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Childhood Memories ~ por BicthLVL100

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POV'S Guillermo ~

Ni siquiera en un millón de años habría soñado que mi vida terminaría de esta manera.

De cierta forma supe que terminaría algo jodido después de enterarme que las cosas en el mundo no eran tan perfectas como la seguridad de mi hogar, me lo hicieron creer durante catorce años; no pensé en sentirme vacío, en sentirme hecho de lado por mis padres y familia, no pensé que desearía huir del dinero y comodidades cuando ahora conozco miles que darían lo que fuera por vivir un día en mi vida.

Mis amigos, los chicos que conocí, y que se sienten como yo, que comparten los mismos puntos de vista y exactamente las mismas creencias cuando esa cortina de humo nos cubre de pies a cabeza; es como un puto ejercito marchando detrás del olor a marihuana.

Drogas, alcohol... no me gusta fumar, de hecho, lo odio, pero algo dentro de mi cabeza me obliga a seguir consumiendo esa porquería; quizás es el sentimiento de alivio, mesclado con el sabor amargo y sensación áspera en mi garganta después de varias horas en medio de la niebla gris, es calmante, perfecto.

Sensaciones, de paz... sabores horribles, recuerdos nublosos y tranquilizantes, los quiero, los necesito antes de volver a abrir mis ojos y que este mundo horrendo vuelva a mí.

− ¿Qué demonios te pasa ahora? – la voz del piloto me despertó, y de pronto mis ojos volvieron a juntarse con el perfil masculino del hombre a mi lado.

Es extraño, no recuerdo que estaba haciendo, me siento cansado, ansioso... necesito regresar a mi casa, necesito verme un rato con los chicos, tengo que fumar.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Tembloroso, el cuerpo del chiquillo se balanceaba con lentitud en su propio asiento; y sus brazos se abrazaron a sí mismo en un intento desesperado y discreto de relajarse.

− Además del hecho de estar en un auto a lado de un tipo que me amenazó y su revólver, nada... − respondió de inmediato.

Respiración agitada, ojos negros que dirigían una mirada casi histérica hacia el camino de asfalto dibujado al frente, su voz tambaleaba mientras aquellas palabras nerviosas salían de su boca en un tono casi divertido, irónico.

− Nada, yo... necesito ir a casa – el mayor pareció entender de lo que se trataba, las señales eran más que obvias.

− ¿Estás hambriento? Por favor, ni siquiera son las doce del día... ¿Qué tan poco tiempo puedes soportar sin esa porquería? – alzó una ceja, irónico, sin quitar la vista del camino.

Habían pasado solo un par de kilómetros cuando aquello había comenzado dentro de la cabeza del chiquillo, empezó como solo una distracción, sus ojos se fijaron en el espejo retrovisor, mirando en el camino a la nada en silencio total.

Un perfecto silencio, pacifico que no duró mucho. Ansioso, el adulto sintió como la temperatura corporal de su acompañante cambiaba con brusquedad; odiaría ser una niñera, una razón más por la cual se apresuró a llevarle a su hogar.

− ¡Cállate! Quiero ir a casa... − sus manos se movieron nerviosas buscando entre su pantalón quien sabe qué cosa, sus acciones comenzaban a volverse cada vez más raras. Su tono de voz, las gesticulaciones en su rostro y la forma en que su cuerpo temblaba.

− Como quieras, si mueres o no da igual, pero a mí nunca me gusta perder dinero y con el historial de tu amigo y tu... serian una gran pérdida – dijo Samuel, buscando entre las calles aquel departamento en exactitud.

− Que considerado, Hey... − Guillermo gritó − ¿Cómo sabes dónde vivo? – abriendo la puerta aun sin que el auto se detuviese; obligándole al hombre a frenar de golpe cuando estuviera a un par de centímetros de aquella puerta.

− Tu cartera... − respondió indiferente, intentando recuperar sus cabales; de nada serviría discutir o enojarse con un mocoso adicto al que se le estaban descomponiendo las neuronas por abstinencia.

− Oh si, lo olvide... yo, me tengo que ir – ni siquiera lo miro cuando respondió; fueron solo un par de golpes a la parte trasera de su auto, en una especie de despedida improvisada. Guillermo atravesó las calles corriendo hasta su hogar.

Tembloroso, piernas pesadas y manos histéricas que apenas pudieron encontrar la llave correcta entre su llavero; Recargado contra su puerta intentando abrirla, pudieron ser cuatro, quizás cinco minutos tratando de mover la llave dentro de la cerradura sin éxito ante la mirada divertida del hombre dentro del auto hasta que esta se abrió.

 

POV'S Samuel ~

Aquel había sido un día diferente, aunque extrañamente agradable... siendo honestos, normalmente yo nunca puedo ver espectáculos tan agradables como estos, mucho menos darme el lujo de regresar a sitios como este.

− No me creo que sea tan idiota... − sonreí para mí mismo, ahí estaba el chico apurado por entrar a su hogar, tanto que ni siquiera se tomó el tiempo para cerrarla de vuelta. Una pena, este es el tipo de lugares donde los buenos vecinos son escasos, por no decir inexistentes, yo lo sé, hace mucho vivía cerca de los lares y con mi experiencia esto no podría terminar bien.

Un lugar frio, cruel... te enseña que el apto es quien de verdad sobrevive; Un negocio de vida o muerte en el cual comencé desde abajo; Donde el ganador se lleva todo y el perdedor con suerte una bala en la cabeza.

− Malditos niños – pensé una o dos veces antes de bajar del auto, ¿Qué tanto podría haber dentro de esa pocilga que me interesara?

El niño iba a morir, asaltado o bien asfixiado por el humo no es algo que de verdad me incumba o me interese saber. Pero algo dentro de mi tenía ganas de ver un poco más del malcriado, así que desistí y fui en su búsqueda.

Casas pequeñas, departamentos en su mayoría, juntos el uno con el otro; dos pisos de altura, por lo menos los que seguían de pie. Calles vacías, solo decoradas con las farolas viejas en cada esquina y los autos, o restos de ellos que quedaban sobre el óxido de los cacharros.

Alarmas, el canto de las sirenas en un lugar no muy lejano, un sitio asqueroso y de mala muerte donde obviamente saldrías herido si no estabas acostumbrado a vivir en la basura, por suerte ese nunca había sido un problema para mí.

Yo nunca pensé en convertirme en millonario, y siendo honesto no estaba preparado para eso. Por mucho tiempo estuve en la miseria viviendo de las sobras que mis jefes y asaltos me daban; Estaba dispuesto a seguir siendo pobre, sin embargo, estaba cansado de serlo...

Al comienzo, no se trataba sobre dar simples órdenes y ya; mis negocios vinieron desde muy, muy abajo... desde la miseria de uno de estos pobres departamentos. Bajo el mandato de mi jefe, una persona no muy amable y con la que no era bueno jugar, mucho menos hacerle enojar.

Pasaron demasiados años para que pudiese encontrarme aquí, en su lugar... algo así como su sucesor, un heredero que se ganó el respeto y negocio gracias a sus capacidades dentro del juego... y a una bala discreta.

Al inicio esto solo se trataba era de vender, negociar y asesinar; estar firme, ante todo, ante la traición, ante el robo y las mentiras. Algo como un casino, uno frio y que deja varios cadáveres detrás, varios amigos y la confianza de muchos a los que apreciaste.

Aquí estoy ahora, en la cima de todo... viviendo la buena vida, tengo poder, tengo respeto y gloria que me hacen ser el dueño de lo que quiera sin importar el costo monetario o humano.

− Hey, mocoso dejaste la puerta abierta... − hablé, atravesando aquel umbral de hierro topándome con una gruesa cortina gris que me impidió mirar más allá de mi nariz; paredes de ladrillo en tonos oscuros, la pintura estaba desgastada al igual que el piso de madera que crujía a mis pies.

Un sitio bastante decente en comparación con la fachada; estaba amueblado correctamente, y el salón me recibía junto con el dueño sentado en el sofá con aquella porquería en sus labios mientras en el pequeño televisor de pantalla plana se transmitía el canal de dibujos.

− Entonces ciérrala... − respondió sin moverse de su lugar.

Un olor penetrante, no era nuevo para mí. Sin embargo, nunca fue de mis favoritas, en mis tiempos solía consumir cosas un poco más fuertes y caras, pero eso había sido antes.

Me abrí paso entre las botellas desparramadas en el suelo, las latas y cristales rotos podían verse en cada pedazo de la alfombra al igual que la mesa de café.

− Este lugar es un desastre – dije al llegar a su lado.

Cenizas, papeles y colillas arrumbándose abandonadas en una esquina al igual que las bolsas vacías de frituras y golosinas; una decoración que contrastaba con todos los artículos dentro de aquel sitio, una consola nueva, un televisor bueno y unos lujos demás.

− Tu cara es un desastre, yo no ando por ahí juzgándote – se removió en su lugar, inhalando más de su golosina, estaba mareado, casi ido pero un poco más relajado; no puedo culparlo, no es como que esa cosa te ponga de malas.

La idea de que era un simple mocoso abandonado y adicto desapareció cuando aquel extraño libro debajo de toda la basura en la mesa llamó mi atención. Un álbum, de fotos y varios recortes más.

− Deja eso ahí, se supone que no sepas cosas de mi familia o vas a matarlos... − escuché su voz llamar, algo que poco o nada me importó.

Un par de hojas en blanco, faltaban trozos; sea quien sea que faltara en las fotos debió hacer enojar mucho al chiquillo para que quisiera arrancarlo así de sus recuerdos.

Una mujer bella, podría ser su madre en compañía de un sujeto mal rasgado del resto de las fotos; muchas de ellas viejas, mi recorrido terminó cuando una de las memorias resbalara por una de las hojas hacia mis piernas.

− ¿Este eres tú? – pregunté sin respuesta inmediata.

Ahí estaban ellos, su madre, su padre y el pequeño niño de ojos negros y sonrisa alegre... una sonrisa que yo conocía. Una mirada que nunca olvidaría, porque me prometí no hacerlo hace demasiado tiempo, ahí estaba ese niño.

− Lo sé, soy adorable, ellos decían que era como una niña... − respondió después de unos cuantos segundos intentando despabilar − Cuando me querían, supongo... – maldiciendo para sí mismo en un tono enfadado, se retorció un poco sobre los cojines antes de volver a probar de su cigarro.

Ese chiquillo malcriado, mal hablado y sarcástico... ¿es de verdad el pequeño de ese entonces?

− ¿Guillermo? – volví a preguntarme, dirigiéndome solo a mí.

Mis ojos buscaron de vuelta al mocoso a mi lado, ojos pequeños y oscuros y esa sonrisa... ¿acaso me estoy volviendo loco?

Estaba listo para malas noticias, para ser sorprendido e incluso para meter una bala dentro de la cabeza del niño después de su actitud altanera conmigo; pero esto era nuevo...

Extraño, distinto al igual que el sentimiento que comenzó a brotar desde dentro de mí.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

A solas, en medio de un cuarto cubierto de humo, entre sonrisas tiernas y expresiones de mareo graciosas; la presencia del chiquillo parecía no darse cuenta del embrollo mental en que había metido a su invitado.

Y es que, no solo lo había confundido, Samuel estaba seguro de que ese pequeño niño era ese de hace nueve años. Esos mismos ojos negros, tiernos y amables ahora cubiertos en venas enrojecidas por la toxina inhalante en los aires; esa sonrisa deformada en una mueca sarcástica que le dedicaba cada palabra irónica y molesta.

− ¿Ya vas a volarme la cabeza en pedazos? – el niño interrumpió − No me avises, sería incomodo mirar antes de que me apuntaras... − haciendo al más grande mirarle de nuevo; no podía tener más de veinte años, y si sus cálculos eran ciertos aquel sería el decimoséptimo año de vida del joven boca floja.

− Estás drogado, no sabes lo que dices... − el hombre respondió.

Dejando aquel libro de lado; notó el estado tranquilo de su joven acompañante, relajado y sin preocupaciones o miedos por su propia muerte. Su cuerpo se arraigó al sillón en un intento nuevo de sentarse correctamente y voltearle a ver.

− Aunque, pensándolo bien... sería un poco menos incomodo de lo que hiciste hace rato besándome, no muchos hombres me han besado, por lo menos no uno millonario – habló feliz, un comentario que ciertamente llamó a la curiosidad del adulto.

− ¿De qué rayos hablas? –

− Nada, ustedes los mafiosos están locos... – se encogió sobre su asiento, volviendo a desparramarse sobre los cojines. Buscando el respaldo del sillón, intentando levantase de manera torpe ante la mirada extrañada de Samuel.

− ¿Sabes quién soy yo? –

− Un tipo que vende droga, mucha... la suficiente para estar nadando en dinero y comodidades, pero, aquí entre nos, tu no pareces un hombre muy contento con tu vida, no te preocupes... − dedicó una cálida y intoxicada sonrisa antes de caer sobre su espalda − También odio mi vida, es por eso que vivo aquí solo sobreviviendo de las sobras que me dan mis padres cada mes – de vuelta al sofá.

Y sin suerte sobre sus piernas, se resignó a permanecer acostado como un pequeño bulto; sus pies golpearon la mesa cuando los dejara recargarse sobre esta, haciendo de lado las cosas que estaban encima cayeran al piso aumentando el desorden de la habitación.

− ¿Vives solo aquí? –

− Algo así, a veces vienen a verme mis amigos – asintió − ¿Por qué me miras así?... – sus ojos comenzaban a verse cansados, y pesaban conforme el ardor de la hierba recaía sobre sus córneas.

Pequeño, torpe e indefenso, en ese estado era un milagro que hasta ahora siguiera vivo, sus amigos debían quererlo demasiado o ser muy imbéciles para desperdiciar una oportunidad como esta, todos los días...

− Estoy a punto de hacer algo malo – el mayor tragó en seco, levantándose de su lugar, hizo a un lado el humo a su alrededor para ir en busca del chiquillo a su lado.

− No te preocupes, te perdono por los golpes, pero si me regalas un poco más de esta porquería estaría agradecido – recibiendo una nueva risa torpe.

Una idea retorcida invadió su cabeza por unos segundos, quería tenerlo... más cerca, quizás para asegurarse de que sus suposiciones eran ciertas y la toxina a su alrededor no estaba comenzando a afectarlo. Pensó que una pequeña probada antes de salir de ahí no haría daño, sin embargo, apenas y se encontró frente al mocoso, este volvió a hablar.

− Es como cuando era pequeño y hacia una cosa mal... como extraviar las joyas de mi mamá y, para remendarlas dejaba dinero escondido por la casa, ya perdí la cuenta de todas las alcancías que dejé sobre la mesa – y entonces el recuerdo llegó.

A sus pies, recostado en el sillón estaba esa pequeña figura, ese pequeño niño tallándose los ojos, adormilado... tan indefenso como alguna vez lo recordó, recuerdos inocentes, palabras puras que lo llevaron de vuelta a esos viejos tiempos, simplemente no pudo controlarse.

− Guillermo... − susurró, acercándose hacia su altura, ayudándose con el respaldo del sofá.

Buscó su mano, arrebatando aquella colilla a punto de extinguirse lanzándola a la mesa con furia. Tomó al chico en sus manos para así acomodarlo correctamente sobre aquel asiento; ahí estaban de nuevo, frente a frente después de tanto tiempo...

− Espera, suéltame... − el niño jadeó, tratando de alejarse con su torpeza.

Como respuesta sus muñecas fueron apresadas con fuerza por las manos del mafioso que, más tarde que temprano atacó sus labios en un rápido y desesperado beso.

Lo había hecho ya, suaves, dulces y perfectos labios que una vez fueron solo suyos; contaminados ahora por aquella esencia amarga, durante un momento Samuel se odió a si mismo por permitir que aquel pequeño ángel pudiese consumir esa porquería.

Pequeños, esa sensación era tan fácil de recordar, pero a la vez tan difícil de soportar; deseó más, algo más que un simple roce.

− Eres tú... − Lo quería ahí, ahora para él en completa soledad.

Deseaba poseerlo, marcarlo de nuevo como suyo y que nadie lo alejara nunca de su lado; algo difícil, y que de hecho se volvió imposible cuando el aliento del menor disminuyera. El efecto de su droga lo había noqueado, dejándolo caer en un extraño y simple sueño, del cual Samuel se dio cuenta después de separarse de aquel beso.

− No te preocupes, mocoso... no voy a volver a perderte jamás – acarició su cabello antes de volverle a acomodar. Buscando entre su bolsillo el teléfono, aquel nuevo plan había desenmarañado una extraña estrategia en su cabeza, algo que haría que ese niño lo recordara.

− Necesito que limpies mi agenda, si... los rusos pueden esperar una semana más, ocurrió algo y estaré ocupado un tiempo – dio su orden antes de volver por su chico.

Una situación extraña, dentro de una medida drástica que lo hizo cargar con el mocoso inconsciente hacia su auto para llevarlo de vuelta a su hogar.

Dio unas ultimas miradas alrededor, asegurándose de dejar todo en orden y sin alguna pista indeseada detrás, después de todo aquel acto de amor seguía siendo criminal ante los ojos de la ley.

Algo que era para nada relevante dentro de la mente egoísta del capo, quería a ese niño, y no se detendría hasta tenerlo junto a él de nuevo.

 

POV'S Guillermo ~

Cuanto más borrosas se hacen, mas quiero que regresen hacia mí; son susurros, palabras que recorren mi subconsciente cuando duermo, ellas lo repiten una y otra vez;

"Yo voy a cuidarte" "Promete que te portaras bien" "Te quiero"

Suenan alegres, felices y puedo sentir una sensación cálida y amable cada que vienen a mis sueños; algo extraño porque en ninguno de ellos está mi familia, y es que sé que ninguno ha dicho antes que me quiere.

Sueño con amor y compañía, pero en mi realidad todos mis anhelos son aplastados por mí mismo después de que me rindo cuando cualquier cosa sale mal, sé que es triste, pero me está haciendo feliz... pasar mi tiempo en libertad, sin ataduras a nada.

Cuanto más me golpea la vida, cuanto sus palabras de desprecio borran los lujos de sus mentiras, más me gusta.

Porque ellos me odian y yo los odio mucho más que todos mis recuerdos hacia mi vida pasada; un sentimiento frio, de presión que golpea mi pecho y me obliga a despertar de golpe, agitado y desorientado, tal y como ahora.

− Rubén, creo que me quede dormido y... − mis ojos se abrieron de par en par, topándose con la nada de una habitación vacía, en completo silencio solo yo y la cómoda cama.

− Ay no... − dije, apenas y noté que la decoración no coincidía con la de mi hogar; una pequeña sensación mala recorrió mi espalda, un escalofrió de esos que te hacen saber que las cosas no se van a poner nada bien.

Apenas y me levante, una pequeña oleada de frio recorrió mi piel, la luz de la ventana se colaba por la ventana; una mirada rápida hacia las afueras me hizo saber que, en efecto, no estaba en mi hogar, y que de hecho estaba fuera de la ciudad en un tercer piso.

− ¿Hola? – pregunté − Alguien... Lamento haber irrumpido en su casa... − dirigiéndome hacia la puerta la cual abrí con extremo cautelo; un pasillo largo me dio la vista que necesitaba para enterarme de que tendría problemas, serios.

− ¿Hola? Por favor, no me demande... − tragué saliva al salir − No puedo pasar por eso, no otra vez – ahí estaban de nuevo esos malos recuerdos, las cosas que pasan cuando estas intoxicado no son muy buenas, a veces suceden cosas de las cuales no quisieras recordar, por lo menos en mi caso no siempre lo eran.

Paredes oscuras, podría ser un púrpura; daban un toque serio al lugar junto con la alfombra; un lugar grande, extrañamente abandonado. Me abrí paso entre el pequeño pasillo, intentando no hacer ruido, pasos rápidos que me llevaron al final del túnel donde aquella figura tropezó conmigo.

− ¡Joder! ¡Me has asustado! – grité, antes de chocar contra el hombre; mismo que reconocí apenas y mis ojos se encontraron con su rostro.

Sabía que algo malo había pasado, y ahora que este tipo aparecía frente a mí con sus tatuajes y sonrisa falsa estoy más que seguro de que las cosas se van a poner aun peor.

− ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago aquí? – pregunté, tenía la ilusión de que dijera algo bueno. Como que me desmayé y me había ayudado después de intoxicarme; pero entonces recordé que era un narcotraficante que asesinaba gente y mis esperanzas se esfumaron.

− Estas en mi casa... − respondió, directo al grano, vamos ahí.

Porque decirle a alguien que lo tomaste inconsciente hasta tu casa es lo más normal del mundo; esto estaba mal, desde el momento en que esos tipos me trajeron hasta él ¿Cómo me metí en esto?

Oh cierto, las drogas...

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

− Eso es obvio, pero ¿Qué hago yo aquí? – Guillermo habló − Se supone que este drogado en mi casa no dentro de la mansión de un narcotraficante... aunque ambas suenan mal si lo digo así – confrontando al sujeto frente a él, haciendo de lado el hecho de que aquella presencia asesina y sonrisa fría estuviese posada directo contra él.

− Dije que serias mi asistente esta tarde, ¿lo olvidaste? – respondió indiferente.

− Si, pero... − los labios del niño balbucearon al prestar atención a la imagen frente a él.

Camisa gris, arremangada de forma descuidada hasta sus codos, ligeramente abierta de su pecho; dejaba ver un poco mejor aquellos símbolos tatuados sobre su cuello y parte del resto de su piel morena.

− Mi asistente tiene que estar a mi mano en cada instante, como por ejemplo ahora que me ha dado sed y quiero que vayas a la cocina por algo para mi... − Había hecho de lado el saco y corbata, un aire más tranquilo, pero igual de peligroso, cualquiera en su sano juicio sabría que Samuel no era un tipo con el cual podías meterte.

Para su suerte y gracias a la sustancia dentro de su cerebro, Guillermo podía pasar de ese instinto y darse el lujo para seguir siendo el mismo; un muchacho revoltoso y con cierto rencor hacia la vida.

− Tu, eres un viejo enfermo... − dirigió la más venenosa de sus miradas; escupiendo odio en cada pequeña silaba aun ante la mirada triunfal y satisfactoria de este.

− Y tú, un mocoso que se metió en problemas por idiota – respondió.

− ¡No puedes hacer esto! ¡Es ilegal! ¡No puedo quedarme aquí! – Guillermo gritó, pataleó y gruñó; algo adorable y tonto ante los ojos de Samuel quien solo le siguió el juego. Siendo honestos, para el adulto esto era divertido, hilarante.

Su rostro infantil, se deformaba en esos pequeños y tiernos pucheros que hacían contraste con sus maldiciones y la manera en que su voz se quebraba, parecía un niño pequeño a punto de hacer una pataleta.

− ¿Y porque no? – Samuel sonrió.

− Porque yo tengo una casa y una vida –

− El departamento mediocre de hace un rato no te extrañara mucho... además, por como lo mencionaste cuando estabas drogado, no tienes muchas cosas que hacer además de fumar – el chiquillo estuvo a punto de protestar − De cualquier modo, no voy a dejarte ir, fin de la historia – siendo silenciado por las palabras firmes y frías del mayor; la mente del más joven seguía intoxicada, o por lo menos una parte de ella, ya que entonces volvió a actuar.

− Entonces me voy a lanzar por la ventana... − y dicho esto, el niño dio media vuelta.

− Guillermo – ignorando la voz del mafioso, se acercó hasta uno de los ventanales del otro lado de la habitación.

− Me voy a romper el cuello y quizás también las piernas, con algo de suerte llegaré arrastrándome a casa y volveré a fumar hasta que mis pulmones colapsen y muera en paz... − maldijo, moviendo las cortinas y buscando el seguro del vidrio.

Sus dedos lograron empujar los suficiente aquella ventana e incluso una de sus piernas colgó unos segundos sobre la nada antes de que aquellos brazos lo apresaran por su espalda y arrastraran con ira de regreso a la sala.

Empujándolo contra una de las paredes, la espalda del niño golpeó contra el concreto del muro antes de que aquella presencia furiosa volviera a hablar.

− Estoy empezando a hartarme de tus malditos juegos de niño mimado, si no te calmas voy a ponerte una bala en la puta cabeza... − y Samuel lo amenazara; colocando uno de sus brazos a su lado en forme de prisión.

Ni siquiera eran las tres de la tarde y la paciencia del capo estaba a punto de colapsar ante los actos impulsivos y estúpidos de su nuevo rehén.

− Promesas, promesas... − lo veía como si de verdad no tuviera idea de lo que podría hacerle, como si no le tuviera miedo... al igual que en el pasado, la fuerza dentro de esos pequeños ojos negros parecía infinita.

− Aunque pensándolo bien, me gusta... − despertando ese interés en el mayor − De cierto modo, tus berrinches me dan una excusa para hacer esto – deseos que le hicieron actuar bajo sus instintos; apoderándose nuevamente de los labios del jovencito.

Buscando la suavidad, el dulzor y los pequeños y confundidos gemidos de su voz cuando volviese a pasar las manos sobre su cintura, aferrándolo hacia él con fuerza en ese pequeño pero exquisito beso.

− ¡Deja de hacer eso! – el chico gritó − Es... raro... − se alejó apenas y pudo liberarse. Dejando a flote aquella expresión avergonzada, confundida que el adulto amaba, la razón por la cual decidió tenerlo a su lado de nuevo.

 

POV'S Guillermo ~

Aquella fue una tarde... interesante, ahora sé que no todo en la vida de los narcotraficantes es dinero y mujeres, Samuel en especial era más un sujeto de "negocios"; pasó la mayoría del tiempo dentro de un despacho, hablando por teléfono y maldiciendo entre dientes.

Ahí estaba yo, eran casi las once de la noche y no hacía nada más que estar sentado en la sala mirando la televisión. Si lo pienso bien es extraño, ya que en ningún momento vi a algún miembro de servicio o ayudante, ni siquiera cocineros.

Quizás sea mi paranoia, estoy sintiéndome solo... ojalá estuviera con mis amigos, o en un lugar que no fuera... aquí.

− Guillermo, ven acá – escuché aquella voz llamarme.

− ¿Ahora qué? – respondí de mala gana, hace un rato que no fumo, estoy empezando a estresarme, eso no puede ser bueno.

− Necesito ayuda con estas cosas... ven – suspiré resignado, moviéndome entre la sala hasta aquella habitación; un despacho pequeño donde estaba el frente a un escritorio.

En silencio, casi parecía una buena persona cuando no me estaba ordenando cosas y haciéndome ir tras él como un perro faldero.

Un montón de papeles regados sobre la mesa; el tan solo verlos me causo escalofríos, nunca fui muy amigo de la tarea, o de la lectura en general... de hecho, odio la escuela.

− Yo no soy contador – dije, acercándome aun así de mala gana.

− ¿En qué te especializaste en la universidad? –

− La abandone hace poco, no quería seguir ahí... − respondí encogiéndome de hombros, acercándome a su lado; antes de que pudiese si quiera mirar sus brazos me apresaron, tomándome por las caderas y colocándome sobre su regazo.

− ¿Qué piensas hacer con tu futuro? – esa pregunta me tomó por sorpresa, esto empezaba a hacerse cada vez más incómodo.

− ¿Es normal que los mafiosos tengan estas conversaciones con sus asistentes? – intenté cambiar de tema, mientras escondía mi mirada junto con la vergüenza que brotaba cuando sentía su cuerpo cada vez más y más cerca.

− Cállate y siéntate, ayúdame esta algo oscuro y no puedo ver... − exclamó, y sus manos volvieron a apresarme, esta vez por las caderas, obligándome a permanecer sentado sobre sus piernas en una manera brusca.

− Son nombres de mis clientes, debo pasarlos a esta lista y entregarla – ahí estaba esa voz profunda e hipócrita, retumbó suavemente en mis tímpanos cuando susurró nuevamente esas cosas a pocos centímetros de mi cuello; intenté no pensar en ello, solo serviría para ponerme mas nervioso.

Fueron algunas cosas relativamente normales, una simple lista enumerada, me sorprendió la cantidad de gente que estaba asociada con él; permanecimos en silencio hasta que un movimiento descarado de sus caderas se hizo presente, rozando suavemente su pelvis, pude sentirlo acariciar mi trasero.

− Samuel, no... − volví a hablar, parecía que mientras más lo pedía menos me escucharía; ahí estaban de nuevo sus manos sobre mis hombros. Sus dedos bajaban sobre la piel de mis brazos cayendo hasta mis muslos.

− Silencio... − susurró, pude sentir el calor de su aliento chocar a mi espalda mientras su toque se hacía cada vez más descarado.

− Espera, detente... − muy pronto aquella pluma en mis manos cayó, y la lista quedo muy de lado cuando las ansias del sujeto a mis espaldas comenzaran a hacerse cada vez más exigentes.

− ¡No! – no pude evitar que aquel gemido extraño se escapara de mi voz, los labios de Samuel atacaron mi cuello, probando la piel de mi nuca en pequeños besos que se marcaron con fuerza mientras sus manos buscaban adentrarse entre mi sudadera, subiendo por mi estómago en lentitud causando que aquella sensación extraña volviese a encenderse dentro de mí.

− Yo, tengo que ir al baño – me levanté de golpe, haciéndome de lado. Ni siquiera me atreví a mirarle cuando salí de la sala huyendo; de hecho, no mire por donde iba, simplemente caminé hasta donde los pasillos me permitieron, irónicamente terminé encontrándome con el cuarto que deseaba.

 

~~~~~~~~~~~

 

Buscó desesperado el lavadero, dejando que el agua fría cayera sobre sus manos para intentar despejarse; no podía pasarle esto, no a él.

¿Por qué alguien como él lo querría? Era solo un chico, Samuel podría tener a la chica que fuera con solo una llamada y unos cuantos billetes, esto debía ser una especie de venganza, una tortura nueva y enferma quizás.

− Esto no me puede estar pasando a mí, necesito salir de aquí... − negó a sí mismo, dándose la vuelta su cuerpo se recargó contra el blanco azulejo; su respiración empezó a pesar, y la presión en su cuerpo aumentó conforme su vista se nublaba.

− Necesito, ¿Dónde está? – buscó entre su bolsillo, sus manos temblaron entre la tela de su pantalón sin respuesta alguna.

− ¿Buscabas algo? – Samuel lo sorprendió desde el umbral de la puerta; con una mirada más bien molesta, habló con un tono severo al notar el estado del mas pequeño.

Ahí estaba en su estado de histeria; el sudor comenzaba a hacerse presente al igual que los temblores sobre sus piernas y brazos que no se molestó en ocultar.

− Nadie consume ese tipo de porquerías en mi casa, acostúmbrate... − habló indiferente; porque, de hecho, Samuel había decidido que aquellas cosas dentro del niño iban a desaparecer, no quería verlo herido, mucho menos atrapado con esas sustancias.

− No me vengas con eso, eres un vendedor de drogas ¡Eso es estúpido! – recibiendo un grito nuevo. La histeria del chiquillo salió a la luz cuando una nueva mirada asesina invadiese el aire; sus labios temblorosos en contraste con lo cristalino de sus ojos, una imagen de la cual muy pocos se apiadarían.

− Si estás cansado puedes ir a dormir, te veré... − intentó hablar, más las palabras del niño continuaron.

− Necesito fumar – esta vez dijo, un tono bajo escapó y su mirada cayó al suelo junto con sus hombros.

− El mundo no se va a acabar si no fumas una noche, no seas ridículo, Aunque si estas ansioso, conozco una manera de liberar tensión los dos ¿Qué dices Guillermo? – una insinuación atrevida, más bien descarada de la cual no pensó tener respuesta, pero no fue así.

− Si... − el chiquillo habló, aun con la mirada al suelo. Jugueteó un poco con sus manos, nervioso busco que sus palabras fluyeran correctamente − Si lo hago ¿Me darás hierba después? – sus ojos solo volvieron a levantarse en esa mirada ansiosa, casi suplicante.

Una oración que no pensó escuchar, y que de hecho sorprendió al hombre frente a él. Fue directo, al parecer el chiquillo estaba de acuerdo en hacer lo que él quisiera a cambio de algo de su vicio, triste... pero cierto.

Por un momento el corazón del mayor se rompió al ver a su pequeño en esas condiciones; sentimiento que fue hecho de lado cuando aquella bofetada viniese por su parte, la mano de Samuel golpeó contra Guillermo. 

− No vuelvas a decir eso, nunca... −

 


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