Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

CHOICES por Nova22

[Reviews - 296]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

Capítulo 12


— ¡Hey! Bonito ¿Te sientes mal? — Kuroo cerró la puerta detrás de él, se acercó a la cama con pasos silenciosos y se dejó caer junto a él, el colchón se hundió suavemente debido a su peso y sintió una mano tocar su hombro — Hoy no fuiste para recibirme.


— No soy tu mascota, no tengo la obligación de ir corriendo cada vez que vuelves.


— Parece que alguien está un poco malhumorado el día de hoy — canturreó Kuroo al tiempo que deslizaba las yemas de los dedos índice y corazón por la longitud del cuello del rubio, quien se agitó suavemente ante el repentino asalto — ¿Podría ser que me extrañaras tanto que estas a punto de llorar de alegría por mi retorno y te avergüenza que te vea?


Sus dedos fueron reemplazados por unos cálidos y esponjosos labios, y Tsukishima ahogó un suspiro de sorpresa apretando los labios— Estas casi todo el tiempo fuera, estoy acostumbrado a tu ausencia…no te extraño, es genial tener una mansión para mí solo.


— mmm…Creo que estoy detectando un poquito de reproche en esas palabras — su aliento chocó contra su cuello, caliente, estremeció su piel, lo hizo temblar y suspirar involuntariamente, sus manos no dejaron de moverse y mientras se acomodaba detrás de él, su mano se trasladó hasta su vientre, y trazó círculos en él al tiempo que movía la lengua en círculos por su cuello, besaba y succionaba alternadamente — Los sirvientes dijeron que has estado un poco decaído últimamente ¿Hay algo que te esté molestando?


Gimió. Las puntas de los dedos de Kuroo buscaron sus pezones, endureciéndose sus pequeños botones hasta que pulsaron entre sus dedos — Estoy normal…— cubrió su boca con el dorso de su mano, su cadera se empujó suavemente hacia atrás cuando uno de sus pezones fue halado sin consideración. Su cuerpo, tan receptivo como era a sus caricias, se retorcía suavemente contra el cuerpo a su espalda — No…no pasa nada...


— Vamos, Kei…dime lo que pasa.


Besos, caricias superficiales, palabras ardientes que eran susurradas sobre su oído, calentaban su piel y lo invitaban a temblar.  Que frustrante, habían pasado dos semanas y su cuerpo estaba loco por sentirlo y lo sabía, Kuroo lo sabía y estaba torturándolo con caricias que hacían su cuerpo arder — Es…— apretó los labios, no quería perder, sin embargo el anhelo por él estaba derribando la última delgada barrera que lo protegía, su cuerpo se rendía y buscaba sus caricias con hambre — Sales con mucha frecuencia…no…no me gusta…yo te…— no, ya había dicho demasiado, seguir solo lo haría ver patético.


Lo giró, un movimiento tan repentino que le provocó un jadeo de sorpresa, y entonces estuvieron frente a frente; Kuroo sonreía, esperando que terminara una frase que ya debería saber que su orgullo no le permitiría concluir — Por favor, Kei…déjame escucharlo.


Que injusto, si lo miraba de esa forma bajo esas increíblemente tupidas pestañas negras, le era difícil negarse ¿Cómo alguien como Kuroo podía verse tan tierno mientras suplicaba? Sus grandes ojos avellana eran cálidos y dulces, colmaban su corazón de un sentimiento que disolvió su vergüenza y molestia instantáneamente, no quería ceder, pero él no se lo estaba haciendo fácil o más bien, ya lo había vencido — Te extraño, sé que no puedo retenerte aquí…tienes importantes asuntos que resolver, pero quisiera que pasaras un poco más conmigo.


Sintió sus cálidos labios besarle con ternura, sus lentos movimientos provocaron que se derritiera lentamente entre sus brazos, Kuroo colocó una mano en su cuello y otra en su cintura, la ternura transformándose en pasión al tiempo que Kei enredaba los brazos alrededor del cuello contrario y devolvía el beso con desesperación, el inicio de una danza en la que sus cuerpos se rozaron fue inminente, dulces suspiros mezclándose en sus bocas, un par de corazones galopando al ritmo de su desesperación.


— También te he extrañado — jadeó Kuroo contra sus labios, sus piernas se enredaron con las suyas y sus manos atraparon su rostro, sus pulgares tocando ligeramente las esquinas de sus labios y lo observó; cada maldito segundo fuera había querido volver corriendo y ver su rostro, sentir su calor y tocar su piel como lo hacía ahora — He tenido muchos asuntos que solucionar últimamente, pero te prometo que no va a ser así siempre.


— ¿Estas teniendo problemas graves? — los sirvientes murmuraban a veces, nada tan claro, sin embargo podía unir fácilmente las piezas y conjeturar que algo importante estaba pasando.


— Nada a lo que no esté acostumbrado, no tienes que preocuparte por nada — incluso si se lo pedía no podría hacerlo del todo, después de lo que había vivido aquella noche en al bar, no podía evitar sentirse intranquilo cada vez que Kuroo desaparecía por noches enteras — Kei, te juro que todo está bien…este negocio es así, está lleno de altos y bajos, con temporadas tan buenas como malas, hay cosas que me mantienen ocupado, pero…— besó su nariz — Soy todo tuyo ahora — besó sus labios — Y mañana es fin de semana y pienso tomar esos días para pasarlos contigo.


— No tienes que hacerlo si estás demasiado ocupado, no quisiera que retrasaras tu trabajo por...


— No — Kuroo lo calló posando un dedo sobre sus labios — Está se supone que es la parte en la que la perspectiva de tenerme para ti por todo el fin de semana provoca que no puedas soportar la alegría y te lanzas a mis brazos con el rostro cubierto de lágrimas.


— ¿De verdad crees que yo haría algo así?


— Para nada — picó su nariz, besó rápidamente sus labios y pegó su frente contra la suya, sus ojos mirándole con infinita ternura — Pero no me molestaría si quieres hacerlo, puedes ser tan mimado o tan huraño como quieras conmigo...quiero ver todo de ti.


Tsukishima jugó distraídamente con un mechón azabache — Bueno...en realidad.


¿Cómo explicarle que ya había visto más de lo que nadie jamás había visto de él? ¿Cómo decirle que con él había descubierto aspectos de su personalidad que incluso él mismo desconocía? Quizá ni siquiera necesitaba hacerlo, tenía la impresión de que Kuroo ya lo sabía, había cosas que no podían ni tampoco necesitaban ser explicarlas con palabras.


Continuaron en la misma posición durante un largo rato, sus cuerpos frotándose tan inquietos como ansiosos por tener más del otro, disfrutando de la tortura de estar tan cerca el uno del otro, de sentirse, tocarse, saborearse y no poder transformarse en uno, creciendo sus ansias hasta transformarse en una furiosa tormenta que arrasó con su poco autocontrol y los obligó a sucumbir por el otro...a ahogarse en ellos.


Le gustaba ser suyo, sentir que le pertenecía tanto como Kuroo le pertenecía a él cada vez que hacían el amor, pasar horas enteras solo mirándose en el pequeño universo que era su habitación, perder la noción del tiempo inventando charlas sin sentido solo para escuchar la voz del otro, besándose, tocándose, volviéndose uno o simplemente sumirse en un silencio que solo sus respiraciones llenaban.


Era perfecto, tan perfecto que parecía un sueño del que despertaría en cualquier momento, tan perfecto que temía que cualquier cosa, por pequeña que fuera, pudiera arruinarlo.


 


Todo era perfecto, entonces ¿Cómo fue que terminó así?


 


— Has estado pensativo desde hace un rato ¿Sigues molesto conmigo?


Los ojos de Tsukishima, que se encontraban perdidos en un punto vacío en el césped, viajaron hacia Kuroo; vestía ropa casual y de apariencia sencilla, una camiseta blanca y roja con mangas a tres cuartos y un par de pantalones oscuros que parecían hechos de un material suave y flexible, parecía diferente, aún conservaba esa aura dominante de poder, pero no era tan intimidante como cuando usaba aquellos trajes costosos, parecía más una persona normal pasando una tarde tranquila en casa. Aunque ciertamente no se veía tan tranquilo o relajado. Sus ojos mostraban cierta inquietud, cautela que se reflejaba en la expresión en su rostro.


— Sigues molesto ¿Verdad?


Pasó su mirada hacia la manta café bajo sus cuerpos; había diversos tipos de mermelada y quesos sobre ella, pan, algunos embutidos dispuestos elegantemente sobre un plato, brochetas de ternera y res de apariencia jugosa, emparedados cortados en forma de triángulo, fruta picada, una botella de vino blanco y dos copas llenas de su transparente líquido. Un picnic en el jardín. La forma que Kuroo había elegido para disculparse con él.


— Kei...


— No eres muy paciente ¿Verdad? — Kuroo abrió la boca, pero Kei volvió a hablar — Tampoco eres muy tolerante, te molestas cuando algo no te gusta, quieres que todo sea siempre a tu manera...te gusta dar órdenes, te gusta que sigan tus órdenes y...


— Ya entendí, sigues molesto, no tienes que seguir...


— Eres un idiota arrogante poco considerado que nunca acepta un no por respuesta — terminó su frase ignorando completamente las palabras de Kuroo — Pero ya sabía todo eso...tú y yo nos conocimos de la peor forma posible y creo que…al menos un poco conozco tu personalidad.


Y era exactamente la razón por la que sabía que, incluso si se amaban, no todo iba a ser color de rosa. Peleaban a menudo y eso era algo que no podía evitarse, y hasta cierto punto era bueno, como una forma de probar la solidez de su relación y conocerse en el proceso, las parejas necesitaban uno o dos pequeños problemas de vez en cuando, pero había algunas cosas que Tsukishima no podía tolerar.


— Estuve mal, Kei y lo…


— No, nada de lo que tú haces está mal…fue mi culpa. — satirizó poniendo los ojos en blanco.


Su fin de semana juntos había iniciado como lo había imaginado, tan dulce como tranquilo; tomaron el desayuno juntos en la cama, Kuroo robándole tantos besos como le fue posible, dieron un paseo por el jardín y Tsukishima expuso su gusto por un arbusto de pequeñas rosas amarillas, visitó por primera vez el gimnasio donde el pelinegro acostumbraba ejercitarse por la mañana, juguetearon el resto de la tarde en la gran alberca bajo techo y tuvieron una tranquila cena antes de perderse en ellos hasta el amanecer.


Pero de pronto todo se salió de control. Un segundo estaba hablando en el pasillo con Yamaguchi y al otro Kuroo había arrojado al pecoso contra la pared separándolos y había sido arrasado hasta su habitación con brusquedad.


— Lo siento ¿Si? No estaba pensando mucho ese momento — Kuroo pasó rápidamente la mano por su cabello, peinándolo hacía atrás — Esto es difícil para mí, es la primera relación que he tenido en toda mi vida y no tengo idea de cómo funciona.


Kuroo era dominante, ese era un aspecto que a Tsukishima le gustaba, le hacía sentir que estaba bien dejarle manejar las cosas a su modo de vez en cuando, pero no quería ser controlado por él. Era un Alfa, lo entendía, aquellos que llevaban sobre sus hombros puestos de importancia como el suyo tendían a buscar controlarlo todo; él no era la excepción. Sin embargo esa no era una razón suficiente como para permitirle hacer lo que quisiera con él, no lo justificaba.


— Kuroo no te odio, pero no quiero que me trates como si fuera una de tus posesiones u otro más de los hombres bajo tu mando...no voy a seguir tus órdenes ciegamente.


— Lo sé, lo sé muy bien y te juro que esa no es mi intención...


— Pero lo hiciste, me trataste como si nada de lo que dijera importara y trataste de forzarme a ti...y yo...— mordió su labio inferior al tiempo que se abrazaba a sí mismo — Estaba asustado. — lo que había ocurrido con Oikawa en el bar aún seguía fresco en su memoria y ser tratado como Kuroo había hecho, la brusquedad de sus besos y la dureza de sus palabras, provocó que reviviera aquel instante de terror.


Kuroo largó una mano tratando de tocarlo, pero desistió al percatarse de como esa acción había provocado que Kei retrocediera, entonces pasó una mano por su rostro en señal de frustración — Perdóname, perdí el control...— pese al rechazo inicial del rubio, Kuroo no desistió y se acercó lentamente, cada movimiento siendo delicado y lleno de cautela — Fui y dije todas esas cosas y trate de forzarte...— tocó su hombro, él tembló suavemente pero no lo apartó, dándole así la confianza suficiente como para avanzar un poco más y abrazarlo — Te asusté y te hice llorar y me odio por eso...me había prometido a mí mismo no volver a hacer nada que te lastimara y entonces voy y lo arruino...soy un idiota.


Kuroo no era Oikawa, no había visto en sus ojos el placer insano que provocaba someter a otro o una cruel sonrisa adornando su rostro, se detuvo y cuando lo hizo pudo ver lo consternado que estaba por sus acciones, su arrepentimiento, sin embargo eso no cambiaba que hubiera hecho lo que hizo, no dejaba de sentirse inseguro al respecto.


— ¿Qué...que fue lo que pasó contigo? De pronto te transformaste en una persona diferente, no me escuchabas...igual que la primera vez que tu...igual que aquella vez y creí que...


Kuroo lo abrazó con fuerza, y con ello puedo percibir su aflicción, el cuerpo de Kei siempre fue sincero y mientras temblaba entre sus brazos pudo fácilmente descubrir cuan asustado estaba y sintió su corazón resquebrajarse por eso — Perdóname...perdóname, no sé qué me pasó...estaba volviendo a nuestra habitación, entonces te vi en el pasillo, hablando con Yamaguchi, él te sonreía…te tocó y tú lo permitiste y yo — enloqueció, había sido un simple toque casual, pero había sido suficiente para hacerle perder la cabeza, Kuroo, que siempre había sido dueño de sí mismo perdió la cabeza y cometió un acto imperdonable — Estaba fuera de mí, no estaba consciente de lo que hacía o decía y terminé lastimándote…siempre he pensado que puedo manejarlo todo, he estado en situaciones en las que he arriesgado mi vida y puedo decirte con orgullo que he mantenido la calma a cada segundo, pero ayer no pude…solo podía pensar en que necesitaba sentirte mío, demostrarle a todos que me perteneces y no fui consciente de lo que estaba haciendo hasta que te vi llorar y me di cuenta de que te estaba lastimando.


— Soy tuyo, Kuroo, lo soy…te amo y quiero estar contigo, pero no quiero tener que ser cauteloso de mis acciones o contigo, no quiero tener que aislarme de todos solo por temor a que reacciones como lo hiciste ayer…— Kei llevó ambas manos a sus hombros para empujarlo, lo suficiente como para que sus ojos se encontraran sin romper el abrazo — No quiero imaginar que pasaría si no te detienes la próxima vez…— apretó su camisa fuertemente, sus pupilas, al igual que su cuerpo, temblaban debido a la intensidad de sus emociones y su voz salió en un susurro ahogado que provocó que el corazón de Kuroo se apretara dolorosamente — No quiero tener miedo de ti.


— No, no, no — repitió Kuroo una y otra vez al tiempo que apretaba su cuerpo contra su pecho, como si temiera que fuera a escapar si no lo sujetaba con todo lo que tenía — Escúchame bien, Kei, no voy a hacerte daño...eso es algo que no podría perdonarme jamás...pero soy tan posesivo que me asusta — susurró, su voz suave y temblorosa — Quiero tenerte solo para mí, eso es un hecho que no puedo negar, y siento celos incluso de la brisa que besa tus labios por las tardes, del agua que acaricia tu piel, del sol que te abraza cada día.


— No puedes pelearte con la naturaleza o el mundo entero por mí.


— ¿Puedes decirle eso a mí corazón? — él apretó su abrazo, su rostro ocultándose en la calidez de su cuello — No tengo idea de cómo amar, jamás me sentí de esta forma por alguien y no sé qué hacer con todo lo que guardo en mi pecho, es mucho más fuerte que yo y creo que va a hacer que cometa muchos errores en el futuro...porque soy así, soy imperfecto, egoísta y te necesito...así que por favor no sueltes mi mano...no me odies.


Cerró los ojos, sus palmas aún apoyadas sobre su pecho le permitieron percibir el latido de su corazón, cada golpe transmitía una aflicción que su alma deseaba calmar.


Sintiendo una mezcla de decisión en inseguridad, Tsukishima, liberó una de sus manos y la posó sobre la cabeza de Kuroo — No te odio, pero necesito que entiendas que no pienso bajar la cabeza y obedecerte sumisamente...ese no soy yo y si algo no me gusta voy a decírtelo.


— Lo sé y no te querría de otra forma.


— Repite eso después de que me conozcas mejor...entonces vas a darte cuenta de por qué jamás tuve pareja...o un pretendiente siquiera.


— Siento que te conozco de toda la vida...que hemos estado juntos siempre — su corazón se inundaba de una profunda paz cada vez que lo veía, pero también se deshacía en potentes latidos por él...era un sentimiento tan maravilloso que sentía que la palabra amor era poco para describirlo; vibraba en su piel, le hacía hervir la sangre y que se sintiera aliviado de tener su amor.


— Entonces ya deberías saber que...que no quiero a ningún otro hombre en mi vida...que solo te amo a ti — no había nada que quisiera más que estar a su lado. Pasar el resto de su vida juntos era una ilusión que cobraba cada vez más fuerza en su corazón...su amor por él le invitaba a soñar como nunca lo había hecho, había despertado una parte de él que desconocía. Era feliz, muy feliz — Te amo, Kuroo, te amo y eres el único para mí.


Aquella voz, suave y dulce, cargada con una emoción que le hacía sentir tan fuerte y tal débil a la vez, era un susurro que nacía desde lo más profundo de su alma y que buscaba transmitirle todo aquello que era incapaz de decirle con palabras; su amor por él, sus más profundos deseos, sus sueños e ilusiones...todo, quería que él lo supiera todo y que no dudara jamás de que lo que sentía era real.


— Maldición, Kei...perdóname, fui un idiota — lentamente sintió el cuerpo de Kuroo relajarse entre sus brazos y con ello su corazón se liberó de la terrible aflicción que lo había estado atormentando — Te amo y sé que tú me amas...te amo y quiero atesorarte por siempre, adorarte...


Kei cerró los ojos y permitió que Kuroo derramará sus ardientes deseos sobre su cuerpo, que su voz y calor penetran su ser. El pelinegro era una persona difícil, lo sabía desde el principio, no era la clase de persona que cedía con facilidad y quería tener siempre la razón, aspectos en los que podían llegar a ser muy similares. Ya habían tenido pequeñas peleas en las pasadas semanas, pero ninguna podía compararse con la que tuvieron recientemente...que hubieran conseguido superar esta disputa era una buena señal y le hacía sentir mucha más confianza en el futuro.


Ambos tenían personalidades que tendían a chocar y también algunos aspectos de sí mismos que mejorar, pero podían hacerlo...su relación, ese amor que quemaba en su pecho iba a funcionar.


— ¿No te preocupa que tus hombres te vean actuar de una forma tan poco digna? — sus dedos se enredaron en su cabello, tiraron juguetonamente de él hasta desenredarse y volvieron a sumergirse en ese mar de suaves hebras azabache — Un Alfa alto y poderoso cediendo así a un pequeño y débil Omega...eso no se ve muy bien para ti...podrían estar decepcionados.


Kuroo lo recostó suavemente sobre el césped, besando sus sienes mientras lo hacía y Kei no dejó de jugar con su cabello, ese reciente e inconsciente hábito suyo le encantaba, así como la traviesa forma en la que sus iris brillaban cuanto trataba de molestarlo...era precioso — Bonito, esto es lo más humano que me han visto hacer...y no está del todo mal — besó su cuello, procurando que su lengua hiciera contacto con su suave piel, su dulce y adictivo sabor explotando sus papilas gustativas al tiempo que Kei se retorció y suspiró dulcemente — Ahora...lo que me interesa más que nada es...— se inclinó y sopló detrás de la oreja, Kei se estremeció e inclinó la cabeza mordiéndose sus labios — Reconciliarnos apropiadamente.


Kei sonrió tímidamente, el tinte rosa en sus mejillas dio una luz especial a su rostro, provocando que Kuroo se sintiera muy alentado continuar adorando el delicado cuerpo de su rubio Omega. Estaba loco por tenerlo entre sus brazos, pasar una noche teniéndolo tan cerca sin poder tocarlo habían hecho estragos en su corazón, necesitaba hacerlo suyo ya, pero repentinamente el rubio lo empujó, privándolo de alcanzar la dulzura de sus labios.


— ¿Qué? — buscó volver a inclinarse obteniendo el mismo frustrante resultado — ¿Qué pasa, Kei?


La timidez en su rostro no había desaparecido, sin embargo la sonrisa que se formó en su rostro estaba lejos de ser tímida o gentil como quería hacer parecer y sin embargo no dejaba de parecerle precioso, realmente era hermoso incluso cuando tramaba algo — Todavía no te he perdonado del todo — jugó distraídamente con el borde se su playera antes de mirarle — Está noche vas a dormir en tu habitación.


Kuroo parpadeó un par de veces, sintiéndose confundido por las repentinas palabras de la rubio — ¿Qué se supone que es esto? ¿Un castigo? Estoy arrepentido y me disculpé contigo, creí que...


— Kuroo, si soy condescendiente contigo y te perdono de inmediato no vas a cambiar nada en realidad — Kei dio un ligero asentimiento a sus propias palabras y acunó su rostro con una mano — Necesito que reflexiones sobre tus acciones.


— Así...Así que estás castigándome — afirmó Kuroo, quería reír ese absurdo giro de acontecimientos, pero Kei parecía demasiado serio al respecto — No soy un niño, no esperes que en verdad vaya a...— el rubio frunció el ceño — Está bien, de acuerdo...voy a reflexionar está noche en mi habitación.


El pelinegro dejó caer suavemente el peso de su cuerpo sobre el suyo y dejó escapar un suspiro cansado cuando le hizo girar para ambos quedar de costado, quedando frente a frente. El sentimiento de logro que Kei experimentó en ese momento calentó su pecho y le provocó sonreír de forma infantil; se sentía muy optimista sobre su relación, tan dichoso de amar a Kuroo y ser amado por él que olvidó todo aquello en su mente y lo besó suavemente.


Entrelazaron sus lenguas notando un ligero sabor a vino en ellos, las yemas de los dedos paseándose por su rostro, el brazo de Kuroo enredándose en su cintura, Kei abrazó su cuello, pegándose a él permitiéndole percibir como sus pequeños pezones se endurecían reaccionando a su calidez y a la pasión de sus besos. Sintió su piel hormiguear, un ardor que solo el contacto podía aliviar asaltó repentinamente su cuerpo y se frotó casi desesperadamente contra el cuerpo contrario.


Un repentino tirón en su cabello le obligó a echar la cabeza hacia atrás dándole acceso completo a su cuello, su lengua y labios su saborearon su extensión con devoción, deteniéndose sobre su garganta para succionar con fiereza su piel. La danza de sus cuerpos aumentó en velocidad, suspiros suaves escapaban de sus labios al tiempo que su lujuria le provocaba tirar del cabello de Kuroo con impaciencia. — Creo que no deberíamos...se supone que...


— Dijiste que no podía dormir contigo, no que no podía hacerte el amor...— su boca mordió uno de sus pezones por sobre la tela, su cálida saliva penetrando la hasta dejarla húmeda y pegajosa.


— Eso...eso es trampa...— exclamó en un gemido.


— No lo es, simplemente encontré una fisura en nuestro trato.


Gimió. Otro fuerte mordisco sobre su abusado y pulsante pezón envolvió su cuerpo en una ola de fuego líquido que le hizo hervir la sangre, quemando su piel de adentro hacia afuera con su insoportable calor. — ¡Ah!...Aquí…no, nos verán — la mano de Kuroo paseaba por su espalda baja, apretaba son fuerza sus glúteos, acariciándolos con dulzura después de escucharle gemir, su miembro sacudiéndose suavemente contra su muslo despertó un calor que se esparció por sus venas — Habitación...llévame.


Era una derrota completa; esa clase de situaciones, sus sentimientos, era imposible predecir qué era lo que ocurriría cada vez. Todo saliéndose siempre de control, transformándose en un tifón que derribaba el poco control de su razón; uno de los dos había perdido, sin embargo no tenía idea de quien lo había hecho.


 ¿Cómo coronar a un ganador si ambos saboreaban la dicha de la victoria en los labios del otro?


— Creo que olvidé mi camisa en el jardín — murmuró Kei removiéndose suavemente entre las sabanas, cada pequeño movimiento permitiéndole saborear el placer de deleitarse con la imagen de su blanca piel tenida en placer.


— Voy a recuperarla por ti después ¿Si? — besó su hombro, frotando su nariz suavemente sobre este. Sonrió, el aroma a sexo y sudor en su piel, era maravilloso, pero no eran nada comparado con la sensación de placer que provocaba sentir su propia esencia impregnada en él — Descansa por ahora.


La noche había caído antes de que lo hubiera notado, la calma ahora abrazaba su abatido corazón. Estaba enamorado, no quería creerlo incluso ahora, pero estaba perdidamente enamorado de Kei y una parte de él temía a este sentimiento, sin embargo no quería dejar de sentirse así. Era tan maravilloso que no tenía idea de que sería de su vida si ese sentimiento, si Tsukishima, desapareciera.


Aquellos eventos de los que todos decían era el causante eran solo una desafortunada coincidencia, no había nada en Kei que lo señalara como al perpetrador y estaba seguro de que no lo habría jamás.


— Señor — llamó una voz detrás de la puerta — Lamento mucho molestarlo tan tarde, pero hay algo urgente que necesita saber.


Dejó escapar un suspiro cansado al tiempo que masajeaba suavemente su cuello, antes habría saltado de inmediato y atendido a aquel llamado, pero ahora pensar en abandonar la calidez el cuerpo de Kei era motivo para sentirse malhumorado. Sujetó suavemente los hombros de su Omega y comenzó a deslizarse lentamente fuera de la cama, el rubio hizo un pequeño sonido en protesta, pero consiguió exitosamente salir sin perturbar su sueño, tomó de vuelta su ropa interior y sus pantalones, y abrió la puerta después de vestirse.


— Habla — demandó, sin embargo el hombre no habló, parecía demasiado ocupado observando la espalda descubierta de Kei — Dime ¿Quieres que te saque los ojos y te haga comértelos? — murmuró con voz trémula al tiempo que tomaba el rostro del hombre y lo obligaba a mirar sus fríos ojos con brusquedad. — Habla ahora — ordenó con un tono de voz tan oscuro que haría temblar de temor incluso a la persona más valiente.


— ¿Qué pasa? Vuelve a la cama — gruñó suavemente Tsukishima, su cuerpo se agitaba suavemente buscando el calor del cuerpo que minutos antes estaba a su lado. 


— Lo siento, hay algo importante que tengo que hacer esta noche.


Tsukishima abrió los ojos repentinamente y se levantó hasta quedar sentado, la sabana se deslizó dejando al descubierto su pecho — ¿Vas a salir ahora? ¿Algo malo está pasando? — No, no es algo por lo que tengas que preocuparte, vuelve a dormir.


“No es algo por lo que tengas que preocuparte” esa era una frase que Kuroo usaba a menudo con él, la respuesta usual a la mayoría de las preguntas que estaban relacionadas a su trabajo, comprendía que no quisiera hablar al respecto para no preocuparlo, pero eso solo hacía que tuviera el efecto contrario.


— Voy a volver pronto, te lo prometo…solo voy a sacar la basura.


— Cuando lo expones de esa manera suena muy cotidiano — pero él sabía que implicaba mucho más que eso — Solo ten cuidado ¿Si?


Kuroo sonrió confiadamente y tomó sus labios en un ardiente y prolongado beso que lo hizo suspirar e inclinarse buscando más cuando se retiró — Lo tendré…Te veré después, bonito.


— No me llames así.


— Te encanta que lo haga.


Se dejó caer pesadamente sobre la cama y abrazó la almohada de Kuroo, conocía muchos aspectos de Kuroo, facetas tan buenas como malas, sin embargo tenía la impresión de que aún no había visto todo de él. Ese mundo era cruel y despiadado, y las personas como el pelinegro, que se habían alzado y hecho de un nombre y reputación debían serlo aún más.


*****


En el interior de una lúgubre habitación iluminada por una sola bombilla que titilaba intermitentemente, dos cuerpos yacían inertes en el suelo. Frente a ellos se alzaba la imponente figura de un hombre completamente vestido de negro, una gabardina de igual color sobre sus hombros, un arma en su mano izquierda, un cigarrillo entre sus labios y fríos ojos como el hielo, crueles como el invierno, observan sin interés los cuerpos en el suelo.


— ¿Encontraste algo? — preguntó el pelinegro mientras guardaba el arma, su voz, poderosa como era, demandaba una respuesta inmediata en su timbre.


— Si, aquí está toda la información que se llevaron...también pudimos recuperar un gran maletín lleno de billetes. Este debe ser nuestro día de suerte.


— Ustedes...— se dirigió al malherido joven que sus hombres sujetaban contra la roída pared de concreto; tenía el rostro teñido de rojo, sangre brotaba desde la sien, donde había una herida profunda, mezclándose con la que se deslizaba de su nariz y boca, gruesas gotas caían al suelo y manchaban su camisa y zapatos — ¿En verdad creyeron que iban a poder engañarnos? Basura ingenua — una risa cruel reverberó por toda la habitación, sus silenciosos pasos provocaron que el cuerpo contra la pared temblara y suplicara con palabras inteligibles.


Kuroo hizo una señal a sus hombres, su mano cortó el viento de un solo movimiento y ellos soltaron al joven, quien cayó con un ruido sordo, sus manos se apoyaron contra el sucio suelo, sus rodillas buscaron levantarse frenéticamente, pero cedieron y volvió a caer. Sin embargo, su deseo por vivir parecía más fuerte y comenzó a arrastrarse, cual sucio roedor herido; su mirada, el temor, la desesperación que aquel ojo inyectado de sangre reflejaba, la locura que solo la certeza de un destino peor que la muerte provocaba en su estado más puro, lo hizo sonreír con una emoción que burbujeó en su pecho.


Dulce desesperación, era una lástima que aquel desdichado hubiera perdido ya uno de sus ojos.


 — No nos gustan los traidores — el pelinegro caminó hacia él, disfrutando de cómo sus hombros temblaban a cada paso que daba y le plantó la suela de su zapato en la cara con gran fuerza. El joven lloriqueó como respuesta, sus uñas arañaron el suelo dejando un zigzagueante rastro de sangre, era impresionante que pudiera mover los dedos después de haberle roto algunos…también era divertido contemplar el desagradable ángulo en el que se torcían por el dolor o como sus huesos cortaban su piel — ¿Sabes lo que hacemos a los traidores? — la voz de Kuroo era calmada, tan tranquila y gentil que fue aterradora — Aquellos dos lo sabían y decidieron acabar con su vida antes, muy listo de su parte, pero tú... — dejó la frase al aire y comenzó a caminar alrededor del tipo, como un felino a punto de atacar a su presa, el muchacho tembló con fuerza al ser el blanco de esos afilados ojos avellana — Llegaste bastante lejos, nos hiciste buscarte por las de lo que había pronosticado, estoy impresionado debo admitir...un trato especial te será dado en honor a tu hazaña, una desesperación como jamás imaginaste está esperando por ti — sonrió exponiendo así las agudas puntas de sus colmillos — Llévenselo y asegúrese de qué el infierno parezca un lugar apacible comparado con su castigo — inmediatamente esa orden fue dada, sus hombres arrastraron al chico, este se retorció cual gusano y chilló en desesperación.


— Kuroo ven a ver esto — el mayor se acercó a paso lento y observó el gran maletín que Yaku tenía entre las manos.


Dio una larga calada a su cigarrillo y habló, permitiendo que el humo se deslizara entre sus suculentos labios — ¿Más dinero? — había un maletín de acero plateado de aproximadamente cuarenta centímetros cuadrados frente al castaño, rodeado por delicados detalles grabados en los bordes, un águila emprendiendo vuelo en el sello de seguridad le dio una idea de a quién podría pertenecer.


El menor negó con la cabeza y abrió el maletín, desplegándose sus compartimentos para mostrar orgullosamente diversos tipos de joyas entre los que destacaban tres colgantes de diamantes en la parte superior — Parecen genuinas — las frías gemas azules parecían competir entre ellas por la atención, su exquisito corte eran la prueba innegable de su valor.


— Al parecer no fuimos los únicos a los que robaron...que desafortunado para ellos que nosotros llegáramos primero — murmuró al tiempo que tomaba entre sus dedos un sencillo collar dorado, su precioso rubí con detalles amarillos desprendía un cálido brillo, un corte de excelente calidad y a la vez tan sencillo; una belleza que solo mostraría su verdadero esplendor en el cuello de la persona correcta — Es momento de retirarnos, nuestro trabajo aquí terminó. Asegúrate de que no quede rastro de esos dos y de que ese chico hable antes de morir, quiero el nombre de la persona que le entregó esa información.


— Entendido — Yaku cerró el maletín e hizo que uno de los hombres que custodiaban la puerta lo tomara por él — Lo hiciste bien, Kuroo.


— ¿Desde cuándo me felicitas? — Kuroo alzó una ceja al tiempo que tomaba el cigarrillo entre sus dedos, dejando a la vista sus elegantes guantes de cuero negro.


— Creí que te habías ablandado, has estado actuando diferente últimamente...fuera de ti con ese chico — Yaku frotó nerviosamente la parte posterior de su cuello — Pero, me alegra saber que sigues siendo el mismo.


Kuroo rió fuertemente, sin embargo no había un solo rastro de diversión en sus ojos; sus avellana eran fríos y afilados, como letales cuchillas a punto de enterrarse en su carne — ¿Creíste que iba a ser amable con él? ¡Qué estupidez! — escupió con burla — Un traidor es un traidor, una muerte dolorosa es lo mínimo que podemos ofrecerle como recompensa.


— Por supuesto y espero que ese trato no cambiara sin importar quién sea el traidor.


El menor le miró serio, sus ojos esperando con expectativa su respuesta. Sabía a lo que Yaku se refería, ya habían tenido esa conversación cuando volvieron de aquella desastrosa reunión un par de meses atrás y no tenían la más mínima intención de retomarla. Ya no era un niño, sabía lo que estaba haciendo y él tenía que comprenderlo, de lo contrario lo haría entender...y ambos sabían que no iba a ser divertido — No lo hará...incluso si eres tú al que tenga que castigar, no voy a tener un solo jodido remordimiento y voy a destrozarte desde dentro...hasta que no quede de ti nada más que un cascarón sin alma — el más bajo reprimió su deseo de temblar y movió la cabeza en confirmación a sus palabras; gesto que le resultó gratificante — Ahora vámonos...hoy tengo un mal presentimiento.


Yaku anunció las órdenes del mayor a los hombres que restaban en la pequeña habitación y subieron por un amplía escalera hasta un oscuro callejón, el olor a mugre y basura podrida golpeó sus fosas nasales, una luna creciente se alzaba por encima de los edificios, creando alargadas sombras y delineando las siluetas de los hombres plantados frente a ellos; sostenían firmemente sus metralletas, apuntándoles sin temor, sus ojos brillaban con la corrupta luz de quienes ansiaban la muerte.


— ¡Maldita sea! — gruñó Yaku detrás de él — Desearía que alguna vez tus presentimientos fueran errados...


Los sonidos de los disparos resonaron en el silencioso callejón uniéndose rápidamente una melodía de gritos y sonidos metálicos de casquillos de bala impactar como una furiosa lluvia contra el suelo, produciendo una salvaje sinfonía llamada muerte. Cuerpos caían inertes al suelo, sangre salpicaba las paredes y teñía sus ropas, una tormenta de movimiento y ruido, que rápidamente se transformó en un tornado de desesperanza que arrasó con todo a su paso...y que repentinamente se detuvo.


*****


Tsukishima despertó súbitamente, sus pulmones buscando aire frenéticamente, sudor corría por sus sienes y espalda, su cuerpo tiritaba y tenía la respiración errática...se asfixiaba y su garganta ardía, como si hubiera gritado por horas. Se sentó en la cama, tratando de calmar los temblores que asaltaban su cuerpo y trozos de aquella pesadilla volvieron a su mente; no se trataba de aquel sueño recurrente del auto, esta vez había sido diferente...una pesadilla teñida completamente de rojo y gritos agudos que no se detenían, y estaba seguro que no podría volver a conciliar el sueño después de eso. No quería hacerlo.


Temía volver a soñar.


Apoyó la espalda contra el cabecero y cerró los ojos, su corazón aún golpeaba en sus oídos, sin embargo fue capaz de escuchar el murmullo de voces que iban aumentando en volumen, transformándose en gritos a cada segundo. La puerta se abrió de golpe, la madera impactando con la pared y Kuroo entró sosteniéndose el costado izquierdo del abdomen, tambaleándose sin ser capaz de sostenerse sobre sus pies; estaba oscuro, la luna había sido engullida por la oscuridad en algún punto de la noche y le era difícil ver, sin embargo fue capaz de percibir el aroma de la sangre flotando en el aire y cuando una de las personas acompañando al pelinegro encendió el interruptor de luz, confirmó sus sospechas y sintió el tiempo detenerse repentinamente, todo lo que hizo fue observarlo, mientras su mano hacia presión sobre una herida cuya sangre se escurría entre sus dedos y teñía la alfombra de carmesí.


¿Era esto parte de su sueño? No estaba seguro de si en verdad estaba despierto, todo era tan irreal y horrible que deseó en su corazón que solo fuera una terrible pesadilla, que al despertar Kuroo estuviera durmiendo junto a él, pero...


— ¿Eres idiota? ¿Te quieres morir? ¡Te dije que no te movieras, maldición! ¡Necesitas tratamiento! — gritó Yaku apareciendo detrás de Kuroo con otros dos hombres a los que Tsukishima jamás había visto, estos compartieron algunas palabras con aquellos que acompañaban a Kuroo y uno de ellos se marchó apresuradamente.


— Kei — la voz de Kuroo lo sacó del shock en el que se había sumergido momentos antes, parpadeó al tiempo que sus pupilas barrían el maltrecho cuerpo del hombre que amaba antes de levantarse casi frenéticamente de la cama y correr hacia él, el mayor dio unos pasos tambaleantes, sus rodillas cedieron y se apoyó en el rubio — Quería verte — murmuró con una sonrisa temblorosa y tocó su rostro, dejando una fina línea carmín en su blanca piel.


— ¿Pero qué rayos estas diciendo? ¡Necesitas ver a un maldito doctor, no a mí! ¡¿Eres idiota?! — Gritó con una mezcla de ira y desesperación; sus labios temblaban y no tuvo más remedio que morderlos, buscando así calmar el deseo de seguir gritando como un loco, mientras buscaba llevarlo a la cama pasando un brazo por su cintura — Ustedes... — señaló a los dos hombres, que se tensaron al escuchar el volumen de su voz — ¿Van a quedarse ahí parados? ¡Llamen a un doctor, ya! — los dos hombres parecieron salir de una especie de transe y salieron rápidamente de ahí — ¡Y tú podrías ayudarme a cargarlo! — demandó dirigiéndose a Yaku, su voz tan fuerte que sentía arder su garganta.


— Le dije que esperara al médico en su habitación, pero insistió en verte...no importó cuanto tratamos de pararlo, él solo vino hasta aquí — explicó Yaku, mientras ayudaba al pelinegro a recostarse, mirándolo por el rabillo del ojo cada tanto.


— Si voy a morir quiero que lo último que mis ojos vean sea el hermoso rostro de mi Kei — Kuroo habló en un murmullo bajo, su voz parecía rota y su mano, que parecía decidida a alcanzarlo, cayó sin fuerza a mitad del camino — Kei...quería verte.


Testarudo como era, Kuroo apoyó los codos contra el colchón, pero Kei le hizo volver a recostarse sin mucha dificultad — No digas tonterías, no...no vas a morir — movió gentilmente los mechones azabache que cubrían su rostro, sus dedos teñidos de su sangre temblaban sin control, había un terrible nudo en su garganta...era doloroso y no podía soportarlo — ¿Por qué no lo llevaron a un hospital? — estaba a punto de llorar, lágrimas de impotencia picaban como ácido sus ojos. Tenía miedo.


— Las heridas de bala llaman demasiado la atención, Kuroo es también una figura pública...involucrarnos en un escándalo o problema de este tipo sería perjudicial para todos nosotros. No podemos arriesgarnos a ser señalados o a dañar nuestra imagen — respondió, la tranquilidad en su voz y lo absurdo de sus palabras molestó a Tsukishima, quien apretó la mano de Kuroo — Tenemos buenos médicos trabajando para nosotros y equipo de primera, estamos perfectamente preparados para cualquier situación.


Tsukishima miró fijamente al pelicastaño, sus dorados ojos mirándolo con frialdad al tiempo que estos se entornaban — ¿No se supone que deben protegerlo? ¿Qué habría pasado si muere? — murmuró escupiendo cada palabra como veneno, la fuerza de su rencor hizo retroceder un paso al más bajo y provocó que el ambiente se tornará frío y tenso — ¡Hagan bien su maldito trabajo! Kuroo es su jefe ¿No se supone que les paga para protegerlo? ¡Cumplan con su jodido trabajo y mueran por él si tienen que hacerlo! ¡¿Qué ese no es su deber?!


— Bueno...si, pero...


— ¡No quiero escuchar excusas, de quién no tiene ni una sola herida en su cuerpo! ¡Más les vale que hagan bien su trabajo o van a desear no haber nacido! — Tsukishima estaba enfadado ¿Cómo se atrevía a decirle todo eso como si fuera lo más lógico? Deseaba tanto darle un puñetazo al hombre que tenía al frente por haber permitido que esto pasara, por haber puesto en primer plano su maldita reputación por sobre la vida de Kuroo, pero resistió el impulso apretando los puños.


El pelicastaño le miró, estupefacto, abrió la boca buscando decir algo, sin embargo nada salió de ella. Ese chico; Tsukishima, mantenía un perfil tan tranquilo y sereno que verlo de ese modo lo había dejado sin palabras. Si mirada, sus ojos, eran tan fríos que habían provocado que una capa de sudor cubriera su espalda y que su garganta se cerrara.


— No seas tan duro con él, Kei — Kuroo soltó una lastimosa carcajada después de ver su intercambio unilateral de palabras — Yaku solo seguía mis órdenes.


Trató de decirle algo, sin embargo el médico entró como una avalancha a la habitación, tres hombres lo acompañaban y traían consigno charolas plateadas con vendas y algunos utensilios sobre ellos. No esperaron un solo segundo y los cuatro se dispersaron alrededor de la cama para realizar su trabajo. Tsukishima sabía que debía irse, que quedarse podría entorpecer su trabajo, sin embargo su cuerpo se negaba a hacerlo; quería verlo y estar ahí para él, necesitaba estar a su lado.


— Vamos, dejémoslos hacer su trabajo...— el más bajo tiró su brazo y Tsukishima salió con él, tropezándose con sus propios pies mientras sus ojos se negaban a dejar de mirar hacia su Alfa.


Estando fuera, apoyó la espalda contra la pared y dejó escapar todo el aire contenido en sus pulmones, su cuerpo estaba temblando sin control y no pudo hacer más que abrazarse a sí mismo buscando la calma que sabía no llegaría hasta saber que Kuroo estría bien. Estaba asustado, la ira que sentía fue sustituida por una fuerte preocupación, por un temor que no podía soportar y que le provocaba enterrar las uñas fuertemente contra sus antebrazos.


Mordió su labio inferior, cálida sangre brotó de una pequeña herida que iba creciendo en tamaño, sintió un angustioso dolor instalarse en su pecho, mucho más intenso que cualquier dolor físico y que lo carcomía por dentro, y abatido observó en dirección a la puerta, quería correr a su lado, lo necesitaba tanto que dolía, tanto que forzarse a sí mismo a no moverse de su sitio supuso un terrible tormento que apenas podía soportar.


Presa de la desesperación, trató de llevar sus manos a su rostro, ahogar el lamento que burbujea a en su pecho, pero se detuvo al verlas cubiertas de sangre, sangre de Kuroo — Por favor no...— suplicó con pesar, apretando los puños hasta que sus uñas se enterraron en su carne, una lágrima corrió por su mejilla y él la limpio con furia, de nada le serviría llorar ahora.


Kuroo iba a estar bien, tenía que estarlo...sería así.


— Lamento no haber podido protegerlo apropiadamente — habló Yaku, después de unos segundos, el más bajo se había mantenido junto a él desde que salieron de la habitación, sin embargo había pasado por alto su presencia — No esperaba que algo así sucediera.


Tsukishima volteó en dirección al castaño, observándolo atentamente, parecía cansado; su camisa antes roja se encontraba oscurecida por la sangre en los sitios donde la herida de Kuroo había hecho contacto, la tela de su brazo estaba rasgada y dejaba ver una rojiza herida de la que brotaba sangre, pequeñas gotitas deslizándose por su palma y dedos hasta el suelo. No sé veía muy bien, sin embargo a Yaku no parecía importarle mucho.


— Deberías ir a que atiendan esa herida — susurró volviendo su rostro a la puerta, una disculpa no era lo que quería y él ya debería saberlo.


— Y tú deberías cambiarte de ropa antes de que la sangre se seque y comience a picar...va a ser incómodo, créeme — dijo — Te llevaré a la habitación de Kuroo para que lo hagas.


Aunque la idea sonara atractiva para sus oídos, su cuerpo se negaba a moverse de su sitio, no podía, estaba desesperado por saber de Kuroo...el pelinegro estaba esperando por él detrás de esa puerta y Tsukishima estaba esperando por verlo, su ser entero clamaba por ello. No iba a moverse de ahí, no iba a hacerlo hasta que lo viera.


— No, voy a esperarlo aquí...tengo que hacerlo, él me necesita.


— Vamos — insistió el más bajo — Solo tomara un segundo, Kuroo seguirá estando ahí cuando regreses...te aseguro que vas a ser la primera persona que lo vea una vez el médico salga.


Tsukishima observó nuevamente sus manos antes de responder, sus dedos aún no dejaban de temblar; no estaba seguro de que aspecto tenía, pero apostaba lo que fuera a que tenía una expresión lamentable...no quería mostrarle algo como eso a Kuroo cuando lo viera. Quizá deba refrescarse un momento — De acuerdo — inhaló y exhaló un par de veces, su rígido cuerpo comenzó a moverse y a avanzar detrás de Yaku, lento al principio, pero encontrando un ritmo que le permitió alcanzar al más bajo.


La habitación de Kuroo era más grande que la suya, amplía y algo oscura, en la pared frente a la cama de tres plazas había un escritorio y un ordenador portátil, pequeñas pilas de hojas en sus flancos. Junto al balcón estaba un pequeño rincón de lectura conformado por un sillón negro con reposa pies, una pequeña mesa redonda, una lámpara y un par de estantes de libros una cabeza más bajos que él, pero lo que más destacaban probablemente era una vitrina de cristal que exhibía con orgullo una gran colección de armas antiguas.


— Aquí está el armario — señaló la puerta de madera sobre la pared lateral — Y ahí está el cuarto de baño — señaló otra puerta de madera al tiempo que avanzaba y la abría para que pudiera ver en el interior — Tal vez quieras darte un baño antes de cambiarte, parece que lo necesitas.


El rubio se observó fugazmente y tuvo que darle la razón, realmente necesitaba un baño, la sangre en su ropa hacía que esta se adhiera a su cuerpo y, tal y como el más bajo había mencionado, ya comenzaba a sentir una molesta picazón en la piel. Pasó a su lado sin decir una palabra y cerró rápidamente la puerta, quería volver tan rápido como pudiera con Kuroo. Se dio un rápido baño y salió con una toalla enrollada alrededor de la cadera y suspiró aliviado cuando notó que Yaku no estaba en la habitación.


Tal vez solo estaba siendo paranoico, pero tenía la impresión de que algo había cambiado en Yaku desde que volvieron, parecía cauteloso, más de lo que normalmente era y le ponía nervioso.


Entró al armario, que era más grande que su antigua habitación, y navegó entre los estantes y cajones buscando algo de ropa para ponerse. Eligió una camiseta negra de manga larga, que le quedaba relativamente grande y unos pantalones de algodón del mismo color; un conjunto que usualmente Kuroo usaba para dormir. Le habría encantado tomarse un tiempo para disfrutar del agradable aroma que percibía en su ropa, pero no tenía el ánimo necesario para ello.


Cuando salió de la habitación se encontró con que Yaku lo estaba esperando y a su lado, una chica estaba terminando de atender la herida de su brazo, sus delgados dedos asegurando la venda con cuidado.


— Tsukishima ¿Puedo hacerte un par de preguntas? — Yaku lo miró por el rabillo del ojo al tiempo daba un asentimiento a la joven mujer que le regalaba una reverencia.


— ¿Sobre qué? — preguntó con una mezcla de cautela y una impaciencia que sus ojos reflejaron.


— Es acerca de tu familia — él hizo un movimiento de cabeza indicándole que lo siguiera, Tsukishima no dudó en hacerlo, descubriendo tras una fugaz mirada la cautela en los ojos contrarios ¿Qué pasaba con todos ahora? ¿Cuándo su familia se transformó en un tema tan repentino de interés? Esto no le gustaba.


— ¿Por qué? No veo porque algo como mi familia podría ser de interés para ti.


— Es solo curiosidad, te ves un poco tenso...tal vez solo estoy tratando de aligerar el ambiente con una charla sin importancia — respondió tranquilamente, sus causales palabras contrastaban con la intensidad de sus ojos — Entonces ¿Puedo?


Tsukishima resopló, no creía que le preguntara eso por simple curiosidad; que eligiera un tema como ese al azar parecía demasiado conveniente. No podía ser una simple coincidencia ¿Verdad?  — Adelante — murmuró apretando el paso.


Sus preguntas no fueron diferentes a las que Kuroo le había hecho anteriormente y no pudo evitar que su inquietud aumentara. De pronto, como un rayo cruzando por su mente, recordó aquella información acerca de su madre, aquella que aún no se había atrevido a revelar y que no revelaría a nadie hasta que pudiera confirmar su autenticidad. No quería crear malentendidos innecesarios, hasta donde sabía todo podía ser falso, podía tratarse de un error o algún tipo de engaño, no podía sacar conclusiones apresuradas, no quería hacerlo.


Le diría a Kuroo hasta que estuviera seguro de la verdad, él lo escucharía si le explicaba todo tal y como ocurrió, lo escucharía y comprendería sus razones. Estaba seguro.


A Tsukishima le pareció que había pasado una angustiosa eternidad hasta que por fin la puerta se abrió y el doctor con la ropa teñida en sangre y sus acompañantes salieron; le escuchó decirle a Yaku que la herida no era tan grave como parecía y que se recuperaría pronto, Kei no necesitó escuchar nada más y se precipitó a la habitación, renovada energía corriendo por su cansado cuerpo; Kuroo estaba recostado sobre la cama, blancas vendas cubrían su abdomen y pecho, su respiración era lenta, su rostro estaba levemente pálido y tenía los labios resecos, pero eso no impidió que depositara un beso sobre ellos. — Me alegra que estés bien…— acarició su cabello, apartando como siempre hacia algunos mechones rebeldes que cubrían su rostro y posteriormente pasó el dorso de los dedos por su mejilla izquierda. Él estaba bien, su cálida piel deshizo el nudo que había estado apretando su garganta y un alivio que trajo paz a su corazón volvió sus latidos gritos de gozo.


— Kei — susurró débilmente el mayor, sus avellana viajaron por toda la habitación hasta detenerse en su rostro.


Tsukishima se sentó junto a él, tomó su mano y permitió que sus dedos se entrelazaran, su otra mano no se quedó quieta y viajó de nueva cuenta hacía el rostro ajeno, peinando gentilmente su cabello azabache; parecía tener un poco de fiebre — Deberías descansar, el doctor dijo que perdiste mucha sangre.


— Quiero hacerte el amor.


— Eres un idiota ¿Verdad?


— Tal vez un poco — Kei rio y Kuroo apretó su mano con fuerza, sus ojos volvieron a encontrarse y en ellos descubrió un ardiente pasión que lo dejó sin aliento — Pareces un ángel, eres tan hermoso que parece imposible que seas real...No vas a desaparecer ¿Verdad? — "si no quieres que desaparezca no me sueltes jamás" era lo que sentía y quería decírselo más que nada, pero una voz lo interrumpió.


— Esta sedado, probablemente se quede dormido pronto — Yaku entró a la habitación, sus ojos sobre Kuroo en todo momento — Tú también deberías descansar hay muchas más habitaciones, toma la que desees y...


— No, voy a quedarme con él — quería estar al pendiente de su salud, temía que su fiebre empeorara y también quería ser la primera persona a la que Kuroo viera al despertar, un pequeño capricho suyo que no podía quitarse de la cabeza. — Ve a descansar.


Yaku suspiró, no había nada que hacer al respecto; Tsukishima no se marcharía a menos que lo obligaran y si alguien tuviera la osadía de poner un solo dedo sobre él, Kuroo no dudaría en castigarlo. Era demasiado sobreprotector y ya no era un secreto para nadie lo enamorado que estaba de ese chico — Si eso es lo que quieres, está bien. Con tu permiso, me retiro.


Se quedaron solos dentro de la habitación, el silencio volviendo a cada segundo que los hombres que esperaban por conocer la condición de su amo se marchaban, el reloj sobre la mesita de noche marcaba las cuatro de la mañana, algunos rayos de luna perforaron la gruesa capa de nubes que abrazaba al cielo nocturno y se derramaba gentilmente dentro de la habitación.


— Estaba asustado...— acercó su mano a sus labios y los acaricio despacio, sus dedos disfrutando de la calidez de su piel, se inclinó y lo besó prolongando el contacto, besó también su frente y nariz, se permitió apoyar su frente sobre la contraria y sollozó suavemente al tiempo que pequeñas gotitas resbalaban de sus ojos y caían sobre él — Idiota...me asustaste...eres un idiota ¿Qué va a ser de mi si tu mueres?


Quería acostarse a su lado, abrazarlo y que él lo abrazara de vuelta, pero tenía miedo de lastimarlo, sin embargo no soltó su mano en ningún momento y la abrazó entre las suyas como un preciado tesoro. Tenía tanto miedo de perderlo, tenía miedo de que desapareciera, del futuro; no quería verlo así de nuevo, él mismo se lo había dicho antes, pero solo en ese momento se dio cuenta de la gravedad de esas palabras, de todo lo que implicaba y estaba aterrado, sabía que Kuroo era fuerte, sin embargo deseaba protegerlo con todo lo que tenía.


Se despertó unas horas más tarde sintiéndose insistentemente observado. Levantó pesadamente los párpados y se encontró con los avellana de Kuroo, los cuales lo miraba como si fuera la persona más interesante del mundo, le sonrió tímidamente al tiempo que frotaba su cabeza contra su pecho, percibió el aroma a sangre corrompiendo su esencia natural, era inusual, pero eso no lo detuvo y se acomodó mejor contra su cuerpo. Repentinamente escuchó un suave gruñido, un sonido nacido del dolor, y ladeó la cabeza mirándolo con curiosidad, Kuroo se veía algo pálido y tardó unos segundos en recordar lo que había ocurrido, trozos de aquellos eventos volvieron a su aletargada mente y se levantó tan rápido que se sintió momentáneamente mareado.


— ¿Cómo te sientes?


— Como si me hubiesen disparado — Kuroo hizo esfuerzos por sentarse, pero Tsukishima no se lo permitió, sus palmas apoyándose en sus hombros, evitando así que él pudiera levantarse; Kei se veía muy lindo cuando estaba preocupado por él, pero tampoco le gustaba esa sensación, no quería seguir preocupándolo, así que dejó de luchar contra él.


— Perdiste una buena cantidad de sangre — sus pulgares trazaron círculos sobre sus hombros, sus iris temblaban y habían perdido parte del hermoso brillo que los caracterizaba, era duro verlo así y lo único que Kuroo pudo hacer para calmarlo fue tomar una de sus manos y besar su palma con dulzura — Te ves terrible ¿Sabes? — se sentó sobre sus rodillas y tocó su rostro, su temperatura aún seguía siendo anormal, pero parecía mejor que horas antes.


— Y tú te ves tan hermoso como siempre, me encanta como te ves con mi ropa puesta...tan tentador.


— No podía entrar a la habitación y tuve que...— Tsukishima se sonrojó, pero su vergüenza se desvaneció inmediatamente se percató de que no se encontraba en el sitio en el que se había quedado dormido. Observó la silla vacía a un lado de la cama y se preguntó en que momento había decidido cambiar de lugar de descanso.


Kuroo pareció notar su confusión y con una sonrisa dijo — No me culpes a mí, ya estabas aquí cuando desperté...y, esto es algo que quería mantener en secreto, pero tiendes a hacer ciertas cosas cuando estás somnoliento, saltar sobre mí a mitad de la noche por ejemplo.


— ¡Mientes! — exclamó Tsukishima sonrojándose violentamente, Kuroo tenía que estar mintiendo, era él quien lo atacaba por las noches, pero si eso era cierto...algunas situaciones tendrían un poco de sentido, Akiteru solía decir algo parecido y…¡No! Él mentía…decidió que, por el bien de su salud mental, creería eso, pero Kuroo no parecía de acuerdo.


— ¿Crees que en este estado habría podido cargarte hasta aquí o que permitiría a alguien tocarte? Lo hiciste tu solo.


Tenía sentido, sin embargo eso no quería decir que lo aceptara...tendría que hacer algo al respecto, cambiar ese vergonzoso habito — Lo siento — trató de bajarse lentamente de la cama, esto era vergonzoso y quería ocultarse donde nadie pudiera encontrarlo jamás.


— Espera — Kuroo lo tomó del brazo y haló lentamente de vuelta — Quiero que te quedes conmigo, la cama es lo suficientemente grande para los dos o si tú quieres podemos mudarnos a mi habitación, la cama es más grande que está y podemos hacer muchas más cosas sin caernos como la última vez.


— Me...me gusta esta habitación — murmuró volviendo a recostarse a su lado — Es mía...— esa habitación se había transformado en el único lugar en el que se sentía cómodo. Era el único lugar que lo salvaba de las miradas curiosas de todas sus ocupantes, era el único al que podía llamar propio y aunque al principio odiaba permanecer ahí, ahora estaba llena de recuerdos preciosos.


— Bien, entonces nos quedamos aquí...siempre podemos conseguir una cama más grande.


Kuroo cerró los ojos y Tsukishima imitó su misma acción, sumiéndose en sus propios pensamientos; su mente era un revoltijo de ideas que giraban en torno a las fotografías que había visto hace más de tres meses, todavía no podía creer que eso fuera real ¿Por qué Akiteru no le había dicho nada? ¿Qué era lo que pretendía? No lo comprendía y era frustrante.


No se consideraba una persona a curiosa, cosas como descubrir la verdad detrás de un gran misterio no lo emocionaban en lo más mínimo, pero en esta situación sentía que si no averiguaba la verdad no podría permanecer al lado de Kuroo...y para conocer la verdad debía hacer preguntas, visitar cierto lugar y hacer una llamada.


Solo tenía que conseguir que Kuroo lo dejara salir sin decirle lo que pretendía en realidad.


— Kuroo ¿Puedo ir a la ciudad?


Iba a terminar de una vez por todas con ese tonto misterio y cuando comprobara que nada de eso era real, podría volver a su vida sin nada que empañara su felicidad.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).