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Perro prisionero por Fullbuster

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En la oscuridad y la soledad de aquel calabozo de la comisaría, Deidara ocultaba su nerviosismo. Sabía que saldría pronto de allí, que pagarían su fianza o que harían algo, trabajaba para gente importante, Pain no iba a permitir que le retuvieran en un calabozo por mucho tiempo.


Sentado en su camastro, Deidara observó a través de las rejas el iluminado pasillo. Unos pasos se escuchaban y seguramente venían a por él, para sacarle de aquel problema en el que estaba metido. No era idiota, sabía perfectamente que le habían pillado, que sabían sobre su involucración en aquel asunto.


Los guardias llegaron hasta su reja y sacaron unas llaves de su cinturón para abrir la puerta. Deidara se puso en pie con una ligera sonrisa y es que lo más seguro, sus compañeros habían hecho presión para sacarle de aquel lío. Pain era el hijo primogénito de una de las familias más poderosas de la ciudad, no estaría dispuesto a dejarle a él allí encerrado.


- Acompáñanos – comentó el guardia.


- ¿Ya han pagado mi fianza?


- Lo lamentamos, pero no tienes fianza. Tu juicio empieza mañana.


- ¿Mi juicio? Debe ser un error… hay gente poderosa fuera esperándome, ellos pagarían mi fianza.


- Entonces le recomiendo que haga esa llamada que tiene permitida.


- Claro que la haré – dijo Deidara enfadado y algo preocupado.


Deidara siguió al guardia por el pasillo entendiendo que estaba en un lío, pero ahora su única salvación era llamar a Pain y que le explicase lo que estaba ocurriendo, porque ya no podía contar con nadie más. No tenía familia, ni amigos, tan sólo Pain y sus hombres habían estado toda la vida con él. No podía recurrir a nadie más y Pain tendría que ayudarle, no quería pensar que pudiera dejarle allí encerrado.


Mientras Deidara se debatía entre sus propios pensamientos y se hundía en la idea de buscar una solución a su problema, Pain disfrutaba en su habitación con su más reciente adquisición. Aquel chiquillo hacía unos meses que se había escapado del orfanato en el que estaba y Pain, había aprovechado la oportunidad para convertirle en uno de los suyos. No era ni mucho menos tan bueno como Deidara, pero aprendería el oficio de engañar con rapidez, estaba convencido de ello.


Cerró los ojos relajándose, llevando sus manos a la cadera de aquel chico moreno para indicarle el movimiento que a él más le gustaba, profundizando sus embestidas y dejándose deleitar por los suaves y tímidos jadeos del chico. Sería una buena adquisición pese a que echaba en falta a Deidara. Con él las cosas siempre eran más fáciles, nadie se resistía a los encantos, la seducción y las mentiras de ese muchacho.


Unos golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos enfadado. No podía creerse que alguien pudiera molestarle en aquel preciso momento cuando estaba recibiendo su mayor placer. Pese a ello, intentó mentalizarse que debía ser importante para que le interrumpieran como lo estaban haciendo, así que le insistió al chico para que continuase cabalgando sobre él mientras le permitía el paso al guardia.


- Lamento la interrupción señor, pero… es importante. Deidara le llama por teléfono.


- Dile que espere, estoy ocupado.


- Está en comisaría.


- ¿Qué? – se levantó de golpe de la silla tirando al otro chico al suelo - ¿Cómo que en prisión? ¿Y qué hacéis aquí en vez de pagar su fianza?


- No es tan fácil, le están investigando por complicidad con nosotros. Si descubren que es cómplice, nosotros estaremos también en un buen problema. Es mejor que piensen que sólo se estaba prostituyendo.


- Tenía que ser precisamente Deidara – maldijo Pain lanzando al suelo los objetos de encima de una de las baldas de la habitación – maldita sea. Pásame el teléfono y tú sal de aquí y arréglate – expresó hacia el chico que seguía en el suelo.


Pain habló por teléfono con Deidara, pero estaba convencido, que ese rubio no esperó lo que iba a escuchar de él y es que… no podía hacer absolutamente nada para ayudarle. Ya tenía a algún juez tras sus pies pero nunca habían podido pillarle por falta de pruebas, si ahora ayudaba a Deidara, tendrían pruebas necesarias para ver la implicación. Pain trató de calmarle expresando que sólo le caerían como mucho un par de años por un delito de prostitución, era menor de edad, así que seguramente el juez sería algo blando si le contaba alguna triste historia de su pasado, aun así, cuando Deidara colgó, Pain supo que ese chico estaba enfadado.


En la sala de interrogatorio donde habían dejado a Deidara, el policía entró nuevamente tras haberle permitido hacer la llamada. Se sentó frente a él exponiéndole sus derechos y lo que ocurriría a partir de entonces. Deidara seguía  envuelto en su mundo cuando escuchó la pregunta más importante en aquel momento.


- ¿Quieres llamar a un abogado? – escuchó Deidara.


- No tengo un abogado – le aclaró Deidara al policía.


- Llamaré a uno de oficio.


No tuvo más remedio que esperar. Los minutos pasaban frente a sus ojos. No podía dejar de mirar aquel reloj de la pared pero al menos, los policías le trajeron una botella de agua. El abogado llegó casi dos horas después. Era un chico moreno, de penetrante mirada y rostro serio. Se sentó frente a él dejando una carpeta en la mesa y la abrió para leer el informe policial.


- ¿Deidara tan solo? – preguntó - ¿Sin apellido?


- Sin apellido – dijo sin más el chico.


- De acuerdo – suspiró el joven abogado.


- ¿No eres muy joven para ser abogado? – preguntó Deidara acercándose hacia él.


- Me gradué el primero de mi clase. Ahora trabajo como abogado de oficio para coger experiencia.


- Es decir… que tengo a un novato. Genial – comentó Deidara dejando caer la espalda contra el respaldo de la silla.


- Novato… buena palabra, pero sigo siendo bueno en lo que hago. Con una buena defensa puedo conseguir que te reduzcan la condena un par de años. Es tu primer delito, no has tenido problemas con la ley antes y apelando a una buena base dramática es posible que te den una oportunidad.


- ¿De cuánto estamos hablando? – preguntó Deidara.


- Un año… quizá la mitad por buena conducta.


- Seis meses – susurró Deidara – seis meses en una prisión.


- En una prisión para menores.


- No hay forma de librarme ¿Verdad?


- No lo creo. Investigaré tu caso a fondo pero… mañana tienes una vista previa y en unas semanas tendrás el juicio. No voy a mentirte, lo tienes muy complicado para escaparte de prisión.


- Pues qué bien – dijo con ironía Deidara.


- Mira chico… estás en un buen lío, te acusarán como mínimo por prostitución.


- No me estaba prostituyendo – aclaró Deidara con cierta sonrisa – era un hombre en un bar, sólo ligué con él, no me pagó nada.


- Eres un menor de edad, bebiendo alcohol en un local no apto para menores de edad. Créeme… te pillarán por un lado o por otro y si consiguen ver tu implicación en temas de prostitución te caerá más que los seis meses a los que intento rebajar tu condena. No hablemos si es que ocultas algo más y estás metido en bandas. Extorsiones, chantajes, abusos… créeme… necesitarías un milagro para salir de esta.


Deidara pareció bajar la defensa ante aquellos argumentos. Era cierto que podía ser mucho peor su caso, ahora mismo apenas tenían nada en su contra, unos meses de prisión frente a todo lo que le podía caer si se sabía la verdad y hasta donde estaba metido en las operaciones de sus compañeros.


- Ni siquiera me has dicho tu nombre – dijo Deidara al final – imagino que necesitaré saber el nombre de mi abogado.


- Sasuke – dijo – Sasuke Uchiha.


- ¿Seis meses? – preguntó Deidara.


- Haré un trato con la fiscalía, intentaré reducir todos tus cargos. Tienes suerte que sea tu primer delito, aun así, el centro de menores te estará esperando una temporada.


- Genial, un correccional.


- Sí, es lo mejor que puedo ofrecerte ahora mismo.


Tal y como su abogado le explicó, en las siguientes semanas se realizó el juicio y su vista previa, por suerte para él, aunque pedían más años, Sasuke consiguió rebajárselo a los seis meses como le había prometido. Su traslado a la penitenciaría de menores de veintiún años fue inmediato. Su abogado le explicó que pasaría una vez estuviera instalado para hablar sobre el caso y revisarlo. Quizá le vendría bien si conseguía sacarlo antes, todo dependía de su comportamiento.


Deidara no podía evitar sentirse nervioso. Era la primera vez que lo detenían, no sabía muy bien lo que le esperaba aunque había escuchado historias. Pese a ello, sabía que Pain no le abandonaría así sin más, algunos de su banda debían estar en prisión y por tanto, aún podría contar con su apoyo allí dentro… o eso esperaba él.


Tras registrarle en la base de datos, requisar sus objetos personales y ponerlos a buen recaudo hasta que pudiera salir y llevárselos, le dieron su uniforme nuevo. Lo miró con cierta preocupación pero ya no había vuelta atrás, sus siguientes seis meses estaría allí dentro y ahora más que nunca, debería poner en práctica todo lo que aprendió con Pain para conseguir sobrevivir a ese desastre.


Un psicólogo lo evaluó en una sala contigua y luego, el médico le revisó para asegurarse que estaba bien. Allí le informaron que pasaría los primeros cuatro días en una celda en aislamiento pero después, el patio con el resto de reclusos le esperaba y por supuesto, su nueva celda con un compañero.


Mientras todo el papeleo de ingreso se llevaba a cabo, Itachi, actual director provisional de la prisión de menores, se encargaba del papeleo. Odiaba aquel puesto, nunca le había gustado estar simplemente encerrado en un despacho. Él era policía, le gustaba serlo pero cuando su padre, antiguo director de la prisión se jubiló anticipadamente, llamaron inmediatamente a Itachi para que le sustituyese provisionalmente hasta que encontrasen a alguien.


Miró por la ventana unos segundos, ansiaba la libertad que tenía antes. Siempre había vigilado las calles, estaba en bandas y armas, uno de los departamentos más peligrosos y en el que más agentes de incógnito perdían, pero aun así, le encantaba su trabajo y ahora estaba encerrado en esa oficina hasta que encontrasen a un sustituto. Odiaba ascender en los cargos y más… ser el hijo de Fugaku Uchiha, él siempre estaba en el punto de mira, siempre le habían considerado el genio y por tanto… le llamaban para cualquier problema.


Unos golpes en la puerta le hicieron volver a su realidad. Estaba atrapado en esas cuatro paredes, cuidando de unos críos que se pasaban la vida delinquiendo en vez de estar allí fuera en las calles ayudando a sus compañeros. Se sentía completamente inútil en aquel puesto y sólo esperaba que todo acabase pronto.


- Adelante – resopló justo cuando acabó de decirlo.


- Director, el teniente Miyuzaka desea verle – expresó uno de los administradores de la penitenciaria.


- Dile que pase.


Aquellas visitas eran extrañas. Un teniente no solía salir de su despacho en la comisaría, sin embargo, allí estaba. Para Itachi era tanto una sorpresa como un incordio. Él también era teniente en la comisaría y sin embargo, salía a patrullar, le gustaba su trabajo y pese a que habían tratado de cerrarle el paso, Itachi siempre conseguía lo que quería y le habían ofrecido el permiso para seguir en la calle… hasta ahora.


- Teniente Uchiha – expresó el invitado en cuanto entró.


Itachi se levantó de su asiento e imitó la reverencia que había hecho la persona que acababa de entrar, luego le invitó a sentarse.


- ¿En qué puedo ayudarle Teniente Miyuzaka? – preguntó Itachi sentándose también tras el escritorio.


- Verá… me han dicho que usted es el mejor agente encubierto que han tenido. Ha desmontado varias operaciones importantes e incluso detuvo a algunos miembros de bandas.


- Así es, pero lamento comunicarle que hasta nuevo aviso, éste es mi puesto de trabajo. Ya no hago misiones encubierto.


- Lo sé.


- Usted dirá entonces en qué puedo ayudarle.


- Deidara.


- No me suena – aclaró Itachi mirando fijamente a ese agente.


- Acaba de ingresar en su penitenciaría, le conocerá en breve. Necesitamos información sobre él, con quién se mueve aquí dentro, qué hace, si planea algo.


- Quiere que le espíe – comentó Itachi - ¿Tan importante es?


- No, sólo es la marioneta de alguien importante. Mis hombres llevan muchos meses tras la banda más débil aliada con los Yakuza, la familia Myojin.


- He oído sobre ellos, Yahiko Myojin heredó el clan de su padre a su fallecimiento, se hace llamar Pain por los suyos – comentó Itachi – dicen que son impenetrables, nadie ha podido vincularlos con ningún acto delictivo. ¿Qué tiene que ver ese chico?


- Creemos que trabaja para ellos o al menos… le reclutaron. En el juicio no hemos podido vincularlo a la banda pero…


- Queréis pruebas para encerrar a Yahiko y su banda.


- Sí.


- Ese chico no cooperará, sabe que está perdido si lo hace. Si delata a los suyos lo matarán y aquí dentro es muy fácil, hay muchos integrantes de bandas.


- Ahí entras tú, necesitamos algo que pueda vincular el caso de ese chico con la familia Myojin.


- Lo intentaré, pero no os prometo nada. Le mantendré vigilado.


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