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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

Bueno, aquí el capítulo 10, pensé que no lograría subirlo, pero ¡¡lo logre!!! 

Capítulo 10


El salón era un completo caos de humo y estruendo, las personas corrían despavoridas hacia una ya congestionada salida, había sillas y mesas volcadas por doquier, transformándose en un obstáculo para quienes trataban de huir de las balas, cristales rotos esparcidos por el suelo, cuerpos y el inconfundible aroma a pólvora y sangre se esparcía por la habitación, mezclándose con la dulce esencia de la desesperanza.


Sin embargo dentro de ese circo de caos y muerte aún había personas que conservaban la calma, Sawamura hablaba tranquilamente por teléfono, como si estuviera siendo testigo de una aburrida obra de teatro de la que solo esperaba el final, Ushijima y Oikawa hablaban con el encargado de la subasta, el desdichado hombre tenía una nerviosa sonrisa en el rostro, y Bokuto caminaba tranquilamente en su dirección, con una copa de Whisky en una mano, un arma en la otra y Akaashi detrás de él, cerca de la salida dos hombres observaban atentamente a la multitud, a unos metros de la barra otros dos hombres realizaban la misma acción, como si estuvieran buscando a alguien.


— ¡Hey! Kuroo ¿Por qué no estás armado? — Le preguntó Bokuto, su tono de voz despreocupado combinaba a la perfección con la sonrisa en su rostro. — Podrían matarte.


— No se supone que debamos traer armas a las reuniones — respondió Kuroo, aun observando el salón. — ¿Ya olvidaste el acuerdo?


— Tampoco se supone que debemos traer a nuestros hombres — dijo Bokuto señalando con el arma a los dos hombres vestidos de mesero que se aproximaban a Kuroo al tiempo que navegaban entre el mar de caos. — ¿Ya olvidaste el acuerdo? — le devolvió la pregunta con un tono irónico en su voz.


Kuroo sonrió, como si realmente existiera la confianza suficiente entre ellos como para respetar tan ridículo acuerdo — Si ustedes no respetan el acuerdo ¿Por qué debería de hacerlo yo? — si una oportunidad para acabar con alguno de ellos se presentaba la tomarían sin dudarlo y sin sentir remordimientos.


— Yo lo hago — respondió Bokuto con fingida indignación.


— Llevas una automática en la mano y trajiste a Akaashi contigo — lo había visto dispararle a un hombre entre los ojos con un francotirador sin mira, desarmaba y armaba una pistola más rápido que cualquiera, su tiempo de reacción en situaciones de peligro era perfecto. Akaashi era un arma viviente, entrenado para matar y morir por su amo — Tu eres quien más protegido esta de todos nosotros.


Bokuto sonrió orgulloso e infló su pecho demostrándolo, se giró hacia Akaashi, que hasta el momento se mantuvo observando su intercambio de palabras con una muy poca interesada expresión en el rostro, e hizo amago de besarlo, pero el pelinegro lo bloqueó formando una cruz con ambas manos.


— Yamamoto ¿Dónde está kenma? — Preguntó Kuroo, al hombre con cresta rubia y apariencia intimidante.


El aludido se removió incómodo, haló el cuello de su camisa y miró a su compañero antes de responder — Las cosas arriba están mucho peor, las personas aquí abajo no son los únicos que irrumpieron en el lugar. Más están llegando, al parecer dos organizaciones distintas están luchando por el control, y Kenma y los otros están atrapados arriba.


Kuroo lo pensó por un momento, no podía dejar a kenma y sus hombres, esa batalla no tenía nada que ver con ellos y no significaría más que una pérdida de recursos humanos y bélicos sin sentido, pero tampoco quería dejar a Kei solo, abandonarlo como a un amante cualquiera era impensable, sin embargo...desde muy joven había aprendido que la vida de su gente era más importante que la vida de los padres, hijos, esposa o amantes...a elegir siempre a la lealtad por sobre sentimientos innecesarios como el amor. 


Y eso estaba bien para él hasta ahora, no debería permitirse dudar, debería seguir siendo claro, pero tenía a Kei tan metido en su pecho que esa regla no escrita le parecía absurda.


— Necesito a dos hombres protegiendo aquella habitación, no permitan que nadie se acerque...protéjanlo con su vida — Yamamoto asintió e hizo gestos con una mano a otros dos hombres igualmente vestidos de camareros para que se acercarán a él.


— ¿Vas a dejarlo aquí? — Preguntó Bokuto con una ceja alzada al tiempo que comprobaba tranquilamente el cargador de su arma.


Kuroo dio un vistazo hacia el pasillo — Volveré por él — susurró. Este lugar parecía más seguro que llevarlo al caos que seguramente se había convertido el piso superior, Kei no sabría como desenvolverse en una situación como está, una bala perdida podría significar su muerte.


Necesitaba asegurar primero una salida o encontrar una alternativa que le permitiera escapar con el mínimo de riesgos posibles. Sin embargo la inquietud burbujeaba en su pecho, no, no podía solo quedarse parado ahí deliberando, el tiempo era crucial en situaciones como esa...así que empujó todos sus pensamientos a una esquina alejada de su mente y continuó con su plan inicial.


Yamamoto le entregó una pistola Browing negra, los detalles en rojo desprendían un brillo rubí con las luces titilantes del salón — Andando — dio su orden con una voz que, aunque tranquila, demandaba total obediencia a sus hombres quienes lo siguieron sin protestar.


El don de mando era parte de su naturaleza, una cualidad innata que fue refinada cual diamante en bruto por el hombre al que llamaba su abuelo; se decía que muy pocos Alfa habían nacido realmente para dominar, como miembro de esa minoría y líder de una manada no se podía permitir titubear o mostrarse débil.


Se mezclaron entre la multitud mientras caminaban a la salida, estaba claro que la incertidumbre había reemplazado a la histeria debido a la ferocidad de la batalla suscitándose en el piso superior y muchos optaban por ocultarse o correr hacia las habitaciones. Eso no era bueno, un cambio en la atmósfera no le vendría mal a sus planes, congestionar la única salida podría ser inconveniente no solo para ellos, por la seguridad de Kei no podía permitir que más intrusos irrumpieran en ese salón. Ellos estaban buscando algo, así que ¿Por qué no hacerles creer que ese algo estaba entre la multitud?


Con esa idea en mente alzó el arma en su mano derecha y disparó a uno de los hombres sobre la barra, el disparo reverberó como un relámpago por toda la habitación, al tiempo que el hombre que había recibido el tiro en la garganta se desplomaba lentamente al suelo. Gritos y una renovada histeria se dispararon ante ese acto de violencia; la multitud urgió su escape corriendo más de prisa y Kuroo y compañía se apresuraron al frente de la multitud; disparos podían escucharse detrás de ellos, voces gritando ordenes y rugidos frustrados, al percatarse de que sus balas no conseguían cruzar la barrera de cuerpos que se interponía entre su verdadero objetivo.


Tal y como había planeado, aquellos hombres los siguieron hasta el piso superior, sus ojos inyectados de sangre y una salvaje ira destellando en sus iris. Apuntaron sus armas hacia él, dispuestos a acabarlo, pero cayeron muertos antes de que pudieran apretar el gatillo, sorpresa y confusión en sus ojos antes de que la luz de la vida desapareciera.


Detrás de ellos apareció Sawamura, quien sostenía una humeante Colt 45 Blanca con detalles en negro en el cañón, aun apuntaba en su dirección, el chasquido de su lengua contrastó con la compleja media sonrisa que se formó en su rostro.


— Intentaba darte a ti — habló después de unos segundos encogiéndose de hombros y bajar el arma — Pensé que sería una buena oportunidad.


Kuroo resopló, se apresuró a cerrar la pesada puerta y dispararle al panel electrónico, cientos de golpes y gritos ahogados por el intenso fragor de la batalla en el salón se hicieron presentes inmediatamente después. La suerte estaba echada, ahora lo único que podía hacer por el momento era confiar en que sus hombres lo protegerían, por lo menos hasta rescatar a Kenma y sus hombres y pudiera asegurar una salida para él.


Sin embargo, la ansiedad que estaba experimentando justo ahora amenazaba con nublar su juicio.


Bokuto se acercó lentamente a Kuroo, tocó su hombro con una mano y le susurró — Creo que todavía sigue enojado contigo por qué te acostaste con su pareja.


— No le hice nada, soy un caballero — replicó Kuroo en voz baja.


— ¿De verdad? — Bokuto miró con los ojos entrecerrados — Entonces está enojado porque se sedujiste a su muchacho para que te diera información...ya sabes ese adorable mensajero suyo al que hiciste robar secretos.


Kuroo chasqueó la lengua, a Bokuto no se le escapaba nada y definitivamente no lo dejaría en paz hasta que admitiera alguna de sus acusaciones; ese aspecto suyo no había cambiado absolutamente nada desde su adolescencia y era hasta cierto punto reconfortante ser presionado de esa forma por él.


— Ya se fue — Les interrumpió Akaashi — deberíamos hacer lo mismo también.


Kuroo y Bokuto voltearon y comprobaron que, tal y como Akaashi había informado, Sawamura ya no se encontraba en la habitación, como siempre, mantenía su distancia de ellos y evitaba involucrarse más de lo necesario. Lo más probable era que su gente estuviera esperando por él afuera, ninguno era tan tonto como para venir solo a una zona cuyos negocios eran financiados con dinero del bajo mundo y que estaba en constante evolución de poder.


En el salón había una gran cantidad de hombres dispuestos en dos frentes y, por supuesto, estaban armados y tiraban a matar. Kuroo observó, mientras escuchaba los gritos y disparos, evaluando la situación; la luz era tenue y los disparos estallaban con un color naranja rojizo, ambos bandos se encontraban dispersos a los costados del salón, ocultos detrás murallas improvisadas. Kenma se encontraban a unos metros de la salida, detrás de un gran pilar de mármol, sangre goteaba por su hombro y muslo izquierdo, y su rostro, pese a que trataba de mostrarse estoico, deja entrever la presión de su situación sobre su cuerpo. 


Tres de sus hombres trataban de cubrirlo tanto como podían, sin embargo ellos parecían tener sus propios problemas enfrentándose a sus atacantes.


— Kenma nos ordenó buscarte y priorizar tu seguridad...él se quedó aquí arriba mientras los otros preparaban los autos para el escape — le dijo Yamamoto a Kuroo — Espera que te marches tan pronto como sea posible.


Kuroo negó con la cabeza, Kenma siempre anteponía su vida por encima de la suya propia, era el primero en lanzarse al ataque, no importaba las veces que le dijera que no lo hiciera. Estaba seguro de que usaría su cuerpo como escudo por él si fuera necesario, de que sería capaz de llevar a cabo una misión suicida si se lo pedía, era más leal y sacrificado que nadie...esa fue una de las razones por las que terminó en manos de Oikawa aquella vez.


— Vamos a sacarlo de ahí, Yamamoto, dile a los otros que estén preparados para llevarlo a la mansión del lado este — ordenó preparándose para avanzar y se giró hacia Bokuto y Akaashi — ¿Puedo contar con ustedes en esta ocasión o vas a buscar tomar ventaja de esto igual que Sawamura?


— Si algún día voy a matarte espero que sea después de confirmarte que soy mucho más fuerte y listo que tu — Bokuto sonrió, sus ocráceas iris formaron una intimidante ranura vertical por la que Kuroo ni siquiera se inmutó y le dio una sonrisa que podría fácilmente traducirse como “Si es que puedes” — Puedes contar con nosotros, será como cuando éramos más jóvenes.


— Le diré a los otros que preparen nuestro auto — murmuró Akaashi.


Kuroo sonrió con melancolía ante lo dicho por Bokuto. Los cinco nunca habían sido los mejores amigos, discutían con mucha regularidad, pero, como los adolescentes problemáticos y rebeldes que alguna vez fueron, solían afrontar situaciones como está todos juntos. Los días en los que se reunían solo para jugar juegos de azar y alardear acerca de sus hazañas ahora eran un recuerdo distante. Sabían que se convertirían en enemigos una vez tomaran el mando de sus respectivas organizaciones, estaban completamente preparados para ello, sin embargo la forma en la que su amistad terminó no fue la mejor. Se había roto de una forma que era irreparable y lo único que los mantenía unidos era el tonto acuerdo de sus antecesores.


La única persona con la que todavía se mantenía cercano era Bokuto y, pese a la buena relación que mantenían, aun serían capaces de acabar con el otro de ser necesario.


Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos innecesarios y respiró hondo, lo más importante ahora era salir de ese lugar con vida.


— Vamos — gritó Kuroo uniéndose al tiroteo.


El enemigo los superaba en número, sí, sin embargo Kuroo era más ágil y hábil que cualquiera de ellos. La vista y agilidad superiores que su condición de Alfa le confería era por si sola un poderosa ventaja contra el enemigo, que en su mayoría estaba compuesto de Beta. Había aprendido a pensar con rapidez, a moverse con agilidad y a golpear y disparar con precisión; las personas que alguna vez lo había herido o golpeado en batalla eran pocas y podía contarlas con los dedos de una sola mano. Le estaba confiando su espalda a uno de ellos justo ahora.


No le tomó mucho tiempo llegar hasta Kenma, su cuerpo se movió como si danzara con elegancia por el salón, ni una sola bala rozó su cuerpo, y sus balas alcanzaron su objetivo como si ese fuera su único propósito en la vida.


— Me alegra que estés bien...


— Hacer que mis subordinados se preocupen por mí solo me hará ver lamentable, no vuelvas a hacerlo — sentenció con frialdad en cada palabra.


— Entendido...señor — suspiró, incluso si le ordenaba no volver a hacerlo sabía que seguiría pasando.


— Es hora de sacarte de aquí.


Tal y como había sospechado, kenma estaba en muy mal estado, su espalda estaba cubierta de sangre, su piel se había tornado más pálida y fría que de costumbre y sus extremidades temblaban ¿Cuánta sangre había perdido? Por su aspecto podía decir que lo suficiente como para estar en muchos problemas.


Kuroo rodeó la cintura del menor con un brazo, Kenma rodeó su cuello con el suyo y juntos se encaminaron hacia la salida. Algunos hombres vestidos de traje blanco les cerraron arrogantemente el paso, pero fueron fácilmente neutralizados por Bokuto y Akaashi. Escuchó algunos disparos a su espalda cuando salieron y el sonido de las balas ser amortiguado por la puerta y paredes, sin embargo Kuroo continuó caminando hasta llevar al herido kenma hasta el coche.


El local estaba rodeado de autos escandalosamente estacionados, rastros de sangre y cuerpos sin vida dentro y fuera de ellos, sus hombres habían hecho un gran trabajo asegurando el área, sin embargo bajar la guardia por algo como eso era algo que no se permitiría.


Abrió la puerta trasera del auto y empujó a Kenma al interior, pero antes de que pudiera emitir sus órdenes al chófer, habló — No vuelvas, no hay nada de interés para nosotros ahí dentro...ya tenemos...


— Kei todavía está ahí, tengo que volver por él — respondió Kuroo, se lo había prometido y no podía faltar a su palabra. Pero, más que eso o cualquier cosa, necesitaba verlo y esa necesidad era tan poderosa que prácticamente dominada su ser.


— No lo hagas Kuroo, déjalo...volver por alguien como él, arriesgar así tu vida no tiene sentido — gritó Kenma molesto, mientras intentaba salir del coche — No te lo tomes tan en serio...es solo un Omega, puedes reemplazarlo fácilmente por otro igual o mucho mejor.


Kuroo lo empujó devuelta, con una brusquedad que le hizo transformar sus desesperadas palabras en un quejido de dolor — No voy a abandonarlo ¿No escuchaste la primera vez que lo dije? No voy a permitirte cuestionarme una segunda vez — respondió con un tono tan frío y una mirada tan fiera que hizo tensarse hasta el chófer — Arranca — ordenó sin dejar de mirar a Kenma, como si estuviera retándolo a decir algo más en contra de Kei.


— Hay otra salida — gritó antes de que el coche arrancará, su voz fue ahogada por la puerta, pero fue fácilmente audible para Kuroo.


— ¿Donde?


— La...puerta del estacionamiento va directo hacia el almacén del piso de abajo, obtuve esa información después de interrogar a uno de los empleados — susurró Kenma, apartando la mirada — Kuroo yo...


— Hablaremos de esto después — le interrumpió Kuroo — Llévatelo, necesita atención médica urgente — le dijo al chófer, el hombre asintió y el auto se alejó inmediatamente.


— Yamamoto, mantén preparado el auto y ordena la retirada de los otros, volveré pronto.


Caminó directo al estacionamiento, a grandes zancadas, tenía un mal presentimiento desde que dejó el salón inferior y la inquietud que antes burbujeaba en su pecho ahora ardía como lava ardiente. No podía pensar claramente, el raciocinio del que se jactaba había desaparecido y ahora solo quedaba un hombre cuya ansiedad lo estaba matando.


Al llegar a la salida se encontró con Oikawa, su ropa estaba cubierta de salpicaduras sangre y tenía un par de rasguños en el rostro y cuello, prueba de que su presa se había resistido con todo lo que tenía.


Eso sólo aumentó su inquietud.


El castaño sonrió con sorna, un brillo malicioso adornó sus iris al tiempo que hablaba — Tus hombres ya están muertos, es un poco lamentable, pero no hay nada que rescatar ahí abajo...deberías marcharte.


Kuroo apretó los puños, furioso, era algo ligero, pero podía percibir la esencia de Kei impregnada en su ropa...no había forma de equivocarse, conocía demasiado bien ese olor — Tú...— gruñó con furia, pero antes de que pudiera decir nada más la puerta se abrió dejando ver a Ushijima, quien traía casi a rastras a Kei.


Al ver el estado del rubio una nueva ola de furia lo invadió y despertó en él un instinto asesino que puso en alerta a Ushijima y al mismo Kei, quien lo miró con temor; parte de su rostro estaba cubierto de sangre, sus anteojos habían desaparecido, podía apreciar heridas en sus pómulos y muñecas, su camisa apenas cubría su pecho desnudo y la expresión temerosa en su rostro solo alimentó su ira.


— Gracias por sacar de ese lugar a mí Kei...agradecería que lo dejaras ir ¡Ahora! — apuntó. Especialmente si quería vivir.


— No fue nada.


Después de ser liberado Tsukishima corrió a su lado, su toque y suave voz lo salvaron de cometer alguna locura y su calor corporal, aunado a su suave aroma eliminó gran parte de la furia que sentía. Sus palabras penetraron en su mente, el temor que su cuerpo emanaba fueron suficientes para desear sacarlo de ahí sin importar nada más.


Así que lo tomó entre sus brazos, caminó hacia el auto que los esperaba, Kei aferrándose con ambas manos a su camisa mientras caminaba. Dentro, Kuroo lo abrazó, tomó su mano entrelazando sus dedos y se disculpó por dejarlo solo. No volvería a hacerlo jamás.


— Te quiero, Kei...Tú también me quieres ¿Verdad? — abrazó con fuerza su cintura y Kei frotó su cabeza suavemente contra su cuello.


— Te quiero.


— Eso...me hace muy feliz — besó su cabeza — Tan feliz que no sé qué hacer...te quiero, Kei...haces que mi corazón se sienta en paz, pero también haces que me inquiete demasiado…te robas todos mis pensamientos — acarició su nuca y cintura con gentileza, él se apretó contra su cuerpo y poco a poco sintió su cuerpo relajarse y rendirse al cansancio.


Gotas de agua golpearon el espejo del auto, no lo había notado antes pero la luz de los relámpagos iluminaba el cielo y se descomponía en distintos matices sobre las capas de nubes que cubrían las estrellas. Con su mano libre acarició los dorados cabellos del rubio, su cuerpo estaba más caliente de lo normal, aún temblaba y su respiración parecía cada vez más errática. Preocupado, pidió al chófer que se diera prisa; no irían a su residencia, pues estaba demasiado alejada de esa zona, el hotel había sido ya descartado, en su lugar irían a una pequeña residencia provisional ubicada a unos minutos al norte.


El coche se adentró a una zona aislada, cruzaron una barrera de altos edificios abandonados hacia otra completamente rodeada por una muy espesa capa de vegetación que se enmarañada hacia el cielo, las enredaderas de gruesas ramas formaban una barrera natural muy difícil de penetrar y se extendía hasta donde sus ojos podían ver. Cualquiera que lo viera diría que no había forma de que un auto cruzara, sin embargo esa era solamente en apariencia.


El auto atravesó un portón cubierto por unas raíces tan intrínsecamente entretejidas que parecía imposible de penetrar, ubicado entre dos grandes árboles de negras ramas. Al llegar a la mansión, Kuroo dio instrucciones para que atendieran a Kei, pidiendo ser informado de su estado de inmediato y se dirigió al salón donde se encontraban, Yamamoto, Bokuto y Akaashi.


— ¿Y bien? ¿Tenemos algo? — preguntó Kuroo al tiempo bajaba las escaleras hacia aquel elegante salón blanco y dorado.


— Si, logramos capturar a dos de ellos, en este momento están siendo llevados al sótano.


— Asegúrate de que nos digan todo lo que saben antes de matarlos...en cuanto al método — sonrió, oscuro y cruel — Diviértanse.


Yamamoto asintió marchándose, Kuroo peinó su rebelde cabello con los dedos mientras lo observaba perderse en el pasillo. Obtener información era algo primordial en este negocio. Si eran una nueva organización debía saber quién era su líder, sus objetivos y metas, la mercancía con la que trabajaban, cuál era su modo de acción y si debía prepararse para una futura batalla para proteger su territorio. El bajo mundo estaba en constante cambio, nuevas organizaciones nacían cada cierto periodo de tiempo y algunos eran lo suficiente estúpidos y estaba tan llenos de falsa seguridad que alardeaban al respecto.


La información se propagaba como la pólvora, organizaciones grandes como la suya tenían informantes en cada rincón, no había forma de que algo sucediera en la ciudad sin que ellos no lo supieran, sin embargo lo que ocurrió está noche había sido lo suficientemente sorpresivo como para inquietarlo.


Conocía a la mayor parte de las organizaciones criminales del país, pero jamás los había visto a ellos, no usaban ninguna insignia ni nada que pudiera decirle a quien pertenecían y el hecho de que estuvieran buscando algo era algo que no podía ignorar ¿Qué era tan importante como para irrumpir sabiendo que ellos estarían ahí? ¿Valía la pena arriesgarse de ese modo por eso? Nadie haría algo tan temerario sin una razón, sin embargo no podía imaginar cual podría ser.


Y si pensaba en lo que había dicho Ushijima, entonces...


— Pareces muy ocupado Kuroo — dijo Bokuto mientras bebía de una copa de whisky, irradiaba un fresco encantó real reclinado en aquel elegante sofá de estilo imperio — Me enteré de que tu antecesor vendrá pronto ¿Por eso no trajiste a Yaku contigo? ¿Tratas de hacer que lo entretenga por ti?


Kuroo se sirvió una copa de whisky ignorando los hielos que la joven sirvienta le ofreció y bebió un trago, el turbio líquido siguió un agradablemente ardiente camino por su garganta — Llegará mañana — bebió otro sorbo.


No tenía por qué negarlo Bokuto siempre se enteraba de todo antes que cualquiera, él era una gran fuente de información, si tenías el dinero para pagar por ella y por supuesto también la paciencia y astucia suficiente para lidiar con él.


— El mío vino de visita el año pasado y traía a su nueva esposa con él, dijo que debía tomarme las cosas enserio ¿Verdad? Akaashi.


— Si, algo así — respondió el aludido. Él se encontraba sentado cerca de la chimenea desarmando su pistola con parsimonia, actividad que al parecer encontraba relajante. — Se veía molesto.


¿Cómo no estarlo? La familia de Bokuto tenía una reputación que habían protegido por años, un estilo tan discreto como contundente que el joven sucesor encontraba anticuado y aburrido. Él quería divertirse, hacerlo más interesante, así que no le importó mandar a la mierda sus tradiciones y decidió hacer las cosas a su manera.


 Cualquiera habría pensado que sería un desastre, su abuelo había estado seguro de que sería así y trató de quitarlo del poder, pero, pese a los problemas que su rebeldía acarreó, Bokuto consiguió elevar su reputación, su nombre había estado elevándose y poco a poco transformándose en sinónimo de cautela y respeto por igual en los últimos años.


Sus métodos eran poco ortodoxos, pero no había dudas de que su poder era aplastante. Bien o mal para sus antecesores los resultados hablaban por si solos.


— ¿Cuánto tiempo piensan quedarse? ¿No tienes trabajo que hacer o una fiesta a la que arrastrar a Akaashi?


— Nos iremos al amanecer, es un poco...inconveniente ahora y Akaashi está cansado — el moreno menor lo miró por el rabillo del ojo y suspiró continuando con su tarea.


Kuroo bebió un último sorbo de su copa y volvió a servirse más — Disfruten su estancia entonces — sabía que había una razón para que se quedara, probablemente él sabía que ellos atacarían esta noche, de lo contrario no habría llevado a Akaashi consigo. Independientemente de su personalidad, Bokuto no daba pasos en falso, por muy poca que fuera debía tener información y quería comprobarla con la que sus actuales prisioneros les brindaran.


Pero los negocios podían esperar para más tarde, ahora tenía una conversación pendiente con Kenma.


Hizo un intento por su suspirar, pero sus pulmones retuvieron todo el oxígeno que había conseguido tomar, entonces la copa que sostenía cayó al suelo haciéndose añicos contra el mármol gris. Su boca se hizo agua al percibir aquel dulce aroma y su sed y hambre se dispararon junto con su pulso, al tiempo que todos sus sentidos se agudizaban. Kuroo conocía perfectamente bien a quien pertenecía a ese olor, tan dulce y delicado a la vez, desataba su lujuria y lo invitaba a la embriaguez, nadie olía tan bien como él.


Nadie nunca lo había enloquecido como él hacía.


— Vaya, que agradable — le escuchó decir a Bokuto. Kuroo volteó a verlo, un gruñido gutural reverberó por toda la habitación, sus instintos posesivos desbordándose como un río fuera de su cauce.


Como respuesta Bokuto levantó ambas manos y sonrió con socarronería. — Buen provecho, Kuroo.


Bokuto no dijo nada más y si lo hizo Kuroo no lo escuchó, su instinto de Alfa, la necesidad y deseo que bullía en cada fibra y átomo que componía su cuerpo habían tomado el control de él. Lo único que deseaba hacer era ir a donde se encontraba el dueño de ese seductor aroma y hacerlo suyo, probar su dulce aroma, perderse en él y en la maravillosa sensación de su entrega. Y así lo hizo, caminó tan rápido como pudo, su corazón bombeando deseo a cada latido, hasta la puerta del rubio y le vio ahí, retorciéndose en la cama mientras gemía su nombre.


La bata que vestía, desarreglada como estaba, poco hacía por cubrir sus jugosos muslos y sus sensuales pezones.


— Te...Tetsu...— Tsukishima sentía su cuerpo arder, debía ser el efecto de la droga que Oikawa le inyectó, era tal y como había dicho; estaba en celo y no tenía supresores para contrarrestarlo. Su cuerpo pedía a gritos ser tomado por un Alfa, sus sangre hervía, el calor aumentaba, su entrada se contraía, tibios fluidos la humedecían sin control — Ku...— deseaba a Kuroo e inconscientemente comenzó a gemir su nombre, a retorcerse contra las sabanas en un vano intento por calmar su excitación, permitiendo que sus suculenta piel saltara a la vista con cada movimiento.


Su presencia en la habitación fue el detonante de la locura que había estado tratando de suprimir, de la lujuria que explotaba en cada célula — Kuroo...te necesito — gimió, su tembloroso cuerpo buscó levantarse de la cama, sus torpes movimientos provocaron que la bata se deslizara por su hombro hasta su codo, la cinta que la anudaba estaba a punto de ceder, permitiéndole apreciar la cara interna de sus muslos y la fina línea de líquido traslucido que se derramaba entre ellos. — Kuroo...Tócame…


El pelinegro pasó la lengua pos sus labios, degustando anticipadamente lo que sería un dulce elixir para sus papilas gustativas. Se desanudó la corbata y caminó hacia él para atrapar sus labios en un violento y necesitado beso que desencadenó una explosión de calor que envolvió su entrepierna, bajó las manos hasta sus muslos y lo levantó del suelo apretando su respingado trasero a placer. Tsukishima enredó las piernas alrededor de su cintura y los dedos en su cabello atrayéndolo más hacia el para profundizar el beso, su lengua se hundió en su boca, envolviendo a su compañera con placer.


Kei gimió, la erección de Kuroo se aplastó contra su pelvis y fue recibida con un dulce ronroneo que acompañó al balanceo de sus caderas.


— ¿Me necesitas? ¿Seguro que solo quieres que te toque? ¿Qué es...lo que quieres que haga por ti? — Preguntó Kuroo entre besos, mientras caminaba hasta la cama, sus dedos no dejaron de masajear sus glúteos ni su lengua de follar su boca — Anda, Kei, responde para mí…


Kenma podía esperar, el mundo entero podía esperar. Ahora sólo podía pensar en la persona cuya boca devoraba la suya como un animal salvaje y en lo mucho que deseaba enterrarse profundo en su interior hasta hacerlo gritar como un jodido loco, nada más.


— Responde…


Se acomodó en la cama de modo que su espalda descansara en la cabecera y sentó a Kei a horcajadas sobre sus caderas, el rubio no perdió un solo segundo y se lanzó hacia sus labios al tiempo que balanceaba la cadera sobre su erección, su desesperación era tan clara como su excitación y gemía desvergonzado.


— Te quiero...dentro de mí...fóllame Kuroo — le suplicó Tsukishima, quitándose la bata de forma seductora mientras miraba a Kuroo a los ojos, sus delgados labios entre abiertos lo invitaban a besarlo mientras que sus ojos suplicaban su necesidad.


Kuroo dejó escapar un gruñido, no importaba cuantas veces viera su cuerpo desnudo siempre le parecía atractivo, sus pezones rosados cual botones de rosa parecían dulce caramelos que florecían con lujuria — Voy a enterrarme tan profundo en tu interior que no harás otra cosa más que gritar ¿Lo quieres? — susurró sobre su oído — Que te la meta duro y llene con mi semen — susurró sobre su cuello, una mano se abrió paso entre sus muslos, su tierna piel se erizó bajo sus dedos, la otra buscó adentrarse entre sus muslos, Kei se inclinó hacia el frente, alzó su trasero con ayuda de sus rodillas y espalda, y separó los glúteos para permitirle mejor acceso al impetuoso dedo que trazaba el contorno de su sonrosada entrada — ¿Quieres que te llene? ¿Si?


— Si...si...si...Kuroo, por favor, hazlo duro — gimió Tsukishima con una sonrisa, su raciocinio había volado lejos junto con su vergüenza, su cuerpo buscaba tomar más y sus caderas se balanceaban sensualmente buscando tomar el jodido dedo que jugueteaba con la sensible piel de su entrada — Por favor — quería más, necesitaba más. Desde la punta hasta la base, lo quería todo.


Sus manos, que hasta ahora se mantenían sobre los hombros de Kuroo, bajaron hasta desabrochar su pantalón y liberar su duro miembro para frotarlo junto con su propia dureza, buscando un poco de alivio ante el abrumador deseo que sentía, los dos trozos de carne entre sus manos palpitaron al mismo caliente ritmo al tiempo que derramaban fluidos que bañaban sus dedos. Pero Kei no se detuvo solo ahí, repartía besos y succionaba la piel del cuello, se detenía cerca del oído y susurraba su deseo a su Alfa antes de morder el lóbulo de su oreja, incitándole para que lo penetrara.


— Te necesito...No...No puedo más, Tetsu — lloriqueó.


Kuroo sonrió, las acciones del rubio aumentaban si lívido, ese atrevimiento, su desvergüenza, su olor era increíblemente delicioso y embriagador, una jodida droga a la que definitivamente ya era adicto. Podía oírle gemir de regocijo cuando se dedo presionaba suavemente su entrada y bufar molesto cuando introducía suavemente la punta solo para retirarla inmediatamente — Mojado...— repitió esa acción un par de veces más, esparciendo lujuriosamente parte de sus fluidos entre sus dedos, ganándose más bufidos y algunas mordidas en el cuello hasta que, por fin, insertó el primer dedo hasta la base — Estas tan mojado y caliente, Kei ¿Estas así solo por mí? — empujó lentamente, dentro y fuera, agitando su dedo, haciendo sonidos húmedos. — ¿Me deseas? ¿Quieres mi pene?


— ¡Ahh! ¡Te...te deseo! — gimió arqueando la espalda y echando la cabeza hacia atrás cuando un segundo dedo profanó su humedad. Se sentía increíblemente bien. Cada toque, cada caricia, la fricción de sus dedos en su entrada era mil veces más intensa y deliciosa, la sensación de sus uñas arañando su piel provocaba corrientes eléctricas que se concentraban en su miembro, sus músculos se contraían a un ritmo vertiginoso humedeciendo su canal con cada pálpito — Jódeme Kuroo...maldición...Ya...no puedo...más — Los dedos no eran suficientes, necesitaba su pene dentro de él, sentir dolor de esa carne abriéndose paso entre sus músculos y sus hinchadas venas empujando su piel, que lo llenara con su semilla hasta rebalsar su vientre, que su olor se impregnara en su cuerpo. Fundirse con él.


Deseaba más que nada ser marcado por él, pertenecerle completamente y llamarlo suyo.


Kuroo retiró sus dedos con una tortuosa lentitud, ya había logrado su cometido; que Tsukishima estuviera desesperado por ser penetrado, ahora su cuerpo ardía por completo, sin embargo él suyo también lo hacía y lo deseaba lo suficiente como para empalarlo brutalmente contra el colchón. Tomó nuevamente los labios del rubio, con una brutalidad que le hizo arder los labios hasta sentirlos hinchados y pulsantes, elevó sus caderas y posicionó su miembro en su entrada para enterrarse hasta las bolas en un solo envite. Un desesperado grito escapó de los labios de Kei, su cuerpo convulsionándose y tiritando su ruda intrusión, y su entrada quemando con sus ardientes fluidos.


— Maldición, es tas tan apretado...y delicioso — gruñó Kuroo. La forma en la que su entrada aprisionaba su miembro era tortuosamente delicioso, lo abrazaba con pasión y se contraía de pura lujuria. Se sorprendió cuando Tsukishima empezó a moverse, marcando el ritmo de las embestidas, moviéndose en pequeños círculos al tiempo que empujaba su cabeza invitándole a chupar sus erectos pezones — Vaya...— no lo hizo esperar, tomó uno de sus pezones entre sus dientes, tiró, mordió, lamió y chupo como al más dulce caramelo de fresa y su otra mano jugó con la punta de su miembro, esparciendo sus fluidos seminales con el pulgar.


— Kuroo... ¡Ah!...se siente muy bien...adentro — Tsukishima gemía, suspiraba y sollozaba a causa del inmenso placer que le proporcionaba ese duro trozo de carne en su interior, cada palpitación de sus venas provocaba que su cuerpo vibrara escandalosamente. Quemaba, le asfixiaba, ardía como un jodido infierno, no podía respirar o pensar, solo moverse como un poseso introduciendo cada pulgada de ese duro pene en su dilatada entrada — Mas...Kuroo...más...más, joder, mas — el miembro de Kuroo golpeaba su próstata con cada embestida, desarmándolo, se estaba desmoronando y entregando al placer que su dureza le brindaba — Más duro...— gritó mordiéndose el labio inferior. La llama de deseo se transformó en chispas eléctricas, empujó más, más y más, sus piernas dolían pero no se detuvo, su orgasmo se construía, quemaba y se arrastraba por debajo de su piel concentrándose en sus testículos hasta que explotó.  


No tuvo tiempo de disfrutar la gloria, Kuroo lo empujó de espaldas a la cama y salió completamente de él, ganándose una mirada molesta por parte de Tsukishima — No me mires así Kei, solo me provocas más — desde su posición Kuroo admiró el cuerpo del rubio, su pecho subía y bajaba frenéticamente, tenía las mejillas teñidas de un hermoso carmín, los labios inyectados de sangre y sus ojos derramaban finas lágrimas y brillaban con pura lujuria — Y ya deberías saber lo que va a pasarte si me provocas — era tan condenadamente hermoso, esa sensualidad natural aunada a la inocencia que desprendía su aroma eran un puto delirio.


— Kuroo, tócame más — le llamó Tsukishima elevando ambas manos, extendió sus palmas y trató de alcanzarlo con los dedos, sus piernas bien abiertas y su entrada deseosa por recibirlo prácticamente boqueaba hambrienta — Fóllame...— quería sentir sus manos recorriendo su cuerpo, la aspereza de sus dedos, la dureza de su miembro empujarse profundo en su canal...que sus esencias se volvieran una sola de una vez por todas.


Quería que se perdiera en él, su cuerpo buscaba enloquecerlo de la misma forma que sus caricias y besos hacían con él. Tan sensible, tan receptivo, no por el celo...por él.


Kuroo tomó la mano de Kei, besó la palma, las heridas en sus muñecas que ahora estaban cubiertas por vendas y el dorso trazando un camino de besos hasta llegar a su cuello; el rubio se retorció, tembló y alzó la cadera invitándolo a penetrarlo. El pelinegro continuó con aquella lluvia de besos, bajó por su pecho deteniéndose unos segundos en su vientre besándolo con reverencia tomando los restos de su semen con la lengua, mordió y succionó la tierna piel de sus muslos antes de tomar una de sus piernas y colocarla sobre su hombro — Mételo entero...— una orden clara que le hizo sonreír y no dudó en acatar.


Se deslizó suavemente en él, pese a que su cuerpo le urgía a hacerlo con frenesí; disfrutó de sus suspiros, de cómo se aferraba a las sábanas y se agitaba revolviéndolas, de cómo sus músculos internos se abrían y ajustaban a su forma, del deseo en su mirada cuando deslizó su camisa fuera de su cuerpo. De su calor y estrechez, de lo correcto que se sentía hacerse uno con él.


— Dime que a quien le perteneces — demandó Kuroo con voz ronca y cargada de pasión — No me moveré si no lo haces.


Tsukishima se estremeció ante aquella demanda, quería obedecer, obedecería, a cada palabra o deseo suyo, no deseaba nada más que complacerlo. No podía resistírsele y, aunque habría odiado ese sentimiento, ahora le parecía maravilloso...euforia pura — A ti...te pertenezco a ti — gimió, su cuerpo temblando y contrayéndose sobre la cama — Tuyo...— agitó la cadera, frotó sus muslos contra los costados de Kuroo y masajeó sus pezones con ahínco.


— Si, eres mío — dijo saliendo casi por completo del rubio, su entrada succionando con desesperación a cada pulgada que retiraba — Para siempre Kei, no voy a dejar que te vayas jamás ¿Lo entiendes? — y entonces se enterró de un solo golpe, certero, duro y despiadado, tal y como su Omega deseaba que fuera.


— !Ahh!...!Si!...¡Kuroo, si! — los jadeos de Tsukishima se convirtieron en gritos de excitación que inundaron por completo la habitación, una de sus manos se aferró a su cabello tirando de sus doradas hebras con desesperación. Había olvidado por completo como respirar, saliva escurría por la comisura de sus labios, boqueaba buscando recuperar un poco del oxígeno que sus embestidas le robaban. Se sentía tan bien que podría morir, tan lleno y completo, si así era como se sentía el sexo durante el celo, entonces no volvería a tomar supresores nunca más.


Quería ser tomado de esta forma siempre, ser cautivo de aquel increíble maremoto de sensaciones, experimentar la gloria de saber a alguien tan suyo. Llorar su placer, la euforia de una alegría que no podía comprender, pero que sentía tan correcta; estaba bien, era el paraíso envuelto en las llamas del éxtasis.


— Mío, Kei...mío — Las embestidas se volvieron más rápidas y profundas, tan frenéticas que agitaban su cuerpo; la cama crujía, la cabecera de la cama golpeaba la pared imitando la fiereza de sus penetraciones y estaba seguro de que todos podían escuchar sus gritos y gruñidos, pero no importaba; porque quien lo estaba tomando era él, quien lo hacía vibrar en éxtasis, lo había transformado en una animal salvaje y disfrutaba de su lujuria era él...le pertenecía solo a él y quería que el mundo entero lo supiera.


— Kuroo...esto se...siente...muy bien... ¿Qué debería hacer? — sollozó el rubio aferrándose a las sábanas, su espalda se arqueaba, su entrada apretaba su miembro a un ritmo vertiginoso — Ya no...Puedo más — gimió, estaba a punto de alcanzar el punto más alto del placer, las señales estaban ahí; su cuerpo era tan honesto que no había necesidad de decir nada más


Dio vuelta a Tsukishima, sus brazos cedieron con facilidad provocando que su cuerpo se apretara contra el colchón, pero Kuroo sostuvo sus glúteos, elevó su cadera y le hizo mirarle a los ojos — Kei... ¿Me amas? — preguntó Kuroo, mientras se enterraba una y otra vez en ese húmedo agujero, golpeando ese dulce punto en cada ocasión; detenerse no estaba en sus planes, ya no podía y su Omega no deseaba que lo hiciera — Responde.


El cuerpo de Tsukishima vibró por completo, esa pregunta caló profundo en su alma ¿Lo amaba? se había hecho esa pregunta tiempo atrás y ahora sabía la respuesta, era tan claro que le pareció estúpido no haberlo notado antes — Si — sollozó — Te amo...Te amo — con cada fibra de su ser, con toda el alma, lo amaba tanto que dolía, tanto que seguramente moriría si alguna vez se separaban...tanto que no podía imaginarse sin él.


— También yo... — se inclinó sobre la espalda de Tsukishima y lamió su nuca, el sabor de su piel, el aroma de su anticipación emanando de esa pequeña zona lo invitaba a realizar su más primitivo deseo — Eres tan hermoso...tan perfecto — susurró, descargando su caliente aliento al tiempo que succionaba. — Tan mío, Kei...eres mi mundo — con su miembro ya increíblemente duro siendo aprisionado, Kuroo estaba cerca de la culminación, el deseo y esa necesidad, aquello que su corazón deseaba se transformaron en uno y envolvían su cuerpo, tomaba posesión de él.


— Ku...Kuroo te amo — la respiración del mayor era caliente contra su cuello, Tsukishima lo sintió enterrarse hasta lo más profundo de su ser, sus testículos golpeando su trasero, sus dedos enterrándose en su carme, podía sentir el hinchado nudo dentro de su cuerpo formándose, estirando su entrada de forma dolorosa y placentera. — ¡Si! ¡Te amo!


Sintió los dientes de Kuroo enterrarse ligeramente en la piel de su cuello, traspasando suavemente su dermis y luego retirarse rápidamente dejándole una sensación de vacío — Aún no es tiempo — susurró Kuroo, mientras empujaba la hinchada base, pulsando su próxima liberación; la caliente piel de su perfectamente esculpido torso se frotaba contra su espalda, su aroma ahora siendo uno con el suyo calmaron su abatido corazón y el tierno beso con el que ahogo sus gemidos borraron de su mente cualquier pensamiento.


Se dejó venir con un escandaloso alarido, tan fuerte que lastimó su garganta, tan potente que reverberó por cada rincón de la habitación. Manchó las sábanas con su blanquecina esencia, estallando en una explosión de puro éxtasis; dejo de oír y de ver al mismo tiempo, volviéndose el tacto su único sentido. Su entrada contrayéndose, al tiempo que tomaba cada gota de los potentes chorros calientes de la semilla de Kuroo. Sollozó no pudiendo soportar más la sensación de felicidad que brotaba en su pecho con cada beso sobre su espalda.


Kuroo dio vuelta al rubio con gentileza, besó sus labios de una forma lenta y dulce, lo acomodó contra su pecho y le susurro dulces palabras al oído mientras acariciaba su cabello, sus cuerpos continuaban unidos a causa del nudo, sus pieles seguían vibrando su reciente orgasmo y no dejaban de buscarse pese al cansancio.


— Dijiste que me amas.


— Es la verdad, te amo tanto que no puedo soportarlo.


Y entre besos, caricias y calor, su mundo se redujo a esa habitación, a dos corazones latiendo a un mismo ritmo, a dos almas que se reconocían como lo que eran; una sola...solo existían ellos dos, nada ni nadie más importaba.


Siguieron uniendo sus cuerpos en un frenesí que no parecía tener fin, hasta que el oxígeno en la habitación se tiñó con el aroma de su esencia y cada rincón impregnó de ellos...hasta que la conciencia de Kei cedió.


A la mañana siguiente, cuando despertó, su cuerpo aun sufría los efectos de aquella extraña droga y se vio obligado a contarle a Kuroo lo que había sucedido con Oikawa. Preocupado el pelinegro le ofreció supresores, reprendiendo con una sonrisa tan alegre como burlona su rechazo a estos y permaneció a su lado cada segundo que su forzado celo duró.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3< 


PD: No soy una gran experta en el lemon, pero creo que este quedo bastante decente XD


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