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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, querubines :)

Les debo una enorme disculpa. Sé que dije que los mantendría informados y que actualizaría más rápido, pero no he podido. Para ser sincera, cada vez que he entrado al pc es para hacer trabajos para la uni y tengo muy tirada la historia por lo mismo. He aprovechado un feriado para escribir todo el capítulo de golpe :v 

Quiero agradecer a las personas que siguen siendo fieles al fic
Capítulo cortito, pero más largo que el anterior :B

Espero poder volver a las canchas luego, pero por ahora no les garantizo nada. Sólo que estaré actualizando, cuándo...eso no puedo decirlo, pero no dejaré tirado el fic xd 

Un abrazo. 

Capítulo 32




  —Uno... —escuché el inicio de la cuenta y sentí cómo se me erizaba la piel de los brazos. Tomé el rifle y lo presioné con fuerza contra mi pecho. Terence pasó la mano rápidamente por mi cabeza para revolverme el cabello.

  —Podemos con esto —susurró, muy bajo.

  —No vayas, hermano —me distraje por algo que estaba sucediendo tras de mí. Sophie, la hermana de Dalian, estaba lloriqueando para que él no saliera del camión. Ella y el resto de las chicas se quedarían aquí. Era imposible llevarlas con nosotros.

Pero también era imposible dejarlas con Scorpion y sus hombres.

Por unos cortos instantes recordé el miedo que sentí cuando supe que Natasha iba a morir; fue un sentimiento rápido, como un relámpago que me hizo estremecer. Me pregunté si esa niña estaba sufriendo lo mismo.

  —Tengo que ir, tú quédate aquí con Ada y Amy. Estarás bien.

  —Dos... —La voz de Cuervo pareció alterar a la pequeña mucho más. Sollozó más alto.

  —P-Pero...

  —Oye, no llores —Regen se agachó para quedar frente a ella e intentar consolarla. En estos días había notado que el chico de la máscara había desarrollado cierto cariño por Dalian y Sophie—. Yo cuidaré de tu hermano.

  —¿Lo harás?

  —Te lo prometo —Su voz metálica se escuchó un poco más suave a través de la máscara. Dalian carraspeó la garganta.

  —P-Puedo cuidarme solo.

  —Claro que no.

  —¡Tres! —Cuando las puertas se abrieron yo no estaba lo suficientemente alerta. Las rodillas me temblaron levemente cuando me encontré frente a frente con el montón de muertos que estaban a las afueras del camión, esperándonos. Un frío me congeló la piel y me impidió reaccionar inmediatamente, por lo que me quedé en mi lugar durante un par de segundos, tiempo que Terence y los demás aprovecharon para saltar sobre ellos. Desperté y me moví junto al grupo de cazadores que, a punta de empujones y patadas, lograron sacar a todos los muertos del interior y cerrar las puertas del vehículo para evitar que volvieran a entrar. Caí al suelo y volví a levantarme. Mi espalda chocó con otra, y otra; habíamos formado un círculo y ellos nos habían rodeado. Debían alcanzar los cuarenta.

Pero nosotros también éramos un grupo grande.

  —No pienses desmayarte ahora —bromeó Terence. Aiden estaba junto a él.

  —Estoy luchando por eso.

Alguien me dio un codazo.

  —Cuando se dé el momento, quiero que alcances una posición elevada —murmuró Cuervo, que estaba a mi lado, y la escopeta que tenía en las manos disparó una vez; un par de zombies cayeron al suelo y entonces todo el mundo empezó a disparar—. Me sirves más desde la altura —Yo también intenté jalar el gatillo, pero la puntería no se me daba bien a corto alcance, él tenía razón. Nuestro equipo comenzó a dispersarse, a separarse en pequeños grupos que, casi de manera sincronizada, se encargó de distraer al montón de muertos, para separarlos a ellos también.

  —¡Ahora! —gritó alguien y entonces vi una vía, una abertura entre todo el caos que me permitió salir y correr hacia el conjunto de edificios que estaba junto a nosotros. No lo pensé dos veces y, aun teniendo a dos muertos tras de mí, forcé una de las puertas. Sabía que sería fácil y que ésta cedería, en estos días la seguridad no está precisamente en los apartamentos abandonados. Los verdaderos refugios eran como el de los cazadores; bajo tierra, lejos de los muertos y de las amenazas que asechaban en la superficie. Cerré la puerta, dejando a esos muertos fuera, y subí las escaleras hasta llegar al segundo piso. Apoyé el rifle en la ventana que estaba hecha trizas, con tan sólo algunos vidrios que se aferraban a su marco, como si se negaran a desprenderse.

La respiración se atascó en mi garganta cuando miré por el lente.

Ellos eran muchos.

Y había sólo una salida.

Inhalé hondo y comencé a disparar, había que limpiar antes de que llegaran más. Bajo mis pies, mis amigos y los cazadores luchaban por mantenerse atentos y no ser emboscados. Lo había observado antes en el Desire; a veces, los muertos parecen tener ciertos métodos para cazar, ellos se apiñan, atacan en grupos como lo haría cualquier depredador. Hay gente que cree que poseen cierta inteligencia, pero yo prefiero pensar que es instinto, sé que ellos lo conservan después de ser mordidos. Espero que sea eso, nada más.

Las cosas cambiarían mucho para nosotros si ellos pudiesen razonar.

Un grito desgarrador me hizo fallar un disparo y estremecerme. La vista se me hizo borrosa y tuve que pestañear varias veces antes de volver a mirar por el rifle y darme cuenta de lo que estaba pasando. Tal como lo haría cualquier depredador, un grupo de muertos había encontrado una presa; era un cazador que había sido apartado del resto. El hombre estaba en el suelo y gritaba y disparaba para intentar quitarse a seis muertos que se le habían lanzado encima. Pensé en soltar el rifle, salir de los apartamentos para sacarme sangre e inyectársela rápido. Pensé inmediatamente en intentar rescatarlo, pero algo lo evitó; fue lo mismo que hizo detenerse al resto de cazadores que estuvieron a punto de correr a ayudarlo. Cuervo hizo una seña, él sabía dónde estaba y sabía que lo estaba viendo todo, incluyéndolo a él. Negó con la cabeza en un gesto sutil, pero que todos lo entendimos.

Volví a posar mi vista sobre ese cazador que ya había dejado de gritar. Se lo estaban devorando y el resto de los muertos que no había sido abatido caminaba hacia él, quizás con la esperanza de obtener un trozo de carne. Miré entonces toda la escena, con más detalle. Cinco cazadores más habían caído.

Las escaleras que estaban a mi espalda retumbaron como si algo muy pesado estuviese tratando de subirlas. Oí un gruñido y reaccioné; la pareja de muertos que creí haber perdido abajo saltó sobre mí antes de que pudiera verlos. Intenté evitarlos, pero ellos ya estaban encima. Uno de ellos me dio una mordida, no supe bien dónde hasta que sentí todos esos dientes puestos sobre la piel de mi hombro. Lo aparté bruscamente y tomé el rifle para disparar. No lo maté, pero logré alejarlo de mí. Retrocedí sobre mis pasos e intenté apuntar. La cabeza de uno de ellos se mostró demasiado cercana. Disparé otra vez y uno cayó al suelo.

Otra bala que no salió de mi rifle me ensordeció los oídos.

  —¿¡Por qué no me dijiste que subirías aquí!? —Las manos de Terence temblaban mientras aún sostenían la pistola delante de él. Él había matado al otro muerto—. ¿¡Qué haces desapareciéndote de esa forma!?

Titubeé unos segundos antes de responder. ¿Por qué se veía tan alterado?

  —Y-Yo... —me cubrí el hombro y él intentó acercarse—. Estoy bien, fue sólo un rasguño —soltó el arma y sus manos descansaron en los costados de mi rostro—. Cuervo me pidió que buscara un lugar alto. Creí que lo habías oído.

  —Eres un idiota... —Sus manos estaban frías como el hielo—. Cuando comencé a oír gritos creí que tú...

  —Y aunque me mordieran no podrían matarme... —interrumpí y reí, para calmar un poco la tensión del momento. Él apretó mis mejillas con fuerza y acercó su rostro. Su respiración me hizo cosquillas en los labios.

  —¿Seguro que estás bien? —preguntó.

  —Puedo con esto —sonreí.

  —No sabes hasta dónde puedes soportarlo —me besó por sorpresa y eso disparó un escalofrío que corrió por toda mi espina dorsal. Sus manos bajaron lentamente por mi cuello, hasta alcanzar mis brazos. Me dio un empujón suave y mi espalda topó contra una muralla, muy cerca de la ventana hecha trizas, y me acorraló con su cuerpo. Me sentí atrapado.

  —T-Terence...

  —No vuelvas a irte de esa forma... —susurró contra mis labios. Algo parecido a una corriente eléctrica subió desde mi estómago hasta el pecho y me erizó la piel.

  —No iré a ninguna parte... —respondí cuando enredó sus manos alrededor de mi cintura.

  —No te dejaría hacerlo aunque quisieras... —sus labios toparon con mi mejilla, con mis orejas y finalmente bajaron por mi cuello. Los sentía ardiendo y ese calor se trasladó por toda mi piel, contagiándome. Él estaba ansioso.

  —¿Q-Qué estás haciendo? —pregunté. No esperaba una respuesta, sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pero la parte consciente de mí, que estaba a punto de sucumbir ante sus besos, me dijo que no estábamos ni en el lugar ni en el momento adecuado para hacer eso.

  —¿Tú qué crees? —metió sus manos bajo mi camiseta. Me estremecí y solté un jadeo.

Tan sólo un roce de sus dedos cortaba mi respiración.

—¿Terence? ¿Reed? —Una voz se coló desde abajo—. ¡Tenemos que irnos! ¡Podrían llegar más! —Nos separamos bruscamente y volví a la realidad que, de pronto, había olvidado. Estábamos en medio de un enfrentamiento, aún podía oír algunos disparos. Terence soltó una carcajada y yo también reí. Su risa siempre era contagiosa.

Carraspeé la garganta, por miedo a que mi voz no saliera.

  —Todo bien... —grité hacia abajo. Ambos caminamos hacia las escaleras y, al llegar al primer piso, vimos que Aiden nos esperaba en la puerta de los apartamentos. Estaba pálido—. ¿E-Estás? 

  —Estoy bien —interrumpió y sus ojos se pegaron a mi hombro—. ¿Qué te pasó?

  —Un muerto me mordió —dije, cubriendo con mi mano el pedazo de piel expuesta que había comenzado a sangrar, sólo un poco—. No es nada —sus ojos verdes se quedaron puestos sobre mi hombro, a pesar de que tenía mi mano encima, y su mirada cambió. Me pareció que estaba pensando en algo, algo quizás demasiado serio que yo no podía adivinar—. ¿Aiden? —El castaño parpadeó cuando lo llamé.

  —Está bien —dijo—. Vamos —Otro disparo se escuchó afuera—. Tenemos que irnos, estamos haciendo demasiado ruido —Los tres corrimos hacia la calle para reunirnos con los demás. Afuera la visión era más devastadora de lo que yo había logrado ver a través de mi rifle. Ya no quedaban muertos, sólo un mar de cuerpos repartidos por el piso y el olor a putrefacción saliendo de ellos; ese olor ácido y picante que se mete a la fuerza por la nariz y llena de náuseas el estómago, ese olor al que nunca había logrado acostumbrarme. Y quizás nunca lo haría.

Los cuerpos de los cazadores que habían caído estaban apartados del resto. Los habían dejado apoyados en una muralla, sentados; casi parecían vivos. Cuervo estaba de cuclillas frente a la fila de sus hombres muertos. Eran más de los que había imaginado. Quise acercarme, pero no lo hice. Él parecía frustrado, lo noté cuando disimuladamente se llevó las manos a la cabeza.

Hubo entonces una especie de silencio y en ese momento me di cuenta de algo que quizás antes no fui capaz de notar. Para mí, los cazadores no eran más que una tropa de locos desalmados y sí, tal vez lo eran. Pero ellos seguían manteniendo algo de humanidad. Lo había visto en Cuervo y lo veía ahora en los hombres que lo acompañaban. A un par de metros de mí, vi a Caleb consolando a Eobard.

Sus compañeros habían caído y ellos lo sentían.

Cuervo se levantó y caminó hacia el grupo. Casi sin darnos cuenta, todos habíamos cortado distancia, apiñándonos. Era un método de defensa; tal y como lo haría un grupo de pequeñas mangostas, nos agrupábamos para sentirnos más grandes de lo que realmente éramos, más poderosos. En esos momentos me sentí como debían sentirse esos animales ante un depredador que estaba a punto de cazarlos.

  —No los llevaremos con nosotros. Son demasiados y no hay tiempo para entierros —dijo Cuervo cuando se halló frente a todo el grupo—. Vamos a seguir. Al camión —Todos obedecieron.

El silencio se mantuvo aún dentro del vehículo.

  —¿Qué ocurrió, Reed? —preguntó Ada cuando me senté junto a ella—. ¿Estás bien? Tienes una herida en...

  —Estoy bien —dije secamente. No quería hablar de ello. El ambiente lúgubre era abrumador y eso hablaba por sí solo. Ella no preguntó nada más y también se mantuvo callada.

El motor rugió con fuerza; habíamos partido.

  —Saldremos hacia la avenida principal... —comenzó Cuervo, estaba sentado frente a nosotros, junto al grupo de cazadores que lo miró atento en cuanto él empezó a hablar—: Tenemos que recorrerla toda para llegar al centro, quizás tardemos unos cuarenta minutos. Cuando... —se detuvo un segundo para aclarar la voz—. Cuando encontremos la guarida de Cobra, preocúpense de encontrar a Steve. Y maten a ese pelirrojo hijo de puta si es que lo ven —Terence saltó de su asiento—. No hablo de ti, hablo del otro pelirrojo hijo de puta.

  —Oh, gracias —Terence rió. Cuervo sonrió levemente.

Luego de esa pequeña carcajada el silencio envolvió otra vez el lugar.

  —¿Cómo está tu herida, Cuervo? —preguntó Aiden, luego de unos quince minutos.

  —Bien, supongo.

  —Creo que no debí haber preguntado. Tienes que cambiar el vendaje —Cuervo soltó algo parecido a un gruñido cuando escuchó eso—. ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste? Que esté cauterizada no significa que... —La respuesta a su pregunta llegó cuando Cuervo se quitó la chaqueta y después la camiseta. Vi el rostro de Aiden justo cuando abrió la boca, sorprendido tal vez. Yo también lo estaba. Lo había notado cuando estuvimos en las duchas, pero ahora lo veía con más detalle; la cantidad de cicatrices que Cuervo tenía en el pecho, en los hombros, en los brazos y en todo lo que se alcanzaba a ver de su piel era imposible para cualquier ser humano.

  —Joder, hombre. Me duele de sólo verte —dijo Ethan y Cuervo estiró los brazos, quizás para que el moreno y todos los que estábamos ahí apreciáramos mejor su cuerpo lleno de marcas.

Inconscientemente miré a Terence; sus cicatrices se parecían a las de él.

  —¿Quiere hacerme el honor, Doc? —preguntó Cuervo.

  —Claro... —Aiden se levantó para ir en busca del botiquín—. De ser por ti seguramente ni siquiera piensas en cambiar esa mierda... —se arrodilló frente a Cuervo, y comenzó a desprender el vendaje de la herida de bala que había recibido hace tan poco tiempo que se me hacía increíble que él estuviese ahí en ese momento—. Bueno, no está tan mal como imaginé... —La piel apenas había empezado a regenerarse y presentaba un tono rojizo claro, más parecido al color de la carne que de la piel misma. Pero si Aiden decía que estaba bien, así era—. Voy a limpiar un poco y lo cambiaré.

  —Como digas. Soy todo tuyo... —dijo Cuervo con tono burlesco y posó ambas manos tras su cabeza, en posición relajada. Aiden farfulló algunas palabras que no alcancé a entender y continuó limpiando la herida.

  —¿Cómo perdiste el ojo? —preguntó, mientras empezaba a envolver el abdomen de Cuervo en  un nuevo vendaje. Noté que varios de los cazadores pusieron atención a esa pregunta. Quizás ni siquiera ellos conocían la respuesta.

  —No querrás saber eso —contestó Cuervo, sonriendo.

  —¿Por qué demonios sonríes? ¿No debería ser un mal recuerdo o...? —El interior del camión se sacudió, como si hubiésemos topado con algo grande. Aiden terminó de vendar la herida y un segundo temblor detuvo por completo el vehículo que pareció desestabilizarse y tambalear—. ¿Qué fue eso?

  —Las ruedas —masculló Ethan.

  —¿¡Qué pasó, Cox!? —gritó Cuervo hacia la cabina. La respuesta que llegó fueron gritos y balbuceos nerviosos. El pelinegro se levantó para llegar hasta el conductor y ver qué estaba ocurriendo, pero no tardó en volver. Algo en su rostro puso todos mis sentidos en alerta y disparó a mi adrenalina—. Estamos rodeados.

 

 

Notas finales:

Ok. Oficialmente Cuervo y este improvisado grupo de rescate están jodidos :v 

Por qué "Cadena Alimenticia"? Bueno, porque nuestros chicos están a punto de descubrir que hay cosas que son más grandes que ellos x3 

Se viene lo feo :) me encanta esta parte. 

¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Gracias por leer :)

Abrazos


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