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Mercy por Isaku Uchiha

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Notas del capitulo:

Uff al fin, mi piedad!!

Ya había amanecido cuando sus ojitos azules se abrieron entre los arbustos. Se levantó despacio como si todo el cuerpo le doliera, pero esa sensación sólo estaba en su cabeza; la realidad era que, como siempre, sus heridas habían sanado al amanecer mientras seguía dormido.

 

Había pasado toda la noche buscando la casona de los hermanos Uchiha, cuidándose de que no lo vieran o siguiesen, pero por más que intentó no pudo encontrarla. En la oscuridad de la noche todas las casas parecían exactamente la misma, a pesar de que ahora con la luz del día podía ver claramente lo opuesta que era una de otra. Un poco de eso, y un mucho de que estaba huyendo, asustado y herido, no le ayudaron a dar con el lugar que buscaba; el único sitio en la tierra en el que había sido tratado con dignidad.

 

Terminó en un pequeño parque rodeado de más casas de laberinto, que así era como había decidido pensar en tremenda maraña de calles y moradas sinfín, sintiendo una desalentadora pesadumbre envolverlo. En ningún momento mientras corría lejos del hogar de los hermanos había pasado un parque. Contuvo sus ganas de llorar al saberse perdido, y decidió esconderse dentro de una fila de arbustos profusos para descansar un poco y recobrar el aliento. Fue ahí donde el agotamiento lo tomó por sorpresa y lo hundió en un profundo sueño.

 

Ahora que ya había despertado tenía hambre, mucha hambre, y no pudo evitar pensar en la panadería que había “asaltado” con tanto éxito el día anterior. Daría todo por uno sólo de esos panes tan suaves y calientitos; entonces pensó en el arroz y las papas hervidas que Itachi le había dado, y sus ojitos comenzaron a llenarse de lágrimas por ello. En verdad quería regresar, lo deseaba con todas sus fuerzas… pero no sabía cómo. Nada alrededor se veía remotamente familiar de cuando huía, en lo absoluto; bien podría estar a un par de calles de la casona Uchiha que a varias, y lo peor, podría ser en cualquier dirección.

 

Se hizo bolita entre los arbustos y presionó sus orejas zorrunas contra su cabeza, empezando a llorar sin reparos. Era injusto, horrible. ¡No podía ser! ¿Cuánto más le quedaba por sufrir? Estaba cansado de todo, harto de esa humillante vida y de su terrible mala suerte.

 

Y justo por eso, no iba a ceder.

 

Apretó con fuerza los dientes mientras se asomaba alerta fuera del arbusto. Encontraría a los Uchiha, encontraría a Itachi, y averiguaría qué era ese delicioso aroma que lo llamaba a su lado.

 

 

 

 

 

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Desde temprano se habían levantado de la cama para alistar hasta el más pequeño detalle. Hoy debían estar tan presentables como hacía mucho que no lo estaban, por eso, apenas despuntar el día, se bañaron, desayunaron y ahora estaban terminando de arreglarse en sus respectivas habitaciones. Había pasado un tiempo desde la última vez en que se vistieron de traje, y si bien el que usaban para este día no era tan lúgubre como el último que se calzaron, se sentía inevitablemente extraño contra la piel.

 

Itachi terminó de anudarse la corbata bermellón y metió las manos a los bolsillos del pantalón, admirándose en el espejo, escudriñando sin piedad ese reflejo que le regresaba la mirada; el mismo semblante severo que su padre. Pensó que ese era un cuadro perfecto para alguna película de terror, pues toda la escena se veía aún más siniestra con la luz de la vela frente a él, ardiendo en el suelo. Desvió la mirada mientras suspiraba cansado, lo último que quería ahora era recordar lo parecido que era a su padre, y en el momento en que trató de deshacer ese pensamiento, los ojos se le quedaron en la cama. Un ligero rubor, apenas perceptible, coloreó sus mejillas al recordar la noche anterior; las sabanas y la almohada, incluso el aire en el cuarto mismo, todo estaba impregnado con un suave aroma que no podía explicar, y tan sólo el imaginar que podría ser debido a la leve estadía de Naruto ahí… era inquietante.

 

Naruto.

 

¿Qué habrá sido de él?

 

¿Estará lejos?

 

¿Estará bien?

 

Imposible de saber, y eso lo consumía por dentro.

 

- Ya estoy listo.- Miró a Sasuke en el marco de la puerta; estaba seguro que si pudieran verlo, sus padres estarían orgullosos del perfecto ejemplar Uchiha en que se había convertido. Vestido en traje de lana oscura, camisa blanca y corbata beige, parecía todo un señorito de negocios a punto de cerrar un trato importante. Itachi sonrió al imaginar cómo su madre podría pellizcarle las mejillas a su hermano diciéndole lo guapo que se veía.

 

- Entonces podemos irnos.

 

Hicieron una última revisión del lugar asegurándose de no dejar nada fuera de su sitio. Se sentía bien tener un poco de dinero otra vez, especialmente sabiendo que estaba bien oculto dentro del candelabro roto en el rincón. ¿A quién se le ocurriría entrar a una casa en ruinas a buscar dinero en un montón de fierro oxidado? Aun así, aquella sensación de seguridad no era tan enorme y gratificante como la de tener comida disponible de nuevo. La noche anterior, después de que Itachi regresara con el dinero de la venta de la colección de joyas y pasaran a comer algo, fueron de inmediato al supermercado y cada uno llenó más que a tope un carrito con comida y artículos de primera necesidad. Casi podían sentir las defensas del pobre Mustang arrastrarse contra el pavimento por todo el peso que llevaban.

 

Ahora la despensa estaba llena para al menos un par de meses, y eso era la más pura felicidad que un ser humano podía experimentar, o así les parecía a ambos Uchiha. La dicha que sentían era tan inmensa, que apenas y se vio opacada cuando al abrir la puerta principal, los hermanos repararon en la persona que los esperaba afuera.

 

- ¡Mis hermosos sobrinos!

 

 

 

 

 

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El camino hacia los tribunales no pudo haber sido más desagradable para Sasuke. Viajando en el asiento trasero, justo detrás del conductor, había pensado que sería una buena táctica para evitar la charla, no cruzar miradas a través del retrovisor y, de ser posible, usar el cinturón de seguridad para estrangular al bastardo que tenía enfrente; sin embargo, el aroma de su finísima colonia llegaba perfecto a sus narices gracias al aire que entraba por la ventana mientras avanzaban, haciéndolo preguntarse si en verdad había sido tan buena idea sentarse ahí.

 

En cualquier caso, todo era culpa de Itachi.

 

De alguna manera el muy desgraciado logró convencerlo de no encerrarse en la casa en cuanto salieron y vieron a Obito afuera, recargado en su precioso bentley mientras les sonreía como idiota. Según dijo, Madara lo había enviado para recogerlos y llevarlos directo a los tribunales, en donde los estaría esperando, pero Sasuke sólo escuchó que era un imbécil y venía a joderle la preciosa mañana porque sí. Si tan sólo Itachi no hubiera nacido con semejante autocontrol y poder de mando, ahora estaría de camino a la corte en su propio auto, disfrutando de la brisa matinal en su cabellera, el sol en el rostro, una buena estación de radio sintonizada y ¿por qué no? Hasta un puto unicornio de colores en el asiento del copiloto.

 

Cualquier cosa sería mejor, estaba seguro.

 

Miró disimuladamente a Itachi, sentado en donde Obito podría llevar su propio unicornio de colores, encontrándose con una mirada discreta y profunda; con esa sencilla expresión en su rostro, sentía la advertencia de su hermano mayor obligándolo a desistir de cualquier intento de estupidez que se le ocurriera hacer. Odiaba que aquella zarigüeya le amedrentara así. Bufó, regresando la mirada a la calle.

 

Al ver conseguido su objetivo de mantener a raya a Sasuke, Itachi volvió la vista al frente y pretendió interés en conversar con su tío. La situación ciertamente era extraña.

 

- No creí que Madara considerara necesario esto.

 

- Oh, sólo es precaución Itachi. No hay problema.

 

- Disculpa si te ofendo, Obito, pero no hablaba sobre tu molestia de venir hasta acá.- El Uchiha mayor le miró justamente ofendido por unos segundos, antes de regresar su atención al camino.- ¿De verdad mi abuelo pensó que huiríamos de esto?

 

“Pues sabe que seguramente lo harán cuando acabe”

 

Pensó Obito para sus adentros imaginando que en cuanto el juez diera el fallo, sin importar el resultado, Itachi y Sasuke desaparecerían del radar para siempre; era claro que no querían tener nada más que ver con la familia Uchiha, y por eso mismo su padre había viajado a América con el único fin de evitar aquello. Sin embargo, esa no era la razón por la que Madara lo envió a recogerlos.

 

- Las cosas han estado tensas en los últimos meses Itachi… no me refiero a nosotros, claro, así que deja de mirarme así.- Fingió una sonrisa boba a la mirada de desprecio que su sobrino mayor le dirigía.- Es sobre los Yamanaka. Desde la muerte de tu padre, esa familia ha demostrado su ambición por poseer hasta la más insignificante cosa que perteneciera a Fugaku con un descaro tan vulgar, que es una verdadera ofensa a nuestro linaje.- El tono tan serio que Obito imprimía en sus palabras era una clara señal de que no estaba bromeándoles como de costumbre, así que Itachi centró por completo su atención en su tío.

 

- Lo sé, Inoichi Yamanaka era el principal asociado de mi padre. Cuando me negué a cederle la mitad de las joyerías como compensación a su ridícula fantasía, me demandó exigiéndolas todas, junto con las propiedades y cualquier otra cosa que hubiera pertenecido a mi padre. Por eso estamos aquí.- La voz de Itachi se empañó con un amargo sabor a rencor en sus últimas palabras; Obito esbozó una sonrisa ladina.

 

- Ese bastardo de Yamanaka… vive de robarle a los demás. Se asoció con Fugaku porque sabía que el prestigio Uchiha lo acercaría a gente con dinero y poder, y ahora que no está, piensa quedarse con todo lo que tu padre consiguió con su trabajo sólo porque él llegó primero. Ciertamente, una ridícula fantasía.- Itachi lo miró de reojo antes de preguntar.

 

- ¿Y cuál es el problema?- Notó cómo su tío apretaba las manos sobre el volante y fruncía el rostro verdaderamente molesto. Jamás pensó ver esa expresión en alguien tan ridículo e infantil como Obito, así que naturalmente, aquello le dio un mal presentimiento que apenas pudo disimular.

 

- Su hija murió.- Un largo silencio los acompañó buena parte del camino. Mientras Itachi y Sasuke trataban de entender qué significaba aquello, Obito se esforzaba en contener la ira que le hervía la sangre. Si era cosa de Dios, estaba seguro de que lo odiaba.

 

- Oye…- Finalmente Sasuke se unió a la conversación.- No estarás diciendo que ese idiota de Inoichi cree que tuvimos algo que ver, ¿verdad?

 

- Es justo la mierda que pasa, Sasuke. Justo esa.

 

 

 

 

 

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Sus ojos oscuros sólo podían reflejar un sentimiento en ese momento: desprecio.

 

Clavaba la mirada en esa inquietante fractura en el vidrio, mientras sentía cómo daba al traste con la pulcra armonía de todo el vitral multicolor; tantos años había pasado fuera de aquél continente y apenas ahora volvía a recordar por qué: esa gente no tenía el más mínimo respeto por la perfección. Miraba fijamente aquél supuesto arte con la imagen de la dama de la justicia en él, imprimiendo una intensidad tal, que parecía tratar de explotarlo con la mente y acabar así con su sufrimiento, pero no pasó nada.

 

El cristal roto seguía roto, y la gente ignorante seguía ignorándolo.

 

No podía decidirse entre qué le exasperaba más: el griterío de reporteros detenidos al otro lado del corredor, las inquietantes noticias que Obito le había dado sobre la hija de Inoichi, la intempestiva juventud de Sasuke, o el vitral caído en desgracia.

 

Dio un largo suspiro para deshacerse de todas esas preocupaciones; lidiaría con ellas una a la vez y por ahora, el juicio era el primero. Obito era simplemente brillante en lo que hacía, tenía plena confianza en que su hijo sacaría del embrollo a sus nietos; lo que realmente le consternaba era la manera en que Yamanaka se lo tomaría, especialmente con su linda y única hija muerta en circunstancias poco convenientes. Vestirte como puta para infiltrarte en un burdel y robar uno de esos codiciados kitsune para sorprender a tu padre y ganar su admiración… es algo que cualquiera vería así dados los hechos, pero no Inoichi, no ese hijo de la gran puta; él era un sujeto que vivía en un castillo en las nubes y lo gritaba orgulloso a los cuatro vientos. Hasta donde Madara sabía, el muy imbécil ignoraba la clase de trabajo sucio que la chica hacía, por eso sólo le quedaba pensar que la familia Uchiha fue quien asesinó a su angelito para presionarlo con la demanda.

 

Jodido chiflado.

 

Irónicamente, se sintió un poco aliviado cuando el bullicio de aquellos reporteros se incrementó en sus oídos, haciéndolo girar el rostro y levantarse de su asiento al divisar a los suyos llegar. A pesar de la tensa relación, le pareció buena idea haber mandado a Obito por esos dos, parecía que no habían tenido inconvenientes en el camino.

 

- Padre.- Su hijo se inclinó en una leve reverencia, a la que respondió simplemente asintiendo; después miró a Itachi, quien le saludó de la misma manera, y luego a Sasuke, que le desafió con la mirada y sólo atinó a escupir su nombre. Sonrió.

 

- Qué gusto verlos después de tanto tiempo. A estas alturas está de más hablar, sólo resta hacer.- Dijo con firmeza mientras veía a su nieto más pequeño. Molesto por aquella mirada, Sasuke dio media vuelta y entró al salón de la corte sin decir palabra. Entonces Itachi suspiró.

 

- Lamento el comportamiento de mi hermano. Obito nos ha puesto al corriente con la situación y eso lo ha turbado.

 

- Seguro que sí, Itachi. Pero eso no aparta el hecho de que Sasuke necesita disciplina.- La mirada negra del nombrado se afiló.- Lo hablaremos más tarde, puedes ir a acompañarlo.- Itachi hizo una reverencia y se retiró. Madara pensó con agrado que de los dos hermanos, él era el que mejor disimulaba su disgusto; después se dirigió a Obito.- Parece que tuvieron un buen camino para acá.

 

- Así es. No tuvimos contratiempos, pero fue lo mejor. Con Yamanaka por ahí… más vale ser precavidos.- Madara asintió varias veces con satisfacción.

 

- Hay muchos locos sueltos hoy en día… como lady Mizukage. ¿La recuerdas?

 

- Sí, tu más insistente pretendiente. ¿Aún va a tomar el té a la mansión?

 

- Todas las tardes, sin falta. Esa mujer me desquicia con todo lo que habla y no me interesa, pero sería una grosería de mi parte negarle la cortesía. Curiosamente, hace apenas unas semanas al fin me dijo algo que de verdad llamó mi atención. Me contó sobre su última estancia en una campiña irlandesa, y cómo de entre muchas cosas, aprendió un poco sobre obsequios y arreglos florales.

 

- Ya veo.- La expresión en el rostro de Obito reflejaba absoluto interés a lo que su padre le contaba tan amenamente, pero en realidad sólo estaba alerta en caso de que el juez llegara y entrara a la sala.

 

- Rosas para el amor, camelias para la sinceridad, tulipanes para la amistad… jacintos para pedir perdón.- En ese momento, Obito se olvidó del mundo y miró a su padre directo a los ojos, asustado.- “Justo como las que veo en sus tumbas cada que vengo de visita. He notado que una vez al mes, una compañía privada viene a limpiarlas, retirar las flores marchitas y dejar nuevos y frescos jacintos en hermosos adornos. Es tan bello que puedo verlo desde lejos, resaltando entre tanta lápida gris” fueron sus exactas palabras.

 

Por primera vez en mucho tiempo, Obito sintió un sudor frío bajarle por la espalda mientras el abismo negro en los ojos de su padre lo doblegaba. Se sentía estúpido por ello, no era como si hubiese hecho algo malo, pero era justo así como se sentía; quizá sólo era parte del terror que Madara le infundía cuando lo miraba así. Abrió la boca un par de veces para tratar de decir algo en su defensa, pero nada salió.

 

- Te has convertido en un hombre muy exitoso, sin nadie que se te iguale en el ramo; tal es tu poder, que incluso estando al otro lado del mundo puedes darte el lujo de honrar con flores las tumbas de quienes insultaste en vida… y es patético, Obito.- El joven Uchiha sentía su orgullo mancillado, sabía que el escozor en sus ojos eran lágrimas queriendo salir, pero no lo permitiría, debía conservar un poco de dignidad. Estaba harto de continuar siendo torturado así.- Si quieres seguir hundiéndote en el pasado y autocompadeciéndote por eso… ten la decencia de dejar a Fugaku y Mikoto descansar en paz.

 

Madara lo pasó de largo y entró al salón. Obito presionó sus puños con fuerza hasta que los nudillos se le pusieron blancos; se sentía rabiar, quería golpear a alguien hasta destrozarle la cara, pero simplemente tomó el pañuelo en el interior de su saco y se limpió el rostro. Respiró por unos segundos hasta que su entereza volvió, entonces entró al salón.

 

 

 

 

 

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Cuando Itachi entró buscando a Sasuke, lo primero que vio fue a Inoichi sentado en el extremo del salón vestido del riguroso negro del luto, rodeado por su séquito de prominentes abogados y escuchando sin inmutarse cada palabra que le decían al oído. Encontró a su hermano en el extremo opuesto del lugar, y se sentó a su lado. Ambos hermanos miraban estáticos hacia el frente, nada en particular, sólo gozaban de ese pasatiempo único de ambos de ver pasar el tiempo sin pena ni gloria mientras trabajaban las ideas en su cabeza.

 

- Itachi.

 

- ¿Qué?

 

- Te dije que Naruto no había escapado de una mansión.

 

El Uchiha mayor cerró los ojos recordando con pesar aquella conversación a la mesa, en la que el siempre inapropiado de su hermanito daba al clavo para variar. Después de que Obito les contara cómo esa tal Ino había muerto tratando de robar al kitsune del burdel, su preocupación por el pequeño rubio había aumentado considerablemente; ahora sí que se sentía mal por haberlo dejado libre, pero increíblemente no se arrepentía de ello, sabía que eso era lo que Naruto quería y no podía negarle su libertad.

 

- Tenemos que encontrarlo.- Dijo más para sí que para Sasuke.- Tenemos que hallarlo antes que Yamanaka o cualquier otro desquiciado.

 

En ese momento Madara entró al salón y tomó asiento en los últimos lugares detrás de ellos, unos instantes después llegó Obito y se quedó a su lado sin decir nada; la seriedad de su tío era poco típica, por lo que les llamó la atención, pero decidieron ignorarlo por ahora.

 

De un momento a otro el juez entró y todos se levantaron para recibirlo; la faena comenzó. Tan rápido como un rodeo de poca monta, unas cuantas palabras airosas de Obito bastaron para derribar al suelo las mil y una apelaciones que el grupo de abogados de Yamanaka ladraban, iguales a patadas de ahogado. Cuando finalmente la humillación de aquellos hombres terminó, el juez concedió el fallo a los Uchiha.

 

Estoico, sin decir una sola palabra y para sorpresa de todos, Inoichi se levantó de su lugar y abandonó el salón. Antes de cruzar la puerta, dirigió una mirada fugaz a Madara, quien la sostuvo desafiante.

 

- Vámonos de aquí, Itachi.- Los hermanos se levantaron de su asiento y se dispusieron a dejar el lugar, ya tenían planeado cómo buscar a Naruto, esa era su prioridad, pero la voz grave de Madara los detuvo.

 

- Iremos a comer ahora; espero que no hayan olvidado cómo degustar la cocina japonesa.- Sasuke estuvo a punto de girarse y decirle a Madara que se fuera al carajo, pero la mano de Itachi en su hombro lo detuvo.

 

- Con gusto, Madara. Tenemos un asunto pendiente que atender lo antes posible, te haremos saber cuando estemos disponibles.- Finalizó el mayor de los hermanos con una exquisita sonrisa fingida. Al más viejo de los Uchiha le molestó aquello; esa actitud y esa elegante retirada debían ser usadas con los demás, no con otro Uchiha.

 

- Muy bien. Obito nos llevará a su dulce, dulce hogar entonces; quiero verlo con mis propios ojos.

 

Antes de poder negarse, ya estaban de vuelta en el bentley de Obito y de camino a la derruida casona que habitaban, nuevamente, por culpa del excelentísimo caballero que era Itachi y su habilidad para persuadir a Sasuke de que era lo correcto; una pequeña ventaja, sólo eso debían darle a Madara para que sintiera que aún estaba en control y los dejara tranquilos el tiempo suficiente para salir a buscar a Naruto, eso le había dicho Itachi. Esta vez había decidido sentarse detrás del asiento del copiloto, por lo que, si quisiera, podría matar a su hermano con la misma táctica del cinturón de seguridad que había planeado para Obito; sin embargo, la compañía que le hacía su abuelo al otro lado del asiento evitaba que se aventurara.

 

Durante todo el camino ningún Uchiha intentó abrir la conversación, ciertamente ninguno estaba de ánimos para ello, y eso le encantaba a Madara; podía disfrutar del paisaje citadino de aquél país en silencio, admirar los edificios y la gente que pasaban como si fuera un niño pequeño. En cuanto llegaron a la zona habitacional, se quedó asombrado de ver casas tan enormes y antiguas en perfecto estado, que no pudo evitar imaginarse viviendo en una de ellas. Pensó que después de todo, Itachi no tenía tan mal gusto en cuanto a casas, pues él había decidido comprar su nuevo hogar y el de Sasuke ahí. Notó que el automóvil bajaba su velocidad, por lo que miró con más atención las hermosas casonas que había alrededor para adivinar cuál era la que habitaban sus queridos nietos.

 

Mientras tanto, Obito venía dándole vueltas al asunto de Fugaku y Mikoto, prácticamente manejando en automático; de nuevo había caído en ese ridículo estado de autómata condescendiente que tanto despreciaba. Itachi y Sasuke, cada quien evitando hacer contacto visual con la persona a su lado, miraban por la ventana pretendiendo interés; sólo ellos divisaron con rapidez su precioso hogar, levantándose entre los ajenos muros de colores brillantes igual que una ruina antigua de alguna civilización perdida en la selva, con un peligroso animal al acecho justo en la entrada. Mirando mejor a la criatura, se dieron cuenta de aquella inusual, familiar cola esponjosa que buscaba la manera de entrar, y se permitieron un segundo de alivio.

 

Después, todo se tornó preocupación.

Notas finales:

Nos leemos en los reviews!! :3


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