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Gondry por neusa chan

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Notas del capitulo:

Holaaaa.

Regreso con la actualización!! Este capítulo es un poco más largo que el anterior. Espero que les guste mucho :)

Olvidé decir que aquí Hoseok está con Kei (Lovelyz)… No hay ninguna razón en especial :’D

Aparición de los grupos ya mencionados antes y algunos otros como Monsta X y Oh My Girl. Quizás olvide alguno :’D ¡Lo siento!

J

Jeongguk presentó un paisaje en acuarela que se ganó el aplauso de los demás estudiantes, Taehyung, un barco a lápiz; nadie le dijo nada, pero fue suficiente para pasar. En tres semanas empezaban los exámenes.

Habían pocos alumnos caminando en el campus cuando ambos salieron de clase. Hacía mucho frío y el cielo, gris y negro, era la advertencia perfecta de un próxima lluvia. Jeongguk se había envuelto hasta la nariz en una bufanda que Jimin le había regalado un día que lo había visto llegar al departamento con la nariz roja y un hilo finísimo de mocos que le bajaba hasta la boca.

—Tú estás muy abrigado—observó Taehyung.

Ambos caminaban al mismo ritmo, con las manos metidas en los bolsillos. Taehyung tenía cierto aire alegre, quizás por haber presentado su primer obra de arte que no fue duramente criticada por los demás, quizás porque iban a su departamento.

—Estoy bien. Eres tú el que no va lo suficientemente abrigado—respondió Jeongguk, con la voz ligeramente distorsionada por la bufanda.

Taehyung chasqueó la lengua, sonriendo, pero no lo negó. Había salido esa tarde pensando que no había manera de que el clima empeorara, pero no lo había pensado bien. Ahora, el viento frío era casi doloroso sobre la piel.

—Deberías abrazarme, así ambos estaremos muy abrigados—dijo Taehyung, enganchando su brazo.

—Deja de bromear—murmuró Jeongguk, esnifando.

—Bueno, me conformo con esto—Señaló sus brazos unidos y frunció los labios en un beso—. Jeonggukie es muy malo conmigo, pero al menos es un buen tutor.

—Cállate.

Taehyung rió un poco, y luego caminaron en silencio. Jeongguk se percató muy tarde que iban a la casa de Taehyung. Sus pies, automáticamente, habían tomado el mismo camino que su compañero.

Había pensado evitarlo un poco, al menos antes de los exámenes, porque quería prepararse a conciencia. Desde que se la pasaba en las fiestas de los tres idiotas, sus notas había sufrido un fuerte bajón. Era preocupante, pero parecía que no podría librarse pronto de sus distracciones.

—¿En qué piensas?—preguntó Taehyung, cuando giraban en una esquina de los dormitorios.

—En lo mala influencia que eres—respondió él, negando rápidamente. Una ráfaga de aire le despeinó el flequillo y le hizo fruncir la nariz—. Si mis padres te conocieran, se enfermarían del corazón.

—¿Bromeas?—se burló Taehyung, bufando después—. Soy encantador.

—Ya, lo que te ayude a dormir en las noches.

—Te has vuelto un grosero con el tiempo, ¿sabes? No me gusta nada.

—No tiene que gustarte.

Taehyung le sonrió antes de abrazarlo por detrás y hundir la nariz en su bufanda. Así, con el chico casi colgado de su espalda, Jeongguk caminó con dificultad hasta el dormitorio.

Ese semestre había recibido más contacto físico que en toda su niñez. Taehyung era como un parásito, succionándole la energía y el calor con avidez. Ya se había acostumbrado a sus intempestivos abrazos, los besos en las orejas o el cabello y las caricias, como si fuera su mascota, en cualquier parte del cuerpo que tuviera a su alcance.

Él había llegado, incluso, a necesitar ese cariño.

—Ya llegamos, puedes soltarme.

—No quiero—dijo Taehyung, apretando los brazos alrededor de su torso—. Estás calientito, Jeonggukie, no voy a dejarte ir.

Jeongguk suspiró mientras tocaba la puerta del departamento de Taehyung que, viendo el tiempo que él pasaba ahí, podría decirse que también era el suyo. Jimin abrió la puerta vestido solamente en ropa interior. Tenía un camino de marcas de besos que le bajaba desde la clavícula, por un costado, hasta el ombligo. El cabello desordenado y los ojos medio cerrados eran prueba de que se había acabado de despertar.

—¿Qué clase de abrazo es ese?—fue lo primero que dijo al verlos, rascándose descuidadamente la nuca—. ¿Qué son? ¿Una pareja de escolares enamorados?

—Deberías dejar de intentar hacer bromas, no son graciosas—respondió Jeongguk, entrando y arrastrando consigo a Taehyung el koala.

—Mocoso irrespetuoso—masculló Jimin, cerrando la puerta detrás de ellos—. Pasa un par de meses por aquí y ya cree que es mejor que todos los demás.

Jeongguk le sacó la lengua, sin detenerse, hasta que lo perdió de vista al meterse por el pasillo. La puerta de la habitación de Taehyung estaba entornada, pero Jeongguk había aprendido a identificar cuando había alguien ahí. Esta era una de las veces que estaba vacío.

Taehyung soltó el abrazo al poner el primer pie dentro de su habitación. Suspirando, se echó sobre la cama. Últimamente, Jeongguk dejaba que sus ojos lo estudiaran.

—Vaya que estás guapo hoy, Jeonggukie—dijo, suavemente, extendiendo los brazos y las piernas como una estrella de mar. Ocupaba toda la cama en esa posición, como si no quisiera que Jeongguk se le acercara. Era algo que hacía, también, últimamente—. ¿Desde cuándo está sucediendo esto?

Él era una persona tímida, no lo negaba. Le pasaba lo que a muchos: era un poco inseguro, un poco loco, y cuando tenía la suficiente confianza, demasiado de lo segundo. Pero no importaba cuánto confiara en Taehyung, lo cómodo que se sintiera a su lado, porque cuando empezaba a soltar frases como esa, Jeongguk no podía evitar sofocarse, avergonzado.

—No digas eso, dios, me pones incómodo.

Una sonrisa perezosa se extendió lentamente en los labios de Taehyung. Parecía que lo hiciera con la intención de que pareciera cámara lenta, como si supiera que así se veía un poco más sexi de lo normal.

—Oh, el mocoso grosero se ha avergonzado. Punto para Kim Taehyung.

Jimin entró sin tocar. Se había puesto una camisa con el nombre de su grupo de baile estampado en letras rojas y parecía más despierto que antes. Jeongguk tuvo que callarse la respuesta mordaz que había preparado para Taehyung.

—Hey Tae, ¿quieres fumar un poco antes de que lleguen los chicos?—Con los chicos se refería a los otros bailarines. Quizás, también, los amigos de bar de Taehyung—. Yoongi compró un poco y la está preparando.

Taehyung miró a Jeongguk de medio lado. Al no obtener reacción, se irguió en la cama, bostezando, y asintió.

—Es mejor que nos coloquemos antes de que lleguen.

—¿Por Jackson?—preguntó Jimin, sonriendo de medio lado y peinándose el flequillo hacia atrás.

—Por Jackson.

Jeongguk los vio irse, frunciendo el ceño, pero no dijo nada. No es como si lo escucharan. Cuando se trataba de fumar, beber, hacer fiestas o cualquier otra cosa que a él no le gustara hacer, ellos pasaban de sus opiniones olímpicamente. Varias veces lo habían dejado hablando solo, pensando que no hay nada peor que alguien que se mete en la vida de los demás para decirles qué es lo que deben hacer.

Finalmente, y después de un par de minutos horriblemente aburridos en los que sólo paseó de aquí para allá y husmeó en los papeles de Taehyung (¿Qué es eso? ¿A qué se refiere con esto? ¿Esto es, al menos, coreano?), decidió seguirlos. Al entrar a la habitación de Jimin, puso cara de asco y se cubrió la nariz con la manga del suéter.

—¡Pero si esto parece un sauna!—se quejó.

Un ligero y dulzón humo blanco flotaba sobre su cabeza. Jeongguk no podía ver las ventanas, pero suponía que debían estar empañadas.

—¡Alguien que deje entrar un poco de aire!—continuó.

Usó la puerta como un abanico y la movió adelante y atrás para disipar el humo. Odiaba el olor de la marihuana. No porque fuera desagradable, sino porque todo ese asunto no iba con él. La había probado una vez, cuando Hoseok se la había ofrecido, y después de pasar diez minutos riendo como un desquiciado, se había declarado perfectamente incapaz de soportar la droga.

—Ya abro la ventana—anunció Yoongi, una nube de humo salió del costado de su boca mientras se inclinaba y hacía lo que había dicho—. Mira que venir aquí a dar órdenes.

Taehyung se había acostado en el suelo y lo miró, arqueando una ceja, “estás molesto”.

—No sé por qué entré—siguió quejándose Jeongguk, cubriéndose la cara y moviendo la puerta al mismo tiempo—. Si hubiese sabido…

—Ya, deja de lloriquear—lo interrumpió Yoongi, cerrando los ojos—. Mejor ve y compra el chocolate de una vez.

—Debería—murmuró él, para sí mismo, antes de salir de la habitación.

Se sentía ligeramente irritado por su propia reacción ante el olor, pero no podía evitarlo. Simplemente no le gustaba. Se enfundó en el abrigo que vio primero, se enrolló la bufanda que estaba en la encimera y abrió la puerta. No le sorprendió encontrarse con un par de los compañeros de la compañía de baile de Jimin. A algunos los conocía sólo de vista, pero los saludó a todos por igual con un asentimiento.

—¿Ya empezaron?—preguntó Kai, entrando casi como si estuviera bailando a un lado de Jeongguk.

—Sí, voy a comprar el chocolate.

—¡Vaya, pero qué buen servicio el de hoy!—comentó Jackson, palmeándole a Jeongguk el hombro al pasar.

—Seguro, seguro.

Cuando regresó, el departamento parecía haber sido lavado en alcohol. Arrugó sin querer la nariz al dejar sobre la encimera las docenas de barras de chocolate. La chica de la tienda ya lo conocía y le hacía descuento por tener “una cara muy guapa”; entonces compraba más de lo que necesitaban. Nadie parecía percatarse, para él era suficiente recompensa la expresión de placer que ponía Taehyung cuando encontraba dulces en la despensa cuando no estaba colocado.

—¿Qué pasó aquí?—preguntó Jeongguk a una chica desconocida.

La chica lo miró de arriba abajo, claramente ebria, y le sonrió.

—No séee—dijo, casi ronroneando—. ¿Quieres que lo investiguemos?

—Eh, ¿no? ¿Gracias?

Jeongguk tomó un par de barras de chocolate de la bolsa y las guardó en los bolsillos de los vaqueros. Mientras se quitaba la chaqueta y la bufanda, se dedicó a estudiar la sala de estar. Había trozos de vidrio en una esquina de la sala y todos caminaban con cuidado alrededor. Eso explicaba el olor a alcohol que se le metía por la nariz y le picaba dentro, alguien había roto una botella.

Esta vez estaban los bailarines y unas mujeres desconocidas que no parecían universitarias en lo absoluto. Algunas, en traje de oficina, se pasaban una botella de lo que parecía un coctel casero dentro de una jarra de té.

—Dios mío—susurró Jeongguk, rodando los ojos y apresurándose a salir de ahí.

Alguien tenía a Big Bang a todo volumen. El chico no se explicaba por qué los vecinos no se quejaban en algún lado por el ruido incesante. Luego pensó que esos otros chicos, quizás hasta los que vivían en los pisos de abajo, también se metían en el dormitorio para drogarse, bailar y beber hasta el hartazgo.

La habitación de Taehyung estaba bullendo de actividad. Un par de bailarines y tres chicas estaban sentados con el dueño del lugar riendo a todo pulmón. Ahí también olía a alcohol, pero mucho menos que antes.

—Tae—lo llamó Jeongguk, sacando una de las barras y agitándola en el aire—. ¿Te traje chocolate?

La sonrisa de Taehyung pareció encenderle todo el rostro. Era una de esas sonrisas bobaliconas que siempre tenía cuando estaba drogado, junto a las expresiones exageradas y la cara de placer al escuchar música clásica.

—Pero si está aquí—casi exclamó, abriendo los brazos en su manera de decirle a Jeongguk que se acercara a él. Así lo hizo él, caminando con dificultad entre los que estaban sentados en el suelo—. Les dije que era el mejor del mundo, ¿no? ¿Lo dije o no lo dije?

—Lo dijiste—aceptó una chica, riéndose un poquito. También estaba drogada, concluyó Jeongguk—. ¿Por el sabor…?

—Sí, sí—afirmó rápidamente Taehyung, haciéndose a un lado para que Jeongguk pudiera sentarse.

Él se apretó a un costado de Taehyung, arrugando la nariz por el olor a marihuana que despedía su chaqueta, y se inclinó hacia atrás para ver mejor al variopinto grupo que jugaba piedra, papel y tijeras en el suelo de la habitación.

—¿Por qué están jugando esto?—le preguntó a Taehyung en un susurro, pegándole, sin querer, la boca a la oreja.

Taehyung se rió suave, en un tono casi infantil y no respondió. Solía hacer eso cuando estaba colocado, ignorar lo que decía y, según él, disfrutar solamente del sonido de su voz.

—¡Taehyung!—gritó alguien desde la sala de estar. Jeongguk se irguió como si lo hubiesen llamado a él.

—No te vayas—dijo Taehyung, abrazándolo por los hombros—, seguramente es alguien que quiere fumar un poco más y ya no tengo ganas de compartir.

—Está bien—murmuró Jeongguk, apartando la cara porque el olor…

—A ver, Jeonggukie, ¿quieres ver cómo gano en este juego?

—¿Cómo estás tan seguro de que vas a ganar?

—Mira y aprende, pequeño Padawan, te enseñaré el increíble arte psicológico de este juego.

Jeongguk bufó, sin querer, incrédulo. Entonces Taehyung lo apretó contra sí mismo y se inclinó hacia los demás, llamando su atención.

—Oye—llamó a la chica que estaba directamente al frente. Jeongguk había aprendido que se llamaba Minha y estaba en la facultad de artes, estudiando teatro—, ¿prefieres el kimchi o el queso?

—¿Qué?—preguntó ella, consternada.

—¿Kimchi o queso?

—¿Kimchi?—respondió, mirando una vez a Jeongguk, como si él supiera qué se traía Taehyung entre manos.

—¿Piedra, papel o tijeras?

Y casi sin esperar a que Minha se recuperara de la pregunta, ya estaba él mostrando su elección. La chica actuó en automático, y perdió con tijeras frente al puño cerrado de Taehyung. Él celebró, levantando ambos brazos y olvidando que tenía abrazado a Jeongguk con uno de ellos, por lo tanto, golpeándolo, efectivamente, con el codo.

—Soy el maestro de este juego—anunció.

Uno de los chicos, más borracho que los demás, se echó a reír. Mientras se frotaba distraído el lugar en el que Taehyung lo había golpeado, Jeongguk frunció el ceño. ¿Por qué había ganado tan fácil?

—¿Cómo lo hiciste?—le preguntó, cuando todo volvió a la normalidad y los demás siguieron jugando. Minha se disculpó y salió hacia la sala de estar—. ¿Cómo le ganaste?

Taehyung lo obligó a acercarse más de la cuenta, rozándole con los labios mojados la parte alta del cuello mientras le respondía. Una serie de corrientes eléctricas que le bajaron por toda la espalda hicieron que Jeongguk moviera la pierna nervioso, pero no se apartó.

—Dato curioso, Jeonggukie: si le haces a alguien una pregunta, no importa de qué, antes de jugar piedra, papel o tijeras, es muy probable que elija tijeras. ¿No es maravillosa la mente humana?

—Pensé que estabas estudiando ciencias.

—Es bueno aprender sobre cualquier cosa.

Antes de separarse, Taehyung le dijo un beso húmedo bajo el lóbulo de la oreja, y sonrió perezoso al ver cómo el cuello y la cara de Jeongguk se ponían, lentamente, rojos.

—Estás muy drogado—murmuró. Taehyung frunció el ceño, negando—. Sí lo estás, la próxima vez, no fumes.

Y se apartó del todo, sin tocarle, por lo que quedaba de noche.

 

 

 

 

 

 

Jeongguk no esperaba que Taehyung le hiciera caso, pero lo encontró limpio la siguiente fiesta. Jimin le había dicho, entre hipidos, que Tae se había negado totalmente a fumar con ellos y se había encerrado en su habitación, quizás para no caer en la tentación, hasta que llegaron los demás. Y hacia allí se había dirigido él, con las bolsas de la compra todavía colgándole de los brazos. No había creído, por supuesto, que no hubiera tocado nada.

Mas Taehyung estaba, sí, en su habitación, y tenía un montón de libros abiertos a su alrededor. Comía de una caja de comida china que, claramente, había pedido a un restaurante barato. El aire estaba limpio, sin rastro de marihuana. Jeongguk pensó que era el fin del mundo.

—¿Tae?—preguntó, cauteloso.

Taehyung levantó la mirada, dejando a un lado el libro que tenía próximo, y parpadeó un par de veces para enfocar la mirada. No parecía estar bajo el efecto de una droga alucinógena, o de alcohol. Jeongguk se quedó congelado en el marco de la puerta.

—Oh, Kookie—lo llamó Taehyung, extendiendo los brazos como si quisiera abrazarlo—. ¿Qué haces ahí de pie? ¿Vas a quedarte un rato en la fiesta o vas a venir a hacerme compañía?

—¿No fumaste?—preguntó él, en cambio, mirándolo casi con miedo. No podía creer lo que veía.

—Eh, ¿no?—respondió Taehyung, arqueando una ceja y sonriendo de lado, como burlándose. Tenía una gran facilidad para hacer caras raras, y esa expresaba totalmente su desconcierto al escuchar la pregunta—. ¡Vaya, pero mira cuánto chocolate!—Jeongguk siguió su mirada y se encontró con las bolsas llenas de barras de chocolate que había comprado. De pronto recordó que debía dejarlas en la cocina—. ¿Son para mí?

—Ya quisieras—respondió él, sin dejar de mirar las bolsas—. Se las daré a alguien. Ya regreso.

La sala de estar estaba bullendo de actividad. Esta vez, los amigos de laboratorio de Taehyung, los miembros del club de baile y las chicas que Jeongguk calificaba como “las de siempre” vagabundeaban por ahí, con botellas de cerveza en la mano. Había un improvisado grupo de debate cuyos miembros estaban enzarzados en una discusión sobre arte que, por los gritos, a Jeongguk se le antojó interesante.

En la cocina se encontró con Yoongi.

—Pensé que Taehyung y tú se comerían todo ese chocolate—dijo.

—Ugh, no—Jeongguk se encogió de hombros, asqueado, y dejó sobre la encimera la bolsa abierta. Casi al instante, un par de personas se abalanzaron sobre los chocolates y se los arrebataron como un grupo de hambrientos zombies.

—Te iba pedir que le dejaras un poco a Jimin. ¿Sabes? A él realmente le gusta comerse esas estúpidas barras cuando fuma.

—Sí, siempre es él quien me grita primero para que las compre.

—Entiendo por qué lo hace—dijo Yoongi, encogiendo un hombro. Parecía infinitamente cansado con las ojeras oscuras bajo los ojos—. Comer y tener sexo cuando estás drogado es una gran experiencia.

Jeongguk frunció el ceño. Qué sabría él. La única vez que la había probado pensó que había perdido la razón. No podía decirle a Yoongi qué tan buena estaba la comida o la cama cuando se estaba drogado, porque nunca lo había sentido y jamás lo sentiría.

—Si quieres, puedes tomar un par de barras y llevárselas—dijo, señalando las compras—. Si no las tomas ahora, no puedo garantizarte que queden para Jimin.

—Eso iba a hacer. Sólo quería preguntarte si estaba bien tomar unas cuantas, pues tú las compraste.

—Está bien, siempre las toman, ¿no? Además es Hoseok el que me da el dinero para ir por ellas.

Yoongi se metió un puñado de barras de chocolate en el bolsillo del suéter demasiado grande y, mientras contaba con los ojos las que aún quedaban sobre la encimera, siguió hablando.

—Escuché que Taehyung no fumó hoy.

—Eh, sí, parece que no lo hizo—respondió Jeongguk, arqueando una ceja. Alguien gritó en la sala de estar y un par de personas se rieron. Por el rabillo del ojo, Jeongguk vio a Namjoon tambalearse hasta el balcón—. No sé qué esperar, quizás lo haga más tarde.

—Yo escuché que no lo hizo porque se lo pediste tú.

—¿Eh? ¿Y cómo es eso?

—Te diré una cosa, chico—Yoongi se inclinó ligeramente sobre la encimera, aparentemente ya estaba satisfecho con su cuenta de barras de chocolate, y golpeó un par de veces con el dedo índice el pecho de Jeongguk—: estar colocado no es como estar borracho. Todo lo que dices lo recordará Taehyung al día siguiente. Así que no actúes como un imbécil si lo ves así por ahí, porque tiene los sentidos un poco exaltados, pero no ha dejado de pensar.

Yoongi se mojó los labios antes de hacer un saludo militar y retirarse a la habitación de Jimin. Jeongguk se quedó quieto en la cocina, dándole vueltas a lo que Yoongi había dicho. La verdad es que él sí trataba a Taehyung como un borracho cuando estaba drogado, como si no fuera capaz de crear un pensamiento coherente y se olvidara todo al día siguiente. En su defensa, nadie nunca le había dicho cómo debía tratarse a alguien que consumía, así que había supuesto que era igual a un ebrio.

¿Debía, acaso, disculparse? Haberle dicho a Taehyung que no fumara podía haber sido la razón por la que estaba limpio, cuando Jeongguk nunca lo había visto así antes en una fiesta. ¿Quizás lo estaba pasando mal ahora?

Suspirando, Jeongguk tomó una barra de chocolate y caminó, como si fuera al cadalso, hasta la habitación de Taehyung. La puerta seguía cerrada, como si Taehyung quisiera aislarse de la atmosfera festiva que apestaba a drogas y alcohol.

—Lo siento—dijo, al entrar. Cerró con una mano y agitó la barrita de chocolate con la otra frente a la cara—. Debes estar pasándola mal.

—¿Perdón?—preguntó Taehyung, claramente consternado. Todavía tenía la expresión graciosa que era un poco burla un poco sorpresa.

—Digo, porque no has fumado. Es por mi culpa, ¿verdad? No quería que dejaras de hacerlo. Creo, quizás, que fui un poco duro al decir eso ese día. Entonces, ¿lo siento?

Taehyung dejó que terminara su monólogo ridículo sin añadir nada. Luego, palmeó la cama justo a su lado, y Jeongguk se sentó ahí. Se miraron en silencio, mientras Taehyung se mordía el labio inferior, pensativo.

—Muy bien, Jeonggukie, creo que debo aclararte algo. No quiero que pienses que no puedo tomar esta clase de decisiones por mí mismo, ¿sí?—Esperó a que Jeongguk asintiera para continuar—. Sí, que me lo hayas dicho tú hizo que me decidiera a dejar de fumar, pero ya lo había pensado desde antes. No lo hice sólo por ti. Lo hice por mí, porque no quiero pensar mal de mí mismo y estar en un par de años arrepintiéndome de todo esto mientras trato de reflexionar y las cosas no llegan.

Jeongguk siguió el movimiento de Taehyung al dejar los libros en la mesa junto a la cama, para despejarla. Él seguía hablando.

—Pude haber dejado de fumar hace mucho, o quizás incluso otro día después, pero decidí que fuera hoy. En parte fue por ti, pero no quiero que pienses que fue la única razón.

—Entiendo… es que Yoongi…

—Yoongi puede hablar lo que quiera—dijo Taehyung, echándose en la cama y volviendo a palmear el lugar a su lado—. Y tú debes ignorarlo porque es el novio de Jimin, no el mío. Ahora ven, que quiero abrazarte un poco.

Jeongguk sintió calor subiéndole por el cuello. Por supuesto, Taehyung podía decir esas cosas vergonzosas sin pestañear, pero a él todavía le afectaba mucho.

—Bien.

Se acostó a su lado, boca abajo, esperando por el abrazo de Taehyung que no tardó en llegar. Se sentía extraño. No es que no hubiera recibido cariño de Taehyung cuando no estaba drogado, todo lo contrario, sino que era la primera vez que sucedía en una fiesta. Estaba tan fuera de lugar que no lograba relajarse. Era como si la música y las risas no combinaran con el Taehyung caliente y libre de todo que le dibujaba figuras en la espalda.

—¿Qué pasa? Parece que te estuviera amenazando con un cuchillo—se burló Taehyung, actuando como si le clavara un puñal cerca de la manzana de Adán. Se estaba riendo entre dientes, en voz baja, como si temiera que alguien los escuchara, aunque no había nadie además de ellos en la habitación.

—No sé, no consigo relajarme.

—Siempre has sido así, claro. Supongo que puedo calmarte un poco si me dejas.

—¿De qué hablas? ¿Cómo es que siempre he sido así?—preguntó Jeongguk, girando del todo la cabeza para verlo. Así, una parte del rostro de Taehyung quedaba parcialmente oculto por la almohada. En ese ángulo, hizo que el corazón de Jeongguk se acelerara.

—Uh, estamos a la defensiva ahora, ¿no?—Taehyung sonrió, todavía con la mitad de la cara hundida en la tela, y se mordió los labios—. Desde que te conozco, noté que te asustan las situaciones nuevas y necesitas un poco de tiempo para acostumbrarte a ellas. Eres un poco como un animal salvaje, Jeonggukie. Por eso sé que podré calmarte tarde o temprano.

Jeongguk chistó, un poco ofendido al escuchar la opinión que Taehyung tenía de él. No creía que fuese tan simple leerse, así que acercó su cara un poco más y decidió devolvérsela.

—Bueno, es todo tu culpa, ¿no? No he tenido un día de paz desde que acepté ser tu tutor.

Taehyung frunció el ceño; la expresión afable desapareció rápidamente de su rostro.

—Eso es mentira.

—¿Y ahora qué dije?—se quejó Jeongguk, dramatizando y rodando los ojos.

—Bueno, después de hacerte mi tutor, tuviste bastante días libres, así que la afirmación es parcialmente incorrecta. Mentira, eso es lo único que puedes decir ahora.

Jeongguk abrió la boca para protestar, pero no pudo emitir palabra cuando Taehyung alargó la mano y pasó su dedo pulgar muy, muy lentamente sobre su labio inferior.

De la impresión, Jeongguk abrió un poco más la boca. Sentía la punta callosa del dedo de Taehyung en la parte donde estaba húmedo por la constante presencia de su lengua. Lo rozaba tan suave que sentía cosquillas ahí donde lo tocaba, como alas de mariposa.

—Eres un mentiroso, pero no tengo ganas de discutir contigo ahora. ¿No vas a felicitarme porque llevo un par de difíciles días sin fumar?

Jeongguk pensaba a toda velocidad, pero al mismo tiempo no era capaz de formular ningún pensamiento coherente. Era como si en su cerebro se hubiese activado la alarma de incendios y todos los habitantes corrieran como locos de un lado a otro tratando de hacer algo y fallando inmensamente en el intento.

El problema es que tenía los sentidos embotados, logró concluir. El toque de Taehyung estaba nublándole la razón, lo cual no era una sorpresa, porque solía suceder. Pero es que Taehyung nunca lo había acariciado ahí, así que, como él mismo había dicho antes mientras lo analizaba, Jeongguk estaba en estado de pánico y necesitaba tiempo para acostumbrarse.

No podía escuchar más que un vacío que los rodeaba y la respiración, inhala y exhala, de Taehyung. No sentía más que su dedo en los labios y no olía más que TaeTaeTae. La fiesta y los demás, olvidados, estaban en otro mundo muy lejos del que ellos ahora compartían.

La situación parecía divertir a Taehyung, quien todavía le pasaba el dedo por los labios de un lado a otro y de regreso. Sonreía hacia un lado, con la boca muy roja y la lengua apenas asomando entre los dientes, como si quisiera sacarla para enseñársela. Tenía los ojos muy oscuros y Jeongguk podía verse a sí mismo reflejado, todo él como un animalillo asustado.

—Vamos, felicítame.

El toque era placentero y le hacía pensar en otras cosas, como qué se sentiría si Taehyung ejercía un poco más de fuerza y le pellizcaba ligeramente los labios. Tenía ganas de que lo apretara, lo tocara un poquito más, algo, pero no iba a ser tan tonto para pedírselo. A Taehyung le gustaba jugar así, y Jeongguk prefería nadar en el río Han en invierno que dejar que el bastardo se sintiera aún más orgulloso al saber que a Jeongguk le gustaba más lo que hacía de lo que dejaba entrever.

—Jeonggukie…— murmuró, formando cada silaba con cuidado. Jeongguk le miró la boca.

Y luego se lanzó hacia atrás con tanta velocidad que él mismo se sorprendió al caer cuando largo era al suelo. Se mordió la lengua para no demostrar que le había dolido y miró hacia la puerta.  Alguien había entrado.

—Estoy muy borracha—anunció Sujeong, apoyándose en el marco, como si alguien se lo hubiera preguntado. La cabeza le colgaba hacia un lado en una posición incómoda, y tenía la cara muy pálida—. Creo que necesito dormir.

—Al menos estás lo suficientemente cuerda para tocar la puerta—observó Taehyung, con la voz ronca—. Está bien, ya te prepararé el futón. ¿O quieres esta noche la cama?

Sujeong lo miró como si le hubiera hablado en mandarín, arrugando la nariz ligeramente.

—¿Por qué tiene Jeongguk la cara tan roja?

Jeongguk se acurrucó junto a la cama, justo donde había caído, suspirando mortificado. ¿Por qué, de todas las cosas, Sujeong decidía que tenía que irse a dormir? ¿Por qué no iba a dormirse en la habitación de Jimin o Hoseok? ¿No podía regresar a su casa? La atmósfera que se había calentado por momentos se le escapaba de las manos como si nunca hubiese estado ahí en la cama con Taehyung.

Lo vio desde su posición poniendo el futón y casi tuvo ganas de decirle que dejara a Seujeong afuera, porque todavía tenía que felicitarlo por dejar de fumar. Pero, finalmente, se quedó en silencio, respirando profundo. Había escuchado de Kei que así podía calmar cualquier agitación.

Al menos Sujeong había tocado la puerta, dándole tiempo para crear espacio entre Taehyung y él. No podía imaginarse cómo podría haber explicado la posición en la que se encontraban, casi a punto de besarse.

 

 

 

 

 

Taehyung quería besarlo, era un hecho. Lo había intentado, en las últimas dos semanas, al menos veinte veces. Y Jeongguk se sentía muy halagado, claro, pero aún más, asustado.

Recordaba aún a Yoongi advirtiéndole, en una de sus muchas noches de borrachera en el balcón, sobre la trampa en la que caería cuando saliera con alguno de los tres idiotas. Él, Yoongi, había empezado como Jeongguk, siendo el tutor de cálculo de Jimin, y cuando menos lo había pensado, estaba metido en su cama con un porro en la mano y la certeza de que lo habían engañado para poder tenerlo ahí. Desde entonces estaba atrapado, y muy cómodo, como un pez en su pecera. Era igual que empezar a desnudar a una mujer y descubrir que su ropa interior combinaba: la prueba perfecta de haber sido una victima, de ser solamente alguien que había caído en la trampa.

Jeongguk no sabía desde cuándo Taehyung tenía esos sentimientos hacia él, pero sí que, ciertamente, estaba tratando con todas sus fuerzas que todas las piezas del rompecabezas estuvieran en el lugar correcto para que Jeongguk cayera en sus brazos. Pero él no quería ser como Yoongi. No. Él no se había acercado a Taehyung con el objetivo de ser algo suyo.

Y mientras Taehyung lo perseguía por todos los rincones de la universidad, Jeongguk huía como un cobarde. Habían creado una especie de juego de escondidas que era a la vez entretenido y molesto.

Jeongguk no sabía qué hacer para detenerlo, así que, cada vez que podía, pedía consejo. Pero nadie era lo suficientemente útil.

Namjoon había sido su típico ser lógico.

—¿Y por qué simplemente no te acuestas con él?—dijo Namjoon, después de terminar con sus diatribas sobre el capitalismo—. Te digo que es mucho menos molesto y mejor para tu salud que salir corriendo como un loco cada vez que te lo encuentras.

—Eso es precisamente lo que quiero evitar—respondió Jeongguk, con los dientes apretados—. No quiero tener sexo con Taehyung.

—Pues él sí, y no parece dispuesto a detenerse pronto.

—¿Y qué hago para detenerlo? Algo ha de poder hacerse.

—Yo no le veo nada de malo a follarse a Taehyung. Si no me gustaran tanto las mujeres, te aseguro que él sería uno de los primeros a los que me llevaría a la cama.

—No… demasiada información. Sólo dime…

Jeongguk se interrumpió y se encogió, con el corazón a mil, cuando Taehyugn entró a la sala de estar. Se miraron un par de segundos en silencio y luego él siguió con su camino y Jeongguk dirigió su atención a Namjoon, rogándole con los ojos.

—¿Qué? ¿Qué?—repitió Namjoon. Por el movimiento de sus ojos, Jeongguk adivinó la trayectoria de Taehyung hasta la cocina y de regreso a su habitación—. Aún no entiendo por qué es un problema tener sexo con Taehyung.

—Bien, no es que tenga un problema con eso—aclaró Jeongguk, frustrado—. Es sólo que, mierda, no es lo que estoy buscando con Taehyung, ¿sí? Yo quería ser su tutor solamente, luego su amigo. Pero esto ahora está muy mal.

—¿Mal en qué sentido?

—Mal en el sentido en que no tienes que acostarte con todos tus amigos. Puedes tener amigos con los que no hay que tener sexo. Taehyung es ese amigo para mí.

—Aún no te entiendo.

—¿Y si él planeó esto desde el primer momento?—Tomó aire y trató de hacer la mejor imitación de la voz, más grave que la suya, de Taehyung—. “Ahora que este pequeño idiota ha decidido ser mi tutor, va a ser más fácil follármelo. Voy a hacerle creer que no puedo cuidarme por mí mismo y necesito su ayuda para vivir. Cuando esté desprevenido, me lo comeré”.

—Ves demasiadas películas de caníbales y necesitas hablar con Taehyung. Tienes las dudas más estúpidas del mundo, Jeongguk.

—Oye, vine a pedirte ayuda… no a que me riñas.

—Todo lo que estás pensando puedes ahorrártelo si hablas con Taehyung. Eso es lo que hay que hacer: comunicarse. Tener una buena conversación de adultos es lo que yo te aconsejo. Ahora vete que quiero fumar.

Jeongguk apretó los labios, disgustado. Quería seguir a Namjoon hasta el balcón, pero la perspectiva del humo de la marihuana metiéndosele por la nariz lo hizo detenerse. No iba a ir tras él. Pero tampoco quería hablar con Taehyung.

Yoongi había agregado más combustible a su miedo.

—… Yo creo que lo tenía todo planeado, ese pedazo de mierda—dijo, mientras metía en el carrito del supermercado una lata de salchichas y un sobre de salsa para kimchi—: películas, brownies y sexo. Por supuesto que no iba a negarme a acompañarlo una tarde que prometía las dos primeras, porque ya lo habíamos hecho antes, y supongo que para él fue normal que esa vez acabáramos en la cama. Tenía hasta los condones y el lubricante junto a la almohada. Te digo, puede parecer un tonto, pero debajo de ese cráneo hay pura maldad calculada y fría.

Jeongguk asentía empujando el carrito. Sentía la boca seca, como papel de lija, porque podía imaginarse en el lugar de Yoongi.

—Deja de decir tantas estupideces—agregó Kei, lanzando un par de manzanas al carrito—. Tú sabías a lo que ibas cuando llegaste, lo vi en tus ojos—lo acusó, señalándolo con un dedo perfectamente arreglado—. Tener sexo con Jimin, vaya, qué sacrificio. Y estás actuando como si fueras una virginal estudiante de escuela católica engañada por un malintencionado.

—Kei, no cre…

—Tú, no le hagas caso—le dijo ella a Jeongguk—. Créeme que nunca había visto a alguien quitarse tan rápido los pantalones como a Yoongi la primera vez que se acostó con Jimin. Ni siquiera cerraron la puerta. Si no hubiera sido por Tae, que lo hizo por ellos, todos habríamos disfrutado de porno en vivo.

Jeongguk se rió, muy a su pesar. Pasaron por el pasillo del alcohol sin comprar nada.

—Kei, debería…— empezó a decir Yoongi, pero no pudo terminar.

—Y sí que estás muy atrapado, ¿no?—preguntó ella, sarcástica—. Aquí, con Jeonggukie y conmigo, haciendo las compras de Hoseok, Jimin y Taehyung porque ellos tres no las harían aunque les pagaran por ello. Seguro, Jimin tuvo que amenazarte con una escopeta.

—No me gusta tu tono.

—Sólo admite que le dices todo esto al niño porque te gusta verlo sudar de los nervios.

—¡No soy un niño!—exclamó Jeongguk, pero ellos ya no lo escuchaban.

Hoseok, por el contrario, no quiso escuchar absolutamente nada.

—No, no y no—exclamó, cubriéndose las orejas con las manos. Iba tan rápido por los pasillos que las personas se apartaban a su paso con expresiones asustadas.

—Pero Hoseok, tienes que ayudarme a detenerlo—le rogaba Jeongguk, trotando a su lado para mantenerle el paso.

—No, he visto a Taehyung cortejando suficientes chicos para saber que no quiero volverlo a ver nunca más.

—Y debieron ser suficientes también para saber cómo detenerlo—agregó él, ignorando la palabra “cortejo”, pero preguntándose de dónde la había sacado Hoseok.

—Jamás. Nunca. No me meteré con Taehyung y su vida amorosa. Me lo prometí a mi mismo.

—Hoseoook—canturreó.

—No. Y eso es lo último que te voy a decir acerca del tema.

Y la última persona  a la que le había pedido consejo, Jimin, lo miró bajo las pestañas con algo parecido a la pena.

—Te vas a arrepentir—dijo.

 

 

 

 

 

La última vez que Taehyung intentó besarlo, se lo encontró frente al edificio de dormitorios con un cigarrillo en la mano. Jeongguk iba al departamento para entregar las barras de chocolate que había comprado esa noche, por lo que se sorprendió al verlo y no pudo negarse cuando lo llamó para cercarse.

Taehyung le pasó un brazo por los hombros cuando lo tuvo a su alcance. Estaba con personas que Jeongguk no había visto nunca en su vida, ni siquiera en las fiestas, y pensó que eso era ligeramente malo.

—¿Quién es el niño?—preguntó una de las chicas, con los ojos demasiado claros para ser naturales.

—No soy un niño—respondió Jeongguk, automáticamente, ganándose un par de miradas condescendientes.

Taehyung sonrió, abrazándole. El cigarrillo humeaba en su mano.

—Es Jeonggukie, ¿no es adorable?

—Bueno…— empezó a decir alguien, pero Jeongguk dejó de escuchar.

Taehyung le besó primero bajo la oreja, porque le quedaba cerca. Luego repartió unos cuantos más por la quijada mientras susurraba:

—¿Hasta cuándo vas a huir de mi? Ya me estoy cansando de esperar por ti.

—Entonces ríndete, va a ser mucho más fácil así—le respondió Jeongguk, demasiado quieto.

—Eres muy gracioso—Y quizás para hacer énfasis en el comentario, soltó una risita que le puso a Jeongguk los vellos del cuerpo el punta—. Podría seguir tu consejo.

—Bien, no me importa.

Taehyung hizo un último esfuerzo, tomándole de la barbilla con la mano libre y acercando su boca. Jeongguk sintió su aliento, el aire cargado eléctricamente y haciéndole cosquillas en los labios, antes de apartar la cara y mirar, indiferente, al frente, aunque el corazón le latía tan violentamente que lo imaginaba tratando de salírsele por la garganta.

—Entiendo el mensaje.

 

 

 

 

 

Al día siguiente, Jeongguk se abrió paso hasta la habitación de Taehyung. Como siempre, había una fiesta, con batallas de baile incluidas en el centro de la sala, y él había tenido que empujar un par de personas hasta llegar a su destino. Iba tan apurado que no analizó la situación hasta que fue muy tarde.

—Taehyung, debemos hablar—dijo, empujando la puerta.

Taehyung abrió mucho los ojos, desde su lugar en la cama. Tenía una camisa demasiado grande que le colgaba de un hombro y el cabello muy despeinado. Estaba sentado en las almohadas, apoyando la espalda en la cabecera de la cama, y había tensado tanto el cuerpo que parecía atravesado de arriba abajo por una vara.

—Jeongguk—dijo, con la voz tan aguda que se le rompió  a la mitad.

Fue tan extraño escucharlo así que Jeongguk frunció el ceño, desconcertado.

Y en ese momento, un chico en ropa interior entró por la otra puerta de la habitación, la que iba hasta el baño. Ambos se miraron con idénticas expresiones de sorpresa. A Jeongguk le tomó solamente un par de segundos unir todos los hilos y echarse para atrás, cerrando la puerta.

No tardó mucho en salir del departamento, saltar los escalones de dos en dos y correr como si lo persiguiera el infierno hasta su casa.

Taehyung había tenido sexo con alguien que, obviamente, no era Jeongguk.  Y ahora él se sentía como si le hubiesen pasado un coche por encima varias veces.

Corrió, ignorando el ardor de las piernas y la respiración trabajosa que salía de su boca. Ya ni siquiera iba hacia su dormitorio. Tenía los pensamientos enredados, pero no igual que las veces en las que Taehyung decidía acercarse de más. Por el contrario, esta vez, no podía evitar recordar todo lo ocurrido desde que puso un pie en el departamento: la puerta abriéndose, la cara de Taehyung, el otro chico, la casi desnudez del otro chico, su caminata de la vergüenza hasta la salida. No es que no pudiera pensar por el embotamiento, sino que no podía dejar de hacerlo.

Cayó, finalmente, sobre una banca en la estación de metro. Tenía el cuerpo bañado en sudor, la camisa pegada al torso. El pecho le ardía como si se hubiera prendido fuego. Y, en general, se sentía muy mal. No era solamente el dolor físico por la intensa carrera, porque también se sentía como si, por algún lado, le estuvieran drenando toda la energía. Un frío sobrenatural le recorría de vez en cuando el cuerpo.

No había pensado que la rendición de Taehyung llegaría tan pronto.

—¿Estás bien?—preguntó alguien.

Jeongguk hizo el esfuerzo de abrir los ojos, todavía jadeante. Un chico, quizás de su edad, quizás mayor, estaba inclinado, con una expresión preocupada, sobre su cuerpo.

—No—respondió Jeongguk, pero estaba tan cansado que la voz le salió como un suspiro.

—Vaya, ¿puedo hacer algo por ti?—El chico parecía muy amable, asustado por su estado aunque no lo conocía. Jeongguk sonrió—. ¿Qué te pasó?

—Apenas ayer le dije a Taehyung que se rindiera, que yo no lo iba a besar, y le faltó tiempo para follarse a otro. ¿Qué te parece eso?

El chico se quedó quieto, su expresión cambiando lentamente a una de entendimiento. Había abierto de más los ojos, y empezaba a asentir.

—Ah, comprendo—dijo, después de un par de segundos—. Suena muy duro, lo siento por ti.

—Gracias.

—¿Necesitas decirme algo más?

Jeongguk cerró los ojos, tratando de recobrar la respiración. Se repitió la pregunta del extraño varias veces, antes de asentir. Sí, tenía mucho más que contarle. Tenía la necesidad de decirle a alguien todo lo que había sucedido desde que había aceptado ser el tutor de Kim Taehyung.

—Iba a mi casa. Si quieres, puedes venir conmigo. Te prepararé un poco de té, así recuperarás fuerzas.

—Bien, buena idea.

Con su ayuda, Jeongguk se puso de pie. Las piernas no le respondían bien, pero el extraño tenía los hombros anchos y mucha fuerza para sostenerlo, así que pudo apoyar en él todo su peso. Recordó a su madre diciéndole que no debía seguir a los extraños, pero supuso que esta vez era una excepción. Había corrido tanto que, probablemente, no sería capaz de regresar a su casa solo. Al menos, con el extraño estaba seguro de que alguien sería testigo de un eventual desmayo.

—Mi nombre es Kim Seokjin.

—Jeon Jeongguk—dijo él.

Seokjin vivía con Ken y Sandeul en un edificio desgastado de tres pisos en medio de un barrio lleno de complejos de apartamentos poco estéticos. Tenían una azotea de apariencia desgarbada y sucia, sin pintura en las medias paredes, algunos muebles descoloridos y una vista poco atractiva a las fachadas de los edificios de alrededor. Ken había construido una fogata de ladrillo en una de las esquinas de la azotea, por lo que sabía Jeongguk, para impresionar a una chica. La chica nunca había aparecido, claro.

—Y esa es la prueba de cómo hacemos cosas estúpidas por amor, porque somos, sí, muy estúpidos—comentó Seokjin, dándole un té en un vaso lleno de frases de autoayuda.

—Gracias—dijo Jeongguk, sonriendo tímidamente, con la respiración ya tranquila—. ¿Dónde están Ken y Sandeul? ¿Sí son esos sus nombres?

Seokjin sonrió, sentándose en el sofá frente a él. La chimenea construida por Ken estaba entre ambos, y Seokjin empezó a picar con un palo los restos de leña que habían.

—Son esos sus nombres, y creo que están en la universidad.

—¿Tú por qué no estás en la universidad?—preguntó Jeongguk, tomando por primera vez el té y maravillándose de su sabor—. Por cierto, esto está muy bien.

—Gracias—respondió Seokjin, ampliando la sonrisa—. Tengo clases en la mañana y toda la tarde libre.  Y me alegro por eso, porque sino estarías todavía en la estación tratando de recuperarte de esa maratón.

—No me siento muy orgulloso de eso, gracias por recordármelo.

Seokjin se encogió de hombros, sin borrar la sonrisa. Era la clase de persona que se detendría a ayudar a un anciano a cruzar las calles, aunque tuviera una clase en menos de dos minutos. Aparentemente, iban a la misma universidad, aunque Jeongguk no entendía por qué vivía, entonces, tan lejos. Recordaba haber tomado el metro para llegar.

—Retomando nuestra conversación—continuó Seokjin, después de un silencio demasiado largo para dos extraños—, te diré lo que pienso honestamente.

—Adelante—Y agregó, aunque nadie se lo había pedido—: le pedí consejo a muchas personas y, por no escucharlas, estoy donde estoy ahora. No quiero decir que estar aquí contigo sea algo malo, me refiero a la situación—aclaró—. Pude haber hecho muchas cosas para solucionar esto, pero no hice nada, al final.

—Taehyung parece un buen chico.

—Lo es—dijo Jeongguk, más rápido de lo que le hubiera gustado. Al darse cuenta de ello, se sonrojó.

—… Y temo que, por lo que pasó hoy, estés apresurándote en identificar tus sentimientos.

—¿Qué?—preguntó Jeongguk, agradecido porque Seokjin había ignorado su último comentario—. No entiendo.

—Mientras Taehyung estaba buscándote, tú estabas decidido a no tener ninguna relación romántica o sexual con él, ¿estoy en lo correcto?—Al ver a Jeongguk asentir, Seokjin continuó—. Y estabas completamente seguro de ello hasta hoy, que tuviste que ver algo como eso—. No dijo: “a alguien desnudo saliendo del baño privado de Taehyung”, y eso también lo agradeció—. Por eso creo que debes tomarte un poco de tiempo para aclarar tus sentimientos.

Jeongguk bajó la mirada. La leña chamuscada ofrecía una imagen triste, como si no estuviera cumpliendo con su verdadero propósito.

—Puedes pensar acerca de lo que sientes por Taehyung y preguntarte si quieres intentar algo con él.

—Podría hacerlo…

—Creo que sientes algo por él, pero quiero que tú estés seguro de ello y, para eso, debes pensarlo bien—dijo Seokjin, continuando con su movimiento repetitivo con el palo de madera y la leña en la chimenea del centro—. Todo ha sucedido demasiado rápido.

—Dímelo a mí.

—Quizás es cierto eso que dices, que Taehyung tenía, de alguna manera, planeado que pasara algo así. No estoy seguro de cuánto podría ser, porque sólo conozco tu historia y no lo conozco a él—Seokjin chistó—. No te conozco a ti tampoco.

Jeongguk se rió, sintiéndose un poco mejor, aunque aún no podía borrar la imagen del chico medio desnudo saliendo del baño de Taehyung de su cabeza.

—… pero creo que pudo haberlo hecho, planear algo—continuó Seokjin, todavía sonriente. Y añadió, después de morderse un rato el labio inferior—: no puedes reclamarle nada, porque no es tu novio. Se puede acostar con quien quiera y cuando quiera.

Jeongguk borró la sonrisa, porque eso no le gustaba, pero debía admitir que Seokjin tenía razón. Por un par de días habían estado en el limbo entre la amistad y el amor, y ahora no era nada, porque Jeongguk lo había rechazado y Taehyung se estaba follando a otro.

—Todo irá bien, ya verás.

—Gracias, Seokjin—dijo Jeongguk, sintiéndolo verdaderamente—. Me has ayudado mucho.

Seokjin se inclinó sobre la chimenea para palmearle el hombro y le señaló la puerta de la azotea.

—¿Quieres descansar un rato?—preguntó—. Después de correr tanto, imagino que debes estar exhausto. Vamos, te dejaré dormir en mi cama y, cuando te sientas mejor, te llevaré hasta tu casa.

—Vivo en los dormitorios de la universidad. Gracias de nuevo, Seokjin.

—Después podemos hablar sobre mi atractivo y lo buena persona que soy, ahora es momento de que vayas a recuperar fuerzas—Joengguk lo miró con la boca abierta. No se había esperado un comentario así—. Estás muy pálido y me preocupa que regreses así. Podría sucederte algo.

—Bien, ya voy.

Dejó que Seokjin lo dirigiera hasta su habitación, en el segundo piso de la horrible casa. Era mucho más grande que la de Taehyung, y tenía una colección de polaroids pegadas de la pared. La gran mayoría eran fotos de su cara, pero había muchas otras de la azotea y de montones de personas que Jeongguk no conocía.

—Puedes dormir aquí. Seguramente, cuando termines estaré en la azotea. Ya sabes cómo llegar.

Jeongguk asintió, y Seokjin cerró la puerta después despedirse con un movimiento de mano. La cama era amplia. Jeongguk rebotó un par de veces antes de meterse bajo las mantas y suspirar. Los músculos de las pantorrillas y los muslos le latían por el esfuerzo que había usado para correr.

—Qué tonto fui—susurró.

Revisó su móvil y comprobó, con cierta satisfacción, que tenía diez llamadas perdidas de Taehyung y un par de mensajes de Kakaotalk que se apresuró en abrir. Todos le preguntaban dónde estaba. Otros eran de Taehyung pidiéndole perdón, aunque no había nada por lo que debiera perdonarlo.

Sólo le respondió a Namjoon, asegurándole que no estaba enfermo o algo por el estilo, que regresaría un poco tarde. También le encargó decirle a los demás que no iría al dormitorio de los tres idiotas. Había decidido regresar a su propia habitación, la que compartía con Namjoon, porque debía pensar bien qué es lo que ocurría con sus sentimientos. Después se durmió y soñó una y otra vez con el extraño que salía del baño.

Cuando despertó y comprobó la hora, Taehyung lo había llamado dos veces más. Se frotó la cara mientras se levantaba, para eliminar cualquier vestigio de sueño que hubiera, y caminó hasta la puerta. Decidió devolver la llamada, aunque ya pasaba la media noche. Sabía que Taehyung estaba despierto porque lo conocía, las fiestas no se detenían tan temprano.

Taehyung respondió al segundo timbre, y pareció muy aliviado de escucharlo.

—¿Dónde estás?—preguntó, incluso antes de saludar.

—¿Dónde estás tú?

En tu dormitorio. Namjoon me dio las llaves—respondió, en el mismo tono apremiante de la pregunta—. ¿Dónde estás? Y no me digas que en mi habitación, porque sé que estarás mintiéndome.

—No querría estar en tu habitación. Ahí te lo follaste.

Taehyung boqueó, sorprendido, y Jeongguk deseó regresar el tiempo para eliminar esa conversación. Había sonado como un novio celoso, y Seokjin le había advertido que eso ocurriría. Abrió la boca para disculparse, pero Taehyung habló antes.

Está bien, me lo merezco. Fue un golpe bajo, pero entiendo—Suspiró, como si cargara todo el peso del mundo sobre los hombros—.  Sólo quiero saber dónde estás.

—¿Y por qué quieres saber?

Porque tú lo dijiste—dijo, carraspeando—, que debemos hablar. Así que hablemos.

—Estamos hablando ahora mismo—respondió Jeongguk.

No así, Jeongguk. Vamos, no seas así.

—No quiero hablar contigo. No puedo creer que hayas hecho esto.

Jeongguk se mordió el labio. Había vuelto hacerlo. Parecía que era incapaz de dejar pasar la aventura de Taehyung, aunque ambos no eran nada y se suponía que él no sabía qué era lo que sentía. Pero no podía negar que se sentía traicionado, porque creía que Taehyung quería tener algo con él y sus acciones no lo demostraban.

Bueno, ¿y qué se supone que debía hacer, eh?—preguntó Taehyung, cambiando su tono de voz a uno más agresivo—. Tú me rechazaste, dijiste, si no recuerdo mal, que era mejor si me rendía porque nunca iba a suceder nada. No puedo… no puedo ir tras de ti como un perrito toda la vida, tengo que continuar.

—Sí, y empezar al día siguiente.

Jeongguk, estás siendo un hijo de puta.

—Lo sé—Jeongguk tomó aire, caminando hacia donde recordaba que quedaba la azotea—. Mira, dejemos de hablar. Y después, quizás podamos hacerlo de nuevo.

Espera, detén ese tren. ¿Qué estás diciendo?

—Que hablemos después.

Antes de eso. ¿Que dejemos de hablar? ¿Cómo es eso de que dejemos de hablar?

Jeongguk llegó hasta la puerta de la azotea, felicitándose mentalmente, y la abrió. Había un montón de personas sentadas alrededor de la chimenea de ladrillos y, de las cuerdas para tender la ropa, alguien había colgado luces de navidad que brillaban en la noche. En la oscuridad, y bajo las pequeñas luces de colores, el lugar no se veía tan feo como en la mañana. Todos le ignoraron olímpicamente.

Pero lo sorprendente era la facilidad con la que Jeongguk se topaba con sitios de fiesta desde que había conocido a Taehyung. De un altavoz salía la música de Wiz Khalifa a un volumen moderado. Botellas de cerveza cambiaban de mano entre los asistentes.  Este era un sitio como el de los tres idiotas. Complemente igual, sólo que más grande.

Parecía que Jeongguk no podía librarse de las fiestas improvisadas.

—¡Jeongguk!—exclamó Seokjin, llamándolo con un gesto.

Él señaló el teléfono pegado a su oreja y le dio la espalda a la reunión.

—Quiero decir que dejemos de hablar.

Escuchó al otro lado de la línea la respiración temblorosa de Taehyung, inhala y exhala, y se sintió un poco mal.

¿Dejar de hablar como ahora o dejar de hablar como dejar de hablar para siempre?—preguntó, con la voz tan estremecida como su respiración—. Por favor, dime que es la primera opción.

Tae…

—¡No empieces con Tae Tae para calmarme!—le gritó, perdiendo los nervios. Jeongguk lo sintió como si le hubiese golpeado y apretó los labios—. Tú no puedes…. Tú no puedes ser tan hijo de puta. No eres capaz. No me hagas esto. Está bien, entendí. No quieres ser más que mi amigo. Estoy bien con eso, yo te quiero como amigo, como novio, como lo que sea. ¿Tampoco quieres que folle con alguien más? Está bien, acepto. Pero por favor, por favor, Jeongguk, no dejes de hablarme.

—Tae, yo no quiero…

¿Qué más quieres de mi? Yo sólo quiero que no te vayas. ¿Por qué es tan difícil?

Deja de hablar un momento.

Escuchó al otro lado del teléfono a Taehyung tomar aire, preparado para decir algo más, pero deteniéndose al final. El aire salió en una exhalación trémula, casi imposible de percibir. Y luego Tae cubrió el auricular con la palma de la mano para que Jeongguk no lo oyera mientras recuperaba la compostura.

—¿Jeongguk?—le preguntó Seokjin, poniéndole una mano en el hombro.

Él lo miró todavía con la boca apretada, y debía estar dando una mala impresión, porque Seokjin frunció el ceño.

—¿Estás bien? ¿Quieres descansar un poco más?

—No, yo… terminaré la llamada y luego…— miró la fiesta, con todos esos desconocidos que le recordaban al departamento de los tres idiotas. Al menos aquí no tenían batallas de baile—, ¿iré hasta allí?

—Claro, estás invitado, por supuesto. ¿Pero estás seguro de que estás bien?

—Sí, gracias.

Seokjin regresó a la chimenea, no sin antes darle una palmada en la espalda para transmitirle apoyo. Jeongguk respiró varias veces.

—No sé qué es lo que siento por ti—le confesó a Taehyung.

Jeongguk…

No tengo ni la más mínima idea de lo que siento por ti—agregó—. Pero estoy molesto de que te hayas follado a alguien sólo un día después de que te rechazara.

Lo siento.

—No es tú culpa, no somos nada, no puedo reclamarte. Solamente quiero decírtelo: que estoy molesto por eso. No quiero disculpas. Mierda, no sé lo que quiero—Hizo una pausa, que aprovechó para empezar a patear la media pared de la terraza. Las casas alrededor brillaban como si fuera navidad—. Me gustaría saber qué es lo que siento por ti, para que pudiéramos hablar en las mismas condiciones.

No tienes que hacer esto… podemos ser amigos. Ya te dije que puedo aceptar eso.

—¿Por qué no me dijiste que él estaba ahí, contigo?—preguntó, de pronto, cambiando de tema.

¿Quién? ¿Minjae?

El nombre se repitió en la cabeza de Jeongguk. Ahora sabía cómo se llamaba el extraño semidesnudo y deseó nunca haberlo hecho.  Pateó con más fuerza la media pared, como si quisiera derrumbarla con eso solamente.

—Sí, creo.

Entraste tan rápido… No tuve tiempo de procesarlo todo.

No creo que fuera muy difícil. Recuerdo haberme quedado de pie en tu puerta más de diez segundos. Si me preguntas, es bastante tiempo para procesarlo todo.

Taehyung se rió. Y aunque había sido un poco triste y Jeongguk todavía estaba molesto, no pudo evitar sonreír.

¿Dónde estás?

Responde primero mi pregunta.

Te diré la respuesta cuando esté frente a ti. Dime dónde estás.

Jeongguk miró a Seokjin, quien después de beber un par de sorbos de su cerveza junto a la chimenea le devolvió la mirada. Con gestos torpes le preguntó si podía invitar a alguien, y cuando lo vio asentir, Jeongguk regresó su atención a la llamada.

—No sé cómo vas a llegar, pero estoy…

¿Y qué haces allí?

Me encontré con alguien y me ofreció pasar aquí la noche—mintió, mirando a Seokjin de reojo.

Mierda, ya no hay metro a esta hora. ¿Cómo quieres que llegue hasta allí?

No sé, eres tú el que está insistiendo en venir.

Taehyung murmuró un par de cosas, mientras pensaba en voz alta. Parecía estar muy concentrado en la solución de su problema, porque se había olvidado de la llamada y Jeongguk escuchando todo.

Quizás podría llamar a Minjae y decirle que…— se interrumpió en mitad de la frase con un jadeo al no escuchar a Jeongguk—. Maldición, lo siento, lo siento, no volveré a mencionarlo, no…

Voy a colgar. Hablamos otro día.

Y no esperó más para cortar la comunicación. Dio un par de patadas más a la pared antes de mesarse el cabello, molesto de nuevo, y dirigirse con pasos pesados hasta Seokjin. No le importó pasar por encima de un par de chicas y empujar a alguien que estaba tambaleándose ligeramente de lado a lado en uno de los brazos del sofá. Se sentó, al final, a los pies de Seokjin y lo miró bajo las pestañas.

—¿Tan mal estuvo?—preguntó Seokjin, interrumpiendo la conversación con el chico a su izquierda y dedicándole a Jeongguk una sonrisa de pena—. ¿Tu llamada?

—Espantosa. ¿Tienes algo para que no recuerde mi nombre hasta mañana?

—¡Has llegado al lugar indicado!—exclamó el chico a la izquierda de Seokjin, tendiéndole a Jeongguk una mano con una botella de cerveza—. Es alemana, niño, y te juro que te va a gustar tanto hoy que valdrá la pena mañana cuando la odies.

—De cuerdo, ¿gracias?—preguntó Jeongguk, con una ceja arqueada.

—Sandeul.

—Deja al niño en paz, ya estás aquí reclamando víctimas—les interrumpió otro extraño, con un gorrito de lana calado hasta las cejas.

—¡Yo no reclamo víctimas! Yo hago amigos, que es muy diferente—se quejó Sandeul.

Jeongguk probó la cerveza y su expresión disgustada hizo reír a Seokjin, quien le despeinó el cabello con afecto.

—¿No invitaste a alguien?—preguntó.

Jeongguk siguió bebiendo al negar.

—Vale, ¿vas a quedarte a dormir?

—Me sorprende lo rápido que dejas entrar a los extraños a tu casa y confías en ellos—comentó Jeongguk, señalándolo con la punta de la botella.

—Por si no lo has notado—empezó Seokjin, extendiendo un brazo que abarcaba todos los presentes—, este es la clase de lugar que deja a entrar a cualquiera que tenga una buena actitud.

—O que quiera follarse a Ken—agregó Sandeul, sonriente—. Cualquiera de las dos cosas es bienvenida.

Seokjin negó, riéndose en voz baja. Y Sandeul se dedicó toda la noche a presentarle hasta las mascotas de los vecinos mientras Jeongguk se bebía una tras otra las botellas de cerveza.

Pronto estaba lo suficientemente borracho para encontrar a la chica junto a la chimenea muy agradable y graciosa. El fuego le daba un calorcillo tierno que lo hizo acercarse a ella y hablarle. Su nombre era Binnie, o algo parecido a eso, y olía bien.

—¿Y estás aquí sola?—preguntó, rogando porque se le entendiera. Tenía la lengua pesada por el alcohol, y le costaba enfocar la vista.

Binnie sonrió, negando, y le pasó a Jeongguk una mano por el flequillo húmedo de sudor al estar tan cerca de la chimenea.

—No soy una experta, pero ¿parece que te rompieron el corazón?

—A ustedes las mujeres les gusta mucho hablar sobre sentimientos, ¿no crees?—se quejó Jeongguk, frunciendo el ceño pero dejándose acariciar—. Por eso no puedo hablar con ustedes. Ahora estoy borracho, por eso puedo decirte esto.

—¿Te lo rompieron?

—Taehyung está follándose a Minjae.

—¿Taehyung? ¿Taehyung como Kim Taehyung?—preguntó ella, con los ojos brillantes.

Jeongguk rodó los ojos, por supuesto, ella también lo conocía.

—No me digas, ¿has estado en una de las reuniones en su casa?—preguntó, arrebatándole a alguien una botella de cerveza y poniéndosela en la boca.

—En un par, pero eran demasiado fuertes para mí. Esto—dijo, refiriéndose a la fiesta—, es un nivel más soportable.

—Por supuesto.

—¿Y qué tiene que ver Kim Taehyung con tu corazón roto?

—Primero—habló Jeongguk, levantando un dedo en el aire. En sus ojos, parecían más de tres dedos—, no tengo el corazón roto. Eso es científica y… biológicamente imposible. Segundo—Levantó un segundo dedo—, ya te dije qué está haciendo.

—Claro, lo olvidé. Lo siento.

—No importa, Binnie, te perdono porque hueles muy bien.

Ella rió, echando hacia atrás la cabeza. Tenía el cabello más corto de lo que a Jeongguk le hubiese gustado, pero aún se veía muy guapa. ¿Qué pasaba con la gente de esa fiesta? Desde Seokjin hasta Binnie, parecía que alguien había recortado a los modelos y famosos de las revistas y los hubiese puesto a festejar en esa destartalada azotea con luces de navidad colgando de las cuerdas para secar la ropa.

—Él debe estar desesperado por buscarte, entonces.

—¿Por qué lo dices?—preguntó él, después de su trago número infinito de la noche. Alguna vez había aprendido a contar después del infinito, pero en su estado actual ese tipo de conocimiento no importaba mucho—. ¿Qué me estoy perdiendo?

—Tú teléfono suena cada media hora o algo así desde que te sentaste con Seokjin.

—¿Desde cuándo has estado mirándome?

Ella volvió a reírse. A Jeongguk le parecía extraño que fuera tan risueña, pero no sabía cuánto había bebido ella. Podría estar, incluso, tan ebria como él.

—Touché.

—Vaya, hueles bien y sabes francés. Taehyung puede irse a la luna, tú y yo podemos ser buenos amigos.

Binnie se echó a reír tan fuerte que cayó hacia atrás. Tenía un pantalón de mezclilla tan sucio que no era azul, y Jeongguk se habría sentido avergonzado de esta conversación si no tuviera los sentidos tan embotados. Tenía el cerebro rodeado de algodón.

Entonces, al ver que Binnie no podía detener las carcajadas casi histéricas, recordó lo que le había dicho sobre su teléfono. Cuando lo miró, tenía trece llamadas perdidas de Taehyung, todas espaciadas desde que le había colgado hasta ahora.

—Vaya, de verdad que estás desesperado por hablar conmigo.

Pero sin pensarlo mucho, lo guardó en el bolsillo y se bebió lo que quedaba de cerveza.

—No sé francés—dijo Binnie, después de un rato, descansaba la cabeza en uno de los muslos de Jeongguk y se veía muy pálida con las luces amarillas de las llamas bailándole sobre la piel—. Me gustaría, pero no sé.

—A mí también me gustaría—le respondió él. Tenía otra cerveza que sorbía de vez en cuando. Estaba tan mareado que temía vomitar encima de Binnie, y ella era un buena chica que no merecía ser ensuciada así.

—Tenía una chica que adoraba mucho, su nombre era Jiae, por cierto, y ella sí hablaba francés.

—¿Dónde está ahora?—le preguntó Jeongguk, repentinamente prestando mucha atención.

—¿Yo qué sé? Quizás con su novio. No me importa, no quiero saber. Uno sólo puede soportar una cantidad de sufrimiento antes de caer, y yo quiero dejar de sufrir ahora.

—¿Qué pasó?—le inquirió él, mirándola desde arriba. Binnie tenía los ojos cerrados y apretaba una de sus manos con fuerza cerca de su cara.

—Bueno, ya sabes cómo es, ¿no? A ella le gustaba, pero yo no sabía si ella me gustaba a mí. Así que estuvimos bailando un poco por aquí y por allá hasta que ella se cansó de mí y se fue. Ahora pienso que debí haber sido más veloz al aclarar mis sentimientos.

—Vaya, qué mal.

—Sí—Suspiró, soplándose lo que pudo del cerquillo hacia arriba desde su posición—. El mismo día en que ella se fue, me di cuenta que, por muy pequeña que fuera, sentía atracción hacia ella. Y ya nunca podré saber qué habría sido de nosotras si no hubiera pensado tanto.

Jeongguk dejó salir un sonido apreciativo, la conversación no le estaba gustando, le recordaba a Taehyung y sus innumerables llamadas, a Minjae y su torso desnudo.

—Pero Jiae está bien, está feliz, y yo también. Quizás encuentre a alguien más que me encienda la chispa, ¿entiendes? Esa que tuve con ella pero no vi—Binnie abrió los ojos, sonriendo—. Estoy muy borracha, joder.

Jeongguk asintió; él también lo estaba.

—¿Sabes qué vi hoy para estar ahora tan borracho?—le preguntó.

Binnie encogió un hombro y cerró los ojos otra vez.

—Anda, suéltalo. Sé que te mueres por decírselo a alguien. Y, como tú me escuchaste, es justo que yo haga lo mismo por ti.

—Entré a la habitación de Taehyung sin tocar, porque es lo que hago siempre, y él estaba ahí sentado en su cama vistiendo una camisa demasiado grande, que es lo que siempre hace él, y tenía una expresión…—Jeongguk se rió, cubriéndose la mitad de la cara con la mano—. Debiste haberla visto. No creo que hubiese puesto una cara mejor aunque la misma muerte se le apareciera.

—Pero no veo que tiene eso de malo—observó Binnie.

—No he terminado, espera—él bebió un trago y continuó—: Me llama y se queda ahí callado, con la expresión más graciosa de la historia, como si yo fuera adivino. Y, de pronto, sale de su baño privado un chico medio desnudo.

—Touché—repitió ella, sonriendo también.

—Ayer le había rechazado, a Taehyung—aclaró—, y hoy ya se estaba follando a ese Minjae.

—Doble touché.

—Nos miramos los tres en silencio por cuatro segundos antes de que me fuera… Y aquí me tienes.

—Triple touché.

—Al menos me hubiera avisado que el pobre hombre estaba en su baño, ¿no? No los habría interrumpido. Seguro que después no pudieron volver a follar.

Binnie le acarició el muslo que le servía de almohada, como quien acaricia un perrito.

—Todo estará bien—murmuró, medio dormida—. Sólo déjalo ir.

—Ese es el problema, ¿sabes? Todavía puedo recordar la imagen y no puedo con ella.

—Quieres ser tú el que salga medio desnudo de su baño.

—Exact… ¿qué? No, no.

—Una pequeña atracción, recuerda—Binnie se irguió, tambaleándose ligeramente, mientras hablaba—. No soy experta en el amor… joder, creo que nadie en el mundo es experto en el amor, pero sí sé que mientras se sienta algo, puede conseguirse una buena experiencia. Algo y no nada, como lo que me sucedió a mi.

—Oye, yo…

—Iré a dormir, mañana tengo clase a las siete.

Binnie se despidió con la mano, sin fijarse muy bien hacia qué dirección hacia el gesto. Jeongguk se preguntó cómo se veía Jiae.

 

 

 

 

 

Jeongguk se despertó sin saber exactamente dónde estaba. Sentía la boca pastosa y un dolor de cabeza tan fuerte como el Big Bang le taladraba la cabeza.

—¿Qué?—graznó, con la boca pegada a la almohada.

—Dije—repitió Seokjin suavemente—: hay alguien que vino por ti.

—¿Ah, sí?

—Sí, Jeongguk. Ahora levántate. Ahí hay agua y aspirina, para el dolor de cabeza. Junto a la cama hay un cubo, por si quieres vomitar.

Jeongguk se arrastró como pudo hasta la medicina.

—¿Cómo es que tú no tienes resaca?—preguntó, con envidia.

—Años de práctica—respondió Seokjin, burlándose un poco en el tono pero siendo suave al peinarle el cabello desordenado. Jeongguk ladeó la cabeza hacia él mientras lo tocaba—. Ahora mueve el culo, que ese chico parecía bastante alterado.

—¿Qué chico?

—El que vino a buscarte.

Jeongguk arqueó una ceja, pero no dijo nada. Al final desistió de vomitar. Recordó vagamente haberlo hecho en la noche, inclinando el cuerpo en la media pared de la terraza. Seguramente Seokjin tendría que limpiar la fachada de la casa.

—Ugh, lo siento por vomitar anoche.

—Hemos tenido noches peores.

Seokjin le acompañó hasta la puerta. Por el camino vio a varias personas tiradas en colchones en el suelo y se dijo a sí mismo que esto era un poco más pesado que las fiestas en el dormitorio de los tres idiotas. El lugar parecía un centro de recuperación. Vio a Binnie en el sofá de la sala de estar, pero todavía estaba dormida.

—No hagas que la gente se preocupe así—le reprendió Seokjin, al abrir la puerta.

—Sí, ¿entiendo?—le respondió él.

La aspirina estaba haciendo efecto, pero no suavizó su reacción física al ver a Taehyung en el porche. Lo sintió, casi, como un golpe en la boca del estómago. Seokjin le sonrió.

—Aquí está tu chico sano y salvo, como te lo prometí—dijo, empujando a Jeongguk fuera—. ¿Tengan un lindo día?

Taehyung gruñó, ceñudo, hasta que Seokjin cerró la puerta.

—No levantes la voz—le advirtió Jeongguk, sin mirarlo a los ojos—, todavía me duele la cabeza.

—Ja ja ja, el mocoso tiene los nervios de darme órdenes después de lo que hizo—murmuró Taehyung, con los dientes apretados.

—No quiero discutir.

—Pues yo sí, ¿no te jode?

—Nadie te pidió que vinieras, si eso es lo que te molesta. Puedo regresar a mi casa solo, muchísimas gracias.

—Todavía estás borracho—dijo Taehyung, después de una pausa—. Eres un hijo de puta.

—¿Qué? ¿Te trajo Minjae?

Taehyung aspiró entre los dientes, claramente contrariado, y cerró los ojos.

—Vamos, vamos.

—¿A dónde?

—Nos está esperando el taxi.

Se subieron en la parte de atrás del coche y Jeongguk dejó que la cabeza le cayera hacia el espaldar de la silla. Taehyung no dijo nada hasta mucho después.

—Todavía estás borracho—repitió—. Cuando lleguemos, vamos a dormir.

—¿Vamos a dormir?—le imitó Jeongguk, sin mirarle—. ¿Por qué plural? Yo me iré a dormir, y tú te jodes.

—Vamos a dormir— continuó, como si no lo hubiera escuchado—, juntos, hasta que no estés ebrio. Y luego comeremos algo.

Jeongguk se burló sin hablar, sólo riendo y sonriendo de lado, pero no hizo nada cuando Taehyung le pasó un brazo por los hombros y lo obligó a abrazarle.

—Dormiremos y estaremos bien—murmuró, sobre su cabello.

—Hay una chispa—susurró Jeongguk, pero no se explicó.

—¿Qué?

—Taehyung, ¿vamos a salir de ahora en adelante?

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Y qué tal? :D

Espero que les haya gustado mucho y perdonen la tardanza. Más o menos me demoraré lo mismo para el siguiente capítulo. Ya empecé a hacerlo y estoy muy emocionada.

Ya saben que si tienen alguna pregunta o ven algún error, no duden en hacerme saber.

¡Gracias por leerme!

J

 


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