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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< ACTUALIZACIÓN >3<

Capítulo 16


Sus pasos hacían eco por la desolada calle, la tenue luz de los faroles no era competencia para las oscuras sombras que devoraban todo a su alrededor y parecían sumirlo en la nada, sin embargo aún con la escasa luz, sus ojos fueron perfectamente capaces de ver el rastro de sangre de la presa que estaba casando; advirtió gotas pequeñas y gruesas, marcas de arrastre que debían pertenecer a la pierna que recibió una de sus balas. También notó el aroma de su miedo y desesperación.


Ese hombre ya no era tan especial y arrogante ¿Verdad?


El rastro carmesí desapareció dentro un callejón que parecía rechazar a la luz de la luna y abrazar a la eterna noche. Sonrió. La oscuridad era perfecta para su trabajo. Todavía recordaba cuando su madre le advertía que la oscuridad albergaba a ladrones y asesinos en cada esquina, criaturas sin corazón que podían arrebatarle la vida sin sentir remordimientos, y que debía alejarse, incluso que debía correr de ser necesario. Qué razón tenía ella, él era uno de ellos después de todo. Avanzó, sus pasos eran lentos y tranquilos, quería darle un poco de tiempo para creer que todavía podía salvar su inútil vida, no había nada mejor que destrozar una esperanza recién construida...o eso le habían dicho.


Había quienes hacían esto por placer, sin embargo él solo estaba haciendo su trabajo.


Se tomó el tiempo para comprobar su arma, a pesar de que sabía que solo había usado tres balas en puntos no letales, quería que todo marchara bien, odiaría decepcionar a su víctima. Parecía que hoy era su día de suerte, era un callejón sin salida, la persecución, si es que podía catalogarse como tal, estaba a punto de terminar y casi se sintió decepcionado. Como un niño que no quería que el juego terminara.


Con pasos sigilosos se acercó hacia el jadeante hombre que se ocultaba entre bolsas de basura que desprendían un desagradable aroma, las pateó, una a una y cuando estuvo totalmente descubierto apuntó su arma justo entre sus ojos. El hombre rogó, sollozó y se arrastró por su vida, no quedaba nada de la arrogancia y el orgullo con el que se mostró ante él cuando trató de comprar su cuerpo hace una hora. Casi sintió pena por él, sin embargo ese sentimiento murió casi instantáneamente. Jaló el gatillo, disparando tres veces, y la cabeza del hombre estalló en un regadero de sangre y materia cerebral que salpicó su rostro.


El eco de los disparos rebotó contra las paredes y se disipó en la nada, un par de gatos callejeros salieron disparados de entre la basura ante el ensordecedor sonido del arma y se perdieron en la oscuridad de la calle. Sintió un poco de pena por haber interrumpido su cena. Suspiró. El trabajo estaba terminado, agradecía esta vez no tener que deshacerse del cuerpo, pues era una tarea bastante problemática y sucia para alguien de su tamaño, complexión y raza. La última vez el peso del cuerpo le hizo caerse con él dentro de la cloaca, fue una situación muy...horrible y se estremecía cada vez que la recordaba.


Personalmente prefería trabajo de infiltración, espionaje y robo de información, su tamaño le permitía moverse con facilidad y su flexibilidad adaptarse a cualquier situación adversa, pero a veces simplemente no había de otra. A pesar de que ya había sido reprendido por ello en el pasado, siempre trataba de asegurarse de que sus víctimas merecieran realmente la muerte y por ende se aseguraba de conocerlos a fondo. Gracias a ello nunca había matado a alguien que realmente no se lo mereciera.


Suspirando tomó su móvil y marcó aquel ya conocido número, necesitaba reportarse antes de que volvieran a reprenderlo por retrasar el trabajo más de la cuenta — Ya está hecho — habló en un susurro, no llevaba mucho tiempo en este negocio, sin embargo parecía adaptarse muy rápidamente y había aprendido a adoptar ciertos hábitos, como la cautela y el siglo, de sus superiores.


— Buen trabajo, el dinero ya está en tu cuenta.


— Entendido — dio un último vistazo al hombre en el suelo y caminó hacia la calle al tiempo que bostezaba perezosamente; ese tipo no fue muy paciente, se lanzó sobre él nada más cerró la puerta del auto. También era muy tonto, de lo contrario habría notado que, obviamente, estaba armado. Supuso que estaba demasiado ocupado toqueteándolo como para pensar en nada más. Hinata odió que lo hiciera, le hizo sentir sucio y quería hacerlo sufrir por eso — Buenas noches...


— Hinata — la voz detrás del teléfono era serena y calmada, casi maternal y tenía un toque relajante que le hacía sentir tranquilo — Ten cuidado al volver a casa ¿De acuerdo? — dicho esto, colgó. El pequeño pelirrojo sonrió, esas palabras siempre le hacían sonreír.


A lo lejos se escuchó el sonido de neumáticos rechinando y el motor de un auto rugir, y casi como un acto reflejo se posicionó de espaldas a la pared haciendo mínima su presencia, ocultándose en la oscuridad. El auto pasó a toda velocidad, como una mancha amorfa que envió una ráfaga de aire que agitó su cabello y segundos después le siguió otro. No les tomó importancia y salió del callejón en busca de su auto; las persecuciones y tiroteos eran comunes a esa hora de la noche y en una ciudad como esa. Las luchas de poder entre organizaciones eran parte del "atractivo" de la zona.


Echó un vistazo al reloj en el tablero de su auto, se dirigió a la tienda de conveniencia más cercana y mientras lo hacía repasó mentalmente lo que necesitaba comprar. Cuando hubo terminado volvió y golpeó ligeramente sus hombros, estaba cansado. Había pasado cerca de tres días fuera de casa persiguiendo, analizando y buscando el momento indicado para atacar. A hora con el trabajo hecho podía volver tranquilamente a su hogar, donde su pequeña hermana lo esperaba. Iba a estar molesta, lo sabía, ella siempre lo reprendía cada vez que se demoraba en volver.


Afortunadamente en esta ocasión recordó comprar sus dulces favoritos.


Como ya era su costumbre, dio un par de vueltas sin rumbo fijo por la ciudad y condujo hacia la carretera que lleva al bosque. Durante la mayor parte del camino se encontró con marcas de neumáticos sobre el asfalto y casquillos de bala que reflejaban la luz de los faros de su auto. No queriéndose involucrarse en aquella aparente persecución, se desvió hacia un viejo camino de grava prácticamente oculto entre los arbustos y continuó su camino por algunos minutos hasta que algo inesperado ocurrió; el auto de detuvo.


Se quedó sin gasolina, esto era...lo peor.


— No...No...No — se lamentó el menor apoyando la frente contra el volante al tiempo que tiraba de su alborotado cabello. ¿Cuantas veces iban ya en el año? No lo recordaba, pero eran muchas y quería golpearse una y otra vez la cabeza contra el cristal de la ventana por no haber aprendido de sus anteriores experiencias — ¡Fantasmas! — exclamó en un susurro.


Entonces miró hacia los lados como un animalito asustadizo, sin embargo no pudo encontrar nada más que árboles y oscuridad...demasiada oscuridad. A pesar de que le dijeron muchas veces que debía tener más miedo de los vivos que de los muertos, no podía evitar sentirse asustado, después de todo ese era el bosque del que hablaban los rumores. Aquel que los ancianos del pueblo decían estaba plagado de criaturas que no pertenecían a este mundo y fantasmas.


Y Hinata le tenía terror a los fantasmas.


¡Porque ya estaban muertos! ¡No podía usar una bala o los puños contra ellos! Era imposible pelear contra ellos y si te atrapaban entonces estabas perdido; miles de películas de terror sostenían esa teoría.


Se frotó la cabeza con ambas manos en señal de frustración y lanzó un lamento bajo lleno de desesperación, podría solo quedarse en el auto y esperar un par de horas a que amaneciera o podría tomar la garrafa plástica que descansaba en el asiento trasero e ir al pueblo en busca de gasolina. No quería salir, pero tampoco quería quedarse ahí, solo.


Tenía que tomar pronto una decisión...tenía que ser valiente.


— Tu puedes — susurró dándose ánimos, golpeó sus mejillas con sus palmas dejando una marca rojiza sobre su blanca piel. Ya había hecho esto antes y siempre lograba llegar a salvo, esta vez no sería la excepción. Podía hacerlo. — Vamos — todos siempre decían que era muy rápido, cuando era niño no había nadie que se le comparara.


Con el corazón palpitando a mil por hora salió del auto, inhaló y exhaló un par de veces, incluso hizo un par de flexiones y estiramientos, pero antes de que diera el primer paso una parvada de aves pasó sobre su cabeza, causando que echase a correr y que gritara en el proceso. No era como lo había planeado, sin embargo ya estaba en camino y esquivó ramas y arbustos, mientras tomaba el camino que consideraba el más corto. Estaba casi seguro de que escuchó voces en algún punto, pero eso solo lo impulsó a correr aún más rápido, hasta que al fin logró salir al campo ¡Lo había conseguido!


Quería saltar y celebrar su victoria, pero estaba demasiado cansado para hacerlo, había corrido un poco en círculos a causa de las voces.


Apoyó las manos contra las rodillas, trató de recuperar el aliento y calmar los latidos de su corazón, una cálida sensación de victoria se esparció por su pecho. Salió ileso de aquel aterrador bosque y ahora se encontraba en la seguridad del campo abierto, con la fresca brisa matutina llenando sus pulmones. Solo tenía que caminar un par de minutos hasta el pueblo y podría dejar atrás ese aterrador incidente. Aspiró de nueva cuenta el aroma del amanecer y disfrutó del agradable paisaje que tenía frente a él; el sol se asomaba de entre las montañas iluminando el cielo con asombrosos y atractivos tonos que iban desde el rosa pastel hasta el naranja, el rocío brillaba sobre el césped como pequeños diamantes que relucían con la luz, al igual que las hojas de los árboles. Era una visión realmente bonita y le gustaba más que la ciudad.


Relajado cerró los ojos y disfrutó del cantar de las aves y de la imperturbable calma que reinaba a su alrededor, sentía que había pasado una eternidad desde que no volvía al pueblo de su infancia. Ahí siempre se sentía tranquilo. Estaba seguro de que ya nada podría asustarlo ahora, iba a ser un gran día, no lo dudaba.


Abrió los ojos y se dispuso a continuar con su camino, el día estaba iniciando y tenía muchas cosas por hacer, dio los primeros pasos y ahogó un grito e instintivamente trató de protegerse con la garrafa cuando algo o mejor dicho alguien salió a toda velocidad del bosque. Un desalineado joven rubio que jadeaba como si se estuviera ahogando y que cayó sobre sus rodillas a punto de desfallecer; estaba lleno de raspones, su cabeza sangraba, tenía la ropa sucia y rasgada y sus pies se veían realmente mal, había un rastro de sangre y mugre sobre el césped donde pisó. Debía dolerle mucho.


Nervioso y preocupado Hinata se acercó a él, tenía la impresión de que estaba en problemas, de que necesitaba ayuda — Oye ¿Estás bien? — era obvio que no lo estaba, pero no sabía que más hacer para que aquel rubio notara su presencia, en su estado actual sentía que si lo tocaba iba a desmoronarse.


Cuando sus miradas se cruzaron algo se movió en su mente, ya había visto antes esos ojos dorados y esos anteojos de montura negra. Si su memoria no fallaba ese era el joven que conoció en el bar ¡Estaba vivo! Hinata se sintió aliviado por eso, estuvo muy preocupado por su destino después de que se separaron e imaginó lo peor durante mucho tiempo.


Creyó que jamás volvería a verlo, pero ahora está ahí frente a él y por alguna extraña razón que no comprendía estaba riendo...muy frenéticamente.


Era una persona un poco extraña, pero Hinata también estaba feliz de verlo.


*****


Sus pies ardían, sus piernas estaban rígidas, su hombro palpitaba y enviaba pulsaciones de dolor a su brazo, su cabeza daba vueltas, su cuerpo dolía y cada paso que daba era una maldita tortura que amenazaba con hacer a sus rodillas ceder, pero tampoco podía permitir que aquel chico tan bajito lo cargara, ya bastante hacia tratando de ayudarle a llegar al pueblo.


— ¿Estás seguro de que no saldrán pronto de ahí? — preguntó nervioso Tsukishima, sentía que en cualquier momento alguien podría aparecer y llevarlo devuelta a su prisión.


— No, ese bosque es muy denso y está plagado de fan...Uhn — rió nerviosamente, no podía decirle que había fantasmas, la mayoría era escéptico — Es muy fácil perderse ahí si no perteneces al pueblo, también es muy fácil encontrar lobos, tú tuviste suerte de no hacerlo.


Hizo una mueca de dolor después de dar otro paso y continuó caminando hacia donde el menor lo guiaba. El pelirrojo era una persona peculiar, ni siquiera le hizo preguntas a pesar de que sería natural que estuviera lleno de ellas y rápidamente le ofreció su ayuda ¿No temía meterse en problemas? Tsukishima se aseguró de decirle que estaba huyendo y de advertirle que ellos no se detendrían hasta encontrarlo, lo más natural sería dudar, pero él no lo hizo.


Y le ofreció su ayuda sin pensarlo dos veces.


— ¿Cómo te llamas? — preguntó curioso, quería ponerle un nombre a la persona a la que decidió se transformaría en su amigo — Yo soy Hinata Shōyō.


— Tsukishima...Kei. — respondió el rubio con voz ausente. Era libre ahora, sin embargo no podía sentirse como tal, la tranquilidad que debía sentir no estaba y en su lugar una pequeña sensación de inquietud se instaló en su pecho. Zumbando constantemente, indicándole que había algo que no estaba bien.


Y se preguntaba ¿Ahora qué? No tenía a donde ir o a quien recurrir, ni siquiera tenía un plan, sin embargo sabía que necesitaba mantenerse en movimiento, de lo contrario darían con él y la vida de su hijo estaría en peligro.


— Así que — comenzó a hablar, Hinata — Estabas escapando ¿Verdad? Desde ese día me he estado preguntando por qué volviste ahí ¿Fue por alguien? ¿Tan importante era para ti? ¿Pudiste encontrarlo?


Kei sonrió, se burlaban de su yo del pasado, de los absurdos sentimientos que lo llevaron a volver y de todo lo que pensó y sintió en ese momento — Fui un tonto ingenuo, no debí volver — susurró cortante, lamentaba ese día como jamás lamentaría algo en lo que le restaba de vida — No había nada para mí ahí...Nada — todo lo que consiguió fue un sentimiento vacío que despertó en su corazón ilusiones falsas, en realidad jamás tuvo nada. Todo fue una mentira.


— Oh — el menor le miró apenado, parecía que había entendido que no quería hablar de eso, sabía que Hinata no tenía malas intenciones al preguntarle, no había forma de que supiera lo que esa pregunta provocó en él, sin embargo no pudo evitar que su amargura hablara por él.


Se sintió un poco culpable, Hinata sólo estaba tratando de distraerlo del dolor que sentía con una charla casual.


— ¿Vives por aquí? — no era bueno con las conversaciones, pero al menos podía intentar ser un poco sociable.


El menor le miró sonriente y cinco minutos después Tsukishima se arrepintió de haber realizado tal pregunta. No solo le dijo donde vivía, sino que también le habló de todas las personas que vivían en aquel pueblo. Era un lugar bastante pequeño. Señaló cada casa y nombró a cada persona que vivía en ella, incluso le habló de su hermana menor y de algunas otras cosas que no tenían mucho sentido para él. Era difícil seguir el hilo de la conversación, pero sabía que todo giraba en torno a su hogar.


Habló y habló con toda la confianza del mundo y sin detenerse un segundo hasta que llegaron a la pequeña clínica ubicada en el centro del pueblo.


— Espera aquí, iré por el auto, entonces podremos ir a casa — le ayudó a sentarse sobre una silla de madera la cual crujió ligeramente bajo su peso, entonces prácticamente salió corriendo; era demasiado rápido para ser tan pequeño y también tenía demasiada energía.


— ¿Qué? Espera...— Tsukishima suspiró, al parecer Hinata tenía la intención de llevarlo a su hogar.


No sabía si debía confiar en él, no tenía por qué ayudarle, su buena voluntad parecía genuina, sin embargo podría solo ser una fachada. Acababa de descubrir que no era tan bueno juzgando a las personas como creía. Ya se había equivocado antes y no quería volver a hacerlo, pero la verdad era que no tenía a donde ir, ni nadie a quien acudir por ayuda. Para alguien sin esperanza como él, la buena voluntad de Hinata era demasiado conveniente y le aterraba que no fuera real.


Tal vez podría intentar confiar, después de todo él ya había intentado ayudarle en el pasado, aun sabiendo que podría entorpecer su huida y que hacerlo no le traería ninguna clase de beneficio.


Un hombre de unos sesenta años con cabello blanquecino y bata blanca se acercó a él, su rostro, aunque tapizado con algunas arrugas, parecía gentil y agradable. Casi paternal, sin embargo eso no lo hizo sentir más cómodo con ese hombre.


— ¡Oh! ¿Te caíste, jovencito? — preguntó él, mirándole por sobre sus anteojos


— Si, algo así...— no desvió la mirada pese a que sentía el tremendo impulso de hacerlo, no lo había considerado antes, pero ¿Cómo se suponía que iba a explicarle la razón del desastre que era su aspecto a alguien? No podía simplemente ir y decir que había terminado así durante su huida y que quien lo perseguía era la mafia, información como esa no era algo que alguna persona quisiera saber, mucho menos cuando existía la posibilidad de terminar involucrado y muerto si se atrevían a tenerle una mano.


Esta era una marca que probablemente llevaría siempre y lo lamentó en su corazón ¿Qué clase de vida podía darle a su hijo así? ¿Siquiera podría darle un hogar estable?


El hombre rió, rompiendo su tormentoso tren de pensamientos y tomó su mano, comenzó a tratar con sumo cuidado la herida que se había formado en su palma al apretar aquel trozo de cristal para defenderse — Parece que eres tan inquieto como Sho-chan, cuando era niño solía venir aquí todo el tiempo lleno de raspones y moretones. Le encantaba corretear por ahí y trepar árboles, siempre fue muy inquieto. Recuerdo una vez en la que...


Ese hombre era algo curioso y hablador, pero agradable. Su voz era tan gentil como sus manos y de alguna forma le recordó un poco a su abuela.


Sus historias no tenían mucho sentido y los acontecimientos cambiaban tan repentinamente que le eran difíciles de comprender, pero eran entretenidas y antes de que lo notara había dejado de sentirse inquieto. Ese hombre vivió la mayor parte de su vida en ese pueblo y al parecer vio nacer a casi todos los niños que ahí vivían, incluido Hinata. Continuó hablando al tiempo que cuidaba sus heridas, sin embargo calló cuando llegó a la zona de su vientre y apacible rostro se transformó a uno de total sorpresa cuando examino la herida.


Podía estar recuperada en su mayoría, sin embargo aún era muy claro que era una puñalada reciente.


Sin embargo, y pese a que su mirada le indicaba que había millones de preguntas en su cabeza, él solo dio algunas recomendaciones como; no viajar, nada de trabajos pesados durante los primeros tres meses, vitaminas y una vista al ginecólogo de la ciudad, las primeras semanas iban a ser cruciales para su embarazo y debía cuidarse de un aborto espontáneo y de cualquier cosa que pudiera hacerle perder la estabilidad. Tsukishima asintió silenciosamente cada una de sus recomendaciones sabiendo que no podría cumplir con algunas de ellas.


No podía ir a la ciudad, era demasiado peligroso arriesgarse, podrían encontrarlo y volver a encerrarlo. Proteger al bebé era crucial para Kei. Por ahora debía mantenerse oculto y tratar de pasar desapercibido. Si es que podía conseguirlo. Debía admitir que un Omega embarazado y sin pareja era algo muy raro de ver, por no decir casi imposible. Tenía que encontrar un lugar alejado de todo y de todos, donde su presencia no levantara sospechas e iniciara habladurías. Ocultarse por lo menos hasta el nacimiento del bebé.


Entonces, si para ese momento aún conservaba su libertad, tendría que encontrar la forma de borrar todo rastro de su existencia.


— ¿Ya estás listo para irnos? — Hinata asomó la cabeza por la puerta de la pequeña sala donde descansaba, su rostro sonriente fue cubierto por algunos mechones de su cabello; parecía muy feliz. Realmente era alguien extraño.


— Si — Tsukishima se levantó y con dificultad dio unos cuantos pasos, sus pies dolían, vio el estado en el que se encontraban mientras el médico los trataba y no tenía la menor idea de cómo había conseguido correr por tanto tiempo con cortes tan profundos como esos.


Recordarlo todavía le provocaba escalofríos.


— ¡Oh! Casi lo olvido — exclamó mostrándole una bolsa plástica que Inmediatamente le entregó — Conseguí algo de ropa para ti...también zapatos, espero que sean de tu talla. No hay personas tan altas por aquí.


Amabilidad. Genuina amabilidad, era un rasgo casi inexistente hoy en día y ser objeto de una atención como esa le hacía sentir extraño. Cohibido — Lo tomaré, gracias — susurró, un cambio de ropa era lo que más necesitaba, después de un baño y un muy largo descanso claro. Sin embargo una parte de él aún tenía miedo de cerrar los ojos y descubrir que esto no era nada más que un sueño cuando despertara, que aún seguía atrapado dentro de esa habitación.


— ¿Necesitas ayuda? — Hinata ladeó la cabeza al tiempo que señalaba la camisa que al parecer había estado apretando entre sus manos. Aún se encontraba alterado por todo lo que había acontecido las últimas horas, todo parecía tan irreal.


— No, creo que estaré bien — hizo una mueca al tratar de levantar el brazo, el musculo estaba inflamado y dolía un poco; afortunadamente no se había desgarrado, podía soportarlo. Realizó un segundo intento que, como había imaginado, terminó en fracaso y que lo dejó ligeramente frustrado.


Una tarea tan sencilla y cotidiana ahora era...imposible.


Al tercer intento una mano se posó suavemente sobre su hombro, era Hinata, no había dejado de sonreír, sin embargo también parecía un poco preocupado por él — Si necesitas ayuda solo debes pedirla, no seas tímido.


Tsukishima frunció el ceño, en verdad apreciaba su oferta, pero esto era una cuestión de orgullo, tenía que hacerlo solo; sabía que podía hacerlo, solo necesitaba mentalizarse un poco — Puedo hacerlo – dijo decidido, solo tenía que ignorar el dolor y todo estaría bien, terminaría antes de que siquiera lo notara.


Sin embargo pensarlo era mucho más sencillo que llevarlo a cabo y el tercer intento terminó con el mismo resultado que los dos anteriores, pero el cuarto fue diferente; delicadamente el menor le hizo sentarse y levantó su brazo, ayudándolo a colocarse la manga de la camisa. Era vergonzoso, pero debía aceptar, muy a su pesar, que esta vez no podría hacerlo solo. Ya encontraría la forma de devolverle el favor, por ahora sumaria esto a la deuda que ya, sentía, tenía con Hinata.


— Podía hacerlo solo — maldijo a su orgullo por eso.


Hinata sonrió y esa sonrisa fue tan transparente como él mismo parecía ser — Está bien recibir algo de ayuda a veces, no tienes porqué sentirte avergonzado por eso, ahora vamos — caminaron juntos hacia un viejo Sedan azul aparcado frente a la clínica. La puerta de este ofreció algo de resistencia antes de que consiguiera abrirla. Tsukishima creyó haber visto al médico hacer señales y repentinamente Hinata corrió de vuelta a la clínica, unos minutos después volvió trayendo consigo una gran bolsa frutas varias que se veían realmente apetitosas — Él las envía para ti, dijo que necesitas alimentarte muy apropiadamente por el bien por el bebé.  


— Gracias — murmuró cohibido por el inesperado detalle del médico, no estaba acostumbrado a que nadie, además de Akiteru, fuera a amable con él. Por lo general pasaba rodeado de Alfa arrogantes que lo miraban por sobre el hombro.


Hinata arrancó el auto y condujeron lentamente a través del pueblo; era pequeño tal y como imaginó, pudo ver algunos adultos mayores caminando tranquilamente y algunos niños mirándolos con curiosidad desde la puerta de sus hogares. Uno incluso le sonrió. Subieron por la montaña, las pequeñas casas se vieron reemplazadas por árboles y arbustos, estacionaron el auto en un pequeño y solitario garaje escondido entre árboles gruesos y arbustos frondosos que se confundían a la perfección con el ambiente.


— Lo siento, a partir de aquí vamos a tener que caminar un poco ¿Vas a estar bien? Podemos a descansar cuando sientas que no puedes más.


Hinata le tendió una mano y Kei le observó silenciosamente hasta que decidió preguntar — ¿Por qué me estás ayudando? Ni siquiera me conoces, no sabes nada de mí...podría ser un criminal o podría estar tratando de engañarte.


Hinata sonrió mirando hacia el cielo ese chico parecía siempre estar feliz; sintió un poco de envidia de él — Cuando veo a alguien en problemas y sé que puedo ayudarlo, simplemente lo hago ya. No quiero tener ningún remordimiento, además...— lo miró — Me recuerdas un poco a mí yo de hace tiempo, confundido y asustado. Conseguiste la libertad, pero no sabes qué hacer con ella y tus miedos te atrapan...tu jamás pensaste que podrías lograrlo ¿Verdad? En ningún momento y todavía sientes que podrían venir por ti en cualquier momento.


— Es... probable — era cierto, se rindió antes de siquiera intentarlo. Cuando estaba en esa habitación de hospital estaba seguro de que no había nada que pudiera hacer, no se atrevió a siquiera pensar en una forma de escapar y mientras corría en el bosque, una parte de él, estaba seguro de que continuar era inútil, que ellos llegarían hasta él — Entonces ¿Que debería hacer ahora? — esa sensación aún no desaparecía y sentía que la libertar de tenía era solo una ilusión que podría ser destrozada con el simple aleteo de una mariposa.


— Vivir, tienes una muy importante razón para a hacerlo ¿Verdad? Ya no eres solo tú.


Nada le haría más feliz que vivir tranquilo junto con el pequeño al que aún no conocía y su hermano, pero debía ser realista, era un ideal imposible. Dos poderosos Alfa estaban detrás de él, y eran tan orgullosos que no sabrían cuando parar, probablemente tendría que pasar mucho tiempo escondiéndose y huyendo, no se le podía llamar vivir a eso. No sería bueno para el bebé ¿Qué clase de vida podría ofrecerle? ¿Cómo iba a explicarle su situación? ¿Si ocurría algo y lo perdía para siempre?


— ¿Por qué te ves tan triste? — Hinata le ayudó a salir cuidadosamente del auto, entonces extendió sus brazos y exclamó — Eres libre ¡Abre tus alas y vuela! — repentinamente volteó a verlo, el movimiento fue tan rápido que casi lo hace retroceder — ¡Ah! Es una metáfora ¿De acuerdo? No vayas a intentarlo realmente.


— Entiendo muy bien cuáles son las limitaciones humanas, pero gracias por el consejo, fue...muy informativo.


— Eso es genial — el sendero por el que caminaban era estrecho, sin embargo permitía filtrarse a los rayos del sol; a donde quiera que mirara una gran gama de verdes salpicaba el panorama, el aire era limpio y la calma le resultó extraña, pero, por supuesto, no desagradable — Ahí está ¿Puedes verla? — el menor señaló alegremente una pequeña casa de dos pisos que se asomaba a lo lejos; la fachada era sencilla, pero estaba muy bien conservada. Había muchas flores, de muchos tipos y colores, y macetas con curiosos dibujos que parecían hechos por un niño pequeño.


— Si...parece agradable.


El lugar era perfecto para ocultarse, se encontraba a una distancia prudente del pueblo y estaba totalmente protegida por la naturaleza. Era prácticamente imposible adivinar que podría haber algo más que vegetación y parecía muy fácil perderse si no se tenía conocimiento del terreno ¿Porque alguien como él vivía en un lugar como ese? Ahora que lo analizaba con detenimiento, no se conocieron en condiciones muy "normales" no sabía quién era Hinata en realidad. Tenía un rostro algo infantil, algunos podrían llamarlo dulce, también parecía ingenuo, son embargo Tsukishima lo vio usar un arma con suma naturalidad y dispararle a un hombre sin inmutarse.


Definitivamente no era alguien al que podría catalogar como normal.


— Puedo pedirte un favor — el menor se detuvo a unos metros de la casa, mantuvo la cabeza gacha por unos segundos al tiempo que jugaba nerviosamente con los dedos. Entonces lo miró — ¿Podrías no decirle a mi hermana como nos conocimos? Ella no sabe a qué me dedico y no quiero preocuparla o asustarla.


No tenía intención de inmiscuirse en su vida, ambos parecían tener cosas de las que no querían hablar, sin embargo ya abordado el tema creyó que debía continuar y saciar así su curiosidad — Y ¿A qué te dedicas exactamente? — Hinata también era un Omega, por lo que no podía siquiera imaginar a alguien cuya raza era considerada la más débil en un trabajo que involucrase armas y en el que los Alfa debían ser la raza dominante.


— Bueno, me pagan por hacer cosas...— Tsukishima alzó una ceja, Hinata no estaba siendo para nada específico, aunque no lo necesitaba, creía entender a qué se refería y por alguna razón no se sentía incómodo con la idea — Espiar, robar información, a veces algunos objetos, o dinero y...Uhn...


— ¿Matar?


— Si, pero no soy muy bueno en eso. Mi jefe dice que me involucro demasiado, por eso no suelo recibir trabajos como esos muy a menudo — Hinata le miró preocupado — ¿Crees que soy una horrible persona ahora?


Kuroo era igual, llevaba una vida peligrosa donde la muerte estaba al asecho en cada esquina. Quiso reír la ironía de haber terminado cerca de alguien similar en ese sentido, pero no fue capaz de hacerlo — No, descuida, no diré nada. Dejaré que tú cuentes la historia que te plazca — hace un par de horas él también había matado a alguien así que no podía juzgarlo, todos hacían lo que tenían que hacer para sobrevivir y aunque aún se sentía extraño al respecto y le hacía querer volver el estómago, estaba seguro de que había hecho lo correcto. Suspiró — Podrías haberme mentido ¿Sabes? No tendría forma de saberlo...tampoco habría preguntado, conozco cuáles son mis límites.  


Hinata sonrió y negó con la cabeza al tiempo que golpeaba suavemente su frente con su dedo índice. Él tenía las mejillas muy sonrojadas. — No voy a mentirte, somos amigos y los amigos son sinceros siempre.


Amigo. Nunca jamás tuvo un amigo, antes creyó que podría llamar de esa forma a Yamaguchi. Era agradable, amistoso y el tiempo se pasaba volando cuando hablaba con él, sin embargo el día que vio el anillo en su dedo la expresión de su rostro cambió a una que no había visto antes. No sabía cómo explicarlo, pero le hizo sentir escalofríos y querer alejarse de él. No volvió a verlo de la misma forma desde ese día y pasar tiempo con él se volvió un poco incómodo.


Incluso se sintió tentado a pedirle a Kuroo que le hiciera marcharse, decidió que lo haría después de pensarlo un tiempo, pero ese día nunca llegó.


La casa de Hinata, a pesar de su tamaño, era bastante amplia, limpia y ordenada, parecía un lugar totalmente agradable y cálido. Dos sofás negros, una pequeña mesa de centro y un televisor en la sala, sartenes y chucharas colgados adornaban la pared de la cocina, no había fotografías, pero si cálidos cuadros con temas hogareños y...una niña de unos doce años vestida con un adorable vestido azul con flores blancas en el borde de la falda y que tenía el cabello y ojos del mismo tono que los de Hinata.


No sé necesitaba ser un genio para saber que estaban emparentados.


La pequeña parecía no haber notado su presencia, miró a Hinata con las mejillas infladas y las manos en las caderas; estaba sosteniendo un cucharón de cocina y Kei supuso, por el agradable aroma que bailaba hacia su nariz, que estaba cocinando el desayuno — Hermano, dijiste que vendrías más temprano.


— Lo siento, Natsu. El auto volvió a quedarse sin gasolina a mitad del bosque — Hinata se frotó el cuello y encogió los hombros, apenado, entonces lo señaló — Este es Tsukishima, va a quedarse con nosotros a partir de ahora – se acercó a ella y susurró – Va a tener un bebé ¿No es emocionante?


El rubio apostaba lo que fuera que para esa pequeña era así, pues toda su atención y esos centelleantes ojos fueron directamente hacia él — Eso es cierto ¿Vas a tener un bebé? — Tsukishima asintió abrumado por la emoción en los ojos de ella, en verdad se parecía a Hinata — Adoro a los bebes, son tan pequeños y lindos — tomó su mano — Siéntate, debes estar hambriento. Voy a servir el desayuno muy pronto, asegúrate de comer mucho ¿De acuerdo?


— Ve a la escuela, yo serviré el desayuno — gritó Hinata — Ya es muy tarde, van a regañarte otra vez.


— Hoy es sábado — exclamó ella de vuelta y Hinata frunció el ceño.


— No puede ser — murmuró pasa si mismo, ese chico tenía un pésimo sentido del tiempo al parecer. Ver como su rostro se transformaba cada segundo debido a la confusión fue muy entretenido — ¿Cuánto tiempo estuve afuera?


— ¿Porque ella no preguntó nada sobre mis heridas? — preguntó Tsukishima al tiempo que observaba como la pequeña se movía de un lado a otro en la cocina. Tenía entendido que los niños siempre eran curiosos y aunque ella estaba a un paso de la adolescencia no dejaba de ser una niña que al parecía ser muy hiperactiva.


Hinata volteó a verlo, supuso que trataba de sonreír, pero se veía más culpable que alegre — Bueno, a veces vuelvo a casa con un par de heridas, solía preguntar mucho al principio...a veces lloraba y me acusaba, pero jamás le hablé al respecto. No quiero involucrarla, quiero que lleve una vida tranquila y sin preocupaciones.


Tsukishima negó con la cabeza y suspiró, hablar con la verdad podía ser difícil, pero a veces era lo mejor. Pero esa era solo una opinión nacida de una mala experiencia suya — Si es así como quieres ocultárselo, estás haciendo un gran trabajo ¿Sabes? También puedes decirle que el oso guardián del bosque pone prueba tu valía con una pelea cada vez que vuelves. — sería una excelente historia para dormir.


Hinata rió, no estaba tratando de hacerse el gracioso, pero tampoco fue tan malo — Siempre trato de volver lo más pronto posible a casa, no me gusta dejarla sola...ella jamás me lo dice, pero sé que tampoco le hace muy feliz — el menor se rascó la nuca — Pero ahora que estás aquí no tengo de que preocuparme. Por favor, cuida bien de ella cuando no esté en casa.


Tsukishima suspiró, no entendía como Hinata podía delegar algo tan importante como lo es el cuidado de su hermana menor a alguien que acaba de conocer. Debería ser un poco más desconfiado y llenarle de cuestionamientos, pero en su lugar decidió confiar en él. No sabía era un genio juzgando a las personas o simplemente era un tonto confianzudo, pero, muy en el fondo de su corazón, se sintió feliz de haberlo encontrado.


Por primera vez no se sentía solo o atrapado.


Por primera vez sentía esperanza.


*****


Kuroo estaba furioso. Tsukishima llevaba desaparecido cerca de un maldito mes y sus hombres no eran capaces de encontrar nada sobre él, ni un solo rastro de su paradero. Era como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra o como si esta misma se lo hubiera tragado. Ya no podía más, se estaba volviendo loco. Necesitaba verlo una vez más, tocarlo, hacerlo suyo. Su piel ardía, pedía a gritos por él y su mente no lo dejaba en paz, llena de pensamientos que lo atormentaban y elevaban un grado más la locura de la que era preso.


Apretó el vaso de cristal que sostenía y el rojizo líquido se agitó. El solo pensar que ahora podría estar con otro hombre lo llenaba de odio e imaginar que en este maldito momento podía estar en sus brazos lo inundaba de celos enfermizos — ¡Maldita sea! – arrojó el vaso contra la puerta al tiempo que rugía como un animal rabioso, este se rompió en trozos que cayeron al suelo.


Incluso si trataba de autoconvencerse de que lo único que quería era a su hijo, controlar sus celos era imposible. Iba a destrozar cada hueso se ese o cualquier hombre que se atreviera a tocarlo. Los mataría a todos.


— ¿No es demasiado temprano para que empieces a beber? — Yaku entró a la habitación y examinó el lugar donde impactó el vaso y los trozos de vidrio en el suelo antes de cerrar la puerta — Ni siquiera es medio día — aunque ya no era para nada inusual verlo haciéndolo, antes al menos pensaba en la ocasión, sin embargo ahora nada más parecía importarle.


— ¿Qué quieres Yaku? — Kuroo tomó otro vaso y vertió un poco de alcohol en él, el castaño pudo ver que está estaba ya casi vacía. Creyó que ya habían superado esta etapa, había momentos en los que actuaba como si no le importara, sin embargo había otros, como este, en los que parecía un animal desesperado y a punto de atacar — Habla rápido.


— Parece que te levantaste con el pie izquierdo, de nuevo.


— ¿Encontraron algo?


— Nada, la gente del pueblo asegura jamás haber visto a alguien con sus características, ya hemos preguntado a cada hombre y mujer que vive ahí y la respuesta no ha cambiado...incluso les hablamos sobre una jugosa recompensa monetaria, pero ellos sostienen que no lo conocen. Tal vez deberías pensar en la posibilidad de que ya no se encuentre en la ciudad, quizá se reunió con alguien tras escapar, su madre o...un amante tal vez — Yaku sugirió eso con un tono de voz neutral y despreocupada, sin embargo sus palabras golpearon al moreno con una fuerza demoledora.


Kuroo apretó el vaso ante la mención de un posible amante ¿Cuántos hombres hubo en su vida? ¿A cuando susurró pobras dulces y jugó al Omega frágil e indefenso? — Su hermano sigue en la ciudad, no va a ir a ningún lado sin él. Lo sé. En cuanto a su madre, dudo mucho que esté con ella, el único sobreviviente del choque confesó que tenían órdenes de llevarlo quisiera o no antes de morir.


— ¿Cómo puedes estar tan seguro de que lo que dijo es cierto? Ese chico es mucho más listo de lo que imaginamos, podría ser un engaño o un truco para hacernos correr en círculos.


— El vídeo de las cámaras de seguridad del hospital que Kenma trajo para mí lo comprueba...él fue forzado a salir de ahí.


Yaku frunció el ceño, confundido, no era como que estuviera tratando de fraguar una conspiración, pero él y Kenma habían acordado intercambiar toda la información referente al rubio Omega; Tsukishima era astuto y en su estado actual, Kuroo probablemente aceptaría cualquier indicio, por pequeño que fuera, de su inocencia y ese chico debía saberlo bien — ¿Por qué nadie me habló de ese vídeo? Creí que Kenma tenía órdenes de supervisar la búsqueda — no quería creerlo en el pasado y ese fue su error, pero estaba seguro de que él solo le traería problemas a Kuroo y a la organización.


Su traición fue un claro indicio.


— El jefe aquí soy yo, es a mí con quién tienen que rendir cuentas...soy yo quien da las ordenes, no tú — Kuroo le dio una fría mirada al tiempo que dejaba la copa sobre la mesa y volvía a tomar asiento. Últimamente Yaku lo estaba tratando como a un niño con una rabieta y a veces quería pasar sobre su autoridad, estuvo tolerándolo debido a la situación y a su larga amistad, pero se estaba cansando — ¿Lo entiendes? — su sentencia fue más una amenaza, oscura y perturbadora, que golpeó su objetivo sin piedad.


— Por supuesto, lo siento...no era mi intención molestarte — se disculpó el castaño, cada vez era más difícil hablar con Kuroo y a veces le aterraba cruzar la puerta, pero no podía abandonarlo, él era su amigo. Hubo unos segundos de silencio, en los que buscó ordenar sus ideas y entonces volvió a hablar — Sobre sus derechos de propiedad, todavía piensas entregárselos a Ushijima ¿Verdad?


— No tiene sentido ahora que no lo tengo, él lo está buscando ahora...con mucha insistencia — Kuroo apretó la mandíbula — Todo el maldito mundo lo está buscando ahora que el rumor de que tiene información valiosa se propagó, esos idiotas lo están haciendo todo más difícil. Es a causa suya que hemos estado estancados en el mismo jodido sitio.


— Si lo hallamos antes que todos ¿Se lo entregarías? Ya sabemos que está muy interesado en él, estoy seguro de que aún podemos conseguir un muy buen trato — insistió Yaku. Kuroo no respondió — ¿Podrías al menos decirme si estás interesado en la oferta que te hizo? Tienes que admitir que es tentadora y...


— Lo estoy considerando.


— ¿Dudas? ¿Enserio? Por favor, Kuroo, tú no sueles ser así.


El moreno se reclinó lentamente hacia atrás, no había nada extraño ahí, sin embargo su fiera mirada fue capaz de provocar que el castaño contuviera la respiración — ¿No soy así? ¿Realmente me conoces lo suficiente como para decir algo tan estúpido como eso? Claro, hemos estado juntos durante muchos años, pero ¿Realmente crees conocerme bien? — Kuroo se puso de pie y extendió los brazos — Ahora mírame bien y dime quien soy ¿Lo sabes? — Yaku abrió la boca para responder, pero Kuroo se le adelantó, su voz era alta y amarga — No, la respuesta es no. Tú no me conoces y yo no te conozco a ti…la verdad, querido amigo, es que nunca terminas de conocer a las personas. Jamás.


— ¿Qué estás diciendo? Por supuesto que te conozco.


— Si, conoces a Kuroo, tu jefe, aquel que les da órdenes y es capaz de matar a sangre fría a quien sea que se entrometa en su camino. Pero no conoces al hombre, no sabes lo que pienso, mucho menos lo que siento, así que borra la idea absurda de que realmente lo haces de tu mente.


— Yo creo que tal vez podría...si me das la oportunidad…


— No — le interrumpió Kuroo con un bufido — Tu jamás podrías — Kei fue la única persona a la que deseó mostrarle todo de él; sus miedos e inseguridades, quiso mostrarse ante él como lo que en verdad era, un ser humano, un hombre enamorado. Pero terminó traicionándolo y a pesar de todo no podía odiarlo como debería, aun lo amaba y estaba seguro de que el fruto de su amor, ese amor unilateral, crecía ahora en su vientre.


Y apostaba lo que fuera a que Kei no estaba feliz por eso.


— Entonces ¿Qué vas a hacer?


— Voy a hacer lo que tenga que hacer cuando tenga que hacerlo y solo porque quiero hacerlo. No porque ustedes lo exijan ¿Lo entiendes? ¿O es que acaso necesitas que te haga entenderlo?


Kuroo entornó los ojos y Yaku se tensó, sabia como era el moreno, lo aterrador y cruel que podía llegar a ser, lo había visto actuar muchas veces antes, sin embargo esta debía ser la primera vez que se sentía acorralado y temeroso, como un indefenso animalito frente a un depredador con ansias de derramar sangre — Claramente


— Muy bien, ahora márchate y si vez a Kenma dile que venga a verme.


— Entendido. Con su permiso…señor.


Kuroo se reclinó en su asiento y suspiró, deseaba con todo su ser poder volver a ser la persona que era antes de conocerlo, necesitaba volver a ser lo que era y enterrar definitivamente todo el amor que aun sentía por él y que lo estaba matando o no podría continuar.

Notas finales:

>3< GRACIAS POR LEER >3<


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