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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

Algo tarde, pero aquí está el capítulo :3

 Capítulo 13


— No, es peligroso — la respuesta de Kuroo fue tan inmediata como contundente, no quería réplicas, eso podía percibirlo a través de su imponente timbre y la firmeza de su mirada. Esperaba que lo escuchara, eso era seguro, ser dominante era un rasgo de su naturaleza, una cualidad suya que salía a relucir en momentos como este. Quería ser obedecido, sin embargo él ya debería saber que no iba a ceder tan fácilmente.


— ¿Peligroso? ¿Enserio? He pasado la mayor parte de mi vida caminando por esa ciudad y nunca ocurrió nada. ¿Por qué lo haría ahora? — Tsukishima se incorporó hasta quedar sentado, esto era importante para él.


— Porque hay personas que quieren hacerme daño.


— Puedo cuidarme solo, no voy a aceptar dulces de extraños ni a seguirlos a ciegas.


— Muy gracioso, Kei, pero tú elocuencia no va a hacerme cambiar de opinión — Kuroo se removió sobre la cama, trató de apoyarse sobre sus codos para levantarse, pero falló en el intento — No puedes salir ¿Acaso ya olvidaste lo que pasó la última vez que te quedaste solo?


Tsukishima guardó silencio y la fina línea que formaron sus labios se tambaleó, no lo ha olvidado; sus heridas y ya habían sanado, pero había lesiones emocionales que no sanarían en mucho tiempo, ese incidente aún lo perseguía en pesadillas. Sin embargo, y a pesar de todo, tenía que salir y descubrir lo que estaba pasando o no podría vivir tranquilo.


— No es lo mismo, es muy poco probable que algo como eso pase en la ciudad...así qué...


— Pueden pasar cosas mucho peores en la ciudad, una multitud despreocupada es una herramienta ideal para un secuestro o un asesinato silencioso, una conmoción él escape perfecto para cualquiera.


Tsukishima rodó los ojos ¿Asesinato? ¿Secuestro? Su mente sin duda estaba volando demasiado lejos ¿Por qué alguien querría hacerle algo así? No tenía nada de valor o era importante — Estas siendo paranoico.


— No es paranoia — Kuroo volvió a apoyarse sobre sus codos e hizo una mueca, no parecía que fuera a darse por vencido en esta ocasión y en vista de ello, Kei decidió ayudarlo a sentarse, colocando un par de almohadas a su espalda — Mis enemigos ya deben saber lo importante que eres para mí, que me volvería loco si algo te pasara y no dudarán en hacerte daño solo para llegar a mí...estoy tratando de protegerte.


— ¿Eso es lo que te dices para justificar el querer mantenerme encerrado de por vida? — rodó los ojos — Apuesto a que tienes mucha más excusas.


Kuroo suspiró, Tsukishima podía llegar a ser una persona muy testaruda y difícil de tratar a veces, pero ¡Maldición! Eso le encantaba y estaba loco por besar esos preciosos labios fruncidos — Mira, Kei. No voy a negarte que una parte de mi quisiera mantenerte encerrado y tenerte solo para mí, nunca me había enamorado antes...No se suponía que me enamoraría de ti, pero lo hice y ahora no sé qué debo hacer para protegerte. Me asusta pensar que alguien pueda alejarte de mí, que alguien te haga daño — tomó su mano y la apretó — En este momento no creo ser capaz de protegerte, por eso solo te pido que esperes hasta que tenga el poder suficiente para hacerlo.


— No va a pasar nada — susurró Tsukishima devolviéndole el apretón, comprendía muy bien que estuviera preocupado, pero en verdad necesitaba hacer esto. No podía aplazarlo más — Solo quiero ver un momento a mi hermano...decirle que vamos a casarnos, la última vez que hablamos estaba un poco dudoso con respecto a ti.


— Puedes llamarlo.


— Solo voy a estar tranquilo hasta que lo vea, hace mucho que no nos reunimos...y van a operarlo pronto — lo miró suplicante, la presión en su mano aumentó suavemente al tiempo que se inclinaba ligeramente hacia él. Fue entonces cuando la dulzura de su aroma capturó sus fosas nasales — Por favor.


— No hagas esto Kei.


— No estoy haciendo nada.


— Lo estás haciendo, sabes que no va a funcionar.


Tsukishima tenía la mirada fija en los ojos de Kuroo y trazaba círculos en el dorso de su mano con el pulgar, su playera, al ser dos tallas más grande, se deslizaba ligeramente por su hombro, permitiéndole apreciar su clavícula y una pequeña parte de la piel de su pecho. Sin dejar de mirarlo un solo instante, apoyó su mano libre sobre su muslo y se acercó lentamente en su dirección, sus suculentos labios separándose suavemente en el proceso.


No estaba para nada orgulloso de lo que estaba haciendo, le avergonzaba bastante y estaba muy seguro de que se veía un poco ridículo, pero si no lo hacia Kuroo terminaría ganando la pequeña discusión que sostenían. Su cuerpo ya había reaccionado a ese primer no, aceptándolo, obedeciéndolo, era un Alfa después de todo; su Alfa y en el fono de su alma, su naturaleza misma ansiaba obedecerlo.


Si era sincero consigo mismo, Kei no pensaba que esa clase de trucos realmente tuvieran efecto y le parecía algo tonto siquiera considerar seguir un camino como ese, pero vaya que funcionaba. Podía percibir el deseo provenir del pelinegro, su fascinación en esas predadoras pupilas avellana...sin embargo también podía sentirlo en sí mismo.


Esto no podía ser bueno.


Iba olvidando su objetivo a cada centímetro que sus rostros se acercaban y aquella esencia que tanto amaba producía un cosquilleo muy agradable en su estómago, ya no quería hacer esto, su mente estaba sumiéndose en un velo blanco y sus pensamientos se volvían nulos. No estaba bien, debía apartarse y pensar en algo más para convencerlo, usar otra clase de tácticas...pero...


— Kei...— suspiró y su piel del rubio se erizó.


Debía hacerse a un lado, aún estaba a tiempo de retroceder, pero no podía hacerlo. Su cuerpo se movía hacia el frente, lentamente, imágenes de ellos llenaron su mente, el recuerdo de la esponjosidad de sus labios, de la pasión que sus besos desbordan fueron su impulso final y entonces sus bocas se unieron, y con ello, olvidó por completo la razón por la que estaba haciendo eso.


Suspiró. Se sentía bien, sus labios eran tan suaves y cálidos como lo recordaba, sin embargo no dejaba de ser maravilloso; hacía que su corazón latiera fuerte, que su cuerpo se estremeciera, que temblara y que su pecho se llenara de euforia y pasión. Un contacto tan único y perfecto, más dulce que la miel, más adictivo que cualquier droga. Un simple roce no sería suficiente, la adicción ya había tomado el control y delineó sensualmente la línea entre los labios contrarios con la lengua antes de introducirla e invitar a jugar a su impetuosa compañera de baile. Sus dedos se enredaron en aquellas suaves hebras azabache, atrayéndolo hacia él con posesividad. Un gruñido se mezcló con un dulce suspiro. Instintivamente tiró de su labio inferior con los dientes, chupó suavemente y volvió a tirar de él provocando un suspiro que avivó su deseo.


— Está bien…— murmuró Kuroo causando un agradable cosquilleo sobre sus labios, él volvió a besarlo, abrazó su cintura al tiempo que el rubio tiraba suavemente de su cabello y se agitaba contra su cuerpo impregnándolo con su aroma. — Puedes ir.


— ¿Qué?... ¿Ir a dónde? — ¿Por qué estaba diciéndole eso tan repentinamente? No, no quería escucharlo — ¿A dónde querría ir...si estás aquí? — se sintió un poco atrevido y arrastró los labios hasta su garganta, jugó con su manzana de Adán al tiempo que acariciaba su nuca, lo que sea que estuvieran hablando hace un momento seguramente no era importante.


Kuroo rió suavemente antes de dejar escapar un ligero gruñido de dolor, tomó sus hombros y lo apartó suavemente para besar sus labios — A la cuidad ¿Ya no quieres ir?


— ¿La ciudad? — el rubio hizo una mueca de confusión — ¿Por qué querría ir a...¡Oh!


— ¿De verdad lo olvidaste? — El mayor acunó su rostro con la mano y sonrió dulcemente, la expresión en su rostro era muy graciosa en este momento. Volvió a depositar otro beso sobre sus labios ahora carmín y pegó su frente contra la suya — Quizá no debí habértelo recordado, mi error — suspiró — Bueno, jamás pensé que saltarías sobre mi estando bien despierto ¿Estas tratando de propasarte conmigo? Kei, ten un poco más de consideración, soy un hombre herido.


Las mejillas del rubio Omega se tiñeron de un precioso carmín, que lo cautivó — Yo no...No sé cómo...No era mi intención, yo...yo... — Tsukishima tropezó con sus palabras y su vergüenza solo aumentó cuando se percató de que se encontraba sentado a horcajadas sobre él ¿En qué jodido momento había pasado? Solo había sido un beso, no debería de haber sido tan...caótico para su corazón. — Lo siento, estás herido y yo...


Las manos de Kuroo sostuvieron sus caderas antes de que siquiera pudiera moverse y Kei fue firmemente sujetado en su sitio — La próxima vez, cuando esté completamente recuperado, vuelve a hacerlo…fue agradable verte sobre mí.


El rubio apartó la mirada, sus dedos, como ya era habitual, se perdieron en aquel mar de suaves hebras azabache. Su anillo contrastando con su color — Entonces ¿Vas a dejar que vaya?


— Sí, pero vas a tener que esperar unos días, hasta que esté mejor...quiero hacer los arreglos personalmente ¿De acuerdo? — si algo llegara a ocurrir quería ser él quien acudiera en su ayuda, no era que no confiara en sus hombres, pero esto era algo que necesitaba hacer por sí mismo.


— ¿Arreglos para qué?


— Para tu visita a la ciudad, no pienso dejar que vayas tú solo...además del chófer vas a tener dos escoltas…quiero asegurarme primero de que la zona es completamente segura — Kuroo alzó un dedo callando la réplica que amenazaba con escapar de sus labios — Y eso está fuera de discusión, así que no intentes convencerme de lo contrario.


— De acuerdo — susurró Tsukishima con resignación.


No era lo que esperaba, pero tampoco podía quejarse más, haber alcanzado su principal objetivo ya era motivo de satisfacción. Ya encontraría la forma, no se preocuparía mucho por eso ahora. La ciudad era enorme y estaba atestada de personas, no podía ser tan difícil perderlos al menos un momento.


*****


Desde ese día, Kei pasaba la mayor parte del día cuidando de Kuroo, comían juntos en la habitación y, aunque podía hacerlo por él mismo, le ayudaba a cambiar su ropa y bañarse. Era muy claro para el pelinegro, aunque su rubio Omega tratara de ocultárselo, que detestaba la idea de que las mucamas se acercaran más de lo necesario a él, por lo que incluso les hizo enseñarle a cambiar sus vendajes. Su nueva rutina era sencilla, pero para nada aburrida y definitivamente ambos disfrutaban de ella, el pelinegro probablemente más que él.


— Kuroo ¡¿Qué demonios hiciste con mi ropa?! — exclamó el rubio, claramente molesto, desde el cuarto de baño. — ¡Devuélvemela en este instante!


— Bonito, no sé de qué me estás hablando — Kuroo cerró la portátil que descansaba sobre una pequeña mesa de madera frente a él y tapó discretamente con las mantas el cambio de ropa junto a él — Estoy herido ¿Recuerdas? No puedo moverme tan libremente como antes...necesito que me cuiden.


— A la mierda, Kuroo, esta es la tercera vez está semana ¡Sé que lo hiciste tú!


Kuroo dejó escapar una muy exagerada exclamación de indignación — ¿Te has detenido a pensar que pudiste haber olvidado prepararla? Has estado muy distraído últimamente. Me duele que me acuses de esta forma...solo soy un pobre hombre herido, lo recuerdas ¿Verdad? Estoy herido.


— No voy a hacer esto de nuevo ¿Entiendes? ¡Quiero mi ropa ahora!


El rugido furioso de Kei le hizo sonreír, no podía verlo y tampoco tenía que hacerlo para saber cómo lucía en este momento; él era hermoso incluso enojado, su mirada le traspasaba la piel y aquel fulgor danzando en su iris hacía temblar su cuerpo, sus mejillas encendidas de un intenso rojo fuego, sus labios fruncidos y ese orgullo y la dignidad en su postura, eran una imagen que le robaba el aliento.


Todo de él era hermoso, su indiferencia, su serenidad, su furia, su romanticismo disfrazado e incluso su vergüenza y timidez.


—El medico pidió reposo y me hiciste prometerte que no me movería ¿Recuerdas? Soy un hombre de palabra y pienso honrar esa promesa. — dijo — Podrías simplemente salir ¿Sabes? No tienes que ser tímido conmigo, conozco tu cuerpo tan bien como tú el mío — y aunque conocía cada uno de sus lunares, estaba loco por verlo...y había ocultado su toalla por ese propósito.


— Es diferente, no pienso salir y exhibirme, no soy tu diversión ¡Quiero mi ropa, ladrón!


Kuroo reprimió una carcajada, Kei en serio estaba perdiendo la calma, quizá debería parar...o podría seguir adelante, un hombre de verdad va hasta el final — Amor mío, tú mismo lo dijiste; es la tercera vez esta semana ¿No crees que a estas alturas ya habrías tomado medidas? Como cerrar la puerta del baño con seguro o dejar tu ropa en un sitio menos visible u obvio por ejemplo...a menos que quisieras que yo actuara. Soy muy bueno con las indirectas y tú querías que hiciera esto...


— No es...— trató de replicar, pero calló. Había dado en el blanco ¿Cierto? Kei era una persona demasiado deshonesta, por lo que estaba seguro de que no lo admitiría pese a que se sabía descubierto ya — Trataba de...estaba poniendo a prueba...para una pareja la confianza es algo importante y yo confiaba que ti.


— ¿Quieres seducirme? La última vez que nosotros...


— ¡No! ¿No me escuchaste? Es sobre la confianza y...— volvió a callar por unos segundos — Solo devuélveme mi ropa, está empezando a hacer frío.


Apartó la mesita, tomó la ropa de Kei y se levantó, su herida aún dolía un poco e hizo una mueca al sentir un suave tirón sobre esta mientras lo hacía — Podrías solo salir y tomarla como en las últimas tres veces ¿Qué es diferente ahora? — trató de girar el pomo de la puerta, pero esta no cedió, él debía estar avergonzado ahora y probablemente no la abriría fácilmente. Sonrió, tal vez este era un buen momento para decirle aquello que rondaba por su mente — También quiero hacerte el amor, estos días han sido una tortura, pero también han sido los más felices...tenerte todo para mí es...maravilloso.


— Yo...— la puerta se abrió, lo suficiente como para que su voz fuera clara, y asomó ligeramente la cabeza a través de la rendija — Quiero mi ropa...


¿No iba a responder a sus palabras? No era como que no hubiera imaginado que sería así, era parte de la personalidad de Kei, sin embargo estaba un poco decepcionado. En el pasado habría encontrado tontas e innecesarias a las muestras de afecto, pero ahora se había transformado en algo tan necesario.


Deslizó la ropa por el pequeño espacio libre, pero en lugar de tomarla Kei sujetó su mano entre las suyas, temblaban y no precisamente por qué tenía frío, eran cálidas — También...también me gusta estar así contigo, quizá no son las mejores circunstancias, pero...han sido días maravillosos y no los cambiaría.


Lo dijo. Lo hizo y Kuroo sintió su corazón golpear como nunca lo había hecho contra su pecho. Era tal y como Yaku decía últimamente, estaba perdidamente enamorado de Kei. — Cuando salgas de ahí voy a hacerte el amor.


— ¿Qué? No, aún no estás completamente recuperado...si tú herida…


— Quiero hacerte el amor, Kei ¿No lo quieres también? — empujó suavemente la puerta, hubo un poco de resistencia, sin embargo esta se abrió y tuvo la oportunidad de verlo; sostenía su ropa con ambas manos contra su pecho, el matiz rosa en sus mejillas se había extendido hasta sus orejas y sus ojos lo miraban con timidez por sobre sus pestañas.


— Estás herido, no hagas nada imprudente.


— Lo dice la persona que lleva días paseándose desnudo frente a mí...estoy en mi límite — tomó su rostro entre sus manos, Kei apretó la ropa contra su pecho, pero alzó la mirada y encontró sus ojos — Y tú también — lo besó, un toque efímero que hizo temblar el delicado cuerpo del rubio y que desató en él un maremoto de necesidad — Podemos ser creativos ¿Quieres?


Kei asintió, su lengua humedeciendo inconscientemente sus labios — Solo un poco.


¿No era agradable? Por supuesto que lo era, Kuroo estaba encantado con esta nueva rutina, con las pequeñas cosas que aprendía de él y era lo mismo para Kei. La felicidad que experimentó, cada pequeño y significativo momento fue como un sueño que, en todo su egoísmo y posesividad, no quería terminara jamás. Quería vivir dentro de esa burbuja para dos por siempre.


Quería pasar tanto como pidiera con Kuroo, por lo que el único momento en el que abandonaba la habitación era cuando Kenma se presentaba, al menor no parecía hacerle muy feliz que él estuviera presente durante sus visitas y Tsukishima tampoco se sentía muy cómodo con él ahí. Ambos siempre cuidaban su distancia y, con el paso de los días, las miradas de odio o irritación cambiaron a una de total indiferencia. Pese a eso todo parecía ir bien. Kuroo era alguien a quien todos apreciaban, podía verlo en el rostro de los hombres que lo visitaban diariamente y a las atenciones de estos con él y Kei se sentía secretamente orgulloso de ello...de que fuera un hombre al que todos respetaban y seguían con tanto fervor.


No iba a decir que todas esas visitas regulares no le molestaran, sin embargo Kuroo era diferente con él, sonreía y a pesar de no ser el mejor conversador o la persona más agradable del mundo, podía sentir claramente que prefería su compañía por sobre la de otros y con ello, el deseo de que esos momentos tan pacíficos, de estar así por siempre crecía más y más.


Pero Kuroo tenía que volver a trabajar y seguir con su habitual rutina...así como también había cosas que Tsukishima tenía que hacer sí o sí.


— Tal vez también debería acompañarte — Kuroo acarició la mejilla del rubio con el dorso de su mano y lanzó una fugaz mirada al auto a su espalda — Si algo pasara yo...


— ¿No confías en tu propia gente? Debes ser un pésimo líder si lo no haces después de toda la lealtad que te han mostrado.


Tsukishima trató de bromear, sin embargo su ánimo cambió al escuchar la sincera respuesta de Kuroo — Últimamente desconfío de todo el mundo. — alguien cercano estaba causando muchos problemas, Tsukishima no conocía los detalles exactos, Yamaguchi no parecía saber nada al respecto y la poca información que consiguió obtener de los trozos de conversación que pudo escuchar por los pasillos no era de mucha ayuda.


Lo único de lo que tenía certeza era que algo está pasando y era lo suficientemente importante como para mantener a Kuroo en tensión.


— ¿Desconfías incluso de mí? — quizá ese no era el mejor momento para preguntarlo, pero realmente quería saberlo. Comprendía perfectamente bien que no podía hablar sobre su trabajo, no era algo que quisiera saber de todos modos, sin embargo sentía que había cosas que Kuroo no le estaba diciendo; había ciertos temas en los que él era...esquivo. Podría hablar libremente sobre su antigua vida en el orfanato, pero no sobre su vida después.


Kuroo le besó antes de responder, su mirada era cálida y aquella sonrisa formándose lentamente en sus labios provocó que su pulso se acelerara — No, tu no.


Tal vez aquella vida había sido demasiado difícil o le era desagradable recordarlo o sus palabras eran ciertas y era algo sin importancia. Quizá la ligera tención reinante en la mansión lo estaba contagiando y solo estaba sobre-pensando las cosas; si realmente fuera importante Kuroo definitivamente se lo habría dicho, confiaba en eso y era esa la principal razón por la que no podía creer en la veracidad de la reciente información sobre su madre.


Sonrió y dejó que Kuroo lo estrechara entre sus brazos, su calor disipó toda duda en su corazón, le dio el impulso que necesitaba para continuar y devolvió la seguridad que había perdido — Hasta pronto, Kuroo...te...te quiero.


— Te amo.


Todo iba a estar bien, pasará lo que pasará, ya sea que esa información sea o no real, todo iba a estar bien.


El auto arrancó, alejándose metro a metro de aquella residencia hacia la ciudad. De cierto modo era algo extraño salir sin Kuroo, estar a su lado se había vuelto algo tan natural que en este momento se sentía como si se estuviera desprendiendo de una parte de él...de algo vital. Todo en él añoraba volver y tuvo el furioso impulso de pedirle al chófer conducir de vuelta, pero consiguió suprimirlo.


No debía olvidar tan fácilmente su objetivo, no podía permitir que sus impulsos se sobrepusieran a su determinación. Observó por el rabillo del ojo al auto que los seguía de cerca, sabía que había tres hombres viajando ahí además del chófer...así como también era muy consiente, aunque el pelinegro no hubiera mencionado nada al respecto, que estaban armados. "Es excesivo" le había dicho Tsukishima a Kuroo, "Es necesario" le respondió el pelinegro con ese molesto y autoritario tono de voz y, para su mala suerte, a su boca se le había ocurrido decir "Si" sin que su mente hubiera tenido tiempo para procesarlo.


Y maldijo a su instinto que le dictaba seguirlo ciegamente...al menos Kuroo se disculpó por ser tan demandante, estaba progresando poco a poco.


Suspiró silenciosamente, eran más personas de las que esperaba, pero ya no podía hacer nada, afortunadamente había empleado una parte de su tiempo previo al viaje para pensar en un pequeño plan que esperaba funcionara.


— Ustedes ¿Piensan seguirme hasta la habitación de mi hermano? — Tsukishima giró abruptamente y habló a los dos hombres que lo habían estado siguiéndolo a un metro de distancia desde que bajó del auto.


— No señor, pero el amo nos pidió que nos mantuviéramos cerca...vamos a esperarlo fuera.


El rubio chasqueó la lengua, molesto, y caminó en dirección a la habitación de su hermano, había un límite para lo paranoico que podía ser un hombre; era solo un hospital, pero sin importar lo que dijera no podría hacerlo ceder. Se preocupaba demasiado, era molesto, sin embargo una parte de él se sentía un poco feliz por saber que pensaba tanto en su bienestar.   


Tenía que terminar con esto pronto, no quería ocultarle nada.


Akiteru se encontraba con la espalda apoyada contra el respaldar de la cama y cuando reparó en su presencia abandonó sobre la mesita el viejo libro que estaba leyendo y le sonrió con una mezcla de alegría y cariño que iluminó su rostro y llenó de vida su semblante.


— Te ves saludable, Kei.


— Creo que eso es algo que yo debería decirte...te ves mejor que nunca.


— Sí, el dinero sí que hace la diferencia — el extendió los brazos en un gesto que buscaba señalar su nueva y lujosa habitación — Bonito anillo, por cierto.


— ¡Ah! Lo...lo notaste — Tsukishima se sonrojó al tiempo que sus dedos viajaban inconscientemente hacia su anillo, había pasado poco tiempo usándolo, pero ya se sentía como si formara parte de él, sin embargo aún era capaz de pasar largos periodos de tiempo contemplándolo. Adoraba verlo destacar entre el cabello azabache de Kuroo y destellar con los primeros rayos del amanecer


— Es difícil no notarlo, parece costoso y...te queda bien, como algo que solo tú podrías usar — él largó una mano, tomó la suya y examinó silenciosamente el anillo, su mirada tornándose triste y melancólica — Ya llegó el momento ¿Eh? Mi corazón de hermano mayor todavía no puede aceptarlo, pero...ahí está.


— ¿Hermano, puedo preguntarte algo? Es sobre...¡Hey!  — Repentinamente el rubio mayor tiró de su mano y lo atrajo hacia él, pegando su cuerpo al suyo —¡¿Que estás haciendo?! — Kei trató de apartarse, pero su hermano no se lo permitió, esto era algo demasiado inusual, Akiteru podía ser un poco extraño a veces, pero esto distaba mucho de su comportamiento usual. Apoyó una mano contra su hombro — ¿Por qué estás...?


— Se lo que vas a preguntar, pero la respuesta que buscas no la vas a encontrar aquí...no sé más que tú...


— Entonces, no comprendo por qué...


— Shhh.


— No es buen idea hablar de eso aquí, las paredes son delgadas...demasiado — Akiteru susurró esas palabras con una cautela que provocó en él una punzada de inquietud, que se intensificó cuando consiguió ver su rostro...tan carente de emociones — ¡Felicidades por tu próximo matrimonio, Kei! Preséntamelo pronto ¿Si? Necesito hablar con él de hombre a hombre — sonrió, de una forma tan resplandeciente que le hizo sentir que lo que había visto hacía solo unos segundos había sido solo una ilusión.


— De...de acuerdo — sin embargo él sabía que había algo más que él no le estaba diciendo — Ya puedes soltarme — se impulsó suavemente hacia atrás, pero Akiteru no cedió y pudo percibir claramente como olfateaba insistentemente — ¿Me estás oliendo?


— Si...


— ¡Ya no soy un niño!


Akiteru ignoró sus intentos de apartarlo y continuó con su tarea con los ojos entornados; no le importaba que lo hiciera cuando era niño, a veces incluso lo marcaba con su aroma y le hacía sentir seguridad, pero ahora era complicado...estaba seguro de que la esencia de Kuroo estaba muy fuertemente impregna en él...el pelinegro y él mismo se había encargado de que fuera así


— Aki...


— Si, si...es solo que detecté algo y...quiero comprobarlo


— ¿Y que podría ser eso?


— Si estás embarazado...tu aroma es tan...tan tierno que creo que...


— ¡Eso es imposible! — exclamó, apartándolo de una vez de él ¿Qué pasaba ahora con Akiteru? Primero actuaba de una forma que jamás había visto y ahora salía con semejante comentario — Tanto tiempo encerrado en hospitales te ha hecho perder la cabeza, sigue así y tu próxima parda va a ser un bonito manicomio.


— No estoy loco — Akiteru rió felizmente y volvió a tenderle la mano, esperando a que él la tomara; Kei lo pensó por un momento, pero accedió a hacerlo y con ello el rubio mayor le regaló una complicada sonrisa — Mis prolongadas estadías en hospitales me han permitido conocer a muchos Omega embarazados, todos desprenden un olor similar ¿Sabes? Es algo dulce y enternecedor, como el aroma de un bebé.


Kei le dio una muy recelosa mirada, podría solo ser una broma suya, jamás había escuchado de algo como eso, era ridículo, pero probablemente él era el más ridículo por considerar sus palabras — ¿Entonces? — preguntó finalmente; Akiteru le regaló una indescriptible sonrisa. Se estaba burlando de él ¿Verdad? — Sabía que mentías.


— No lo hago Kei, puedes preguntarle a cualquier doctor, este lugar está lleno de ellos...podría acompañarte si estás nervioso.


— Deja de decir ridiculeces — Kei suspiró ligeramente irritado, no podía creer que realmente lo hubiera considerado — Hablemos de otra cosa ¿Si?


Ese tema era un poco delicado para él, lo deprimía un poco. Había tratado, con mucha sutileza, de hablar sobre ello con Kuroo, sin embargo solo consiguió respuestas vagas o frases orientadas a cambiar el tema. No era como que él no tuviera razón, era pronto para pensar en eso, pero le gustaría que estuviera un poco más entusiasmado con esa perspectiva.


— ¿Te pasa algo? — Akiteru tocó su cabeza — ¿Te estás replanteando tu próxima boda? Aún estás a tiempo para cancelarlo, como tú hermano mayor voy a disculparme personalmente con él...si se pone insistente podemos huir y cambiar de identidad, tú eres bueno en borrar rastros.


Sonrió. Tenía la ligera impresión de que Akiteru había pensado mucho al respecto — No me estoy arrepintiendo, así que borrar esa mirada llena de esperanza.


Akiteru sonrió con resignación — Sé que te pregunte esto la última vez que viniste, pero tú respuesta no fue del todo convincente para mí...por eso voy a hacerlo de nuevo — sujetó suavemente su rostro con ambas manos y se aseguró de que sus miradas no perdieran el contacto — Kei...¿Eres feliz?


— Soy muy feliz — lo era y sus palabras acompañaron a una sonrisa salida desde lo más profundo de su corazón.


Hablaron cerca de treinta minutos, no tocaron el tema de su familia, solo cosas triviales y que podrían parecer demasiado aburridas para otras, pero para ellos significaba demasiado. Fue reconfortante poder verlo y hablar con el después de mucho tiempo, Kei nunca fue una persona muy habladora, pero en este momento las palabras fluían con naturalidad y Akiteru parecía demasiado feliz por ello.


Fue difícil separarse de él, más de lo que había imaginado, pero la promesa de un "hasta pronto" lo llenó de seguridad, calmó su inquietud y siguió a su próximo destino; el centro comercial.


Tal y como había imaginado, estaba atestado de personas, en su mayoría adolescentes y jóvenes parejas, que caminaban de un lado a otro despreocupadamente; risas, murmullos de voces y música de diversos locales podían escucharse por los alrededores, como un molesto enjambre de abejas revoloteando en su cabeza. Sonrió. Jamás pensó de diría esto, pero extrañaba el bullicio y ser parte de esa despreocupada multitud, caminar de su casa hasta la empresa en la que solía trabajar, tomar el metro, visitar alguno de sus lugares favoritos después del trabajo o los fines de semana. Se sentía como si hubiese pasado una eternidad desde que se sintió parte del mundo, ahora todo era tan irreal, pero por alguna razón no extraño.


Quizá era solo a causa de Kuroo y su presencia.


Observó durante un rato los llamativos escaparates de las muchas tiendas que encontró a su paso; zapatos, cosméticos, bolsos, joyería, ropa, todo estratégicamente dispuesto para llamar la atención de los compradores, seduciéndolos con la promesa de ofertas únicas y precios bajos. Tsukishima entró y salió de algunos locales, compró un par de cosas y siguió andando hasta detenerse frente a la entrada de una enorme y lujosa tienda de lencería.


— Ustedes esperen aquí afuera.


Ambos hombres se miraron y miraron a al interior de la tienda antes de responder — No podemos hacer eso, tenemos órdenes de seguirlo y protegerlo.


— Me sentiré incómodo con ustedes dos detrás de mí en una tienda como esta...también es probable que incomoden a los clientes igual que lo hicieron en los locales anteriores.


— Nuestras órdenes fueron...


— Si no lo hacen le diré a Kuroo que intentaron espiarme mientras me cambiaba — los dos hombres se removieron nerviosos, esa "sugerencia" era su último recurso, no quería usarla y parecer un manipulador, pero no tenía más opciones. Esos tipos eran demasiado insistentes — No creo que vaya gustarle mucho escuchar eso.


— Jamás le haríamos algo así.


— No lo sé, no los conozco y no quiero arriesgarme — desvío la mirada hacia el interior de la tienda con inseguridad fingida — Y ustedes tampoco deberían, así que será mejor que se queden y esperen.


Tsukishima sonrió para sus adentros cuando aquellos hombres aceptaron la orden, estaba claro que Kuroo era alguien a quien sus hombres temían y respetaban, y que incluso su nombre era motivo suficiente para hacer que cualquiera se pensará dos veces sus acciones. Estaba complacido, pero no le hacía feliz, iba a tener una muy larga charla con el pelinegro cuando esto termine. Había mucho que explicar.


Eligió algunas prendas al azar mientras observaba de reojo a sus escoltas; ellos lo observaban, seguían todos y cada uno de sus movimientos como un par de felinos asechando a su presa y tal y como había ocurrido antes, incomodaron a los clientes e inquietaron a las empleadas las cuales lanzaba miradas recelosas. Entró a un probador ubicado en la esquina más alejada, echó el seguro y colgó las prendas de encaje sobre el perchero, no tenía la intensión de probarse nada, esa clase de ropa no iba para nada con él...a pesar de que Kuroo decía lo contrario.


Se sentó en el pequeño banco del probador, cerró los puños espasmódicamente durante unos minutos, sacó el móvil que traía oculto y que tanto trabajo le costó conseguir, o quizá debería decir, robar, y marcó el número en el trozo de papel. Tres tonos después se escuchó una especie de zumbido al otro lado del auricular, era un molesto sonido que provocó que sus tímpanos dolieran y que se prolongó cerca de sesenta segundos. Esperó y volvió a marcar el número obteniendo el mismo resultado, trató un par de veces más, pero nada cambió.


Suspirando guardó el teléfono ¿Qué hacer? Ingenuamente había pensado que todo terminaría tras contactar a sus padres o a la persona a la que ese número pertenecía, pero la suerte no parecía estar de su lado. Su última opción era acudir al sitio de la dirección, pero eso sería imposible en la situación en la que se encontraba, no había nada más que pudiera hacer, este era el límite de lo que podría avanzar. Salió del cubículo dispuesto a volver, pero sus escoltas no se encontraban en su sitio.


Buscó insistentemente entre la multitud, pero no consiguió verlos por ningún sitio. Algo estaba mal, esos tipos eran insistentes, demasiado para su gusto, y no abandonarían su trabajo a la primera oportunidad.  


Corrió hacia el aparcamiento tan rápido como sus piernas le permitieron, su auto aún se encontraba ahí lo que le otorgó una sensación de seguridad que desapareció cuando descubrió que no había rastro del chófer ni del otro hombre que se suponía debía estar con él. Esto no podía estar bien ¿Verdad? Personas entrenadas para matar como ellos no podían solo desaparecer. Algo debía estar pasando, pero ¿Qué?


Todo parecía inquietantemente silencioso y tranquilo, una atmósfera que invitaba a la paranoia reinaba dentro de la oscuridad parcial de aquel estacionamiento ¿Que se suponía que debía hacer ahora? ¿Esperar? No, tenía la impresión de que quedarse en ese sitio podía ser peligroso ¿Correr? ¿A dónde? Cualquier sitio que llegaba a su cabeza rápidamente era transformado en una mala idea y desechado casi de inmediato.


Analizó sus opciones, las cuales era escasas, y volvió sus pasos hacia el centro comercial. Tenía que continuar, quedarse ya no era una opción. Se mezcló con la multitud, buscando hacer mínima su presencia, dio un par de vueltas por el lugar siguiendo el flujo de la multitud  y llegó hasta la salida sin detectar a nadie sospechoso a su espalda, no parecía que lo estuviesen siguiendo, sin embargo no podía sacarse del pecho la sensación de que era así. Como si alguien lo observara desde algún sitio. Dobló la esquina y caminó dos cuadras, dobló hacia la derecha y continuó caminando lo que creyó una eternidad hasta un viejo edificio rodeado de cárteles y cintas que indicaban "peligro", los edificios que lo rodeaban no estaban en mejores condiciones, parecía una muy antigua zona departamental. Volvió a revisar la dirección del trozo de papel, pero no parecía ser un error; ese era el lugar.


Las oxidadas bisagras de la puerta doble dejaron escapar un desesperado lamento cuando Tsukishima la empujó; millares de partículas de polvo podían verse dispersándose a través de la poca luz que se filtraba de las sucias ventanas, un desagradable olor que le revolvió el estómago bailaba con ellas. Caminó esquivando los múltiples trozos de madera y escombros esparcidos por el suelo. Llegó a una escalera de concreto cuyos desgastados bordes de desmoronaban con cada paso. Era extraño, pero ese lugar despertaba en él un inusual sentimiento de nostalgia. Siguió su camino por el pasillo hasta detenerse frente a una muy desgastada puerta cuyo pomo había desaparecido. Fue fácil de abrir, solo tuvo que empujarla y cayó al suelo levantando una capa de polvo que le provocó un ataque de tos. Hizo movimientos para apartarlo y caminó bordeando la puerta.


— Ese departamento es...— hace tiempo vivió ahí. Era demasiado pequeño en ese entonces, debía tener unos cinco o quizá seis años cuando se mudaron de ahí, pero él lo sabía, el aire que reinaba, esa atmosfera, era tan familiar.


El lugar era más pequeño de lo que recordaba aún sin muebles, la cocina y la sala ocupaban el mismo lugar, al final del pasillo habían dos puertas; una correspondía al cuarto de baño y la otra a la habitación, Kei entró en ella y notó que la capa de polvo que la cubría era menos densa que la del resto de la casa y a diferencia de la sala de estar, había un solitario baúl de madera descansando contra la pared frontal.


Miró hacia atrás antes de acercarse y abrirlo, aun no podía quitarse la sensación de ser observado. La tapa era pesada y como todo el lugar estaba cubierta de polvo, sus dedos terminaron cubiertos de una capa café, pero eso pasó a segundo plano cuando vio su contenido — ¿Ropa? — susurró desconcertado, de todo lo que había imaginado definitivamente la ropa estaba muy al final de la lista.


Examinó cada una de las prendas, reparando en una en especial; un precioso vestido azul oscuro cuya tela era increíblemente suave al tacto, era el mismo que la mujer de las fotografías usaba. Quiso creer que era solo una coincidencia, sin embargo habían más, todos de apariencia fina y que coincidían con los usados por aquella mujer. Podría haberse detenido ahí, abandonar ese lugar, volver con Kuroo y decirle lo que estaba pasando. Pero la curiosidad humana era fuerte incluso en alguien como él, que parecía no interesarse mucho por cualquier cosa y no descansó hasta dejar vacío el baúl, fue gracias a ese impulso que descubrió algo inusual al fondo; una cinta.


Tiró muy despacio de ella y la madera del fondo se alzó. Debajo de este falso fondo había una carta, un sobre manila, un baraja inglesa y un maletín de cuero que ocupaba más de la mitad del fondo. Quizá ya era momento de que se despidiera de la idea de que todo era falso, sin embargo, en su corazón, seguía esperando que todo se tratara de un feliz error.


Abrió la carta, sus dedos temblaron ligeramente y su corazón se disparó cuando sus ojos se posaron sobre las letras.


Con cada línea sentía que su estómago se revolvía y con cada descubrimiento una sensación de irrealidad se apoderaba de su conciencia. Sus padres eran un par de estafadores, ya no le era tan difícil comprender la razón por la que se habían marchado y el por qué no los llevaron con ellos. Fueron descubiertos por algunas de sus víctimas y como consecuencia tuvieron que huir del país, un hijo débil y enfermizo, y un Omega habrían sido una carga innecesaria en su escape.


— Por supuesto que lo sienten — una sonrisa irónica se formó en su rostro cuando leyó el "Lo siento, hijo" ¿Realmente lo sentían? Él no lo creía, e incluso si realmente lo hicieran ya era muy tarde.


Continuó leyendo la carta con atención; todo por lo que pasaron antes y después de su partida estaba plasmado sobre las tres hojas; algunos de los crímenes que cometieron, todas las peleas y desacuerdos que tuvieron como pareja tras su huida y finalmente su inevitable separación ¿De qué servían las explicaciones ahora? No reparaban nada, no le traían tranquilidad...era todo lo contrario.


Temía a la reacción de Kuroo, que esto pudiera crear una brecha en su relación, pero callar no era una opción, no iba a mentirle o a ocultar esto; era mejor que lo escuchar de él a que lo escuchara de alguien más. Creía en el pelinegro, el comprendería sus razones y lo escucharía, no tenía dudas de que su amor era mucho más fuerte que cualquier cosa.


Sacó el maletín, era realmente pesado y parecía lleno hasta su máxima capacidad, y lo dejó sobre el suelo, para poder tomar el sobre y la baraja inglesa, está evocó un muy lejano recuerdo de su infancia, sobre un hombre que pasaba las tardes tratando de explicarle el fundamento básico de un juego que no podía comprender.


— Tu padre amaba el juego de cartas y toda clase de juegos de azar...y me atrevo a decir que lo amaba incluso más que a mí.


Giró la cabeza tras escuchar aquella voz y observó con los ojos muy abiertos a la mujer parada en el umbral de la puerta; ella también lo miraba, sus dorados ojos lo miraban con ternura y una maternal sonrisa adornaba su rostro. Se notaba que había pasado por dificultades; tenía algunas arrugas alrededor de los ojos, otras más notorias en la frente y la tez opaca. No había dudas de que en el pasado había sido alguien muy hermosa, pero el tiempo no perdonaba. Su cabello había perdido su antiguo brillo, su ropa era más formal y menos esplendorosa, nada parecida los adorables vestidos que le vio usar en aquellas fotografías y que resaltaban su figura y se veía cansada…muy cansada.


— Nos metimos en muchas dificultades por culpa de su adicción al juego — Tsukishima retrocedió cuando ella hizo ademan de acercarse — Tenía más malas rachas que buenas y nos vimos constantemente endeudados por su causa, era todo un caso perdido, pero yo lo amaba y creía que podría...


— ¿Qué haces aquí? — Kei se levantó sin dejar de verla con cautela ¿Cómo sabía que estaría ahí? Su llegada era demasiado... sospechosa.


Había algo en ella que lo inquietaba


— Vine a verte, estaba muy preocupada por ti — ella lo miró con dolor, llevó ambas manos a su pecho y las apretó en un puño — Lo he estado desde que nos fuimos y cuando me enteré de que habías sido vendido creí que me volvería loca de angustia...Traté de recuperarte, pero fue imposible, debiste haber pasado por muchas dificultades a manos de ese hombre, se de lo que esa clase de basura es capaz...debió haber sido horrible, un infierno — frunció el ceño, la forma tan despectiva en la que se había referido a Kuroo le molestó — Pero puedes ser libre ahora, ven conmigo, Kei, vamos juntos a donde ese hombre no pueda encontrarnos...permíteme protegerte como no pude hacerlo en el pasado, por favor — Sus ojos se llenaron de lágrimas, su voz sonaba cada vez más rota y era ahogada por sus sollozos, su imagen era la de una mujer destrozada — Por favor, Kei...


Dio paso tentativo hacía él, pero Kei reaccionó rápidamente alzando una mano impidiéndole continuar — No...no te acerques.


Había algo extraño con ella, algo que no encajaba con su imagen actual, no tenía idea de que era, pero a pesar de que su rostro mostraba genuina preocupación y arrepentimiento, sus palabras sonaban vacías y sin valor. Esa mujer, que ahora derramaba finas lágrimas de dolor, que reflejaba en su mirada un inmenso amor maternal, era su madre. Lo sabía. Lo sentía. Sin embargo parecía una extraña a sus ojos.


— Usemos ese dinero para irnos lejos, ese hombre no va a dejarte en paz...no va a descansar hasta destrozarte, por eso tenemos que irnos y cuando volvamos seremos más fuertes y podremos darle su merecido — continuó hablando al tiempo que se acercaba lentamente. Dolor, rencor dos emociones luchando en sus ojos, parecía tan real...parecía que en verdad lamentaba todo — Voy a enseñarte todo lo que se, siempre fuiste un niño listo...y estoy segura de que eres consciente de tu potencial actual, así que estoy segura de que no necesitaré enseñarte mucho ¿Qué dices? Ya no tienes que soportar todo esto solo, ahora estoy contigo.


— ¿Qué hay de mi hermano? ¿También te preocupas por él? ¿No piensas llevarlo también?


Fue solo un segundo, pero Tsukishima notó un cambio en el rostro de su madre, ese pequeño gesto fue suficiente para sacarlo del trance en el que se había sumido — Por supuesto, volveremos por él...cuándo obtengamos los recursos necesarios para cuidarlo, Akiteru siempre fue enfermizo, llevarlo ahora solo alentaría nuestros planes y podría entorpecer nuestra huida. No es muy conveniente...por su salud.


Kei apretó los dientes, una carga, estaba llamando una carga a su propio hijo, no estaba preocupada por él, por ninguno ¿Verdad? — Supongo que tienes razón — por supuesto que no la tenía, pero si quería obtener información de ella, necesitaba seguirle el juego.


— Claro que la tengo, Akiteru es un buen chico y te adora...seguro que lo entenderá. Vamos, tenemos que irnos pronto de aquí — ella caminó, no hacia él, hacia el maletín, gesto que cimientó la idea de que aquello que la impulsaba no era amor maternal o arrepentimiento; era ese dinero del que había hablado momentos antes.


— ¿Qué hay en el maletín y el sobre? — preguntó Tsukishima tapándole el paso, ella parecía demasiado interesada en ellos y necesitaba saber por qué.


— Dinero e información.


— ¿Qué...clase de información?


Su madre le sonrió conciliadoramente y limpió los restos de lágrimas de sus ojos, parecía tan frágil — información que podemos usar para conseguir más dinero y para hacer que ese hombre pague por lo que te hizo...no voy perdonarlo por lastimarte, ni a mí por no haber estado cuando más lo necesitabas.


— ¿Por qué ocultar información tan importante en un lugar como este?


— Fue idea de tu padre, este fue nuestro hogar hace tiempo ¿Lo recuerdas? Solías corretear por los pasillos y saltar por todos lados — ella miró con melancolía cada rincón de la habitación y se abrazó a sí misma como si aquellos recuerdos le estuvieran lastimando, Kei tomó ventaja de su distracción para recuperar el sobre del suelo; su madre podía tomar el dinero, no le importaba, pero no le dejaría algo que pudiera perjudicar a Kuroo, tenía que protegerlo.


— Kei...— dió un paso, Kei retrocedió instintivamente y le miró abatida — ¿No quieres venir conmigo? ¿Te enamoraste de él? Kei, pequeño, él te está engañando, así es la gente como él, mienten, juegan contigo, no tienen sentimientos...no creas en sus palabras, nunca te tomaría enserio, solo eres un objeto que compró, te desechará cuando se canse de ti.


— Puedes tomar el dinero, pero yo voy a quedarme con esto... — no quería seguir viéndola, ni quería escucharla más, esa mujer; su madre era extraña, había algo en sus ojos, en todo ese derroche de emociones y lágrimas que no terminaba de gustarle — Márchate — no lo entendía, pero no quería permanecer más tiempo cerca suyo.


— No puedo irme sin ese sobre, este dinero no será suficiente para protegerme, necesito... — Kei retrocedió, su espalda chocó contra la pared y repentinamente recordó una pequeña frase en la carta "No confíes en ella o te matará como pronto lo hará conmigo"


— No puedo entregártelo — ¿Sería capaz de hacer algo como eso...de atentar contra su vida? Ella era su madre, pensar que la mujer que le dio la vida haría algo así era una locura, pero no podía evitar considerarlo. Los seres humanos eran criaturas capaces de las peores atrocidades.


Ella respiró hondo, miró hacia el suelo unos segundos y luego a él — Está bien...lo entiendo, solo tomare esto y me iré...no tengo mucho tiempo, pero quiero decirte que te quiero. Fui una pésima madre y los abandoné, pero quiero que sepas que no hubo un solo segundo en que no pensara en ustedes...y volver a verte hoy fue maravilloso — susurró sonriendo con una mezcla de alegría y dolor, una fina lágrima se deslizó por su mejilla — Cuídate mucho, hijo — ella hizo amago de tomar el maletín, pero terminó tomándolo a él entre sus brazos; su mano acarició su cabello con ternura — Lo siento, no quería tener que recurrir a esto...


— ¿Qué...? — repentinamente sintió un insoportable ardor y un líquido cálido derramarse por su abdomen, mojando su ropa. Boqueó, sin ser capaz de pronunciar palabra. La miró y luego a si mismo con horror ¿Esto en verdad estaba pasando? El dolor que se expandía por su cuerpo era la prueba de que era así.


El sobre cayó al suelo y junto a él, grandes gotas carmesí se mezclaron con el polvo y la mugre, estaba en shock...su mente aun no era capaz de procesar lo que estaba ocurriendo. Sintió el filo de aquella navaja introducirse dos veces en su estómago. Más dolor y el horror que acompañó al rostro carente de emociones de la mujer que decía ser su madre. Jadeó, llevó una mano hacia la herida, hizo presión sobre ella y vio como en un trance como la sangre escurría entre sus fríos dedos.


Ella lo empujó, Kei se tambaleó dos pasos antes de caer  de rodillas al suelo, no podía mover las piernas, no podía mover su cuerpo — Iba a traer un arma, pero el ruido podría haber atraído a personas indeseables a nuestra reunión — recuperó el sobre del suelo y limpió desinteresadamente el polvo que se había adherido a él e hizo una mueca cuando descubrió algunas gotitas de sangre — Siempre fuiste un niño difícil...creí que por ser un Omega podría controlarte fácilmente, ustedes no necesitan pensar solo obedecer y bajar la cabeza, pero tú no eras así...siempre haciendo tu voluntad como si nada de lo que dijera importara...fuiste una gran decepción al igual que tu hermano.


— Mi padre...¿Tu...?


— Tu padre me lo robó todo...era un hombre débil y sin voluntad que permitió que su remordimiento controlara sus acciones — hizo una mueca de molestia — Merecía lo que le pasó — se inclinó y tomó el maletín y se acercó a él para susurrarle — En este mundo preocuparse por otros es una pérdida de tiempo, sigue mi consejo, pequeño y preocúpate solo por ti…eso te evitará futuros tragos amargos.


Negó con la cabeza, ella mató a su padre. Esta mujer...No podía reconocerla, su rostro, sus ojos y la indiferencia con la que estos le miraban, era aterrador, no le importaba ¿Verdad? Él...su vida no le importaba en absoluto siempre que obtuviera lo que había venido a buscar. Su preocupación, su arrepentimiento eran tan falsos como ella...todo siempre fue falso.


— Lo siento mucho Kei, no quería hacer esto...pero no tuve otra opción — su voz sonó triste y quebradiza, sin embargo no parecía sentir ni un ápice de pena — Si tan solo hubieses sido un niño más obediente, si me hubieras escuchado — depositó un beso sobre su frente al tiempo que acarició su cabello…tan dulce, tan maternal — Adiós, pequeño...y gracias por traerme hasta aquí.


— Es...espera...— trató de moverse e hizo una mueca, un grueso y lento hilo de sangre se deslizó por la comisura de su boca y bajó por su barbilla...era difícil respirar. Volvió a tratar de moverse, pero terminó cayendo al suelo.


No podría hacer nada ¿Verdad? Era inútil, no tenía la fuerza para ponerse de pie o gritar, nadie vendría en su ayuda, cometió un grave error al venir solo y ahora iba a morir. Si tan solo pudiera ver a Kuroo una vez más, ver su rostro, sentir su calor, escucharle susurrarle dulces palabras mientras era sostenido entre sus brazos…era todo lo que deseaba en este momento. Quería verlo. Quería estar con él. Quería volver a casa.


— Tstsu...Tetsu...


Su cuerpo comenzó a sentirse más ligero, su vista a volverse borrosa y el dolor que hasta hacia unos segundos era insoportable comenzó a desaparecer...igual que su conciencia.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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