercambio a otra universidad, tal vez de vuelta a la ciudad de donde es oriundo.

Admitía que el estrafalario pelirrojo hizo lo que necesitó hace tres años y parte de su vida ahora, se la debía a él, empero, Deidara no estaba dispuesto a volver a huir.

Su vida estaba en el condado de Durham, su carrera como artista y sobre todo, Pain no era el dueño de sus acciones; no podía simplemente aparecer y obligarlo a huir. Era irrisorio que alguien, quien fuera, pudiera pretender tener ese control sobre él después de todo lo que Pain provocó.

Estuvo cerca de arruinar su vida hace tres años, tal vez, de cierto modo lo había hecho, pero ¿huir? Hacerlo lo convertía en un cobarde y además, le otorgaría el gusto de dinamitar su existencia como la concebía. Si alguien iba a explotarse a sí mismo era él, nadie más.

Asintió con la cabeza una última vez, mordiéndose el labio inferior con decisión ante su propia certeza; de pronto, el vaso que sostenía desapareció de sus manos. Volteó los ojos azules hacia Sasori quien prestaba toda su atención al fregadero enfrente de él, hasta ese momento notó que el agua de grifo había caído sin parar el tiempo suficiente como para que el agua comenzase a desbordarse.

--Eres un inepto—masculló el pelirrojo entre dientes, apartando a Deidara para cerrar la llave. El rubio se cruzó de brazos, ofendido, de todas formas no sabía por qué rayos tenía que ser él quien lavara los trastos sucios.

Sasori se volvió al chico mirándolo de mala manera, luego señaló con un delgado dedo hacia la pila inundada.

--Destápalo—ordenó.

--¿Qué?—enarcó una ceja.

--Tú lo arruinaste, tú arréglalo.

Bueno, admitía que Sasori tenía un punto. Con exceso de dignidad y curveando las comisuras de los labios hacia abajo, el rubio se arremangó la playera hasta la altura del codo y procedió a hundir el brazo dentro del líquido jabonoso. Controló las muecas de asco al sentir los platos sucios de restos de comida y desafió el gesto burlón de Sasori. Por más que tanteaba no lograba encontrar el tapón de la coladera, así que su expresión fue degradándose poco a poco convirtiéndose en frustración mezclada con exasperación; de la misma manera el gesto del pelirrojo fue haciéndose cada vez más soberbio.

--Sasori… ¡espera!—se quejó cuando su amigo apoyó la palma sobre el hombro y lo obligó a hundir más el brazo.

--Te lo dije, Deidara—ejerció fuerza para mantenerlo hundido—Eres un i-nú-til—sonrió con autosuficiencia, acercando el rostro hacia el rubio.

--¿Inútil? Eres tú quien parece que no ha lavado platos desde hace días, hum—se defendió, levantando la mano para sujetar el suéter de Sasori. El pelirrojo cambió la dirección de su fuerza para levantar a Deidara y poder zafarse también, en el jaleo, el rubio dio dos pasos atrás estrellando la espalda contra el refrigerador y pasando a tirar un cuchillo dentro del agua jabonosa.

 

--¡¿Qué hiciste?!—dio un paso atrás, soltando la hija de metal y sintiendo la explosión de dolor en sus manos, empapándose de sangre.

 

Deidara retrocedió ante el fugaz recuerdo. Sus nervios no comenzaron a relajarse sino hasta que el rostro de Sasori dejó de ser el de Pain y su amigo recuperó el color pardo en los ojos y su cabello se ensortijó.

Sasori chasqueó la lengua.

--Eres un niño—insultó, cruzándose de brazos. Deidara apoyó la espalda en el refrigerador de nuevo, controlando su respiración.

El pelirrojo iba a darse la vuelta cuando el rubio abrió la boca de nuevo.

--Nagato habló conmigo—soltó, fue suficiente para obtener la atención de Sasori de nuevo—Pain sabe que estoy aquí.

La expresión del muchacho se suavizó ligeramente.

--Entonces dices que está vivo. ¿No se suponía que tú…?

--No sé cómo pero Nagato no jugaría con algo así, hum—inhaló hondo, cruzándose de brazos también.

--¿Ya tienes un plan?—directo como siempre. Deidara negó torciendo los labios, ganándose que Sasori rodara sus orbes—Con mudarte ahora será suficiente.

El rubio esbozó una ligera sonrisa mientras enarcaba la ceja con suficiencia.

--Entonces si significo algo para ti, amigo Sasori, hum.

La capacidad de Deidara para aparentar cambiar su estado de ánimo frustraba a Sasori porque lo hacía sentirse frente a un mocoso, a pesar de que el rubio fuese un año menor solamente.

--Si te refieres al haberte besado...—se dio media vuelta, Deidara deshizo el gesto soberbio. Entonces Sasori se acordaba—Todavía no decido si me importa o no.

El rubio puso mala cara, desde la noche anterior el pelirrojo había estado principalmente malhumorado, de hecho, ahora que lo notaba, era la primera vez que le hablaba desde que al regresar a la galería (luego de encontrarse con Itachi Uchiha) descubrió que Sasori se impacientó tanto al esperarlo que prefirió irse.

Era normal que estuviese malhumorado-Sasori siempre lo estaba-y más por haber estado esperando un rato, sin embargo, si no fuese por el tema de Pain, seguro lo hubiera insultado de nuevo. Tres ofensas en menos de cinco minutos eran un récord hasta para él. El pelirrojo de su amigo estaba enojado con él de manera “especial” y Deidara no sabía el motivo.

Comenzaba a sentirse exasperado, primero Itachi Uchiha y su extraño comportamiento y ahora los desplantes iracundos de Sasori. Él también estaba enojado ahora.

Antes de que pudiera decir algo, llamaron a la puerta del departamento.

--¡Sasori!—la voz de la anciana Chiyo atravesó los muros.

El interpelado afiló la mirada. Deidara tomó eso como su salida (y escape para el lavaplatos) y se pasó el abrigo por los hombros.

--Te veré luego, hum—lo pasó de largo hacia la puerta.

--Dile que no estoy aquí—ordenó dándose la vuelta para, seguramente, encerrarse en su habitación.

Deidara miró por entre sus cabellos hasta que Sasori cerró la puerta para abrir la principal, miró hacia abajo para encontrarse con el rostro acusador de la abula de su amigo y luego, reparó en que tendría que empujar a la mujer si quería pasar dado que Chiyo no se veía con intenciones por quitarse del camino.

--Eh…oiga, necesito pasar, hum.

--Y yo hablar con mi nieto. Jovencito, muestra algo de educación y deja entrar a una pobre anciana.

Deidara torció la boca, dudaba que la mujer pudiera calificarse así a sí misma.

--Sasori no está.

--Entonces lo esperaré—pasó la mano por debajo del brazo del muchacho, quien tuvo que dar un paso al lado para permitirle pasar. El único anciano con el que se metía era su abuelo Onoki y sobre todo, estaba enojado todavía.

Vaya, los Akasuna eran unos abusivos.

**

Llamó un par de veces a la puerta anunciando su entrada más que pidiendo autorización. La habitación del hotel estaba intacta cuando entró, no parecía haber indicios de que Yahiko estuviese habitándola.

Konan entornó los ojos ligeramente echándose a andar hasta la cama perfectamente tendida, asomó los ojos hacia el cuarto de baño pero no parecía haber nadie tampoco. Cada vez más nerviosa, apretó el bolso.

La puerta que conectaba con el cuarto contiguo-el suyo-se abrió de repente; Konan se volvió para ver entrar a Yahiko.

--Buenos días—saludó ella, dando un paso al frente.

--¿Dónde estabas?

--Tenía que atender una llamada de Madara y luego…di una vuelta—exclamó—Hay un jardín botánico cerca—rebuscó en su bolso, extendiéndole luego una flor de papel—Hay varias como esta.

Yakiho miro fijamente el obsequio antes de aceptarlo.

--¿Madara?

--Si, él quería saber cómo van las cuentas. Me parece que no confía del todo en Kakuzu.

Los ojos grises de Yahiko se mantuvieron fijos en la expresión amable de la mujer.

--¿Nagato te dijo dónde está?

Konan evitó su mirada echándose a andar por el cuarto.

--No lo sabe tampoco—dijo, pasando los dedos sobre el escritorio—Perdió todo contacto don Deidara desde hace mucho—aspiró hondo--¿Por qué no solo nos vamos de Durham? Volvamos a casa y…

Yahiko se acercó con firmeza extendiendo la mano.

--Tu bolso, Konan.

La mujer lo miró vivazmente, dubitativa, luego, obedeció, como siempre. Él sacó rebuscó hasta hallar el móvil, lo manipuló un momento.

--¿Qué…?

--Cambiaste la contraseña del ordenador—replicó como respuesta. Konan se mordió el interior del labio al prever lo que se avecinaba. Los ojos grises se clavaron en la pantalla del celular, de golpe se dio vuelta alejándose de ella.

--¡Yahiko!

El interpelado se detuvo todavía dándole la espalda.

--¿Ibas a decirme?—quiso saber, botando el móvil sobre el lecho, descubriendo las fotografías que Kakuzu le había enviado.

--Sabes que solo quiero lo mejor para ti…

--Lo mejor para mí…--repitió—lo mejor es encontrarlo de una vez por todas.

Las manos de la mujer temblaron ligeramente, temiendo que la distancia que los separaba no eran solo unos cuantos metros.

--Yahiko…--se acercó rápidamente tomándolo por un brazo, percibiendo el frío metal mezclado con la piel.

--Deidara va a conocer mi dolor, a comprenderlo y a aceptarlo—exclamó retomando el andar, deshaciéndose del agarre.

Los ojos claros de Konan miraron sumidos en desesperación camuflada en frialdad como Yahiko abría un abismo entre ellos, un despeñadero tan profundo y largo con nombre y apellido. Deidara Kamiruzu. El mismo que siempre se interpuso, inclusive cuando había puesto a Yahiko al borde de la muerte.

**

El rubio resopló, en serio había creído que podía terminar de empacar sus cosas en unas cuantas horas, dejarlas metidas en cajas y abandonar el departamento hasta hallar otro dentro de sus posibilidades. Sus finanzas le indicaban que iba a tener que convertirse en terrorista para conseguirlo, ya que Nagato estaba descartado: él solo le ayudaría si Deidara salía de la periferia.

Y el muchacho estaba decidido a dejar de correr. Esa idea daba vueltas en su cabeza, haciéndolo dudar inclusive con respecto a si debía mudarse con Sasori o no. ¿No sería eso escapar también? Se llevó una mano a la barbilla mientras sopesaba si lo era o no.

El viaje en metro le tuvo los nervios disparados todo el tiempo, aumentando su ansiedad conforme se acercaba a la estación donde debía descender. Debería esculpir un rato para relajarse, no lo había hecho en casi dos días (dado que Sasori le prohibió ensuciar de arcilla su casa) y Deidara, como artista, no podía estar sin hacerlo por mucho tiempo. Incluso si un psicópata estaba buscándolo.

Miró fijamente la puerta de entrada al edificio por largo rato, oyendo los latidos de su corazón al acelerarse y aumentar el ritmo de su sangre al bombear detrás de su cuello. Era como si Pain pudiera estar esperándolo en su departamento. Deidara negó varias veces para deshacerse de aquél repugnante y ridículo pánico y empujó la puerta.

Pasó de largo el buzón de correspondencia del edificio e ignoró la mala cara que le dedicó el viejecito que hacía las veces de portero. No quería enterarse si alguien lo buscó o decidió dejarle otra nota.

Dio vuelta sobre el corredor, todavía pensando en qué debía hacer para seguir adelante, cuando la visión de alguien de pie frente a su puerta lo devolvió a la realidad. Se frenó de golpe analizando la posición gallarda de Itachi Uchiha, recostado contra el muro frente a su departamento.

Debió sentirse observado porque volvió el rostro hacia donde el rubio, a quien por un momento le extrañó que el joven aguzara la mirada en su dirección. ¿Qué no lo veía? Era absurdo ¿a quién más podría esperar afuera de su casa?

Se acercó asegurándose de mirarlo con todo el desagrado acumulado por él, encarándolo y cruzándose de brazos al instante.

--Buenos días.

--Eres tú—musitó enarcando una ceja y contemplando la mirada impasible del muchacho

Permanecieron en silencio hasta que Deidara no soportó más la curiosidad.

--¿Qué?—exigió saber. El moreno ladeó la cabeza con curiosidad—Te estoy hablando, no me ignores, hum--se cruzó de brazos y enfurruñó.

Ser amigo de Sasori puede que le hubiera pegado la manía por las respuestas prontas. Itachi se limitó a extender su mano que sostenía la bufanda que Deidara le había prestado apenas la noche anterior.

--Ah, podías dármela en la escuela, hum.

--Gracias.

Los ojos azules del chico se fijaron en él debajo de los cabellos rubios, Itachi le dedicaba una expresión que se empeñaba por ser gentil (pese a la frialdad que irradiaba el impasible joven). Reconocía, pese a su orgullo, que Itachi Uchiha lucía mucho menos intimidante siendo amable y que sus hipnóticos ojos rojos eran en realidad realmente bonitos, sobre todo, enmarcados por las largas y espesas pestañas sobre las marcadas ojeras.

Itachi de pronto cambió la expresión a una de elegante soberbia, y Deidara, que estaba contemplándolo tontamente lo notó enseguida. Gruñó, y acto seguido lo señaló con un dedo.

--¡Tú! No eres tan genial como piensas, hum. Mi arte es mucho mejor que tú y tus ojos—se dio vuelta para entrar a su departamento cuando reparó en algo importante (además de lo ridículo que debió sonar la mención de lor orbes del Uchiha)--¡¿Cómo sabes dónde vivo?!

--La noche que llegaste a casa de Sasori—dijo con simpleza—Te lo dije, basta con ser observador. El anciano abajo me dijo donde vivía la muchacha rubia.

Aquella tarde, cuando Deidara estuvo esperando bajo la lluvia, justo el día que su vida se cruzó con la del creído de Itachi Uchiha. Y…acababa de decirle muchacha.

--¡Soy un maldito hombre!, hum—abrió la puerta y entró, no cerró de nuevo. Itachi esperó un momento antes de seguirlo.

El departamento de Deidara en realidad no era muy grande pero el efecto visual que provocaba la prácticamente ausencia de algunos muebles le daba un aspecto más grande. El rubio no tenía sala o comedor, sino una mesa repleta de instrumentos de escultura y la cama que sobresalía en otra habitación apenas apartada del resto por un pilar ancho. Lo que probablemente era más curioso ahí era la cantidad de figuras y esculturas que ocupaban gran parte del espacio, acomodadas sobre cualquier mueble habido y por haber. Todas de arcilla blanca.

Entornó los ojos, sin embargo, a esa distancia no eran más que manchas blancuzcas así que se decidió por acercarse para definirlas. Deidara tenía un concepto curioso sobre el arte (según se lo había explicado) pero sus esculturas eran todavía más excéntricas. Había arañas gordas y peces con las escamas tan bien definidas que pudieron pasar por disecados si no fuese por el evidente material del que estaban hechos.

¿Eso de ahí era un humanoide cabezón? Itachi nunca fue aficionado a la escultura, los libros eran lo suyo, pero ahí, desde su perspectiva, Deidara era talentoso.

Itachi se acercó hasta un ciempiés que más curiosidad le causó, lo examinó con cuidado tratando de entender por qué Deidara tenía esas esculturas y no eran trozos regados.

La bufanda que sostenía desapareció de su mano de pronto, Itachi se volvió con calma encontrándose con la expresión fastidiada del rubio. Al parecer había seguido hablándole aunque el Uchiha no oyó ni una palabra.

--Dijiste que te mudabas.

--¿Y qué?—se acomodó el cabello ahora que ya no tenía el abrigo puesto, solo una camisa gris.

Buena pregunta. Itachi se lo pensó pero lo único que se le ocurrió fue que al ser insomne casi siempre y al saber a Sasuke dormido junto a Naruto y a Shisui perdido en sus sueños también, lo primero que se le ocurrió fue aprovechar ese tiempo para devolver la prenda. Luego, volvería con Sasuke.

--Esto es tuyo. Ya no lo necesito—dijo fríamente, echándose a andar hacia la puerta.

--Ey, Uchiha, espera-- quizás no debió decir eso pero ya lo había hecho. Deidara puso mala cara, luego, alzando el mentón con media sonrisa orgullosa de lo que acababa de ocurrírsele para salvar la situación.

Itachi volvió el rostro sobre su hombro.

--Ya que me debes esto—dijo como si  nada, acomodándose la bufanda y sacándose el cabello para dejarlo caer con delicadeza sobre su espalda (ignorando el aroma a Itachi inpregnado en el estambre)—Me ayudarás a empacar, hum.

La expresión de Itachi no sufrió ningún cambio por segundos que a Deidara se le hicieron eternos, ya comenzaba a parecerse a Sasori…aunque solo con ese sujeto que le ponía los nervios en punta.

--Está bien—dijo Itachi al fin, luego de contemplar los cabellos de Deidara acomodarse. Se dio la vuelta mientras se quitaba el abrigo para descubrir la playera de manga larga, negra también. Justo a tiempo para evitar otro desplante escandaloso del rubio, aunque admitía que eso iba a divertirlo.

La mueca de Deidara fue obvia cuando se sintió derrotado, se balanceó sobre su peso unos segundos antes de girarse.

--¿Sabes, Uchiha?—dijo con más confianza—Eres algo insoportable, te comportas como si el mundo no te mereciera y luego…--se calló al verlo acercarse hacia el ciempiés otra vez--¡Ni se te ocurra!

--Fuiste tú quien me pidió ayuda.

--De mis obras de arte me encargo yo, hum—avanzó. Itachi se preguntó internamente entonces qué esperaba que empacara ¿su ropa?—¡Y no te necesito, que quede claro! Me estoy cobrando un favor, hum.

El rubio notó que la mirada de Itachi volvía a ser la misma arrogante y gélida que tanto le irritó.

Estaba a punto de perder la poca paciencia que tenía cuando el moreno ingresó a la habitación para ocuparse de ese lado del pequeño departamento. Ahí también tenía esculturas.

Deidara aspiró hondo pensando que si realmente quería avanzar para salir de ahí tenía que aceptar las únicas manos extras, incluso aunque fuera Itachi Uchiha.

--¿Cómo supiste que vendría hoy a…?—se interrumpió al ver al moreno contemplar sus obras de arte del dormitorio, al instante se sintió molesto ¿qué no podía admirar con un poco de emoción sus esculturas? Solo estaba ahí, mirándolas con esa resolución tan carente de nada en los ojos rojos.

--No era difícil darse cuenta—respondió alzando los ojos a Deidara. La vista le falló de nuevo, convirtiendo al rubio en un borrón momentáneo, tuvo que apartar el rostro para que Deidara no lo viera parpadear para solucionarlo.

--Hum—dio unos pasos y se plantó a su lado—Tú no me soportas ni yo a ti, pero… ¡Me molesta que no admires el arte cuando la ves!

Itachi se pasó el dorso de la mano sobre sus ojos.

Con la visibilidad recobrada nuevamente, y un picor en las pupilas, Itachi se giró a mirarlo.

--Creí que no es arte sino hasta que desaparece—apuntó, mordaz.

Pese a que creyó que Deidara se irritaría todavía más, el rubio parpadeó dos veces y luego sonrió ampliamente, abrazándose a sí mismo con vanidad.

--Vaya, Uchiha. Entonces si has aprendido algo.

--Esta es bastante mala—apuntó señalando el cerdo blanco que Tobi le había regalado.

Deidara enarcó una ceja pero no quiso admitir que estaba de acuerdo, simplemente se dio la vuelta con dignidad, agitando los cabellos rubios y desapareciendo hacia el otro lado.

Poco a poco empacaron las pocas pertenencias de Deidara; el moreno había creído que su mudanza tardaría mucho más, sin embargo, el rubio solo tenía ropa e instrumentos de trabajo. Cuando volvió a la pieza principal se sorprendió de que Deidara estuviera poniendo real esmero para envolver sus esculturas, en serio les tenía aprecio. El joven rubio estaba sentado con las piernas cruzadas, analizando con detalle sus propias creaciones, asentía de vez en cuando causando que sus hebras blondas tiritaran ligeramente.

Los orbes azules siguieron en lo que estaba, orgulloso, que no notó que Itachi lo miraba hasta que fue bastante obvio; el rubio volvió el rostro (no se había quitado la bufanda) por debajo de la pantalla de cabello. En su expresión se instaló la curiosidad haciendo sus ojos más grandes de lo que de por sí Itachi creía que eran, luego una sonrisa ladina se deslizó por sus labios, descruzó los tobillos y se puso de pie hasta donde el moreno, de pie al lado de una hilera de esculturas a las que Deidara tenía especial aprecio.

--Saborearás mi arte, Uchiha. Y así la tendrás que reconocer—dijo, tomando el cerillo colocado al lado de la estatua más alejada y tras encenderlo contra la propia arcilla lo acercó a la mecha escondida detrás.

Itachi hasta ese momento notó que al lado de esas arañas regordetas Deidara tenía colocado un fósforo. Deidara se cruzó de brazos, se alejó hasta Itachi y esperó.

Nada ocurrió.

--Mierda…--masculló, gruñendo.

El Uchiha, sin ningún cambio en su expresión, volvió el rostro a la araña más cercana a ambos y acercó el fuego hasta la mecha que sobresalía.

--¡No tan cerca, idiota!—Deidara se acercó en un momento tratando de apagar la llama, sin embargo, el fuego desapareció en el interior de la escultura.

Los ojos rojos se mantuvieron impasibles mirando lo que ocurriría, luego, contempló la expresión expectante en el rostro del rubio. Resultó más interesante.

El suspiro que salió de los labios de Deidara fue una combinación entre alivio y desilusión, según creyó discernir Itachi--¡No sabes lo…

La mesita a su costado cimbró antes de que la estatuilla estallara en una ola de chispas amarillas parecidas a los restos de fuegos artificiales a pequeña escala.

Itachi retrocedió de inmediato sujetando del brazo a Deidara para apartarlo también del fuego que nacía del mecanismo interno en la arcilla. Los ojos azules del muchacho estaban fascinados, fijos y embelesados con las chispas frente a ellos, viendo la arcilla desaparecer una efímera muestra de luces, así que cuando el Uchiha tiró de él, lo tomó desprevenido; perdió el balance de sus piernas al no querer moverse de su sitio-y seguir admirando-. Los tobillos de Itachi chocaron con una caja detrás, sumando el peso de Deidara, fue a parar al suelo, entrelazando sus piernas.

La cabeza le cimbró desde adentro desenfocando su mirada.

El rubio cayó sobre el cuerpo de Itachi oyendo el gemido ronco que le arrancó con su cuerpo (de nuevo). Apoyó las palmas en la duela e incorporó el torso, mirando fijamente la expresión de Itachi. Y ocurrió lo que Deidara había querido evitar desde hace mucho: se ruborizó.

--Se te ha convertido costumbre caer encima de mí—gruñó el Uchiha abriendo los ojos, su visión difusa se aclaró en unos cuantos segundos, haciendo nítida el rostro avergonzado del rubio. Pese a que Deidara curveó los labios hacia abajo, los orbes azules seguían tintineando nerviosos.

--Te sigues metiendo en…

--Además, dijiste que no habías logrado hacerlas estallar—apuntó, sin moverse.

--No era de tu incumbencia, hum—apartó la mirada, malhumorado.

Itachi permaneció en silencio observando desde su posición las suaves líneas que formaban el rostro de Deidara, el cabello que caía contra su faz ocultando a medias los delgados labios, apretados en una mueca de fastidio. También creyó ver un ligero rubor en sus mejillas, sin embargo, de lo último de lo que podía fiarse era de su vista. Todo su peso (que no era mucho) estaba sobre su torso, y Deidara parecía haberlo olvidado, demasiado ofendido por el tema de su arte como para notar lo incómodo que Itachi se sentía ahora mismo; su cuerpo entero se tensó ante la cercanía el rubio y no pudo evitar sentirse abochornado, sobre todo cuando, ese calor vergonzoso se convirtió en un hormigueo en su abdomen, dando por sentado que la curiosidad que sentía por Deidara no era solo eso. ¿Le gustaba? Itachi sentenció que no. Aun así, sentía el cuerpo inquieto porque el rubio se apartara de una vez, en vista de la poca disposición (o tal vez solo pasó un segundo desde que la mente de Itachi comenzó a trabajar), elevó las manos hasta sus hombros y lo atrajo de vuelta, invirtiendo las posiciones.

Deidara perdió el apoyo y volvió los ojos sorprendido solo para cerrarlos y sentirse contra el suelo, con las manos del otro sujetando firmemente sus hombros contra la duela.

Al abrir los orbes tuvo que enfrentar la profunda mirada escarlata de Itachi a unos cuantos centímetros. El chico no estaba pero sí demasiado cerca, tanto que podía sentir su aliento fresco golpear contra su nariz.

Deidara se encogió automáticamente ante la atenta mirada de Itachi, comenzaba a incomodarse realmente ante el poder hipnótico de eso orbes escarlata adornados con tres aspas negras, sumergidos en tenues sombras gracias al largo de sus espesas pestañas. Un vuelco conocido asaltó el pecho del rubio, el mismo que experimentó cuando los ojos del muchacho brillaron en medio de la noche aquella vez que limpió su cabello de arcilla…justo como lo estaba haciendo ahora. Deidara quiso alzar la mano para apartar la de Itachi de su cabello, pero se detuvo cuando su extremidad se negó a obedecerle; se maldijo internamente forzándose a despegar la mirada de los poderosos orbes de Itachi y mirar el resto de su guapo rostro impasible. También tenía rastros de arcilla en los mechones negros y una mancha blanca en la mejilla.

--¿Tú…?—su intención fue sonar amenazante pero solo logró un tono de tonta interrogación porque sentía sus mejillas arder al aceptar, contra su voluntad (¡y como se odiaría por lo que pensaba!), que Itachi Uchiha era realmente guapo.

--No te quitabas—respondió con simpleza, pero Deidara olvidó lo que quería preguntar. El moreno soltó los hombros del rubio y pasó la mano por detrás de su cuello y poniéndose de pie al tiempo que deslizaba la bufanda de Deidara fuera de su garganta. El roce provocó en el rubio un estremecimiento, aunque agradeció que se apartara por fin.

Se maldijo internamente…otra vez.

--Aun no me repongo—lo oyó decir mientras le daba la espalda.

--¿Qué…?

--Te estoy cobrando un favor, es todo—se la enredó entorno al cuello, acomodándose el largo cabello negro—Todavía habrá que bajar las cajas al auto.

El rubio forzó a su mente a salir de la turbación y comprendió a lo que se refería: Itachi iba a ayudarlo a transportar sus cosas. Eso no era lo importante, sino que, el flashazo de su tormentoso pasado nunca llegó como ocurrió con la cercanía de Sasori. Simplemente Deidara no pudo apartar los ojos de los de Itachi, como una especie de fuerza de gravedad que lo ancló con tanta fuerza que pudo tratarse de un encanto o una ilusión.

Eso debía significar algo, lo que fuera, pero algo.

Cruzándose de brazos, gruñó. ¡Cómo lo odiaba!

**

--Envía a la familia al laboratorio, yo me arreglo con la cuenta—dijo Shisui, recargado contra el muro de la cocina, mordisqueando un sándwich y hablando por teléfono al mismo tiempo.

Sasuke, con los brazos cruzados contra el pecho, contemplaba a su primo; atento a la conversación que Shisui sostenía con la enfermera a su cargo. Eran por esos niveles tan altos de nobleza y lealtad por la vida humana que Shisui Uchiha fue el primero en desertar de la tradición familiar de ser abogado para controlar las esferas de poder, se convirtió en un médico. No cualquiera, uno que estableció consultorio en uno de los barrios pobres de España, El Príncipe.

El por qué decidió dejar Japón era un misterio, simplemente Shisui puso primero a la gente que, según él, lo necesitaba antes de los intereses familiares.

He allí la razón por la cual sus padres reprobaban que Itachi hubiera siguiendo el ejemplo y se alejara al otro lado del mundo a estudiar una carrera a la que no le veían futuro alguno.

Ahora mismo, Sasuke estaba decidido a seguir con el orgullo familiar, inclusive se matricularía en la misma universidad que su padre con la esperanza de que éste acudiera a la ceremonia de ingreso…o egreso. La que fuera estaba bien mientras asistiera como estuvo presente en todas y cada una en las que participó Itachi. Porque cada vez que lo pensaba nadie nunca fue a sus ceremonias ni festivales escolares…con una excepción. El propio Itachi. Vaya hipócrita.

Apretó las manos contra sus brazos y aspiró hondo.

--¿Por qué lo haces?—quiso saber una vez que su primo colgó la comunicación.

--¿Por qué no hacerlo?—replicó en tono amable. Sasuke entornó la mirada y chasqueó la lengua—Puede que lo consideres una estupidez, pero en la vida tenemos que tener prioridades, Sasuke y hacer sacrificios por ellas—se volvió a mirarlo.

Los ojos negros solo le mostraban renuencia.

--Itachi lo comprendió—agregó sonriéndole ampliamente.

--¿Dónde está?—ignoró el comentario.

--No sé. Salió antes de que despertara—se encogió de hombros—Conociéndolo estará aquí para la hora de comer, no llegaría tarde para estar con su hermanito.

--No te hagas ilusiones, Shisui. Hace mucho que no come ni cena en familia—replicó con acritud.

--¿Eh? Bueno…eso era porque no estabas aquí, Sasuke—se acercó y colocó una mano sobre su hombro. El joven lo miró fijamente, consciente de que Shisui sabía a la perfección a qué se refería.

Para su fortuna el timbre de la casa retumbó en las paredes. Naruto, que iba enviándole un mensaje de texto a su padre, bajó por las escaleras al mismo momento.

Con plena confianza se acercó hasta la puerta y la abrió.

--Hola ¿Buscas a Itachi?—saludó al muchacho de cabellos claros frente a él, quien le devolvió el gesto aunque con un dejo de burla mezclada con superioridad en él.

--A Sasuke—sorbió de su bebida.

Los ojos azules parpadearon un par de ocasiones, se volvió al interior de la casa.

--¡Teme!

Suigetsu enarcó una ceja sin perder el gesto divertido y al instante acudió el fastidiado moreno.

--No grites, Naruto—le iba diciendo. Luego, cuando sus ojos se cruzaron, Sasuke agrió la expresión.

--¿Qué haces aquí?—interpuso el brazo para evitar que Naruto abriera la puerta para dejarlo entrar. El rubio enarcó una ceja.

--¿Tu hermano no te enseñó modales, Sasuke?—se burló.

--Responde.

Naruto miró a uno y a otro, rascándose la mejilla al no comprender.

--Quería saber si ya cambiaste de parecer—se encogió de hombros.

--No.

--Sasuke, no entiendo, de veras.

--Cállate, dobe—interrumpió a su novio.

--¡Oye!—iba a comenzar con el reclamo cuando Suigestsu volvió a hablar.

--Vamos, Sasuke. Karin no estará y seguro a Jugo le dará gusto verte otra vez—sonrió astuto.

El interpelado frunció los labios entendiendo al vuelo que el irritable sujeto seguiría soltando información si no aceptaba, miró de refilón a Naruto y maldijo internamente.

—Puedes invitar a este chico—ensanchó el gesto, señalando con el pulgar al rubio.

--Mi nombre es Naruto Namikaze.

--Bien. Cuando Itachi esté en la universidad—sentenció haciendo ademán de cerrar la puerta.

--Grandioso, jefe. A Orochimaru le dará mucho gusto verte—sorbió de nuevo.

Los ojos azules vieron al delgadísimo chico bajar los escalones del porshe hasta la calle.

--¿Quién es Orochimaru?

--Nadie importante, dobe—exclamó Sasuke antes de cerrar.

Naruto pareció pensarlo, luego se encogió de hombros y volvió a abrir la puerta.

--¡¿Qué estás haciendo?!—exigió.

--¿Qué pasa contigo, idiota?—frunció el ceño cuando su novio le cerró la puerta. Por única respuesta los ojos negros lo miraron fijamente.

--Iré a ver a mi tío—avisó cruzando los brazos.

--No.

--¿No?--parpadeó confundido--Tú no me mandas, teme.

--No irás, perdedor. Estás aquí para…--dio un paso al frente. Naruto hizo lo propio alzando un puño.

--Si no te quitas de en medio, Sasuke…

Shisui los miró fijamente esbozando una sonrisa divertida, alzó el mentón y rio ligeramente. El par seguía discutiendo más como un par de amigos que de novios.

--Los domingos son en familia ¿no?—se acercó pasando un brazos sobre los hombros rígidos de su primo—Diviértete, Naruto—le guiñó un ojo mientras arrastraba a Sasuke a un lado.

Los ojos azules retaron con la mirada los negros de Sasuke mientras salía y hasta que la puerta se interpuso entre las chispas que parecían brotar entre ellos.

**

El timbre de la puerta llevaba sonando varios minutos ya pero Nagato todavía no lograba ponerse en pie. Apoyaba las manos contra las coderas del sofá y luchaba contra sus pulmones para que atrajeran el oxígeno suficiente para la odisea que era levantarse. El pecho le dolía.

El pitido fue reemplazado por golpes leves contra la puerta; por fin, tras un poderoso esfuerzo, Nagato Uzumaki fue capaz de levantarse y, apoyándose en el muro fue acercándose hasta la puerta.

--Mi ángel…--musitó cuando abrió. La expresión ansiosa de Konan cambió a la consternación mientras lo ayudaba a sostenerse.

El pelirrojo jadeaba.

--Nagato…--murmuró soportando su peso que ahora debía ser el mismo que el de osamenta, porque el hombre estaba terriblemente delgado.

A tumbos llegaron a la sala donde ella lo depositó con cuidado, Konan se arrodilló frente a él mirándolo intensamente.

--Nagato…aguanta—le dijo contemplando la lucha interna de su amigo para jalar aire.

--Deidara…no…se…irá—alcanzó a decir.

Konan apretó los labios pero intentó mantener ese tema alejado por ahora, pese a que era de lo único que había acudido a hablar.

--Seguiré convenciendo a Yahiko—trató de encogerse de hombros.

--Tú puedes hacerlo…--parecía irse recuperando—Convence a Deidara…dile porqué lo busca Yahiko.

Konan calló y asintió con la cabeza, dedicándole una mirada lastimera a Nagato.

**

Ninguno habló en todo el camino, Deidara ocupando con un pedazo de arcilla que moldeaba sin siquiera mirarla, Itachi con la mirada fija en el camino, pensando que tal vez no debería conducir en sus condiciones, porque su visión estuvo bastante afectada.

Tosió un par de ocasiones pero nada aparatoso por fortuna, además debía volver temprano para ver a Sasuke, quizás podrían comer juntos.

Bajaron las pocas cajas y al apilarlas decidieron en silencio que bastaría un solo viaje.

Se cruzaron con la abuela de Sasori en las escaleras, quien ignoró por completo a Deidara e Itachi tuvo que pegarse al muro para no chocar contra la ancianita. Iba acompañada de una chica de estrafalario cabello rosa y al parecer trataba de animarla. Seguramente las cosas no resultaron bien con su nieto.

Deidara se encogió de hombros mientras la miraba sobre la espalda, la chica que iba sosteniéndola por la espalda se ruborizó al pasar junto a Itachi. El rubio puso mala cara sintiéndose repentinamente irritado.

--¡Sasori, mi amigo!—pateó la puerta. Casi al instante Sasori acudió al llamado aunque los ojos azules no pudieron mirarlo gracias a las cajas que cubrían casi toda su visibilidad.

--Creí que no me fastidiarías—recordó con aspereza—Itachi…--afiló la mirada.

--Necesito trabajar en mi arte—se defendió entrando.

--Buenas tardes, Sasori—saludó dejando el cargamento contra una de las paredes del salón.

--Si, como sea—volvió la mirada a Deidara—Asegúrate de organizar todo eso, Deidara—ordenó.

--¿Eh?—soltó la arcilla que moldeaba sobre la caja de hasta arriba.

Itachi se acercó con curiosidad, queriendo darle nitidez al manchón blanquecino que veía.

--¿Vas a quedarte?

Deidara iba a responder que ya habían hablado de eso cuando notó que el pelirrojo no estaba hablándole a él.

--No—respondió Itachi, amable, sosteniendo la pequeña paloma de arcilla entre sus dedos.

Sasori viajó sus ojos del rubio hacia el Uchiha y chasqueando la lengua se echó a andar hacia el pasillo de afuera.

--¿A dónde vas?

--Vas a hacer mucho ruido mientras organizas tus juguetitos a los que llamas arte—replicó, impaciente—Trabajaré más tarde en mis marionetas, no tardes para acomodarlo todo.

Deidara miró a Itachi cuando se quedaron solos, bajó levemente el rostro interesando en la forma con la que el muchacho sostenía su estatuilla. Las cicatrices en sus manos ardieron pero no fue doloroso, el calor se expandió por sus brazos hasta estremecerlo.

--¿Qué son esas cosas que tienes en los ojos?

Itachi alzó la mirada.

--Los puntos negros, hum.

--¿Cómo te hiciste las cicatrices?

Deidara frunció los labios alzando el mentón.

Transcurrió un momento de silencio; Itachi jugó con la figurita de arcilla que tenía entre los dedos y miró su reloj. Iba tarde.

--Pigmentación—respondió dándose la vuelta para salir también, haciendo amago de dejar la escultura donde la había tomado anteriormente.

--Me defendía.

Los ojos escarlata viajaron hasta las palmas del rubio, apoyadas sobre sus brazos.

--Puedes quedártela—Deidara habló rápido y apartó la mirada, escondiéndola debajo de sus cabellos—Así podrás admirar el verdadero arte, hum.

Itachi iba a decirle que no tenía pensado destruirla pero prefirió callar, sonreír levemente y perderse en el pasillo, jugando todavía con la paloma de arcilla.

 

**

El líquido color roble tembló suavemente cuando el hombre tomó la copa que lo contenía y se lo llevó a los labios. Se acomodó sobre el acojinado respaldo de la silla y degustó el sabor con calma, sintiendo el ardor bajar por su garganta.

--Entonces es el muchacho—habló luego de un momento con voz rasposa debido al coñac.

“—Sin duda. El segundo involucrado en el incidente del museo hace tres años”—respondió una voz mecánica a través del altavoz.

--¿Y Pain?—inquirió dando otro sorbo al brebaje.

—Deidara Kamiruzu estaba con alguien en su apartamento pero no era nuestro sujeto, solo uno de sus compañeros de universidad.”

--Sigue vigilándolo, Yahiko tendrá que acercársele en algún momento—ordenó, girando la muñeca suavemente, clavando los intransigentes ojos rojos en el bamboleo de su bebida.

--“¿Qué hay de Kakuzu?”

--Nos aseguró que Konan está buscando al pirómano también, seguro que esconde a Pain—respondió con simpleza, depositando la copa en el fino escritorio de madera tallada.

--“¿Me encargo?”

--No. Zetsu la vigilará—y cortó la comunicación. Apoyó la cabeza contra el respaldo, bañándolo con los largos e irregulares cabellos negros.

**

--¡Joder, Kakuzu!—se quejó por enésima vez sosteniendo el trapeador. El interpelado, su jefe, lo ignoró y siguió asegurando la caja de metal, girando el candado en la combinación correcta--¡¿En serio vas a largarte y dejarme aquí?!

--Este es tu trabajo, no el mío. Tengo cosas que hacer—replicó echándose a andar hacia la salida de la oficina.

--¡¿Y por qué tengo que quedarme?! Contrata a alguien más para que haga esta porquería—agitó el trapeador.

--No me colmes la paciencia, Hidan—advirtió con voz tétrica—Es tu culpa por hacer tus estúpidos rituales antes de iniciar tu trabajo. Duran para siempre.

--¡Cierra la boca, bastardo!—ladeó la cabeza enarcando una ceja--¿crees que a mí me gusta? Tengo que hacerlo, mi religión es muy estricta.

--No me importa—lo pasó de largo—Apresúrate y esta vez hazlo bien.

--¿O qué?—sonrió de lado, confiado—No puedes despedirme ¿verdad, imbécil?—insinuó.

Kakuzu se detuvo y giró el rostro sobre su hombro, entornó la mirada.

--No volveré a decírtelo, Hidan: no me desesperes—dicho eso siguió su camino.

Hidan dejó flojos los brazos poniendo mala cara. Lo que más detestaba de ese fastidioso trabajo era tener que limpiar los baños, siempre terminaba con la ropa apestada.

Maldijo al hijo de puta, ateo de mierda y amargado que desperdiciaba un buen intercambio de golpes y salió de la oficina. Iba camino a los sanitarios del bar, de todas formas quería mear.

Alguien se acercaba por el pasillo en sentido contrario a él, descartó que fuera Kakuzu porque el tipo era más alto que él y quien iba en su encuentro era tan pequeño como…

“La marioneta”, pensó con una sonrisa ladina.

--Qué lugar tan patético—dijo Sasori sin detener su andar.

--Venga, enano. No es la primera vez que lo visitas, así que no digas estupideces.

Que suerte la suya que el pelirrojo decidiera recuperar la pieza faltante de su estúpido juguete de madera la tarde en que el bar permanece cerrado…

Sasori se detuvo frente a él y extendió su mano.

--Así que quieres de vuelta tu cachivache de porquería.

El pelirrojo lo miró desafiante.

--Y veo que tú quieres otro golpe.

La expresión de Hidan se ensanchó con arrogancia.

--Una vez que superas el dolor, se convierte en éxtasis—se inclinó al frente, acerándose a Sasori, quien simplemente movió las pupilas hacia el cuarto ensombrecido a su costado—Puedo causarte mucho dolor—ronroneó.

El muchacho resopló con fastidio y se dirigió hacia la bodega, Hidan lo miró mientras sonreía triunfal. Al seguirlo aprovechó para sacarse la camisa y comenzar a desabotonar los vaqueros desgarrados.

Sasori se detuvo en medio del cuartucho acostumbrando su mirada a la oscuridad hasta distinguir las cajas apiladas de licor y refresco. Oyó a Hidan caminar detrás de él así que se volvió para encararlo; el dije que colgaba de su cuello brilló en medio de la oscuridad así que no fue difícil calcular la distancia de su objetivo.

Hidan rodeó la cadera de Sasori con ambas manos, apretando la piel conforme bajaba al trasero, iba a levantarlo para depositarlo sobre una de las pilas de cajas y abrirse paso entre sus piernas. Tenía planeado cobrarse ese golpe con creces. Cuando una fuerte punzada de intenso dolor lo obligó a doblar el estómago sosteniéndose la entrepierna.

Maldito cabrón hijo de puta.

--No eres muy inteligente, Hidan—se burló Sasori y el albino creyó poder ver una sonrisa psicótica en los bonitos labios del pelirrojo.

Hidan se mordió el labio resintiendo el golpe a sus preciados genitales mientras Sasori se trepaba en la misma reja de refresco donde el chico había planeado estamparlo antes; colgó los brazos en medio de las piernas y lo miró fríamente.

--Estoy esperado que tu dolor se convierta en éxtasis.

--¡Bastardo, enano cabrón! Espera a que…

--No ocurre—musitó con molestia—Qué patético—resopló alzando el mentón—Si quieres tener sexo conmigo, Hidan, dilo. No me persigas como un perro—dicho eso, se bajó de la caja y echó a andar hacia la luz del corredor—No me hagas esperar—dijo por último.

--¡Vuelve aquí, imbécil!

 Pero el pelirrojo ya había dado la vuelta por el pasillo, dejando solo a Hidan con su potente dolor. Cero e iban dos.

 

A decir verdad, Sasori no tuvo intenciones específicas al acudir allí, donde de antemano sabía que el escandaloso Hidan estaría. Después de todo ahí trabajaba.

Lo cierto es que su humor ya era bastante malo desde la tarde anterior, empeoró con la visita de su abuela y los intentos ridículos por hablar con él de sus padres.

Que estupidez, pensaba el joven. Sus padres se fueron hacía mucho, para él estaban muertos.

De lo único que se avergonzaba ahora era de no haber podido deshacerse de la anciana también. Luego, llega Deidara y su infantil alboroto…acompañado de Itachi.

No necesitaba ser un genio para saber que lo había ayudado con la mudanza, no es como si le importara que el Uchiha estuviese interesado en el fastidioso rubio, simplemente que Sasori comenzaba a desesperarse consigo mismo: no entendía lo que era Deidara para él. Desde que se lo preguntaron no pudo sacarse esa idea de la mente y ahora sus pensamientos estaban irritados con tener al rubio en ellos gran parte del día.

Él mismo se lo preguntó hasta que decidió que podía probar besarlo para descubrirlo. Error. Solamente se contrarió más.

Su siguiente idea fue Hidan, pero la verdad es que la falta de elegancia del albino lo hartaban, le recordaba un poco, solamente, a su última pareja, Kankuro. Quizás por lo fanfarrón.

No tenía por qué haber ido hasta el bar, de hecho, Sasori como el maestro marionetista que era (y gracias a su terrible impaciencia) talló otra pieza para la salamandra y no necesitaba la que robó Hidan. Simplemente acudió por curiosidad para ver si el albino era material más valioso que el rubio orgulloso.

No sabía que era Deidara para él además de un fastidio soportable y debates interminables sobre arte o una sensación de tener a un mocoso a su lado que le cuenta su pasado…y al que él mismo tuvo que abrirse una vez. Quizás era eso, fraternizó con alguien de manera humana.

Chasqueó la lengua y esperó, por el bien de Deidara, que ya se hubiera instalado.

**

Aspiró hondo silenciando su móvil a la llamada impertinente de Tobi, era la onceava. Luego, volvió los ojos azules al mediocre regalo que le dio, la alcancía gorda adornaba ahora la televisión de Sasori y tenía plena visibilidad a la casa. Era como un pobre centinela.

--Realmente patético—exclamó Deidara desde el sofá. Tal vez debería hacerla estallar.

Un flashazo del fuego le recordó que no era buena idea, luego, sus manos ardieron en respuesta al bochorno que sobrevino al remembrar lo ocurrido hacía unas cuantas horas.

Hacía mucho que Deidara no detonaba una escultura, tanto que pensó que el mecanismo interno que las convertía en fuegos artificiales se había estropeado. En realidad sabía desde cuándo sus esculturas se volvieron arcilla permanente o que solo era aplastada: desde hacía tres años. Miró sus manos contemplando las cicatrices queloides en sus palmas y de ahí viajó los ojos a su pecho. Sasori tuvo la razón en algo cuando comparaba sus pechos marcados: Deidara ocultaba con su tatuaje otra de las pruebas que dejó Pain en su vida.

Frunció los labios encogiéndose en medio de los cojines.

No negaba que ver las chispas fue la verdadera obra de arte, una sensación tan de antaño que no se compraba con nada…excepto quizás, cuando miraba fijamente los ojos escarlata de Itachi Uchiha. ¿Qué tenían de especiales sus extraños ojos pigmentados? Solo una mirada profunda, se dijo.

--Tal vez deba hacerlo explotar a él, hum.

Ver el fuego en la estatuilla le recordó el pánico del pasado que ahora lo obligaba a mirar fijamente la puerta esperando el instante en que Pain la cruzara, empero también traía a colación, por automático, la persona con la que ocurrió esta vez. Itachi.

El tipo sí que era insufrible, todavía podía sentir su tacto contra los brazos, y su aliento. Sin querer se estaba rozando los labios con una mano.

Y Deidara sonrió con la imagen mental de ese par de ojos rojos.

La luz de su celular llamó su atención, con una profunda inhalación reuniendo paciencia decidió responderle a Kurotsuchi. Estaba a decidido a seguir en Durham y la universidad, Nagato podía decir lo que quisiere…y Pain.

Bueno Pain podía estar seguro que no lo encontraría.

**

Shisui rio con ganas ante la expresión dura de Sasuke, quien tras dirigirle una mirada a su hermano, se enfocó en su comida.

Itachi se dejó hacer por el brazo de su primo cuando lo atrajo a él y tampoco objetó cuando rio contra su cabello. Él seguía sin encontrarle la gracia a poner en una posición incómoda a los dos hermanos, al final, consiguió lo que se proponía: una no planeada excursión familiar al río Wear.

Aun así le dedicó una sonrisa cálida que fastidió más a Sasuke.

Había tomado sus medicamentos recién llegó a la casa  y luego se sentó a comer con su hermanito y Shisui, así que dejó sobre la mesa la paloma blanca y ni siquiera se quitó la bufanda que despedía el aroma de su dueño. Aunque estaba bajo techo, Itachi no quiso quitársela todavía, no fuera a ser que el cambio de temperatura le provocara un acceso de tos frente a Sasuke.

Rio internamente por la estúpida excusa, nada tenía que ver de lo que estaba muriéndose con el frío. Como una aseveración a sus pensamientos, el dolor detrás de sus ojos intensificó aunque Itachi Uchiha fingió solo estar cansado.

Notas finales:

Gracias por leer :D!

Hoy fue un capítulo casi lemonoso! Por favor no me odien por el lemon no lemon o inacabado, les aseguro que "alguien" se dará su entronconazo en esa bodega!!!

rr???

Bshosss

tronadhozzzzz

y

sensualezzzzzzzzzzzzzzzzzzz


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).