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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

OMG Hola. 

Perdón. Perdón. Soy una perra insufrible
Ha sido mucho, mucho tiempo sin actualizar y lo siento mucho. Pasaron muchas cosas que me alejaron de la escritura...me fui de vacaciones más de lo que se suponía y mi pc murió en el camino, el típico estrés de principio de año, las matrículas de la universidad, el trabajo y todas esas mierdas (Y Overwatch...estoy muy viciada a ese mierda pero ya la dejé

Lo siento mucho, me fui y no le avisé a nadie. 

No prometo actualizar todas las semanas, porque mi pc nisiquiera enciende y ando robando pc por aquí y por allá para escribir, pero prometo mantenerlos informados de las actualizaciones desde ahora. 

Y otra vez, lo siento
Espero que les guste el capítulo. 

Un abrazo grande a todos. 


Capítulo 29



   

   —Sólo será un pinchazo… —estiré mi brazo cuando Anniston me indicó que lo hiciera y respiré hondo antes de que él clavara la aguja, cerca de una de mis venas—. Bueno… —rió, mientras su mirada estaba fija en el líquido rojo que subía por el tubo de la jeringa—. Supongo que ya estás acostumbrado.

  —Sácale toda la sangre que necesites, no quiero a ninguno de estos hombres convertido en zombie —murmuró la voz débil de Cuervo, que estaba recostado en la camilla que estaba junto a la mía.

  —¿No deberías estar descansando? —El médico se burló—. Cuidado con dar tantas órdenes, lo mandón podría reabrirte la herida.

El pelinegro suspiró.

  —¿Cuándo vas a dejar que me vaya? —me reí en voz baja cuando le escuché decir eso—. ¿Qué? —gruñó.

  —Apenas llevas treinta minutos aquí—respondí, entre risas.

  —Y es suficiente. De seguro hay mucho que preparar y yo no estoy ahí. Oí algo de unos prisioneros. ¿Qué sabes tú, Anniston?

  —No mucho… —Anniston llenó una segunda jeringa y me hizo un gesto para que bajara la manga de mi camiseta. Cuando llegamos aquí, se me ordenó de inmediato ir a la enfermería para que me quitaran sangre para los hombres que habían sido mordidos y que aún no habían sido tratados. Perdí contacto con Aiden y los demás cuando entré aquí, y perdí de vista a los hombres de Cobra también. Aiden me había dicho que ellos eran extremadamente peligrosos. Justo cuando comenzaba a creer que con Scorpion y Cuervo tenía suficiente.

No sabía a dónde los habían llevado, pero suponía que al mismo lugar en el que nos encerraron la primera vez que llegamos aquí. No sabía qué iba a pasar ahora.

Se me erizó la piel de los brazos cuando vi entrar a Scorpion por la puerta. Su cara estaba salpicada con sangre y cenizas que dejaban manchones negros sobre su frente.

  —¿Cómo estás? —caminó hasta la camilla de Cuervo.

  —De maravilla.

  —No, no lo está —Anniston interrumpió y se paró frente a Scorpion—. Cauterizar una herida, ¿en serio? —se cruzó de brazos. Parecía molesto con él.

  —¿Qué querías que hiciera? Tú no estabas ahí.

  —Fue muy peligroso, la herida pudo haberse…

  —Pero no lo hizo —interrumpió el rubio—. Está vivo.

Anniston dejó escapar un suspiro

  —Gracias a Dios… —los ojos del médico se dirigieron a algo que Scorpion escondía en su bolsillo—. ¿Acaso usaste guantes para tomar un fierro mientras ardía, Scorpion? —Cuervo se enderezó en su camilla cuando escuchó eso—. Déjame ver tu mano.

  —¿Acaso parezco la clase de persona que lleva guantes para tomar cosas calientes cuando sólo planea asesinar gente? —gruñó.

Anniston rió, una risa corta y seca, casi burlona.

  —Claro que no, por eso déjame ver.

  —No vas a ponerme ni una sola de tus cremas de mierda, ni siquiera un puto hielo —ordenó Scorpion, con voz rasposa—. Quiero que te dediques a curar a los hombres heridos —hizo a un lado a Anniston para mirar hacia la camilla de Cuervo por última vez—. Se nos viene algo grande ahora, los necesito a todos vivos —dio media vuelta para marcharse—. Y tú, Reed —dijo cuando estaba en la puerta. Su voz me heló hasta los huesos—. Quiero que busques a tu amigo pelirrojo y a Ethan, los necesitaré a los tres en los vagones en quince minutos.

  —S-Sí… —tartamudeé.

No pude volver a moverme hasta que le vi cerrar la puerta tras de sí.

Solté el aire en un suspiro.

   —Maldito testarudo… —Anniston se dirigió a las otras camillas que estaban repartidas por la enfermería, que dignamente podría hacerse llamar hospital también. Era muy grande y estaba muy bien equipada. Me levanté para marcharme de ahí e ir por Ethan y Terence.

  —¿Tanto le temes? —preguntó Cuervo, justo cuando me estaba yendo.

  —¿Qué?

  —A Scorpion… ¿tanto le temes? —se burló—. Te vi conteniendo la respiración cuando te habló.

  —¿Acaso no debería hacerlo? —respondí con la voz cargada de burla también—. Él y sus hombres son todos unos malditos psicópatas. Tú también deberías temerle.

Él rió.

  —Él no da miedo.

  —Debería… —me sentí ligeramente molesto—. Pero claro que no le temes, si estás en el mismo círculo que él.

  —¿De qué hablas? —me dirigió una mirada desafiante.

  —¿Alguna vez has oído hablar del “síndrome de la mujer maltratada”, Cuervo? —dije y presentí que, de no ser por estar en una camilla, él me habría saltado encima.

  —¿¡Qué mierda estás diciendo!?

  —Es sólo lo que vi… —me detuve frente a su camilla para mirarlo de frente—. Desde que llegamos noté que habías querido ayudarnos. Tú no eres como Scorpion, pero aun así dejas que él te…

  —No… —gruñó, su voz estaba contenida en su garganta—. No hables si no tienes idea.

  —Claro… —comencé a caminar. No tendría sentido sostener una discusión con él.

  —¡Y nunca quise ayudarles! —gritó, cuando yo ya estaba en la puerta—. Sólo los quería fuera de mi camino.

Al cerrar la puerta, choqué con alguien. Unas manos cayeron sobre mis hombros.

  —Eh, ¿qué pasó? —era Aiden.

  —N-Nada… —negué con la cabeza y esta vez fui yo el que lo tomó por los hombros—. Scorpion dijo que necesitaba a Ethan y a Terence en los vagones en quince minutos.

  —¿Qué quiere ese idiota ahora? —Ethan se acercó a nosotros. Estaba fumando y el olor a cigarrillos me aturdió por algunos segundos. No me gustaba.

  —Ahí tiene a los hombres de Cobra. Muchos de sus hombres están heridos así que supongo que necesita refuerzos para… —intentó decir Aiden.

  —¿Tan peligrosos son? —interrumpí.

  —Lo suficiente para que Scorpion busque refuerzos, supongo —se encogió de hombros—. Tú y Ethan adelántense, yo buscaré a Terence y lo enviaré para allá.

  —Bien… —Ethan se me acercó y me tomó del hombro para obligarme a caminar—. Tú debes saber el camino de memoria.

  —¿Cómo sabes que lo aprendí?

  —Sólo alguien como tú se memorizaría el camino a un sitio tan oscuro como los vagones —tiró el cigarrillo al suelo e inmediatamente buscó otro en la cajetilla que guardaba en su bolsillo. En estos días le había visto fumar más de lo normal, quizás estaba ansioso.

Todos lo estábamos.

  —¿Quieres uno? —me preguntó.

  —¿Crees que soy la clase de persona que fuma?

  —Creo que deberías fumar uno para calmar los nervios.

  —En realidad… —tomé el cigarrillo que me ofreció y lo inspeccioné entre mis manos, sin encenderlo. Lo llevé a mi nariz. Olía a menta—. Lo que hace el cigarrillo es sólo alterar tu sistema por un corto periodo de tiempo para que luego, al volver a la normalidad, tengas la sensación de que te has relajado —expliqué. Ethan se me quedó viendo, con los vacíos ojos negros clavados en mis manos.

  —Bueno… —La llama de su encendedor se abrió como una pequeña explosión frente a su boca—. ¿Vas a fumar o no? —hice una mueca y le devolví un cigarrillo

  —Claro que no.

  —Buena elección… —me ayudó a bajar a las vías y luego buscó una pequeña linterna en su chaqueta—. Vamos, tú mandas.

Empecé a caminar delante. Sí, en estos días por algún motivo me había dedicado a realizar viajes entre la guarida de los cazadores y la estación donde estaban los calabozos que Scorpion utilizaba o “los vagones”, como cariñosamente todo el mundo les llamaba. Recordé el día en que nos capturaron, recordé lo asfixiante que fue estar ahí dentro. Sabía que había sido hace muy poco tiempo, pero lo sentía como si hubiese ocurrido hace meses.

El cambio en estos días había sido demasiado brusco. Todo, todo lo que conocía había empeorado más allá de lo que creía posible. Cuando creí que la mala bienvenida dada por los hombres de La Hermandad era suficiente, apareció Scorpion. Cuando creí que Scorpion y Cuervo eran suficientes, entonces más cazadores nos declararon la guerra.

Esta era una misión simple, venir aquí y encontrar a esa persona que sería capaz de desarrollar una cura para el virus. Ahora, ese objetivo se me hacía muy, muy lejano.

  —Oh, bien… —Ethan soltó un silbido de asombro cuando llegamos—. Sí que nos necesitaban —Tres cazadores de Scorpion estaban afuera de los vagones, todos tenían notables heridas. Quizás la emboscada no sólo había sido contra Cuervo, sino también contra ellos. Quizás esto era más grande de lo que imaginábamos y ni siquiera teníamos idea.

  —¿Eres bueno golpeando a gente para sacarles información? —le pregunté, cuando estábamos entrando a los vagones—. Porque de seguro eso es lo que Scorpion querrá hacer.

Los tres cazadores de Cobra seguían ahí, maniatados y con unas bolsas negras que cubrían sus cabezas.

  —Nunca lo he hecho, pero no me molestaría darles una paliza a estos hijos de puta —Ethan les quitó las bolsas, uno a uno. Los tres rostros de reptil nos miraron—. Hola, chicos. Vaya lío en el que se han metido.

Reconocí inmediatamente al hombre de ojos de distinto color. Sonrió cuando me vio.

  —¿Qué?—gruñí.

  —Parece que no somos los únicos presos aquí —dijo y sus palabras picaron en alguna parte en  mi interior, las sentí ciertas y no sé por qué. Quizás sólo lo dijo por decir algo, pero yo les di inmediatamente un sentido—. No sabía que Scorpion nos tomaría tan poco en serio como para enviar a gente normal a hacer de matones —Uno de sus compañeros soltó una pequeña risa. Ethan le dio una patada.

  —Cierra la boca.

  —¿Cómo sabes que no somos cazadores? —pregunté, intrigado.

  —No tienes la mirada de uno —me miró a los ojos. La heterocromia en un rostro pintado como un reptil era una mezcla escalofriante—. Ni tú tampoco, aunque sí pareces un matón —Le sonrió a Ethan—. Mucho gusto, soy Uriel. Te daría la mano, pero estoy atado.

  —Ethan… —Ethan se acercó a mí y me tomó del hombro para alejarme de los hombres de Cobra—. Y ni aunque estuvieras desatado aceptaría la mano de un hombre de Cobra —Uriel hizo un gesto con la nariz, como si estuviese olfateando.

  —Huelo resentimiento aquí… —se burló y luego, exhaló con fuerza—. Oh, joder… —miró todo el lugar con cierta exasperación—. ¿No hace calor? Este lugar parece un maldito infierno.

  —Corrección… —La voz de Scorpion entró por las puertas y me causó un escalofrío—. Este lugar ES el maldito infierno… —levantó su arma y le disparó a uno de los hombres de Cobra, en la cabeza. El que estaba al lado soltó un grito cuando la sangre de su compañero le salpicó toda la cara.

  —¿Y tú eres Lucifer, no? —preguntó de vuelta Uriel, como si nada. Su voz ni siquiera tembló. ¡Acababan de matar a uno de sus compañeros!

Scorpion sonrió.

  —Éste me cae bien —le dijo a uno de sus hombres que habían entrado junto a él—. Agarren al otro, al que está gritando como una niña —Sus cazadores arremetieron contra él, lo tiraron al suelo y comenzaron a golpearlo. Uriel ni siquiera hizo una mueca mientras le daban una paliza a su compañero. Incluso si sabía que seguramente que después sería su turno, él ni siquiera se movió.

  —Suficiente. ¿Ya dejaste de llorar? —Scorpion se agachó frente al prisionero y le tomó del cabello ensangrentado. Sus hombres le habían golpeado en la cabeza—. ¿Por qué Cobra los envió a atacarnos? —preguntó, con voz suave que escondía toda su frialdad. El hombre le miró a los ojos—. ¿Sabes qué? No me importa el motivo. Sólo dime dónde está su guarida y dejaré libres a ti y a tu amigo.

  —N-No… —El hombre de Cobra esbozó una débil y deshecha sonrisa—. No voy a decirte.

Scorpion le dio un puñetazo.

  —¿Y ahora? —volvió a preguntar.

  —J-Jamás traicionaría a Cobra… —balbuceó el hombre. Scorpion lo tiró contra el suelo nuevamente y aplastó su cabeza con su rodilla.

  —Curioso que jures no traicionar a un hombre que acaba de traicionar a otro… —El cazador emitió un quejido ahogado y Scorpion aumentó la presión—. No hagas esto más difícil y dime de una vez.

  —Jódete, Scorpion —Scorpion enfureció cuando escuchó eso. Le sujetó fuerte por el cabello y embistió su cabeza contra el suelo; una vez, dos veces, tres veces…cuatro.

Sin poder evitarlo, me agarré al brazo de Ethan.

  —Detente, Noah —La voz de Ethan se escuchó quizás tan perturbada como debía sonar la mía—. Ya debe estar muerto… —Scorpion volvió a azotar la cabeza de ese hombre contra el suelo, una y otra vez. Su cráneo hizo un extraño sonido, parecido al de hojas secas siendo aplastadas—. ¡Noah! —sentí náuseas cuando oí, literalmente, como su cabeza explotaba. El olor a sangre que se esparció por el aire, mezclado con el calor que hacía dentro de los vagones, me impulsó a llevarme las manos a la boca. No, no podía vomitar ahora.

Scorpion se detuvo. No me atreví a mirar el cuerpo de ese cazador.

  —¿Quiere que tomemos al que queda, señor? —preguntó uno de los hombres de Scorpion. El rubio intentó quitar la sangre que le había caído sobre la ropa y sólo logró esparcirla más.

  —No. Lo haré yo… —caminó hasta Uriel y le dio una patada en la cara. El hombre escupió un poco de sangre y volvió su mirada hacia Scorpion, como si nada. Sabía bien que de estar en su lugar yo estaría temblando de miedo, pero él no parecía ni siquiera nervioso. Acababan de matar a sus amigos y él parecía no inmutarse.

Me sobrecogí al ver la firmeza en esos ojos de distinto color.

Terence entró al vagón y entonces algo pareció romperse en el rostro del último cazador de Cobra. La misma firmeza de la que me había sorprendido segundos atrás desapareció de pronto. Incluso Scorpion se dio cuenta de eso.

  —¿P-Pelirrojo? —balbuceó, su voz tembló. Di un respingo cuando me di cuenta de que le hablaba a Terence, el único pelirrojo en el lugar—. ¿Cross? —volvió a preguntar—. ¡Mírate, amigo! —Terence lo miró, sin poder decir una palabra, con los ojos bien abiertos—. ¿Estás con ellos? Dios, no lo puedo creer —Uriel sonrió.

  —Y-Yo… —tartamudeó Terence.

  —¿Dónde está Abe? —Uriel quiso levantarse para acercarse a Terence, pero los cazadores de Scorpion intervinieron y no le dejaron.

¿Por qué este hombre parecía conocer a Terence? ¿Por qué sabía su verdadero nombre? ¿Quién era Abe? El sueño que Terence tuvo hoy…

  —Oh, vaya… —Scorpion soltó una carcajada—. ¿Le conoces, pelirrojo?

  —Y-Yo no… —Terence me miró; pálido, confundido y asustado. Sus ojos, más grises que nunca, parecieron pedirme ayuda.

  —No recuerda nada —interrumpí y corté el contacto visual entre Uriel y Terence cuando me puse en el medio—. Llegó a nuestra isla luego de que el barco en el que estábamos naufragara. No recuerda nada de su pasado —repetí, nervioso.

  —Oh… —La sonrisa en el rostro del cazador de Cobra se esfumó—. Bien.

  —.¿Quién eres tú? —Terence dio un paso adelante para acercarse a él. Intenté detenerlo—. ¿Cómo nos conocemos? —le sujeté del brazo para que no avanzara más, él estaba nervioso y, aunque eso era entendible, no era momento para hacer estas preguntas—. ¿Qué sabes de mí?

  —No mucho… —Uriel apartó la mirada—. Éramos compañeros de escuela, cuando pequeños… —Extraño. Hasta ese momento creí que este intrigante cazador no era capaz de apartar la mirada de alguien.

  —¿Escuela? ¿Qué más…?

  —¡Ah, basta! ¡No tengo tiempo para esto! —Scorpion volvió a darle otro golpe al hombre—. Tú eres el último, así que dime de una puta vez si vas a hablar o no —puso una pistola en su cabeza y Ethan y yo tomamos a Terence para que no intentara intervenir—. Perdí mucho tiempo con tus amigos muertos.

Uriel suspiró y volvió a clavar sus ojos en Scorpion.

  —Claro que voy a hablar —dijo—. Me dejé atrapar sólo para eso.

  —¿Uhm? —Scorpion se agachó para que ambos quedaran a la misma altura. Movió la pistola de su sien a su frente y sonrió—. Suena interesante, dime más.

  —Sé que tú y Cobra tenían un trato que él no respetó… —oí algunos murmullos muy bajos entre los hombres de Scorpion que estaban ahí. Ethan me miró y sus ojos intentaron decirme algo que me hizo sentir alarmado—. Yo estaba ahí cuando lo atrapaste y lo dejaste ir.

Scorpion hizo una mueca.

  —¿¡Lo dejaste ir!? —Ethan gritó—. ¡Tú dijiste esa vez qué…!

  —Soy un hombre generoso, supongo —interrumpió Scorpion, sin prestarle mayor atención—. Se suponía que teníamos un acuerdo de paz… —volvió a su conversación con el prisionero, sin apartar sus ojos de él—. Acuerdo que, como dijiste, tu líder no respetó.

  —Oh, te equivocas —Uriel sonrió—. Hace años que el bastardo no merece ser llamado líder. Nuestro escuadrón está al borde de la anarquía, ellos sólo obedecen por el miedo que le tienen.

  —Como debe ser.

  —Sí. Cobra es fuerte y ellos hacen bien en temerle, pero está obsesionado y las obsesiones no le hacen bien a un líder.

  —¿Ah, sí? —Scorpion bajó el arma de su frente a su cuello—. ¿De qué obsesión me hablas?

  —¿No lo pillas? Su hermano, claro —El cuerpo de Scorpion se movió ligeramente hacia atrás, apenas un centímetro. Seguramente nadie se dio cuenta de ello salvo yo, que le estaba observando—. Deberías sentirte culpable, pero dicen que la culpabilidad no es lo tuyo. Tú condenaste a ese pobre hombre cuando dejaste que Cobra escapara con él a cuestas. ¿Sabes? Se cuentan muchas leyendas sobre ti, Scorpion. He oído sobre lo que te hicieron antes de que te volvieras cazador… —Scorpion volvió a acortar la distancia cuando presionó el arma más fuerte contra el cuello de ese hombre—. Pero, créeme. Lo que Cobra le hace a su hermano es mucho peor.

  —Ya lo dijiste, la culpabilidad no es lo mío —Scorpion se encogió de hombros. Miré a Ethan, buscando explicaciones. No entendía nada. Algo en su rostro no me gustó, él sí sabía lo que estaba pasando y sabía de quiénes estaban hablando. Podría jurar que sus ojos oscuros estaban llorosos—. ¿A qué quieres llegar?

  —Cobra te traicionó y yo sólo quiero ver a Steve libre. Tenemos cosas en común.

  —¿Por qué Cobra traicionaría a Scorpion? —vi que Scorpion dio un leve respingo cuando escuchó la voz de Cuervo que acababa de entrar. Estaba de pie, en la puerta del vagón, aún con la venda sobre su abdomen y tan pálido como hace unos minutos atrás. Estaba seguro de que Anniston no había aprobado su salida. Avanzó entre los cazadores que se abrieron paso ante él—. ¿De qué está hablando este hombre, Scorpion?

  —No te metas en esto, Cuervo.

  —Me pareció oír algo sobre un trato… —Cuervo medía sus palabras, que salían como ahogadas en su garganta. Recordé la pequeña discusión que habíamos tenido hace un rato. En ese momento creí que le había visto enfadado, pero me equivocaba. Ahora sí lo estaba—. Recuerdo haber prometido encontrar a ese bastardo y recuerdo haberlo buscado por dos malditos días enteros. ¿De qué traición está hablando? —Su mirada se movió de Scorpion a Uriel—. ¿De qué mierda estás hablando? —le preguntó directamente.

Scorpion nos dirigió una mirada rápida a todos.

  —Fuera de aquí —ordenó. Sus hombres fueron los primeros en obedecer y se apresuraron en salir del vagón. Nosotros les seguimo y tuve que arrastrar a Terence para que lo hiciera.

Ethan me hizo un gesto de despedida apenas nos vimos fuera. Iría a buscar a Aiden, seguramente. No comprendía nada de lo que Scorpion y ese hombre habían hablado, pero estaba seguro de que Aiden sí.

  —Hey… —tomé la mano de Terence y lo alejé del resto cuando nos hallamos lejos del vagón—. Hey… —le llamé otra vez. Quería arrastrarlo hacia mí, quería alejarlo de ese lugar en el que estaba. Sus ojos turbados se posaron en mí—. Cálmate —se lamió los labios, nervioso.

  —¿Sentiste la maldita tensión? —me preguntó—. Podrían matar a ese hombre y…él…él me conoce. Demonios, quizás esta es la única oportunidad que tengo de…

  —Cálmate… —repetí. Él tomó mis mejillas con fuerza y pude sentir sus dedos temblando sobre mi piel—. Sé que estás aterrado, has vivido todo este tiempo sin saber nada de ti y ahora aparece alguien que aparentemente te conoce. Pero debes tranquilizarte, no te ilusiones —El temblor en sus manos comenzó a calmarse. Cerró los ojos cuando yo enredé mis dedos en su cabello—. No sé qué pasó ahí dentro, ni sé quién es Cobra ni por qué traicionó a Scorpion. Pero ese hombre es el único que se atrevió a hablar y al parecer quiere vengarse de su líder tanto como Scorpion. Él no va a matarlo, es su único camino para llegar a Cobra —sonreí cuando noté que se había tranquilizado—. Podrás preguntarle todo lo que quieras luego.

Terence suspiró.

  —Te amo, Reed. No sé qué demonios haría sin ti —dijo de pronto; rápido, casualmente, como alguien que dice algo que piensa hace tiempo. Sentí cómo se me helaba la piel de los brazos mientras que la de mi pecho ardió, como fuego vivo.

Quizás eran ahora mis dedos los que estaban temblando.

 

 

Notas finales:

Scorpion: "Soy un hombre generoso" 
Lo que quiso decir: "Soy un DIOS generoso" xDDD

Sí, sí. Uriel conoce a Terence. No diré más. Dejaré que cunda el pánico <3

Críticas? Comentarios? Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo review- 

Prometo mantenerlos informados desde ahora. 

Que tengan una linda semana :D 


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