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Juntos otra vez por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Las cosas comenzarán a complicarse para los dorados a partir de ahora. ¿Cómo van a poder controlar a sus hijos con la que se les viene encima?

“¿Qué ha pasado aquí?” preguntó Minos, apartando el pelo plateado de su cara. No le gustaba nada el panorama que le brindaba la última de las prisiones. El Cocytos tenía sendos agujeros donde debían estar algunas de las almas de los caballeros que se habían atrevido a levantar sus manos en contra de los dioses. “Mi señor…”

“Ella ha estado aquí” Hades apretó el puño. “Y no, no son buenas noticias. Se ha apropiado de los fantasmas de algunos de los caballeros de Athena más fuertes para su cometido” levantó la mano, reuniendo unas luces blancas en la punta de sus dedos. “Creo que voy a tener que tomar medidas realmente desesperadas” suspiró derrotado. “Enviaré refuerzos a mi antigua enemiga, refuerzos que de seguro me odiarán, pero me preocupa más lo que pasará si no lo hago.”

“¿No hay ninguna otra manera?” preguntó Aiacos, examinando el borde de algunos de los hoyos en el hielo, con cuidado de no tocar el agua del río. Sabía perfectamente lo poderosa y horriblemente letal que podía ser el agua de los ríos del inframundo. Cualquiera cuerdo, incluidos los dioses, preferirían morir antes que siquiera tocarla.

“No, no la hay” el dios del inframundo se agachó junto al herido Valentine de Arpía, que tenía unas heridas muy extrañas. “Chhhh, desearía… bueno, supongo que pronto podré hacerlo. Esa chiquilla se lo viene buscando.”

“¿Mi señor?”

“Nada, es cosa mía” reparó la superficie del río con un ademán. “Esa mujer… seguro se ha transportado al mundo de la superficie cuando terminó aquí” enseñó los dientes. “Se lo dije, una deidad que puede cruzar el velo de la vida y la muerte con tanta facilidad es muy peligrosa o incluso letal.”

“Dudo que eso le haya importado a ese egoísta” comentó Tanathos, observando con repulsión los daños producidos a la prisión. “Igual que no le importó mis reclamos acerca de que a ninguna alma se le debería otorgar el permiso de permanecer en el mundo de los vivos por más asuntos pendientes que tenga.”

“Que no te escuche” Hades entonces captó algo. “No se ha ido allá arriba. Los envió y luego bajó hasta el fondo” negó con la cabeza. “Voy a tener que ir allá abajo”

“¡No!” Hypnos saltó. “¡No lo haga! ¡Ni siquiera los dioses se atreven a ir ahí, menos una diosa menor cuyo único papel ha sido bailar junto a las almas en pena! ¡No hay manera de que pueda reemerger una vez ha caído ahí!”

“Si la hay, sólo es… muy difícil” el pelinegro parecía a punto de bajar, pero finalmente se decidió por lo contrario. “Este pozo… creo que lleva directo a mi peor enemigo. Es una trampa” se cruzó de brazos. “Supongo que Alcioneo está esperando, vaya trampa más mala” caminó lejos del hoyo. “Vamos”

“Como ordene” dijo el rubio, aliviado que su señor no bajara a las profundidades del universo. Era demasiado peligrosa. “¿A cuantos?”

“Sólo a unos pocos, no me puedo arriesgar mucho” negó con la cabeza otra vez. “Hypnos, ¿Cuántas prisiones ha atacado hasta ahora?” el dios del sueño tragó duro, sin querer responder a esa pregunta. “Entonces tendré que ponerme más serio. El siguiente paso será la tierra, Athena tiene que ser consciente de eso”

“¿Cree que vaya a atacar de inmediato?”

“Aún no es lo bastante fuerte como para salir del inframundo a plena luz del día, tendrá que esperar hasta después de vencerme… cosa que no logrará” de repente sonrió desafiante. “He estado esperando este momento por mucho muuuuucho tiempo.”

“Lo está disfrutando”

“Y no sabes cuanto” agitó las manos e inmediatamente se encontraron en la superficie. Aquellas luces brillantes de antes flotaban todavía alrededor del puño de Hades. Los dioses gemelos miraron a su alrededor, estaban en el santuario. “Es un lugar con el que todos están familiarizados… perfecto. Es el mejor lugar donde liberarlas.”

“¿Son los indicados?”

“Los únicos en los que puedo pensar” las luces escaparon de sus manos, dirigiéndose a distintos lugares. En otro lado, Litierses miraba por la ventana con poco interés a la naturaleza. En el patio de su casa en el Inframundo había un bonito jardín, uno lleno de frutos de gemas y grandes granadas… no le gustaba nada. A su padre tampoco. Parecía un recuerdo de una época pasada que a nadie le gustaría recordar en el infierno.

“¿Madre?”

“¿Sí?” preguntó Kagaho, ocupado en preparar el desayuno. Había estad preocupado por todos ahí abajo, preguntándose si debería escapar y pelear junto a ellos… pero sabía que debía permanecer ahí con su hijo para protegerlo.

“Papá ha estado aquí”

“¿Qué?” se volvió para observar al joven semidiós, que levantaba los brazos hacia el cielo a pesar de que estaba soleado. “¿Por qué no ha pasado a visitarnos?”

“Estaba ocupado, sólo ha soltado unas cuantas almas y se ha ido” contestó. De repente notó algo en un árbol y se retiró lo más que pudo hacia el interior de su cuarto. “Madre, estamos en problemas.”

“¿Qué pasa ahora?”

“Hay unos fantasmas observándonos muy de cerca y no son comunes” Kagaho dejó lo que estaba haciendo para ir con él y tomarlo de la mano. Estuvo a punto de preguntar qué tan mala estaba la situación, pero él también pudo ver las sombras antes de desaparecer. “No me gusta”

“A mí tampoco” lo arrastró fuera del cuarto que estaba ocupando. “¡Livi, nos vamos!”

“¿Qué sucede?” el chico salió de su propio cuarto frotándose los ojos. De repente fue también sujetado por el Bennu y arrastrado lejos de la casa. “¿Y ahora qué?”

“Van a tener que acostumbrarse a compartir habitación con Keats”

-En la casa de Piscis-

“Ya te lo he dicho, no me gusta que andes por ahí con ese chico, así que déjalo” Albafica miraba con cara de pocos amigos a su hijo mientras que Lugonis no sabía qué hacer. Por una parte se sentía extrañamente feliz de ver que su pequeño no manejaba las relaciones de su hijo mejor que él, pero también estaba preocupado por lo que les había dicho Kagaho. Si su espeluznante crío decía que los aprendices no tenían buenas intenciones respecto a sus niños, tenía razones para estar deseoso de mantenerlos lejos.

“¡Qué malo eres! ¡Taunus es bueno!” Keats abandonó la mesa airado, algo que nunca antes había hecho. El peliceleste se lo quedó mirando con los ojos como platos, ¿Qué demonios estaba pasando ahí?

“Bienvenido a la adolescencia” su padre le dio unos golpecitos en la espalda. “Es la etapa más difícil. Te hace desear que se hubieran quedado niños”

“Al menos entonces obedecían” el menor se frotó las sienes, sintiendo un dolor formándose ahí dentro. “Menudo niño, sólo tiene quince años y ya cree que lo sabe todo” se cruzó de brazos. “De todas maneras me encargaré de mantener a ese chiquillo lejos, no permitiré nada le pase a mi chiquito.”

“Y hablando de que le pase algo, ¿has conversado con los demás acerca de lo que te dijo el albino aterrador ese?”

“Se llama Litierses… aunque sí que es escalofriante” suspiró. “No, recuerda que hemos estado un poco ocupados. Tuvimos que reprogramar la reunión dorada por culpa de esos espíritus en los cementerios que estaban aterrorizando a todo el mundo y seguimos haciéndolo por la misma razón” miró hacia abajo. “Creo que podemos hablar ahora, todos han regresado.”

“Mejor hazlo. La vez pasada vi al jovencito de Virgo hablando con uno de esos idiota y si él ha caído entonces los demás…” ambos rodaron los ojos, sabiendo exactamente lo especial que era Ahimsa. “Me encargaré de Keats, él…” de repente se escuchó un alboroto a la entrada de las doce casas. “¿Ahora qué pasa?”

“No lo sé” bajaron a toda prisa, sintiendo mucha curiosidad acerca de qué pudo poner a todos tan a la defensiva. Cuando llegaron una multitud de caballeros dorados se había congregado en la casa de Aries, mirando con desconcierto y algo de desconfianza al joven que acababa de presentarse en su casa. Debía tener su edad, aunque su porte señalaba que era mayor. “¿Qué ha venido a hacer aquí?”

“No lo sé, pero demanda ver al patriarca y a mi maestro” contestó Shion, manteniendo su muro de cristal entre ellos y el extraño, cuyo cosmos se sentía extrañamente frío. Casi como el de Dégel. “¡No te voy a dejar pasar! ¡Menos si te muestras tan irrespetuoso con él!”

“Tengo que hablar con Sage” dijo como si nada, rodando los ojos.

“Te dije que no estaría pa… ¿maestro Krest?” Dégel de Acuario, que acababa de llegar, observó al antiguo caballero de acuario con los ojos como platos. Unity, que había bajado con Ilias, lo miró como si estuviera loco. Kardia también. El Krest que ambos recordaban era un viejo, pero su compañero… “Está justo como la última vez que lo vi”

“Hummmmm, Dégel, puede que no lo hayas notado, pero él no puede ser nuestro maestro” el escorpión finalmente habló y por primera vez el dragón marino estuvo de acuerdo con él. “Nuestro maestro es un viejo decrépito que vive en el hielo y que murió hace mucho tiempo” una gigantesca vena de anime comenzó a formarse en la sien del recién llegado. “Tú mismo estuviste ahí cuando pasó. Además, Krest tenía pelo por todas partes”

“Sí, bromeábamos sobre que parecía un yeti blanco”

“Malditos mocosos” el acuariano mayor levantando un puño mientras la vena de ánima alcanzaba proporciones colosales. “No siempre fui viejo, saben”

“¿Cuándo no lo fue?” preguntó Kardia.

“Sí, desde que recordamos Krest siempre ha sido viejo”

“Oigan…” Dégel los miró como si fueran suicidas antes de apartarse de los dos, cosa que sabiamente imitaron los otros dorados.

“… y el pelo, todavía no puedo imaginármelo sin…”

“¡EJECUCION DE AURORA!” un rayo de hielo congeló a ambos en un instante, lanzado por el airado aguador mayor. Su discípulo sólo suspiró y golpeó el hielo que ahora contenía a su mejor amigo y a su amante. “Malditos niños irrespetuosos”

“Al menos vea el lado positivo, maestro, ahora todos reconocen su cosmos como un acuario” señaló a la tropa de dorados que estaba más que confusa. De repente Sage y Hakurei hicieron acto de presencia.

“¿Krest?” los gemelos peliblancos preguntaron. Después de escuchar una corta historia de cómo había llegado ahí su compañero muerto lo invitaron a desayunar y todos terminaron en el comedor de la cámara del patriarca, con Kardia y Unity envueltos en mantas muy gruesas que les ayudara a recuperarse de la hipotermia.

“¿Entonces el maestro rejuveneció? ¡Achú!” el peliazul estornudó, mirando extrañado al hombre que ahora comía vorazmente delante de él, asintiendo cuando alguno de los lemurianos mayores le hacía una pregunta. “¿Dónde están los niños, por cierto?”

“Desayunando con otros de su edad, pensé que era bueno ahora que estamos todos tratando con cosas de adultos” el de lentes le pasó una taza de chocolate caliente para que entrara en calor. “En cuanto al maestro… bueno, supongo                 que como ustedes no lo vieron en sus últimos días no sabían cómo se veía cuando era joven.” Señaló “Justo así”

“Pues… es extrañísimo” comentó el escorpión. Por su parte, Unity pensaba en otra cosa mientras sorbía la tercera taza de café de la mañana. Ilias, a su costado, charlaba con su hijo mayor mientras se preguntaba mentalmente qué tenía a su amante tan abstraído.

“Oye” finalmente el marina le susurró al león. “Con su apariencia joven, he notado algunas cosas” siguió diciendo en voz baja. “¿No crees que Krest y Kardia se parecen? Físicamente, quiero decir.”

“¿Krest y Kardia?” el mayor les echó una buena ojeada a ambos. “Ahora que lo dices… sí, son parecidos físicamente” Ilias miró su té. “¿Por qué preguntas?”

“¿No te resulta extraño que se…?” de repente la mirada de Krest se posó en él y cerró la boca antes de que esta le hiciera ganarse un pasaje directo al interior de un ataúd de hielo otra vez. “¿Se le ofrece algo, maestro?”

“Sí, necesito que me lleves de regreso a Blue Graad inmediatamente” exigió el hombre, dejando por fin sus cubiertos en el plato. “Tengo que asegurarme de algo ahí”

“¿Por qué no lo hizo antes de venir aquí? Según lo que recuerdo su tumba estaba en Blue Graad” comentó su discípulo, pero se quedó callado al ver la expresión de su rostro cuando terminó de hablar. La conocía muy bien.

“Tenía que entregar esto primero” les mostró un pergamino sellado con cera negra. “Es sólo para los ojos de Athena, eso fue lo que me dijo esa voz… no sé quién era, pero dudo que quiera hacerle daño a la diosa”

“Tiene el escudo de armas del Inframundo” Krest estuvo a punto de tirarlo al piso del shock. Y no lo habrían culpado, todavía no sabía que Hades ya no era su enemigo. “Tranquilo, ya no es como antes. Hemos logrado pactar con ellos, las guerras entre nosotros se han acabado” se levantó, seguido por su hermano. “Si es sólo para los ojos de Athena entonces será mejor entregárselo cuanto antes. Luego Unity te puede llevar a Blue Grad.”

“¿Y por qué…?”

“Gracias, Unity” y los tres mayores se fueron. Unos minutos después salió la diosa en persona, acompañada por ellos con una cara de preocupación. Se veía que estaba mortificada por algo. “Mi señora…”

“Tengo que ausentarme unos días” ella dijo simplemente, cogiendo su báculo de Niké y ajustándose el collar de oro. “Debo ir al Olimpo a razonar con la diosa más testaruda y posiblemente la más pedante del mundo para que me dé algo” chasqueó la lengua molesta. “Espero que me lo dé. No me odia tanto y es un encargo de Hades, así que… qué digo, se va a negar.”

“Athena…”

“Bueno, mientras estoy ausente rogándole porque nos dé lo que es posiblemente la única cosa que puede impedir que una horda de fantasmas domine tanto el Inframundo como la tierra, ustedes van a tener que vigilar este lugar sin mí” Sasha terminó con sus preparativos. “Se los encargo mucho.”

“Sí, señora” respondieron los mayores, mientras que los otros simplemente se quedaron callados.

“Y por cierto, más caballeros del pasado deben estar por llegar. Asegúrense de recibir a nuestros refuerzos apropiadamente y preparar en sus templos habitaciones adecuadas para que residan. Y tengan cuidado con quienes aparezcan, no todos van a ser regalos para nosotros. Pregúntenle a Litierses si son aliados o enemigos.”

“¡¿Qué?!” entonces la diosa se desvaneció en un halo de luz dorada. Sus hombres rodaron los ojos, pensando en lo que harían ahora. Incluso Albafica se había olvidado de lo que había ido a hablar con los demás.

“Bueno, creo que me voy a…”

“Unity, tú te quedas donde estás” Krest utilizó una voz que nunca fallaba en paralizar a sus aprendices donde estaban. “Hakurei va a hacernos el favor de llevarnos y traernos de Blue Graad para que no tardemos tanto.”

“Y… ¿Qué quiere ver cuando estemos ahí?” el pobre ex marina pidió en su fuero interno que no fuera el casi roto sello de Poseidón, porque ahí sí que lo dejaba encerrado en un ataúd de hielo por el resto de la eternidad. Si se enteraba que había sido él, por supuesto…

“Un sitio… No se lo he mostrado a nadie” le hizo una seña para que avanzara hacia donde estaba el peliblanco mayor, que les tendió una mano a cada uno y desapareció. Aparecieron en una tierra de hielo, como todas las que caracterizaban a Blue Graad. “Por aquí”

“Sí” los tres recorrieron el paisaje helado hasta llegar a una cueva con una imagen de Athena grabada en la parte superior. Por adentro estaba sobriamente decorada, con braceros hechos de hielo eterno en las paredes. “¿Qué estamos buscando aquí? ¿Acaso alguna de esas joyas de las que me contó Dégel?”

“Es una joya, no hay duda de eso… pero no la que tú esperas” llegaron al fondo. Krest frunció el ceño al iluminar la estancia. Ahí sólo habían pedazos de hielo regados en el piso. El acuariano se agachó para coger uno. “Ahora sólo roguemos porque sea un aliado en lugar de un enemigo.”

-En el santuario-

“¿Pero qué diablos ha pasado?” se preguntaba un peliazul mientras caminaba por su antiguo hogar. “Lo último que recuerdo es haber peleado con esos tres… y creo que morí, pero… si lo hice… ¿Cómo puedo estar aquí? Demonios, mi cabeza es un revoltijo” se la sujetó como si le doliera. “Mejor regreso a escorpio, apuesto a que ahí”

“¡Alto!” alguien le cerró el paso incluso antes de que pudiera llegar a las doce casas. Se puso en posición de combate y miró a su oponente, evaluándolo para averiguar cómo vencerlo. Sólo entonces se dio cuenta de que lo conocía.

“¿Ilias?” preguntó sorprendido.

“¿Zaphiri?” el león bajó un poco la guardia. “¿Zaphiri de Escorpio? ¿Realmente eres tú?” de repente recordó las palabras de Athena y se puso en posición otra vez. “Quédate donde estás y no te muevas”

“¿Aún estás molesto por lo que hice la última vez? Mira, tenía buenas…”

“Quieto…”

“Tranquilo” Sage apareció a su costado también. “No es un enemigo. He hablado con Litierses y él me ha dicho que esa deidad con la que estamos en guerra no puede lograr una resurrección completa” el patriarca sonrió. “Sus esbirros no pueden soportar la luz del sol” le dedicó una seria mirada al caballero resucitado. “Bienvenido de vuelta, Zaphiri”

“Gracias… supongo” el escorpión avanzó para darle un apretón de manos. A sus espaldas, por la conmoción, vio a un grupo de jovencitos que llegaba portando las armaduras doradas. Y uno de ellos traía la suya. “¿Quiénes…?”

“Ah, llegan en el momento preciso. Quiero presentarles a Zaphiri, el antiguo caballero de escorpio” le hizo una seña al mocoso peliazul que llevaba su armadura. “Zaphiri, este es Kardia, tu sucesor. Te presentará a todos y te enseñará el santuario”

“Sí… claro… hola… supongo” se dieron la mano calladamente, pero inmediatamente la separó. El otro frunció el ceño, parecía que no le agradaba. Mientras tanto, la mente de Zaphiri iba a mil por hora. Este cosmos… la conocía… pero… no podía ser. De repente un solo pensamiento se apoderó de él, sintiendo más terror que nunca:  ¡KREST ME VA A MATAR!!!

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Review!!!


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