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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa, querubines ;) 


Aquí la actualización. Debo decir que es el capítulo más largo que he escrito hasta ahora, así que les recomiendo que lo lean con calma y con tiempo xD (dura alrededor de 16-18 páginas en word, paraque se hagan una idea) No pude acortarlo, no podía quitar nada D_D 

El próximo capítulo será especial :) 

Espero que les guste
PD: Hice muchos cambios mientras escribía el capítulo y escribo muy rápido, así que posiblemente se encuentren con algunos horrores -errores- Si los ven, por favor avísenme para corregirlos. 

Capítulo 17





   —Así que estabas aquí… —me acerqué a Ada y cubrí su cabeza con mi chaqueta para que la lluvia no la siguiera empapando—. ¿Ya desayunaste? 

   —No tengo hambre —sonrió, pero yo bien sabía que esa era una sonrisa falsa. Me senté a su lado, estábamos frente a la tumba de David—. Estoy un poco nerviosa… ya sabes, por el viaje. 

   —Me imagino —acaricié con los dedos los bordes rugosos de la piedra que llevaba el nombre de David e intenté sonreír, para que ella se sintiera segura—. Ha pasado un tiempo… 

   —Lo extraño mucho —interrumpió, en un sollozo y levantó el rostro humedecido por la lluvia y por las nacientes lágrimas que llenaban sus ojos, para mirarme—. He intentado no pensar en ello pero… 

   —Lo sé… —tomé su mano—. Es difícil acostumbrarse a la idea de que no está —Ella asintió con la cabeza repetidas veces, como dándome la razón. 

   —Todos los días pienso en lo feliz que estaría él aquí… —Sus hombros se sacudieron por culpa del llanto que intentaba contener—. Es injusto, ¿no crees? David trabajó tanto por esto y ahora… 

Suspiré. 

   —Lo sé —dije. Ada comenzó a llorar. La abracé. 

  —L-Lo siento, Reed… —intentó calmarse y apartarse.

   —Llora todo lo que quieras… —la estreché con más fuerza entre mis brazos, para que no se alejara—. Dicen que el reprimir tanto las emociones podría matarte algún día… 

  —¿Dónde leíste eso?  —lloriqueó.

   —En realidad, alguien me lo dijo —reí. Su cuerpo se relajó y se echó a llorar entre mis brazos. Sabía que ella estaba aterrada, sabía que ella vendría aquí cuando no pudiera controlar su miedo. En ese sentido ambos nos parecíamos mucho, en el pasado, tanto ella como yo recurríamos a David cuando la situación nos superaba;  yo buscando consejo, ella, unos brazos que pudieran protegerla más allá de lo que los míos podían hacerlo. Siempre fue así y siempre lo supe. Jamás me molesté por ello. 

  —De verdad lo extraño mucho… —repitió, entre sollozos—. Se ha sentido tan extraño desde que murió… 

   —Lo sé… —repetí, otra vez. Era lo único que atinaba a decir. Le acaricié el cabello por debajo de mi chaqueta. Sabía que la muerte de David sería difícil de superar para Ada, ella no sólo lo quería como un padre, sus sentimientos eran más profundos y ahora podía comprenderlos bien. Quizás ella nunca se dio cuenta. ¿Cómo iba a hacerlo si nunca nadie le había hablado de amor? Pero el amor es algo químico, casi instintivo y yo sabía que en algún momento debía enamorarse. Me di cuenta un día cualquiera, hace tres años; cuando ella, aun siendo una niña de apenas doce años, intentó hacer todo lo posible para alejar a una mujer que estaba teniendo una simple conversación con David. Con ese pequeño gesto me di cuenta de que ella se había enamorado de él, pero intenté no darle mayor importancia. Él era un hombre demasiado mayor para ella, y para mí, el amor de Ada no era más que el clásico “Complejo de Electra” por el que pasa la mayoría de las niñas. 

Pero esta actitud se mantuvo con los años, Ada comenzó a crecer y se volvió una chica encantadora y atractiva. Tuve miedo de que, con toda esa inocencia de una chica enamorada, ella intentara seducirlo y él acabara correspondiéndole. David era un hombre con reglas y moral propias, nunca le vi estar con alguna mujer u hombre, no sabía cómo era él en ese aspecto.

 

   « —Me di cuenta desde el primer día… —sonrió aquella vez en que decidí acercarme a él para hablarlo—. Ada es una chica fuerte, es inteligente y es hermosa como ninguna en este barco… 

   —¿¡Entonces…tú también!? —grité. 

   —No te confundas, Reed David endureció su voz para calmarme, pero ni siquiera tuvo que alzarla—. Puede que considere que es una chica hermosa, pero la belleza es algo que puede observarse desde lejos y en silencio. Nunca intentaría algo con Ada, no hasta que ella tenga la suficiente madurez como para amar con la cabeza y no con sus hormonas. »

 

Fue después de esa corta conversación que decidí dejar el tema y tranquilizarme. Ahora que lo pienso, quizás David sí estaba enamorado de Ada, pero era un amor imposible para él, él lo haría imposible hasta que ella fuese mayor y pudiese tomar sus propias decisiones. 

Y ahora que lo pienso, quizás él era el único hombre en la tierra que yo aceptaría para ella. 

   —¿Q-Qué pasa, Reed? —La voz de Ada me sacó de mis recuerdos. Parpadeé un par de veces. 

  —¿E-Eh?

   —Te me quedaste viendo de pronto… ¿¡T-Tengo algo en la cara!? 

«Sí, la tienes roja de tanto llorar», pensé en decirle.

   —Nada… —sonreí y sequé algunas de las lágrimas que manchaban su rostro—. Es sólo que estaba pensando.

   —¿Pensando en qué? 

   —En que David estaría orgulloso de ti si viera lo fuerte que te has puesto en tan poco tiempo… —comenté.

   —¿T-Tú crees? —pude ver cómo sus mejillas sonrojaron cuando dije esto. Asentí con la cabeza. 

   —Estoy seguro de ello, pero tienes que hacerte más fuerte aún. Recuerda que él se sacrificó para que estuvieras a salvo. 

   —Él se sacrificó por ti… —indicó y entonces fue ella la que me abrazó. Es verdad que David me había salvado de un disparo de Shark cuando ambos estábamos a punto de lanzarnos por la borda, pero ahora que reflexionaba sobre esto, me di cuenta de que quizás su verdadero motivo siempre fue mantener a Ada a salvo. ¿Quién sabe? Las intenciones de ese hombre siempre me parecieron más grandes de lo que podía verse a simple vista.  

Lo único que tenía claro ahora era que él creía que yo podía mantenerla a salvo. Creyó en mí, de la misma forma en que creyó Natasha. 

No iba a defraudarlos. 

Ada se estremeció. 

   —¿Qué ocurre? —pregunté en el momento que ella se separó de mí para enderezar su espalda y endurecer su rostro; era un gesto instintivo, como el de un animal poniéndose a la defensiva. 

   —El chico del otro día… —susurró apenas, sin dejar de mirar a algún sitio que estaba tras mi espalda—. Oliver.

   —¿¡En serio!? —giré la cabeza un poco, para mirar disimuladamente. Efectivamente era él, traía una flor en la mano que dejó sobre una de las tumbas que estaban a unos metros de nosotros, supuse que era la de Axel—. Debes irte, Ada. Partiremos en tan sólo unos minutos más. ¿Ya te despediste de todos? 

   —N-No, pero…

   —Ve tranquila. Yo debo hablar algo con él antes de partir. 

   —E-Ese tipo es peligroso, Reed. 

   —¿De verdad piensas eso? —reí y le di un pequeño golpecito en la frente—. ¿Ya te olvidaste de Shark? ¿Ya te olvidaste de los cazadores? ¡Esos son tipos peligrosos! Él no es más que un chico resentido por la muerte de su hermano. Ya deberías saberlo. 

   —Tienes razón… —Ella miró una vez más hacia él y pareció dudar—. Está bien, te veré en la orilla —llevó una mano a su cabeza para quitarse mi chaqueta. 

   —Espera… —la detuve—. No la necesito, sólo quiero algo que está adentro… —metí la mano en el bolsillo para sacar lo que había estado ahí durante todos estos días—. Llévatela, vamos, no querrás resfriarte. 

   —Nos vemos luego —se levantó para marcharse y yo no pude evitar la sonrisa orgullosa que esbocé mientras la veía alejarse. Hace tan sólo unas semanas ella era una chica temerosa, que no se nos separaba a menos que la obligaran a hacerlo. Ahora la veía caminando sola y libre, sin miedo a Shark ni a ninguno de sus hombres. Se había transformado en una chica fuerte, en una que incluso se sentía capaz de defenderme de alguien como Oliver. 

Definitivamente tanto Natasha como David estarían orgullosos. 

Me levanté para caminar hasta donde estaba Oliver y me acerqué en silencio, con cuidado. No sabía cómo iba a reaccionar. 

   —Hola… —saludé. Él volteó hacia mí un segundo, luego volvió su vista hacia la tumba frente a la que estaba arrodillado. En ella podía leerse el nombre “Axel Baker”—.  ¿C-Cómo estás? 

   —¿Qué haces aquí? —gruñó, sin dejar de mirar la tumba. 

Carraspeé la garganta. Debía tranquilizarme

Me senté a su lado. 

   —Tú hermano me habló de ti… —comencé, evitando la mirada punzante que me lanzó cuando me senté junto a él—. Todo el tiempo me habló de ti, de lo mucho que lo protegías… 

   —Axel le hablaba a todo el mundo de mí. 

   —Probablemente —sonreí—. Él parecía esa clase de hermano orgulloso de su hermano menor…

   —¿Por qué me estás contando esto? —interrumpió, con un tono de voz tan afilado que bien pudo haber cortado el aire.

Carraspeé mi garganta otra vez, no sabía cómo acercarme a él. Debía ir al grano. 

   —Después de contarme lo que pasó en el crucero en el que estaban, cuando los atacaron… —apreté el anillo que tenía en la mano con todas mis fuerzas—. A-Antes de que decidiera sacrificarse, él dijo… —me sonrojé un poco, me sentía ridículo repitiendo algo como esto, pero debía hacerlo, en memoria de Axel—. Él me dijo: “No olvides decirle a mi hermano que lo amo…”   —estiré mi mano delante de él y abrí la palma—. Y me entregó esto, me pidió que te lo entregara… —Oliver inspiró profundamente, como si de pronto se hubiese quedado sin aire

   —E-E-Eso es… —balbuceó y los ojos se le llenaron de lágrimas. 

   —Él me contó que estaba a punto de casarse. Yo supongo… —me interrumpí a mí mismo cuando vi que había comenzado a llorar y sentí el impulso de calmarlo de alguna forma, pero no me moví, él no lo aceptaría—. Apenas conocí a Axel, pero era alguien grandioso… —dije, mientras me levantaba—. Todo lo que hizo, todo lo que ha hecho…lo hizo para protegerte —dejé el anillo en su mano y di la vuelta para marcharme. 

   —Gracias, Reed —dijo antes de volver su vista otra vez hacia la tumba de su hermano. Sus hombros se sacudieron de arriba abajo cuando se llevó las manos al pecho y continuó llorando. Sonreí, él iba a estar bien, supongo que necesitaba algo como esto. Me alejé de ahí, si intentaba consolarlo seguramente recibiría insultos y gritos de su parte; sabía que él todavía me tenía resentimiento, un anillo no cambiaría eso, pero quizás ayudaría a arreglarlo más adelante. Dejé escapar el aire que había estado conteniendo en mi garganta cuando me hallé lo suficientemente lejos. En mi pecho, tenía la cálida sensación de que lo había hecho bien, justo como Axel lo habría querido. 

Definitivamente algo de toda la culpa que intentaba dejar en esta isla, antes de partiéramos, había desaparecido.

   —¿Qué está pasando entre ustedes? —Una voz ronca, como salida de ultratumba, me hizo dar un salto cuando la sentí sobre mi oído. 

   —¡T-Terence! —me quejé—. Me asustaste… —volteé el rostro hacia otro lado cuando le vi contener una carcajada que casi hace explotar en mi cara. Él había aparecido de entre un montón de árboles. Comenzó a caminar junto a mí y buscó mi mirada, intenté que no la encontrara.

 Lo que había pasado entre nosotros ayer aún se me hacía bochornoso. 

Y como me lo había imaginado, ya comenzaba a arrepentirme.

   —Me enviaron a buscarte… —canturreó con voz alegre, muy distinta a la que usó para asustarme—. Los botes de acercamiento ya están listos. 

   —C-Claro… —dije. Su brazo pasó por mi espalda y mi cuello para abrazarme por el hombro—. ¿Q-Qué haces? —me tembló la voz.

No podía quitarme de la cabeza la imagen de nosotros besándonos.

   —¿Qué pasó ahí atrás…? —sonrió, muy cerca de mi rostro. Algo me dijo que aquella sonrisa no era sincera. Sonreí de vuelta, sonrisa nerviosa por tenerle tan cerca. 

   —¿Acaso estás celoso? —preguntó y su sonrisa se ensanchó. 

   —¿Celoso? ¿Debería estarlo? 

   —Claro que no. 

   —Entonces no lo estoy —hizo chocar su cabeza contra la mía. Solté una pequeña carcajada.

   —Antes de morir, el hermano de Oliver, Axel, me pidió que le entregara algo… —expliqué, a pesar de que no tenía por qué hacerlo—. Con todo lo que pasó con Shark y todos estos días durmiendo casi lo olvidé. 

   —Ah… —soltó con voz neutra y un silencio que duró algunos minutos se formó entre nosotros. A pesar de que no se me hacía incómodo, me vi en la necesidad de romperlo. 

Algo me decía que los silencios con Terence podían ser más peligrosos que una animada charla. 

   —¿Has tenido más sueños? —pregunté. Él se tomó unos segundos para responder, como si meditara su respuesta. 

   —No.

Me estaba mintiendo. 

   —¿Me dirás si vuelves a soñar algo como eso?

   —¿Debería? —Su pregunta me extrañó. Llegamos a la que había sido mi casa desde que llegué aquí y el olor a la madera de la que estaba construida me invadió las fosas nasales. Sentí algo de nostalgia, había vivido muy poco tiempo en este lugar, pero ya sentía que comenzaba a extrañarlo. Abrí la puerta y caminé hasta la habitación principal y me di cuenta de que la maleta de Ada ya no estaba, ella ya estaba en la orilla, esperándome. Tomé mi rifle y una mochila que contenía ropa, un cepillo de dientes que me habían dado aquí, dos cuchillos, cuerdas, fósforos, una botella con agua y algunos libros. Casi parecía que íbamos a realizar un viaje normal al campo. 

   —¿Por qué no deberías?  —respondí, cuando nos hallamos fuera de la casa otra vez, siguiendo el camino que llevaba a la orilla. 

   —Tienes razón. No tengo razones para no contarte —dijo y sonrió de repente. No me di cuenta de que nos estábamos mirando fijamente. 

   —¿Q-Qué? 

   —Te noto distinto desde que despertaste… —dijo, sin dejar de mirarme—. Quizás es sólo una sensación mía —Un escalofrío me recorrió la espalda al verme descubierto. No, no era una sensación. Me sentía distinto desde que desperté, pensé que nadie lo notaría. Me encogí de hombros, intentando parecer despreocupado. 

   —Quizás una puñalada de Shark puede cambiar algunas cosas. 

   —Fue más que una sola puñalada… —dijo y, por un par de segundos, volví a sentir el cuchillo de Shark entrando y saliendo de mi abdomen, arrancándome la piel una y otra vez. La herida ardió. 

   —Lo sé —dije. No lo sabía del todo, no lo recordaba bien. Tenía la vaga esperanza de que hubiera sido sólo una. Quizás había sido más grave de lo que imaginé. 

Me había salvado esta vez.

   —¡Terence! ¡Reed! ¿¡Hasta cuándo piensan demorarse!? ¡Vengan acá! —La voz de Ethan nos llegó desde alguna parte, entre toda la multitud que estaba acumulada en la orilla. Prácticamente toda la isla estaba ahí; la mayoría de ellos no subirían a los botes que nos acercarían al Desire, pero estaban aquí para despedirnos y darnos ánimos, seguramente. Corrimos en dirección al tumulto de gente, la cabeza de Ethan sobresalía entre la multitud. Él era alto, quizás más que Terence y que cualquier persona en esta isla. 

  —Lo siento, Eth… —me interrumpí a mí mismo cuando me encontré frente a él y viví un leve lapsus de confusión. Terence soltó una carcajada a mi lado. 

  —¿Qué haces con esa ropa? —se burló. Lo mismo me pregunté yo. La ropa de Ethan me había confundido, era extraña, no era normal verlo vestido de blanco. No era normal verlo vestido con algo que no fuera oscuro—. ¿Saldrás a predicar? 

  —No. Voy a partirte la cara —respondió él, pero no parecía molesto, estaba sonriendo—. Es por Cass… —dijo. 

   —¿Tú hija? —La pregunta de Terence salió con naturalidad. Por primera vez desde que le conocía, vi los oscuros ojos de Ethan iluminarse hasta parecer irreconocibles. Él asintió con la cabeza. 

Estaba a punto de preguntar qué tenía que ver la ropa de Ethan con la pequeña Cass cuando vi a Aiden acercarse hacia nosotros, cargando a los dos bebés en brazos y junto a un grupo de mujeres que caminaba a su lado. Reconocí a Ivy y a Claire entre ellas.

Contuve una risa, Aiden tenía el cabello más largo que cualquiera de todas esas mujeres. 

   —¿Listos para el viaje?  —preguntó, cuando llegó junto a nosotros. Asentí con la cabeza—. ¿Todo bien, chico hippie? —se burló cuando dejó a Cass en brazos de Ethan. 

   —Todo bien —El moreno se abrazó a la pequeña.

Dios, ya no me extrañaría verlo llorar por ella cuando nos hayamos alejado de la isla.

   —¿Dirás ya por qué esa pinta? —preguntó por fin Terence.

Aiden se sonrió un poco.

—No sabíamos qué hacer con Cass, sabes que ella llora cuando Ethan está lejos…y los bebés son criaturas instintivas, así que pensamos en dejar la mayoría de la ropa de Ethan aquí.

   —Ya entiendo… —dije—. La ropa tiene su olor, Cass no llorará si tiene su olor cerca —Aiden asintió con la cabeza—. Es una buena idea. 

   —En realidad fue idea de Anna—dijo y apuntó hacia una de las chicas que estaba con él. Era rubia, alta y tenía unos pechos enormes. Demasiado grandes para no notarlos. Nos saludó con la mano. 

   —No sé qué tan sano sea dejar que la niña inhale una camiseta que sólo puede oler a cigarrillos, pero al parecer funciona —se encogió de hombros. Todos compartimos una carcajada grupal.

   —Puedo entenderla —dijo Aiden—. A veces, el olor a cigarrillos también me tranquiliza. 

   —Te has vuelto un adicto sin darte cuenta —se burló Terence. Otra carcajada. Estábamos nerviosos, había que reír. 

   —¡Vamos a comenzar! —Las risas cesaron cuando oímos una voz que llegaba desde algún lugar por lo que supuse era un altavoz—. Por favor, los que vayan a partir comiencen a caminar hacia los botes de acercamiento —La gente que estaba en la orilla corrió hacia atrás para alejarse. La voz pertenecía a Marshall, tenía un altavoz en la mano.

   —¡Nos vemos arriba, Reed! —La voz de Ada llegó a mis oídos. Miré hacia los botes, ya se había subido al primero, que estaba a punto de partir. Amy, Dalian junto a una niña que no conocía y los dos perros iban con ella en el bote. Sentí una oleada de angustia arremolinarse dentro de mi pecho. Era estúpido, pero creí que nos subiríamos al mismo bote. Terence me dio un codazo. 

   —¿Síndrome del nido vacío, Reed? —preguntó. Le devolví el codazo

   —No digas tonterías. 

   —No se preocupen por los niños… —dijo Ivy—. Anna y nosotras vamos a cuidarlos bien... —Aiden tenía a los dos bebés en sus brazos y Ethan rodeaba a los tres en un abrazo grupal. Se me revolvió el estómago, sabía que sería muy irresponsable de su parte llevar a los bebés a una ciudad que de sólo oír su nombre sonaba peligrosa, pero con tan sólo imaginar cómo deberían estar sintiéndose Aiden y Ethan ahora mismo, me hacía pensar en hacer algo y parar todo esto, sólo para que ellos pudieran quedarse junto a los niños. Aiden había dicho que en esa ciudad había alguien que podía desarrollar una cura. Iba a poner todo de mi parte para que se desarrollara rápido y poder volver aquí lo antes posible. 

   —Vamos, Reed —Terence tiró de mí, era un momento familiar que no deberíamos estar presenciando. Me despedí con la mano de las chicas que estaban calladas mirando la escena y le seguí en silencio hacia uno de los botes, eran tres contando el que ya se había ido. Otro de ellos estaba partiendo. Me paralicé al ver quien iba a dentro. 

   —¿Por qué no los han matado? —La voz me tembló y un montón de rabia se acumuló en mi garganta. ¿Por qué él seguía aquí? ¿Por qué estaba aquí, en primer lugar? 

   —¿Te refieres a Shark? —preguntó. Sí, Shark y seis de sus hombres estaban en uno de los botes, atados de manos y pies, custodiados por Jesse, Chris y Jack. Llevé la mano a mi espalda para tomar el rifle que tenía atado a ella. Iba a matarlos, a todos—. Espera, Reed —La mano de Terence tomó la mía y me trasmitió algo parecido a la electricidad—. Vamos a usarlos como rehenes en el caso de que aún haya cazadores dentro del barco… —acarició mi palma con el dedo pulgar—. Además, al parecer Shark es el único que sabe manejar esa cosa, si lo matas sería un problema. 

Respiré hondo. Él tenía razón.

   —Vamos al bote —dije y continuamos caminando. Él no me soltó la mano y yo tampoco habría podido hacerlo, porque de pronto sentí que si me apartaba de él iba a correr en dirección al bote que ya había partido e intentaría atacar otra vez a Shark. Estrujé sus dedos con fuerza y apreté los dientes. Fue Shark quién mató a Natasha, fue Shark quien le disparó a David y fue uno de sus hombres el que asesinó a Cassandra.

La herida en mi abdomen ardió otra vez.

Supe que el odio que comenzaba a sentir iba a envenenarme de seguir así. Respiré profundamente, de nuevo. Shark era la clase de persona que se sentía alagado al ser odiado. No iba a darle ese gusto.

Debía tranquilizarme.

Una mano cayó sobre mi hombro, sacándome bruscamente de mis pensamientos y haciéndome dar un salto. Sin quererlo, me había puesto a la defensiva. Ambos nos detuvimos

   —Tranquilo, muchacho —era Marshall. Volvió a darme una palmada sobre el hombro y sonrió—. Sólo quiero desearles un buen viaje. 

   —S-Señor Marshall… —balbuceé. El hombre quitó la mano de mi hombro para llevársela a la nuca y rascarse el cabello, en un gesto de nerviosismo—. G-Gracias. 

   —Espero que estén pronto de regreso y… —Sus ojos buscaron algún punto en el aire, para no mirarme—. Siento mucho lo que dije —confesó. Yo negué con la cabeza

   —No tiene de qué preocuparse, tenía razones para decir todo lo que dijo y es verdad. 

   —No creas que de verdad pienso eso, Reed —dijo. Sabía que quizás él sí lo pensaba, sabía que muchos en esta isla debían estar creyendo que yo era la causa de todos sus problemas y en cierta forma tenían razón. Pero tanto Marshall como los habitantes de este lugar estaban aquí, tratando de ser amables. No iba a arruinarlo. 

   —Muchas gracias, señor… —iba a seguir hablando, pero algo me distrajo. Una mujer de edad caminaba hacia nosotros; con el cabello completamente blanco, las arrugas en la piel y una sonrisa encantadora. 

   —Espero que no los estés regañando —dijo, cuando llegó hasta nosotros. 

   —Claro que no. 

   —Hola, señora Isabel —saludé. 

   —Reed, hijo —dijo y me estremecí. Hace años que no escuchaba la palabra “hijo” dirigida hacia mí—. Horneé galletas y unos bocadillos para el viaje —me sonrió, con esa sonrisa tan dulce que tenía y levantó una bolsa enorme que Terence se apresuró en tomar—. Oh, gracias, cariño.

   —Muchas gracias, señora Isabel. 

  —Oh… —Ella rio—. Sólo llámame Isabel, ya estamos en confianza. 

«Por mí, la llamaría abuela. Mi abuela.», pensé. Pensándolo bien, nunca conocí a mi abuela. ¿Habrá sido tan adorable como ella? 

Marshall carraspeó la garganta. 

   —Está bien, ya es hora de que partan —Su mano se dirigió otra vez hacia mí, ahora para revolver mi cabello—. Que tengan un buen viaje. Vamos, Isabel. 

   —Les prepararé un banquete cuando regresen… —gritó la anciana, antes de mezclarse con la multitud que estaba alejada de la orilla. Caminamos hasta el bote y entramos en el, estaba construido de madera, con algunos restos de aluminio y otros materiales que no logré reconocer. Parecía firme. 

   —¡Hola! —Alguien saltó sobre el bote y se nos sentó al lado. Ethan…no, Eden. Contuve una carcajada, estaba vestido de blanco, Eden siempre vestía de colores claros. Ahora entendía de donde había sacado Ethan la ropa que traía puesta. 

   —¿Cómo estás, Eden? —dijimos Terence y yo al unísono y nos miramos entre nosotros. Habíamos hablado al mismo tiempo. Eden soltó una carcajada. 

   —L’ amour, l’ amour… —rio. No entendí bien lo que dijo, pero sabía que se estaba burlando de nosotros. Aiden y Ethan llegaron para sentarse en silencio. La atmósfera pareció cambiar entonces, se oscureció, se volvió triste y pesada.

Ellos estaban haciendo un gran esfuerzo al querer volver a esa ciudad.

   —¿Todos listos? —preguntó Ethan, haciendo un gesto con la mano para que dos hombres se acercaran, seguramente a empujar el bote para darnos impulso. Terence tomó uno de los remos. 

 —Listos. 

El bote comenzó a moverse y la gente empezó a gritar y a alzar las manos en forma de despedida. Respiré hondo. Iba a extrañar esta isla. 

   —¡Esperen! —oí un grito y lo seguí. En la orilla, Oliver. Terence y Eden dejaron de mover los remos y entonces le vi, primero correr hacia nosotros, luego sumergirse en el agua, que no tardó en llegarle hasta la cintura y entonces comenzó a nadar. Me apoyé sobre el borde del bote y estiré mi mano, para tomar la suya cuando emergió otra vez del agua. Aiden atinó a ayudarme y ambos lo metimos dentro dentro de la pequeña barca. 

   —¿Pasajero de último minuto? —preguntó Ethan. Oliver sonrió, mirándome mientras temblaba por el frío. Estaba empapado. 

 —Algo así. 

Sonreí para mis adentros y mis ojos se anclaron a la figura del Desire, que se alzaba a unos cien metros más allá. Estaba a punto de volver al barco que me había arruinado la vida, pero, de alguna forma, la idea no se me hacía tan terrible como debería, es más, me parecía emocionante. 

Estábamos a punto de emprendernos en una gran aventura. Una horrorosa y peligrosa aventura.

   —Cuando lleguemos, habrá una red por la que tendremos que subir… —comenzó Aiden, mientras buscaba en su mochila hasta encontrar una pistola que cargó en un movimiento seco y rápido—. El grupo que iba con Shark ya debe estar a bordo, si hay cazadores arriba deben estar intentando negociar. Los tomaremos por sorpresa. 

   —¿Y qué vamos a hacer con ellos? —balbuceó Oliver, mientras abrazaba sus piernas para entrar en calor. Terence se quitó la chaqueta y se la lanzó—. Gracias. 

   —Por el momento los encerraremos. 

   —¿Por qué simplemente no los matamos? —dije. 

   —¿Vas a matarlos tú? Adelante —Un nudo se formó en mi estómago. Quizás era más fácil decirlo que hacerlo—. De todas formas, creo que deberíamos mantenerlos encerrados antes de hacer algo con ellos.

Ethan asintió con la cabeza, dándole la razón. 

   —Puede que estés en lo correcto —dije. 

   —Atentos… —Ethan se levantó y todos le imitamos. Miré hacia arriba, habíamos llegado al Desire y mi vista se perdía por su estructura metálica que, desde el mar, parecía no tener fin—. Ahí está la red —Por uno de los lados, una red para pescar bajaba como si fuese una cuerda. Era una buena idea, sería una forma silenciosa para subir y no supondría mucho trabajo. Quise preguntar cómo lo había hecho el grupo que estaba con Shark para subir pero no me atreví, la atmósfera de pronto se había vuelto demasiado tensa. Ethan fue primero, cargó su mochila al hombro y escaló la red sin mucha dificultad, luego le siguió Aiden y después todos los demás. Me sujeté de la red y comencé a subir. Al estar mojada por la lluvia, pesaba mucho más de lo que debería y esto dificultaba el ascenso que a ratos se volvía más complicado. Un par de veces mi pie quedó atrapado y necesité de ayuda para quitarlo. 

Cuando llegué arriba, noté que Ethan aún no entraba a la cubierta. Algo iba mal. Bajó un poco para decirle algo a Aiden, Aiden le dio el mensaje a Eden y éste a Terence. Definitivamente algo iba mal. Terence soltó sus manos, despegando su cuerpo de la red y se dejó caer hacia atrás, para quedar colgando, literalmente. Sólo sus pies lo sujetaban a la malla. 

¿Él tenía tanta agilidad como para hacer eso? 

   —No te vuelvas loco —susurró, cuando su cara quedó frente a la mía—. Pero al parecer algo pasó allá arriba. Jesse y Chris tienen a Shark, ellos tienen a Ada y a Amy —Un escalofrío me recorrió la espalda y estuve a punto de gritar—. Shhh, ni se te ocurra. Todos se están apuntando entre ellos, están quietos. Tenemos que sorprenderlos. 

Debía tranquilizarme. 

En mi cabeza, hice una idea mental de bajo qué parte del barco nos encontrábamos exactamente e intenté imaginarme lo que estaba ocurriendo arriba. Sí había hombres de Shark en el barco y ellos tomaron a las chicas, seguramente para exigir que le devolvieran a su líder. Era increíble la lealtad que los cazadores le tenían a Shark. Pero esa lealtad era una ventaja para nosotros, significaba que ellos no matarían a nadie hasta tenerlo de vuelta. Sí todo seguía como estaba, podía hacer algo. 

   —Tengo una idea… —susurré y Terence volvió a elevarse, tan sólo con la fuerza de su abdomen, para escalar otra vez hacia Aiden. Tomé eso como un “estoy de acuerdo con lo que sea que vayas a hacer” y seguí escalando, entre red, piernas y brazos hasta llegar junto a Ethan. 

   —¿Cuál es tu plan? —susurró cuando llegué. Me asomé por la borda y lo vi, justo como lo había imaginado: los hombres de Shark tenían de rehenes a las chicas y nuestros hombres a Shark y a algunos de los cazadores. Todos se apuntaban con armas, nadie se movía. El ambiente parecía tenso y helado, pero a punto de estallar. Debía hacer algo rápido. 

   —Llegaré a la cofa. Dispararé desde arriba.

   —Nosotros entraremos cuando des la señal. Puedo ser suficientemente rápido para saltar sobre el imbécil que tiene a las chicas, pero necesito que me quites a los otros dos cazadores de encima. 

   —Entiendo —asentí—.  Al primer disparo, entren —Con mis manos, tanteé el borde metálico de la barandilla. Tendría que colgarme de ella y moverme algunos metros para que, con algo de suerte y con la ayuda de la oscuridad del día lluvioso, los hombres de Shark no me vieran subirme y escabullirme hasta llegar a la cofa. Me quité mi mochila y la lancé al vacío, pero Terence la agarró en el aire—. Voy allá. 

  —Suerte —La voz de Ethan me despidió. Sin pensarlo, me solté de la red y tomé la barandilla y comencé a moverme por ella. Sabía que mis brazos eran fuertes, lo suficiente como para resistir algunos minutos colgado. Me moví con lentitud, no porque me costara trabajo hacerlo, si no porque tenía miedo de que alguno de ellos se percatara de mis manos moviéndose por el borde. No tenía referencias, ya no podía asomarme por la baranda y ver si ellos estaban mirando o no, sólo confié en mi instinto y seguí avanzando. Rodeé el barco por algunos metros, en mi cabeza, tenía el mapa mental de cómo era, de cada obstáculo, cada objeto sobre la cubierta, cada caja y pilar que podría servirme como escondite. Los ojos de Ethan me miraban a lo lejos, bien abiertos, los veía brillar en medio de la lluvia. Estaban aterrados. 

Miré hacia abajo y el mar pareció querer tragarme. Estaba a uno seis o siete pisos de altura, quizá. ¿Por qué me parecía demasiado alto? Me sentí mareado y mis manos se soltaron un poco, pero reaccioné y volví a apretar la barandilla. Un simple episodio de vértigo no iba a detenerme. Avancé unos metros más y me encaramé para echar un vistazo; ellos me estaban dando la espalda. Así sería más fácil. Sólo tenía que asegurarme que Shark no me viera, si lo hacía y daba la alarma, todo el plan se iría al demonio. 

Subí a la cubierta y me arrastré entre un montón de redes que estaban acumuladas en el suelo. Ellos siempre tenían redes, las usaban para pescar y luego las dejaban ahí, sin desenredar. Ese era un trabajo que solíamos realizar nosotros. Miré toda la cubierta, estaba hecha un desastre, la fuga de prisioneros había significado que todos estos soldados tenían que trabajar para mantener el orden, pero ellos eran demasiado pedantes para hacerlo y Shark demasiado orgulloso para enviar a sus hombres a realizar trabajo de esclavos. Punta y codo, me encaminé por el piso mojado y resbaloso hasta llegar a la escalerilla que llevaba a la cofa. Sentí un ruido y me quedé quieto. Voces y gritos. Jesse había tirado a Shark al suelo y ahora estaba gritando que iba a matarlo. Me dirigió una mirada rápida, él sí me había visto. Estaba haciendo una escena para distraer a los cazadores. Me agarré de la escalera y la subí, lo más rápido que pude. Me acomodé en la cofa, tomé mi rifle y apunté; la cabeza de uno de los hombres apareció delante de la mira, otro hombre estaba a su lado y ambos estaban perfectamente alineados. Gran error.

 La última vez que estuve con David aquí, él dijo que, mientras portara un francotirador, podía llegar a ser una verdadera arma humana. Estaba a punto de comprobar si eso era verdad. 

Un sólo tiro. Dos hombres. ¿Podía hacerlo? 

Respiré hondo. Debía tranquilizarme; bajar mis pulsaciones, calmar el temblor de mis manos que habían quedado resentidas luego de la fuerza que tuve que ejercer para mantenerme colgando. Respiré otra vez. Mi dedo rozó el gatillo. Esperé a que la mira dejara de tambalearse delante de mis ojos. 

Uno.

Dos. 

Tres. 

Disparé y solté todo el aire que había estado conteniendo. Dos hombres cayeron al suelo, el que amenazaba a las chicas gritó y se movió, pero Ethan saltó sobre la cubierta y arremetió contra él en una tacleada que los tiró a ambos al suelo. Le golpeó en la cara y le dejó inconsciente. 

Había terminado. 

Me sentí mareado otra vez. 

   —¡Vayan adentro! ¡Revisen el barco! ¡Necesitamos saber si quedan más de estos idiotas! —Ethan comenzó a dar órdenes apenas se levantó—. ¡Encierren a esos hombres! 

   —¡Hay unos calabozos abajo! —grité, asomándome desde la cofa—. Ahí está la puerta. Solían encerrar a los muertos ahí —me agarré del borde. Si no lo hacía iba a vomitar. 

   —¡Ya escucharon! ¡Ah y lleven a Shark a la sala de control! ¡En media hora quiero esta mierda avanzando! —Todos comenzaron a moverse y se dispersaron por la cubierta. Volví a sentarme en la cofa y me tomé el estómago con ambas manos. No estaba mareado por la altura, había sido la experiencia. Demasiada adrenalina. 

   —¡Eso fue un buen tiro, Reed! ¿¡Necesitas que te ayude a bajar!? —La voz de Terence me llegó desde abajo.

   —¡No soy un gato atrapado en un árbol! —grité de vuelta. Quizás sí la necesitaba, pero no iba a admitirlo. Sentí un leve temblor y me asomé para mirar hacia abajo, Terence estaba subiendo

   —Joder. ¿Esto no te marea? —preguntó, cuando estaba a punto de llegar a la cima. Volví a sentarme en el piso de la cofa cuando él se dejó caer sobre ella en un movimiento torpe. Se llevó las manos a los ojos para cubrirlos—. Dios, creo que voy a vomitar —dejó escapar una risa nerviosa. Él no reía porque algo le pareciera gracioso, reía porque la risa es una expresión que usamos los seres humanos para aliviarnos luego de pasar una situación extrema y peligrosa. Se tomó el abdomen y sus carcajadas se volvieron casi histéricas. Un segundo después, yo también estaba riendo. 

Definitivamente habíamos comenzado algo grande.

 

Notas finales:

Ok, sé que ha sido largo xD 

Ada volvió a salvarse, otra vez xD y de seguir las cosas así de peligrosas el equilibrio mental de Reed se irá al carajo :v 

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Que tengan una linda semana. 

Abrazos


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