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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

Han pasado 84 años XD

 

gracias por esperar

Capítulo 11


Tsukishima se despertó lentamente y mientras lo hacía notó algo inusual, una especie de calor que no pertenecía a las mantas, envolver su cuerpo, el sonido de un corazón latiendo suavemente cerca suyo, una tranquila respiración y un aroma que no podía describir, pero que le hacía sentir bienestar y paz. Esta era la primera vez que tenía la oportunidad de despertar y ver a Kuroo dormir a su lado, él siempre se marchaba antes del amanecer y lo hacia sentir un poco solitario.


Sin embargo ahora estaba ahí y sentir sus brazos envolver su cuerpo le hacían sentir protegido, le gustaba esa sensación y la certeza de que él era suyo que venía con ella.


Tímidamente depositó un beso sobre su pecho y cerró los ojos disfrutando del confort que ese abrazo le ofrecía, no pudo evitar frotar suavemente su rostro contra este y trazar distraídamente el contorno de la fina marca de una vieja herida sobre uno de sus bíceps. Estuvieron encerrados dentro de las cuatro paredes de esa habitación durante dos noches y un día, recordaba a la perfección todo lo que se dijeron en aquel momento y el cómo su corazón casi estallaban en regocijo tras escucharle decir que lo amaba.


Tsukishima estaba seguro de que ese sentimiento era real, lo sentía en cada fibra de su ser, vibraba en su piel y llenaba su pecho, pero ¿Qué pasaba con Kuroo? Incluso si había dicho que lo amaba y que, pese a que lo había hecho durante el sexo, sabía que ese sentimiento era genuino, le inquietaba el hecho de que no lo marcó. Estuvo tan cerca de hacerlo, pero pareció retractarse ¿Por qué? ¿Había algo malo con él?


Quería preguntarle por qué no lo hizo, preguntarle qué estaba mal, pero no se sentía con la confianza para hacerlo y temía que la repuesta a ello no fuera buena, que la felicidad que había alcanzado se le escaparan entre los dedos, pero tampoco podría vivir tranquilo si no lo sabía, eso lo inquietaba e inconscientemente se apretó contra el pecho de Kuroo, queriendo fundirse con él, que toda esa inseguridad desapareciera.


Repentinamente, el abrazo del mayor se apretó y su corazón dio un vuelco, podía sentir su mirada sobre él, traspasando su piel, provocando que ardiera y se sintió un poco tímido, sin embargo reunió todo el valor que tenía y se atrevió a mirarle encontrándose así con unos ojos avellana que lo miraban con intensidad.


— Buenos días — murmuró el mayor depositando un prolongado beso sobre su frente al tiempo que frotaba su hombro con el dorso de sus dedos, un placentero escalofrío recorrió su columna vertebral ante aquella caricia, su piel despertó completamente por él — ¿Cómo está tu cuerpo? ¿Te duele algo? Tu labio está un poco hinchado y tú mejilla amoratada — frotó con el dedo pulgar y luego pasó a herida en su sien — ¿Te duele la cabeza?


No apartó su mano, le gustaba como se sentía su toque, el calor que transmitía, el anhelo que evocaba en él — Estoy bien, no fue nada grave...Ya no importa, no quiero pensar más en eso — solo quería olvidarlo y con Kuroo ahí sería mucho más fácil.


Los efectos de la droga ya habían pasado, la herida de su frente y muñecas punzaban de vez en cuando, pero no era molesto, pese al cansancio que la reciente actividad física sobre su cuerpo, podía moverse con normalidad. Solo estaba un poco somnoliento, sin embargo no era nada que una taza café no pudiera soluciona.


— Lamento haberte expuesto a todo eso, no volveré a hacerlo jamás...voy a protegerte no importa lo que pase, siempre ¿Está bien para ti?


— Solo si me prometes que tú vas a estar bien...no tienes que arriesgarte por mí, no quiero eso.


Kuroo trazó la línea de la espalda de Tsukishima sintiéndole estremecerse entre sus brazos; él era dulce, su cuerpo reaccionaba a sus caricias casi con inocencia; no podía evitar suspirar, cerrar los ojos e invitarle a besarlo silenciosamente, sentía tanta codicia cuando estaba con él, quería atesorarlo sin importar que...por siempre — Hay algo que quiero darte, tenía pensado hacerlo en una situación más romántica, pero ya no puedo esperar.


— ¿Qué es? — preguntó en un suspiro, el aliento de Kuroo chocó contra la piel de su cuello, se pegó más a él y sus manos jugaron con los mechones azabache que caían por su cuello.


Con cuidado y pese a las protestas de Kei, Kuroo le ayudó a levantarse hasta quedar sentado, sus manos sujetaron su cintura, su calor se traspasó a su piel, se miraron y sus ojos se perdieron en los contrarios. La anticipación flotaba entre ellos, la necesidad de tocarse ardía en sus iris, el rubio llevó ambas manos a los hombros del pelinegro, no tenía idea de que era lo que quería hacer, así que permitido que se deslizan por su cuello hasta llegar a su rostro.


Kuroo besó el dorso de una de ellas, Kei suspiró, la promesa de un beso crecía con cada centímetro menos de distancia entre sus labios.


— Si esto es lo que querías darme, entonces...no estoy muy sorprendido — separó los labios y permitió que Kuroo tomara el inferior entre los suyos; su respiración se ralentizó y su corazón se disparó cuando sintió el cosquilleo de la punta de una caliente lengua deslizarse suavemente entre ellos.


 — Cierra los ojos — Pidió el mayor, un beso y no podría detenerse, su aroma ya era suficiente para hacerle perder la cabeza. Tsukishima obedeció algo desconcertado, sus mejillas estaban teñidas de un suave rosa que ardía su piel; escuchó el ruido de un cajón abrirse y cerrarse, y al pelinegro dar un profundo suspiro antes de hablar — Ya puedes abrirlos.


Tsukishima abrió los ojos y parpadeó un par de veces sin poder creer lo que veía, esperaba cualquier otra cosa, pero esto era más de lo que podía procesar — Eso... Kuroo...eso es — Un anillo. Kuroo estaba sosteniendo frente a él una pequeña caja negra de cuero que contenía un anillo de oro rodeado de pequeños diamantes, parecía sencillo, sin embargo era obvio que no lo era — ¿Por qué? — no podía ser lo que estaba pensando ¿Verdad? Porque si era así, entonces...


Kuroo tomó el anillo de la caja, sus dedos temblaron ligeramente, pero sus ojos parecían decididos — No voy a marcarte — tomó la mano izquierda de Kei y besó sus nudillos y la zona del dedo anular — En este tipo de negocio la muerte es algo que tiende a ocurrir con mucha frecuencia, nadie está exento de ello... ni siquiera yo. Si te marco y en algún momento muero, tú vas a sufrir mucho por culpa de la marca y es probable que mueras por el shock producido por la ruptura. Lo sabes ¿Verdad?


— No quiero que mueras — susurró Tsukishima, apretando la mano de Kuroo, sabía a qué se dedicaba le había quedado muy claro desde la primera vez que los atacaron en la carretera, sin embargo fue solo anoche que descubrió lo peligroso que en verdad era; el pelinegro estaría envuelto en más situaciones como esa o quizá peores en el futuro...si algún día no volviera a casa o resultaba herido de muerte.


El mayor le sonrió conciliadoramente al percatarse de su ansiedad — No sabemos lo que podría suceder en el futuro, el mundo en el que me muevo está en constante cambio, mi organización está en medio de una transición de poder y aún no tengo lo necesario para protegerte si una lucha llegara a ocurrir, por eso quiero asegurarme de que si algo llegara a pasarme tu estarás bien. Por eso no voy a marcarte, lo que siento por ti es más fuerte que ese deseo...a cambio quiero que esté anillo se convierta en la prueba de nuestra unión, en la prueba de que me perteneces y de que soy tuyo — tras decir esas palabras Kuroo deslizó el anillo en el dedo anular del rubio, el ajuste era perfecto y los diamantes parecieron destellar con luz propia agregando belleza a su blanca piel — Quédate junto a mí, te prometo que voy a cuidarte siempre...no importa lo que pase.


Tsukishima se estaba atónito, su corazón palpitaba tan fuerte que estaba seguro de que Kuroo podía escucharlo, no tenía dudas al respecto. Sintió un escozor en los ojos, pequeñas lágrimas gritaban su salida y de pronto su visión comenzó a hacerse borrosa, a empañarse, y sus pestañas se humedecieron. Esto era como una propuesta de matrimonio ¿verdad? Estaba pasando y aunque cualquier pensaría que era demasiado pronto para ello, parecía lo más lógico del mundo para ellos...y a pesar de eso no dejaba de hacerle sentir un estallido de alegría, no podía evitar desear llorar.


— Por supuesto que... — continuó hablando Kuroo, parecía un poquito nervioso y apretó su mano al tiempo que frotaba la sortija con el dedo pulgar — Si el anillo no te gusta podemos cambiarlo por otro, puedes tener el que quieras no importa el precio...tú solo...solo tienes que pedirlo.


— No es necesario — respondió el rubio tocando la argolla también, sus labios arqueándose en una sonrisa que bien podría definirse como soñadora — Este es perfecto...nunca imaginé que alguna vez...tendría uno.


Kuroo le abrazó, enterró su rostro en su cuello y dejó escapar un suspiro fatal — He tomado todo de ti, te quité tu trabajo, te alejé de tu vida, de tu hermano y te mantengo aislado de todos sin consideración. A veces pienso que serías más feliz si te dejo ir, pero la verdad es que no puedo hacer eso, soy un hombre egoísta que solo piensa en sí mismo y que te quiere a su lado a toda costa. No puedo dejarte ir, te quiero...me enamoré de ti y quiero pasar el resto de mi vida contigo.


Tsukishima reprimió un sollozo ante último dicho, la pena en su voz era tan clara y real para él como los sentimientos que le profesaba — He pasado la mayor parte del tiempo queriendo volver a casa, pensando en si existía alguna forma de escapar de ti…sin embargo ese deseo fue cambiando. Quiero quedarme, pero todavía me asusta que llegue el día en que te canses de mí y me entregues a otro…— no podría soportar que eso pasara, no cuando le amaba como lo hacía.


El mayor se apartó y extendió la mano acunando el rostro del rubio, besó su frente, su nariz, sus mejillas y por ultimo sus labios — Nunca podría cansarme de ti y definitivamente no voy a permitir que otro ponga sus manos sobre ti…tu…tu eres mío — aún no había olvidado lo que Oikawa le hizo a Kei, el miedo en sus ojos…sus heridas y estaba decidido a encontrar la forma de hacerle pagar por eso. Iba a destrozarlo hasta que no quedara nada de él — Soy demasiado posesivo cuando se trata de ti. No quiero que nadie más te vea, no quiero que veas a nadie más, quiero que solo me veas a mí...me volvería loco si te viera siendo amigable con otro hombre, lo mataría si lo viera siquiera tocarte un cabello y…definitivamente preferiría matarte antes de entregarte a alguien más.


— Eso suena horrible — respondió él con una casi imperceptible sonrisa, Kuroo siempre era…apasionado en todo lo que hacía.


— Lo sé, lo siento…es algo mucho más fuerte que yo — dijo Kuroo acercando su rostro hasta que sus frentes se tocaron y sus alientos se mezclaron — Sé que es horrible, pero aun así espero que te quedes a mi lado ¿Aceptarías pasar el resto de tu vida con este horrible persona?


— Eso suena como una propuesta de matrimonio, una terrible y un poco retorcida por cierto.


— Lo es.


— ¿Qué pasa si digo que no quiero? Tal vez quisiera recuperar mi vida.


— Voy a encerrarte, incluso si me odias por eso…si garantiza tu permanencia a mi lado, entonces no voy a dudarlo — respondió Kuroo con total sinceridad, sus ardientes sentimientos se desbordaban; ya no podía resistirlo más, no tenía idea de cómo había sobrevivido todos estos años sin Kei. No parecía posible, la única explicación lógica que podía encontrar era...— Nací para conocerte y ahora que te tengo, no puedo imaginarme más sin ti.


Esas palabras causaron una extraña sensación brotara en su pecho, sonrió como nunca lo había hecho en su vida, sus lágrimas poco a poco se desbordaban de sus ojos y rió suavemente y sin control, quizá ya se estaba volviendo loco — Eres de lo peor, desagradable y un idiota y...— "Te amo" que dos palabras fueran tan dulces, parecía mentira.


— Si, lo soy — Kuroo cortó la poca distancia que los separaba y unió sus labios, un suave roce que prometía volverse fuego puro — Tomaré eso como un si — susurró entre beso y beso, sus lenguas no tardaron en encontrarse, se rozaron y exploraron con calma la boca ajena, saborearon sus suspiros y bebieron de su deseo, embragándose de ellos.


— Parece...que no tengo elección — amaba y era amado, había encontrado a una persona que le hacía sentir especial, a alguien que le hacía sentir que estaba bien mostrarse como era, con la que no deseaba poner barreras...si esto era un sueño entonces no quería despertar de él.


Tsukishima lo besó con avidez y su cuerpo se estremeció cuando las manos de Kuroo comenzaron a moverse hacia arriba y bajo de su cuerpo, lento y dulce, su piel reaccionaba a cada toque y se encendía por él. Sus manos buscaron su cuello y sus dedos enredarse en aquellas hebras azabache, el calor crecía abrazaba hasta sus huesos y los impulsaba a calmar el intenso ardor que esa necesidad provocaba frotando sus cuerpos.


Lentamente, el pelinegro se empujaba contra él, Kei se dejó caer y dio cobijo a su cuerpo entre sus piernas, la suave piel de sus muslos rozó la contraria y no pudo evitar suspirar cuando sintió sus manos pasearse por sus piernas — Si seguimos así nunca vamos a salir de esta habitación — los labios de Kuroo se movieron a lo largo de su garganta mordiendo y succionando la piel hasta llegar a la oreja, sus suspiros roncos lo hicieron estremecer, el deseo en su voz despertó un intenso calor que se concentró en su bajo vientre.


— Kuroo... — aferrándose a su espalda Tsukishima comenzó a gemir, muriéndose por volver a sentirlo en su interior, su cadera comenzó a agitarse, su voz subía de nivel y sus besos transmitían su pasión — Kuroo — gimió, él mordió la zona entre la nuca y su hombro, sus dientes enterrándose suavemente en su dermis, provocando que el calor aumentara a proporciones insospechadas y que la suave fricción que había iniciado se transformará en una sensual danza que buscaba seducirlo.


— Sabes que no puedo resistirme a ti...eres tan hermoso — Kuroo le susurró al oído; se había prometido dejarlo descansar, pero ya no podía resistirse más, Kei lo deseaba tanto; su piel ardía, su voz se volvía cada vez más necesitada, su aroma tan dulce y atrayente que nublaba sus sentidos, que enloquecía.


La espalda de Kei se arqueó y sus duros pezones se rozaron contra su pecho, era tan receptivo a sus caricias, tan entregado a sus besos y tan dulcemente sensual. Quería besar cada rincón de su cuerpo, hacerle el amor como tanta reverencia como pasión, sentirlo suyo. Ahora.


De pronto alguien llamó a la puerta y el pelinegro se apartó unos cuantos centímetros de él, Kei tiró, un pequeño sonidito de protesta escapó de sus finos labios al tiempo que ladeaba la cabeza ofreciéndole su cuello. Kuroo no pudo negarse, repartió pequeños besos sobre su piel y arrastró la nariz por su longitud, sus manos reanudaron su camino entre sus piernas, pero la jodida puerta volvió a ser golpeada.


— ¿Qué? — gruñó con molestia.


— Lamento mucho molestarlo, pero Kenma ya despertó — respondió nerviosamente la chica — Usted...ordenó se le informará inmediatamente lo hiciera.


— De acuerdo, márchate.


A regañadientes Kuroo se separó de Tsukishima, no parecía muy feliz por su decisión, lo miraba con tinte de reproche en sus dorados ojos y sus labios se fruncieron, acción de la que tomó ventaja para tomarlos en un beso que le hizo sonreír.


— Lo siento, tengo cosas que hacer...no quisiera, pero es momento de volver a la realidad — volvió a besarlo y se levantó de la cama, sin preocuparse siquiera por cubrir su cuerpo. Había intentado hablar con Kenma mientras Kei dormía, pero aún se encontraba bajo los efectos de los sedantes, ahora era el momento indicado. Seguir aplazándolo solo haría que terminara peor — Debes estar cansado, vuelve a dormir. Pediré que te traigan el desayuno más tarde.


— Esta...bien, no tengo sueño...solo — no era la primera vez que veía desnudo a Kuroo, sin embargo era la primera vez que era realmente consiente de su cuerpo; su espalda, su cadera, sus piernas...su trasero ¡Había rasguños en él! Rasguños que había dejado sin darse cuenta ¿Cuando? Ni siquiera recordaba el momento específico y el hecho de que había demasiado por rememorar lo hacía aún peor para él — Voy a descansar un poco — murmuró cubriendo superficialmente sus ojos con ambas manos.


Como si fuera una invitación para unirse a él, Kuroo no cerró la puerta, pero Tsukishima estaba demasiado avergonzado como para atreverse a hacer algo así. No era tan valiente. En su lugar, decidió enfocar su atención en el anillo que ahora adornaba su dedo anular, en la forma que los pequeños diamantes brillaban con la luz del sol volviéndose cálidos. Se sentía feliz por ello, por saberse amado, pero no estaba competente satisfecho.


Un anillo y una marca de acoplamiento eran cosas diferentes, el anillo era el símbolo de su unión y la marca era la prueba de que se pertenecían, con la marca su olor se transformaría uno solo, no tendría que preocuparse por el celo, porque su olor ya no afectaría a otros Alfa además de Kuroo, sería solo suyo de una forma mucho más profunda y maravillosa. Comprendía sus razones, sin embargo no podía evitar sentirse inseguro, el futuro era incierto y podía dar giros demasiado inesperados.


Pero quería confiar el Kuroo, con todo lo que tenía a pesar de todo.


No sabía cuánto tiempo estuvo observando su anillo, quizá cerca de 15 o 20 minutos, Kuroo había salido del baño y le observaba con una cálida sonrisa desde el marco de la puerta; llevaba una toalla alrededor de la cintura y gotas de agua resbalaban, trazando un hipnotizante camino por su pecho, delineando sus marcados músculos y humedeciendo la toalla.


Kuroo amplió su sonrisa al percatarse de la dirección en su mirada, la intensidad con la que seguía el movimiento de su cuerpo, en verdad quería molestarlo, pero sabía que si lo hacía no podría contenerse y terminaría saltando sobre él. Era irremediable, Kei era demasiado como para no desearlo.


Girando hacia el armario para vestirse Kuroo dijo — Pedí que te trajeran ropa y un nuevo par de anteojos. Puedes bajar al jardín más tarde, pero no te alejes mucho. A diferencia de la casa principal la seguridad aquí es menor, no es un sitio al que venga a menudo después de todo.


— De acuerdo — respondió Tsukishima al tiempo que se sentaba lentamente, había una camisa enredada entre las sábanas, la tomó y al percatarse del aroma de Kuroo en ella no dudó en vestirla; era grande — ¿Cuándo vamos a volver? — le gustaba, se sentía como si fuera abrazado con gentileza.


— Hoy por la tarde tal vez… — Kuroo caminó hacia él, sus avellana devorando su cuerpo, estaba maravillado por la sensual visión que le regalaba — ¿Vas a estar bien solo?


El rubio se encogió de hombros, provocando así que la camisa se deslizara por su hombro, permitiéndole apreciar mejor una pequeña mordida sobre este — Estoy a acostumbrado a estar por mi cuenta — Trató de subirlo nuevamente, pero se detuvo en cuanto sintió los labios de Kuroo besar su piel expuesta.  Suspiró, un sonido suave que arrancó un gruñido del pecho de su Alfa. — ¿Qué haces? Creí que tenías que irte — lo miró con timidez al tiempo que posaba ambas manos sobre su pecho, era adorable cuando Kei actuaba de esa forma…cuando quería ocultarle que lo deseaba.


— Eso intento, pero...— apoyó una rodilla contra el colchón y sus manos se colaron rápidamente bajo su camisa, arañando la piel de su cadera — No me lo estás dejando tan fácil...tentándome desde modo.


— ¿Ahora me culpas a mí? Eso es muy bajo, Kuroo — casi ronroneó cuando sintió sus labios jugar con el lóbulo de su oreja y un jadeo muy audible escapó involuntariamente de sus labios cuando sus manos comenzaron a amasar su trasero con brusquedad, sus dedos enterrándose en su piel calentaron su cuerpo con una rapidez que lo invitó a tirar de las solapas de su camisa — Dijiste que tenías que irte.


Kuroo hizo un sonido afirmativo, sin embargo no dejo de acariciarlo y un travieso dedo trazó el contorno su entrada, estaba húmedo, tan ansioso de él que sería un crimen dejarlo solo. Kei era su Omega y él, como su Alfa, tenía el deber de satisfacerlo, era lo más natural del mundo. Quería consentirlo tanto como pudiera, cuidarlo en todos los sentidos... ¿Cómo podría decirle que no a ese dulce rostro que gritaba por una dura follada? ¿Cómo podría negarse a hacerle el amor a tan hermosa criatura?


Simplemente no podía negarse.


— Te veré más tarde — Kei murmuró un apagado "Si" la sábana cubría la parte inferior de su cuerpo, permitiéndole observar el esplendor de lo que alguna vez fue una blanca espalda cubierta de los rastros de su reciente pasión. — Trata de descansar un poco ¿Si? — Besó una pequeña marca rojiza en su espalda baja y se levantó de la cama acomodando rápidamente su ropa y cabello, giró pero volvió un segundo después para volver a hablarle — Casi lo olvido, asegúrate de tomarte la píldora. La dejé junto a tus anteojos en la mesita.


Tsukishima asintió y una vez el mayor dejó la habitación, caminó hacia la mesita junto al cuarto de baño y tomó entre sus manos la caja con una sola píldora de emergencia, Kuroo siempre era muy precavido en ese aspecto, incluso los supresores que ingería tenían efecto anticonceptivo. Quizás no quería hijos aún, era un poco comprensible, su relación estaba comenzando y pensar en procrear sería demasiado repentino, pero ¿Si en verdad no le gustaban los niños y estaba en contra de tenerlos? ¿Cuál sería su respuesta si le preguntara?


Como Omega su instinto le dictaba que debía dejar descendencia, y aunque a veces odiaba su naturaleza, Tsukishima en verdad lo quería, quería tener a los niños de su Alfa, ese deseo estaba muy arraigado en su interior y podía sentirlo crecer cuando Kuroo lo tomaba. Pero tampoco podía hacer nada si él no lo deseaba y forzar las cosas solo terminaría en un desastre.


Pero aun así, no podía aceptarlo del todo.


Decidido a no darle más vueltas al asunto, ingirió la píldora e ingresó al cuarto de baño. Si tendrían hijos o si se separarían era algo que solo el tiempo diría. No. En su corazón sabía la respuesta y no pudo evitar que su corazón palpitara llenando de euforia su sangre.


*****


Kuroo entró habitación sin anunciarse, Kenma se encontraba desnudo hasta la cintura y una enfermera cambiaba dirigentemente el vendaje de su espalda y pecho. Desde su posición Kuroo pudo apreciar las diversas cicatrices que adornaban su piel, algunas irregulares y abultadas, otras rectas y lisas, todas perdiéndose bajo la línea de sus pantalones de lana, donde él sabía existían más; cada centímetro de la piel que podía apreciarse estaba completamente llena de cicatrices cortesía de Oikawa y su desagradable habito de tortura.


Habían pasado años, sin embargo aún le parecía doloroso verlo.


— ¿Cuál es tu condición? — Kuroo rodeó la cama lentamente, sus ojos no se despegaron del menor, analizándolo.


— Sobreviviré, la bala no tocó nada vital.


La enfermera levantó sus utensilios y las vendas usadas, pequeños manchones de sangre podían apreciarse sobre estas, dio una reverencia a ambos hombres en la sala y caminó silenciosamente hacia la puerta, cerrándola detrás de ella, sus ojos mirando al suelo en cada momento. El silencio que se formó tras su partida fue tenso, casi tentativo y Kenma no parecía querer hacer nada por romperlo.


— Creo que será mejor que te tomes unas vacaciones — murmuró Kuroo al tiempo que le ayudaba a ponerse la camisa, sin embargo Kenma le apartó formándose una mueca de claro dolor en su rostro ante el brusco movimiento de su cuerpo.


— ¿Estas tratando de deshacerte de mí? — escupió apretando su camisa con frustración — Él te pidió que lo hicieras ¿Verdad? ¿Quién va a ser el siguiente? ¿Yaku? Apuesto a que van a haber muchos cambios a partir de ahora — la voz del menor sonó débil, probablemente a causa del dolor de la herida en su espalda, sin embargo estaba llena de rencor.


— Por supuesto que no — respondió Kuroo molesto ¿En qué clase de jodido concepto lo tenía? Sus asuntos personales eran solo suyos y nada tenían que ver con la organización, sus hombres ya deberían tener la confianza como para saber que su situación sentimental no cambiaría nada — Ustedes son mi familia.


Con dificultad kenma se puso en pie y lo miró, su condición no era buena, eso podía verlo por la forma en la que su cuerpo se tambaleaba ligeramente, sin embargo se forzó a si mismo por mantener ambos pies sobre el suelo, la fuerza de su convicción reflejándose en sus ojos — Leí el informe y creo que ambos podemos concluir que...


— También lo leí, pero podría ser cualquiera — después de casi seis horas de interrogatorio la única información que pudieron conseguir de aquellos hombres fue que estaban buscando a un muchacho rubio, nada más. Una característica que cualquiera podía reunir, estaba más interesado en esa nueva organización, parecían dispuestos a todo con tal de conseguir su objetivo.


— ¿Leíste el mío también? Kuroo la información se está filtrando desde nuestra casa, pero no pude encontrar al culpable, todos los datos de su identidad, así como sus rastros, fueron borrados — y no había nada más sospechoso que eso. Alguien tal listo y temerario definitivamente era un problema que debía ser solucionado pronto.


— Si, pero esa no es razón suficiente para desconfiar de él. Kei está fuera de sospechas y eso es todo.


Kuroo era consciente de que en el pasado habría actuado por nada más que una simple sospecha, la maleza debía cortarse antes de que se transformara en un problema mayor, pero simplemente no podía pensar que Kei era culpable de algo como eso, no había forma.


El menor bufó molesto, sus labios se curvaron en una sonrisa irónica al tiempo que sus ojos reflejaban su decepción — Supongo que no tuvo que hacer mucho para convencerte de su inocencia, solo abrirte las piernas como la...


— No me hagas perder la paciencia Kenma, tú mejor que nadie deberías saber que no soy tan amable como parezco — sentenció Kuroo con una expresión severa en el rostro. Kenma podía ser su amigo, pero aun así estaba bajo sus órdenes y no iba a permitir ninguna falta de respeto hacia él o Kei, él era su pareja y como tal merecía respeto.


— Lo odio — murmuró entre dientes, apretó los puños y sus hombros se tensaron — Antes de que él llegará yo era importante para ti...cambiaste, Kuroo, ya no eres el mismo de antes y todo es su culpa. Te está absorbiendo, transformándote en un extraño...creo que si en algún momento tuvieras que elegir entre él o nosotros, lo elegirías a él sin dudar.


Kuroo se cruzó de brazos, altivo y frío, sus avellana se entornaron de una forma que fácilmente detuvo las palabras de kenma — Tengo mis prioridades en orden y si en algún momento tuviera que hacer una elección no pienso titubear o permitir que mis emociones nublen mi juicio — no pensaba tirar a la basura todos los años de lealtad y confianza que sus compañeros le habían brindado, todo por lo que había trabajado, por lo que muchos de sus amigos perdieron la vida.


Tenía el deber y orgullo de protegerlo.


— ¡¿Por qué lo defiendes tanto?! Solo es un Omega inútil, va a causarte problemas en el futuro si...


— Lo amo.


Kenma abrió los ojos de sobremanera ante sus palabras, deformándose su rostro en una mueca de profundo dolor que atravesó su pecho — La adoración con la que lo miras me enferma — murmuró tambaleándose hacia atrás, sus labios temblaban a cada palabra que se deslizaba de ellos — Ver su rostro me enferma, es tan desagradable y maldigo el día en el que lo conociste. No pienso trabajar para alguien como él, nunca voy a protegerlo.


— Trabajas para mí, no para él — le aclaró, su voz era fría, sin embargo su mirada se suavizó — Pero voy a comprender si ya no quieres seguir más con esto, has permanecido años a mi lado y sé cuan leal eres, así que puedo permitirte marcharte sin ningún problema si ese es tu deseo.


— ¡Lo sabía! — exclamó kenma, la sangre se filtraba, tenue, a través de los vendajes que rodeaban su hombro y teñía su camisa de un tono carmín — Intentas deshacerte de mí ¿Tan poco te importo? Es como si ya nada te importara ahora, todo es él...siempre él, tu mente, tu corazón...todo. No hay nada más que él...


Kuroo suspiró, Kenma parecía demasiado afectado; se esforzaba por no llorar con todo lo que tenía, su rostro deformado reflejaba un dolor que estaba más allá del físico. Tan débil que podría desvanecerse en cualquier momento, tan frágil que no podía dejarlo solo así — No, eres lo suficientemente importante para mí como para respetar tu decisión de irte, como para no querer forzarte a permanecer en un sitio en el que no deseas estar...


— Mi lugar es a tu lado — el menor hizo una mueca de dolor al tiempo que Kuroo lo llevaba de vuelta a la cama, apoyó su espalda suavemente contra el cabecero y cuando el pelinegro estuvo a punto de separarse de él, Kenma lo sujetó de las solapas de su camisa — Kuroo, va a traicionarte, no confíes en él...no dejes que te engañe, sabe que tiene poder sobre ti y...


Apretó las manos del más bajo y le hizo soltarle de un tirón — Kei es mi problema, yo sabré cómo manejarlo, no quiero escuchar nada más sobre el asunto ni de ti o de nadie — estaba cansado de eso, el único culpable de algo era él que le había arrebatado a Kei todo lo que tenía por simple arrogancia.


— Se parece a ella — Kenma habló en un susurró, sus ojos perdiéndose en ningún punto en específico de la pared frontal — Sus ojos son los mismos, esa belleza deslumbrante...la falsa inocencia en su mirar, su presencia...


Kenma tenía razón, Tsukishima tenía rasgos similares a la mujer que alguna vez había querido cómo si fuera su propia madre, aquella mujer de la que el hijo de su antecesor se enamoró y por la cual fue asesinado, aquella que había provocado un gran enfrentamiento entre cinco de las más grandes organizaciones del país. Pero Kei no era como ella, él era distante y reservado la mayor parte del tiempo, tan ajeno a todo lo que lo rodeaba que en ocasiones parecía alguien que no pertenecía el mundo terrenal, pero también podía llegar a ser alguien molesto, altanero y hostil cuando se enfadaba, tenía un carácter tan difícil de sobrellevar que a veces era frustrarse, y sin embargo Kuroo amaba todo eso, porque sabía que en el fondo las personas como él eran frágiles y solitarias, sabía que estaba escondiendo su miedo bajo esa hostilidad, sabía que todo este tiempo estuvo asustado y quería cuidar de él, protegerlo con todo.


Kei era distinto, quería confiar en él...arriesgarse en volver a creer en alguien.


— Tómate un descanso hasta que tus heridas sanen por completo, dejaré esta casa y a los sirvientes a tu entera disposición — le dio la espalda y caminó hacia la puerta dispuesto a marcharse, deteniéndose en el marco para volver a hablar — Usa tú tiempo en convalecencia para pensar lo que deseas hacer, tu decisión será respetada.


— Kuroo...no importa lo que pase, no dejes que él tomé todo de ti...por favor, no permitas que te engañe...


— Adiós, Kenma.


No podía ni quería pensar que Kei podría traicionarlo o engañarlo, esa era una idea que no tenía cabida en su mente, algo que encontraba tan difícil de creer que incluso le resultaba extraño de imaginar, sin embargo si ese fuera el caso, si llegara a descubrir que así era, entonces tendría que cumplir con su deber y terminar con su vida, pero ¿Sería realmente capaz de hacerlo? Había matado a muchas personas a lo largo de su vida, pero no había amado a ninguno, ninguno de ellos le había importado lo suficiente como para llegar a sentir lo que algunos llaman compasión.


En un negocio como ese los sentimientos como el amor eran algo innecesario, te volvían débil, te hacían dudar y eso podía significar la muerte en momentos donde la vida estaba en juego y la perdición de una organización.


Acabar con Kei, terminar con la única persona que le había hecho sentirse como un simple ser humano, no quería siquiera pensar en una posibilidad como esa.


*****


Tsukishima vagó por el jardín el resto del día, permitiendo que los gentiles rayos del sol besaran su piel, calentándola con su calor y que el aroma de las flores inundara sus fosas nasales. La mansión era un lugar tranquilo y silencioso, pocas personas podían verse deambulando por los pasillos o el jardín de vez en cuando dándole la sensación de que él y Kuroo eran las únicas dos personas ahí. La brisa corría arrastrando ráfagas aire que regalaban cálidas caricias a su rostro y agitaban su cabello.


El jardín, aunque más pequeño que el de la mansión principal, estaba repleto de grandes árboles florales y arbustos pequeños, el césped era de un fresco verde intenso, perfectamente recortado y que se extendía como una suave alfombra sobre el suelo hasta donde sus ojos podían apreciar. Era una visión agradable.


Caminó tranquilamente hasta la sombra de un árbol y se sentó debajo de él, apoyando la espalda contra el tronco, observó unos instantes los rayos de sol que se filtraban a través de las danzantes hojas bajo su cabeza antes de enfocar sus ojos en el anillo en su dedo, la luz del sol provocaba bonitos destellos de colores en cada uno de los diamantes que lo conformaban, esparcían su luz cada vez que agitaba la mano y le hacia sonreír.


— Voy a casarme — murmuró para sí mismo, sintiendo como una revolución de emociones atacaba su estómago y le provocaba querer reír sin razón. — Voy a casarme.


Realmente se sentía feliz, como nunca lo había hecho antes, sin embargo aún tenía una extraña inquietud en el pecho que no le permitía sentir con total plenitud. Seria genial si tan solo pudiera dejar de pensar y pudiera disfrutar del momento, pero hacerlo era una tarea imposible cuando estaba solo. En cambio, cuando estaba con Kuroo su mente se llenaba de un blanco total, sin pensamientos negativos ni positivos, él tomaba todo y lo transformaba en algo maravilloso.


Era casi mágico.


— Vas a gastarlo su sigues mirándolo así — la voz de Kuroo se hizo presente, provocando que Kei alzará la vista inmediatamente.


— Siempre puedes comprarme uno nuevo — Tsukishima se encogió de hombros queriendo sonar casual y despreocupado, sin embargo no pudo ocultar el ligero carmín que nació en sus mejillas al saberse descubierto.


— Todos los que quieras, bonito — dijo en una suave risa — Es hora de volver a casa — Kuroo extendió una mano que Kei no dudó en tomar y fue halado suavemente hacia él, un brazo enredándose en su estrecha cintura, pegando con firmeza su cuerpo al suyo.


Kuroo le miró a los ojos con intensidad, acarició con el dedo pulgar un pequeño raspón en su pómulo izquierdo y bajó hasta posarse sobre sus labios, delineándolos como si quisiera memorizar su textura en su piel. Su ojos, su mirada, le atravesó, abrazó su cuerpo en llamas ardientes que amenazaron con consumirlo — ¿Kuroo? — le llamó Tsukishima; estaba tan cerca que podía sentir su aliento rozar sus labios y su corazón golpear su pecho, pero él no hacía nada más que mirarlo — ¿Pasa algo?


— Me gusta el color de tus ojos — su mirada se volvió cálida, sus labios se acercaron suavemente y tomaron los suyos en un casto beso que le hizo desear más — Son preciosos...igual que tú — su voz fue gentil, sus labios dulces e impetuoso y su abrazo cálido y firme — Hermoso.


El rubio se sonrojó y respondió con un tímido "gracias" no estaba acostumbrado a recibir elogios o palabras tan ardientes como esas. Kuroo tomó su mano, sonrió provocando que también lo hiciera y juntos caminaron hacia el auto que los esperaba, el chófer los recibió con una reverencia y les abrió la puerta. Delante de ellos, en el asiento del copiloto, había otro hombre vestido de negro que lo miró de reojo a través del cristal que los separaba y luego movió la cabeza en un saludo respetuoso que Kei no tuvo idea de cómo responder.


El auto arrancó dejando atrás la residencia en la que se habían alojado, cruzaron un espeso bosque hasta salir a la carretera, Tsukishima contempló nuevamente el anillo y no pudo evitar que sus labios se arquearan en una sonrisa soñadora y contuvo el impulso de tocarlo como había hecho durante todo el día dirigiendo su mirada hacia Kuroo; él lo miraba con una sonrisa que Kei devolvió con timidez antes de volver su mirada a la ventana descubriendo en su reflejo unas mejillas rosa.


— Kei — le llamó Kuroo después de unos minutos — ¿Crees que debería presentarme con tu familia? ¿Pedir tu mano formalmente?


Tsukishima lo miró un instante antes de responder — Solo tengo a mi hermano y no creo que sea buena idea hablar con él — por lo menos no hasta después de su operación; Akiteru era un poco, demasiado, sobreprotector, de niños no lo dejaba ir por ahí solo nunca.


— ¿Qué hay de tus padres?


— Pensé que lo sabrías, me investigaste ¿No?


— Quiero escucharlo de ti — respondió Kuroo, acariciando su rostro con el dorso de su mano — Me gusta el sonido de tu voz, es dulce.


Tsukishima lo miró un tanto confundido, no entendía su repentino interés en su familia o porque había sacado el tema de esa forma sabiendo, tras su previa investigación, cuál sería su respuesta — Se fueron de casa cuando tenía diez años y vivimos con nuestra abuela hasta que falleció, mi hermano ya era mayor de edad y yo estaba por cumplir los quince...nos las arreglamos solos.


— ¿Ellos solo se fueron? ¿Por qué lo harían sin llevárselos a ustedes?


— No lo sé, solo lo hicieron y ya...supongo que no les importábamos mucho que digamos — dijo — Nunca estaban mucho en casa de todos modos, salían mucho...a veces por días. Quizá se fueron porque tenían deudas o algo así, nos cambiamos de casa con regularidad.


El pelinegro tomó su mano apretándola suavemente — ¿A qué se dedicaban?


— No lo sé, a mi padre le gustaba apostar...pero mi madre, no estoy muy seguro de lo que realmente hacían — no era como que no se lo hubiera preguntado en algún momento, sin embargo, siendo solo un niño, ese tipo de preguntas eran fácilmente opacadas por otras.


— ¿No dejaron algún indicio de su paradero? ¿Alguna carta?... ¿no has sabido de ellos desde entonces? ¿No han tratado de comunicarse contigo o con tu hermano?


Esa avalancha de preguntas trajo a su memoria aquella carta, Akiteru había dicho que la habían enviado sus padres, algo inusual tomando en cuenta que no habían tenido interés alguno en contactarlos los pasados quince años. Había supuesto que sería alguna clase de disculpa o que contuviera la razón de su partida, pero no fue así. De las tres hojas en el sobre, dos de ellas estaban en blanco y la tercera contenía una dirección de correo electrónico.


Fue una gran decepción para Tsukishima…una muy gran decepción que lo hizo sentir como un tonto por tener demasiadas expectativas y que le hizo llegar a la feliz conclusión de que era mejor no esperar nada.


— No, ni mi hermano ni yo sabemos sobre ellos...Nunca dijeron nada y mi abuela tampoco era muy comunicativa en ese sentido — a veces la sentía un poco a la defensiva cuando el tema salía a relucir.


— ¿Tienes algún recuerdo de ellos? Fotografías por ejemplo.


— Hay muchas fotos mías y de mi hermano, pero ellos no salen en ellas...No recuerdo si alguna vez vi fotos suyas en casa y creo que a penas recuerdo como lucían.


Siempre pensó que era extraño, ni siquiera su abuela tenía fotos suyas y por supuesto ella no hablaba al respecto, el tema sobre sus padres era uno que no se tocaba en casa, sin embargo si solía decir que él se parecía a su madre, nada más que eso y con el tiempo Tsukishima perdió el interés que alguna vez tuvo y se enfocó en sus propios asuntos.


— ¿Entonces...


— ¿Qué hay de ti, Kuroo? ¿Recuerdas a tus padres? — interrumpió Tsukishima, todas esas preguntas lo ponían incómodo, el pelinegro estaba siendo demasiado insistente y se sentía como si estuviera en medio de un interrogatorio y no en una conversación casual de pareja. No le gustaba esa sensación — También quiero escuchar cosas de ti.


Kuroo dudó por un momento, sin embargo respondió — Mi madre trabajaba en burdel...digamos que cometió el error de embarazarse y nueve meses después nací yo. — hablar sobre sí mismo no era algo que hiciera a menudo, por no decir jamás y era hasta cierto punto extraño volver pequeños trazos de su pasado a su mente, pero Kei quería saber — No llevaba una vida muy digna o feliz, en un burdel de clase baja está permitido hacer cualquier cosa y a menudo la veía cubierta de moretones o heridas, sin embargo ella solía sonreír todo el tiempo, aunque todo estuviera mal...ella siempre sonreía para mí. Viví un tiempo a su lado hasta que su patrón me echó...después de eso pasé a un orfanato y viví ahí hasta los diez años…recuerdo muy pocas cosas de ella, su sonrisa y el sonido de su voz…se volvieron distantes con el tiempo, pero aún lo recuerdo — Tsukishima detectó un deje de melancolía en su voz, su mirada distante parecía perderse en el tiempo.


— Lo siento, no debí preguntar...creí que...


— Esta bien, yo también hice preguntas, lo justo era que también tú las hicieras — sonrió — No todo fue tan malo ¿Sabes? De haber nacido como un Omega o Beta probablemente ahora estaría trabajando ahí...mi madre hizo todo lo que pudo para cuidarme e hizo bien en abandonarme, no habríamos podido sobrevivir juntos. En ese orfanato conocí a Yaku, kenma y a la mayoría de los hombres que trabajan para mí, pase días difíciles, pero hice muchos amigos.


— ¿Cómo terminaste en este tipo de trabajo? — en un principio había llegado a la conclusión de que había heredado el puesto o algo por el estilo, Kuroo desprendía el aura de superioridad de alguien que se sabía había nacido para gobernar sobre otros, pero quizá era algo natural en él.  


— Me adoptaron — respondió — El orfanato al que fui a parar era muy pobre, teníamos suerte si nos daban pan duro y queso rancio para la cena — el mayor hizo una mueca de desagrado — Algunos de nosotros solíamos salir a robar comida, dinero, ropa, todo lo necesario para los más pequeños de nosotros...éramos muy organizados para ser todos niños — Kuroo sonrió al rememorar aquellos momentos — Pero un día robé a la persona equivocada, corrí todo lo que pude, pero sus hombres me alcanzaron y me llevaron ante él. Daban bastante miedo y creí que iban a matarme, pero ese hombre; su líder dijo que tenía una mirada interesante y me dejó ir. Después de eso iba a vernos al orfanato de vez en cuando, hasta que decidió adoptarme "serás un buen nieto" dijo él. Yo realmente no quería dejar a mis amigos...eran mi familia, así que hablé con él, traté de convencerlo y también accedió a llevarse a Kenma y Yaku. Recibimos educación, entrenamiento y después de una serie de eventos obtuve el liderazgo de una parte de su territorio.


En un principio no se suponía que tomaría las riendas de la organización, pero con la muerte de su único heredero, el puesto recayó en la persona que se creía más apta para el puesto; Kuroo.


— ¿Y tu madre? ¿No volviste a verla o a tratar de buscarla? Después de todo este tiempo...


— La busqué, lo hice...pero solo encontré una tumba, esa clase de trabajos siempre tiene riesgos — sin embargo incluso aunque era consciente de ello esperaba verla una vez más, quería que supiera que estaba bien, qué tal y como le había prometido el día que nos separamos; sobreviví.


— Lo lamento.


Kuroo lo atrajo hacia él, lo abrazó, apretando suavemente su cuerpo entre sus brazos y besó su cabeza, Kei buscó acomodarse también, removiéndose suavemente de modo que frotaba su pecho contra el suyo y jugó con su cabello con ambas manos. Era tan agradable tenerlo de ese modo, sentirlo aferrarse a su cuerpo — ¿No te gustaría encontrar a tus padres? Podría ayudarte si quieres hacerlo.


— No, estoy bien así. — murmuró Tsukishima al tiempo que enredaba despreocupadamente un mechón azabache en su dedo índice, podría sonar cruel pero nunca había sentido la necesidad de encontrarlos, muy rara vez pensaba en ellos y si los tuviera frente a él ni siquiera sabría que sentir. La mayor parte de los recuerdos de su niñez eran solo de él y su hermano, sus padres estaban ausentes la mayor parte del tiempo y su abuela había ocupado su lugar, los días que si estaban en casa jugaban con ellos y se divertían juntos. Sin embargo en algunas ocasiones se sentía como si fueran extraños.


Dos personas ajenas a él.


Se mantuvieron en un cómodo silencio durante el resto del camino, Kuroo acariciaba el anillo en su mano y de vez en cuando depositaba un besó sobre el dorso o los nudillos y Tsukishima observaba hacia el frente del auto, sonriendo cada vez que lo descubría observándolo o acercarse para besar su cuello a través de su reflejo en el cristal.


Cuando llegaron a la mansión fueron recibidos por Yaku y un hombre mayor con una extraña sonrisa. El anciano lo miró con curiosidad y estrechó los ojos cuando estos se encontraron con los suyos; vestía ropas formales y un aura de superioridad, que combinaba a la perfección con la imponente mansión detrás de él, emanaba de su cuerpo, su presencia era imponente pese a su corta estatura y provocó que sudor frío corriera por su espalda.


— Abuelo — saludó Kuroo caminando hacia el anciano.


El hombre dirigió su mirada hacia Kuroo — Al fin regresas muchacho, quería hablar contigo antes de marcharme.


— Entiendo ¿Vamos a la biblioteca? — largó una mano invitándolo a continuar, pero él anciano alzó una mano y señaló a Kei.


— Omega ¿Cierto? — se inclinó hacia el rubio, olfateando suavemente el aire a su alrededor, una sonrisa formándose instantáneamente en sus labios al tiempo que trataba de tocarlo; Tsukishima reaccionó instantáneamente a esa acción, retrocediendo un paso y buscó ocultarse detrás de Kuroo — Es un poco tímido — barrió su cuerpo superficialmente con la mirada y acariciando su barbilla como si estuviera reflexionando dijo — Pareces estarlo educando apropiadamente, pero sería un desperdicio si dañas demasiado su rostro, es lindo...alguien de quién presumir, su mirada es interesante, es muy delgado, pero podría darte un buen heredero.


En otro momento, Tsukishima habría dicho algo, cualquier cosa que le hiciera borrar esa sonrisa arrogante y esa insana mirada, sin embargo no podía hablar, aquellas palabras que deberían haberlo indignado, la ira que debía sentir fueron opacadas por la cautela y el sentimiento de temor que esa sonrisa despertó en él. No le gustaba ese hombre.


— Es una belleza, sin embargo no pienso usarlo como tema de conversación — su mano tocó su hombro su calor traspasó rápidamente la tela hasta su piel, era reconfortante saber que Kuroo estaba ahí, la firmeza y el poder de su voz haciendo eco en sus tímpanos — Deberíamos seguir y abordar el tema que te trajo hasta aquí, el tiempo de ambos es valioso.


El anciano rió alegremente y antes de marcharse le dedicó una sonrisa a Tsukishima, una vez desapareció por el pasillo Yaku se acercó a Kuroo y le susurró un par de cosas a las que él asintió.


— Vamos, te llevaré a tu habitación.  


— ¿Quién es él? — preguntó Tsukishima, podía sentir cierta tención a través de Kuroo, incluso el siempre tranquilo Yaku comenzaba a sufrir sus efectos también.


— Él es Yasufumi Nekomata, mi abuelo adoptivo...digamos que es un hombres demasiado astuto y lo mejor es mantenerse en alerta con él — ¿Alerta? Eso no parecía algo bueno, si Kuroo manejaba su presencia con tanta cautela, entonces él debía ser peligroso — Tranquilo, no se quedará mucho tiempo.


Caminaron juntos hasta llegar a la habitación del rubio, el mayor abrió la puerta y le dio un corto beso que buscaba reconfortarlo antes de marcharse con la promesa de verse pronto. Estando solo, recorrió la habitación con la mirada, cada rincón de esta y notó algo extraño; la pequeña estatuilla de un gato negro que antes descansaba sobre su mesita de noche ya no estaba y un muy pequeño trozo de vidrio brillaba con la luz del sol sobre la alfombra. Alguna mucama podría haberlo roto por accidente, sin embargo no pudo evitar sentirse inquieto al respecto.


Fue hasta el cuarto baño para buscar la carta y encontró que algunas cosas no estaban donde las dejó; no era como que fuera una especie de maníaco del orden, pero era extraño y estaba seguro de que alguien ajeno a la servidumbre había estado husmeando en su habitación ¿Por qué?


Tomó la carta de su escondite; una baldosa suelta en la parte más baja de la pared, y salió de la habitación, Kenma no estaba rondando la casa y no había rastros de Yamaguchi por los alrededores. Esta era una buena oportunidad para revisar el correo de la carta y terminar de una vez con esa tonta inquietud. Caminó, decidido, hasta un antiguo estudio al final del pasillo; no había rastros de polvo pese a su aroma, los muebles estaban cubiertos por sábanas largas que rozaban el suelo y había algunas cajas apiladas a su derecha. Era solitario, casi nostálgico, como si aún estuviera esperando por su dueño.


Tsukishima encendió el antiguo ordenador sobre el escritorio e ingresó el correo, sus dedos casi temblaron sobre el teclado, había toneladas de e-mails, algunos de ellos eran de mucho antes de su nacimiento. No lo entendía ¿Por qué algo como esto debería ser de interés para él? No tenía ningún sentido ¿En qué estaba pensando Akiteru al entregarle algo como esto?


Abrió uno al azar y se encontró con una foto de su madre, parecía estar en una fiesta elegante con un hombre que no era su padre; usaba un impresionante vestido azul oscuro que resaltaba su figura y su cabello caía por su rostro enmarcando sus delicadas formas. Abrió otro y se encontró con una imagen similar, su madre con un corte y color de cabello diferentes en una fiesta con un hombre diferente al de la foto anterior ¿Qué demonios era esto?


Continuó buscando hasta que encontró un e-mail con su nombre y chasqueó la lengua cuando vio lo que contenía; un número telefónico y la dirección de algún lugar dentro de la ciudad. Dudó, pero terminó tomando un trozo de papel y anotando el número y la dirección, no podía quedarse mucho tiempo ahí, alguien podría entrar y descubrirlo. Y explicar esto sería difícil cuando no tenía idea de que era lo que tenía en las manos, odiaba los misterios y sentirse así...como si fuera un criminal.


Se disponía a cerrar todo cuando notó algo que sobre salía de uno de los cajones del escritorio, fotografías. Kuroo salía en algunas de ellas, también estaba Yaku, kenma e incluso el anciano que había visto hace unos instantes; se veían tan jóvenes y en ella el pelinegro tenía una sonrisa divertida mientras que el castaño le miraba con irritación. Continuó revisando las fotos hasta detenerse en una sola; el mundo pareció detenerse cuando la vio, sintió las manos heladas, pareció desconectarse del mundo y por un momento olvidó como respirar ¿Qué hacia su madre en esa foto?


No, esto no podía ser.


Tragó en seco cundo vio que habían más fotos en las que ella aparecía y parecía ser la figura central; todos la miraban casi con adoración, algunas estaban arrugadas como si alguien las hubiera estrujado en un arranque de ira, de otras solo quedaban algunos pequeños trozos. Rápidamente volvió a dirigir su atención al ordenador, buscó los nombres de los hombres que conoció la noche de la reunión, encontrándolos casi de inmediato y de pronto recordó las palabras de Ushijima, y fue como si todo tuviera sentido.


Pero, esto no podía ser cierto...tenía que ser un error ¿Verdad?

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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