--¿P-por qué? —murmuro él con tristeza; tratando se no llorar.
--No te hagas el tonto, Natsu; tú sabes porque lo hice—estaba molesto, demasiado.
--No sé de qué hablas—
--¿¡Eres estúpido o que!? ¡Tú me engañaste primero! ¿¡Que no lo recuerdas!?—estaba lleno de furia, pero trataba de contenerme.
--¿¡Que dices!? ¡Yo nunca te engañe! ¡Nunca lo he hecho! —
--¿Crees que soy un idiota? ¡Yo mismo te vi! ¡Te estabas besando con ese maldito de Sting frente a un bar la semana pasada! —ya no aguante más, y lo tome del cuello; era más pequeño que yo, por lo que era sencillo.
--Para tu información; Sting está saliendo con Lucy, y hace dos meses se mudaron al extranjero; además, yo no he tenido tiempo por culpa de mi trabajo desde hace dos semanas; así que no entiendo cómo es que desconfías así de mi—sus ojos estaban llenos de lágrimas; y en su mirada se marcaba la tristeza y decepción.
--Pues no te creo, maldita zorra—dije, arrojándolo al suelo; disfrutando el cómo se retorcía de dolor--¡Eres una maldita puta! ¡No puedo creer que llegue a quererte! ¡Desearía nunca haberme topado contigo! —sabía que mis palabras lo lastimaban; y más los golpes que le daba sin detenimiento.
--E-espero que tus deseos se hagan realidad, Gray Fullbuster—exclamo, abrazándose a sí mismo con fuerza; lleno de tristeza y lágrimas.
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Se han cumplido ocho años desde que Natsu se fue; y no puedo creer que aun duele.
Se marchó, dejando todo lo que cinco años había creado conmigo; solo con un poco de dinero y ropa, dejando su anillo junto al mío.
Aunque los primeros días no habían sentido nada; poco a poco sentí el dolor de no tenerlo a mi lado.
Ya no despertaba con su hermosa sonrisa, o su bella voz diciendo “te amo”; fui un imbécil que no lo tomo en cuenta, que no creyó en sus palabras, en su verdad.
Después de que se fue; llego una carta de su ex-secretaria Lucy, diciendo que estaba muy feliz con su novio Sting, y que vivía alegremente el sueño americano.
Eso rompió toda mi fortaleza; y me hizo sentir la peor basura que existe en la tierra.
Desesperado, buscando su perdón; comencé a buscarlo por todas partes, pero había desaparecido sin dejar rastro.
Busque en el hospital donde trabajaba; pero me dijeron que había renunciado por teléfono público; siquiera ellos sabían donde estaba.
Nadie lo vio partir; no encontré persona alguna que me dijera algo acerca de él; parecía como si se lo hubiese tragado la tierra.
Me sentía mal, estaba desesperado; no sabía qué hacer.
Había perdido el amor de mi vida se había marchado de mi lado; y fue gracias a mi estupidez.
Pasé los últimos ocho años de mi vida buscando algún indicio de “Natsu Dragneel” por todo el continente; pero no encontré siquiera alguna pista sobre él.
Temía que le hubiera pasado algo malo; sabía que todo eso habría sido mi culpa, y no podía estar tranquilo.
Lamento haberte lastimado, Natsu; tanto verbal como físicamente; te extraño, te necesito; por favor, vuelve.
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--¿Gray-sama? ¡GRAY-SAMA! —exclamo mi secretaria, Juvia Loxar; cómplice del peor error que cometí en mi vida.
--¿Qué es lo que quieres, Juvia?; estoy muy ocupado ahora mismo—y en realidad así lo era; tenía el trabajo acumulado; y todo era por buscar a mi prometido.
--Erza-sama lo está llamando, lo quiere en su oficina en este instante--
--Okay, Okay; voy para allá—
Bien, podría decir que era mala suerte de que mi ex-amante trabajara para mí; pero sería totalmente falso; ya que ella es mi actual pareja.
Sé muy bien que no es un orgullo decirlo, pero me ayuda a liberarme de la tensión.
Me apresure a entrar a la oficina de mi jefa; y ella no tardó en darme una fría y calculadora mirada.
--Gray, llegas tarde—
--Lo siento mucho, estaba algo pensativo—
La pelirroja sentada en el lugar de jefe se llama Erza Scarlet; es dueña de gran parte de los hoteles de todo Japón; y junto a ella se encuentra su socio más importante, Laxus Dreyar; dueño de algunos de los centros recreativos más famosos de la región.
Juntos formaban la segunda cadena turística más famosa de Japón; después de los Fernández.
--Bien, eso no me interesa; la próxima semana tendremos una reunión de negocios con Jellal Fernández, y si logramos convencerlo, podremos firmar un acuerdo que nos beneficiara al 100%—
--¿Y qué quieren que haga? —
--Queremos que tú y tu secretaria nos acompañen a la casa de campo de los Fernández; estaremos ahí durante una semana, junto con él y su familia; nos iremos en una hora, ¿alguna objeción? —
Ni siquiera me atreví a rezongar; ¿Quién en su sano juicio lo haría?
Esa mujer da más miedo que cualquier película de terror.
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Bien, esto no podría ser peor; tendría que conocer al señor de señores, el gran Jellal Fernández, dueño de la cadena turística más famosa a nivel mundial; a su esposo, que tal vez sería un modelo u actor arrogante y aun par de pequeñajos de seis años, nada podría ser mejor.
--Gracias Fernández-sama, por permitirnos alojarnos aquí durante una semana; estamos a su cuidado—dijo mi jefa, haciendo una pequeña reverencia.
--No hay problema; hace mucho que quería hablar con ustedes, y, además; mis tres amores querían salir de la ciudad; así que aproveche, y me di unas vacaciones—exclamo el hombre; con una sonrisa.
--Esperamos no ser un estorbo para usted y su familia—
--No se preocupen, mi esposo estaba feliz de ello; casi nunca salimos por culpa de mi trabajo, y, además; es más divertido tener unas vacaciones con más personas al rededor—
--Gracias, Fernández-sama—
--Por favor, llámenme Jellal—
--Está bien, Jellal-san—
--Pasen, pónganse cómodos; mi esposo está preparando la cena, en un momento les llamo para ello—
Su sonrisa era un gran contraste con su apariencia; tenía una formidable figura, era un hombre alto, lleno de seguridad; su piel era blanca y su cabello era de un extraño azul intenso; contrastando el negro de sus ojos.
No parecía el típico hombre de negocios.
--¿Cómo creen que será su esposo? – Erza se miraba emocionada; parecía querer conocerlo ahora.
--No lo sé; pero debe ser muy atractivo para que se haber logrado casarse con Jellal-san—Laxus se miraba algo temeroso; creo que su esposo le hubiera ahorcado si le hubiese escuchado.
--Estoy de acuerdo—
A las palabras de mi jefa, trate de imaginarme a la persona perfecta para Jellal-san; pero todo lo que venía a mi mente era mi hermoso Natsu.
--Dice mi papá que ya está la cena—exclamo una mocosa de largos cabellos rosados y ojos negros, acompañada de un niño idéntico a ella, solo que con el cabello corto; vestían esas ropas idénticas de color verde; ya saben, de esas que usan los gemelos.
--Okay, vamos para allá; ¿Cómo se llaman pequeños? —dijo mi jefa; dando una pequeña escena de amor maternal; y… también algo de miedo.
--Mi nombre es Harumi Fernández, y él es mi hermano menor Akito Fernández; encantada de conocerlos—exclamo la enana, dando una pequeña sonrisa, mientras el chico trataba de esconderse detrás de ella—Aki es algo tímido, no habla mucho; saluda Aki…--dijo, empujando al niño frente a ella.
--H-hola, m-mi nombre es Aki—y ambos dieron una pequeña sonrisa.
Esos niños tenían una sonrisa muy hermosa; me hacían recordar muchas cosas, cosas que no veía desde hacía mucho tiempo.
--Vengan con nosotros; los guiaremos al comedor—
Caminamos detrás de los mocosos, la niña iba dando saltitos, mientras su hermanito se sostenía fuertemente de un listón celeste que les unía; era realmente muy tímido.
Los seguimos por el enorme laberinto al que le llamaban pasillo; hasta llegar a una habitación con una mesa llena de majares.
--¡Qué bien que llegan!, veo que ya conocieron a mis lindos tesoros—exclamó Jellal-san; quien estaba de pie al lado del comedor.
--Sí, son un par encantador—
--Yo siempre dije que lo mejor viene en paquetes grandes; y más si se parecen a su madre—dijo elevando a su hijo en sus brazos; mientras que la niña se aferraba a su pierna.
--Y bien, ¿Qué es lo que estaban diciendo de mí? —exclamo un chico pelirrosa, saliendo de la cocina; acercándose al peliazul, quien rápidamente lo tomo por la cintura.
Un momento, esa voz…
--No estábamos diciendo nada malo, mami—dijo la niña, abrazándose a su madre.
--Si, solo me preguntaba de donde habían sacado mis hijos toda su lindura—exclamo el peliazul; dándole un beso en la frente a su esposo.
No podía ver su rostro; pero esa voz me traía antiguos recuerdos, recuerdos muy lejanos.
--¡Basta!, dejen de avergonzarme ante los invitados—dijo el pelirosado; agachando su cabeza, estaba lleno de vergüenza.
--No te preocupes cariño; a ellos no les molesta—exclamo el peliazul; dándole un beso en la mejilla.
--A ellos no, pero a mi si—
--Bien, él es mi bello esposo—dijo este; soltando a su esposo, permitiendo que volteara.
--Mucho gusto, mi nombre es Natsu Fernández--