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The V Kings por Mal-Dita

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Notas del capitulo:

HOLAA!!!!

 

Bueno, quiero comenzar ante todo como siempre agradeciendo a tooooooodxss quienes leen <3 y comentan <3. En verdad agradezco cada vez que leen los capítulos, porque yo sé que es tener poco tiempo y que ustedes gasten el suyo leyendo lo que escribo es súper significativo para mi  >.<

Recuerden que yo respondo algo tarde...así que si no les respondo de inmediato no es porque los olvide, solo que no he tenido tiempo, pero están en mis pensamientos y agradezco que comenten T--T Escriban tranquilamente, que yo si les respondo :D, a veces grandes testamentos xd.

Ya...ahora quiero disculparme de ante mano porque lo que van a leer a continuación no es lo que ustedes esperan, no se acerca ni mínimamente a lo que se supone que debería ser un capitulo de este fic...espero que no se decepcionen mucho. La verdad es que este capítulo se me fue de las manos realmente. Este iba a ser el capítulo de la semana pasada, pero escribí más de lo que tenía presupuestado y no lo alcance...así que tómenlo como un capitulo doble porque salió híper largo.

Bueno, les dejo el fic...

Playlist song n°13:                    Dreams   - Cramberries

 

 

 El rey orgulloso y el cuervo naranja...

Había una vez en un reino muy lejano cinco reyes que vivían en armonía. Cada uno de los reyes tenía sus propias tierras las cuales protegía con ahincó y determinación de los forasteros que deseaban perturbar su paz. Los cinco reinos llevaban por distinción un color en particular que cargaban con orgullo ante sus enemigos.

El rey Rojo era alguien con mirada penetrante y sonrisa burlesca, que podía derrotar no tan solo con su fuerza, sino con el poder de su oratoria dejando desarmados a quienes tuviesen intensiones de discutir con él. Llevaba por gran aliado y compañero al más fuerte hechicero que a pesar de ser tan distinto con su carácter indolente, podía transformarse en el más peligroso de todos cuando hacían daño a su rey.

El rey Blanco era quien poseía uno de los ejércitos más grandes conocidos, pero debido a su temperamento podía ser alguien difícil de llevar. A pesar de todo era alguien de buen corazón y muy querido entre su pueblo, quien se dejaba aconsejar por un gran sabio que le abría los ojos y consolaba su corazón cuando todo se volvía oscuro.

El rey Negro era el más justo de los reyes, alguien tan prudente como arriesgado que cuidaba y amaba su pueblo. Pero cuando las cosas se veían difíciles y la incertidumbre lo embargaba, era tranquilizado por un oráculo benevolente que apaciguaba sus enigmas y lo encausaba a la paz.

El rey Aqua conocido por su carácter decidido y astuto, podía mostrarse como el más poderoso de todos, lo cual lo hacia un excelente líder. Pero en su corazón existía el miedo, un miedo tan profundo que amenazaba con devorarlo por dentro,  pero ese miedo era aniquilado cuando el más fiel y fuerte de sus caballeros lo liberaba de esa poderosa oscuridad para regresarle la confianza.

Pero existían un rey que no tenía ni pueblo, ni corte, ni amigos. El rey Azul vivía solo en su castillo, acompañado solamente por cuervos que hacían de compañía con sus graznidos ensordecedores y que recordaban día y noche al rey Azul su soledad.

Antes el rey azul tenía un reino, reino que su padre le entrego con la seguridad de que su hijo podría ser alguien que llevase a la grandeza su pueblo. Lamentablemente el príncipe y futuro rey Azul era alguien con un gran orgullo, tan destructivo que todos los que le rodeaban se aburrieron de su tiránica actitud para abandonarlo a su suerte.

Los días eran una monotonía tras otra, nada cambiaba en aquel reino gris hasta que un hecho inesperado cambio el destino del rey Azul, cuando un nuevo cuervo apareció en su ventana. No era un cuervo muy grande, pero lo que de él destacaba era el brillante color anaranjado de su pelaje.

El rey Azul no podía creer lo que estaba viendo y creyó que era un mal juego de su mente trastornada, mas cuando el pequeño cuervo se fue dejo una pluma olvidada de un brillante naranjo que le dio un poco de tranquilidad. El cuervo comenzó a rondar todos los días la ventana del rey Azul, quien estaba molesto por la inquietante compañía.

Un día el rey Azul descubrió que el cuervo entro a su habitación y se poso sobre un gran mueble demasiado alto como para poder alcanzarlo. El rey a pesar de sus intentos no logro que el cuervo se marchase y desde ese momento el cuervo durante las tardes se posaba sobre ese gran mueble para hacer compañía. A pesar de los intentos del rey nada funciono y el cuervo siempre lograba encontrar una entrada a su habitación.

Insultaba al cuervo que se dedicaba a verlo en su desgracia, pero pasado el tiempo el ave ya no era tan molesta, solo una intrusa inofensiva.

Pero un día se esfumo, tal como llego imprevista y extraña, ya no regreso.

Paso un invierno, luego fueron dos, tres hasta que el rey no supo exactamente cuántos fueron. Porque en aquel reino no había más que una estación, el invierno reinaba y solo lograba diferenciar su inicio de su fin cuando el hielo se derretía para volver a formarse lentamente por los siguientes meses.

-¡Hay alguien aquí! -grito la voz forastera-

El rey Azul escucho una estrepitosa voz irrumpir en el castillo y fue a ver de qué se trataba.

-¡¿Qué quieres?! -pregunto escaleras arriba-

-¡¿Sabes si puedo pasar la noche aquí?! -grito el forastero-

-¡No! ¡No puedes!

-¡¿Por qué?!

-¡Porque yo lo digo!

-¡¿Y quién eres tú?!

-¡Soy el dueño de este castillo!

El forastero cerró la puerta de entrada dejando la nieve invernal afuera y se encontró con un molesto hombre que lo miraba con el seño fruncido.

-¡Hey vamos!¡Tienes mucho espacio!¡Déjame dormir esta noche y mañana por la mañana me voy!

-¡No!¡Vete!

-¡Pero afuera hace frio!

-¡Ese no es mi problema!

-¡Qué enojón eres! -protesto el forastero-

-¡Vete si tan si así te parezco!

-¡Tranquilo! -trato de calmar al rey azul que se acercaba con semblante aterrorizador-

El rey Azul bajo desde lo alto de las escaleras y pudo ver de cerca al forastero con cabellos anaranjados que perturba la quietud de su castillo. De pronto recordó al cuervo naranja con sus graznidos y sintió un poco de remordimiento.

-Ah que molesto.

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!

-¡Basta! -grito enfurecido-

-¡Ah! ¡Eres aterrador!

-Dices una palabra más y te lanzo a la nieve yo mismo.

El forastero apretó los labios y dejo de respirar, hasta que su rostro comenzó a adquirir una tonalidad morada azulosa.

-¡Te dije que te callaras no que dejaras de respirar!

-Ah -respirando nuevamente-

-¡Ah!¡Bien, una noche y nada más!

-¡Yuju! -dijo en son de victoria-

-Pero si haces algo estúpido te tirare a la nieve.

-Está bien -dijo sonriendo sin prestar verdaderamente atención-

El forastero siguió al rey Azul por el castillo hasta llegar frente a unas enormes puertas que daban a una más enorme habitación.

-¡Wow!¡Es enorme!

-Te quedaras aquí y por la mañana te vas.

-¡Si señor!

-¿No puedes hablar sin gritar?

-¡¿Ah?!

-Ah -suspiro resignado- Adiós.

El rey Azul se fue hasta sus aposentos para descansar, pero a mitad de la noche escucho un fuerte grito proveniente de la alcoba donde hospedaba el forastero.

-¡¿Qué sucede?!

Se encontró con el forastero tiritando bajo las sabanas de la cama y se acerco para ver que sucedía.

-¡Ah! -grito cuando el rey Azul levanto las sabanas-

-¡¿Qué te pasa?!

-¡Hay fantasmas aquí!

-Claro que no, ahora vuelve a dormir y no me molestes más.

-¡No! Si te vas regresaran y me van a comer.

-¿Cuántos años tienes?¿Cinco?

-¡No seas malo!¡Es verdad!

-No es mi problema.

Se fue en dirección a su habitación, pero cuando estaba a punto de acostarse nuevamente sintió como golpeaban a su puerta. De mala gana se levanto y encontró el forastero con un rostro espantado.

-¿Qué haces aquí?

-¡Por favor! -suplico- Déjame dormir esta noche aquí, allá da mucho miedo.

-¡Eso jamás!

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!

-¡No!

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!

-¡Basta!

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!

-¡Esta bien!

El joven forastero miro agradecido al rey Azul que solo quería estrangularlo, pero que fue detenido por alguna parte de su conciencia que le decía que cavar un agujero para esconder un cadáver en la intemperie con cantidad de la nieve que había afuera sería un desperdicio de energía.

Incomodidad, fue exactamente lo que sentía el rey Azul al compartir su cama. Era una cama lo suficientemente grande como para no sentir los movimientos de alguien que se pusiera en el otro extremo, pero aun así fue incomodo compartir lo que consideraba como propio.

Con dificultad pudo recobrar el sueño perdido y en medio de los balbuceos del forastero sucumbió al cansancio.

Por la mañana desgraciadamente para el rey Azul las cosas no fueron mejor, porque la ventisca de la noche anterior había dejado sellada la entrada, sin posibilidad de escapar o tirar al forastero fuera. Aunque lanzarlo desde los pisos superiores no sonaba tan mal.

-¡Ah! -grito sorprendido el forastero- ¡Todo está cubierto con nieve!

-¡¿Y qué otra cosa quieres idiota si es invierno?!

-P-pero, pero ¡¿Cómo se sale de aquí?!

-Ah -suspiro- No puedes salir.

-¡¿Qué?!

-¡Qué no puedes salir maldito idiota!¡Tu quisiste entrar aquí, ahora tendrás que esperar a que la nieve se derrita!

-¡¿Qué?¡¿Cuánto tiempo?!

-Mínimo dos semanas.

-Oh, no.

-Sí. Pero si quieres salir rápido esta la opción que te tires por la ventana -señalando una de las grandes ventanas-

-¡No! Moriría del impacto.

-Puedes intentarlo.

-¡Qué malo! -dijo haciendo un puchero- ¿Y tú siempre vives así?

-Sí.

-Oh, eso suena triste.

-No es tu problema.

-Estoy intentando ser amable.

-Bueno, no lo hagas.

-Tendremos que vivir más de una semana juntos.

-¿A sí? La opción de la ventana está disponible aún.

-¡No lo hare!

-Es una lástima -dijo rodando los ojos- De cualquier modo ¿Qué haces aquí? Venir a este reino, no es el sitio más turístico de todos.

-Quería conocer el reino que siempre vive en invierno.

-¿Para qué?

-No sé -dijo encogiéndose de hombros- Sonaba interesante, solo buscaba una aventura y llegue aquí.

-Hay reinos mejores para buscar aventuras.

-Pero en ninguno hay nieve todo el año. Me habían dicho que antes existían las cuatro estaciones, pero que después el invierno nunca se fue por culpa de una maldición.

-No es así -dijo irritado y a la vez melancólico-

-¿Y cómo fue?

-Eso no importa.

El rey se fue hasta su recamara dejando al forastero solo en la gran entrada donde colgaban cuadros y cuadros de rostros de hombres y mujeres que ya habían dejado de existir.

Pasaron algunas horas y el rey Azul recordó que no estaba solo y el excesivo silencio le extraño, teniendo en cuenta que su invitado no era precisamente el tipo más callado del mundo. Pero al abrir la puerta de su recamara escucho un ruido extraño desde las escalas que se silenciaba por unos segundos, pero que luego de un lapso corto volvía a sonar. Siguió el ruido y se encontró con el forastero tirándose escalas abajo con una alfombra.

-¡¿Qué haces?! -dijo el rey viendo al forastero resbalar por las escalas-

-¡Jugando!

-¿Con una alfombra en la escala? -pregunto exceptivo-

-¿Nunca lo has intentado?

-No, es infantil.

-¡Vamos! ¡Es divertido!

-No quiero.

-Deberías probar.

-No y no hagas más ruido.

-¡Ah! ¡Pero moriré de aburrimiento!

-¡Bien! Así estaré tranquilo de nuevo.

-¡Oye! ¡¿Cuál es tu problema?! ¡Con ese carácter estarás solo por siempre!

-¡Bien! ¡Las cosas son mejor así!¡Vete así no tendrás que soportarme a mi tampoco!

Fue lo último que dijo antes de irse indignado a lo más lejano del castillo con tal de no ver a nadie ni nada. No podía cambiar su terrible carácter, el cual le había traído la soledad. Es por eso que decidió recluirse solo en aquel castillo para que nadie más tuviese que sufrir por su culpa, pero aquel forastero revivió los amargos recuerdos que tanto quería olvidar.

Llego la noche nuevamente y el rey Azul estaba en su recamara contemplando la hoguera que quemaba lentamente la madera astillada, cuando escucho la puerta abrirse y detrás de ella salir una pequeña bandera blanca.

-¿Qué es eso? -pregunto con el seño fruncido-

-Tregua.

-¿Tregua?

-Sí, yo bueno...¿Puedo dormir aquí? Afuera hay fantasmas.

-¡Claro que no!

-¡Sí! ¡Hay una señora con un vestido blanco que grita! ¡Mi hijo, mi hijo!¡¿Dónde está mi hijo?!

-Serás idiota, claro que no hay fantasmas. Si fuese así yo los habría visto.

-Entonces...¡¿Tu eres un fantasma?!

-¡No!

-¿Tregua?

-¡Ah!

-¿Sí?

-Si roncas te tiro a la nieve.

-Lo haga o no me querrás tirar a la nieve.

-Quiero hacerlo ahora.

Así pasaron los siguientes días, en un constante tira y afloja que era apaciguado en las noches cuando el forastero pedía la tregua nocturna.

El castillo hace años que no presenciaba tanto alboroto desde que llego el de cabellos anaranjados. Es que el visitante todos los días se las ingeniaba para encontrar un nuevo juego para divertirse, mientras el rey Azul lo regañaba por los escándalos que hacía.

-¡Vamos!¡Necesito un compañero más!

-¡No voy a jugar por novena vez!

-¡Pero si será divertido!

-Dices lo mismo de todos tu juegos tontos.

-¡No son juegos tontos!¡Vamos!

-¿Qué es eso que tienes en las manos?

-Un balón de cuero, lo hice yo mismo con trozos que tenía en mi bolsa de viaje -dijo con orgullo- ¡Mira! ¡Rebota! -dijo lanzando el balón al piso-

-¿Y qué quieres hacer con esa cosa?

-Lánzamela -dijo decidido-

-¿Para qué?

-Para pegarle, obvio. ¡Vamos!

El forastero le lanzo el balón al rey Azul que gracias a sus buenos reflejos termino rompiendo un cristal. Pero como no tenía intenciones de jugar con el forastero, el rey Azul lanzo el balón lo más alto y lejos que pudo, pero no se vio venir el gran salto que dio el de cabellos anaranjado.

-Pfff ¡¿Qué fue eso?! -exclamo divertido el rey Azul- ¿La idea de este juego es que te lance un balón en el rostro? Porque si es así yo juego.

-¡No! -dijo con ambas manos en el rostro-

-¿Qué clase de fenómeno eres?

-¡¿Ah?! ¡¿Qué dices?!

-Jamás había visto saltar tan alto a alguien. -dijo sinceramente sorprendido-

-Bueno -sorprendido por el semblante del rey- No lo sé, jamás lo había intentado antes -encogiéndose de hombros- ¿Vas a jugar conmigo?

-¿Tengo otra alternativa? -mientras al forastero le brillaban los ojos- Si haces algo idiota esto se acaba.

-¡Bien!

Aunque el rey Azul no lo admitiera el estúpido juego del forastero resultaba ser más divertido de lo que pensaba. Al principio no podían coordinarse bien, ya que él lanzaba o muy antes o muy después el balón, mientras que el forastero o a penas lo rosaba o le caía en el rostro. Pero a medida que la luz iba descendiendo sus habilidades se volvían más finas.

Ambos jadeaban de cansancio tirados en el piso mirando el techo donde las llamas de los candelabros hacían sombras negras distorsionadas.

-Eso fue divertido ¿No? -dijo el forastero- Tienes que admitirlo.

-Ah -suspiro profundamente- ¿No te cansas de ser tan molesto?

-¡Vamos dilo! ¡Fue divertido!

-No, no te cansas.

Habían pasado incontables días desde que el forastero apareció por primera vez en el castillo solitario y la cosas no habían cambiado. Continuaban discutiendo sin sentido y por las noches hacían la tregua nocturna a causa de los supuestos fantasmas que acechaban por los corredores, mas algo era completamente distinto. Ya no se preocupaban de la nieve exterior y de la espera interminable para que esta se derritiera. El extraño juego del balón de cuero era demasiado emocionante para ambos y no dejaban ni un día de practicarlo, llegando al punto de desocupar el gran salón de baile lleno de polvo para dejarlo especialmente como lugar de juego.

Incluso para sorpresa del rey Azul, ya no deseaba asesinar al de cabellos anaranjados, lo cual representaba un gran avance.

Una de esas noches donde los dos yacían en la gran cama, la luz nocturna iluminaba la recamara de tal forma que podían verse nítidamente las siluetas de ambos respirar profundamente.

-¿Estas despierto? -pregunto el forastero- ¿Oye?

-¿Qué?

-¿Estas despierto?

-¿Y tú qué crees? ¿Te parece que duermo?

-No lo sé, podrías hablar dormido ¿Estas rodando los ojos?

-Ah -suspiro al ver que su reflejo ya era conocido- Sí

-¡Lo sabía!

-¿Me despertaste para eso?

-No.

-¿Entonces?

-¿Tu eres el rey de este castillo cierto?

-¿Por qué preguntas eso ahora?

-No lo sé, jamás me lo dijiste y no podía dormir por la duda.

-No, no soy el rey.

-¿Entonces como puedes ser dueño de este castillo si no eres el rey?

-Sí fuese rey tendría súbditos y una corte que me siga.

-No necesitas que alguien te sigan ciegamente en tus ordenes solo porque sí, solo necesitas que crean en ti.

-¿Y tú que sabes?

-No lo sé, solo es lo que creo.

-No digas más cosas.

-Me dijeron que el antiguo rey Azul había sido muy bueno.

-Sí, -dudo si contestar- lo era.

-¿Fue un buen padre?

-Sí, el mejor.

-¿Puedo decirte rey?

-No, no puedes. Me prohibí usar ese título.

-¿Por qué?

-Porque no lo merezco.

-¿Por qué siempre es invierno?

-¿Por qué haces tantas preguntas?

-Porque quiero saber.

-No es de tu incumbencia.

-¡Sí lo es! Eres gruñón y muy orgulloso, pero no eres malo.

-Dices cosas molestas.

-Es cierto.

-¿No te cansas de ser tan molesto y bullicioso?

-¿Por qué hieres cuando trato de ser amable y acercarme a ti?

-Porque no quiero nadie cerca.

-¿Puedo ser nadie y estar cerca?

-¿Quién eres tú?

-Un viajero ¿Y tú?

-Nadie.

-Somos iguales.

-No, no lo somos.

-Sí, tu eres nadie y yo también.

-Ya han pasado más de dos semanas y aun no te vas a pesar de todo.

-Tienes razón, ya es tiempo. Hace frio.

-Sí.

-¿Puedo acercarme?

-No.

-Por favor.

-No empieces con eso.

El rey azul extendió su brazo hasta alcanzar el cuerpo del forastero y lo atrajo hasta sí, quedando pegados el uno con el otro.

-Eres molesto.

-Tu gruñón.

-¿Tienes frio?

-Ya no.

El forastero paso su brazo derecho sobre el pecho del rey Azul quedando aun más pegados que en un principio. El corazón del rey Azul latía muy rápido debido al inesperado contacto, pero no rehusó la extraña proximidad que se había formado. Quizás el contacto con otro ser humano después de tanto tiempo lo estaba entorpeciendo, pero él también hizo lo suyo y rodeo el cuerpo del más bajo para acortar más la ya inexistente distancia.

Era demasiado extraño, demasiado nuevo todo aquello para el rey Azul que jamás había hecho algo similar, pero que con aquel forastero no se torno algo difícil, era algo natural. Eran como dos piezas que calzaban perfectamente.

Ambos conciliaron el sueño en aquella noche despejada y donde sus cuerpos permitieron calentarse alejando el frío exterior que nada tenía que ver con ellos.

A la mañana siguiente el rey Azul despertó con una inusitada calma, pero al abrir los ojos se encontró con un panorama desolador. Él era el único en la cama y no había indicios del forastero que la noche previa abrazaba su cuerpo.

Lo único que encontró fue una pluma anaranjada a su lado y una de las ventanas se encontraba levemente abierta.

"Finalmente enloquecí" -se dijo a sí mismo-

Ya no estaba seguro de nada, pero recordó algo que lo hizo descender rápidamente escaleras abajo. Cuando abrió la puerta del gran salón una ola de tranquilidad volvió a sí al ver el balón de cuero tirado a un lado.

Miro tras la ventana y un sol radiante iluminaba el cielo como un cálido abrazo que remece luego de sentir tanto tiempo frio. La nieve estaba casi extinta.

-Creo que la primavera ya llego.

El rey azul se volteo cuando la inesperada voz llego hasta sus oídos.

-¿Pensaste que te habías desecho de mi rey?

-¿Quién eres tú?

-Un viajero.

-¿Qué quieres de mi?

-Solo terminar con tu encierro. Ya sé que fuiste tú quien alejo a todos con el eterno invierno, y solo cuando tu orgullo quedase de lado podrías retomar lo que por derecho te pertenece.

-¿Y qué me pertenece?

-Llamarte a ti mismo rey.

-No, aun no puedo.

-Tu promesa consistía en que el día en que otro te considerase rey el invierno acabaría. Bien, pues ese día llego.

-No quiero ser igual que antes. -mirando el piso adolorido por el pasado-

-Ya no eres igual que antes. -acercándose al rey Azul-

-¿Por qué no? -levantando la cabeza hasta el forastero-

-Tú lo sabes. Te veo como un rey, siempre lo hice. -levantando su mano hasta el rostro del rey-

-¿Siempre? -sintiendo el tacto del forastero en el rostro-

-Desde el primer día en que me pose en tu ventana supe que eras digno de ser rey.

Una opresión en el pecho del rey Azul hizo que todo se derrumbara dentro de él.

-Aun no puedo considerarme un rey.

-Tenemos tiempo para remediar eso.

-¿Cuervo?

-¿Sí?

-¿Cuál es tu nombre?

-Eso ya lo sabes.

 

Pasaron las semanas y los rastros del invierno quedaron aplacados luego del paso de la primavera al verano y luego que el otoño hiciera su aparición. Pero el rey Azul temía al invierno, temía que fuese eterno nuevamente y que los cambios hechos se perdieran en la nieve.

-Tranquilo. No temas, es solo el invierno -dijo el forastero- Pasara como siempre.

-No es tan fácil. Temo que no se acabe nunca.

-Lo sé, pero ahora hay una diferencia.

-¿Cual?

-Yo estoy aquí.

-Sí, lo estas.

-Hace frio.

-Tranquilo, ven aquí.

Durmieron entrelazados nuevamente mientras los últimos trozos de madera ardían en el fuego.

-Buenas noches.

-Buenas noches Hinata -besando dulcemente la frente del de cabellos anaranjados-

 

                                                                      *            *             *

Kageyama se despertó de golpe y se encontró apoyado en la mesa de la cocina junto a un vaso de leche chocolate. Miro el reloj y eran las cuatro y media de la madrugada, por tanto debía llevar unas cinco horas en esa incómoda posición.

-Ok, no más leche de chocolate antes de dormir -mirando el vaso con huellas de leche- Trae pesadillas.

 

 

 El hijo de la Luna y el recolector de estrellas...       

Se dice que la luna es una hermosa mujer que vaga todas las noches por la tierra protegiendo a los humanos que en ella habitan. Pero así como los humanos la Luna se enamoro de un hombre apasionadamente y de ese amor nació un hermoso niño de tez blanca, con ojos y cabellos dorados que durante las noches era arrullado con polvo de estrellas. El niño creció noche tras noche bajo la luz de su madre que lo cuidaba cariñosa desde los cielos.

Al pasar los años el ahora joven descubrió que los humanos eran terribles y destructivos, lo cual le produjo un gran impacto y desesperanza ¿Podría tomar el lugar de su madre y cuidar de los habitantes de la tierra con el mismo amor que lo hacía ella?

Cada noche recorría solitario por la tierra desierta donde todos dormían, pero en su camino observo una sombra que se movía incesante, y en un primer momento pensó que era algún espíritu y lo dejo pasar con cuidado de no espantarlo. Noche tras noche volvió a encontrarse con la sombra que se movía incesante solo iluminada por el cielo. 

Para el hijo de la Luna, aquella sombra se transformo en un enigmático suceso que no dejaba pasar desde su encuentro, mas la intriga lo supero y se acerco por muy peligro que pudiese parecer. Grande fue su impresión cuando descubrió que la sombra era un humano con una sesta y una caña de pescar que caminaba de un lugar a otro recogiendo objetos del suelo.

-¿Qué haces? -pregunto el hijo de la luna-

-¡Oh! -exclamo con sorpresa el joven- ¡Que susto me has dado! ¿Quién eres?

-No has respondido mi pregunta.

-Lo siento.  -dijo avergonzado- Mi nombre es Yamaguchi Tadashi y soy el recolector de estrellas.

-¿Recolector de estrellas? -pregunto escéptico-

-¡Sí! Cuando las estrellas pierden su rumbo y caen a la tierra yo las vuelvo a colgar en el cielo con mi caña ¿Ahora me dirás quien eres?

-Soy el hijo de la Luna -contesto instantáneamente-

-Es un placer conocer al hijo de quien me acompaña en mi trabajo ¿Pero cómo te llamas?

-¿Eso qué importa?

-Para mí es importante saber cómo te llamas hijo de la Luna. -dijo sonriente-

-Me llamo Tsukishima Kei -respondió algo irritado-

-Qué bonito nombre -respondió el recolector-

-Ya debo irme -dijo el hijo de la Luna-

-Es una lástima -dijo sinceramente- Espero volver a verte.

-Adiós -dijo ignorando las palabras del recolector-

-Adiós -dijo despidiéndose con su mano libre-

Desde aquel primer acercamiento el hijo de la Luna se encontró todas las noches con el recolector de estrellas. En un principio solo pasaba cerca y saludaba con un movimiento de cabeza, pero a medida que transcurrían las noches se quedaba más y más tiempo contemplando como el recolector tomaba cuidadosamente cada diminuta estrella caída y la ponía en su cesta.

-¿Quieres acompañarme? -pregunto un día el recolector-

-¿A dónde? -contesto prudente-

-A colgar las estrellas por supuesto.

El hijo de la Luna jamás había visto algo como eso y a pesar de las dudas decidió acompañar aquel extraño sujeto con el enorme cesto repleto de estrellas. El joven saco detrás de un árbol una gran escala que llegaba al cielo y la puso firme contra una nube solitaria que rondaba en el lugar.

-Vamos, hay que subir. -indico el joven-

El hijo de la Luna siguió al recolector que colgó la sesta en su espalda y con destreza subió hasta llegar a la nube donde deposito la gran carga. De su hombro descolgó la caña y en un cuidadoso pero rápido movimiento coloco una estrella en el gancho y luego agarro firme la caña para lanzar la estrella lejos. Para sorpresa del hijo de la Luna, la estrella lanzada quedo depositada en el cielo como si este fuese un gran lago y la estrella se desprendió del gancho como un pez que regresa al agua, se sacude y vuelve a nadar.

El joven recolector hizo lo mismo con cada estrella del cesto hasta quedar vacio, dejando muy impresionado al hijo de la Luna que no podía creer que aquel espectáculo fuese hecho por un simple humano.

-¿Cómo es posible que siendo un humano puedas hacer esto?

-Yo no soy un humano, soy como tu -dijo sorprendido por la pregunta-

-¿Como yo?

-Sí, al igual que tu yo puedo tomar forma humana y hacer mi trabajo todas las noches.

-¿Y que eres?

-Soy una estrella caída -dijo algo melancólico-

-¿Una estrella caída? ¿Pero por qué no regresas al cielo?

-Porque de regresar mis hermanas perderían su rumbo y quedarían todas perdidas en la tierra. Además podría ser peligroso si caen sobre un humano.

-Los humanos son malos, nada importa que suceda con ellos.

-No todos los humanos son malos, puede que no sean perfectos y no todos sepan llevarse bien, pero la Luna me pidió ayuda para protegerlos y eso voy hacer.

-¿Ella te pidió ayuda? -pregunto sorprendido-

-Sí, ella me encontró herido y me sano. Cuando me recupere me di cuenta que ya no podía regresar al cielo nuevamente y ella me pregunto si deseaba ser recolector de estrellas.

El hijo de la Luna estaba extrañamente conmovido, pero solo mantuvo silencio mientras observaba las millones y millones de estrellas que inundaban el cosmos. Observo a Yamaguchi quien era una más de esas estrellas, pero la suerte lo había dejado clavado en la tierra y ahora velaba por el cuidado y protección de sus hermanas.

Los sentimientos de curiosidad hacia el recolector fueron mutando lentamente durante las noches hasta transformarse en un cálido hormigueo que recorría el pecho del hijo de la Luna, quien tenía miedo de aquellos sentimientos jamás antes sentidos. Su instinto solitario le impedía aceptar lo que sentía, martirizando aun más su cabeza y su corazón al saber que cuando tomara el lugar de su madre ya no podría regresar con el recolector de estrellas.

En medio de esas ideas el hijo de la Luna increpo a su madre. Estaba molesto por ser quien era y tener tamaña responsabilidad siendo el protector de la noche.

-¿Por qué debo ser yo?¿Por qué no puedo ser normal y vivir aquí en la tierra? -pregunto enojado a su madre-

"Mi hermoso Kei, tienes miedo y lo entiendo. Es natural temer cuando se te ha encomendado ser mi sucesor, pero hijo mío tu eres el ser más precioso que he conocido y a quien más amo en la vida. Tu posees todo lo necesario para cuidar la tierra, tienes tanta fuerza e inteligencia que podrías sobrepasar hasta el humano más fuerte y es por eso que necesitan de ti, porque si no los guías no serán capaces de ver el camino correcto. Yo se que parecen malos y crueles, pero las criaturas débiles suelen refugiarse en la ignorancia, no los odies por lo que son hijo mío."

-¿Y qué va a pasar conmigo?¿Tendré que vivir solo para siempre?

"Oh cariño, hace un tiempo atrás nada te importaba y pensabas que la soledad es lo más propio y natural en la vida, pero has conocido el amor. Amas a quién te ha enseñado que en la vida necesitas un compañero que te escuche y comprenda, has entendido que hay dos clases de soledad; la que te permite pensar con calma y ordenar tus ideas, pero también está la soledad cruel del alma. Sé que temes estar solo por la eternidad, yo también pensaba lo mismo antes de conocer a tu padre quien me dio el regalo más hermoso que alguien me haya dado jamás, ¡Tu mi amor!. ¡Oh! Lucero mío, me queda poco tiempo aquí y tú lo sabes bien, ya casi es tiempo que ocupes mi lugar y lo único que deseo es que seas feliz"

-¿Pero como pretendes que sea feliz?

"Yo sé que encontraras la manera"

Las palabras de su madre no le dieron calma, solo le generaron más dudas e incertidumbre, pero ya no podía hacer nada. El tiempo final ya estaba establecido y él debía tomar el puesto que le correspondía.

Es por eso que la noche antes de ascender visito por última vez al recolector de estrellas, quien estaba más ansioso de lo habitual. Lo miro unos momentos antes de acercarse a él y luego fue a su encuentro.

-Pareces más nervioso de lo normal ¿Qué te pasa? -pregunto el hijo de la Luna-

-¡Oh! No es nada, solo que hoy mis hermanas parecen algo alteradas. Pero casi termino ¿Me quieres acompañar?

-Sí.

Ambos subieron por lo alto de la escala posándose en una solitaria nube, muy parecida a la que por primera vez recibió al hijo de la Luna mucho tiempo atrás.

-¿Quieres intentarlo? -pregunto el recolector-

-¿Lanzar una estrella? -dijo sorprendido-

-¡Sí! La noche esta estupenda para colgar estrellas, además eres muy hábil y podrás hacerlo sin problemas.

-Está bien.

El hijo de la Luna estaba preocupado de herir a la pequeña estrella que colgaba a un extremo de la caña de pescar. Pero sorprendentemente fue más sencillo de lo que pensaba, porque la estrella voló liviana por los aires posándose en el gran lago oscuro. La pequeña estrella no tardo en zafarse del agarre y comenzó a nadar por el cosmos dejando atrás a Kei y Tadashi que siguieron con la mirada a la estrella hasta que ya no pudo ser visible.

-¡Lo has hecho muy bien!

-Gracias -dijo distante-

-¿Qué sucede?

-Nada.

-Ya veo.

El recolector no colgó ninguna estrella más, solo se dedico a mirar el gran lago mientras sus piernas inquietas colgaban de la nube. El hijo de la Luna deseaba capturar aquellos últimos momentos junto al recolector, pero sentía que sería imposible para él alejarse por siempre de aquella estrella.

El hijo de la luna se acerco más a al recolector, al punto de llegar a sentir su aroma a polvo de estrellas y en un acto de despedida poso sus labios en la mejilla del recolector. Quedo pasmado cuando vio una pequeña lagrima recorrer el rostro del recolector que ya no mecía sus piernas, estaba quieto ocultando su rostro del hijo de la Luna.

-Ya lo sabías -dijo el hijo de la Luna-

-Sí, hace mucho tiempo supe que debías tomar el lugar de tu madre -dijo mientras las lagrimas recorrían su rostro-

-No llores. -dijo limpiando el rostro del recolector-

-Lo siento, pero no quiero que este sea el fin.

-No debe serlo.

-Tiene que serlo, debes ocupar tu lugar allá arriba. Te veré todas las noches, te lo prometo, pero ya no podrás venir conmigo a colgar estrellas y eso me pone triste.

-Puedo volver.

-Debes cuidar de los cielos, ese es tu trabajo y el mío recolectar estrellas.

-No llores.

-Lo siento, no puedo evitarlo.

-Trata.

El hijo de la Luna tomo entre sus manos el rostro del recolector que lo miraba con los ojos vidriosos debido al llanto, y en un acto de profundo amor Kei poso sus labios sobre los de Tadashi, quien ante el contacto un escalofríos recorrió su espalda. El rose de los labios se mantuvo largo tiempo, un tiempo incalculable e infinito donde ambos olvidaron la distancia que los separaría y donde nada importaba. El mundo era de ellos y solo eso importaba.

Ya no era el hijo de la Luna, ahora era Kei. Ya no era el recolector de estrellas, era Tadashi.

Kei separo sus labios de los de Tadashi y luego los poso cuidadosamente en cada uno de sus ojos. Deseaba detener el llanto, no quería verlo llorar nunca más.

Volvió a poner sus labios sobre los de Tadashi, pero esta vez el contacto era más intenso y desesperado. Su lengua pidió permiso y fue aceptado. Todo se sentía tan irreal, tan fácil, tan liviano. Todo era tan caliente y confuso.

Tadashi respondió lentamente a Kei, pero pronto se volvió un desesperado beso mutuo, donde ninguno quería dejar de batallar por el otro. Sus cuerpos hervían, sus bocas quemaban y sus mentes ya no pensaban.

-Voy a regresar -dijo Kei-

-Te esperare, ya sabes dónde encontrarme.

-No lo olvides.

-¿Cómo olvidar a la luna? Es más fácil para la luna olvidar a una estrella, que para una estrella olvidar la luna.

-No eres una estrella, eres una constelación.

Pasaron esa noche juntos como dos astros unidos. Consumaron el más profundo de los amores, el de la luna y la estrella que se contemplan por siempre.

La noche acabo y dio paso a la siguiente donde la madre Luna se durmió, volviéndose una luz infinita en el universo, dejando a su hijo en el alto cielo donde ahora pasaba a ser el nuevo protector de la tierra.

La soledad más terrible es aquella que te aleja de quien amas y Kei la sintió en cada parte de su ser.  Cada noche miraba desde lo alto al recolector de estrellas trabajar arduamente recogiendo y colgando nuevamente a sus hermanas. Cuando terminaba su trabajo se sentaba sobre una nube y le hablaba a Kei durante horas, o callaba horas solo contemplando la luz que emanaba.

 

-Te estaba esperando, -dijo Tadashi- Ya casi termino.

-Voy por la escala.

-Gracias.

Cuando la luna nueva desparece de los cielos para los humanos dejando las noches en penumbra, un joven de tez blanca recorre la tierra para encontrarse con un chico que lleva una gran canasta y dos cañas. Ambos suben por una gran escala y se posan sobre una nube para colgar estrellas en el cosmos, mientras consuman su amor solamente conocido por el universo.

 

                                                                           *   *    *

Tsukishima se despertó agobiado en medio de la oscuridad de su habitación. Tenía los labios secos y la garganta sedienta. Se levanto algo mareado y fue hasta el fregadero para beber algo de agua, pero al salir de su habitación se encontró a Yamaguchi profundamente dormido en su sofá. De golpe el sueño o pesadilla regreso a su memoria y no pudo evitar mirar tras el ventanal. No había luna esa noche. ¿Estaría la luna junto con el recolector de estrellas?

Miro nuevamente a Yamaguchi y comprendió que sí, la luna esa noche estaba con el recolector de estrellas.

 

 

El búho que murió de amor...

Esta es la historia de cómo una noche un búho que al descansar sobre la rama de un árbol de cerezos se enamoro de un hombre. El hombre era bello como la noche y gracias a sus habilidades podía tocar con gran destreza el shamisen.

Desde ese momento el búho no pudo irse más de aquella rama con tal de observar día y noche como el hombre reproducía las más conmovedoras melodías maravillando al gran ave.

Aquel hombre vivía solo en lo alto de una montaña, por lo que no había nadie que lo molestara de sus prácticas. Aun así de vez en cuando el hombre salía de su hogar durante días, donde el búho no hacía más que esperar su regreso impaciente. Pensaba que si se iba el hombre jamás regresaría.

Paso la primavera y con ella el verano, el otoño no se hizo esperar dejando los árboles rojizos y las hojas esparcidas en el suelo. Pero cuando llego el invierno el búho no tenía un lugar para guarecerse, no se había hecho de una madriguera y en el árbol de cerezos solo continuaban sus ramas desnudas.

Una noche de especial ventisca el búho estaba a la intemperie sin tener un lugar donde protegerse y el frio que cada vez se volvía más insoportable para su cuerpo. Aun así se tranquilizaba al ver la casa del hombre iluminada por el débil rojo de la leña quemándose al interior, que le daba una sensación de tranquilidad.

No supo cuando fue el momento en que cayó inconsciente, pero al recobrar la conciencia ya no se sentía frio, se sentía cálido y cómodo. Cuando abrió los ojos se puso en guardia de golpe sin entender muy bien lo que sucedía.

-Oh, tranquilo. Al fin despiertas -dijo una suave voz-

El búho comprendió que estaba en la casa del hombre y que para su sorpresa este le hablaba.

-Aquí tienes comida, debes estar hambriento -dijo el hombre colocando un trozo de carne junto al búho-

No tardo mucho tiempo en comer aquel manjar que le había regalado el hombre y con eso recobro gran parte de las fuerzas perdidas.

-Te he visto allá afuera escucharme tocar el shamisen ¿Te gusta la música?

Él búho giro su cabeza en un acto de sorpresa ¿El hombre se había dado cuenta que lo miraba desde el árbol?

-Supongo que eso es un sí. -dijo el hombre preparando un té- Mi nombre es Akaashi.

El búho ladeo la cabeza en la otra dirección aun más sorprendido por saber el nombre de aquel hombre.

-¿Tú tienes un nombre? Supongo que no.

En eso Akaashi se levanto de su asiento y regreso con un trozo de papel y tinta. El búho se puso a su lado y observo como trazaba líneas con su pincel.

-Bokuto -dijo Akaashi- ¿Te gusta el nombre Bokuto?

El búho no podía caer en el asombro, el hombre le había regalado un nombre y lo había escrito en un trozo de papel. Por su puesto el no sabía leer, pero creía que aquellos trazos se veían muy bien escritos.

El búho, o mejor dicho Bokuto para sorpresa de Akaashi tomo el trozo de papel con su pico y se lo acerco para que este lo tomara en sus manos.

-Supongo que te agrada -dijo y luego acaricio la cabeza de Bokuto-

Esa noche (la primera de muchas) Bokuto durmió bajo el calor de aquella guarida.

El búho había perdido una parte de su naturaleza salvaje cuando conoció al hombre llamado Akaashi, porque ya no seguía las conductas propias del ave rapaz que era. Abría sus ojos en el día y dormía de noche. No había buscado pareja en la primavera y tampoco un lugar donde dormir en invierno. Ahora solo se dedicaba a estar ahí junto a Akaashi y eso lo hacía el ave más feliz del mundo.

Paso el tiempo y a pesar de los intentos de Akaashi, Bokuto siempre regresaba luego de encontrar una presa y digerirla. El hombre regañaba al ave y le decía que los búhos deben ser libres y volar todas las noches. Mas era inútil y Bokuto solo ladeaba la cabeza con angustia, angustia que conmovía a Akaashi que siempre terminaba acariciando su cabeza.

-Hoy debo ir al pueblo -dijo Akaashi una mañana-

Bokuto recordó todas las veces que Akaashi había salido durante días y donde la pena lo embargaba debido a la incertidumbre de no verlo más.

-Volveré en unos días.

Akaashi acaricio la cabeza de Bokuto, para luego tomar un bolso y su shamisen.

El búho quedo solo en la casa del hombre, que no llevaba ni cinco minutos desde su partida, pero que para Bokuto representaba una eternidad. Akaashi había dejado una ventana abierta para que el ave pudiese salir a su gusto y decidió que era tiempo de usarla.

Voló rápidamente, pero no le tomo mucho tiempo dar con Akaashi que caminaba tranquilamente ladera abajo. Sobrevoló lentamente todo el camino y en ocasiones se paraba en una rama cuando Akaashi descansaba del largo camino.

Esa noche Akaashi durmió en una posada y Bokuto durmió en un árbol que daba frente a la entrada de la posada. A la mañana siguiente al despertar el búho vio salir a Akaashi nuevamente y como un segundo aire recobro todas sus fuerzas para seguir en viaje.

Bokuto no sabía donde se dirigía Akaashi, pero continuo volando a donde fuese el destino.

Fueron tres días de viaje que Akaashi anduvo a pie y en carreta, hasta que llegaron a una gran ciudad donde Bokuto nunca había estado en su vida. Habían muchas personas por las calles y el comercio era algo impresionante para un ave que había pasado toda su vida en la tranquilidad de la naturaleza. Al parecer para los habitantes de esa ciudad la imagen de Bokuto también era impresionante, porque todos se voltearon a ver el búho que volaba de día.

El alboroto por el búho fue tal que atrajo la atención de Akaashi que caminaba tranquilamente, pero que al notar la presencia del ave se sorprendió y fue a su encuentro. Bokuto estaba sobre el techo de una tienda mientras todos lo apuntaban. El pobre búho estaba aterrorizado, pero cuando vio a Akaashi acercarse se tranquilizo al acto y bajo de inmediato hasta posarse sobre su hombro.

Todos los que presenciaron aquella imagen quedaron fascinados por la extraña pareja y solo dieron un paso atrás con tal de no perturbar el camino del viajero y su compañero emplumado.

-¡Oh! ¿Pero qué haces aquí? -dijo Akaashi emprendiendo nuevamente su rumbo-

El búho le señalo su pico donde llevaba un trozo de papel. Cuando Akaashi lo recibió se emociono al ver que era el papel donde había escrito el nombre de Bokuto.

-Ah -suspiro resignado el hombre- ¿Qué voy hacer contigo? ¿Me has seguido hasta aquí? Debes estar cansado de tanto volar.

Bokuto se dejo acariciar por Akaashi y nuevamente se sintió plenamente feliz.

Ahora los dos iban juntos, hasta que el hombre se detuvo frente a una gran fortaleza protegida por un grupo de soldados.

-¿Que busca? -pregunto un soldado a Akaashi-

-Vengo a ver al emperador -dijo enseñando un pergamino-

-Bien, pase -dijo comprobando que era algo oficial- Esa ave es suya -pregunto curioso el soldado-

-No, no es mía. Es un amigo -dijo antes de pasar por la gran puerta-

La belleza de la naturaleza solo era contrastada por el imponente palacio que se erguía frente a sus ojos. Bokuto estaba sorprendido de todo eso, pero más  por el hecho de que Akaashi había dicho que era su amigo.

Cuando llegaron a la entrada del palacio unas geishas se inclinaron ceremonialmente ante Akaashi y una de ellas tuvo como labor  escoltarlos por el edificio imperial.

Caminaron un buen trecho hasta que la geisha se inclino y abrió la puerta a Akaashi para dejar a la vista un gran hombre con ropas negras arrodillado en el piso y que a su lado era custodiado por soldados y algunas mujeres.

Akaashi entro al gran salón repleto de la más alta alcurnia y al llegar al centro hizo una reverencia hasta el gran hombre de negro que parecía dueño de todo.

-Su majestad, mis respetos.

-Es un placer tenerte aquí nuevamente Akaashi.

-Muchas gracias por la invitación, el placer es mío.

-Veo que esta vez no vienes solo.

-Me disculpo si mi compañero le causa molestias.

-No, no hay problema. Aunque me parece inusual, debo admitirlo ¿Qué hace un búho junto a un humano a estar horas del día?

-Es un amigo señor, no podía dejarlo solo.

-Ya veo, eres un hombre leal. -dijo complacido- Bien, puedes comenzar.

-Gracias su majestad.

Akaashi nuevamente hizo una reverencia y luego se arrodillo en el piso cubierto por alfombras y cojines. A un lado estaba Bokuto observando detenidamente los movimientos del hombre que desde su espalda descolgó el shamisen para luego posicionarlo frente sí, para luego comenzar a tocar las notas que Bokuto tanto maravillaban.

Todos en aquel salón quedaron fascinados por la destreza de los dedos de Akaashi. Pero no fue sino aquella emoción tan indescriptible que emanaba de él lo que más atrajo a los espectadores, quienes fueron conmovidos algunos hasta las lagrimas por las interpretaciones del músico.

Al finalizar una larga presentación, Akaashi quedo arrodillado en con los ojos cerrados mientras se inclinaba al emperador que aun podía captar en el aire las ultimas notas del shamisen.

-Ha sido tan hermoso como siempre Akaashi. Espero con ansias que regreses en el otoño.

-Estaré encantado de regresar.

Akaashi se retiro del salón junto a Bokuto y nuevamente fueron escoltados por la geisha que esperaba fuera del salón. Los tres llegaron nuevamente hasta la imponente entrada donde la geisha ruborizada le entrego a Akaashi un delicado peine que llevaba como adorno una hermosa flor rosada. Akaashi agradeció con una reverencia y una hermosa sonrisa que solo ruborizo aun más a la joven.

Aún así Akaashi no estaba interesado en la joven geisha y se retiro del palacio tan tranquilo como había llegado junto al vuelo de Bokuto que lo acompañaba desde los cielos.

Aquella pequeña interpretación que demoro tres días de extenuante viaje para Akaashi y Bokuto, no fue más que un presente para una de las esposas del emperador que celebraba su cumpleaños. Mas el emperador solía llamar a Akaashi en ocasiones especiales debido a su renombre como maestro de shamisen y que jamás lo dejaba decepcionado.

Fueron tres días de arduo viaje de regreso, pero a ninguno de los dos le peso, porque iban acompañados con la agradable compañía mutua.

Continuaron pasando las estaciones y tal como lo había pedido el emperador Akaashi se presento nuevamente en Kioto para deleitar con sus interpretaciones, pero ahora era acompañado por el fiel búho que solo se dedicaba a escuchar inmóvil las melodías.

En la ciudad el músico y el búho se transformaron en un mito que comenzó a correr de boca a boca, y contaba de un bello hombre con semblante taciturno que era escoltado por un búho durante el día.

Regresaron a inicios del invierno y del verano siguiente, donde las personas se agolpaban en las ventanas para verlos pasar en dirección al palacio imperial y a su regreso.

Algunos decían que el búho era un espíritu errante que seguía por la eternidad a su captor. Otros contaban que el búho era la amada del hombre y que cada vez que él tocaba el shamisen ella salía de aquel terrible hechizo.

El siguiente otoño también regresaron, pero ninguno de los dos pudo prever que en esa ocasión el caos se apoderaba de las calles de la cuidad imperial cuando clanes enemigos luchaban por el poder de aquel poderoso territorio.

La ciudad era un caos y Akaashi al ver eso pensó que era mejor alejarse de aquella barbarie sin sentido. Mas cuando se disponía a dar regreso a la apacible montaña escucho el grito desgarrador de una mujer y su hija, ambas eran arrastradas por unos hombres que pretendían raptarlas. Akaashi no pudo con aquella imagen llena de injusticia y se lanzo contra los hombres que tan solo intentaban ser detenidos infructuosamente por el padre de la familia.

Akaashi tomo su shamisen entre las manos y golpeo a dos de los hombres en la cabeza quedando desorientados sin comprender lo que les había sucedido, pero había un par más que fueron contra el músico que a pesar de su delgada contextura logro zafarse y gracias a la ayuda del esposo terminaron con los hombres.

-¡Huyan! -les grito Akaashi a la familia-

-¡Muchas gracias! -grito el hombre arrodillándose a los pies de Akaashi- ¡Has salvado a mi familia!

Pero en ese momento de confusión Akaashi no pudo ver la flecha que se acercaba asesinamente hasta su pecho, cosa que si vio Bokuto que voló con toda velocidad  para proteger a su amigo.

-¡Bokuto! -grito Akaashi cuando vio el ave caer-

Akaashi tomo entre sus brazos el ave y escapo lo más rápido que pudo dejando atrás la terrible ciudad. Corrió hasta que su cuerpo no pudo más y ya no eran posibles de oír los gritos enloquecedores de la masacre. Finalmente llego a las orillas del rio Kamogawa donde rendido cayó de rodillas con el ave entre sus brazos.

-¡Oh pequeña ave! ¡Mi querido Bokuto!

Observo al ave muerta entre sus brazos, que aun tenía la flecha clavada en su pecho. Akaashi extrajo la flecha y abrazo a Bokuto ya frio entre sus brazos. Las lagrimas eran su única compañía en esa tarde gris de otoño que solo olía a ceniza y muerte.

Las lagrimas bañaron el cuerpo sin vida de Bokuto que murió por amor y que ahora yacía en los brazos de su amado humano.

No supo cuanto tiempo estuvo arrodillado en esa posición, pero Akaashi solo levanto la cabeza cuando sintió algo que se movía sobre en su hombro. Al voltear se encontró con una pequeña criatura brillante que lo miraba algo triste, pero luego se dio cuenta que no era el único. Todo el lugar brillaba por aquellas pequeñas criaturas.

Vio como se acerco un gran grupo al cuerpo del ave en su regazo y lo observaron con detenimiento. Akaashi comprendió que eran komada, espíritus del bosque que se refugiaban en los árboles y  solo se limito a mirar lo que harían.

Un grupo de tres Komada fue hasta el rio para sumergir una hoja que luego transportaron hasta donde estaba Bokuto. Cuando llegaron los tres komada le dieron a beber el agua al ave bajo la atenta mirada de Akaashi que no se movía de la impresión. Los komada retrocedieron y en un acto inesperado el cuerpo de Bokuto comenzó a brillar al igual que los komada, pero no tan solo se sano la herida, sino que el cuerpo del ave comenzó a mutar desde la cabeza a los pies con un velo de brillo. Ahora ante Akaashi ya no yacía un búho, sino un hombre con el semblante sereno de cabellos alborotados y con una respiración acompasada que nada delataba de la terrible muerte que había sufrido.

Akaashi no lo podía creer y las lagrimas ya no eran de dolor. Ahora la alegría y la incredulidad lo inundaban sin saber cómo reaccionar.

Pero no todo había terminado, porque su atención nuevamente fue atraída hasta los komada, que juntos llevaban un shamisen que le entregaron cuidadosamente.

-¿Para mí? -pregunto incrédulo- ¿Aparte de salvar a Bokuto repararon mi shamisen? Yo no tengo como agradecerles todo lo que han hecho.

"El bosque ha visto como el búho se sacrifico por ti" -dijo un coro de miles de komada- "También ha visto que tú has sido alguien muy indulgente con las criaturas del bosque. Salvaste a Bokuto esa noche tempestuosa y luego lo has cuidado durante largo tiempo. Tu ya habías conocido la verdadera forma de este búho al anochecer cuando cobraba la forma humana que ahora le hemos regresado. El bosque te ha regalado vida por vida y también está agradecido contigo"

Los pequeños komada comenzaron a desvanecerse lentamente dejando el lugar en la penumbra, mientras Akaashi procesaba sus palabras. Él desde la primera noche que Bokuto se durmió a su lado, pudo ver como el ave se transformaba en hombre mientras dormía. Pensó que era un acto de su mente, pero tan real era el tacto de sus cuerpos al anochecer, que Akaashi comprendió que el alma de Bokuto escondía algo tan poderoso que debía ser protegido.

-A-Akaashi

El músico bajo su mirada hasta el ahora humano y observo con ternura como se despertaba de su profundo sueño.

-Akaashi -dijo más claro Bokuto-

-Tranquilo, debes descansar.

-Solo quiero que estés a salvo.

-Yo también. Regresar de la muerte debe ser duro y debes descansar.

-¿La muerte? -dijo sorprendido regresando en sí- ¿Akaashi puedes entenderme?

-Claro que sí, hablamos la misma lengua.

Bokuto se percato de que todo a su tacto se sentía distinto. Se miro las antiguas alas, donde ahora habían manos y se toco el rostro donde antes habían plumas que lo cubrían.

-¿Estoy vivo? -pregunto asombrado-

-Sí y tú me has salvado la vida.

 

                                                            *         *         *

-¡Akaaaashiii! -grito Bokuto al despertar-

-¡¿Qué te pasa?! -grito Kuroo al abrir de golpe la puerta de la habitación-

-¡Yo!¡Yo!

-¡¿Tu?!

-¡Yo era un búho y, y Akaashi!

-¡¿Qué?!¡Habla por dios!

-¡Akaashi tocaba un shamisen y me mataron, pero después reviví y Akaashi...! ¡No!

-¡¿Pero qué sucede?!

-¡Akaashi me iba a besar y me desperté! ¡¿Por qué?!

-¡Ah! -exclamo irritado Kuroo- Regresa a dormir búho idiota, pensé que te estaban matando en verdad cuando gritaste. -dijo rascándose el rostro por el sueño- Vuelve a dormir y quizás lo termines besando -dijo rodando los ojos antes de cerrar la puerta de golpe-.

 

 

El regalo del mar...

El mar siempre regresa lo que no le pertenece, es por eso que cuando una nave naufraga los restos siempre son depositados en las orillas. Eso si es que sus tripulantes no ofendieron el mar, ya que quienes ofenden al mar no son regresados y son devorados hasta las profundidades más inhóspitas.

En un pequeño pueblo costero al sur de la isla nipona, sus habitantes contaban la historia de una pequeña choza que años atrás pertenecía a una anciana solitaria. La mujer espero hasta el fin de sus días a que su amado fuese regresado por el mar, donde su nave había sido destruida a causa de un temporal. Jamás se pudo reponer de aquella perdida, ya que el mar no le regreso los restos de su esposo.

A pesar de todo la anciana tenía unos profundos conocimientos de hierbas medicinales y todos en el pueblo recurrían a ella cuando las dolencias los atacaban. Era una mujer solitaria, pero de buen corazón que cuidaba a los otros mientras nadie cuidaba de ella.

Un día encontró un pequeño gato negro hambriento que había sido abandonado por su madre, y en un acto misericordioso la anciana lo llevo hasta su choza frente al mar para cuidarlo.

El gato creció y se volvió un excelente acompañante para la anciana que a su edad a penas tenía fuerzas para sostenerse.

Una tarde donde se desplegaba en el cielo una hermosa puesta de sol anegada de arreboles, la anciana y el gato contemplaban las olas que rosaban la orilla cautelosas de no perturbar la armonía.

-Cuando mi esposo murió yo era una joven de solo veintiséis años y mi vida se derrumbo -comenzó la mujer a relatar-  Yo odiaba el mar, lo odiaba con todo mi ser por llevarse a la persona que más había querido en mi vida y con la cual había hecho miles de planes.

El gato negro miraba a la anciana y de vez en cuando maullaba dando a entender que comprendía lo que trataba de contarle.

-Pero a pesar de mi odio me quede aquí esperando, eternamente esperando el día en que él regresara y me dijera que todo había sido un gran mal entendido y que podíamos hacer nuestra vida juntos. Ese día jamás llego y hoy tengo noventa años. Pase los años más hermosos de mi vida esperando a un hombre que jamás regresara, y que estoy segura me espera en un lugar lejano. Me di cuenta de eso muy tarde, cuando ya había pasado mi juventud frente a mis ojos. Y lo que más me sorprende es que jamás abandonará el mar que me lo quito, supongo que las cosas debían ser así ¿No crees Kuroo?

La puesta de sol ya estaba casi en su fin cuando la anciana cerro sus ojos para nunca más abrirlos.

El gato no se fue del lado de su dueña hasta que el mar arrastro su cuerpo con él. Solo el gato pudo ver a la orilla del mar una pareja de jóvenes reencontrarse y entrar juntos al mar por siempre.

Los años pasaron uno tras otro y el gato vivía una vida sin preocupaciones a la orilla del mar durante el día y en la choza de noche. No le faltaba comida, porque cazaba peses y bebía agua de una vertiente colina arriba. Pero por inusual que parezca el gato cumplió treinta años y aun no moría, luego fueron cincuenta y aun estaba intacto. Él se preguntaba constantemente si era normal vivir tanto siendo un gato, pero como no había gatos cerca no tenía a quien preguntarle y los búhos que por ahí pasaban decían que los gatos no vivían más de veinte, pero que siendo búhos no estaban muy informados en realidad del comportamiento de los gatos.

Finalmente el gato llego a los cien años y tal como su dueña una tarde donde la puesta de sol creaba arreboles en el cielo, se sentó mirando el mar esperando la muerte. El gato pensó que por fin dejaría el mundo donde había vivido en exceso y donde los peses jamás le faltaron. Había sido un gato pleno y no tenía de que quejarse.

Pero a diferencia de lo que pensaba no cerró sus ojos para siempre y el mar no se llevo su cuerpo, solo sintió como se separaba del piso y todo en su cuerpo crecía cinco o seis veces de su tamaño original. Los búhos le dijeron que se había transformado en un bakeneko y él en su incredulidad les pregunto que debía hacer, a lo que los búhos contestaron: "Puedes comer humanos y asustar a los bañistas"

Pero el gato, (ahora bakeneko) no tenía deseos de hacer ninguna de las dos cosas y esa noche con su nuevo gran cuerpo se fue a dormir a la choza.

El tiempo paso y en el pueblo ya se rumoreaba que el gato negro de la choza frente al mar se había transformado en un bakeneko, por lo que con mayor razón nadie se acercaba.

"No necesito comer humanos, puedo comer peses y eso me basta" -pensaba el gran bakeneko-

Los búhos que a veces pasaban por ahí le informaban de vez en cuando de las cosas que escuchaban de los bakenekos, como que podían volar, cambiar de forma y resucitar muertos.

Durante el día luego de dormir largas sientas el bakeneko probaba volar, pero comprendió rápidamente que no era lo suyo cuando choco con la copa de un árbol, quedando lleno de hojas y ramas. Descarto por completo ese don. Como no conocía muchas personas y a la única que en verdad había querido en su vida había sido la anciana, no pudo probar el resucitar los muertos, ya que encontró inútil revivir a alguien que en vida era miserable e infeliz. Así que solo le quedo la opción de cambiar de forma y en verdad fue algo que le gusto hacer. Se transformo en todos los animales que conocía, incluso una vez probo meterse al mar para transformarse en deliciosa caballa y nadar por las profundidades del océano. Pero cuando unos pescadores se acercaron con una red, desistió de la idea para siempre.

Hasta que un día probo con una forma que en realidad no se le había pasado por la cabeza hasta que los búhos se la propusieron. Ser un humano no estaba en su lista por cosas por hacer, pero como tenía tanto tiempo libre no le pareció algo malo. Cuando se vio en el reflejo del agua se sorprendió de lo raro que lucia.

"Que feos son los humanos" -pensó tocándose las mejillas-

Los días y las noches era apacibles hasta que los inviernos llegaban con sus fuertes ventiscas. Una tarde en particular cuando trataba de atrapar un ratón diviso algo extraño sobre la superficie marina. La curiosidad lo llevo a acercarse y grande fue su sorpresa cuando vio un pequeño gato flotando en el agua.

No lo pensó ni dos veces y se lanzo al agua a nadar, pero como su cuerpo de bakeneko era demasiado pesado apenas podía moverse en el agua, así que decidió transformarse en humano. Y como técnicamente estaba muerto no le importaba mucho lanzarse al mar sin precaución, de cualquier modo no podía morir.

Cuando por fin logro alcanzar el pequeño gato lo llevo hasta la orilla donde descubrió unos débiles latidos. Lo llevo a la choza y lo puso en los viejos colchones de su dueña, que a pesar de los años y el polvo continuaban utilizables por lo menos para un gato.

El bakeneko se preocupo, porque el gato rubio con motas negras no despertaba después del rescate, así que recordó una de las tantas hierbas medicinales que hacia su dueña para dar a los pescadores que caían al mar.

-Al fin despiertas.

El pequeño gato rubio con motas negras vio a un extraño gato negro sonriendo frente a sus narices.

-Supongo que la infusión funciono -dijo satisfecho- ¿Cómo te llamas?

Pero el pequeño gato no tenía intenciones de hablar y solo busco protección en una esquina.

-No te voy a hacer daño -dijo preocupado- Esta bien, no necesitas hablar.

El pequeño gato solo deseaba irse de ese extraño sitio, pero tenía una pata mala que le impedía caminar con normalidad. Estaba desesperado por salir, pero no le quedo más remedio que esperar a que su pata mejorara y así largarse.

El bakeneko luego de rescatar al pequeño gato decidió mostrar su forma gatuna, porque pensó que podía asustar a su huésped con la forma gigante. Suerte que lo hizo, el pobre felino estaba tan aterrorizado que ni siquiera hablaba, de haber mostrado su verdadera forma no habría conseguido calmarlo jamás.

Pasaron los días y el pequeño gato continuaba sin querer mostrar indicios de capacidad de habla. Cada mañana el gato negro aparecía con un gran pescado en el hocico y le indicaba que comiera, pero apenas si tomaba bocado.

-Sí no comes morirás de hambre. ¿No eres muy bueno hablando, eh?. Bueno, no es como que yo hable con muchos gatos. A decir verdad eres el gato con el que más he pasado tiempo en mi vida.

El pequeño gato rubio con manchas negras lo miraba receloso, pero a medida que paso el tiempo se dio cuenta que no era más que un gato raro. Para comenzar era la primera vez que escuchaba que un gato se metiese al agua feliz a nadar, hablaba con búhos y sabía hacer hierbas medicinales.

-Kenma.

-¿Ah? -dijo el gato negro sorprendido con un trozo de pescado en el hocico- ¿Qué dices?

-Kenma, así me llamo.

-¡Oh! ¡Puedes hablar! -dijo el gato negro saltando hasta su lado- Pensé que eso que dicen de los ratones que comen las lenguas era verdad.

-¿Quien te dijo eso?

-Los búhos.

-Eres raro.

-A parte de ti soy el único gato que conozco, así que no sé qué es ser un gato normal.

-Los gatos no se bañan en el mar.

-¿Ah no?

-No.

-Pero deja el pelaje brillante y puedes comer los peses que quieras.

 -Tampoco hacen infusiones medicinales.

-Mi dueña decía que era importante saberlo.

El huésped no sabía que más decir y simplemente se enrolló en sí mismo con la intención de dormir, pero el dolor de su pata aun estaba presente y desistió de la idea.

-¿Aun te duele? -pregunto el gato negro- Vamos, no te quedes mudo ahora.

Como no recibió respuesta el gato negro simplemente se fue de la choza dejando solo al huésped, que pensó que al fin el raro dueño de casa se había aburrido de él. Pero para su asombro solo regreso con hojas que luego impregno en una de las infusiones anteriormente hechas, y que luego con un pedazo de tela mohoso coloco en la pata del gato rubio.

-¿Qué es eso?

-Es para que no se mueva tu pata, así sanara más rápido.

-Eres raro.

-Gracias.

Ahora que el bakeneko sabía que su huésped hablaba las cosas fueron un poco fáciles, pero no por eso podía sacar las respuestas de inmediato. Por lo menos respondía con monosílabos y eso era un avance.

Como las noches eran frías ambos dormían acurrucados con tal de escapar de la fría briza marina que se colaba por toda la choza y sus millones de agujeros.

-¿De dónde vienes? -pregunto el gato negro-

-Del otro lado de la colina -contesto para sorpresa del bakeneko-

-Eso es mucho, anduviste en el mar un buen trecho.

-Quizás.

-¡¿Quizás?! Eso es como demasiado. ¿Y cómo fuiste a parar al mar?

El gato rubio y motas negras enmudeció al acto y miro en otra dirección evadiendo completamente el tema.

-Mi dueña decía que el mar siempre regresa lo que no le corresponde a no ser que se sienta ofendido. Tal vez el mar no deseaba que murieras y te por eso te quería dejar en la orilla.

El huésped movió sus orejas dando señal de interés a lo que decía el gato negro.

-Mi dueña espero más de sesenta años el cuerpo de su esposo, pero él debe haber ofendido al mar porque jamás regreso ninguna parte. Pero cuando ella murió el mar se la llevo y finalmente pudo reencontrar con su esposo.

-Quizás su amor no era correspondido.

-¿Por qué lo dices? -pregunto sorprendido por la intervención-

-Quizás él no la amaba lo suficiente como para que su cuerpo regresara hasta ella.

-Yo también pensaba eso, hasta que lo vi a él encontrarse con ella. Finalmente pudieron descansar en paz.

 

La pata del huésped cada día estaba mejor, no lo suficientemente fuerte como para trepar un árbol, pero si para dar paseos fuera de la choza vista al mar.

-¿Hace cuanto tiempo vives aquí? -pregunto el gato rubio mirando el océano-

-Lo suficiente.

-¿Lo suficiente para qué?

-Para saber que no podría vivir en otro sitio lejos del mar.

-Odio el mar.

-¿Por qué?

-Por no matarme cuando podía.

-¿Quieres morir?

-Tal vez sí, pero no puedo.

-¿Por qué?

-Porque debo regresar a donde vengo.

-Te vas a ir.

-Sí.

-Pronto.

-Quizás.

-Te voy a extrañar mucho, recuérdalo.

-Lo sé.

Se fueron  dormir acurrucados el uno al lado del otro tratando de conservar el calor, pero era difícil conciliar el sueño para el bakaneko sabiendo que pronto tendría que despedirse.

 

-¡Hey!¡Gato!

El bakaneko se despertó desorientado por tamaña intervención y al fijar los ojos se encontró con un plumífero búho frente suyo.

-¿Qué haces aquí? -aun somnoliento-

-¡Hey!¡Apúrate!¡Lo están atacando!

-¡¿A quién?!¡¿De qué hablas?!

-¡De tu amigo, el gato del mar. Lo está atacando un perro salvaje!

-¡Kenma!

-¡Ven!

El búho salió volando de la choza y detrás lo siguió bakaneko, quien tomo una forma similar para desplazarse más rápido. Cuando descendieron entre la espesura del bosque se encontraron con la horrible imagen de un perro salvaje que tenía en su hocico el cuerpo inerte del gato rubio con motas negras.

El bakaneko se abalanzó furioso contra el animal salvaje, pero este era demasiado fuerte para un búho. Sin pensarlo el bakaneko adquirió su forma natural, pero mucho más monstruosa y terrible que horrorizo no tal solo al perro asesino, sino que todos los animales que ahi cerca se encontraban. Era un espíritu tan demoniaco que instintivamente todos atinaron a huir.

El perro salvaje del susto soltó agarre que tenía sobre el cuerpo del gato rubio y fue en ese momento cuando el bakeneto lo envistió con todas sus fuerzas contra un árbol, quedando inconsciente del impacto.

-¡Gato! -grito el búho- ¡No lo mates!

El búho intervino justo en el momento en el que el bakeneko daría el golpe final contra el perro salvaje. Estaba poseído por la ira y la rabia por perder a su nuevo amigo felino (el primero que tenía) y todo lo demoníaco de su interior lo controlaba encegueciendo sus pensamientos.

-¡Gato, no! ¡No pierdas tiempo, aun el alma del gato esta cerca! ¡Recupérala antes que sea demasiado tarde!

El búho batía sus alas al rededor del bakeneko tratando de hacerlo volver en sí, pero estaba demasiado enajenado como para reaccionar.

El búho no quería que el bakeneko, que siempre había sido alguien pacifico se ensuciara las patas innecesariamente, estaba seguro que se arrepentiría de eso.  Así que en un acto estúpidamente heroico se puso frente del demoniaco bakeneko que iba a golpear por última vez el cuerpo del perro salvaje, pero que solo termino con el búho herido a un lado. Aunque gracias a esa intervención el temible bakeneko volvió en si espantado por lo que había hecho, encontrado tres cuerpos tirados en el piso, uno de los cuales estaba sin vida.

-¡No!¡¿Qué hice?! -dirigiéndose al búho-

-N-no te preocupes por m-mi -dijo el búho con un halito de voz- Ve por tu amigo.

El bakeneko vio al pequeño gato muerto tirado a un lado y no sabía qué hacer. Se suponía que él tenía poderes para revivir a otros, pero no tenía la menor idea de cómo usarlos. ¿Qué podía hacer? Los búhos jamás le dijeron como se revivía a alguien y menos a un gato. Pero no tenía tiempo para lamentaciones, debía pensar en algo, algo que no venía a su cabeza.

Lloro. Jamás había hecho eso en su vida, pero la impotencia contenida por su propia incompetencia lo hizo llorar tanto que termino empapando al pequeño gato a su lado que ya no era parte de ese mundo.

No supo qué hacer y como un último acto para con el gato rubio, llevo sus restos hasta el mar que sabía lo aceptaría como un hijo perdido.

-Por favor mar, llévalo contigo. Yo no pude salvarlo, creo que tu puedes cuidarlo mejor que yo.

Deposito el cuerpo en la arena y tal como cuando hace más de cien años su dueña había muerto siendo arrastrada por las frías aguas del Pacifico, esta vez el mar acaricio el cuerpo del gato rubio para llevarlo con él.

-Oh gatito negro, Kuroo ¿Qué ha sucedido?

Sin poder creer lo que veían sus ojos, del mar salió su dueña con una apariencia  joven y con sus oscuros ojos observaba al bakeneko en la orilla.

-No te asustes, pero no tengo mucho tiempo. El mar me ha permitido regresar esta vez para ayudarte.

La mujer tomo con delicadeza entre sus brazos el cuerpo del pequeño gato y luego dio unos pasos en hasta quedar frente al bakeneko.

-Tómalo, debes revivirlo. Aun no llega su hora de partir.

-Pero no se qué hacer eso. -dijo con agonía-

-Es difícil hacer las cosas por primera vez, pero para este trabajo necesitas valor y tu eso lo tienes de sobra.

-Pero...

-Tranquilo, aun tienes tiempo.

Y como si nadie pudiese saber, la mujer se acerco al bakeneko y le dijo al oído: "Entrega algo que jamás has dado"

La mujer se separo mostrando una cálida sonrisa y acaricio por última vez el rostro de su gato, que ahora tenía el cuerpo de un hombre.

-Adiós Kuroo, cuida bien de él.

La luz la aurora se estaba haciendo presente, dejando ver el espectáculo de la menuda joven que se sumergía en el océano y que era aguardada por su amante. Ambos desaparecieron como sobras entre las olas.

-¿Algo que jamás he dado? ¿Cómo entrego eso?

 

En  la mitología se sabe que los bakenekos son criaturas de temer, pero quizás por el poco contacto con el mundo civilizado o por el cariño recibido, en especifico aquel bakeneko poseía una nobleza que había conmovido al mar, que jamás había visto bakeneko igual. Por esta razón el mar no quiso llevarse al pequeño gato rubio hasta las profundidades de donde jamás habría regresado, concediendo al yokai un regalo.

Se mordió la mano de la cual comenzó a brotar sangre oscura y espesa, algo distinta a la roja y brillante que los vivos tienen. Puso la mano lo suficientemente cerca del hocico del gato y una pequeña gota cayó a la lengua del felino.

-No tengo nada más que mi propia sangre y es lo único que puedo dar como muestra de mi vida a ti.

Y como si de un elixir se tratase la pequeña gota de sangre comenzó a expandirse por todo el organismo del pequeño gato rubio como si la vida jamás se hubiese ido de su cuerpo. El bakeneko pudo sentir como el peso en sus brazos aumentaba y el gato aumentaba su estatura increíblemente, hasta que el pelo rubio que antes cubría todo desapareció dejando una frágil capa de piel blanca y tersa al descubierto.

El bakeneko no sabía cómo reaccionar a eso, pero como un último acto de sensatez llevo al ahora humano hasta la choza, donde lo cubrió con trozos de tela que había encontrado tirados.

-¿Como estas?

-¿Dónde estoy?

-En la choza.

-¿Quién eres tú?

-¿No me recuerdas?

-No.

-Es una pena, dormimos tantas noches juntos y ya te olvidaste de mi.

-¿Kuroo? -sorprendido- ¿Pero...? -incorporandose-

-No te muevas, tranquilo.

-Pero -mirando sus nuevas extremidades- ¿Qué soy? ¿Qué eres?

-No sé por dónde comenzar.

-El inicio estaría bien.

Kuroo le explico de su verdadera forma y las razones por las cuales había mantenido siempre la forma de gato. También le conto sobre la pelea, de su muerte y su resurrección.

-Aun no entiendo porqué tengo esta forma.

-Quizás esa es tu verdadera forma.

-Kuroo.

-¿Qué?

-Necesito regresar.

-¿Por qué es tan importante irte?¿Por qué no te quedas aquí junto a mi? Tan malo es.

-No.

-¿Entonces?

-Es complicado.

-Tratare de entenderlo.

-Es solo que debo protegerlos.

-¿A quiénes?

-A los niños humanos con los que vivía.

Kenma miraba sus pies desnudos sin intenciones de cruzarse con los ojos de Kuroo, pero no esperaba que una de sus manos fuese suavemente agarrada y puesta en el pecho del contrario.

-¿Puedes sentir?

-Tu corazón late rápido.

-Sí, se puso así cuando dijiste que querías irte. Puedo ir a donde sea que vayas y ayudarte a proteger a esos niños.

-N-no entiendes, ese humano es peligroso.

-¿Qué humano?

-El que me tiro al mar.

Kuroo que estaba arrodillado en el piso solo se quedo estático mirando fijamente el rostro avergonzado de Kenma.

-Yo vivía en una casa sobre un gran acantilado con una pareja de humanos y sus dos pequeños hijos. Pero la mujer se fue de la casa con otro hombre, dejando solos a los niños y su esposo. Él es muy violento cuando bebe, y les pega si lo molestan.

Kuroo besaba las manos de Kenma con dulzura para tranquilizarlo.

-Un día el hombre había bebido más que otras veces y tomo a los niños hasta el borde del acantilado, donde amenazaba con tirarlos a ambos si lloraban. Yo me tire sobre él y arañe su rostro para que soltara a los niños. Fue en ese momento cuando sangrando me tomo y me tiro por el acantilado. Kuroo, necesito regresar, debo protegerlos antes que los mate.

-Tienes razón, ambos iremos.

Kuroo le dio una sonrisa confianzuda y lo levanto de los viejos colchones hasta las afueras de la choza.

-¿Haría el honor de subirse?

-Y-yo.

-Tranquilo, no muerdo.

Kuroo había dejado la forma humana para transformarse en un gran lobo negro. Kenma dudo por un momento, pero luego de observar al gran lobo negro se resigno a lo inminente. El lobo comenzó a correr a gran velocidad entre la espesura de los árboles , mientras Kenma hacía un gran esfuerzo por no salir volando.

-¡Es por aquí! -indico Kenma-

El lobo disminuyo la velocidad hasta detenerse totalmente, dejando bajar de su lomo al ahora joven rubio que lo montaba.

-¡Es un valor muy bajo por dos niños!¡Debes pagar el doble si los quieres!

-Es esto o nada, si quieres desacerté de ellos nadie más te los comprara a un mejor precio ¿Quien va a querer dos niños con cabello naranjo? Es una maldición ya comprarlos para mi, estoy siendo muy generoso con mi propuesta.

-¡Ah! Está bien maldito avaro, dame mi dinero y lárgate con esas cosas.

-Papá -gritaron los niños aferrándose a las piernas del hombre-

-¡Suéltenme mocosos! Yo ya no soy más su padre, vayan con ese viejo y no vuelvan más.

Desde la espesura del bosque aparecieron dos figuras extrañas que caminaban a paso lento hasta el grupo con un aura tan poderosa que su sola presencia desconcertó a todos.

-¿Ustedes quiénes son? -dijo el hombre- ¿Qué quieren? -dijo a la defensiva-

-Kenma, llévate a los niños.

-¿Kenma? -dijo el hombre sorprendido al ver al joven de cabellos rubios-

El joven de cabellos negros de un momento a otro cambio su forma a algo que jamás habían visto en sus vidas los dos hombres que estaban parados a su merced. Era un monstruo enorme con apariencia felina, de ojos inyectados en sangre y un enorme hocico desde donde se podían ver unos colmillos afilados.

"¡Tu maldito humano!" -dijo la gran bestia- "Mereces todas los horrores imaginables en esta vida y la próxima. Has hecho mucho daño y ahora pretendías vender a tus hijos a un desconocido que les haría aun más daño. Ambos merecen morir"

La gran bestia se aproximo hasta los hombres que del susto se orinaron encima.

-¡Piedad! -suplicaron-

"No, ustedes no merecen piedad." -cada paso más cerca de los hombres-

-¡Son tuyos!¡Tuyos, todos tuyos! -grito el viejo comprador que salió corriendo-

-Y-yo, solo quería un poco de dinero nada más -dijo con la voz quebrada el hombre-

"Querías  vender a tus hijos para comprar más alcohol ¿Pero que ibas a hacer cuando el dinero y el alcohol se acabara? Eres un maldito miserable que no merece vivir."

-¡No!

El hombre soltó el dinero que tenía en las manos antes de resbalar y caer por el acantilado directo a unas afiladas rocas donde las olas chocaban violentamente.

El bakeneko no quería que las cosas terminaran así, en realidad solo quería darle un buen susto al hombre para que dejara tranquilos a los niños, pero simplemente no pudo evitar esa caída. Ahora el cuerpo era problema del mar y no el suyo.

Cambio a su forma humana y se dirigió en búsqueda de Kenma y los niños, hasta dar con ellos detrás de la casa donde el joven rubio apretaba fuertemente a los niños para protegerlos.

-Ya, tranquilos. Todo termino.

El de cabellos negros estaba arrodillado frente a ellos y acaricio las cabezas de los niños antes de sonreír emocionado hasta el rubio.

 

La noche estrellada inusual para la época del año estaba más tranquila que nunca. Dentro de la choza recientemente remodelada dormían profundamente una niña y un niño, de tres y seis años respectivamente quienes poseían unos encendidos cabellos naranja. Kenma los contemplaba dormir con una sonrisa en el rostro.

-Ya es hora de dormir .

-Lo sé.

Kenma entro a la cama que compartía con Kuroo (por temas de espacio) y en un corto lapso de tiempo en bakeneko comenzó a respirar profundamente.

-Te quiero -dijo como un susurro Kenma-

-Yo también, más de lo que imaginas.

Kenma se sorprendió por haber sido oído y enrojeció completamente. Kuroo que estaba detrás de él, beso su cuello y luego lo abrazo acurrucándose cuales gatos en medio de la noche donde un búho resguardaba los alrededores.

 

                                                                  *            *              *

 

Se despertó en un lugar desconocido. Cuando sus recuerdos volvieron se dio cuenta que estaba en un Lovehotel donde la noche anterior había tenido un encuentro con una chica que había conocido en una fiesta. Ahora estaba desnudo, mientras ella dormía profundamente.

No podía creer que había soñado con Kenma después de tener sexo con una desconocida. No tenía sentido.

Se levanto algo alterado y tomo sus cosas sigilosamente. Pero antes de irse dejo una nota a un lado de la chica de la cual incluso desconocía el nombre, agradeciéndole todo y diciendo que el pagaría la habitación.

Afuera la noche estaba tan fría como la vez que se encontró a Kenma y se pregunto cuándo sería el día en que finalmente le confesara que él había sido quien lo había encontrado esa noche nevada donde por primera vez sintió un incomodo sentimiento que se estaba anidando dentro de él

 

 

El demonio que quería ser humano...

 

El reino de la oscuridad era gobernado por un poderoso demonio y una gran bruja, juntos hacían una fuerza indestructible que controlaba a todos los seres del mundo oscuro. Podían ser odiados o respetados, pero nadie quedaba indiferente a su increíble poder.

Ambos tenían un hijo llamado Oikawa Tooru, que ya a temprana edad era casi tan poderoso como sus padres, quienes confiaban en él como futuro heredero al trono del reino oscuro. Se decía que sería el futuro rey más poderoso que la oscuridad haya conocido jamás.

Todos los habitantes del reino tenían estrictamente prohibido relacionarse con los humanos, quienes estaban en una dimensión diferente e inferior, pero no por eso eran menos peligrosos. Esa orden suprema incluía al príncipe, pero que como todo niño poseía una curiosidad innata que no podía ser frenada por meras ordenes. Un día de pleno aburrimiento y en descuido de sus cuidadores tomo el báculo de su padre y abrió un portal hasta el mundo humano.

El viaje fue fuerte y sacudido para el príncipe que jamás había hecho algo parecido, pero la emoción de la aventura lo tenían muy animado. Llego a un bosque que a diferencia de los de su tierra no eran morados, azules y negros, sino que verdes y que de ellos no se escuchan palabras, sino que eran mudos como las rocas.  Camino un largo trecho asombrado por todo lo que lo rodeaba, pero un crujido de hojas lo puso alerta y se escondió sigiloso tras un arbusto.

Aun asustado pudo ver a un niño con piel morena y cabello negro que estaba sentado en el suelo  abrazando una de sus piernas de la cual brotaba sangre sin parar. El niño tenía los ojos llenos de lagrimas, pero parecía negarse a la posibilidad de llorar. A Tooru le pareció que el niño necesitaba ayuda y que no era de temer, así que salió detrás de los arbustos para ver cómo estaban las cosas.

El niño que escucho movimientos extraños se puso en guardia, tomando en una mano una roca y de la otra la espada de palo que llevaba consigo.

-¡¿Quien anda ahí?! -pregunto el niño- ¡Sal antes que te mate!

-¡Tranquilo! -grito el príncipe- Solo quería saludar.

El niño miro extrañado al desconocido con ropas que jamás había visto y con cuernos en la cabeza, pero a pesar de lo raro que parecía decidió bajar la guardia lentamente.

-¿Que quieres? -pregunto retador el niño-

-Solo vengo a ver tu herida.

-¡No te acerques! -amenazo el niño al extraño-

-No te preocupes -trato de calmar el príncipe- Puedo sanar tu pierna.

El niño aun permanecía en el suelo con el seño fruncido y la espada empuñada, mientras el príncipe lo miraba desde arriba curioso.

-Deja que te cure -pidió el príncipe- Si me dejas curarte podrás caminar de nuevo.

El niño medito un momento y concluyo que con su herida no podría regresar a su hogar antes del anochecer.

-Bien hazlo, pero si intentas algo raro de mato. -dijo con desconfianza-

-¡Esta bien!

El príncipe se arrodillo junto al niño dejando el báculo de su padre a un lado para no estorbar. No estaba muy seguro de lo que debía hacer, pero había visto a su madre cientos de veces curar heridas con su mágica. Se concentro en la magia que fluía en su interior y con ambas manos en la pierna del niño comenzó liberar hilos mágicos que lograron cerro la herida sin dejar un rastro de la sangre que antes salía.

El niño estaba asombrado, jamás había visto algo como eso en su vida y supo que aquel extraño no era nada un tipo débil.

-¿Cómo te llamas? -pregunto el niño-

-Oikawa Tooru ¿Y tú?

-Iwazumi Hajime -respondió el niño-

-¡Te diré Iwa-chan! -dijo animado el príncipe- Vamos, levántate.

El príncipe extendió su mano hasta Iwazumi que a pesar de la desconfianza acepto la mano extraña parándose del frio suelo.

-Eso suena raro. -señalo recogiendo su espada-

-A mí me gusta y te diré así, tu puedes decirme gran Oikawa.

-Te diré Oikawa solamente -dijo serio- ¿Cómo pudiste hacer eso?

-¿Qué cosa?

-Eso, lo que hiciste con tus manos y curaron mi pierna.

-¡Ah eso! Con magia por supuesto.

-¿Magia? -pregunto sorprendido- La magia está prohibida, podrían matarte si lo descubren.

-Claro que no, yo soy más poderoso que todos los humanos juntos -dijo orgulloso-

-¿Entonces que eres?

-Soy Oikawa Tooru el próximo  rey del reino oscuro -dijo con orgullo-

-¿Y que es esa cosa que tienes ahí? -pregunto mirando el bastón-

-Este es el báculo de mi padre con el cual puedo hacer portales y pasar a cualquier mundo. -presento con orgullo- ¿Y qué haces aquí Iwa-chan?

-Practicaba con mi espada, pero apareció un oso pardo y tuve que escalar a ese árbol -indicando un árbol de gran copa- y cuando el oso se fue trate de bajar y se rompió la rama de la cual me aferraba.

-Eso suena peligroso ¿Pero que es un oso pardo? -pregunto el príncipe-

-¿No conoces que son los osos?

-¿Y tú conoces que es una quimera?

-No -repuso el niño-

-Bien, estamos a mano.

-Bien, es justo -encogiéndose de hombros- ¿Por qué los cuernos?

-No lo sé -dijo el príncipe encogiéndose de hombros- Quizás estaban de moda y mi papá los tiene.

-¿Quieres atrapar un escarabajo?

-¿Qué es un escarabajo?

-Lo que está subiendo por la pierna.

-¡Ah! -grito el príncipe- ¡Sácalo!¡Sácalo!

Iwazumi cayó al suelo de tanto reírse de Oikawa quien comenzó a agitar su pierna enloquecido. Cuando el niño humano se repuso quito con su espada el escarabajo y luego lo dejo sobre el pasto.

-¡Qué malo eres Iwa-chan!¡Esa cosa iba a comerme!

-No exageres, solo es un indefenso escarabajo ¿Qué clase de demonio se asusta con un escarabajo?¿Estás seguro que eres un demonio?

-¡Claro que lo soy!¡¿Acaso no viste mis poderes?!

-Sí, claro que los vi. Ya debo irme, se oscurece.

-¿Tan rápido? Recién llegue.

-Puedes regresar otro día.

-¡Sí!

-Adiós Oikawa.

-¡Adiós Iwa-chan!

El príncipe estaba tan emocionado por tener un nuevo amigo que olvido por completo que había sacado sin permiso el báculo de su padre y al momento de regresar a su mundo fue castigado por su mal comportamiento.

No pudo salir un mes de su cuarto.

Pero Oikawa era un príncipe astuto y obstinado, por lo que aquel encierro no presento más que un atajo para sus travesuras. Todo lo transformo en portales al mundo humano, desde los espejos hasta las sopas de rana de cinco ojos, su magia era una fuente inagotable y su cerebro el arma más poderosa. Eludió todos los hechizos de su madre y maldiciones de su padre como todo un experto, solo para ir a jugar con su amigo humano.

Los años pasaron y los niños dejaron de serlo gradualmente hasta volverse adolecentes en medio de dos mundos.

-¿Iwa-chan? -pregunto el príncipe mientras luchaba contra Iwazumi-

-No te distraigas, si fuese una batalla de espadas de  verdad, estarías muerto -dijo abalanzándose contra el príncipe- Te lo dije.

Tooru quedo tirado en el piso debido al contraataque de Hajime, quien le tendió la mano para ayudarlo a ponerse en pie.

-¿Qué pasa? Estas distraído -dijo Iwazumi-

-Iwa-chan, ya no somos niños.

-Sí lo sé, tengo quince y tu igual. Bueno, se supone que tienes quince ¿Tienes quince cierto?

-Sí, en el mundo oscuro tengo ciento quince, pero el tiempo pasa más rápido allá, así que técnicamente tenemos la misma edad.

-Eres un anciano.

-¡Hey!

-Un anciano que se comporta como bebe.

-¡Qué malo Iwa-chan!

-¿Qué sucede Oikawa?

-¿Es verdad que te vas a ir?

-¿Como sabes eso? -dijo sorprendido y molesto-

-Porque te vi por la bola de cristal diciendo que ibas a ser un caballero.

-¡¿Me estabas espiando maldito pervertido?! -muy irritado-

-Yo... -dando un paso hacia atrás- Sí, lo siento. Pero cuando no estamos juntos te extraño mucho.

-¡Ah! -colocándose la palma en la cara- Se suponía que yo debía decirte eso.

-¿Entonces es verdad?

-Sí, voy a ser caballero del rey. En realidad siempre me han entrenado para eso, pero ahora debo viajar a la ciudad amurallada para entrenar.

-¿Eso quiere decir que no nos vamos a ver más? -dijo con un hilo de voz-

-¡Hey!  -golpeando con un puño el brazo de Tooru-

-¡Ay! ¡¿Por qué hiciste eso?!

-No hagas eso, no pienses innecesariamente. ¿No se supone que eres un demonio o algo así? No va a ser trabajo para ti encontrarme. Son dos días de aquí, podrás con eso ¿No?

A Oikawa le brillaron los ojos cuando Iwazumi le dijo eso. El príncipe pensó que al irse el joven humano ya no podría verlo jamás, pero ahora que su amigo le daba otra alternativa las cosas podían seguir igual. Se sentía como un tonto, pero siempre se ponía como tonto cuando se trataba de Iwa-chan.

-Quédate quieto -dijo acercándose a Iwazumi-

-¿Qué haces? -dijo incomodo por la cercanía-

-Solo, no te muevas.

-Bien, pero que sea rápido.

Oikawa paso sus brazos detrás de la nuca de Iwazumi en una extraña cercanía. El humano podía ver el rostro concentrado del príncipe demonio con excesivo detalle. Era hermoso, estúpidamente hermoso.

-¡Listo! -dijo Oikawa satisfecho-

-¿Qué es esto? -mirando su pecho-

-Es un amuleto, para protegerte cuando no estemos cerca.

-¿Y que tiene dentro? Parece como si se moviera.

-Son espíritus oscuros.

-Parece una noche estrellada -dijo asombrado-

-Esa es la idea.

Iwazumi miro la pequeña esfera de cristal que en su interior nadaban los espíritus oscuros, pero que a sus ojos era como un fragmento del universo.

Finalmente el joven caballero viajo a la ciudad amurallada para comenzar su entrenamiento como futuro protector del rey. Pero nadie sabía que su mejor amigo era un príncipe demonio de otro mundo, así que por las noches debía escabullirse y encontrarse con Oikawa en lugares secretos. Para Iwazumi encontrarse con su amigo era como sentirse en casa y para Oikawa era exactamente lo mismo.

Pasaron los años sin que se diesen cuenta y el joven humano se transformo en el más fuerte de los caballeros, mientras el príncipe demonio en el más fuerte del reino oscuro. Ambos eran los mejores en sus respectivos mundos y juntos eran los mejores amigos que el reino humano y reino demoniaco habían conocido.

Pero nada podría prever que la guerra los acechaba a ambos, guerra que no tan solo hacía peligrar los reinos, sino sus vidas.

Cuando Iwazumi cumplió veinte años ya había sido parte de más de diez expediciones de guerra, donde había perdido la cuenta de los hombres que había asesinado con su espada. Cuando Oikawa cumplió veinte temía la fecha de la coronación que se acercaba.

Para Oikawa escapar al mundo humano ya no se trataba tan solo de un juego, ahora se trataba de un escape para su realidad. El ya no quería ser rey, no quería cargar en sus hombros con el peso de todo un mundo. Sabía que era más fuerte que sus dos padres juntos y que todos en el reino oscuro le temían, pero cuando estaba con Iwazumi nada de eso importaba, solo era un chico que pasaba el rato con su amigo y con el cual podía hablar sin tapujos de lo que le sucedía. Sabía que a pesar del carácter estoico de Iwazumi este lo entendería sin siquiera pedirlo. Era una conexión tan fuerte entre ambos que Oikawa ya no necesitaba bolas de cristal ni báculos para saber donde estaba Iwazumi, era algo que sentía dentro de sí y que lo llevaba directamente al sitio donde estuviese.

-Me voy -dijo Iwazumi acostado mirando al cielo-

-¿A dónde?

-A la guerra.

-Pensé que ya estabas en guerra.

-Sí, pero solo fueron batallas pequeñas. Ahora me iré lejos, debo luchar contra un ejército completo.

-Puedo ir contigo.

-No, no puedes.

-Pero si puedo saber donde estas fácilmente, solo es cosa de un segundo.

-No quiero que vallas.

-¿Por qué?

-No quiero que me veas morir.

La briza en aquel claro de bosque les recordaba el día en que se conocieron y donde no importaban los títulos o las guerras, todo era un juego de niños.

-No. -dijo Oikawa angustiado- No, no dejare que mueras.

-No te lo estoy preguntando Oikawa. Tú debes ser rey dentro de poco, tendrás responsabilidades y un mundo completo al cual cuidar. Mi mundo es este y debo protegerlo.

-Iwa-chan -su voz se quebró- No, por favor.

-Me voy mañana, ya está todo listo.

-¡No quiero ser rey!¡No quiero que pelees!¡Quiero estar aquí contigo! -grito con desesperación- Iwa-chan, por favor no vallas, por favor no mueras. Quédate conmigo. -dijo con un hilo de voz-

-Hare lo que mejor pueda para no morir.

-Por favor.

-Vamos, mírame -dijo levantando el mentón de Oikawa- ¿Has olvidado que soy más fuerte que tú en la espada? Si me enfrento con puros debiluchos como tú no habrá problema ¿Bien?

-¡Iwa-chan! -dijo abalanzándose sobre el caballero-

-Ya, tranquilo.

Iwazumi atrajo a su pecho a Oikawa quedando ambos tendidos en el césped. Se sentía bien estar así los dos tan cerca sin nadie al rededor que los perturbara, pero ambos sabían que esa aparente calma no era más que el preludio de lo que se venía.

-Si quieres proteger un reino puede ser el mío, yo puedo ser rey y te llevare al mundo oscuro. Ahí nadie te va hacer daño. -dijo apoyado en el pecho de Iwazumi-

-No Oikawa.

-Entonces voy a dejar todos mis poderes y vendré contigo.

-Te prohíbo que hagas semejante estupidez.

-¡Ir a morir también es una estupidez! -levantándose lo suficiente para quedar frente a Iwazumi-

-¡No es lo mismo idiota! -dijo tomando el rostro de Oikawa con ambas manos-

-Si mueres no voy a saber qué hacer.

-Lo sabrás, eres bueno pensando innecesariamente.

-Iwa-chan...

Ambos se alejaron esa noche con el dolor insufrible por la incertidumbre de no volverse a ver.

Al amanecer partieron diez mil hombres para hacer frente en la batalla final contra el reino enemigo, donde iba listo Iwazumi para morir en el campo de batalla o vivir gracias a su fuerza y su espada.

En ese mismo momento Oikawa era llevado como prisionero por la rebelión del reino oscuro.

Ya era cosa de días para que el príncipe dejara de serlo y cumpliese su destino como rey, pero los seres oscuros de casta inferior ya estaban cansados de ser la lacra  bajo el dominio del gran demonio y decidieron capturar al futuro rey con la guardia baja.

Oikawa estaba aturdido, cuando despertó se encontró encadenado en una mazmorra que había sido especialmente preparada para que el príncipe no escapara con su gran poder mágico.

La impotencia recorría cada fibra del príncipe por no estar en el lugar que le correspondía, junto a Iwazumi en el campo de batalla. Oikawa se había prometido cuando niño que protegería a su amigo por siempre y en ese momento no estaba cumpliendo su palabra.

Un punzante dolor en su torso hizo que gritara agónicamente y uno de los guardias abrió la puerta de la mazmorra de golpe para ver que le sucedía al recluso. Cuando el guardia observo a Oikawa palideció y de golpe salió corriendo.

En un corto lapso de tiempo apareció una anciana curandera que cuidaba a Oikawa cuando era niño y uno de los insurgentes. Ambos vieron con horror la sangre oscura que empapaba la ropa del príncipe.

-Cúralo, lo necesitamos vivo -dijo el insurgente-

-Debo ver de qué se trata -dijo la curandera-

-No me importa, solo hazlo. Aun no llega la hora de matarlo.

-Lo sé -dijo la mujer con dolor-

La curandera se acerco al cuerpo agonizante de Oikawa que aun se mantenía encadenado a la pared.

-Oh mi joven príncipe ¿Qué te ha sucedido? ¿Alguien te hizo daño?

-No -con un susurro- Solo sentí el dolor y comencé a sangrar.

La anciana toco el lugar de la herida y se estremeció.

-Esta herida no es tuya -dijo la anciana- Esta es la herida de tu otra mitad.

-¿Qué dices anciana? -pregunto el insurgente-

-¿I-Iwa-chan? -dijo con horror- ¿Esta herida es de Iwa-chan?

-Sí -dijo la anciana con lamento-

-No -dijo Oikawa choqueado- ¡No! ¡Déjame salir! ¡Déjame salir! ¡Tengo que curarlo ahora!

-No saldrás de aquí hasta que yo lo diga. -dijo el insurgente-

-¡Por favor! -con un grito desgarrador- ¡Déjame salir!

-No voy a hacer eso. -contesto inflexible el insurgente- Tu magia no funciona en este calabozo y no puedes hacer nada.

-¡Hare lo que quieras!

-¿Lo que quiera? -pregunto más interesado-

-¡Sí!

-Quiero tu magia

-M-mi magia.

-¡Oh no! -exclamo la anciana- ¡No haga eso joven príncipe!

-Es eso o nada. -dijo el insurgente-

-Está bien -dijo Oikawa- Si te doy mi magia tu me liberas y me envías al mundo humano.

-¿Al mundo humano? -pregunto el insurgente sorprendido-

-Sí. -contesto aun más seguro el príncipe-

-Señor, esta aun más débil. No puede hacer eso. -dijo la anciana tratando de frenar aquella locura-

-Sí, lo voy hacer.

-Bien ¿Es eso lo que quieres? -pregunto el insurgente por última vez-

-Solo hazlo. -con los últimos alientos- ¡Ahora! -como una orden-

Todos deseaban la magia de Oikawa, pero jamás pensaron que iba a ser algo tan sencillo de obtener. Para el joven príncipe fue como que le quitasen una parte de sus órganos, era un vacio inexplicable.

Le quitaron todo lo que tenía en su interior y lo metieron en una pequeña botella de cristal donde su magia parecía una noche estrellada. Una parte del universo encapsulado en una botella.

-Tienes lo que querías -aun jadeante por la extracción de la magia- Ahora envíame al mundo humano.

-Ya no quiero -dijo el insurgente- No eres más que basura inservible y yo no me relaciono con basura.

-¡¿Qué?! ¡Tienes todo! ¡Solo déjame ir al mundo humano! -grito tambaleante-

-No -con una sonrisa maliciosa- Llévenselo -dijo a los guardias-

-¡No! -grito Oikawa con desesperación- ¡Debo ver a Iwa-chan!

No supo cómo, pero su cuerpo comenzó a desaparecer frente a los ojos de todos y los guardias ya no podían aferrarlo. Detrás aun permanecía la anciana curandera y con una lagrima en los ojos se despidió para siempre de su joven príncipe.

Oikawa al abrir los ojos se encontró en un capo de batalla, donde los cuerpos y la sangre bañaba cada centímetro del lugar. Estaba desorientado por el chirriar de las espadas, los empujones de los guerreros y los caballos que pasaban a su lado. No sabía dónde estaba, pero el palpitar de su corazón lo llamaba, le gritaba que siguiera caminando entre esa masacre.

Camino por sobre los cuerpos desmembrados y los charcos de sangre, entre las luchas brutales de hombres que jamás se habían visto en la vida, pero que solo los juntaba aquella desgraciada situación donde solo uno podía vivir.

El corazón palpito aun más rápido y la herida se sentía más profunda.

Lo vio, lo vio a pie y no sobre su caballo donde debería estarlo. Aun luchaba imparable como si nada pudiese vencerlo, pero Oikawa sabía que las cosas no estaban bien. Sabía que estaba gravemente herido.

Tomo la espada de un soldado muerto y a pesar del dolor corrió para dar un golpe certero a quien atacaba a Iwazumi.

-¡Oikawa! -grito Iwazumi al ver a el príncipe- ¡¿Qué demonios haces aquí?!

-¡Luego te explico! ¡Solo trata de no morir ahora!

-¡Maldito idiota! ¡Te dije que no vinieras! -tomando la guardia nuevamente- ¡Derecha!

-¡Me tomaron de rehén! ¡Izquierda y dos por atrás! -gritaba mientras atacaba-

-¡¿Qué?! -grito Iwazumi sorprendido- ¡Atrás!

-¡Ya lo vi! -dijo alzando su espada hasta el enemigo- ¡Tomaron el reino oscuro y me quitaron mi poder!

-¡¿Qué?! -exclamo Iwazumi aniquilando a dos hombres de un solo impulso- ¿Ya no tienes magia? -lo miro horrorizado- ¿Oikawa?

-Técnicamente yo se los di.

-¿Por qué?

-Por ti.

Los cuerpos regados en el campo solo hicieron que el sonido del galope de un caballo que venía en dirección a Oikawa se volvieran más sordos y lejanos.

-¡Cuidado!

Eso fue lo único que pudo escuchar el príncipe antes de perder el equilibrio y caer al piso sin poder evitarlo. Frente a sus ojos estaba Iwazumi herido por el jinete que venía a Oikawa.

-¡Hajime! -grito Oikawa ante aquel espectáculo-

Iwazumi a pesar de la herida en la espalda logro dañar al caballo que cayó al suelo, y con él cayo su jinete que murió en el acto debido al impacto de su cabeza. El caballero luego de ese acto heroico cayó de rodillas al piso sin poder su cuerpo.

-¡Iwa-chan! -grito Oikawa a penas levantándose-

El príncipe llego a duras penas al lado del caballero que yacía herido en el piso con una respiración entrecortada por las heridas.

-No, no, no -dijo Oikawa en shock- ¡No! ¡Esto no tenía que pasar! ¡Iwa-chan!

-No grites más, estoy herido no muerto -dijo con una pequeña sonrisa burlesca- ¡Hey! No pongas esa cara.

Oikawa estaba arrodillado junto a Iwazumi tratando de no hacer ningún movimiento innecesario, pero la sangre que salía por la boca del caballero solo angustiaba al príncipe cada segundo más.

-Yo, lo siento -dijo Oikawa- Debería sanarte y soy un inútil sin magia-las lagrimas ya no eran frenadas y caían por sus mejillas-

-V-vamos -con la voz entre cortada- Luchaste bien para ser un debilucho. -acariciando el rostro anegado en lagrimas de Oikawa-

-Iwa-chan.

-Antes me habías llamado Hajime -dijo sonriendo- No te disculpes, tarde o temprano debía suceder esto.

-¡No! Tú no tienes que morir. Tú tienes que estar conmigo...

-¿Eso es una declaración?

-No digas tonterías en un momento como este.

-No puedo creer que esté a punto de morir y estamos discutiendo.

-Tú no vas a morir, y sí, eso era una declaración.

-Supongo que de cierto modo tu amuleto funciono.

Iwazumi con sus últimas fuerzas saco desde debajo de su armadura la cadena que colgaba el amuleto que Oikawa le había regalado años atrás.

-¿A-aun lo tienes?

-Claro, al final siempre llegabas cuando te necesitaba.

-No me puedes estar haciendo esto Hajime, no ahora. No cuando por fin puedo decirte que te amo, no puedes irte ahora.

-Quizás en esta vida no era el momento, quizás en otra donde tú y yo no tengamos que luchar por sobrevivir, quizás en esa vida podamos estar juntos.

Iwazumi tomo entre sus temblorosas manos la palma de Oikawa y la beso con ternura como una promesa de encontrarse en otra vida.

-Tooru -dijo Iwazumi- Nos vemos.

Su ultimo halito de vida fue para dedicarle la última de sus sonrisas a Oikawa que lo estrechaba contra su pecho herido.

-¡No!¡Hajime! -grito con toda su alma Oikawa estrechando el cuerpo de su amado muerto-

Oikawa sintió como era apoderado de una pena y furia demoniaca incontrolable, que solo era el último acto mágico de su vida. De pronto empezó a sentir calor, un calor abrazador en su interior y todo se comenzó a incendiar. Ya no importaban los enemigos y los aliados, huían del fuego que  devoraba todo a su paso.

Oikawa no había regalado a Iwazumi un amuleto propiamente tal, había sido una parte de sí mismo. Había regalado una parte de su magia y de su alma encapsulada en esa esfera, es por eso que Oikawa podía sentir lo que sentía Iwazumi y podía saber donde este se encontraba. Cuando la esfera sintió la pena de su dueño exploto como un fuego abrazador por las emociones desgarradoras que sentía. A pesar de ya no poseer magia en su interior e incluso haber sido arrebatado de sus cuernos que representaban su lado demoniaco, la magia reconoció a su legitimo dueño por el cual compartía el mismo dolor.

Oikawa aun tenía entre sus brazos el cuerpo de Iwazumi cuando comenzó a ser devorado por las llamas, pero no fue una muerte lenta y dolorosa. Fue como dormir cansado, embargado por una cálida briza que lo contenía.

-Duerme -dijo la voz de Iwazumi desde lejos- Nos vemos pronto, mi rey. -dijo posando sus labios sobre Oikawa-

 

                                                                               *         *          *

-¡AH! -grito Oikawa espantado en su cuarto-

-¡¿Qué demonios?! -exclamo Iwazumi de golpe en su cuarto-

Tanto el músico como el guardaespaldas estaban en sus propios departamentos a cientos de metros de distancia, pero un extraño sueño los había despertado a ambos en medio de la noche.

 

 

 

Canción del viento...

 

De niño me contaban historias que decían que en la profundidad de los bosques habitaban criaturas de gran poder, de las cuales debía tener gran cuidado. Me decían que si no me cuidaba lo suficiente podían capturarme sin dejar posibilidad de regresar a mi hogar.

Aun recuerdo que cuando era niño me perdí en el bosque tratando de alcanzar un zorro, pero este resulto ser más rápido y fracase en el intento quedando varado en la mitad del bosque. No estaba muy seguro de como regresar y me sentía desorientado, llegando a pensar que nadie me encontraría y me quedaría por siempre perdido. Cuando ya mis esperanzas se habían esfumado escuche como el viento me hablaba. Si, el viento me estaba hablando. En verdad no puedo explicarlo bien, solo es algo que sabes cuándo te sucede. Me sentí atraído, era como algo hipnótico creo y comencé a caminar sin preocuparme de nada, incluso creo que me caí un par de veces, pero me levantaba y seguía persiguiendo el canto.

Llegue a una especie de laguna en medio del bosque solo iluminada por los últimos rayos de sol de la tarde y vi algo que hasta el día de hoy no puedo olvidar. Era un hombre, de largos cabellos plateados que llevaba encima un Jūnihitoe blanco perla, que parecía brillar por sí solo. Me sentí tan poderosamente hipnotizado que olvide hasta quien era.  No sé cuánto tiempo estuve ahí, quizás un segundo o mil horas, no lo sé.

A pesar de todo aquel hombre me ignoraba, aunque creo que sabía que yo estaba husmeando, porque sin darme cuenta el hombre estaba a mi lado. Me hablo, de eso estoy seguro aunque no tengo idea que decía exactamente. Pero insisto, yo estaba tan hipnotizado contemplándolo que apenas si podía estar en pie.

Pero si de algo estoy seguro, es que me dijo: "Ten cuidado al regreso, sigue el canto del viento y llegaras a tu hogar". No sé si en verdad lo invente, pero el caso es que mis piernas se movieron solas y corrí tras la canción del viento que me llamaba. Recuerdo que en un acto de cordura tome la daga que mi padre me había regalado cuando cumplí diez años y con ella comencé a marcar los arboles con la intención de regresar.

Para mi sorpresa salí del bosque y a lo lejos divise a mi madre angustiada que me buscaba por todas partes. No saben el sermón que me dio mi padre esa noche, aun así cuando me fui a la cama no podía sacarme de la cabeza al hombre de la laguna y la canción del viento. Pero cuando por la mañana salí rápidamente de casa en los arboles ya no habían marcas de dagas, por más que busque los arboles estaban limpios sin ninguna marca. El bosque no quería que regresara.

Pase los siguientes días, meses y años pensando en aquel raro acontecimiento que marco mi niñez, pero luego solo lo convertí en un sueño hasta olvidarlo por completo.

Me fui muy joven, apenas había cumplido los trece años y ya había sido enlistado en una guerra. En realidad no era fácil vivir en un lugar donde las rebeliones son pan de cada día, pero supongo que todos estábamos dispuestos a correr un riesgo.

Aun no me explico cómo, pero me salve de morir en cada batalla y no bromeo cuando digo que fue por un pelo que en más de una ocasión casi vi mi cuello cercenado. No sé como mi madre soporto todo, la pobre se quedaba en casa rogando que con mi padre viviéramos un día más y que los ladrones no saquearan la casa. Por suerte mi padre se hizo muy viejo para luchar y por su gran compromiso lo enviaron a casa; bueno, él no estaba muy contento por regresar y dejar las cosas hasta la mitad. Mi madre estaba tan feliz de ver a su esposo que no le importo que regresara con tres dedos menos en la mano izquierda y una gran cicatriz.

En cuanto a mí, yo si era muy joven y no es por alardear, pero era fuerte. Fui lo suficiente fuerte para no morir y eso me permitió subir de rango y ganarme un lugar entre mis compañeros. Supongo que confiaban en mi.

Un día, cuando tenía casi diecinueve años regrese a casa por un par de días. Mis padres estaban tan felices de verme que gastaron todo en hacer un festín para los tres. Solo de recordar eso momentos siento algo de nostalgia.

Continuo. Uno de esos días mi madre me envió a buscar leña para calentarnos en las noches frías y con un hacha me encamine a realizar la tarea que se me había encomendado. Pero cuando solo me adentre un poco al bosque sentí una poderosa atracción que no sentía hace años, fue como romper un hechizo y nuevamente escuche la canción del viento. Mi corazón latía como loco, deje el hacha a un lado y corrí entre las ramas y troncos tratando de no caer, tratando de que la canción del bosque no me dejara a la mitad del camino sin posibilidad de regresar.

Pero supongo que la canción del viento tenía intenciones de llevarme a mi destino y no dejarme varado en medio de la nada. Por suerte.

Fue como revivir el sueño de mi niñez, porque nuevamente estaba ahí frente a mis ojos la laguna iluminada por débiles rayos de luz. Y él también estaba ahí, para mi deleite el hombre de la laguna seguía ahí. Era como si el tiempo se hubiese detenido y yo jamás me hubiese ido a los once años de ese sitio, quizás jamás me fui y me quede todos esos años contemplándolo.

Pero esta vez (a diferencia de la anterior) me miro y luego me sonrió. No saben cómo latía mi corazón en ese momento. Pensé que se me iba a salir del pecho, pero por suerte solo latía ensordecedor dentro de mí.

-Has tardado mucho -dijo él hombre- Tranquilo, esta vez no debes irte de inmediato.

Me sentía como un tonto, él ahí parado en todo su esplendor y yo con la boca media abierta sin saber que decir. De seguro le hice gracia, porque comenzó a reír bajito. Los colores me subieron al rostro de la vergüenza, pero por lo menos eso me hizo reaccionar de mi trance.

-Yo, yo -tratando de unir las ideas de mi mente- ¿Eres real?

-¿Si soy real? ¡Claro que soy real! -exclamo divertido- Mira -dijo tomando mi mano- ¿Puedes sentir el tacto?

-S-si.

-Creo que olvidaste nuestro primer encuentro.

-¡No! ¡Jamás lo olvidaría!

Creo que fui muy efusivo porque él hombre de la laguna abrió sus ojos y dio un pequeño paso hacia atrás. Por suerte era alguien comprensivo y solo me sonrió.

-Es bueno tenerte de vuelta, espero que ya no quieras perseguir zorros.

-No, yo. Lo siento, creo que estoy sorprendido.

-Por lo menos ya puedes decir más de dos palabras juntas. Daichi, has crecido mucho -dijo con una hermosa sonrisa-

-S-sabes mi nombre -tartamudee patéticamente-

-Cuando te perdiste pude escuchar como tu madre te llamaba por tu nombre.

-¿Pudiste escuchar hasta allá?

-Claro, yo puedo escuchar todo lo que sucede en este bosque y más allá.

-¿Todo?

-Sí, todo. Desde como trinan las aves al amanecer, hasta como huyen los pequeños zorros de los niños.

-Lo siento por eso.

-Tranquilo, solo bromeo.

-¿Cómo te llamas?

-Al fin lo preguntas, pensé que nunca lo harías. Puedes decirme Suga.

-Es muy lindo.

-Gracias.

-Supe que el mundo allá afuera está en guerra -dijo algo triste-

-S-si, yo debo ir.

-Ya lo sé, hueles a sangre. -dijo con una mirada adolorida- No te juzgo, es solo que me duele saber que se matan unos a otros sin piedad.

Me sentí como la peor basura del mundo cuando dijo eso, era como decepcionarlo y yo claramente solo quería que él no me viera como alguien salvaje y cruel.

-Supongo que desde que te fuiste has conocido mucho -dijo Suga contemplando la laguna-

-S-si, he conocido un poco.

-Hace mucho tiempo que no salgo de este bosque. Aquí tengo tanta vida que podría aprender y conocer hasta la eternidad cosas nuevas.

-¿Qué eres exactamente?

-Soy un kitsune, el protector de este bosque.

Un kitsune, Suga era un kitsune milenario y yo un simple humano que dieciocho años que estaba parado ahí sin saber qué hacer. Al parecer él noto mis obvios pensamientos caóticos y solo me dio tiempo. Junto a él se sentía todo tan completo, una sensación indescriptible que jamás había experimentado en mi vida.

-¿En serio el viento puede cantar? -atine a preguntar-

-¡Claro! El viento es como un espíritu más que ronda por la tierra y nos habla constantemente. Solo hay que saber escuchar.

-¿Entonces porque nadie más ha escuchado cantar al viento? Nunca he escuchado alguien decir que lo ha oído.

-Mmm -dijo colocando el dedo índice sobre sus labios- El viento puede ser oído por todos, pero el viento no quiere que todos lo oigan ¿Entiendes?

-Creo que no.

-Digamos que todos tenemos la capacidad de oír al viento, pero el viento como un ser único y especial elige a quienes hablar. El viento te ha escogido, porque confía en ti. Por eso que esa tarde cuando te perdiste te guio a la salida.

-Pero primero me trajo hasta aquí ¿Por qué hizo eso? Podría haberme mostrado la salida desde un principio.

-Porque yo le pedí que te trajera hasta aquí primero.

No invento, el me dijo eso y bueno, yo estaba en shock.

-¿P-porque? -aun no podía evitar tartamudear cuando hablaba-

-Porque me pareció que tu alma era muy bella y quería conocer al portador de aquella hermosa alma.

-Pero yo quise regresar y no pude ¿No querías verme de nuevo?

-Claro que sí, pero todo a su tiempo. Has regresado ¿No?

-¿En verdad todo esto está sucediendo?¿No es un sueño o algo por el estilo?

-Eres difícil de convencer ¿Eh?

-No es que no confié en ti, solo que no confió en mi en estos momentos. Digamos que no es lo más común encontrarse con un kitsune y ser atraído por el viento.

-No es común, porque las criaturas mágicas no se presentan ante cualquier humano. Cuando son niños es más fácil que nos vean, son más inocentes y cuidadosos con la tierra, pero a medida que van creciendo dejan de creer en la magia y se vuelven peligrosos para nosotros. Si no creen en que existimos es difícil para nosotros confiar y mostrarnos.

Siempre creí que todo lo que me sucedió cuando niño lo había soñado, o por lo menos de eso me trataba de convencer. Supongo que a pesar de los años una pequeña parte en mi seguía creyendo que existían.

Me senté finalmente apoyado de un árbol para recobrarme de todo. Si era un sueño no deseaba despertar, pero si era real quería quedarme ahí por siempre. Aunque solo tenía un par de días hasta regresar al fuerte y no quería imaginar las cosas que me esperaban.

-¿Te podré ver nuevamente? -pregunte mirando su perfil-

-No puedo asegurarlo.

-¿Por qué? ¿Soy muy peligroso?

-No, no es eso. -negó con la cabeza- Tu alma sigue siendo demasiado buena a pesar de todos estos años y confió en ti. Pero no puedo predecir el futuro, yo solo vivo el presente y trato de preservar la calma. No sé qué sucederá contigo mañana, quizás todo acabe para ti.

-¿Antes habías hablado con un humano?

-¡Oh! ¡Claro! Pero eso fue antes de llegar a este bosque. Hace tantos años que la tierra lucia demasiado diferente, cuando con los humanos podíamos tener paz.

-¿Y qué sucedió?

-La ambición se apodero del mundo.

-¿Qué clase de ambición?

-La misma que hoy en día hace movilizar reinos completos para obtener más poder sin preocuparse de las consecuencias. Fue entonces cuando las criaturas mágicas nos refugiamos para que los humanos no nos esclavizaran.

-En verdad lo siento -dije sinceramente apenado-

-No debes disculparte, no fue tu culpa y lo que sucede ahora tampoco lo es.

-¿Ósea antes te relacionabas con humanos normalmente? ¿Antes los humanos podían casarse con seres mágicos?

-¡Oh! Eso incluso hoy en día puede suceder, aunque no lo creas.

-¿Bromeas?

-No, es cierto. Pero claro, antes era algo muy natural que un ser mágico se enamorara de un humano y se casara. Ahora es más difícil, pero puedo dar fe que hay historias reales.

-Estoy sorprendido.

-¿Aun crees que estas soñando?

-Sí.

-Supongo que eres un chico difícil, pero si vez esto como un sueño será más fácil cuando regreses a tu realidad. Tu madre quiere leña esta noche y si no la llevas estarás en problemas.

Había olvidado por completo mi madre, mi casa y el mundo exterior. Solo importaba el presente, el aquí y ahora. Yo no quería salir de ahí, estaba demasiado feliz solo conversando con aquel kitsune.

-Aun tengo tiempo. -trate de quitar importancia a todo-

-No, no lo tienes.

-¿Puedo regresar  mañana?

-Eso no te lo puedo asegurar hoy.

-Eso me basta.

Comencé a escuchar la canción del viento nuevamente como un anuncio a mi despedida. Era lamentable salir de ese paraíso, pero no podía hacer esperar al viento. 

-Ten cuidado -dijo el kitsune- Recuerda no tropezar con las ramas.

-Está bien. Nos vemos.

Suga no me contesto nada, solo se limito a sonreír dulcemente y esperar mi partida. Lo mire por última vez y me dispuse a correr tras del viento. Cuando llegue al principio estaba ahí aun el hacha tirada, pero a su lado había un montón de leña trozada dispuesta para llevar a casa.

-Gracias -dije en voz alta-

 

Mi tiempo estaba contado, ya llevaba casi una semana en casa y eso era mucho más de lo que me había dado el ejercito. Pero trate de posponer mi partida lo que más pude, ya que al día siguiente después de reencontrarme con Suga envié un mensajero hasta el fuerte para dar aviso que necesitaba unos días más y luego regresaría a mis labores. Supongo que a mis superiores no les hizo mucha gracia mi demora, pero debido a mi buena conducta aceptaron mi petición. Solo cuatro días más me dieron a cambio y yo con un kitsune milenario que no quería dejar.

Pero para mi desgracia la cuenta final llego y con un mensaje incluido. Dos días antes de mi partida se me notifico que ahora había sido ascendido a comandante de tropa y debía tomar mi puesto lo antes posible en una nueva división aun más alejada de mi hogar. Eso era mi sentencia final, era definitivamente alejarme de la laguna y aun más importante del kitsune.

Pero había algo que me atormentaba aun más. Durante esos días comencé a revivir un sueño, uno que había tenido después de mi primer encuentro con Suga, o por lo menos una parte del sueño que ahora era más extenso y detallado. Cuando niño solo reviví una parte, pero ahora las cosas eran demasiado nítidas que casi me hacían creer que el sueño era real.

En aquel sueño me veía a mi mismo como un espectador, aunque era un poco mayor, yo diría que unos veinticinco a treinta años. En el sueño estaba Suga, estábamos los dos juntos en un paramo y yo le sostenía su mano derecha con delicadeza mientras paseábamos entre las flores. En un momento ambos nos recostamos de cara al sol, demasiado juntos, tan juntos como para confundirnos como dos amantes. En realidad eso parecíamos, o mejor dicho eso éramos, dos amantes besándonos apasionadamente bajo el sol sin preocuparnos de nada a parte de nuestros propios cuerpos. Yo continuaba como espectador de aquello, pero luego me transformaba en mi yo mayor, ese que besaba apasionadamente a Suga y que apenas podía controlar esos deseos de tenerlo por completo. Suga me hablaba con su voz entrecortada, creo que me decía "Mi amor" y me continuaba besando. Podía sentir mis manos tocando su delicado cuerpo de marfil y él me continuaba llamando "Mi amor". Yo solo podía repetir su nombre una y otra vez mientras ambos nos desnudábamos en aquel paramo desierto. Yo quedaba completamente desnudo, mientras él conservaba su Jūnihitoe intacto y me decía "Hermoso, hermoso, te amo mi amor". Me acercaba lentamente hasta su lado sin pudor, porque entre nosotros dos no había secretos y las ropas solo eran un ornamento para ocultar lo que nosotros ya conocíamos del otro. Su traje era complejo, pero paciente quite cada una de las doce capas hasta que los dos quedamos libres de todo peso extra. Le bese el cuello de donde salía una exquisita fragancia que no puedo explicar y continúe por todo el cuerpo. Él dejo que lo besara mientras disfrutaba de mis atenciones, y con sus manos alborotaba mi cabello y jadeante continuaba disiento "Mi amor". Sus largos cabellos estaban regados  en todas partes y yo amaba eso, amaba verlo recostado en aquel paramo verde que contrastaba con su piel blanca mientras pequeñas flores se enredaban resaltando aun más sus cabellos plateados. Lo estreche contra mi cuerpo y ambos nos fundimos en uno, yo estaba dentro de él y mi cuerpo vibraba por el dulce contacto de tener su cuerpo entrelazado con el mío. Yo decía su nombre y él decía el mío, nada era más perfecto que eso y nada más importaba que nosotros dos. Estábamos en la cúspide del placer, mezclando lo mundano y lo divino. El sentía lo que yo sentía y por mi parte yo era él. En el fondo el viento cantaba celebrando nuestra unión.

Cuando despertaba en casa de noche no tengo que explicar cuan afligido me sentía. Mi cuerpo ardía como si en verdad hubiese tenido a Suga conmigo haciendo el amor y solo quería continuar, pero la maldita realidad llamaba a mi puerta y me recordaba cuan lejano estaba de aquellos acontecimientos. Agradezco infinitamente que mis padres en el otro cuarto roncaran como osos, porque no quiero ni imaginar los sonidos que hacía cuando soñaba.

El ultimo día de mi estadía llego como un cobrador y no tuve más remedio que ir a la laguna siguiendo la canción del viento con la mayor angustia que hasta ese momento de mi vida había sentido. Pero cuando llegue estaba ahí Suga, tan deslumbrante como siempre acariciando un pequeño zorro rojo que al verme salió huyendo debido a la impresión.

-Creo que aun continuas asustando a los zorros -bromeo-

-Supongo que es una mala costumbre que tengo de niño. Aunque técnicamente tu eres un zorro.

-Sí, técnicamente soy un zorro.

-Pero aun así no has huido de mi.

-Quizás mi instinto este fallando.

-O quizás no escapas de quien amas.

Sí, lo dije, ni siquiera sé de dónde saque valor para hacer ese comentario. Pude ver como sus ojos se abrieron a más no poder por la impresión de mi comentario, pero luego su rostro se contrajo y ya no me miraba. Eso me produjo dolor y desesperanza.

-¿Por qué dices eso? -me pregunto sin mirarme-

-Tuve un sueño, donde estábamos los dos. Yo me veía mayor, pero tu lucias igual que ahora. Creo que fue hace mucho tiempo, porque mis ropas eran demasiado antiguas. En el sueño ambos nos besábamos y hacíamos el amor. Al  principio pensé que era mi imaginación, pero luego lo sentí como un recuerdo que regresaba de mi vida pasada.

-Ah -suspiro mirando las copas de los árboles- Supongo que ya no necesito esconder nada ahora que te marchas.

-¿Qué?

-No es la primera vez que naces Daichi, lo has hecho en tres ocasiones antes y en todas ellas nos encontramos y nos enamoramos. Pero...

Paro contrayendo su rostro con dolor, tratando de espantar los demonios del pasado.

-Pero en todas ellas tu pereciste de una forma terrible. Decidí escapar hasta este bosque para no tener que sufrir tu muerte una vez más, pero por lo visto es imposible librarme de ti -dijo con una melancólica sonrisa- Cuando llegaste la primera vez pude sentir tu alma perdida en este bosque y le pedí al viento que me mostrara de quien era esa alma. Aunque yo sabía que eras tú antes que aparecieras frente a mí, al verte de pequeño solo sentí dolor. Es por eso que no te deje regresar, no quería revivir aquella herida que aun no sana.

-Pero puedo vivir, ahora me puedo quedar y olvidar todo lo malo que sucedió antes. Tengo una nueva vida -proteste acercándome a él-

-Tu venías a despedirte, ahora es tiempo que te vayas.

-¡Pero Suga!

-¡Daichi! ¡No!

El se quito de mi agarre y luego se aparto de mi. Yo estaba dolido por su actitud y no podía comprender bien aquella negación. Ahora yo tenía otra vida y eso era todo.

-Daichi -dijo esta vez con un tono más suave- Eres un humano y yo un kitsune. Tu vas a morir y yo continuare como un errante en la tierra. No puedo soportar verte morir nuevamente, por favor solo quiero guardar esta nueva vida tuya como un hermoso recuerdo en mi memoria. No quiero sufrir más.

-Yo. Está bien.

¿Qué más podía hacer? Ahí estaba el ser más hermoso que he conocido en todas mis vidas (porque puedo decir que he tenido más de una) y simplemente me debía alejar. Pero no podía ir contra sus deseos, él había soportado todas mis muertes y yo ni siquiera lograba dimensionar el dolor de perder a mis padres. No podía recriminarle nada.

-Créeme que sé más que nadie que la muerte solo es la otra parte de la vida, somos un flujo constante que transita entre un gran camino que nos lleva de vivir a morir. Nadie se puede salvar de eso. Incluso yo algún día tendré que desaparecer de la faz de la tierra, aunque para eso aun falte tiempo.

Me acerque por última vez tratando de recomponerme y le di la mejor sonrisa que pude, para que él la pudiese mantener de recuerdo hasta mi próxima vida donde probablemente nos volveríamos a ver.

-Te entiendo, esta vez no me veras morir. -dije acariciando su rostro- Esta vez solo tendrás como ultimo recuerdo de esta vida mía una sonrisa y un beso.

Y en el acto tome su rostro y lo bese como jamás lo había hecho en mi vida (por lo menos en esta). Me separe y contemple su rostro sereno e iluminado, aquella ultima visión de Suga sería el recuerdo más precioso de mi vida.

-No te despidas -dijo Suga- No me gustan las despedidas.

-Bien. Solo ten cuidado con las ramas para que no tropieces.

-Eso debería decirlo yo -protesto alegre-

-Sí, tienes razón. Pero no se que más decir ahora.

-Solo no digas nada más.

Hice exactamente lo que me pidió y me separe definitivamente de él siguiendo la canción del viento que por última vez me llamaba para llevarme a casa.

No mire atrás, habría sido demasiado para mi pobre corazón adolorido. Además si miraba atrás sentía que heriría más a Suga y yo ya no deseaba hacerle más daño.

Esa misma tarde emprendí viaje a mi puesto, o mejor dicho mi nuevo puesto. Deje a mis padres a los cuales nunca más vi en medio de la tristeza y el orgullo de ver a un hijo que cumple su deber.

Cinco días más tarde llegue al nuevo fuerte como flamante comandante de tropa y fui escoltado a hasta la tienda del coronel, que según los rumores era alguien de pocos amigos y poca paciencia. Pero cuando llegue me informaron que debía esperar, porque el coronel había recibido un mensaje urgente que debía contestar de inmediato. Así que no me quedo más remedio que ir hasta el segundo al mando para hacer mi correspondiente presentación como nuevo comandante del lugar.

Al llegar a la tienda del teniente, el subordinado que me escoltaba me hizo pasar quedando él fuera. Cuando entre me tope un hombre de espaldas que sostenía un mapa entre las manos, y que estaba tan concentrado que ni siquiera se dio cuenta de mi presencia hasta que carraspee para hacerme notar.

-¡Oh! Lo lamento -dijo al voltearse-

Yo no estoy muy seguro si era un mal juego o qué, pero frente a mi estaba un hombre que presumo tenía mi edad, sino un par más. Llevaba el cabello corto, pero un mechón rebelde se extendía sobre su nariz. Y bajo su ojo izquierdo tenía un bello lunar.

-Mucho gusto, supongo que eres Sawamura. -me dijo con una gran sonrisa-

-Sí -hice una reverencia- Mucho gusto señor.

-Mi nombre es Sugawara Koshi, teniente coronel primero. Espero que trabajemos por el mismo propósito.

-Daré mi mayor esfuerzo teniente.

-De eso estoy seguro.

A lo lejos escuche un murmullo del viento que pasaba por el lugar y me indicaba que todo continuaba.

 

                                                                   *           *           *

Daichi se despertó asustado sin saber muy bien donde estaba, pero a medida que enfocaba su ojos reconoció que estaba en su departamento. Estaba todo a oscuras y la televisión estaba encendida sin que nadie le prestara atención. Mientras que a su lado dormía plácidamente Yui Michimiya, la mejor amiga de su infancia y por la cual sentía un profundo cariño como si de una hermana se tratara.

El músico se sentía profundamente culpable, había tenido un sueño rarísimo (demasiado explicito), donde Suga era su protagonista al cual deseaba profundamente. Se sentía mal, porque mientras el soñaba con el maestro de música, Yui que se había confesado hace mucho tiempo dormía a su lado sabiendo que su amor no era mutuo.

Se levanto con cuidado de no despertar a la chica y fue a su habitación en busca de una cobija para taparla, luego apago la televisión y se dirigió a la cocina para beber algo de agua.

Esa noche la paso escribiendo nuevas canciones que no pretendía enseñarle a nadie.

 

Notas finales:

OK, ANTES QUE ME MATEN!!! EN MI DEFENSA NADIE VA A MORIR EN EL FIC!!! ESTO ES FICCIÓN DENTRO DE LA FICCIÓN!!!! BAJEN SUS LANZAS Y ANTORCHAS!!!

Ya...ahora que nos calmamos...Esta era una idea que me di el gusto de escribir porque de verdad el tema de los sueños es algo que me fascina demasiado. En lo personal a veces mis sueños son súper vividos...onda como en mis sueños o a veces son como películas de acción y puedo recordar muchos detalles. Yo me entretengo bastante durmiendo xd.

Así que como también se dieron cuenta lo onírico, fantástico es algo que me mueve demasiado y quería hacer este paralelo de mundos alternos donde los chicos se vieran a sí mismos en otras circunstancias.

Quizás debería ser un capitulo bonus track en realidad, pero con más de cincuenta paginas por favor comprendan que debía subir esto <-<.

 

Bueno, espero que les guste...tienen varias historias para elegir xd, no en todas mueren, algunos reviven...y los que mueren no mueren en el fic real...así que tranquilo todo el mundo...vamos al calmarnos...

No sé qué emociones desate esta vez...quisiera saberlo, por lo menos para tener una idea. Qué les pareció el formato?

 

Cambiando de tema...

Emoción nivel: Se va a estrenar la tercera temporada, levante la manito quien esta vomitando arcoíris! *O* El fandom está en armonía y celebración, espero que ustedes igual.

Estamos en época de estrenos :S!!! Deportes y más deportes *-*, que serie esperan? Yo como es obvio, "Haikyuu!!!!!!!!!!" (MIS BEBES T...T) y Yuri on ice...(por lo que estoy viendo el fandom de esa serie esta como con las hormonas en Plutón xd)

 

El próximo capitulo será normal (lo prometo <-<), nadie va a morir, habrá drama (cuando yo escribo siempre hay drama xd). Ustedes saben xd, pero como ya se ven las cosas los bebes ya están relacionándose más...No me odien porque avanza a veces tan lentos los capítulos, solo que me da el vicio de meter tanto personaje y bueno...

Es gracioso, porque en estos cuentos tuvieron más que en todo los doce capítulos anteriores xd.

Como siempre espero que estén bien, cuídense y nos leemos :_D!!!

Pd: recuerden que puedo demorar más por las malditas responsabilidades...


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