Kureto respiró fuerte y miró el edificio del que había salido después de darse vuelta. Sus puños estaban crispados.
¿Qué sucede?—preguntó Guren sorprendido del poco peso de su amigo en sus brazos.
¡No… no te preocupes!—trató de decir el peliblanco pero las palabras se le entrecortaban por la emoción. ¡Estaba de nuevo en sus brazos! No podía creerlo—Yo…--
En ese momento Kureto llegó a la puerta y escuchó a través de esta las palabras de Guren.
¿Cómo que no es nada? ¡Mira como estás!—Guren se desesperaba de ver en tan malas condiciones al otro. No solo era su poco peso sino los evidentes rastros de golpes tanto en su mejilla como en su labio partido que podía ver gracias a que había levantado la cara del otro para mirarla. Los ojos azules del otro lo miraban entrecerrados y con lagrimas anegándolos.
Shinya estaba más allá de la felicidad al ver de nuevo a Guren cosa que creía imposible y al ver como le importaba. Sentir su calor. Sus manos que tomaban su brazo y cara. Su evidente preocupación por él. Todo eso lo hacía feliz y a la vez.
¡No te preocupes!—dijo levantando su mano para tocar la gentil mejilla del pelinegro mientras observaba los ojos que expresaban dolor y desesperación por él--¡Yo no…!—
Guren lo abrazó de pronto con todas sus fuerzas. En el cachete el ojos azules podía sentir su calor y por su cuerpo corría la fuerza de su abrazo.
Fuera Kureto solo escuchaba esperando mientras se enfurecía.
¡Yo… estoy feliz… de que vinieras… solo eso es suficiente!—la evidente felicidad y el callado autosacrificio del otro despedazaban el gentil corazón de Ichinose que no sabía muy bien que hacer.
Detrás de la puerta la respiración de Kureto se detuvo un momento y luego resonó. Todo eso era como un insulto o una traición a su ver pero no podía hacer nada ahora porque aunque era un hombre de acción también era un consciente estratega y para que su plan se efectuara con éxito necesitaba a Ichinose pero sus puños cerrados no podían contener su ira por lo que tardó un poco en recuperar el control de sus acciones mientras oía.
Shinya agarró la ropa sobre el brazo del otro y separándose un poco de él le dijo mientras se secaba las lágrimas—Ahora es necesario que te vayas. Alguien puede verte aquí. Yo… yo estaré bien—miró los ojos negros y sonrió muy distinto a su sonrisa de siempre. Esta era una sencilla sonrisa de felicidad con un poco de tristeza pero con mucha calma.
Pero…--dijo el pelinegro y el otro negó enfáticamente.
¡Tienes que irte ahora! ¡El que vinieras es todo lo que necesito para soportar esto!—dijo el peliblanco y el otro bajó la mirada—No es que espere que me correspondas. Sé que eso no es posible. Trata de olvidar lo que pasó. Debes seguir por ambos. No se cuales son tus planes y no necesito saberlos. Solo ve adelante. No seré un lastre para ti. ¡Despreocúpate! Soy mas fuerte de lo que ellos creen—antes de que Guren pudiera articular palabra los labios del otro se posaron dulcemente sobre los suyos.
Esa aguda despedida se clavó en el corazón de Guren mientras se iba. Era cierto que no podía slavarlo. Fuera habían miles de soldados bajo las órdenes de Kureto y el no vería realizados los planes de Mahiru si se ponía en contra de él.
Su mente lo sabía y lo aceptaba pero su corazón y su cuerpo se sentían tan adoloridos.
Shinya sonrió al sentir como se abría la puerta. Estaba sentado en el catre.
Demoraste en entrar—dijo, su mirada que había permanecido baja miró ahora al otro.
¡Así que sabías que yo estaba aquí!—dijo el ojirrojo con furia helada en la mirada. Los ojos del peliplateado no se alejaron del suelo mientras sonreía. Kureto recordó ahora como el otro había frenado los intentos de Ichinose de llevárselo. Conque era porque sabía que él los observaba, se dijo con amargura mientras se daba cuenta de que si él no hubiera estado presente muy probablemente él se hubiera fugado con el otro.
¡No lo haría!—dijo de pronto el ex general.
El pelinegro levantó una ceja--¿Hacer qué?—preguntó.
No le arruinaría sus planes así. El destino de Guren está aquí mismo y él debe decidirlo—dijo el ojos azules.
El ojos rojos se puso furioso. El desgraciado se estaba sacrificando por aquel que lo abandonaba allí aun sabiendo lo que le estaba pasando y encima de todo le leía el pensamiento con tanta facilidad.
¡Ya veo! ¡Supongo que para ti soy un libro abierto! ¿Ah?—dijo con desdén Kureto.
En lo absoluto—dijo el peliblanco levantando sus mares hacia él—No entiendo que buscas con tenerme aquí después de todo lo que has hecho. ¿No sería más fácil eliminarme para callar lo que puedo llegar a decir de ti si alguien viene a preguntar?—agregó terminando con una mirada astuta y una sonrisa confiada como en los viejos tiempos.
Ese era el Shinya que lograba hacerle hervir la sangre atreviéndose a lanzarle miradas tan altaneras cuando él sabía que escondía secretos para los Ichinose y que a ese tipo lo miraba de una forma totalmente diferente.
En un arranque de furia el general cargó contra él y levantándolo en peso lo aplastó contra la pared tras la cama sosteniéndolo por una de las muñecas que el otro había levantado para agarrarse el flequillo.
Azul y rojo se enfrentaron a centímetros de distancia mientras Shinya sonreía cínicamente y Kureto trancaba sus dientes, furioso.
Tenerlo tan cerca lo enfurecía pero a la vez le provocaba algo más. Sus labios embistieron a los del peliplateado y su cuerpo retuvo al otro contra la pared.