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Childhood Memories ~ por BicthLVL100

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POV'S Guillermo ~


Mal agradecido; una persona que no corresponde de manera gratificada los detalles, el dinero, las atenciones y regalos...


Puedo considerarme uno de ellos, no me avergüenza admitirlo. No voy a agradecer las tardes a solas, todas las cenas que pasé en el comedor yo solo, rodeado de sillas vacías; No voy a dar las gracias por cada mentira, por cada objeto y premio que me fue dado a cambio de callarme y permanecer como un buen niño.


Me gusta pensar que es esa la razón por la cual a veces olvido esos tiempos; que mi cerebro se apiado de mis memorias y eliminó o bloqueó todo lo malo que hubo una vez en aquel entonces, o por lo menos la mayoría... sin embargo, también había ocultado otras cosas.


Cosas importantes, como por ejemplo la primera vez que salí de mi hogar para algo que no fuesen reuniones aburridas, mi primer amigo de mi edad, la primera vez que alguien fue amable conmigo. Mi cerebro ha estado bloqueado por mi bien durante años, y ahora puedo entenderlo; esta todo claro... recordé.


Quizás fue porque en mis oídos sonó el eco de su voz. No como cualquier timbre, era la voz de mis sueños, la combinación perfecta que deseaba escuchar cada noche, al finalizar el día para tranquilizarme y que también venía a mí en memorias cuando estaba totalmente intoxicado.


Mis memorias, aunque torpes y nublosas son de mi propiedad y las cuido con uñas y dientes porque es donde esta verdad vive. Lo que siento, a veces cerca, a veces lejos, pero aún está aquí; Estoy curioso, en un pasado ¿Qué pudimos haber sido?


Sus palabras, como susurros en mis sueños, son amables, cálidos y me tranquilizan; cuando dice que me cuidará, cuando me dice que todo estará bien y que no va a dañarme. Todo suena tan feliz, hasta ahora esas memorias son lo que me han hecho seguir adelante con esto, quiero averiguar lo que son, pero aun así ¿Por qué es que el dolor y miedo me invaden al verlo?


− Tu... − mis ojos volvieron a encontrarse con aquella figura masculina sobre la puerta.


Me miraba con sorpresa, al parecer sorprendido de que hubiese encontrado su pequeña caja de mentiras; se acercó a paso lento y firme mientras sobre su rostro una mirada confundida y mueca molesta se dibujaba en sus labios.


Él lo sabía, me reconoció apenas y me vio esa primera vez; era por eso que me había tenido aquí encerrado, sabía que yo estaba enterado de algo, pero al igual que yo, no tenía ni idea de porque su voz se encontraba en mis recuerdos.


− ¡Hijo de puta! – grité, apenas y lo vi intentar tocarme.


Me abalancé sobre él, dejando caer la pequeña caja a mis pies; mis manos buscaron aprisionar su cuello con fuerza sin éxito. Él fue más rápido, deteniendo mis muñecas antes de poder siquiera tocarlo.


− ¡Tú me conocías, desde antes! – gruñí, intentando liberarme de su agarre, mi cuerpo fue detenido a unos centímetros del suyo. Sus ojos seguían serios, una mirada oscura fija en mí, sin expresión alguna en su rostro, como si quisiera evitar la discusión, ignorándome de la forma más descarada que pudo.


Es horrible, doloroso... una verdadera pena que tengas algo dentro de tus sueños, algo que te sigue durante todas las noches del resto de tu vida y que, aun así, no puedas saber que, o como es que llegó ahí.


− ¿Qué te hice yo? – como un susurro − ¿Por qué me trajiste aquí? – mi voz tembló, y mis brazos se sacudieron débiles ante la fuerza de sus dedos sobre mi piel. Su silencio era total, y la forma en que esa mirada me cortaba...


Lo sé, soy un niño, un mocoso estúpido y sarcástico que molesta con su presencia a todos; No tienen por qué recordármelo, solo quiero respuestas.


− Guillermo... − él me llamó; una voz suave, pero aun así fría.


Mi mirada cayó al suelo, rendida al igual que mis fuerzas por liberarme de aquel toque. Fue solo en el momento que dejé de intentarlo que él me soltó.


− ¿Qué es lo que quieres de mí? – solo negué, hombros por los suelos ala igual que mi mente y autoestima ahora mismo. Mis manos temblaron, buscando cubrir mi rostro debido a la vergüenza, me siento tan estúpido... quisiera desaparecer.


− Quiero que me recuerdes – sentí nuevamente su toque.


Atrapó mi mentón con sus dedos, haciendo así que le mirase; la forma que tenía su sonrisa, aunque algo diferente, las curvas que se dibujaban sobre aquella piel morena, mismas que me dirigían a sus ojos marrones e instantáneamente me veía en ellos reflejado.


− Lo intento, de verdad... − ahí estaba de nuevo − Pero desde hace mucho que las cosas en mi cabeza simplemente no vienen como deberían – un sentimiento extraño.


− Samuel, por favor, necesito saberlo... − supliqué − ¿Dónde nos conocimos? – el miedo me condujo hasta retroceder; alejándome de él, una emoción distinta que me despertaba millones de sensaciones; buenas y malas.


Es confuso, desesperante... ¿Por qué me parece tan familiar el dolor que me produce su sola presencia? El placer, la tranquilidad...


 


~~~~~~~~~~~~~~~~~~~


 


− ¿Estás seguro de que quieres enterarte por mí? – Samuel habló al chiquillo con una voz suave, la primera en mucho tiempo y, que de cierta manera le traía recuerdos agradables al encontrarse con aquella mirada de ojos oscuros.


− Cualquier respuesta sería mejor que continuar de esta manera, mis recuerdos... mi mente; esto es tan, confuso... − respondió él, sus manos trémulas buscaron abrazarse a sí mismo en un pobre intento de permanecer en calma ante la situación.


− Tenias ocho años cuando te vi por primera vez, era tu cumpleaños y saliste de paseo con tu madre al parque – el adulto comenzó.


Si bien a primera instancia el recuerdo no era del todo claro, la cabeza del menor logró poner en sus memorias aquel día.


− ¿El parque? – preguntó − Si, recuerdo algo de eso, pero eso no pudo ser; madre dijo que ese día yo había... – y en un tono más bien confundido, apenas y pudo hablar antes de ser interrumpido por su anfitrión.


− Fuiste secuestrado, alguien te llevó del parque de juegos donde estabas –


− ¿Tú me raptaste? – preguntó, dando una mirada rápida al pequeño juguete sobre el suelo. Tendido a su lado junto con la pequeña caja vieja, aquello resolvía cierta parte de sus preguntas.


− De hecho, tú fuiste voluntariamente – el adulto respondió − Estabas lleno de emoción y curiosidad por ver cosas nuevas que terminaste conmigo sin ningún problema, incluso estabas feliz rodeado de ratas... − no pudo evitar que aquella sonrisa melancólica se posara sobre su rostro.


Una mirada que causó cierta sensación en el más joven, no era que le incomodara tener a un hombre con sentimientos buenos a su lado; después de todo y aun siendo un criminal era un humano. Y siendo honestos, a Guillermo le agradaba un poco que el sujeto armado a su lado tuviera esa especie de sentimientos y recuerdos agradables con él antes de unos disparos en su cabeza.


− No lo entiendo, si era un rehén ¿Por qué fuiste amable conmigo? ¿Por qué me secuestraron? – seguía sin entender, al menos desde su punto.


− Tengo entendido que, en ese entonces mi jefe tuvo ciertos problemas con tu padre por no dejarle distribuir correctamente su producto en las zonas mejor ubicadas y decidió tomarte como advertencia... − el pequeño no se sorprendió − Fueron solo cuatro días, eras un niño bastante interesante, casi incendias mi casa y acabaste con mi dinero con tus dulces, eso es todo – hubiera sido una experiencia genial para recordar, bastante graciosa e irónica de la cual podrían reírse; sin embargo, sobre la mente de Guillermo aquellos pensamientos volvían.


− ¿Por qué mi oso estaba aquí? Samuel, ¿Por qué lo conservaste? Si solo era una simple carga... − Un sujeto no puede simplemente encariñarse y ser amable con un rehén, es imposible a menos que hubiera algo más de por medio; Algo que Samuel ocultaba, parecía invisible la culpa ante todos excepto ante él.


− Guillermo, yo... − el mayor volvió a moverse, tratando así de tomarlo entre sus manos de nuevo; movimiento que este evitó.


− No me mientas, si hay algo que odie más que mi falta de memorias, esas son las mentiras... − habló en aquel tono suplicante, pero a la vez firme − Por favor Samuel – a medida que sus ojos comenzaban a cristalizarse, y aquella postura fuerte y decidida se encargaba de incrustar firmemente sus pies al suelo.


Una manera bastante nueva de rogar, al menos para el criminal quien hasta ahora había visto de todo. La gente solía verse patética al mostrar sus debilidades frente a él, y, de hecho, las usaba en su contra, utilizándolo para manipular todo a su favor, sin embargo, esta vez Samuel ni siquiera pensó un poco en herir al chico frente a él.


Sería demasiado cruel hacerlo de nuevo; se había prometido a sí mismo no volverlo a lastimar, y como en ese entonces él cumpliría su promesa...


− Tú eras un niño muy curioso, muy impulsivo y estabas tan necesitado de atención y amor... − el adulto tragó en seco − Fue difícil para mí acostumbrarme en un principio a tu presencia, a tu ternura e inocencia. Es difícil decirlo sin que suene mal, pero, tú me pediste cariño y yo... − muy dentro de él, no deseaba que aquello sucediera.


Deseaba que su lengua sangrara y sus dientes le rasgaran la mandíbula para que así, aquella confesión sucia, oscura y culposa permaneciera en donde pertenecía, en su olvido, enterrada en lo más profundo de sus recuerdos.


− Lo lamento, no fue mi intención hacerlo, pero... era joven, era estúpido y mi adicción nublo mi juicio, un momento de debilidad – intentó volver a tomarlo, algo que no resulto para nada bien.


− ¡Aléjate de mí! – ni siquiera pudo reaccionar a su siguiente movimiento.


El chiquillo se movió tan rápido que apenas y pudo verle golpearle. La lámpara sobre la mesa de noche impactó contra su cuerpo, haciéndolo retroceder y así ganar tiempo para que este huyera de ahí a toda velocidad.


Corriendo por los pasillos, ni siquiera miraba la dirección en la que se movía, con forme las cosas iban desapareciendo el camino del más joven se desvió hacia la entrada que hacía unos minutos estaba cerrada.


Atravesó el portón de madera, encontrándose ahí en una nueva habitación donde unas escaleras lo guiaron a una parte baja de la habitación, esta vez no supo cómo moverse.


Dio una rápida mirada a su alrededor, un comedor junto a una barra, sin embargo, libre de ventanas lo suficientemente grandes para escapar. Los pasos rápidos y fuertes de su anfitrión volvieron a hacerse presentes, obligándole así a volver a esconderse, esta vez el baño fue su primera y más fácil escapatoria.


Se encerró en el cuarto de baño, colocando el seguro, su cuerpo cayó apoyándose contra la puerta mientras su respiración agitada buscaba un momento de paz.


− ¡Guillermo, abre la puerta! – sintió los golpes a sus espaldas − Por favor, Guillermo – gritos y llamadas que ignoró con descaro; pues estaba demasiado ocupado limpiando las lágrimas de sus ojos.


Recordando lo que hace años alguien le dijo que debería tener en cuenta al desear recobrar todo su pasado.


Según ella traer todo de nuevo no sería mejor, lo que fuiste en el pasado no significaría nada en el ahora que vives; y si tus sensaciones buenas regresaban el dolor también lo haría y eso no serviría nada más que para empeorar las cosas y al parecer, tenía razón.


Guillermo lo recordaba todo, una verdad a medias que venía a él en flashazos directos, al igual que balas y agujas clavarse sobre su piel, en su cerebro.


Recordaba el dolor, recordaba que fue él quien le hizo sufrir... sin embargo, también recordaba el amor que le había otorgado ¿Qué clase de relación era la que compartieron cuando solo tenía ocho años?


 


POV'S Samuel ~


Por alguna razón esta escena se me hace un tanto familiar, el ambiente tenso y la forma en la que se esconde de mí no me hacen sentir bien y el verlo llorar solo provoca que me sienta como el peor de los monstruos a punto de atacar a un niño.


− ¡Estuviste todo este tiempo manteniendo eso en secreto! – respondió − ¡Incluso la otra noche, cuando volvías a tomarme sin vergüenza alguna! – después de que aquel silencio incomodo se esparciera alrededor su enojada y temblorosa voz se hizo presente al igual que la ira en cada una de sus silabas.


− Las cosas no son así, estas alterado... por favor escúchame – sé que tengo que hacerlo, debo disculparme.


Aunque sé que me odiará después de ello, ya lo hace ahora sin recordarlo todo en su totalidad, no quiero ni imaginarme lo que hará cuando todo vuelva claramente a su cabeza; No lo culpo, yo me odio desde hace mucho...


Pero, aun así, tengo que hacerlo.


− Guillermo – golpee un par de veces antes de hablar − Tú apareciste ante mis ojos, cuando estos estaban ya cansados de tantas lágrimas; cuando mis brazos estaban hartos del peso que era vivir como un maldito asesino día tras día – y es que, aunque dolieran, debía confesar que aquellos recuerdos nunca los olvidaría, mucho menos haría de lado, no cuando él estaba en todos y cada uno de ellos.


− Tal vez fui yo quien tuvo la culpa al lastimarte de esa manera, pero aun así tú me perdonaste, tú supiste ver en mí lo que nadie se había tomado el tiempo de preguntar o averiguar; Eras un niño inocente, te emocionabas con todo, incluso la vida de un patético asesino como yo te pareció fascinante...


Decidiste convertirte en ese ángel de la guarda. Aunque los dos sabemos que de ángel no tienes nada, eres terco, ruidoso y la mayor parte del tiempo actúas sin pensarlo y causas desastres.


Guillermo... yo sé que probablemente no tengas ni la menor idea del impacto que tú y tu presencia causaron en mi vida.


Aunque te fuiste y tu partida me dolió mucho al final, todo lo que me pasó después lo tenía merecido; La soledad de mi hogar sin tus balbuceos sin sentido, solías hablar mucho antes de dormir ¿recuerdas eso? – ahí estaba de nuevo − Tenía que mandarte a callar si quería cerrar los ojos en paz. – una sensación tranquila que incluso logró dibujarme una sonrisa; la imagen de su figura pequeña y parlanchina, haciendo pregunta tras pregunta, cada una más alocada que la anterior.


− Tú me hiciste ver lo vacía y jodida que mi vida estaba, y es gracias a ti que ahora todo mi poder, todo el potencial que poseía fue convertido en esto. Tú me abriste los ojos y me llevaste a un sitio mejor. Un lugar donde mi confianza propia se vio multiplicada por mil o más, un sitio donde estabas tú en cada noche en la cual me iba a dormir...


Guillermo, por favor escúchame... no fue mi intención herirte. Han pasado tantos años, y yo he esperado como un imbécil a que esto suceda; he esperado tanto para verte una vez más.


Estoy seguro de que tú vives tu vida, y yo vivo la mía a mi manera; es demasiado diferente, y no quiero que lo entiendas, pero necesito tenerte de nuevo.


En aquel momento tú fuiste todo lo que necesité, Gracias por aparecer en mi vida, por liberarme, por hacer que recobrase la confianza en mí mismo y decidiera trabajar con mis propias reglas, por hacerme sentir vivo de nuevo.


Gracias por todos los momentos juntos, tu diversión, tu inocencia... Guillermo, por favor escúchame... − mis puños volvieron a golpear la madera con impotencia, dolía, y la culpa logró que mi cuerpo se retorciera en un escalofrió.


Desde hace mucho que llevo en este negocio, y se más que nadie que la debilidad solo te arrastrará hacia la perdición; pero hoy solo sucedió, mi cuerpo no pudo detenerse y mi cabeza no pudo esquivar los impactos que el dolor y la culpa tenían para atacarlo.


− ¡Perdóname! – grité, y por primera vez, después de nueve años... las lágrimas de este viejo asesino y criminal volvieron a brotar.


Nublando mi vista, cayendo hasta golpear el suelo haciéndome sentir el más patético de todos en el lugar; es vergonzoso incluso para mí que el sonido de mi voz y llanto se vea reflejado sobre algo tan simple como un niño.


− No hagas eso... − aquella voz me llamó. Al otro lado de la puerta, pude escucharlo hablarme con esa voz baja y tímida − No llores, no me gusta que hagan eso... − como si me hubiese escuchado, la vergüenza estuvo a punto de apoderarse de mi hasta que de nuevo fui interrumpido.


− Te perdono − dijo – Pero no pienso caer en más mentiras – sin decir nada más, ni un ruido, ni un grito. Nada más que el golpetear de sus pisadas al otro lado, seguido del estruendo del vidrio que se rompió.


A mi vino la imagen de la ventana a lado del espejo; quise creer que era ridículo, que mi mente solo pensaba cosas de más.


Quise creer que ninguna persona normal y en su sano juicio saltaría de una ventana sobre un segundo piso para huir de un sujeto como yo... sin embargo, me olvidaba de un pequeño detalle.


Guillermo no era uno de ellos.


 


~~~~~~~~~~~~~


 


Apenas y la mente del hombre pudo procesar lo que el más joven planeaba cuando aquel ruido se hizo presente; la ventana del segundo piso fue rota de un golpe y con esto un nuevo y estúpido plan para Guillermo.


Algo sencillo y estúpidamente eficaz, ni siquiera lo pensó un par de veces antes de dejarse caer por la abertura.


− ¡Joder! – fue lo único que pudo decir el más joven antes de que su cuerpo impactara contra el suelo.


Sus huesos crujieron, al igual que su cabeza; Si bien no era una gran altura, la gente suele usar normalmente las puertas, y las escaleras también cuando se trata de un segundo piso; sin embargo, no era como que simplemente pudiera salir del baño decir: "Hey, te perdono, es hora de irme" y salir de ahí.


Las cosas no funcionaban de esa manera, por lo menos no con Samuel.


− ¡Guillermo! – aquella voz lo llamó, dirigió su mirada adolorida hacia la ventana rota, donde aquel hombre buscaba histérico su cuerpo.


− ¡Mierda!... – maldijo, buscando arrastrarse unos cuantos metros sobre el césped verde antes de conseguir la suficiente fuerza para levantarse y salir de ahí como alma que lleva el diablo.


Dio un vistazo a su alrededor, nada más que una arboleda que cubría alrededor de aquella casa; su camino se vio reducido a las ramas y hojas que se encontraban más cerca.


Tenía que desaparecer de la vista del sujeto antes de que fuera a por él, o peor aún, que enviara a sus enormes y malhumorados amigos.


− Creo que me rompí algo, joder... − volvió a quejarse, abriéndose paso entre el espeso grupo de arbustos; su miedo por los bichos desapareció durante los segundos que paso buscando una salida hacia la carretera más cercana.


Algo que no sucedió hasta varias horas después, lo que parecía ser solo una pequeña arboleda con unas cuantas plantas, terminó convirtiéndose en un espeso bosque, lleno de pequeños animales que provocaron escalofríos en el chiquillo y que casualmente lo llevaron a perderse y caminar en círculos un rato.


− Tengo que regresar a casa – el dolor de su brazo continuaba, punzante y caliente, necesitaría más que solo unas vendas para arreglarlo.


Siguió con su camino sin salida; Por lo menos hasta que aquel ruido de neumáticos sobre asfalto lo guiara hacia la calle, justo en medio de una autopista, una sonrisa aliviada se pintó en su rostro nuevamente.


− Un momento, joder no – se detuvo, ¿de verdad sería buena idea ir a casa?


Ahora que él sabía dónde vivía, incluso el ir a con sus padres seria suicidio; Samuel sabía de quien era hijo y estar con ellos no lo protegería por mucho.


− Rubén... − aquella idea vino de golpe.


Un departamento mucho más pequeño, y en un peor estado que el mismo dueño, pero lo suficientemente escondido y desapercibido de cualquiera que lo conociera. Su compañero no tendría problema en tenerlo un tiempo, o eso le gustaba pensar ya que ahora mismo era su única opción.


− Esta será una larga tarde... − suspiró; mirando así el camino frente a él, pasaría un largo rato caminando si quería llegar hasta ahí, sin dinero y solo, sus pies y voluntad serian lo único que lo llevara a su libertad.


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